Lenin

La bancarrota de la II Internacional

(Extraído de Obras Escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1975)

 

(«El proletario»; N° 5; Octubre de 2014)

 

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Por socialchovinismo entendemos la aceptación de la idea de la defensa de la patria en la presente guerra imperialista, la justificación de la alianza de los socialistas con la burguesía y con los gobiernos de «sus» países en esta guerra, la renuncia a propugnar y apoyar las acciones revolucionarias del proletariado contra «su» burguesía, etc. Es evidente que el principal contenido ideológico y político del socialchovinismo coincide en un todo con las bases del oportunismo. Es siempre la misma corriente. En las condiciones de la guerra de 1914-1915, el oportunismo engendra precisamente el socialchovinismo. Lo principal en el oportunismo es la idea de la colaboración entre las clases. La guerra lleva esta idea a su fin lógico, añadiendo a los factores y estímulos ordinarios de la misma otros muchos extraordinarios y obligando a la masa amorfa y dividida, con violencias y amenazas particulares, a colaborar con la burguesía. Esta circunstancia, como es natural, amplía el círculo de los partidarios del oportunismo y explica cumplidamente el paso de muchos radicales de ayer al campo oportunista.

El oportunismo es el sacrificio de los intereses vitales de las masas en aras de los intereses momentáneos de una minoría insignificante de obreros o, dicho en otros términos, la alianza entre una parte de los obreros y la burguesía contra la masa proletaria. La guerra hace que esta alianza sea tanto más patente y forzosa. El oportunismo se ha ido incubando durante decenios por la especificidad de una época de desarrollo del capitalismo en que las condiciones de existencia relativamente civilizadas y pacíficas de una capa de obreros privilegiados los «aburguesaba», les proporcionaba unas migajas de los beneficios conseguidos por sus capitales nacionales y los mantenía alejados de las privaciones, de los sufrimientos y del estado de ánimo revolucionario de las masas que eran lanzadas a la ruina y que vivían en la miseria. La guerra imperialista es la continuación directa y la culminación de tal estado de cosas, pues es una guerra por los privilegios de las naciones imperialistas, por un nuevo reparto de las colonias entre ellas, por su dominación sobre otras naciones. Defender y consolidar su privilegiada situación de «capa superior» de la pequeña burguesía o de la aristocracia (y de la burocracia) de la clase obrera: he aquí la continuación natural, durante la guerra, de las esperanzas oportunistas pequeñoburguesas y de la táctica que de aquí se desprende; he aquí la base económica del socialimperialismo de nuestros días*.

La fuerza de la costumbre, la rutina de una evolución relativamente «pacífica», los prejuicios nacionales, el temor a virajes rápidos y la falta de fe en estos virajes, han sido, como se puede su poner, circunstancias complementarias que han vigorizado el oportunismo y contribuido a la contemporización hipócrita y cobarde con él, so pretexto de que esto es sólo temporal y obedece únicamente a causas y motivos especiales. La guerra transfiguró al oportunismo, cultivado durante decenas de años, lo elevó a una fase superior, aumentó y diversificó sus matices, multiplicó el número de sus partidarios, enriqueció sus argumentos con un montón se sofismas nuevos y fundió la corriente principal del oportunismo con multitud de nuevos riachuelos y arroyos; pero la corriente principal no desapareció. Todo lo contrario.

El socialchovinismo es el oportunismo maduro hasta el punto de que ya no es posible que este absceso burgués siga existiendo como hasta ahora en el seno de los partidos socialistas.

 


 

* Unos cuantos ejemplos de la gran importancia concedida por los imperialistas y los burgueses a los privilegios nacionales y «de gran potencia» como arma para dividir a los obreros y apartados del socialismo. En su obra La gran Roma y la Gran Bretaña (Oxford, 1912), el imperialista inglés Lucas reconoce que en el Imperio británico de hoy día los hombres de color no gozan de igualdad de derechos (págs. 96-97) y señala que «en nuestro Imperio, cuando los obreros blancos trabajan al lado de los obreros de color, no lo hacen en igualdad de condiciones, sino que el obrero blanco es más bien el capataz del hombre de color» (pág. 98). Erwin Belger, ex secretario de la Alianza Imperial contra los socialdemócratas, en su folleto La socialdemocracia» después de la guerra (1915) ensalza la conducta de los socialdemócratas, diciendo que éstos deben convertirse en un «partido puramente obrero» (pág. 43), «nacional», en un «partido obrero alemán» (pág. 45), sin ideas «internacionales utópicas», «revolucionarias» (pág. 44). En una obra dedicada a la inversión de capitales en el extranjero (1907)23, el imperialista alemán Sartorius von Waltershausen condena a los socialdemócratas alemanes por no prestar atención al «bien de la nación» (pág. 438) -que consiste en la conquista de colonias- y ensalza a los obreros ingleses por su «realismo», manifestado, por ejemplo, en su lucha contra la inmigración. El diplomático alemán Rüdorffer, en su obra sobre los principios de la política mundial, destaca el hecho universalmente conocido de que la internacionalización del capital no elimina en absoluto la enconada lucha de los capitales nacionales por el poder, por la influencia, por la «mayoría de las acciones» (pág. 161), y señala que esta enconada lucha arrastra a los obreros (pág. 175). El libro lleva la fecha de octubre de 1913, y el autor habla con una claridad meridiana de los «intereses del capital» (pág. 157) como causa de las guerras modernas; dice que la cuestión de la «tendencia nacional» se convierte en el «eje» del socialismo.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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