¡Abajo el circo electoral!

 

(«El proletario»; N° 13; Abril - Mayo de 2017 )

 

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Desde hace meses y meses, un increíble circo electoral ocupa toda la actualidad, dejando en la sombra las «cuestiones sociales» o, lo que es lo mismo, las cuestiones fundamentales referentes a la vida y al trabajo –o a la falta de trabajo- de los proletarios; sin embargo, nobstante las declaraciones del gobierno, la desocupación continúa creciendo, los salarios se estancan o descienden y, en general, la situación de los trabajadores continúa deteriorándose.

Hemos tenido, primero, las interminables campañas para las primarias de la derecha, después las primarias del Partido Socialista, con sus golpes de escena (eliminación de los favoritos, retirada de Hollante), seguidas de la verdadera y propia campaña presidencial, con intrigas que se suceden continuamente. Después de que tenga lugar la campaña para las legislativas, se llega a la «pausa estival», que el nuevo gobierno, cualquiera que este sea, usará sin duda para asestar sus peores golpes. Los burgueses habrán tenido así más de un año de tregua después de las movilizaciones contra la ley El Khomri, mientras los trabajadores se encontrarán en una posición más difícil para resistir a los inevitables ataques anti proletarios necesarios para satisfacer las exigencias del capitalismo francés.

Nueva demostración del papel reaccionario del sistema electoral, que se presenta como medio de expresión de la «voluntad popular», pero que está exclusivamente al servicio de los intereses de la clase capitalista dominante. No hay de que sorprenderse: poseyendo todos los medios de comunicación, apoyándose sobre toda la red de las innumerables instituciones creadas y mantenidas en pie para defender el orden constituido, la clase dominante, la única en condiciones de financiar las campañas electorales, forja a su gusto la «opinión pública» y, en particular, tiene gran aprecio a la mentira según la cual colocando un trozo de papel en una urna es posible determinar la política del Estado burgués. En realidad esta política está determinada por los intereses generales del capitalistmo del cual el Estado burgués es baluarte y por los intereses privados de los grupos capitalistas más potentes. Esto lo ha demostrado el hecho de que todos los gobiernos, de derechas o de izquierdas, que desde hace treinta años se han sucedido en el poder, han seguido sustancialmente las mismas políticas filocapitalistas y antiobreras. Los partidos que toman parte en el juego trucado de las elecciones y que llaman a los proletarios a participar sosteniendo que un nuevo gobierno de izquierdas nacido de una victoria electoral podría mejorar las condiciones de los proletarios y defenderles contra los patrones, no son otra cosa que truhanes mentirosos que defienden el orden constituido burgués.

Lo mismo vale para las centrales sindicales que pretenden organizar la lucha de los trabajadores contra los ataques capitalistas. El año pasado, después de haber puesto en escena un simulacro de lucha, controlando el movimiento para evitar que se desbocase y que tomase una orientación anticapitalista (la única que podría haber sido eficaz), los sindicatos prometieron «retomar la lucha» a la vuelta: no ha sucedido nada de esto y en 2017 la lucha ha sido simplemente abandonada; las centrales sindicales han vuelto a su vieja práctica de pocas movilizaciones aisladas, una detrás de otra, de algunos sectores y sobre algunos puntos específicos. Estas organizaciones, apoyos de la colaboración entre las clases, no sueñan ni de lejos perturbar el sacrosanto periodo electoral, el momento supremo de la paz social que es su objetivo permanente.

 

A LA IZQUIERDA TANTO COMO A LA DERECHA, CANDIDATOS FILOCAPITALISTAS

 

Le Pen, una de los dos favoritos en las elecciones, ha tenido un discurso diferente del tradicional del Frente Nacional, que retoma reivindicaciones sociales habitualmente defendidas por los reformistas. Presentándose como candidata del «pueblo» contra las «élites», ha podido aumentar su audiencia electoral, sobre todo entre los trabajadores disgustados por los políticos burgueses clásicos. Pero el FN, partido de extrema derecha, racista y chovinista, continúa siendo un enemigo jurado del proletariado. Esta es una razón por la cual el resto de los candidatos mantienen que son el mejor «baluarte» contra Le Pen, aún cuando comparten con ella muchas posiciones nacionalistas y antiobreras.

Es el caso, de hecho, de Fillon, el vencedor por sorpresa de las primarias de la derecha, cuyo programa es el más abiertamente antiproletario; que prevee entre otras cosas la abolición de las 35 horas, el aumento del IVA, el retraso de la edad de jubilación a los 65 años, la supresión de 500.000 puestos de trabajo en la Administración Pública, el fin de la cobertura de la mayor parte de las curas por parte de la sanidad pública (excepción hecha de las enfermedades más graves), etc.

Macron, el preferido por los medios de comunicación, tiene un programa «Fillon light», en continuidad con su acción cuando era ministro de Finanzas de Hollande: mejora de la «competitividad» de las empresas y reducción del «coste del trabajo» (en otras palabras, aumento de los beneficios capitalistas y aumento de la explotación de los proletarios), supresión de 120.000 puestos de trabajo en el sector público, ahorro en gastos sociales, etc. Por otro lado, apoya la «uberización», es decir, de la eliminación de los varios estatutos y reglamentaciones que estorban a la «flexibilidad» de la mano de obra y que limitan las inversiones capitalistas en algunos sectores. En pocas palabras, se trata de una versión aguada del programa de Fillon con el fin de crear menos riesgo de reacción por parte de los proletarios.

Los dos candidatos «de izquierda» no están realmente en liza para vencer las elecciones, sino para mantener en pie una fuerza reformista creíble, en condiciones de desviar a los trabajadores que podrían estallar contra las medidas antisociales del próximo gobierno. En efecto, después del quinquenio de Hollande, el PS está demasiado desacreditado a ojos de los trabajadores como para desarrollar eficazmente el papel de dique social del que el orden social tiene necesidad. Tienen por tanto la necesidad imperiosa de volver a dar una cara de izquierda: este es el verdadero fin de la candidatura de Hamon (candidato oficial del PS, apoyado por Verdi). Pero, en este juego, la demagogia de Mélechon (candidato del Partido de Izquierda, apoyado por el PCF) supera a la del exministro que, aún si es «opositor» a la ley El Khomri, no puede tomar del todo la distancia respecto a las acciones de Hollande: Hamon debió, por ejemplo, abandonar su oposición a la ley El Khomri para poder ser apoyado por el aparato del PS.

Mélenchon, no duda en condenar el quinquenio que está concluyendo; pero su orientación de «izquierda» no es sino demagogia reformista, que esconde mal posiciones filoimperialistas y antiproletarias. Ha apoyado, en nombre del «interés nacional», la intervención militar francesa en Libia y en África. Pero estos intereses nacionales no son otra cosa que el interés de las grandes empresas imperialistas, como Total y otras. Como Le Pen, se opone a la Unión Europea en nombre de la «soberanía nacional»; como ella, denuncia a los «trabajadores inmigrantes» que vienen «a robar el pan a los franceses» y sostiene que los trabajadores sin documentos que no tienen contrato de trabajo deben abandonar el país. Pero la división entre trabajadores franceses y extranjeros, entre trabajadores con o sin documentos, es un arma clásica usada desde siempre por los patrones para paralizar las luchas obreras; y la «soberanía nacional» es un objetivo exclusivamente burgués: ¡los trabajadores no tienen patria!

En lo que respecta a los candidatos de «extrema izquierda» pese a ser sólo las comparsas del circo, contribuyen también al trabajo sucio que consiste en volverlo creíble ante los ojos de los proletarios.

 

¡NO A LA PARALIZANTE MIXTIFICACIÓN ELECTORAL! ¡SÍ A LA LUCHA DE CLASE!

 

Los proletarios no pueden defenderse, no pueden defender sus reivindicaciones inmediatas o más generales y tanto menos pueden acabar con el sistema capitalista por medio de papeletas electorales, que para los capitalistas no son sino trozos de papel. Su fuerza no se puede manifestar sobre el terreno trucado de las elecciones, a través del sistema democrático en el cual los ciudadanos disfrutarían del mismo peso político, independientemente de su pertenencia a esta o a aquella clase social. Es sólo a través de la lucha que pueden resistir a los capitalistas y a su Estado, porque este es el modo a través del cual tienen la posibilidad de bloquear el funcionamiento de la economía; pero debe ser una lucha real, conducida con medios y métodos de clase; una lucha que rompa con las orientaciones colaboracionistas, democráticas y pacifistas, de las organizaciones reformistas que confían sólo en el «diálogo entre las partes sociales» y sabotean cualquier lucha. No es de diálogo con su enemigo de clase de lo que tienen necesidad, sino de la lucha firme contra él, su sistema y su Estado.

Cualquiera que sea el resultado de las próximas elecciones presidenciales, es fácil preveer nuevos ataques antiobreros. Los trabajadores estarán en mejores condiciones de hacerlos frente si saben rechazar las ilusiones electorales, si no se dejan engañar por la propaganda de los charlatanes de todo tipo, si rechazan los llamamietnos a la participación en el circo electoral para apoyar a un cierto candidato o para «obstaculizar» a otro: se puede «obstaculizar» no tanto a un candidato de derecha o de extrema derecha, sino al empeoramiento de la explotación y de la opresión capitalista. Y únicamente con la lucha de clase.

El rechazo del circo electoral, el abstencionismo revolucionario, no es el rechazo de la política en general: es el rechazo de la política burguesa, condición para poder seguir una política proletaria que no se desarrolla en las urnas ni en el parlamento, sino en las calles y en los lugares de vida y de trabajo; una política revolucionaria cuyos principios son la solidaridad y la organización de clase del proletariado y cuyo objetivo es la destrucción del capitalismo,

 

¡Abajo el circo electoral!

¡Por el retorno a la lucha y a la organización de clase!

¡Por la unión internacional de los proletarios contra el capitalismo!

¡Por la reconstitución del partido de clase internacional!

¡Por la revolución comunista mundial!

 

2 abril 2017

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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