A cincuenta años de la muerte de Amadeo Bordiga

Amadeo Bordiga en el camino de la revolución

(«El proletario»; N° 21; Noviembre de 2020 )

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Publicamos a continuación la traducción de la premisa al opúsculo que acaba de aparecer «Amadeo Bordiga en el camino de la revolución», publicado en italiano en el sitio web del partido www.pcint.org.

 

Las violentas chispas que estallaron entre los hilos conductores de nuestra dialéctica nos han enseñado que es compañero  militante comunista y revolucionario quien ha sabido olvidar, negar, arrancar de su mente y de su corazón la clasificación en la que estaba inscrito en el registro de esta sociedad en descomposición, y ve y se confunde a lo largo del arco milenario que une al ancestral hombre de la tribu que luchaba con las bestias al miembro de la futura comunidad, fraterna en la alegre armonía del hombre social.

(A. Bordiga, Consideraciones sobre la actividad orgánica del partido cuando la situación general es históricamente desfavorable, 1965)

 

En este texto enlazamos con las numerosas obras anteriores del Partido en defensa de lo que representaba y representa la obra de la Izquierda Comunista de Italia y la militancia revolucionaria y la obra del compañero Amadeo Bordiga, desarrollando también las partes que, por diversas razones prácticas, habían quedado inconclusas (1).

El 23 de julio de 1970 murió el compañero Amadeo en Formia; su físico desgastado por una larga enfermedad ya no soportaba la formidable máquina de guerra de clases que Amadeo había sido durante casi sesenta años, desde que comenzó su militancia en las filas de la juventud socialista en 1912. Desde entonces formó parte de la vanguardia marxista que dio origen a la izquierda comunista y que, en la época de Lenin, en perfecta correspondencia con las tesis bolcheviques, fundó en enero de 1921 el Partido Comunista de Italia, sección de la Internacional Comunista. El comunismo, en Italia, nació adulto (2): las fuerzas que lo representaban desarrollaron, de manera coherente con el marxismo, pero de manera autónoma respecto a la vasta obra de restauración de Lenin, la formación teórica, programática, política, táctica y organizativa de un partido que fue el único, en el Occidente capitalista desarrollado, que aportó al movimiento comunista internacional una contribución igual al bolchevismo. Y es sobre la base de estos orígenes, y de la continuidad de la teoría y la práctica que la Izquierda Comunista de Italia demostró poseer históricamente, que le fue posible extraer todas las lecciones de la contrarrevolución y desarrollar la restauración de la doctrina marxista y del órgano revolucionario por excelencia, el partido de clase, después del tremendo colapso del movimiento comunista internacional bajo los golpes convergentes de la contrarrevolución burguesa (democrática y fascista al mismo tiempo) y del estalinismo.

El bolchevismo era «planta de cualquier clima» - declaró Amadeo en 1919, en un famoso artículo (3) - porque «el bolchevismo y el socialismo son la misma cosa». El bolchevismo no debía ser considerado como una especie de artículo de importación que, después de la victoriosa revolución proletaria en Rusia, atrajo a muchos intelectuales y políticos, o como una versión «rusa» del socialismo, sino como la expresión viva y vital del socialismo científico de Marx y Engels aplicado a las condiciones sociales e históricas de la Rusia de entonces, madura no sólo para la revolución burguesa que tenía la tarea de destruir la superestructura zarista, sino -dadas las luchas de los campesinos que ya habían demostrado su valía en 1905 y las luchas de un proletariado combativo en presencia del partido de clase representado por el partido bolchevique- también para injertar la revolución proletaria en el mismo proceso histórico revolucionario, desarrollado en correspondencia con la guerra imperialista. Las tareas particulares que el bolchevismo tuvo que llevar a cabo en Rusia no fueron dictadas por una versión nacionalista del marxismo específica solo para Rusia, sino que fueron las tareas que el marxismo ya había definido desde 1848-49 en la revolución proletaria en Europa. Tareas que, en el Prefacio de 1882 a la edición rusa del Manifiesto delPartido Comunista, Marx y Engels - en virtud del desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos y Rusia, ambos «columnas del orden social existente en Europa», pero con diferentes roles; ambos «suministraban a Europa materias primas y al mismo tiempo servían de mercado para sus productos industriales», pero, mientras que los Estados Unidos absorbían las fuerzas supernumerarias del proletariado europeo, Rusia era la última gran reserva de la reacción europea, constituyendo así una garantía para el orden burgués en Europa y en el mundo - después de las derrotas de las revoluciones europeas de 1848-49 y de la Comuna de París de 1871, no podían dejar de tener en cuenta que era Rusia la que representaba «la vanguardia del movimiento revolucionario en Europa». Lenin y el bolchevismo no descubrieron nada nuevo o inesperado, pero aplicaron con gran determinación los dictados programáticos-políticos que el marxismo ya había definido no sólo para los países con capitalismo desarrollado sino también para los países con capitalismo atrasado. Además, en Rusia, la destrucción del zarismo como gran reserva de la reacción europea era un objetivo que históricamente se sumaba al progreso económico que sólo una sociedad burguesa desarrollada, atacando las antiguas formas de propiedad, especialmente en el campo de la tierra y las relaciones de producción correspondientes, podía iniciar. Y era un objetivo que interesaba no sólo al proletariado ruso, sino a todo el proletariado mundial. El proletariado ruso, cuando estalló la Primera Guerra Imperialista Mundial, demostró, en la estela del movimiento revolucionario de 1905 y con sus luchas en el interior y en los frentes de guerra, en conexión con las luchas del vasto campesinado pobre, que era en realidad la vanguardia del movimiento revolucionario en Europa como se anunció en el Prefacio de 1882 arriba, y que podía representar con su revolución la señal para la «revolución obrera en Occidente», como repetirá Lenin mil veces antes, durante y después de la victoriosa Revolución de Octubre; y para que la revolución en Occidente se hiciera realidad, la dictadura proletaria establecida en Rusia debía no sólo dar un giro a sus esperanzas, sino también estirar todas sus fuerzas aplicando el programa político y económico necesario en Rusia, dadas las condiciones históricas en las que se había producido la revolución rusa y, al mismo tiempo, en plena guerra civil contra las bandas blancas y los ataques de los imperialismos occidentales, para sentar las bases del Partido Comunista Mundial mediante la organización de la Tercera Internacional, no por casualidad llamada comunista. Todos los escritos de la Izquierda marxista italiana, en los años que precedieron a la Primera Guerra Imperialista Mundial y en los que la guerra estalló regimentando a las masas proletarias en ejércitos armados unos contra otros, están perfectamente alineados con las posiciones de Lenin y del Partido Bolchevique - aunque no tuvieron ningún contacto con ellos - y esto demuestra de manera indiscutible la total adhesión y la plena consistencia de la Izquierda marxista italiana al marxismo, la única corriente política que, en el Occidente capitalista desarrollado, representaba al marxismo revolucionario tanto en el plano teórico y programático como en el político, en el táctico y en el organizativo, hasta ser el núcleo central y vital sobre el que se constituyó en enero de 1921 el Partido Comunista de Italia, sección de la Internacional Comunista.

Con la revolución socialista en Rusia, se abrió la era de las revoluciones, que la misma agitación mundial causada por la primera guerra imperialista mundial ayudó a abrir. Pero, como siempre ocurre en tiempos de crisis social, guerra y revolución, el partido de clase no sólo tiene la tarea de guiar al movimiento proletario hacia objetivos revolucionarios, sino también la de luchar denodadamente contra cualquier tendencia oportunista y revisionista que desvíe al movimiento proletario de su trayectoria histórica. La historia misma de los movimientos y revoluciones de clase, o intentos revolucionarios, para la conquista del poder político y el establecimiento de la dictadura proletaria, ha demostrado hasta ahora que la lucha contra las tendencias oportunistas ha sido indispensable y vital para el éxito del movimiento proletario revolucionario; una lucha que el partido de clase no puede y no debe nunca suspender y que debe encontrar, en todos los campos de actividad del partido de clase, una coherencia decisiva y tenaz con los dictados de la teoría marxista. Desde que la teoría del comunismo revolucionario, desde que el socialismo pasó de la utopía a la ciencia -que solemos resumir como teoría marxista- fue formulada y definida a mediados del siglo XIX, que Marx y Engels tuvieron que luchar contra las diferentes interpretaciones del socialismo, tanto que tuvieron que criticarlas en profundidad en la misma redacción del Manifiesto del Partido Comunista. Y es una tarea, esta, llevada a cabo por todos los grandes marxistas, entre los que Lenin se destacó por su tenacidad, capacidad y consistencia durante más de veinte años del siglo XX, en los años de la segunda ola de oportunismo de Kautsky y el fracaso de la Segunda Internacional, la tragedia de la Primera Guerra Imperialista Mundial y la gloriosa y victoriosa revolución proletaria y socialista; y Bordiga, en los años marcados por el lento pero inexorable fracaso de la Internacional Comunista a la adulación de los expedientes tácticos que se suponía debían acelerar el proceso revolucionario en Occidente, en los años de la tercera ola oportunista mortal que respondió al fascismo con el antifascismo democrático, a la preparación revolucionaria respondió con la preparación electoral y la corrupción democrática, al internacionalismo comunista respondió con la teoría del socialismo en un solo país, a la defensa del marxismo y el programa internacionalista del comunismo revolucionario respondió con el estalinismo, con el comunismo nacional, con la contrarrevolución.

Repitamos lo que Amadeo dijo, en 1924, en su discurso en la muerte de Lenin. No vamos a seguir las conmemoraciones oficiales, ni vamos a hacer una biografía de ingeniero Amadeo Bordiga, ni nos dedicaremos a recoger anécdotas y chismes sobre su vida pública o privada, ni desglosaremos las contribuciones de Amadeo a la restauración teórica del marxismo y la reconstitución del órgano revolucionario por excelencia, el partido de clase, en partes que algunos afirman que son «actualizaciones» del marxismo y partes que otros quieren «abandonar» con el pretexto de que el desarrollo del capitalismo y la persistencia de la derrota proletaria y comunista con respecto a la revolución habrían presentado novedades históricas que no pueden ser interpretadas con el viejo método marxista y con la intransigencia férrea de Lenin y Bordiga.

Volveremos sobre los puntos de referencia esenciales a través de los cuales podemos reconocer los rasgos fundamentales de la actividad de una organización política digna de llamarse comunista y de reivindicar sus orígenes en el surco histórico de la izquierda marxista internacional. Estos son los temas de nuestro trabajo: Teoría marxista, cuerpo único e indivisible - El programa del partido, su acción y su organización - Continuidad entre el bolchevismo de Lenin y la Izquierda Comunista de Italia, brújula para cada tormenta - Al filo del tiempo de las batallas de clase, contra el oportunismo en sus mil variantes - El Partido Comunista Internacional, ayer, hoy y mañana.  

La grandeza del militante revolucionario Amadeo reside enteramente en su irreprochable consistencia teórica y práctica, en su rectitud moral y de comportamiento, en no ceder nunca a los halagos del politiquismo personal y electoral. E incluso cuando, al final de su vida, aceptó por la fuerza responder a una entrevista que le concedieron para un programa de televisión sobre la dictadura fascista, nunca se dejó arrastrar por el terreno del personalismo y el «carácter» en busca de notoriedad. 

Nuestra intención siempre ha sido luchar, en el partido de ayer y en la organización de hoy, por la transformación del militante comunista revolucionario más coherente y recto que hemos conocido desde principios de los años sesenta en un mito, en un icono inofensivo, a diferencia de lo que hacían en cambio muchos antiguos militantes del antiguo partido comunista internacional, como, por ejemplo, los que participaron directamente en la constitución de la Fundación Amadeo Bordiga, que es el condensado de todo lo que Amadeo más odiaba: ¡la elevación del individuo a una figura histórica! Aprendimos de Amadeo que la «propiedad intelectual» es una de las propiedades comerciales más insidiosas que el capitalismo utiliza para clavar a los hombres en el régimen de propiedad privada y para propagar los placeres del capitalismo haciendo pasar el «derecho a la propiedad privada» como un derecho «natural». El individuo, en cambio, con su «conciencia individual» y su «libertad de elección», ¿no es el alfa y el omega de la ideología burguesa y, por lo tanto, también de la democracia burguesa?

La afirmación de que la historia, hecha por el movimiento de grandes fuerzas sociales y materialistas en su determinación anónima y materialista, puede ser modificada, variada o incluso dirigida a través de la intervención de los llamados grandes hombres, es una de las mistificaciones utilizadas por las clases dominantes para seguir oprimiendo a las clases trabajadoras. La lucha contra esta pretensión, no sólo desde el punto de vista de los principios sino también de la práctica, forma parte integrante de la lucha de clases de los comunistas revolucionarios que saben que «el comunismo no es un estado de cosas que debe establecerse, un ideal al que debe ajustarse la realidad» sino «el verdadero movimiento que suprime el estado de cosas actual», el verdadero movimiento de las clases sociales que, en una sociedad dividida en clases, luchan entre sí: por una parte, la clase dominante burguesa para preservar el poder político y el viejo modo de producción durante el mayor tiempo posible y, por otra parte, la clase proletaria para demoler el poder político que representa el viejo modo de producción y establecer el nuevo poder político - la dictadura del proletariado ejercida por el partido de clase - que inicia a toda la colectividad humana hacia el modo de producción superior, el modo de producción comunista. Por otra parte, como se afirma en el Manifiesto de 1848: «Las proposiciones teóricas de los comunistas no se basan en absoluto en ideas, en principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo. Son simplemente expresiones generales de relaciones fácticas de una lucha de clases existente, es decir, de un movimiento histórico que tiene lugar ante nuestros ojos» (4).

 


 

(1) Cf. A quarant’anni dalla morte di Amadeo Bordiga -Amadeo nel cammino della rivoluzione, «il comunista» n. 117, junio de 2010;

2) Véase la serie de artículos publicados bajo el título Questioni storiche dell’Internazionale Comunista, en particular, el  titulado «Il comunismo in Italia nacque adulto, «il programma comunista» N° 5, 5-19 de marzo de 1954, retomado en «il comunista» N° 51, agosto de 1996.

(3) Cf. Il bolscevismo, pianta di ogni clima, «Il Soviet», N° 10, 23 de febrero de 1919; también en Storia della sinistra comunista, Edicionesil programma comunista, Milán 1964, vol. I, pág. 2. I, págs. 369 y 370; en A. Bordiga, Scritti 1911-1926, Fondazione Amadeo Bordiga, 2010, vol. 3, pp. 95-96.

(4) Cf. Marx-Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848, Editorial Progreso, Moscú 1981.

 

 

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