Ediciones del Partido Comunista Internacional

(«El proletario»; N° 28; Enero de 2023 )

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«El Partido Comunista de Italia frente a la ofensiva fascista»

«Irán. ¿Qué revolución?»

«Elementos de orientación marxista»

«Lenin en el camino de la revolución»

«Cuarenta  años de valoración orgánica de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional»

 

 

El esfuerzo de publicación y de difusión de nuestra prensa no tiene sólo como objetivo visibilizar unas posiciones políticas, históricas o económicas, en sintonía con la tradición marxista revolucionaria de la Izquierda Comunista de Italia: sobre la línea de Lenin, consideramos que nuestra prensa juega fundamentalmente un papel de organizador colectivo, es decir, de fuerza centrípeta que dispone el trabajo interno y externo del partido de manera que permite con él que militantes, simpatizantes, contactos más o menos regulares, etc., puedan acercarse a las posiciones de conjunto de nuestro movimiento integrándose de alguna manera en las tareas que estas imponen.

Para nosotros, los artículos que publicamos en cualquiera de nuestros periódicos y revistas internacionales (Il Comunista, Le Prolétaire, Communist Programm o El Proletario) tienen la doble función de mostrar nuestras posiciones al respecto de alguna cuestión en particular a la vez que facilita a quien esté interesado una respuesta no literaria sino política (y por lo tanto teórica y práctica) sobre dicha cuestión. Es por eso que, pese a las dificultades que hoy por hoy padece cualquier tipo de prensa política, en un momento de profunda reacción anti revolucionaria y con un movimiento de clase del proletariado virtualmente ausente, la edición y distribución de nuestra prensa sigue siendo una actividad extraordinariamente importante: es con ella que el partido vive en muchos ámbitos en los que solo puede tener presencia escrita o en los que esta es necesaria para reafirmar, interna y externamente, el papel que nuestros militantes desempeñan.

En el combate político la prensa es un instrumento fundamental y no es por casualidad que hoy asistimos al surgimiento (y sin demorarse mucho al hundimiento) de tantos grupos, corrientes, tendencias, etc. que pretenden sustituir el trabajo vinculado a todo lo que tiene que ver con la prensa por otros como la presencia en redes sociales, Internet en general, o la edición de un volumen tras otro según el tema del momento: la crisis política y organizativa del proletariado también se manifiesta en este tipo de respuestas que niegan la necesidad de la lucha política en sus términos prácticos y más inmediatos.

De la misma manera que nuestra prensa cumple esa doble función de mostrar nuestras posiciones y enuclear en torno a ellas, las ediciones que la acompañan y que en rigor deben considerarse supeditadas a esta, más como un complemento en otro formato con más posibilidades que como un trabajo en paralelo, tratan de fortalecer todos los aspectos relacionados con nuestras posiciones teóricas, políticas, etc. de más amplio calado, que requieren una exposición histórica más extensa, etc.

A continuación presentamos las últimas ediciones del Partido, que deben ser leídas precisamente como un esfuerzo más en este sentido. Todas ellas pueden ser consultadas en nuestra página web (www.pcint.org) o sernos solicitadas en papel a la dirección de este periódico.

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«El Partido Comunista de Italia frente a la ofensiva fascista»

 

Contra las falsas acusaciones lanzadas por el estalinismo a la dirección de Izquierda del Partido de Italia relativas a no haber sabido afrontar y contratacar al fascismo en la fase inicial de su actividad política y militar, en el informe que sigue está ampliamente demostrado como, en lugar de esto, fue precisamente la Izquierda, que dirigía el PC de I en sus dos primeros años de vida, la que aseguró al partido no sólo bases teóricas, programáticas, de principio y políticas en perfecta línea con los dictados del marxismo y con la línea dada por la misma Internacional Comunista en su congreso de 1920, sino también bases organizativas adecuadas a las graves tareas a las cuales el partido estaba llamado, caracterizadas por la asunción de una disciplina política que no tenía, salvo en casos excepcionales, necesidad de ser socorrida por formalismos extremos como lo fue, después, el verdadero terrorismo ideológico puesto en práctica por el estalinismo.

El encuadramiento militar del partido, del cual era evidente su necesidad y su urgencia, no podría sino ser precedido por el encuadramiento político sin el cual las fuerzas del partido nunca hubieran sido homogéneas a la hora de poner en práctica las líneas tácticas definidas centralmente en sus acciones generales y locales. Por otro lado, como enseña el marxismo, los criterios de organización no son nunca neutros: si no responden a una orgánica y homogénea organización gracias a la cual se obtiene una disciplina política y, por lo tanto organizativa, responden a impostaciones formalistas y artificiosas a través de las cuales se hace descender la disciplina política de una disciplina organizativa vuelta prioritaria.

En el capítulo titulado: «Lucha del partido comunista por el encuadramiento militar de las masas», se lee:

«Sin embargo, no era suficiente con limpiar el terreno de las ideologías pacifistas, plañideras y capituladoras del reformismo y el maximalismo. No bastaba con inculcar a las masas y a los militantes comunistas el sentimiento de la necesidad de defenderse en el mismo terreno que propone el adversario e incluso, de que la situación se torne favorable, o cada vez que la ocasión se presentase en el curso de la misma lucha «defensiva», pasar a la contra-ofensiva. No bastaba con hacer penetrar en el espíritu de los jóvenes militantes de la clase obrera la convicción de que solo el Partido Comunista podía dar a la defensa y al ataque el encuadramiento necesario, fuera de todas las combinaciones electorales equívocas y de la falsa «unidad» con el reformismo. Todo esto no era sino una premisa (indispensable, además) a la preparación de un enfrentamiento general y disciplinado de las fuerzas obreras y de la contrarrevolución burguesa».

Dicho en síntesis, estos eran los objetivos más urgentes que el PC de I se ponía en la preparación indispensable para la guerra de clase que la clase dominante burguesa ya conducía contra el proletariado desde hacía tiempo, pero contra la cual el proletariado se encontraba aún falto de preparación, dividido, aislado, aún ilusionado con que bastase un «empujón electoral» o una gran huelga para poder vencer a la reacción fascista.

Y poco más adelante: «No se puede separar el problema militar de la defensa y del ataque del problema político: el primero depende del segundo, y es este último el que traza al otro su vía y le indica su objetivo. No se defiende, y mucho menos se ataca, de la misma manera si se tiene como fin la defensa de la democracia violada o si, por el contrario, se tiene como fin su aniquilación; no se opone a la formación del enemigo una formación eficaz y unitaria propia si no se sabe previamente a cuál de los dos objetivos se mira, y si, en la misma formación de batalla existen faltas de certeza y dudas, preconceptos y limitaciones acerca del desarrollo ulterior de la lucha. La claridad de la línea política, y si queremos usar un término más adaptado al problema específico, estratégica, es condición de la acción práctica, o si se prefiere, de la táctica, y esta es la premisa de la eficiencia y de la solidez de la organización».

«También aquí se debía ir contracorriente, y construir ex novo, liquidando el peso de las tradiciones más negativas - a efectos de la centralización, de la disciplina y de la organicidad del movimiento - del viejo partido socialista. No se podía ni se debía, sobre todo al inicio, desalentar las acciones individuales e incluso las iniciativas periféricas: eran una sana manifestación del espíritu de lucha de los militantes y de los proletarios comunes: pero hacía falta preparar el terreno para su absorción en el cuadro de una disciplina unitaria, y por lo tanto central»

[…]

La acción intoxicadora llevada a cabo durante décadas por el reformismo, el pacifismo, el legalismo, logró dificultar y en parte paralizar el movimiento de clase del proletariado; las corrientes marxistas auténticas, en la época llamadas «de izquierda», no lograron constituir en el tiempo necesario los partidos de clase según las indicaciones de la Internacional Comunista, tiempos necesarios para una preparación revolucionaria «a la bolchevique», capaz de aprovechar las ocasiones favorables que la historia de la lucha de clase daba al proletariado europeo justo después del fin de la guerra. En Italia primero, en Alemania después, el reformismo cerró la calle a la revolución proletaria, preparando el terreno social a las clases burguesas para que encontrasen la solución a la quiebra económica y de la gestión gubernamental de la postguerra: el fascismo, y después el nazismo, fueron la «solución burguesa» por excelencia que llevó a la burguesía a obtener el mejor resultado desde el punto de vista de la defensa de los intereses capitalistas de clase generales: máxima centralización del poder político y máxima disciplina social fundada sobre la colaboración entre las clases integrando en el Estado también a las «organizaciones proletarias» - naturalmente después de haber destruido todas las organizaciones proletarias de clase y reprimido sistemáticamente a los estratos proletarios más organizados y combativos. Sin la obra «preventiva» del reformismo, de la socialdemocracia, de debilitar «desde dentro» al proletariado, el enfrentamiento de clase, también sobre el terreno militar, no habría dado fácilmente la victoria a las fuerzas de la conservación burguesa. La derrota del proletariado - y del partido de clase - legible en las cesiones cada vez más vistosas de la Internacional Comunista en el enfrentamiento con el oportunismo, de la nueva teoría del socialismo en un solo país a la participación en la segunda guerra imperialista en los ejércitos regulares y en las formaciones partisanas - es una derrota histórica que podrá ser superada y transformada en victoria solo sacando todas las lecciones programáticas, políticas, tácticas y organizativas que la historia de ayer obliga  a sacar sobre todos los frentes de lucha, sobre todas las cuestiones centrales como la que se desarrolla en este opúsculo.

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«Irán. ¿Qué revolución?»

 

En este folleto hemos reunido algunos de los artículos más significativos publicados, entre octubre de 1978 y febrero de 1979, en Il programma comunista, el periódico del partido en lengua italiana de la época.

Lo que, en enero de 1979, los periodistas de todo el mundo llamaron «revolución iraní» fue, en esencia, un cambio de guardia en el gobierno de Irán tras una serie de violentas luchas entre las distintas facciones burguesas, monárquicas y clericales que, entre la primera y la segunda guerra imperialista mundial y tras el final de ésta, se disputaron el poder. La rápida y caótica industrialización injertada desde el exterior en el país donde, a principios del siglo XX, se descubrieron importantes yacimientos de petróleo, trastocó inevitablemente la sociedad feudal-asiática tradicional y sus «equilibrios», creando masas de campesinos pobres expulsados de sus parcelas y masas obreras y proletarias que fueron expulsadas a las ciudades y pueblos donde los pozos de petróleo brotaron como setas.

Fueron precisamente estas masas de proletarios desposeídos y explotados las que se rebelaron contra un poder centralizado y vampírico que solo fue capaz de reprimir, con extrema violencia, las convulsiones sociales provocadas por la crisis económica especialmente grave y sus consecuencias, que afectaron a un país con una economía frágil y en parte todavía atrasada. Los ecos de las lejanas luchas proletarias y campesinas suscitadas durante la primera guerra imperialista mundial  por el movimiento revolucionario ruso, que influyeron directamente en las regiones del Cáucaso y Oriente Medio, también contagiaron a Persia, pero, gracias a la labor contrarrevolucionaria del estalinismo, fueron sofocados y olvidados, dejando el campo abierto no sólo a las diversas facciones burguesas y pequeñoburguesas, sino también al clero chií fuertemente interesado en defender sus antiguos privilegios, por los que estaban dispuestos a ponerse al servicio de la monarquía o la república, tal vez incluso democrática y capitalista, en función de la relación de fuerzas que se estaba formando en un momento en que las potencias imperialistas aceleraban inevitablemente, aunque en sus contrastes congénitos, los procesos de colonización financiera e industrial para arrancarse mutuamente territorios económicos importantes desde el punto de vista de las materias primas y desde el punto de vista estratégico político-militar.

[…]

El régimen confesional del islamismo chií lleva más de cuarenta años en pie, a pesar de las crisis económicas mundiales y de una represión que  ha sido siempre muy dura, especialmente contra las fuerzas de oposición que podían ampliar su influencia entre las masas trabajadoras. Los recientes acontecimientos, relacionados con las manifestaciones callejeras del asesinato de mujeres jóvenes que expresan su impaciencia por las condiciones de vida opresivas a las que les obliga el régimen confesional, muestran que este régimen también está mostrando su desgaste. El recurso a la represión violenta con el pretexto de un comportamiento personal que no respeta las normas religiosas en cuanto al velo que las mujeres están obligadas a llevar en la cabeza, revela la acumulación de tensiones sociales generadas por una crisis social mucho más profunda de lo que ha aparecido hasta ahora. Pero, al igual que en 1978-79, si en un futuro próximo el proletariado no toma el camino de su organización de defensa económica independiente para desarrollar, con el tiempo, no sólo una lucha defensiva, sino una lucha de ataque contra el poder burgués dominante, estará de nuevo condenado a derramar sangre para un eventual «cambio de guardia», para otra eventual «reforma política», que no afectará en nada a la estructura social y económica del capitalismo nacional.

No lo hicimos entonces y tampoco lo hacemos ahora: sería demagógico agitar como perspectiva inmediata la consigna de la revolución y la dictadura proletaria ejercida por el partido comunista revolucionario en Irán. Las organizaciones de clase del proletariado y el partido de clase y su influencia en el proletariado iraní son totalmente inexistentes. Pero es nuestra tarea advertir al proletariado contra las ilusiones que las diversas oposiciones «democráticas», que no dejan de renacer en situaciones en las que la represión se convierte en la principal arma del poder establecido, propagan como «respuesta» a la autocracia, el autoritarismo, la dictadura militar y el fascismo. La democracia es un arma en manos del poder burgués tanto como el Estado y su fuerza represiva, y tiene una cualidad particular: engaña, desvía, paraliza a la clase obrera con respecto a sus intereses de clase no sólo históricos sino también inmediatos. Intereses de clase que son regularmente sofocados y borrados por esa unidad nacional a la que apela toda burguesía en todos los países, desde los más avanzados e imperialistas hasta los más atrasados.

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«Elementos de orientación marxista»

 

Este escrito, por motivos evidentes, no contiene la demostración de todo lo que afirma. Tiene la tarea de establecer con la mayor claridad la línea de la publicación. Por lo tanto, únicamente enuncia para fijar los puntos principales y con el fin de evitar confusión y equívocos, involuntarios o deliberados.

Antes de convencer a quien escucha se trata de hacerle entender bien las posiciones de quien expone. La persuasión, la propaganda y el proselitismo vienen después.

De acuerdo con el método que seguimos aquí, las opiniones no se establecen por obra de profetas, de apóstoles o de pensadores en cuyas cabezas nazca la nueva verdad para ganar multitudes de seguidores.

El procedimiento es completamente diferente. Es el trabajo impersonal de una vanguardia de grupos sociales el que enuclea y vuelve evidentes las posiciones teóricas a las cuales son llevadas los individuos, antes de ser conscientes de ellos, por sus condiciones de vida, reales y comunes.

En la fase presente de desviación teórica, reflejo de la desorganización práctica, si la puesta a punto de la impostación produce como primer resultado el alejamiento y no el acercamiento de adherentes, no hay que sorprenderse o lamentarse.

Todo movimiento político, al presentar sus tesis, se reclama de precedentes históricos y en cierto sentido de tradiciones recientes o remotas, nacionales o internacionales. También el movimiento del cual esta revista es el órgano teórico se reclama de orígenes bien determinados. Pero a diferencia de los otros, no parte de un verbo revelado que se atribuya a fuentes sobrehumanas, no reconoce la autoridad de textos escritos inmutables y menos admite cánones jurídicos, filosóficos o morales a los cuales remontarse en el estudio de cada cuestión, que se pretendan de alguna manera instituidos o inmanentes al modo de pensar y sentir de todos los hombres.

Son aceptables, para denominar esta orientación, los términos de marxismo, socialismo, comunismo, movimiento político de la clase proletaria. Lo malo es que de todos los términos se ha abusado repetidamente. Lenin consideró, en 1917 como exigencia fundamental el cambio del nombre del partido, volviendo al de comunista del Manifiesto del ´48. Hoy el inmenso abuso hecho del nombre de comunista por parte de partidos que están fuera de cualquier línea revolucionaria y clasista crea una confusión aún mayor; movimientos exquisitamente conservadores de las instituciones burguesas osan decirse partidos del proletariado; el término de marxistas está empeñado para definir los más absurdos conglomerados de partidos, como los del antifranquismo español.

La línea histórica de la cual nos reclamamos es la siguiente: el Manifiesto de los comunistas de 1848 (titulado de manera precisa Manifiesto del Partido Comunista, sin añadir nombre ni nación); los textos fundamentales de Marx y de Engels; la clásica restauración del marxismo revolucionario contra todos los revisionismos y oportunismos, que acompañó a la victoria revolucionaria en Rusia y los textos fundamentales leninistas; las declaraciones constitutivas de la Internacional de Moscú en el Ier y IIº Congreso; las posiciones sostenidas por la izquierda en los congresos sucesivos de 1922 en adelante.

Limitándonos a Italia, la línea histórica se enlaza a la corriente de izquierda del Partido Socialista durante la guerra de 1914-18, a la constitución del Partido Comunista de Italia en Livorno en enero de 1921, a su congreso de Roma en 1922, a las manifestaciones de su corriente de izquierda, que prevaleció hasta el congreso de Lyon en 1926, y sucesivamente fuera del partido y de la Comintern y en el extranjero.

Esta línea no coincide con la del movimiento trotskista de la IVª Internacional. Trotsky reaccionó tarde, y aún más tarde lo hicieron Zinoviev, Kamenev, Bujarin y los otros grupos de la tradición bolchevique, a la táctica errada que, desde 1924, habían sostenido y reconocieron que la desviación se agravaba hasta arrollar los principios fundamentales del movimiento. Los trotskistas de hoy se reclaman de la restauración de aquellos principios, pero no han rechazado claramente los elementos disolventes de la táctica «maniobrera» falsamente definida como bolchevique y leninista.

La base de cualquier investigación debe ser la consideración de todo proceso histórico que se ha desarrollado hasta aquí y el examen objetivo de los fenómenos sociales presentes. El método se ha enunciado más veces, pero se extravía muchas veces en el curso de su aplicación. El fundamento de la indagación está dado por el examen de los medios materiales con los cuales los agregados humanos logran la satisfacción de sus necesidades, la técnica productiva, por lo tanto, y con el desarrollo de esta, las relaciones de naturaleza económica. Estos factores determinan en las diferentes épocas la super estructura de las instituciones jurídicas, políticas y militares y los caracteres de las ideologías dominantes.

Este método está bien definido por las expresiones de materialismo histórico, materialismo dialéctico, determinismo económico, socialismo científico y comunismo crítico.

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«Lenin en el camino de la revolución»

 

El 21 de febrero de 1924, Vladimir Ulianov, conocido como Lenin, murió en Moscú. La victoria de la contrarrevolución, en las décadas siguientes, utilizó esta fecha para reiterar lo que el propio Lenin había escrito sobre los grandes revolucionarios en las primeras líneas de Estado y Revolución:

Las clases dominantes siempre han recompensado a los grandes revolucionarios, durante su vida, con una persecución implacable; su doctrina siempre ha sido recibida con la furia más salvaje, el odio más feroz y las campañas más impúdicas de mentiras y difamación. Pero después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por así decirlo, rodear su nombre de un cierto halo de gloria, «consolar» y mistificar a las clases oprimidas, al tiempo que se vacía de contenido su doctrina revolucionaria, se embota su sentido, se la degrada.

La Rusia revolucionaria encontró en 1917, en plena guerra imperialista mundial, a su joven proletariado en la cima del movimiento proletario mundial gracias a su formidable líder: el partido bolchevique de Lenin. La historia había abierto el camino de la revolución proletaria en el país más atrasado y reaccionario que existía, lanzando un desafío al imperialismo mundial, un desafío que el proletariado occidental, a diferencia del ruso, no tenía la fuerza para asumir con el mismo vigor y dirección política, no por falta de empuje revolucionario sino por la ausencia de un partido de clase a la altura de la tarea histórica, un partido de clase atemperado por la lucha de clases como fue el partido de Lenin contra el que todas las fuerzas burguesas, a pesar de la guerra imperialista que las enfrentaba, se unieron en un gran objetivo: matar la revolución proletaria en Rusia, impedir que sus enseñanzas sean asumidas por el proletariado europeo y americano, restablecer el orden capitalista e imperialista en el mundo utilizando al máximo las fuerzas del oportunismo, tanto las que se desvían del terreno revolucionario como las cínicamente represivas.

La victoria de la revolución proletaria en Rusia -el primer bastión conquistado- podría haber abierto el camino de la victoria revolucionaria en el mundo a condición de expandirse a Europa, empezando por Alemania, cuyo proletariado había dado muestras de una combatividad excepcional y de un gran valor. Pero la falta de un partido comunista revolucionario firmemente anclado en la teoría marxista y templado con el tiempo como el partido bolchevique de Lenin, marcó el destino negativo de todos los intentos revolucionarios que hizo el proletariado alemán, así como los de otros países (Hungría, China).

Aislada, asfixiada económica y políticamente, la Rusia proletaria y revolucionaria se enfrentó, sin embargo, a los ejércitos reaccionarios de las guardias blancas, apoyados y fortificados por las potencias imperialistas, en una dramática guerra civil que durante tres años, de 1918 a 1921, obligó a la Rusia revolucionaria a utilizar todas sus fuerzas y todos sus recursos para oponerse y finalmente derrotar militarmente a los ejércitos de la reacción. Pero la victoria militar no se convirtió en una victoria política y social; el fracaso de la revolución proletaria en Europa fue decisivo para la derrota de la revolución en Rusia y en el mundo. La contrarrevolución, después de la Comuna de París de 1871, tuvo de nuevo la oportunidad de levantar la cabeza y ganar gracias sobre todo a las fuerzas del oportunismo que desviaron a los proletarios de Europa y América hacia el terreno de la democracia y la colaboración de clases, llevándolos a masacrarse en una segunda y más catastrófica guerra imperialista mundial, y paralizando su fuerza social durante décadas.

En cualquier caso, la lección fundamental y mundial que Lenin extrajo y transmitió a las generaciones posteriores del proletariado consciente y, especialmente, de los comunistas marxistas, permanece intacta: que la victoria del proletariado revolucionario se debe sobre todo al partido de clase que lo influye, organiza y orienta, firme en la teoría pero capaz de una formulación inteligente y dialéctica en el plano táctico, consciente de que las normas tácticas que el partido se da a sí mismo en las diferentes situaciones son normas derivadas de las leyes de los grandes cursos históricos (como se reitera en nuestra Struttura económica della Russia d’oggi).

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«Cuarenta  años de valoración orgánica de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional»

 

Sumario : • Premisa • Estructura económica y social de la Rusia de hoy (1955-1957) • Cuarenta años de una valoración orgánica de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional (Publicado en ilprogramma comunista, n. 21 de 1957)

 

Presentamos en esta edición en castellano, la traducción del texto Cuarenta años de valoración orgánica de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional, fue publicado en el entonces periódico del partido «il programa comunista» nº 21 de 1957. De la victoria del Octubre rojo habían pasado cuarenta años y los partidos estalinistas conmemoraban la victoria del proletariado revolucionario en Rusia como el inicio de la absolutamente falsa construcción del socialismo en un solo país, jactándose de una inexistente continuidad del partido bolchevique en Rusia, en el poder en los primeros años de la victoria revolucionaria bajo la guía de Lenin, y en los años sucesivos, particularmente desde 1926 en adelante, bajo la guía de Stalin. El intento del partido no era el de «conmemorar a nuestra manera» la revolución de Octubre, sino el de remachar los puntos esenciales de nuestra valoración de los eventos de Rusia desde el punto de vista marxista y revolucionario, utilizando la ocasión en la cual la atención de los proletarios era capturada por los himnos a la Rusia falsamente socialista. Este centenario que ahora cumplimos ha dado ocasión para esta traducción tan necesaria como el consiguiente balance al que responde y que sintetiza.

 

 

Partido Comunista Internacional

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