Nota de lectura
Dos biografías de Bordiga, dos.
(«El proletario»; N° 34; Marzo de 2024 )
En el último año han aparecido, en español, dos biografías dedicadas a Amadeo Bordiga.
La primera de ellas, a cargo de la editorial Hermanos Bueso (la misma editorial que está publicando la compilación de Bilan, revista editada por la Fracción en el Exterior de la Izquierda Comunista de Italia, 1933-1938) es la tesis de licenciatura del historiador del movimiento obrero Agustín Guillamón (1) Siendo, como decimos, una tesis universitaria, se entiende que en forma y finalidad está ceñida a los límites de la producción cultural burguesa de conocimiento académico: forma parte, por un lado, de ese conocimiento pseudo científico de segundo orden con el que las universidades modernas justifican su propia existencia (cuya necesidad es más que cuestionable ya incluso para la propia burguesía) a la vez que intenta suponer un jalón en la carrera profesional del autor. Un intento, en pocas palabras, de labrarse un nombre y una trayectoria utilizando a una corriente ignorada (¡afortunadamente!) en la academia presentándose como poseedor de una novedad que puede rentabilizarse.
La segunda, a cargo del Grupo Barbaria (2), es la reedición de un antiguo trabajo del grupo italiano N+1. Contrariamente a la obra de Guillamón, que pretende ser una narración más o menos detallada del trabajo de Bordiga dentro del Partido Socialista Italiano primero y del Partido Comunista de Italia posteriormente, esta otra biografía (que se presenta pomposamente como «anti-biografía» intentando, muy en la línea de N+1, solucionar con trucos verbales aquello que no pueden hacer ni política ni teóricamente) es algo así como un análisis de los principales puntos de un supuesto «pensamiento y obra» de Bordiga. Como saben nuestros lectores, el grupo italiano N+1 tiene su origen remoto en una serie de antiguos militantes de nuestro Partido que rompieron con nosotros por su defensa de posiciones erradas primero en el terreno del trabajo en los organismos proletarios de lucha económica y, finalmente, en toda una serie de puntos (políticos, organizativos, etc.) que les separaban de la corriente histórica de la Izquierda Comunista de Italia. Su periplo posterior les ha llevado a convertirse en una especie de renovadores intelectualizantes de la Izquierda y del marxismo, con un trabajo encaminado a presentar pretendidas nuevas versiones del comunismo revolucionario mezclando éste con prácticamente todas las modas del pensamiento burgués contemporáneo. Es normal que un grupo como Barbaria, que recurre a la Izquierda, al Partido Comunista Internacional y a determinados militantes de nuestra corriente, para darle a sus posiciones una especie de legitimidad histórica que aún así nunca alcanzarán a tener, vaya de la mano en esta edición con N+1: el eclecticismo, la atribución personalista del trabajo político, la reivindicación de la autoría intelectual, etc. son puntos que les unen, aunque les separe el resto.
Por nuestra parte no pretendemos hacer una recensión de ninguna de las dos biografías. No nos interesa ni el trabajo del historiador académico ni las piruetas ideológicas de grupos interesados en convertir la historia de lucha de la Izquierda Comunista de Italia y de uno de sus principales elementos en un objeto de consumo cultural al uso. Es normal que este tipo de mercancías aparezcan en el mercado editorial, que funciona exactamente igual que el resto de mercados capitalistas: la búsqueda de la novedad, la presentación de un artículo que compite directamente con el resto por la atención del consumidor, etc. En este sentido Amadeo Bordiga, que hizo de su militancia una defensa intransigente del anonimato coherentemente marxista, presenta el hálito de misterio que tanto gusta tanto a los historiadores como a los editores. Por supuesto que el historiador defenderá su integridad profesional y su pretensión de haber expuesto las cosas tal cual fueron para reivindicar, también en la universidad (¿por qué no?), al revolucionario. De la misma manera que el grupo político que se parapeta tras ese hombre afirmará que la suya es una contribución política y no comercial y que el uso de una figura histórica individual es sólo un recurso secundario para exponer unas posiciones «colectivas». Pero la realidad es que ambos están presos de la fascinación, típicamente burguesa, por el individuo, sin el cual son incapaces de concebir ni la lucha revolucionaria ni la mera existencia de posiciones políticas.
Durante mucho tiempo las posiciones de la Izquierda Comunista de Italia han sido prácticamente desconocidas en España. A excepción de algunos textos que aparecieron en la década de los años ´70 (3), en este país no ha sucedido como en Italia o en Francia, donde diferentes grupos, instituciones, etc. han publicado, fuera del ámbito del partido y contra el partido por supuesto, material referido a nuestra corriente e incluso al partido propiamente dicho. En Italia, por ejemplo, existe desde hace dos décadas la Fundación Amadeo Bordiga, formada por elementos vinculados a la corriente que publica el nuevo Il programma comunista (4) y en Francia se han publicado diferentes trabajos académicos sobre nuestro partido, al margen de textos de nuestra corriente, que han hecho otros grupos. En estos países, hasta ahora más que en España, ha tenido sentido la afirmación de Lenin, que refiriéndose a la utilización que de Marx hacían las corrientes socialistas afines a la burguesía, decía:
En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para «consolar» y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola.
Lenin, El Estado y la Revolución.
Sólo en los últimos años se ha empezado a ver más material de la corriente de la Izquierda en español. Algunos textos son atribuidos directamente a Bordiga (acertadamente o no), otros anónimos y editados sin más referencia. Sin duda esto tiene mucho que ver con la irrupción de las redes sociales como medio de comunicación y publicación preferido por muchos grupos. Hoy en día, con el acceso generalizado a Internet, resulta sumamente sencillo acceder a cualquier información, tanto de actualidad como política. Las tesis de la Izquierda Comunista de Italia y nuestras posiciones de Partido no iban a ser menos. A estos se suma una increíble facilidad para difundir esta información a través de plataformas como X, Instagram, etc. Esto ha supuesto una modesta eclosión de la corriente de la Izquierda, su aparición en ámbitos donde antes no era accesible y la consiguiente atracción de muchas personas por ella (la producción, ahora sí, genera su demanda). No se puede negar este fenómeno: desde el momento en el que estos medios de comunicación y difusión existen, es imposible evitar que también nuestras posiciones circulen a través de ellos sin nuestro control con todo lo que esto implica. Dentro de los límites de nuestras fuerzas, siendo Internet el medio que ha destronado en gran medida a la prensa escrita, sería estúpido no utilizarlo, como por otro lado seguimos utilizando la prensa escrita. Junto con nuestra prensa (periódicos, revistas, folletos, opúsculos, libros, etc.), la difusión de nuestras posiciones también va acompañada de nuestro sitio web (htpp://www. pcint.org), en el que publicamos, en varios idiomas, no solo la mayor parte de nuestra actividad propagandística, sino también las antiguas publicaciones de periódicos, revistas, folletos y textos del partido de antaño. Como se indica en nuestro epígrafe titulado REPRODUCCIÓN LIBRE, no reclamamos ningún «propiedad intelectual», al no tener ningún «derecho de autor» que defender, y mucho menos una «propiedad comercial» que hacer valer, los textos y artículos que aparecen originalmente en este sitio pueden reproducirse libremente, tanto en formato electrónico como en papel, siempre que no se cambie nada, que se especifique la fuente -el sitio web htpp://www.pcint.org- y que se publique esta precisión. Por supuesto, no podemos impedir que grupos, editores o individuos utilicen nuestros materiales o los materiales de la corriente de la Izquierda Comunista de Italia de la que procedemos con fines totalmente diferentes y opuestos a los nuestros; lo hacían ayer a través del papel, lo hacen hoy a través de lo digital. El combate de los revolucionarios no puede sino prever que, al igual que sus vidas (véase lo que escribía Lenin sobre las calumnias, mentiras y difamaciones), sus posiciones sean deformadas, atacadas, subvertidas y ridiculizadas. Nos corresponde a nosotros defender las verdaderas posiciones marxistas y de partido.
Hoy en día, esta práctica totalmente oportunista y contrarrevolucionaria se ve facilitada y acelerada gracias a los medios de Internet (sitios web, redes sociales, etc.), porque esta actividad también forma parte de la lucha de conservación burguesa y capitalista contra toda oposición de clase declarada y futura. Obviamente, como partido comunista revolucionario, siguiendo la tradición, también práctica, de la Izquierda Comunista de Italia, no ponemos ninguna posición, ningún principio, ningún punto del programa y ningún medio de propaganda y organización del partido a disposición de negociaciones, discusiones o compromisos con cualquier otro grupo o partido con tal de alcanzar cierta notoriedad o aumentar nuestros efectivos. Sabemos que, en este larguísimo período de depresión del combate de clase proletario, la tarea del partido —que no puede estar compuesto sino por pocos elementos— es sobre todo asimilar, defender y difundir, con las fuerzas disponibles. y sin buscar artificios de ningún tipo para parecer más de lo que se es, la doctrina marxista restaurada por parte de los compañeros de la Izquierda comunista de Italia desde la Segunda Guerra Mundial en adelante y las lecciones extraídas por nuestra corriente a lo largo del ciclo contrarrevolucionario. Por supuesto, una actividad de este tipo, que excluye transformar sus medios de propaganda en tribunas parlamentarias, de discusión, de debate y de recopilación de opiniones, también excluye la charlatanería, la molienda de palabras, la discusión hecha solo para exaltar al intelectual x o y, por lo tanto, nunca, incluso si mañana fuéramos unos cuantos miles de militantes, utilizaremos el electoralismo y el parlamentarismo, o, como sucede hoy en día, incluso para grupos muy modestos, si no para intelectuales individuales, confiaríamos el éxito del partido a otros recursos, por ejemplo, las redes sociales.
El valor de un texto, de una toma de posición o de la prensa no es tanto ser leída por pocos o por muchos, sino dar una contribución que necesariamente es política a la lucha de clase del proletariado. Y esto significa que nuestras hojas, periódicos, etc., tienen la doble función de expresar posiciones claras y definidas y de tratar de vincular a los proletarios a dicha posición. Es el célebre papel de organizador colectivo que tiene la prensa y que Lenin defendía como columna vertebral de la misma organización de partido. Desde este punto de vista, que es el del marxismo revolucionario, se entiende fácilmente que la idea de prescindir de este trabajo de partido y utilizar para él a una gran empresa capitalista es absurda. Las redes sociales y todo el ambiente generado en torno a ellas son la expresión extrema del democratismo, por tanto de la ideología burguesa, imperante en nuestra época: pretender hacer de ellas una «herramienta» o un «instrumento» del trabajo político implica no entender que éste requiere de unos medios y unos métodos muy específicos, todos ellos encaminados a establecer vínculos que no son personales sino políticos y que necesariamente están ausentes en los nuevos medios de difusión.
En cualquier caso, este modesto pero perceptible crecimiento del conocimiento de la Izquierda Comunista de Italia y, por extensión, del Partido Comunista Internacional, está viciado desde el principio. Nuestra corriente siempre ha defendido, por ejemplo, que la adhesión al partido debe ser individual, basada en el trabajo militante que une la adquisición teórico-política y la práctica en el desempeño de las demás tareas del partido, pero niega que uno u otro puedan ser desarrollados por el militante individual, distinto de los demás militantes individuales, ya que esa adquisición y esa práctica son el resultado de un trabajo orgánico de Partido en el que se integran las mejores capacidades de cada uno, para ser empleado como parte de un todo dialécticamente conectado. La correcta difusión de nuestras posiciones, a la que puede acceder cualquier usuario de las redes sociales, no es una mezcla de fragmentos o textos fundamentales de nuestra corriente —como Partido y clase— con posiciones totalmente desvinculadas de las clásicas de la Izquierda Comunista de Italia, que cualquier grupo decide un día elaborar por su cuenta haciéndolas pasar como si fueran lo mismo: operaciones de este tipo van en una dirección completamente opuesta, falsificando las posiciones de nuestra corriente porque separan los textos, las tesis, las posiciones, etc. de la historia de la Izquierda y del trabajo de restauración del marxismo realizado exclusivamente por el Partido Comunista Internacional.
Estas operaciones son exactamente lo contrario de lo que la Izquierda siempre ha defendido, lo contrario de la labor política que ha desarrollado para presentar la coherencia y la continuidad histórica de las posiciones del marxismo revolucionario, oponiéndose a las fuertes oleadas contrarrevolucionarias que han destruido el movimiento de clase pero que no han podido ni podrán aniquilar la fuerza histórica del marxismo no actualizado, no remendado, no innovado, sino que se confirma como la única teoría capaz de identificar todas las contradicciones de la sociedad capitalista en la que periódicamente se precipita, preparando el terreno sobre el que la fuerza de la clase proletaria unida internacionalmente y dirigida por el partido comunista revolucionario tendrá la tarea de transformarla completamente, comenzando por derribar el poder político burgués. Es precisamente como negación de los fundamentos de la Izquierda Comunista y, por tanto, del marxismo revolucionario, que se está difundiendo su versión edulcorada y virtual. Y es en esta misma línea, en la aceptación, como ya en otros tiempos, de una idea distorsionada de la Izquierda, del Partido y, naturalmente, de Bordiga (por otra parte, toda religión necesita de sus profetas, toda posición mística, a-histórica y antidialéctica necesita de su referente personal), que han aparecido las dos biografías a las que hemos hecho referencia. Ambas representan una expresión un poco más exitosa (al haber salido, aunque no del todo, del entorno virtual) de esta corriente de confusión y, por lo tanto, se nutren de ella alimentándola, dándole un punto de referencia más consistente. Desempeñan un papel que contribuye a una mayor confusión, a la distorsión de las tesis de la izquierda, a su heterogénea mezcla con el criterio del individualismo burgués. Quien quiera acercarse a la izquierda a través de ellos, de una forma u otra, no encontrará un camino seguro para seguir una línea histórica o política, sino más bien una interpretación puramente personalista (y, por tanto, burguesa) que niega la característica del trabajo colectivo, y por tanto anónimo, del partido.
Frente a esta concepción biográfica, frente a esta exaltación del individuo y frente a la reivindicación del derecho de propiedad intelectual de la obra política (ambas biografías hablan, por supuesto, de los textos, de las posiciones del individuo Bordiga) reivindicamos el verdadero hilo conductor que une a cada militante, en cualquier momento histórico, rango o posición, con el trabajo del partido y, con él, con la preparación de las condiciones teóricas, políticas y organizativas de la revolución proletaria. El trabajo del partido es, por definición, anónimo; los grandes hombres quedaron excluidos de él en el mismo momento en que se superó históricamente la fase de la revolución burguesa. Las fuerzas impersonales que hicieron posible este triunfo seguían atrapadas en la concepción romántica del héroe o del individuo providencial por parte de los ideólogos de una clase triunfante que extendía su práctica económica al reino de las ideas. El partido proletario de clase, al tener que eliminar de su interior cualquier influencia de la clase enemiga (en primer lugar, la idea de que la revolución proletaria es una repetición más democrática de la burguesa), expulsa la concepción misma de la actividad del partido como un conjunto de trabajos individuales entre los que emergen o emergerán determinadas personalidades. Esto debe quedar claro: no se trata de premiar, en una especie de asamblea democrática, el trabajo colectivo frente al trabajo individual. No se trata de establecer mecanismos que impidan el surgimiento de uno u otro ego y de reivindicar la propiedad común de cada obra o idea. Se trata del hecho de que en el trabajo de partido el militante del partido se despersonaliza, rompe con la clasificación que le ha sido asignada por la sociedad burguesa y se une a un trabajo orgánico que no es más que la versión consciente de lo que ya existe, pero que se niega, en la misma sociedad capitalista: la fuerza del trabajo asociado que pulveriza la propia concepción de la supremacía individual.
Cuando decimos que el trabajo de partido es anónimo, queremos decir que no puede atribuirse a nadie en particular, que no puede abstraerse de un grupo del que depende y sin el cual no existiría; el trabajo de partido no pertenece al militante x o y de hoy o de ayer o de mañana, sino a las fuerzas colectivas que lo han constituido en el pasado lejano y cercano, en el presente y en el futuro. Se trata de la negación radical de todo derecho individual en el trabajo, de todo tipo de propiedad privada, de todo tipo de autoría intelectual. Algunos han querido ver en esta concepción totalmente antiburguesa una especie de nuevo tipo de misticismo según el cual el militante participa, es iniciado en el misterio y, por lo tanto, se le confiere un conocimiento teórico y doctrinal a través de la fusión espiritual con el partido. Otros, más prosaicos, querrían verlo reducido a un tema antiindividualista, sin otro propósito que evitar los excesos de grandes pensadores, activistas, etc. que necesariamente se distinguen de los demás. Ambas concepciones permanecen prisioneras del mismo prejuicio porque ignoran el hecho de que el partido, sin poder anticipar de ninguna manera en su interior la sociedad comunista del futuro, o, mejor dicho, precisamente debido a esta imposibilidad, lleva a cabo una lucha implacable contra la influencia que la sociedad burguesa ejerce sobre él, y es en esta lucha donde elimina una de las principales fuerzas adversas, el mito del individuo creativo. Ni recurso al misterio ni al formalismo: superación de los principios y prácticas burguesas en el método de trabajo.
Quien sostiene que es posible personalizar la obra del militante Amadeo Bordiga, quien piensa que su obra, desarrollada durante décadas en medio de la contrarrevolución más poderosa que la historia haya conocido, puede ser reivindicada por su figura o que esta figura puede explicar, con su singularidad, el poder de aquella... no hace más que reintroducir la propiedad privada como única fuerza social capaz de hacer surgir el trabajo humano y alinearse con los ideólogos típicos de la burguesía; es más, hace una labor contrarrevolucionaria. No negamos que las condiciones individuales, físicas, psicológicas, etc., particulares de un militante u otro puedan tener un peso decisivo en determinados momentos del trabajo del partido. Lo que negamos es que un militante pueda reivindicar, sobre esta base, ningún derecho, ningún privilegio sobre él. La excepcional capacidad de trabajo militante de un compañero como Amadeo Bordiga era el reflejo de una fuerza histórica que se manifestaba sobre todo en su absoluta negativa a cualquier forma de personalismo, a cualquier pretensión de su figura como eje del partido, como fuerza autónoma en la lucha de clases, etc. Fue en esta obra donde se opuso a la concepción individualista de la historia, demostrando la máxima coherencia posible con la doctrina marxista.
La negativa al personalismo, a la exaltación personal de los militantes comunistas, va necesariamente de la mano de la negativa a la concepción escolar del marxismo. Si la primera combate la influencia de una de las ideas burguesas más perniciosas, la del individuo como centro de la vida social, la segunda refuerza esta concepción negando que sea la capacidad estrictamente intelectual la que permite al proletariado lanzarse a la lucha contra la burguesía. De hecho, la burguesía siempre ha acompañado el mito del individuo con la superstición de la razón, la capacidad del individuo para comprender racional e intelectualmente la sociedad y, a partir de ello, actuar.
Como es sabido, la Izquierda Comunista de Italia cuenta entre sus primeras batallas políticas con la lucha contra las tendencias antimarxistas que poblaban el Partido Socialista Italiano (5). En el centro de este enfrentamiento estaba la lucha contra la concepción culturalista de la formación y la militancia política de los jóvenes que se afiliaban al partido. En oposición a la corriente oportunista que pretendía transformar las secciones juveniles del PSI en una extensión de la escuela burguesa y convertir a los militantes en aprendices de una especie de cultura obrera «recuperada» de las manos de la clase dominante, la Izquierda Comunista ha sostenido desde entonces que la adhesión al marxismo revolucionario, y por tanto al partido de clase, no se obtiene mediante la adquisición de conocimientos que abran las puertas al futuro combate revolucionario, sino mediante la inserción de los militantes en el conjunto orgánico de la actividad y las tareas del partido, tanto las relacionadas con los aspectos teóricos de la lucha como las estrictamente políticas o económicas, según definición de Engels.
Cien años después de esta primera lucha de la Izquierda contra el oportunismo, cuando se intenta hacer de nuestra corriente y de sus militantes, como en el caso de Bordiga, un objeto de veneración fetichista y de negación teórica y política, parece muy sencillo referirse a este trabajo de negación del enfoque escolástico del marxismo y del partido para tratar de apropiarse de él.
¡Es el caso de estas dos biografías! Ambas son muy cuidadosas en defender formalmente lo que niegan con su propia existencia. Nuestra negativa a la escolástica, al culturalismo, a toda concepción racionalista o ilustrada de la lucha marxista, no se refiere solo al desprecio que sentimos por la cultura burguesa, sino a toda concepción que pretenda separar el aspecto teórico del marxismo de su contenido político y organizativo. La militancia política de Bordiga transformada en un producto de consumo cultural resume este tipo de interpretación de la lucha revolucionaria como un hecho estrictamente ideológico, como un acercamiento a posiciones paramarxistas típicamente escolásticas. Naturalmente, los críticos de lo que estamos diciendo sostendrán que su enfoque biográfico de la Izquierda no pretende ser el único, sostendrán que simplemente están proporcionando material adicional, el biográfico, que no debería contradecir la asimilación del marxismo que la Izquierda siempre ha defendido. Pero esta es una justificación vana.
Nuestro partido ha dedicado una parte considerable de su trabajo a recuperar el hilo histórico que lo une a las grandes batallas de clase de la izquierda y, para ello, también ha elaborado los aspectos estrictamente formales. Para ver la diferencia entre nuestro trabajo de defensa de la tradición marxista revolucionaria y el de los creadores de nuevas mitologías, consulte la Historia de la Izquierda Comunista de Italia, publicada en los años sesenta y setenta del siglo pasado, o la multitud de textos que han proporcionado una evaluación dinámica de la experiencia de nuestra corriente en la revolución y la contrarrevolución. Se trata de materiales de trabajo que han servido para conectar a los militantes actuales con la historia de una lucha que, necesariamente, supera los límites de las vidas individuales, que se pierde y reaparece a cada paso de la lucha de clases y que requiere un trabajo continuo de elaboración. El partido actual está estrechamente vinculado a los compañeros que ayer se enfrentaron a la contrarrevolución dentro de la Internacional, y a aquellos que dieron vida a la primera agrupación de militantes internacionalistas al final de la Segunda Guerra Mundial. Y este vínculo no es un derecho patrimonial, sino un vínculo vivo, que se extendió durante el período de la contrarrevolución más profunda que ha conocido la historia del movimiento proletario y comunista, y que, por lo tanto, se ha forjado a partir de los intentos de los compañeros que, en la segunda posguerra, se encontraron con la intención de revivir el partido de clase que el estalinismo había destruido y del difícil, paciente y tenaz trabajo de reconstrucción de la coherencia doctrinal, pero también política, táctica y organizativa, luchando contra las inevitables confusiones y desviaciones que la contrarrevolución había producido, incluso entre los antiguos compañeros de la Izquierda Comunista de Italia.
En nuestra concepción del partido, que es la de Bordiga y la de tantos militantes cuya memoria es política y no nominal, siempre ha estado claro que el marxismo no es asimilable al método con el que el estudiante universitario estudia sus materias; el acercamiento a las tesis marxistas de la revolución proletaria se produce precisamente a través de la militancia en el partido y ninguno de los aspectos que implica esta militancia puede tomarse por separado, corrompiéndolos a todos. El trabajo de los marxistas tiende a ser siempre de carácter partidista (desde el Manifiesto del Partido Comunista de Marx-Engels), incluso cuando los acontecimientos históricos dan la victoria a la contrarrevolución; y cuanto más profundo es el triunfo contrarrevolucionario y se reduce más la lucha proletaria a episodios aislados y desvinculados de la tradición clasista e internacionalista, más los comunistas se ven obligados a reunirse en círculos, en pequeños grupos, en corrientes políticas, en tendencias políticas, sabiendo muy bien que estas formas expresan una fase necesaria para transformar la debilidad del contenido teórico y político, que está en su base, en la fuerza, que sólo puede ser dada por la continuidad del trabajo de asimilación teórica del marxismo y la elaboración de balances dinámicos, no sólo y no tanto de las revoluciones, como de las contrarrevoluciones. Eso es exactamente lo que hizo una parte de los compañeros de la vieja guardia de la Izquierda Comunista de Italia cuando, al final del segundo conflicto imperialista y en su posguerra, se encontraron y reunieron para recrear las condiciones materiales adecuadas para la obra de restauración de la doctrina marxista y la reconstitución del partido comunista revolucionario.
Más allá de la precipitada decisión de organizarse inmediatamente en lo que se llamaría «partido comunista internacionalista», el propio desarrollo del trabajo político de entonces puso de manifiesto desde el principio que la prioridad debía darse a la restauración teórica del marxismo y que la impaciencia organizativa, basada simplemente en reiterar el programa y la experiencia del Partido Comunista de Italia de 1921, sin esa labor de restauración doctrinal y sin un balance dinámico de la contrarrevolución burguesa y estalinista que el segundo conflicto imperialista mundial había confirmado plenamente, habría dificultado mucho más la reconstitución efectiva del partido comunista revolucionario. Entre 1945 y 1951 surgieron dos tendencias opuestas que inevitablemente lucharon entre sí. Quienes nos siguen desde hace tiempo saben que el militante Bordiga formaba parte de la tendencia que en 1952 se organizó en torno a la nueva revista del partido «Il programma comunista» y que, a partir de esa fecha, podemos decir que, gracias a todo el trabajo de restauración teórica y política general y al balance de la contrarrevolución realizado en esos años, que aún debía continuar como así fue, la homogeneidad teórica y política alcanzada por el grupo de compañeros organizados en torno «Il programa comunista» dio efectivamente origen al Partido Comunista Internacional.
Pues bien, de este largo trabajo de partido se autoexcluyen objetivamente aquellos que cuentan con las cifras, las oportunidades inmediatas, los artificios, las novedades o los cambios de la situación; argumentos que contradicen la necesidad del trabajo militante que la Izquierda siempre ha reivindicado, y que justifican «a su imagen y semejanza» (en realidad a imagen y semejanza de la sociedad burguesa, cuyos prejuicios asumen uno tras otro). Estos oportunistas intentan sacar provecho de este tipo de operaciones editoriales, refutando así su concepción errónea y construyendo los argumentos necesarios para una reivindicación ligera y superficial del marxismo con el que les gusta adornar las tesis con las que innovan continuamente.
La fuerza del curso histórico del antagonismo de clase entre proletariado y burguesía volverá a poner en primer plano, tarde o temprano, la necesidad de la lucha revolucionaria del proletariado y, con ella, de su partido de clase. Por lo tanto, lo que hoy parece una mera disquisición crítica adquirirá su verdadero significado porque las nuevas generaciones de proletarios que se acerquen al partido no lo harán para adquirir una «cultura marxista» (o peor aún, para venerar el mito de «Bordiga»), ni por el encanto de las vicisitudes personales de este o aquel militante, sino movidos por la necesidad de romper con las opresivas ataduras a las que nos somete la sociedad burguesa y que constituyen el peor de los obstáculos. Y en el partido deberán encontrar precisamente la fuerza de un trabajo orgánico que rechace toda concesión al individualismo y que dedique las mejores cualidades de cada individuo al único objetivo del triunfo revolucionario.
(1) Se trata del texto Amadeo Bordiga en el Partido Comunista de Italia. Hermanos Bueso Ediciones, 2024.
(2) Se trata del texto La pasión y el álgebra. Amadeo Bordiga y la ciencia de la revolución.
(3) Véase a este respecto No sólo el estalinismo tiene su escuela de falsificación en El Programa Comunista nº30 de marzo de 1979.
(4) Ver Los fabricantes de iconos a la obra: creación de la Fundación Amadeo Bordiga en El Programa Comunista nº 45 de marzo de 2004.
(5) A este respecto se puede consultar tanto la Storia della Sinistra Comunista, publicada por el Partido en los años ´60, disponible mediante pedido a nuestra dirección.
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