¡ El golpe de Estado fallido en Venezuela es una advertencia al proletariado !

(Suplemento N° 1 de «El programa comunista» N° 44 ; Agosto de 2002)

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El viernes 12 de Abril pasado, luego de una ardiente y prolongada campaña de los medios contra el régimen, después de varias manifestaciones de burgueses y pequeños burgueses, luego de desencadenar huelgas en común con los patronos y el el sindicato CTV (¡!) contra el gobierno, etc. los militares venezolanos derribaban al presidente Chávez, utilisando el pretexto que una gran manifestación de oposición que se dirigía hacia el palacio presidencial venía de recibir disparos en la que resultaron 15 muertos y varias centenas de heridos.

Mientras Chávez, que aparentemente demisionaba, había sido llevado en secreto hacia una base militar, un nuevo presidente fue inmediatamente intronizado bajo los auspicios de jefes militares, dignatarios de la Iglesia, jefes sindicales y otros notables: ¡Pedro Carmona, ni más ni menos que «el patron de los patronos», el presidente de Fedecámaras ( la cámara que reune a los principales burgueses venezolanos)!

A nivel internacional, el portavoz de la Casa Blanca estadounidense rechazaba llamar golpe de Estado a lo que venía de ocurrir, estimando que Chávez era el único responsable de lo que le pasaba, mientras que el embajador de España (España ocupaba la presidencia europea) saludaba las nuevas autoridades. Los dirigentes de los países de América Latina en reunión ese fin de semana, manifestaban màs circunspección y prudencia, largando algunas declaraciones alambicadas sobre el respeto de la democracia y del órden constitucional: ninguno de ellos querría tomar partido pour un perdedor que tanto ha irritado al poderoso padrino norteamericano; aunque por otro lado teman que un buen día a sus militares se les ocurra la idea de expulsarlos del poder si la situación económica y social no se resolviere …

Sin perder tiempo, el nuevo presidente decreta la abrogación de las medidas del gobierno precedente (principalemente todo lo que concierne a la polìtica petrolera y a la distribución de las tierras de los grandes propietarios latifundistas, la disolución del parlamento, de la Corte Suprema y de las diversas instituciones electivas, anunciando además que gobernará por decretos durante un año. Una primera ola de arrestos de una centena de partidarios del presidente destituido fue inmediatamente lanzada por la policía - quien no había cesado de poner al día sus archivos bajo el gobierno «popular» derribado.

Sin embargo, las cosas se complican para los putschistas. Desde el sábado las manifestaciones de proletarios y sin reservas se extienden por todo el país, acompañadas de saqueos de tiendas comerciales (la represión dara cuenta de 47 muertos).

Luego de discusiones a cabildo cerrado entre los jefes militares y Carmona, este demisiona finalmente al final de la tarde; el anterior vice-presidente Cabello que venía de prestar sermento como presidente, anuncia entonces que el «órden constitucional se ha restablecido» y que él asume la presidencia hasta la «reaparicion» de Chávez. Los mismos militares que lo habían destituido se declaran partidarios del retorno de este.

Habrá que esperar todavía varias horas para que Chávez reaparezca en medio de la multitud que lo aclamaba, enarbolando un crucifijo y un ejemplar de la Constitución. En su discurso donde jura que él nunca renunció, afirma que no habrá caza de brujas (feliz coincidencia: los responsables norteamericanos acababan de poner en guardia contra toda persecusión hacia los putschistas…) y llama a la unión de todos los venezolanos.

 

Las razones del golpe de Estado

 

Chávez es un antiguo coronel (teniente) que devino ruidosamente célebre luego de su tentativa de golpe de Estado en 1992 transformándose en una suerte de héroe popular contra los poderosos y los privilegiados. Fué elegido presidente en 1998 frente a los desacreditados partidos políticos tradicionales presentándose como el salvador de la Patria y el defensor de los pobres (en un país donde el 80% de la población se encuentra por debajo del suelo de la pobreza). A pesar de toda su demagogia sobre una confusa «revolución bolivariana» pacífica que este pretende realizar, la política de Chávez no ha sido para nada anti-capitalista; que más tiene de grandilocuencia (tal como su reforma constitucional inaugurando una supuesta V República) que de realidad. Es por esto que Chávez habia sido sostenido en la sombra por los círculos capitalistas dirigentes del país.

Mas en el curso del último período, atenazado entre la necesidad de combatir su rápida pérdida de influencia entre las masas desheredadas que no ven aún nada en concreto, y las exigencias crecientes de una clase dominante reacia a la menor medida social significativa, Chávez ha chocado con los intereses de ciertos sectores burgueses. Las incoherencias de su ya demasiado tímida política reformista y la fragilidad de su posición no son sino en definitiva las incoherencias y la fragilidad del reformismo en un país de la periferia capitalista que no dispone sino de muy pocas migajas que conceder a las masas proletarias; y más que en otras partes, las mejoras reales de las condiciones del proletariado y los sin reservas no pueden ser arrancadas sino por la lucha proletaria, la más resuelta, y no por la vía reformista.

Queriendo demostrar con fragor que él era un reformador enemigo de los privilegiados, Chávez trató de jugar la comedia de la reforma agraria promulgando una ley que busca la compra y la redistribución de los grandes latifundios a fin de que allí puedan instalarse los desheredados. En un país donde las nueve décimas de la población vive en las ciudades, el alcance de tales medidas no podía ser más que limitado para las masas, pero la misma desencadenó la ira de los burgueses quienes la denunciarán como un atentado intolerable al principio de la propiedad privada.

Sin embargo, es otra la medida la que consumó finalmente su divorcio con los sectores burgueses dominantes: la tentativa de controlar la sociedad petrolera PDVSA afin de aumentar el presupuesto del Estado. Es preciso saber que el petróleo, producido esencialmente por PDVSA, representa 70% de las exportaciones venezolanas y 50% de las recetas estádales. Si bien ha sido nacionalizada desde hace años, PDVSA que viene a ser la principal empresa del país y formando parte de las grandes «multinacionales» del petróleo, es un verdadero Estado dentro del Estado; celosa de su independencia, esta representa la «gallina de los huevos de oro» para un número considerable de grupos burgueses, grandes o pequeños, mientras que no otorga sino un 30 % de sus beneficios al Estado contra 75% hace unos veinte años. La decisión del gobierno de nombrar nuevos directores para hacer la limpieza y obtener nuevas entradas financieras del cual tiene necesidad para avanzar su política, desencadenó una verdadera fronda contra el «estatismo» de Chávez.

Oponiéndose a la nominación de los nuevos dirigentes y al despido de los antiguos y con la intención declarada de derribar al gobierno, los cuadros superiores de PDVSA desencadenarán una «huelga» de la producción petrolera sosteneida por el patronato y la confederación sindical CTV, con el apoyo de los medios de telecomunicaciones.

Tal decisión de mantener al paso la principal empresa productora de petróleo atrajo igualmente la furia de Estados Unidos, no solamente en razón de la simpatías pro-cubanas de Chávez y de sus contactos desde 1999 con Irak, sino también - y esto es lo màs importante - porque la práctica venezolana no respetaba hasta aquel entonces la disciplina de la OPEP en cuanto a precio y cantidad. Dicha actitud había jugado un rol importante en el debilitamiento de ese cartel de países petroleros para mayor ventaja de los grandes países capitalistas, siempre a la búsqueda de costos de las materias primas más baratos. Desde su llegada al poder, la Administración Chávez puso empeño en restaurar la disciplina de la OPEP con la finalidad de aumentar los precios - con moderado éxito debido al rechazo de Rusia y de la baja demanda consecutiva a la crisis económica mundial.

Pero incluso antes de ganarse la enemistad de la burguesía, el gobierno de Chávez ya había atacado a las masas sin reservas y a una importante fracción de la pequeña burguesía que lo apoyaba.

Bajo la presión, no del FMI o del Banco Mundial (instituciones que sirven generalmente de cómodo chivo expiatorio a la burguesía no son sino los sirvientos del capitalismo mundial) sino de la propia burguesía venezolana (importante fuga de divisas organizada por los grandes capitalistas) e internacional, Chávez, pese a sus fanfarronadas contra lo «ricos» imponía a finales del 2001 medidas de austeridad dejando flotar el bolívar, la moneda nacional. Las consecuencias se expresaron en una fuerte alza de los precios comprendida en ella los bienes de primera necesidad (cabe decir que Venezuela importa grandemente productos alimenticios) que golpearon evidentemente y primero que nada a los más pobres.

El principal argumento de Chávez destinado a la burguesía ha sido que él es el único en poder evitar una explosión social, un nuevo «sacudón» (las revueltas y saqueos de Febrero 89) quizá más terrible que entonces. Su bajada de popularidad entre las masas convenció a los círculos dirigentes de la burguesía de que dicho argumento ya no se sostenía y que Chávez no representaba sino un estorbo. Podemos concluir que la burguesía no vacila jamás en arrojar al trasto, de un día para otro, al servidor gastado e inútil, sin embarazarse en cuidar su imágen de respeto de las reglas constitucionales o de libertades democráticas.

Los autores del golpe de Estado pensaban que el régimen de Chávez iba a caer como fruta madura, pero no fue así. Esto no significa sin embargo, así lo vemos nosotros, que nada ha ocurrido y que todo va a continuar como antes. Preciosas enseñanzas deben ser recogidas de estos acontecimientos para los proletarios de Venezuela y de todo el planeta, más aún cuando todas las fuerzas burguesas y pequeño-burguesas hacen todo lo posible por esconder estas enseñanzas y presentar falsas lecciones.

 

Las enseñanzas del golpe de Estado

 

El golpe de Estado muestra primero claramente la gravedad de la situación económica y política del país. Las contradicciones internas, ya sean sociales, económicas o políticas son tales que la ficción democrática ha volado en pedazos. Esto es una confirmación, si todavía se requiere alguna, del análisis marxista; la democracia no es más que una de las formas políticas de la dominacion de clase de la burguesía que deja inevitablemente su puesto a la abierta dictadura, sin máscaras, cuando la primera no puede resistir las tensiones sociales engendradas por el mismo capitalismo. Vemos entonces como se transforman por encantamiento los demócratas en «fascistas», y todo el arco político burgués adscribirse a los métodos de fuerza y a la dictadura.

El presidente putschista, Pedro «El Breve», era hasta hace poco un «moderado» (al igual que el alcalde de Caracas, Peña, quien no ha vacilado en reprimir violentamente las recientes manifestaciones en el casco central) a la cabeza de Fedecámaras para asegurar el «diálogo» con Chávez - que recuerda a un cierto Pinochet, militar «demócrata» encargado por Allende de mantener el contacto entre su gobierno y el ejército chileno. Pero mientras el «diálogo» no ha logrado convencer a Chávez de satisfacer las demandas del patronato, el «moderado» Carmona se vuelve extremista y lo expulsa con las armas en la mano - de la misma manera que el demócrata Pinochet se transformó en dictador después que Allende fue incapaz de satisfacer las exigencias de la burguesía.

De los representantes de lo que los medios llaman la «sociedad civil» - es decir, la burguesía, sus aliados y sus sirvientes - que participaron o apoyaron el golpe de Estado se encuentraban: desde los jefes sindicales de la CTV, quienes jugaron un rol irrenplazable en la movilización de ciertas capas de la aristocracia obrera en favor del patronato, pasando por los dignatarios de la Iglesia católica, de la cual no hay que olvidar su temible función de embrutecimiento de las masas oprimidas; desde las organizaciones patronales y jefes militares; unidos a todos los antiguos partidos políticos conservadores tradicionales, hasta los antiguos guerrilleristas maoistas de «Bandera Roja» quienes habrían, según ciertas declaraciones, jugado el rol de agentes provocadores desencadenando la andanada de disparos luego de la manifestación del viernes 11 de Abril, sirviendo de pretexto para el golpe de Estado.

Todo este buen mundo burgués se había asegurado el apoyo de la potencia tutelar estadounidense quien aportó los consejeros militares y dinero a los conspiradores - ¡utilizando incluso los canales de un organismo creado por el Congreso USA para «promover la democracia» en el extranjero! ¿Escándaloso ? No, no más que una nueva demostración de que todas las bellas frases sobre la democracia y toda la desalentadora ideología democrática no sirven sino para disfrazar la realidad del predomino absoluto de los intereses burgueses. O, como lo declaró el portavoz de la Casa Blanca para justificar el apoyo tácito de los Estados Unidos a los putschistas: «la legitimidad no se mide con el número de sufragios».

Son palabras en oro las declaraciones del portavoz del Imperialismo más potente del planeta; para los burgueses, la legitimidad es la que sirve a sus intereses; todo lo demás (elecciones, Democracia, Derecho, etc.) no es más que viento; para muestra están los mismos falsos escrutinios en las recientes elecciones estadounidenses. ¡Desgraciados sean los proletarios si no entienden estas declaraciones, si caen en la trampa del juego democrático, del circo electoral, del respeto por la legalidad y el Derecho! Pues, se condenan entonces a la impotencia con respecto a sus enemigos de clase, a no poder defenderse ni contra la explotacion y la represión cotidianas, ni contra los golpes de mandarria «inesperados» después que la clase dominante decida pasar a la abierta dictadura.

Por el contrario, preciso será organizarse y luchar por sus exclusivos intereses de clase, sin dejarse desviar o frenar un sólo momento por la falsa «legitimidad» de la Democracia, sabiendo que deberán combatir y derribar el Estado burgués e instaurar su propio poder para destruir el capitalismo y toda su sociedad basada en la miseria, la opresión y la explotación. ¡ Dictadura de la burguesía o dictadura del proletariado ! Esta es la alternativa crucial fundamental y estas han sido las enseñanzas historicas de este corto fin de semana de Abril.

 

Fracaso del golpe de Estado y victoria de los putschistas

 

A pesar del amplio sostén del cual gozaba entre la burguesía y pequeña-burguesía (sin olvidar el apoyo americano), el golpe de Estado se disolvió en pocas horas con Chávez entrando triunfalmente al Palacio Presidencial. Para sus partidarios, tanto en Venezuela como en el exterior, esta es la prueba que la democracia y la voluntad popular son más fuertes que los tanques y las conspiraciones de la minoría privilegiada aliada al imperialismo yanky.

Otros, más realistas, señalan las divisiones en el seno de los putschistas; algunos afirman incluso un «golpe dentro del golpe»: la línea dura de la cual Carmona se hizo eco, disolviendo el parlamento y revocando sus dirigentes a todos los niveles, habría provocado de esta forma el distanciamiento de aquellos que buscaban un «simple» retorno al estatus quo antes de Chávez, arrastrando la desintegración del amplio frente que sostenía el golpe de Estado. Ninguna duda cabe que, en este frente, todos no perseguían los mismos objetivos; como tampoco existen dudas que luego que se emprende un acto de tales dimensiones, son los sectores más decididos, los más «extremistas», aquellos quienes desde hacía meses planificaban y preparaban complots, aquellos que constituían la «vanguardia» de la reacción, son quienes suben a la palestra al momento de la acción. Y si se vuelven un estorbo para los medios dirigentes, estos de alguna manera, tarde o temprano, los echan a un lado.

Estas divisiones, que luego fueron puestas de manifiesto por todos aquellos que buscaban a toda carrera alejarse de los perdedores (como fue el caso de los dirigentes de la CTV), no explican nada en sí mismas.

En realidad el factor decisivo del fracaso del golpe fue la reacción de la vasta masa miserable de los cerros de Caracas y otras ciudades venezolanas. Es su masiva participación en las calles lo que derrotó el frente de los putschistas, lo que incitó a algunos militares a la desobediencia y lo que empujó a los políticos chavistas a la resistencia. Habiendo juzgado mal la situación, los círculos burgueses dirigentes se vieron confrontadosde pronto a la amenaza de una explosión social inminente, a un sacudón extendido a todo el país mientras que el ejército incluso se encontraba inseguro. El poder de la burguesía no se encontraba amenazado, pero era todo el equilibrio social, político y económico venezolano (y más allá) que corría el riesgo de quebrantarse seriamente. El realismo por lo tanto recomendaba hacer marcha atrás y parar un golpe de Estado que comenzaba a poner todo bajo el fuego.

Para salir de esta delicada situación sin demasiados destrozos en la cual ella misma se había entrampado, la burguesía encuentra un aliado en la persona de... … ¡Chávez ! Sin ninguna duda este fue debidamente sermoneado (él adora los sermones); se le explicó durante el cautiverio no sólo que había que restablecer la calma en las masas que habían «bajado de los cerros», sino que debía modificar también su política conforme a los intereses de la «oligarquía» burguesa. Aperentemente estas «explicaciones» fueron más eficaces que el «diálogo» de Carmona o las presiones de la oposición antes del golpe de Estado y un terreno de entendimiento fue encontrado; en consecuencia el aspirante-dictador demisionó al día siguiente de su ascención al poder absoluto y los putschistas hicieron que reapareciera aquél que ellos venían de derrocar.

Para sorpresa de sus partidarios quienes ignoraban todos estos conciliábulos, las primeras frases de Chávez triunfalmente de retorno, fueron para llamar a la reconciliación nacional y a la unión con aquellos que lo habían destituido, apresado y amenazado de asesinarlo, y para afirmar que ninguna persecusión penal se retendrá contra aquellos que sin embargo acababan de violar de la forma más brutal y descarada la Ley, la Constitución y la Democracia sacrosantas.

Ni hubieron despidos en el ejército ni ningún rico burgués fue molestado (en momentos en que publicamos est artículo, el seudo-escándalo de los resultados judiciales a favor de los putschistas no confirman sino la tremendísima amnesia de estas primeras palabres de Chávez después de su cautiverio). Al contrario, una de las primeras medidas políticas de Chávez consistió en licenciar a los dirigentes de PDVSA que él mismo había nombrado y remplazarlos prácticamente por todo el antiguo equipo, consagrando la victoria total de estos Barones de la mafia petrolera. Y otra medida más importante aún fue la revisión en la composición ministerial destinada a «restaurar la confianza» - la confianza de los capitalistas - con un cambio de política económica tal como lo pedía la oposición. Remplazó a Cabello, su vice-presidente, culpable por haber llamado a los «círculos bolivarianos», organización de los partidarios de Chávez, a armarse, poniendo en tela de juicio, al menos en palabras, el privilegio exclusivo del armamento y utilización de la violencia que poseen los órganos oficiales del Estado, policía y ejército, cosa insoportable para los burgueses. El ministro del desarrollo y planificación quien fue el artífice de la política económica del gobierno, volviéndose una pesadilla para los círculos patronales quienes lo denunciaban como un odioso «ideólogo de izquierda», un «estatista», perdió su puesto; al igual que el ministro de finanzas, quien fue remplazado por un economista formado en la famosa escuela de Chicago, más el ministro del Interior. En cuanto al nuevo ministro de la Defensa, se trata … del jefe supremo de fuerzas armadas quien había afirmado falsamente que Chávez había renunciado - y que luego se echó a dormir (¡sic !)... Para justificar dicha nominación a sus partidarios, este último explicaba que el general Rincón había esa noche «mal interpretado sus palabras» debido a la fuerte intensidad emotiva del momento (¡!) y que este era «un hombre del pueblo y un soldado de la nación, leal a sus principios»! Cuando Allende cometió el «error» de llamar al «general demócrata» Pinochet, este al menos no estaba inmiscuido ni venía de organizar un golpe de Estado…

Como la función política fundamental del reformismo es la defensa indirecta del sistema capitalista, al cual se encuentra irremediablemente atado, pretendiendo que es posible mejorarlo y poder conciliar tanto los intereses del proletariado como los de la burguesía, mintiendo al proletariado y a sí mismo, este no puede sacar las lecciones de la historia y está condenado a repetir los mismos «errores» que luego recaen siempre sobre el proletariado.

En resumen, la presión de la calle dio al traste con el putsch y liberó a Chávez, pero este cedió todo o casi todo a los putschistas…

 

Las explosivas contradicciones sociales anuncian nuevos enfrentamientos

 

Pero ello no bastará para calmar a la oposición; la situación económica es tal que, cuando el miedo a un nuevo 27-F o sacudón social se disipe, la burguesía no solo exigirá del reformista Chávez a que renuncie a sus promesas hacia los sin-reservas, sino a que los ataque. En Venezuela como en todas partes, el capital se nutre del sudor de aquellos que no tienen nada, los patronos viven de la explotación de los proletarios, los burgueses se enriquecen hambreando y empobreciendo a los desposeidos de todo. Desde el putsch la burguesía no ha esperado para lanzarse de nuevo al ataque, esta vez a través de una gigantezca fuga de capitales - causada por la «poca confianza» de los capitalistas en la «gestión económica» gubernamental, como lo escribe un órgano de la finanza internacional - devaluando aún más la moneda. En consecuencia, la inflación, evaluada en Abril en 30% corre el riesgo indudable de acrecentarse aun más, lo que será «un impacto paricularmente severo en la vida de los partidarios de Chávez, los venezolanos más pobres» («The Financial Times», 13/5/2002).

Se espera entonces una «austeridad» redoblada para las masas venezolanas que sufren ya de una pauperización generalizada. Pese al objetivo que el gobierno se ha fijado de luchar contra la pobreza, el número de pobres no ha cesado de aumentar desde la ascención de Chávez a la presidencia, pasando de 12,2 millones en 1999 a 15,6 millones este año; sobre este número 7,3 millones se encuentran en estado de pobreza extrema (su presupuesto no cubre las necesidades alimenticias básicas), o sea casi un tercio de la población del país, contra 6,1 millones en 1999 («El Nacional», 13/5/2002). Los economistas preven que la actual recesión económica (una baja de 4% para 2002) podría llevar a la ruina una cuarta parte de las pequeñas empresas, mientras que ya una parte importante de la fuerza de trabajo se encuentra cesante, según la mayoría de las estimaciones (en realidad es mucho más, si se toma en cuenta a aquellos que sobreviven de pequeños trabajos ultraprecarios o como «buhoneros» llamados así en Venezuela a los vendedores ambulantes, etc.), la tasa de desempleo podría llegar a 22% a finales de año. No es inútil decir que las indemnizaciones del desempleo tienen un nivel bastante bajo...

El abismo social entre las clases se ahondará todavía más, tanto más que bajo la presión de la burguesía el gobierno ha renunciado a sus ya débiles pretensiones de imponer una carga impositiva a las ganancias petroleras y de disciplinar un poco el juego del mercado con el fin de poder redistribuir algunas migajas a las masas.

De las promesas reformistas de la pretendida «revolución bolivariana», no quedarán sino los discursos hipnóticos cuyo objetivo no es otro que el de hacer aceptar a los proletarios el agravamiento suplementario de sus bestiales condiciones actuales. El reformismo de Chávez ya no es capaz de obtener concesiones significativas de la burguesía, incluso tratando de meterlos miedo con el espectro de nuevas revueltas; por el contrario este hace y hará todo lo posible para mostrar a sus amos burgueses que él sigue siendo indispensable como bombero social, que él es su mejor escudo frente a cualquier descenso de las masas sin-reservas a la calle, que él es el único capaz de desviar a las masas proletarias del enfrentamiento de clase orientándolas hacia objetivos y movilizaciones en favor de la democracia, de la nación o del ejército, es decir en favor de objetivos burgueses que las paralicen.

Pero el número de ilusionista no podrá durar indefinidamente. Tarde o temprano, las masas proletarias perdarón toda confianza en Chávez y su gobierno; empujadas por el hambre y la miseria, volverán a mostrarse amenazantes para el órden burgués. Entonces la burguesía no vacilará ni un segundo para descartar sin ningún miramiento a los reformistas usados y a la ficción democrática. Sin esperar la caída de todas las ilusiones sobre la unidad popular, la democracia, el Estado y el ejército, aprovechando por el contrario del efecto paralizante de estas ilusiones propagadas por el reformismo y de la represión que sin dudas esta deberá desarrollar contra los elementos de vanguardia, la burguesía volverá a preparar y desencadenar un nuevo golpe de Estado que esta vez irá hasta el final, hasta el terror abierto, la violencia desencadenada contra los proletarios.

Fruto del alto grado de acuidad alcanzado por las contradicciones sociales, el golpe de Estado fallido del 12 de Abril no fue sino en definitiva un globo de ensayo; si fue prematuro con respecto a capacidad de movilización de las masas, el mismo ha permitido a la burguesía no sólo marcar puntos a nivel de política gubernamental, sino de verificar el terreno y de sacar preciosas conclusiones de los enfrentamientos que se anuncian irremediablemente.

Las retiradas políticas de Chávez (como las de su mentor Bolívar) han podido hacer bajar momentáneamente la tensión política haciendo menos urgente para los círculos burgueses dirigentes de echar mano a una solución por la fuerza para imponer sus intereses; pero las mismas no podrán impedir la acumulación acelerada de las tensiones sociales que terminarán estallando.

El golpe fallido de Abril es una siniestra advertencia a los proletarios de Venezuela - y de América Latina; este es la demostración de lo que es capaz, de lo que quiere y prepara la clase dominante no solamente venezolana, pese a decenios de «democratización» que han visto desaparecer dictaduras y hecho entrar el ejército a los cuarteles. No es ningún azar que el embajador del Chile democrático se precipitó para felicitar a los putschistas. Si en las dos extremidades del subcontinente, Venezuela y Argentina se encuentran sumergidos en una grave crisis económica, social y política, en realidad son todos los países de la región quienes, en grado diverso, están amenazados de secundarlos, incluso ya algunos se encuentran en situación similar. Que esta amenaza se vuelva realidad, que los expedientes burgueses clásicos no logren paliar los efectos desestabilizadores de la crisis, y ya veremos a las clases dominantes, probable, pero no obligatoriamente, después del paso de los reformistas por el gobierno, reinstalar los regímenes «gorilas», esas dictaduras militares que se decían que pertenecían a un pasado definitivamente caduco.

No obstante, el golpe ha hecho ver otra cosa. Ha demostrado que para oponerse a un golpe militar, la sola vía es la lucha abierta, directa, masiva de las proletarios y sin-reservas; ha demostrado que los proletarios, solos, abandonados por sus «amigos» reformistas, pueden hacer fracasar los ataques militares de la burguesía, arrastrando tras de sí a todos los oprimidos, a partir del momento en que no se dejen más frenar por consideraciones legalistas, pacifistas o constitucionales.

Las falsas apariencias de democracia y legalidad se volatilizaron en ese fin de semana de Abril, dejando lugar a la cruda realidad de la sociedad capitalista: no son sino la correlación de fuerzas y el enfrentamiento violento entre las clases quienes determinan el futuro. ¡Vital lección que no se debe olvidar jamás!

Los burgueses maniobran sus piones, fomentan sus operaciones, aportan armas, los proletarios deben de saberlo. Comprometidos en una guerra de clases despiadada, los proletarios deben igualmente prepararse para los inevitables pero necesarios enfrentamientos que los esperan, recuperando las armas de clase que les permitirán salir victoriosos: sus organizaciones clasistas por la defensa cotidiana contra los burgueses y su Estado, su partido de clase, internacionalista e internacional, para centralizar y dirigir esta lucha hacia el derrocamiento del poder burgués y la instauración del poder proletario dictatorial a escala internacional.

Es para esto que tienen que trabajar los proletarios y los militantes de vanguardia de Venezuela - y de todas partes.

 

(«le prolétaire», N. 462, Mayo-Junio-Julio de 2002)

 

Partido comunista internacional

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