Para defenderse de la crisis capitalista, una sola solución: ¡La reanudación de la lucha de clase!

(Suplemento N° 9 de «El programa comunista» N° 48; Diciembre de 2008)

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¡Proletarios!

 

La crisis económica que actualmente se abate sobre la sociedad tiene desde ya, y tendrá por largo tiempo, consecuencias desastrosas para las condiciones de vida de las masas, tal como cada trabajador podrá darse cuenta, tanto en su vida cotidiana como en su trabajo. Los economistas burgueses lo admiten: ellos mismos no saben cuáles son las causas de la crisis - conformándose con acusar de codicia a los banqueros o a la excesiva desregulación financiera - y sin saber aún cuando es que va a terminar para darle paso a la «recuperación económica».

 

¡Proletarios!

 

La crisis actual es, en efecto, la crisis del modo de producción capitalista; incapaz de detenerse, obligado a producir siempre más mercancías, terminando por chocar con los límites del mercado. Como lo explica Marx, el capitalismo produce demasiadas mercancías, no con respecto a las necesidades de la humanidad, sino con respecto a las necesidades solventes. A partir del momento en que las mercancías volcadas en el mercado - sean casas o automóviles - no pueden ser vendidas a un precio que garantice un nuevo ciclo económico, el sistema productivo entra en crisis: los capitales se evaporan, las empresas cierran, los obreros son arrojados a la calle. Así como produce demasiadas mercancías con respecto al mercado existente, el modo de producción capitalista produce demasiados trabajadores para poderlos emplear y que sean rentables; para el capitalismo los trabajadores son una mercancía idéntica a otras, sometida también a las leyes del mercado: ¡la sobreproducción de mercancías es inseparable de la sobrepoblación de trabajadores!

En la sociedad capitalista, es la clase burguesa la propietaria de los medios de producción y de los productos, mientras que los desposeídos, los desheredados - los proletarios - para sobrevivir están obligados a someterse a las leyes esclavistas del trabajo asalariado. Si, durante los períodos de crecimiento económico, los burgueses han podido conceder a los trabajadores de los países más ricos un cierto número de «beneficios sociales», no se trata sino de migajas de la misma explotación, destinadas a facilitar su sumisión al capitalismo y su Estado.

En último análisis, la dominación de la clase burguesa y del modo de producción capitalista se apoya sobre la violencia organizada de órganos particulares (policía, ejército) y de instituciones represivas diversas, mas sin el rol anestesiante del sistema político democrático - cuya base material está constituida por los cada vez más esmirriados beneficios sociales -, que hacen creer al proletario que su voto tiene el mismo peso que el del patrón y que ambos dos, como ciudadanos, tienen los mismos intereses, jamás la dominación de la pequeña clase de explotadores burgueses hubiese podido mantenerse.

En períodos de crisis, para salvar sus ganancias, que son el motor de este modo de producción, los patronos individuales, así como el capitalismo en general, no les queda otro remedio que la intensificación de la explotación de los trabajadores. Los capitalistas piden hacer sacrificios sobre el salario, el empleo, las jubilaciones, los mencionados «beneficios», en nombre del pretendido «interés nacional».

 

¡Proletarios!

 

¡No existe interés común entre explotadores y explotados, entre burgueses y proletarios!

 En todos los países, los capitalistas sacan sus ganancias del trabajo de la mano de obra asalariada, al mismo tiempo que llaman a los trabajadores a la unión nacional contra la competencia extranjera; y en todos los países se aplican en debilitar las posibilidades de resistencia de los trabajadores a la explotación, agudizando la competencia entre ellos: competencia entre jóvenes y viejos, entre hombres y mujeres, entre trabajadores de diferentes fábricas, entre desempleados, precarios y empleados, entre trabajadores inmigrados y trabajadores nacionales. Así, la fuerte inmigración conocida luego de la expansión económica de estos últimos años en Italia o en España, la anterior en Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña o Alemania, o en otros países de Asia, África o América Latina, es utilizada por los burgueses como chivo expiatorio de la crisis.

Desde su nacimiento el capitalismo ha estimulado las migraciones obreras - y utilizado los antagonismos entre trabajadores de diversos orígenes para su beneficio. Pero desde su nacimiento, estas han respondido con la solidaridad de clase y el internacionalismo proletario: ¡los proletarios no tienen patria!

Desde hace décadas, los reformistas y colaboracionistas de toda pelambre hicieron creer en las bondades del «diálogo social», del «rol protector del Estado» y de la «democracia» para resolver los problemas de los trabajadores. La crisis actual demuestra que esto siempre ha sido una mentira: la democracia no es sino la máscara de la dominación política y social de la burguesía, el Estado está al servicio exclusivo de los capitalistas, y el diálogo social no significa más que la entrega sin lucha de los intereses vitales de los trabajadores. La burguesía sostiene una guerra de clase contra los proletarios, a veces abierta, a veces disimulada, pero permanente; y, mientras estos últimos no respondan en el terreno del enfrentamiento abierto, serán derrotados. Para defenderse no hay otra solución que retornar a la lucha de clase, comenzando por la lucha y organización por objetivos clasistas inmediatos:

 

-¡Disminución drástica de la jornada de trabajo!

-¡Aumento consistente del salario, sobre todo los más bajos, y de todos los ingresos mínimos de subsistencia!

-¡Salario igual para todos, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, autóctonos o inmigrados!

-¡No a los despidos!

-¡Empleo fijo para los contratados, salario íntegro para los desempleados!

-¡Regularización de todos los indocumentados!

-¡No a las discriminaciones y a las expulsiones!

-¡No al control de la inmigración!

 

Sin embargo, en sí misma, esta indispensable lucha de defensa económica no tomará todo su sentido si no se convierte en el primer paso hacia la lucha general por derribar al sistema capitalista, que hunde cada vez y siempre más a la humanidad en crisis y guerras.

 

-¡Por la revolución comunista internacional!

-¡Por la constitución del partido comunista mundial!

 

(Volante publicado en español, en francés, en italiano y en inglés el primo de mayo de 2009)

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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