Grecia es España… e Italia, Irlanda, Inglaterra, Portugal…

( Suplemento Venezuela  N° 17 de «El programa comunista» N° 49 ; Junio de 2012 )

 

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Reproducimos a continuación una toma de posición aparecida hace unos meses en la prensa internacional del Partido pero que aún no había sido publicada en castellano ni en este suplemento ni de manera independiente.

Desde su publicación en francés e italiano los hechos han venido a confirmar los puntos esenciales que se afirman en el texto: los proletarios que se baten en Grecia, cada vez con más dureza, por defender sus condiciones de existencia ante el rapidísimo deterioro que éstas están sufriendo, señalan el camino que, inevitablemente, deberá recorrer todo el proletariado, no sólo el europeo sino también el americano, el asiático… en la medida en que la crisis capitalista que arrasa el mundo burgués le imponga progresivamente unas condiciones de existencia difícilmente tolerables. En febrero la propia televisión española señalaba que los colegios públicos de los barrios proletarios de Atenas daban a los alumnos bonos de comida porque los profesores comenzaban a detectar los primeros síntomas de desnutrición entre los jóvenes. Ante situaciones como éstas los enfrentamientos que se dieron en las calles de toda Grecia entre manifestantes y policías (estos sí, pertrechados con los más modernos y caros instrumentos anti disturbios) son una consecuencia natural que, de hecho, se agravará a medida que la situación se vuelva más trágica.

Pero sería ilusorio pensar que lo que sucede en Grecia forma parte de un particularismo heleno o sea una parte de su paisaje, como el Partenon o el mar Egeo, irreproducible fuera de sus fronteras. Hace sólo diez años Grecia tenía una variación del PIB per cápita del 6,7%, cifra que aumentó hasta llegar al 7,5% en el año 2006 cuando comienza a caer para acabar mostrando un resultado por debajo del -2% a partir del año 2010. En el mismo periodo de tiempo España muestra unos datos del 6,0% en 2002, 6,7 en el 2006 y una caída por debajo del 4% en 2010. Si comparamos las cifras de producción desagregadas encontramos una correlación similar entre las evoluciones de ambos países. Esto simplemente demuestra una cosa: es la crisis capitalista la que ha provocado en todas partes y por los mismos medios (exceso de competencia en el mercado, caída de la tasa de ganancia entre los capitalistas, caída del beneficio, cese de la producción) el empeoramiento de la situación económica y, por tanto, de las condiciones de existencia del proletariado. Y lo ha hecho al mismo ritmo. Son sólo factores circunstanciales los que han aminorado el ritmo de la caída o las consecuencias de ésta en algunas partes, mientras que en otras, como en Grecia, ha resultado imposible evitar la debacle. La tendencia es la misma en todos los países capitalistas, espe-cialmente en aquellos cuya estructura productiva es similar, y no pasarán muchos años antes de que se pueda ver a países como España o Italia sufriendo una situación parecida a la que hoy se vive en Grecia.

Pero Grecia no es únicamente el faro que alumbra la dirección económica de los negocios capitalistas que todos los países seguirán, en virtud de las inexorables leyes de funcionamiento del capitalismo. En Grecia se puede ver hoy una escena caracterizada por la irremediable lucha del proletariado por la defensa de unas condiciones de su-pervivencia mínimas. Esta situación marca, claramente, la profundísima debilidad del proletariado y, a la vez, sus primeros esfuerzos por romper con el impasse que sufre en todas partes desde hace décadas. Por un lado los proletarios comienzan a sentir que necesitan luchar, las manifestaciones que sistemá-ticamente acaban con enfrentamientos con la policía, cada vez mejor organizados con el objetivo de garantizar la seguridad y la fuerza de los huelguistas, son una buena muestra de ese sentimiento. Pero por otro continúan fuertemente atados por las cuerdas del oportunismo y de la política de colaboración entre clases que defienden los partidos ‘obreros’ al servicio de la burguesía (como el PKK) y los grandes sindicatos amarillos (como el PAME). Estos límites se muestran tanto en el aspecto de las rei-vindicaciones planteadas, de un carácter fuertemente marcado por el tono nacionalista de consignas contra la troika extranjera, por la defensa de la soberanía griega o contra el pago de las deudas... como en el problema de los medios y los métodos utilizados para implantar estas reivindicaciones: huelgas dirigidas por la fuerza del oportunismo sindical y limitadas a dos días, con preaviso y servicios mínimos… Ciertamente a medida que la tensión social aumenta y el proletariado se muestra más dispuesto a luchar, el oportunismo sindical y político afila más y más sus armas para intentar mostrarse siempre como el director de la lucha, como el agente indispensable para esa lucha, sin el cual no podría llevarse a cabo. Para ello radicaliza sus posiciones iniciales y busca contener la lucha en el plano más avanzado en el que ahora se plantea. Décadas de contra revolución permanente y de dominio aplastante de las fuerzas de la colaboración entre clases, cuya base material siempre ha sido el bienestar moderado que se ha podido garantizar, aún con altibajos, a los proletarios, han tejido unos lazos muy resistentes para atar al proletariado a las necesidades del capital. El em-peoramiento de la situación económica y social, no sólo en Grecia sino en todos los países capitalistas, minará esa base material e irá planteando las condiciones necesarias para que el proletariado pueda retornar a su terreno de clase. En esa perspectiva, Grecia es un aviso a navegantes sobre la situación que experimentará en su piel el proletariado en todas partes, de cuáles son sus enemigos en la difícil tarea de la reanudación de la lucha clasista, de qué métodos deberá emplear para salir de su postración como clase:

 

 

 

Grecia al borde de la quiebra

La lucha cada vez más dura de los proletarios griegos anticipa la futura lucha de los proletarios de otros países europeos.

 

Los efectos de la crisis capitalista mundial que desde 2009 ha postrado la economía de los países europeos más débiles empujan a Grecia hacia la quiebra. La economía griega, a semejanza de países como Irlanda, Portugal o países de Europa oriental, está sometida a una enorme tensión en razón de una deuda cada vez más elevada y una explotación cada vez mayor de los trabajadores au-tóctonos e inmigrantes: el objetivo era ante todo permanecer en el círculo de los llamados virtuosos de la zona euro, que permite tener acceso a los prestamos del Banco Central Europeo. La economía capitalista está en todas partes fundada sobre el endeuda-miento, es decir sobre los préstamos: cuando ya no se puede reembolsar esos prestamos, la economía entra en crisis.

Igual que los beneficios, bajo el capitalismo las consecuencias de la crisis no son repartidas por igual entre todos los habitantes. Los beneficios son acumulados por los capitalistas, que no son más que una minoría de la población, mientras que la mayoría no puede esperar recibir más que las migajas. Los estragos de la crisis, sobre el plano de los salarios y de las condiciones de vida y de trabajo, son infligidos sobre la mayoría de la población y sobre todo a los proletarios. Mientras reine el sistema capitalista estos son duramente golpeados: cuando la economía está en crecimiento (para utilizar un término cercano a todos los burgueses), la explotación de la fuerza de trabajo no disminuye, sino que se extiende y agudiza, aunque sean acordadas algunas concesiones; cuando la economía está en crisis, la explotación no desaparece eviden-temente sino que se hace todavía más intensa para aquellos que trabajan, además el paro se acrecienta y de manera general el empobrecimiento y la inseguridad tocan a capas cada vez más amplias.

La crisis económica demuestra que el sistema capitalista es incapaz de proporcionar una solución a los problemas del proletariado, porque para la burguesía no puede existir una salida a la crisis que no sea atacar a los proletarios: la intensificación de la explotación, el aumento de la com-petencia entre trabajadores, acrecienta el despotismo económico y social, represión de todo conato de resistencia contra esta degradación generalizada de su situación…

Desde el principio del año pasado, los obreros de Grecia se han lanzado lucha con huelgas y manifestaciones contra el plan de austeridad decidido por el gobierno de Papandreu para obtener del FMI y del BCE un préstamo de 110 mil millones de euros juzgados necesarios para «salvar» la economía griega y la estabilidad del euro. Un nuevo préstamo de un centenar de millones de euros está en discusión ya que este plan se revela insuficiente siendo la economía griega incapaz de impedir de aquí a 2012, la caída de su estado; los grandes bancos, las grandes empresas, como los otros Estados europeos, quieren evitar la insolvencia del Estado griego que provocaría una crisis aún más profunda.

Ante esta perspectiva, los dirigentes y los capitalistas europeos no conciben otra solución que acrecentar la presión sobre las masas trabajadoras griegas, provocando una degradación aún más fuerte de sus condiciones de vida. Lo que resta al poder del gobierno socialista, que se instale un gobierno de unidad nacional o que se decidan elecciones an-ticipadas, el poder burgués no tiene otra alternativa para los proletarios que lágrimas y sangre y mano de hierro contra su rebelión.

¿Pueden los trabajadores escapar a lo que les reservan los capitalistas?

Si se continúa persistiendo en las ilusiones de la democracia parlamentaria que propone una discusión eterna entre fuerzas políticas todas interesadas en «salvar la economía griega» - lo que significa salvar los beneficios del capitalismo griego- y en hacer aceptar los sacrificios necesarios, los trabajadores están condenados a no poder defenderse.

Las fuerzas reformistas «de izquierda», que siendo sindicales como el PAME o políticas como el Partido Comunista Griego (KKE), claman contra los monopolios y los beneficios del capital; pero esto es para atar mejor a los proletarios a los objetivos burgueses como la defensa del país contra la quiebra y ahogarlos en la masa interclasista del pueblo: dirigen la cólera proletaria a través de «luchas» y huelgas generales incapaces de defender sus intereses de clase porque estos intereses están dejados de lado a fin de poner en pie un confuso, indistinto e impotente movimiento «popular».

Los proletarios viven en sus carnes, día tras día, no solamente las consecuencias desastrosas de la explotación capitalista reforzada por la crisis, sino también las consecuencias paralizantes de esas políticas llamadas democráticas, progresistas o socialistas, que sitúan sus reivindicaciones más elementales a remolque del «interés nacional» - que no es otra cosa que el interés del capitalista nacional- y que los sumerge en los conglomerados populares; aunque la simple perspectiva del enfrentamiento de clase abierto sea incomparablemente más eficaz que las más gigantescas manifestaciones pacíficas ante el parlamento.

Aquellos que no hablan más que de pueblo, de soberanía popular, de frente popular, de gobierno popular, quieren en realidad quedarse en el cuadro de las instituciones políticas burguesas y del modo de producción capitalista de los cuales ellos no denuncian más que los monopolios privados, como si el monopolio del Estado no fuese la forma suprema de la concentración del capitalismo y del reforzamiento de su dominación sobre la sociedad.

Los proletarios, en Grecia como en cualquier otro lugar, deben rencontrar la vía de la lucha de clase abierta, con-tra la clase burguesa y las capas que defienden su dominación, como la pe-queña y la mediana burguesía, la Iglesia, capas de la aristocracia obrera…; la vía de la lucha real por la emancipación del asalariado.

Para combatir contra el capital, el proletariado debe comenzar por organizarse en clase independiente, esto es fuera de toda colaboración de clase en el nombre de la unidad del «pueblo», debe constituirse en organizaciones de clase para la lucha por la defensa de sus condiciones inmediatas, independientes no solo de la burguesía y de su Estado, sino también de las fuerzas cola-boracionistas del reformismo. Sobre el terreno de la lucha, los proletarios pueden reconocerse como hermanos de clase, superar la competencia entre ellos y construir una fuerte y perdurable solidaridad de clase internacional sólida (y no sólo una pretendida solidaridad nacional y popular).

Llegada tras decenios de colaboración entre clases, la crisis capitalista ha debilitado al proletariado en todos los países. Sin embargo éste puede reconstituir su fuerza de clase si reanuda a tradición de las luchas de clase mantenidas otro tiempo, haciendo temblar no a un simple gobierno, sino a la sociedad y las clases burguesas del mundo entero.

Retomar el camino de la lucha de clases consiste en reconstituir la única fuerza capaz de acabar con la sociedad del capital, con la miseria, el paro, la guerra, perspectiva en la cual el proletariado en lucha habrá de reagruparse en torno a su órgano político, el partido de clase comunista e internacional, para poder resultar finalmente victorioso.

18 junio de 2011

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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