Ni el gobierno chavista ni la oposición derechista podrán dar salida favorable a las vicisitudes históricas del capitalismo que sólo el proletariado, con su lucha de clase revolucionaria, podrá resolver

( Suplemento Venezuela  N° 18 de «El programa comunista» N° 50 ; Marzo de 2014 )

 

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El gobierno ha empleado todos los medios que ha tenido a su alcance para tratar de calmar la rabia de los pequeños burgueses venezolanos después que se produjera el salvaje asesinato de una ex-reina de belleza. Fue la gota que terminó de derramar el vaso.

 

Aparte de los graves acontecimientos que se desarrollan en Kiev y el resto de Ucrania, los medias nacionales e internacionales le han dado una importancia primordial a lo que hoy está ocurriendo en Venezuela. Y no es para menos.

 

Annus horribilis para el chavismo

 

El «año horrible» del gobierno bolivarista ha tenido como primera respuesta las actuales y masivas manifestaciones de las llamadas clases medias, y ello demuestra claramente que el capitalismo no sólo golpea al proletariado que puede y debe luchar hasta el final, sino que también se lleva por delante a extractos de la pequeña burguesía y capas medias de la población, las cuales no tienen un programa histórico independiente para enfrentar hasta el final al capitalismo.

Los proletarios en Venezuela todavía maniatados por las ilusiones chavistas, tienen necesidad no de bellos discursos o proposiciones que solo los conducirían al impasse y a la desmoralización política, sino de la lucha de clase abierta y sin concesiones para defender sus condiciones de vida y de trabajo. Es bajando a la calle de manera decidida que los proletarios podrán unir alrededor de ellos, contra el capitalismo, a las clases medias y a los pequeños burgueses golpeados igualmente por la crisis. De otra manera estas capas fuera del proletariado, serán utilizadas por los grandes burgueses en su contra, tal como la historia lo ha demostrado una y mil veces, desde la Alemania de los años treinta hasta el Chile de Allende.

 

¿Por qué estaba lleno el vaso que se derramó?

 

Es conocido y notorio que Venezuela siempre ha estado sentada en dos barriles: uno de petroleo y otro de pólvora social. Nunca la tensión social desapareció ni antes ni después de Chávez; pero, por lo menos desde hace 12 años no se había conocido una ola de protestas de esa magnitud. Y por lo visto las cosas no tienden a calmarse, sino a agudizarse, al punto de aumentar los rumores acerca de una ruptura constitucional y la formación de un gobierno de transición o junta cívico-militar: siniestra cara ya conocida en América Latina, que aparece y desaparece durante décadas.

Hay que recordar también que los cuatro grandes problemas en Venezuela son: en lo económico, la inflación que el año pasado terminó en 56% (!), la escasez de productos de primera necesidad (36%) y las cuatro devaluaciones de la moneda, en un año de nuevo gobierno, disfrazadas de control de cambio; tres grandes problemas estrechamente relacionados entre si; y, en lo social, la alta criminalidad (26 mil asesinatos en 2013), ligada sin duda a la siempre incertidumbre económica de un país que no podría subsistir sin la materia prima petrolera: un polvorín que estallaría a la menor fricción.

Es a raíz de este crimen bestial que amplios sectores de clase media comenzaron a protestar contra la inseguridad, y la pasividad cómplice del Estado.

 

El Gobierno y sus «colectivos» de sicarios a la carga

 

Las primeras manifestaciones, organizadas por estudiantes de todas las grandes universidades privadas y algunas públicas del país, fueron fuertemente reprimidas, en una serie de violentos episodios donde el grupo maoísta «Tupamaros» y otros «colectivos» que actuaban como sicarios enviados por el gobierno, disparaban a matar o herir a manifestantes «pertrechados» con piedras y palos, dentro de una atmósfera ya muy caldeada entre opositores y gobierno. La paradoja supera las columnas de Hércules, porque estos mismos «tupamaros», que tuvieron la «viveza» de registrar electoralmente la marca, formaron parte de los primeros jóvenes «cabezas calientes» sin siglas políticas en quemar cauchos, utilizar armas precolombinas y levantar barricadas contra los órganos represivos del Estado burgués, en la famosa zona del «23 de Enero» de Caracas y en la Universidad de Merida, durante la época pre-chavista.

Los días han pasado y la cantidad de detenidos, heridos y muertos ha aumentado; poco, pero como no se le ve fin a estas manifestaciones, tememos que serán más, (hasta hoy van 13 muertos y más de un centenar de heridos, incluso algunos torturados y hasta violados).  Pero ahora no sólo son los estudiantes sino masas enormes venidas de las clases medias que no paran en su cólera ante un gobierno incapaz de dar seguridad y, por supuesto, contra la gran tensión social que sienten ante un futuro que se avizora bastante negro para la economía petrolera venezolana. La cólera se ha exacerbado y extendido por lo menos a las ciudades más importantes y pobladas del país, que ya no solo reclaman seguridad y moderación en el alza de los precios de los productos de primera necesidad, sino que ya están pidiendo la dimisión del presidente Maduro.

 

Un gobierno que pierde la autoridad y la credibilidad, y que sólo le queda el poder...

 

El pasado fin de semana hubo manifestaciones de ambos campos. Singularmente las marchas promovidas por el gobierno han sido bastante escuálidas; incluso, el hecho de que, como más adelante veremos, Chirino vuelva a saltar a la palestra, se debe al estallido de una manifestación de obreros petroleros junto a figuras conocidas del sindicalismo en PDVSA como Bodas, quienes no sólo se negaron a manifestar en apoyo al gobierno («los petroleros no marchan con sus verdugos»), sino que llamaban a denunciar las medidas económicas erráticas del gobierno Maduro, y la represión ejercida contra sectores medios de la población venezolana. La respuesta del Estado a esta afrenta fue una decena de manifestantes encarcelados; liberados rápidamente, después de una lluvia de denuncias y presiones internacionales.

La reacción del gobierno ante este descontento social, primero ha sido la de amedrentar y prohibir las manifestaciones de los otrora «escuálidos» cuyo número jamás ha sido escuálido, valga la ironía; mientras terminaba de despertar de la ilusión de que en Venezuela ya se vive en socialismo y otras lindezas. Pero las intimidaciones y las amenazas tienen un límite y tan rápido como fueron pronunciadas, las masas respondieron arreciando y extendiendo todavía más las manifestaciones y “guarimbas” (1). Después de una serie de ataques y amenazas verbales, el gobierno ha propuesto reunirse con todos los “factores” políticos de la sociedad venezolana, a fin de darle una solución verdadera a esta rebelión que cada día crece más. Lo primero que el gobierno pensó fue que esta ola de violencia dirigida por la oposición, era una nueva intentona golpista por parte de la derecha venezolana, semejante a la vivida en 2002, esta vez sin el apoyo militar venezolano y con un débil sostén diplomático norteamericano (que en esta oportunidad espera «pescar en río revuelto»), es decir, sin contar con casi nada...

La oposición ha aprovechado ampliamente este momento en que el gobierno se encuentra de rodillas ante las serias dificultades y con falta de tiempo para poder resolverlas serenamente, sobre todo a nivel económico y financiero en los que los indices están en rojo.

Era previsible que todas las medidas económicas y financieras que el gobierno Maduro ha tomado no hicieran sino ahondar la crisis que ya toca las puertas de la recesión económica. En este campo, por lo visto, las cuentas no dan, o dan resultados sumamente horrorosos, tipo Grecia o Irlanda del pasado reciente. A todas vistas y pese a dar como garantías el petróleo que yace en su suelo, la Venezuela petrolera esta cercana al default o insolvencia económica para resolver los problemas de pago tanto con sus acreedores externos, como internos, razón por la que el gobierno se verá obligado a bajar el gasto público, «llueva o relampaguee», tal como ha sentenciado el presidente venezolano.

 

La salida no está fácil

 

Como ya podemos ver, hasta ahora el descontento social por estas y otras medidas que, desde el mismo comienzo de su mandato, la Administración Maduro ha puesto en marcha, lo han manifestado claramente los trabajadores de Sidor y de la industria automotriz en sus luchas, pero más allá esta también la «derecha» que, como en las «revoluciones de colores» que han invadido las viejas «democracias populares» del Este, intentan crear inestabilidad en el Estado, inicialmente para negociar una salida transitoria o un gobierno de transición colocando a algunas de las figuras «socialdemócratas» del campo opositor aquí o allá. En realidad no han habido fallas ni retardos en lo que a transición se refiere. Los hechos, las medidas anti-proletarias y la misma retórica de Maduro demuestran que estamos en plena transición hacia lo que los caprilistas desean: un gobierno que beneficie aun más a los capitalistas, estando Maduro y Cabello a la cabeza de uno de esos polos económicos – boliburguesía – que no negarían para nada un acuerdo con los que han propagado los disturbios en toda Venezuela, con los jefes que jamás han escondido ni borrado su proyecto golpista y sangriento. Exactamente la misma situación que surgió en Chile hace más de treinta años: Allende en su tiempo, como hoy Maduro, buscan la paz y no desean «provocaciones», pactando e incluso sentando en su gobierno a algún miembro de la alianza opositora. Lo mismo que ocurrió cuando Allende elegía a Pinochet como ministro de la defensa, para calmar a los golpistas que mordían el freno!

Por esta y otras muchas razones, el proletariado en Venezuela no puede apoyar ni a Maduro ni a Capriles-López-Corina Machado. Porque ni siquiera se trata de contrarrestar al «fascismo» como los medias chavistas intentan persuadirlos, llamando a movilizarse por el gobierno actual. Ni de un gobierno que supere la crisis actual, como demagógicamente proponen las “mesas” no tan “unitarias” de la derecha.

 

El carácter voluble del trotskismo en Venezuela

 

Las actuales manifestaciones que han sobrepasado las espectativas de sus lideres supuestos, son una de las consecuencias de la crisis social, en la cual el gobierno tiene toda la responsabilidad, tal como lo dice  el conocido sindicalista y ex-candidato presidencial Orlando Chirino. Pero la propuesta de un «Encuentro Nacional Sindical y Popular de Sectores en Lucha para discutir un Plan Económico y Social de Emergencia y un plan de movilización nacional en defensa de los derechos de los trabajadores y el pueblo», como también plantea el dirigente trotskista morenista, tememos que por el pasado que arrastra él y su partido, estas proposiciones sean un nuevo callejón sin salida de medidas reformistas, que más temprano que tarde serán sobrepasadas por el apetito insaciable del capital, cuya existencia se la debe a ese esencial proceso que termina en plusvalia y más plusvalia.

Lo que realmente subyace en esta proposición de Chirino, es que la inminente intervención de las instituciones financieras internacionales que pedirán la sola garantía de financiamiento válida para un país tan endeudado como Venezuela: los famosos «ajustes», conllevará la desaparición de las reformas sociales más o menos apuntaladas en el pasado por los aquellos entonces extraordinarios ingresos petroleros. Pero como no estamos en presencia de dirigentes obreros revolucionarios que plantearían una clara confrontación de fuerzas, sino de gente como Chirino y su partido, los medios que se impondrán para frenar el ataque económico contra las grandes masas, serán los del dialogo, las negociaciones por encima o por debajo de la mesa, las reformas que hagan disminuir pero no desaparecer las pésimas condiciones de vida y de trabajo que los trabajadores venezolanos deberán soportar de ahora en adelante.

El colmo de la ironía es que un programa de restricciones económicas, por tanto sociales, exigido por los acreedores internacionales (FMI, Banco Mundial, China, Brasil, EEUU), seria la solución que buscan los dirigentes gorilistas de la oposición, cuyo pasaje ya está siendo facilitado por la represión preventiva fomentada por la mismísima Administración Maduro! Esta es la mejor prueba del engaño que ambos actores preparan y esperan hacer creer a las grandes masas explotadas y oprimidas en Venezuela. Un desafio a enfrentar y un obstaculo que, para llegar a sus metas historicas, el proletariado deberá superar.

 

¿Qué son, a qué obedecen, cuáles son las motivaciones de estos movimientos tan activos que van de estudiantes a comerciantes, amas de casa, vecinos? ¿A dónde van?

 

Lo que pasa en Venezuela se inscribe en un tormentoso y confuso movimiento internacional de masas que toma su forma según su origen o país tal como está ocurriendo en Brasil, Turquía, Ucrania, Bulgaria o Bosnia, y al que se le podría llamar de «insurrección de clases medias» o «revolución de colores», salvo que quienes por lo general emplean estos términos pretenden atribuir a las «clases medias» una capacidad de iniciativa histórica que no poseen. Lo que ocurre en realidad es que los efectos de las crisis frecuentemente son sentidos primero por las «capas intermedias» de la sociedad, entre ellas precisamente los estudiantes salidos de la pequeña burguesía y de importantes sectores de la misma que ven desaparecer sus sueños de promoción social y se ven confrontados a la amenaza de una inconcebible proletarización de sus costumbres y formas de vida. Socialmente es un movimiento que ya habían comenzado los «Indignados» de España y los «Occupy» de Wall Street, etc.; y arremeten contra el gobierno de turno bajo diferentes consignas: en Turquía, por ejemplo, el movimiento fue iniciado por la defensa de un pequeño jardín urbano que luego se transformó en lucha contra la especulación inmobiliaria; en Brasil la mecha se prende por el alto costo del transporte público, en Ucrania a causa de un proyecto de asociación con la Europa occidental.

Pero en el fondo las causas son las mismas, y portan la misma ideología: burguesa, nacionalista, democrática y anti-proletaria. En todas partes la misma hostilidad a todo aquello que evoque o se asemeje a la lucha de clases, pero con la misma afinidad y tolerancia hacia los grupos de extrema-derecha. Estas capas pequeño-burguesas que se movilizan atraen inevitablemente a los proletarios; aún cuando se puede constatar que hasta ahora la clase obrera como tal no se mueve. Pero cuando lo logran, entonces se convierten en el factor decisivo para lograr la victoria como ha sido el caso con la «primavera árabe», cuando su movilización fue el factor decisivo para la fuerza que han logrado establecer en el arco norteafricano. Lo que en sí no debe haber dudas pese a su carácter es que es un movimiento que anuncia la futura movilización obrera. Así como no se debe dudar de que estos pequeños burgueses, aplastados por el capitalismo, retornarán su lucha y su odio hacia los proletarios. Y es para ello que la gran burguesía los utiliza y los utilizará, tal como pasó en Chile.

La via correcta a seguir por el proletariado es simple y clara: la lucha por la defensa exclusiva de sus propios intereses de clase, y no la lucha bajo las banderas y en nombre del interés nacional que preserva sobre todo el derecho que tienen los burgueses de explotar al proletariado. Y es para eso que sirve  la “unidad nacional”, la  Patria, pero también la empresa, los bancos, bienes e inmuebles, objetivos burgueses por excelencia .

Se trata de adoptar los medios y métodos que la lucha de clase exige para poder avanzar, pero que no valdrán sin antes haber formado organizaciónes de clase, abiertas a todos los trabajadores pero cerradas a las influencias burguesas y pequeño-burguesas, y así poder pasar de la simple pero indispensable lucha cotidiana de defensa contra los ataques patronales, a una ofensiva general contra el capitalismo, lo que a su vez exige la formación del partido político de clase, internacionalista e internacional.

¡Es a los proletarios conscientes, de Venezuela y del mundo entero, a quienes les toca la tarea de levantar este partido alrededor del programa comunista auténtico!

 27 de febrero de 2014.

 


 

(1) «Guarimba» es un viejo juego infantil que consiste en correr hacia un sitio determinado para evitar que te toquen y seas expulsado del juego. Hoy se utiliza para denominar el lugar que ha sido elegido previamente al que todos los manifestantes amotinados deben reportarse, una vez cumplida la tarea de lanzar piedras, bombas molotov, colocar alambre de puás o “miguelitos” (púas para hacer desinflar los neumáticos de los autos preferentemente de la policía, etcétera), etc.  Con el término también se designa al hecho de formar un grupo y colocarse en un lugar o foco para levantar barricadas y atacar a policías y patrullas, etcétera. La efectividad de este tipo de táctica derivada del “foquismo” guerrillero reside en su multiplicacion dentro del teatro de los enfrentamientos.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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