La matanza de proletarios continúa Luego de Kabul, Mazar i Sharif, Bagdad, Falluja, Tikrit, Mosul, Estambul, Jerusalén, Jenin, Gaza, Grozny, Moscú, New York, Madrid, ahora le toca a Londres este 7 de Julio de 2005

¡El terrorismo de los grandes Estados imperialistas nutre al terrorismo de los movimientos confesionales del fundamentalismo islámico!

 

 

 

Londres, 7 de Julio de 2005. Desde las 8:49 hora local, cuando estalla la primera bomba, hasta las 10:23 de ese jueves, 5 deflagraciones sacuden la mañana gris londinense. Las bombas estallan en las líneas del metro entre las estaciones Liverpool y Aldagate, en la estación de Edgard Road, luego en King Cross y Russel Square, y la última dentro de un colectivo en Tavistock Square.            

Sólo a las 12:00, Blair admitirá oficialmente que se trata de «actos terroristas en serie», hasta ese momento la policía seguía hablando de «problemas técnicos».

A esas horas viajan pendulando trabajadores normales. Decenas de ellos muertos, más de 700 heridos y una decena de ellos graves.

Trátese de atentados reivindicados en Internet por los propios terroristas; trátese efectivamente de Al Qaeda o de grupos en competencia con el primero, no hay duda que estos ataques terroristas llevan la firma de la reacción terrorista de los movimientos burgueses confesionales del fundamentalismo islámico.

Los objetivos de los movimientos reaccionarios del fundamentalismo islámico no son los poderosos de la tierra, los «señores de la guerra», los gobernantes burgueses de los Estados imperialistas responsables de las guerras de rapiña en Afganistán, Chechenia, Irak, sino la población inerme, los trabajadores, los proletarios que normalmente viajan en transporte colectivo. Del mismo modo, los objetivos principales de los bombardeos y la metralla por cielo y tierra de las tropas militares sobre todo angloamericanas y de sus aliados italianos, polacos, españoles, holandeses, japoneses, han sido la población civil, los trabajadores, los proletarios, ayer en la ex-Yugoslavia, y luego en Irak, en Bagdad, Falluja, Tikrit, Mosul, Nassiriya, Bassora, como lo continúa siendo Afganistán; de las masacres mismas de los rusos en Chechenia, de los israelitas en los Territorios Ocupados, de los franceses en África. El terrorismo de Estado ejercido por medio de la guerra y la ocupación militar y el terrorismo de movimientos tipo Al Qaeda, ejercido por medio de bombas que estallan en lugares de grandes concentraciones de personas, convergen inexorablemente en golpear, sobre todo, a la masa proletaria que, de este modo, no sólo sangra en la explotación capitalista cada vez más bestial, día tras día, cuando lo arroja al hambre y la mísera; mas sangra también a causa de la competencia burguesa desarrollada con la política de las armas, en la guerra y en la respuesta del terrorismo armado.

La guerra de rapiña –traducción al plano militar de la política imperialista de rapiña– es la forma con la cual los imperialismos más fuertes tienden a controlar a aquellos países y «territorios económicos» (Lenin) que cada vez más, en el desarrollo de la lucha de competencia a nivel mundial, se vuelven cruciales, se convierten en «espacios vitales» para las ganancias capitalistas. La reacción terrorista de los movimientos nacionalistas (de base laica o religiosa fundamentalista) es el modo mediante el cual determinadas fracciones burguesas se contraponen a la presión de los burgueses imperialistas más potentes. La incapacidad material de enfrentar con la guerra abierta a ejércitos similares viene compensada con la organización de grupos relativamente pequeños, muy ágiles y capaces de mimetizarse fácilmente en la vida cotidiana común a todas las masas. A diferencia de los movimientos nacionalistas de base laica, los cuales en general tienden a golpear de manera bien selectiva a sus adversarios, los movimientos de base religiosa fundamentalista, que –precisamente por ser religiosa– se mezclan al elemento nacionalista, característico de toda gran religión, y tienden siempre a golpear a ciegas en la multitud, masa en la cual se encuentran siempre los desheredados, los proletarios y campesinos pobres.

Las matanzas de trabajadores y civiles inermes son patrimonio exclusivo de la reacción burguesa, escribíamos a propósito de los proletarios masacrados en los atentados de Madrid, en marzo de 2004, y con fuerza lo repetimos frente a los atentados del 7 de Julio en Londres, así como ya lo hemos denunciado luego de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, el atentado de Beslán y en el teatro moscovita de Dubrovka, y frente a cualquier otro atentado terrorista burgués.

Los atentados de Londres se producen en un momento de la política internacional de los Estados imperialistas que gobiernan el mundo, cuyos contrastes están más lejos de disminuir que de agudizarse, como actualmente es el caso. La guerra en Irak pone a la política angloestadounidense cada día más contra las cuerdas, ya que una guerra que debía ser rápida y eficaz para «resolver» una buena parte de los problemas que los imperialistas vinculan al llamado «terrorismo internacional», no ha sido ni rápida, ni «resolutoria»; así, dicho por los mismos periodistas burgueses, en el Irak de Saddan Hussein no existía el fundamentalismo islámico visiblemente activo y sobre todo armado, mientras que esta guerra angloamericana no ha hecho sino abrir prácticamente la puerta al terrorismo fundamentalista islámico. Lo que debía ser una guerra «preventiva», encuadrada en la llamada «lucha contra el terrorismo internacional» se ha revelado como lo que era realmente, es decir, una guerra de rapiña imperialista que alimenta y nutre la reacción de tipo terrorista.

Los soldados estadounidenses, ingleses, italianos, polacos que han muerto hasta ahora en Irak, lo han sido en una guerra de rapiña propiciada por sus respectivos Estados burgueses; muertos en una guerra que precisamente por sus características (ninguna «declaración de guerra» por parte de Irak hacia USA o G.B., que permitiera a estos últimos considerarse «justificados» en «contraatacar», ni tampoco una «declaración de guerra» por parte de los angloamericanos con respecto a Irak que les permitiera a nivel de «derecho internacional» burgués, sentirse involucrados en los dos frentes del conflicto, según las alianzas y los acuerdos) es un ejemplo más que evidente de terrorismo de Estado ejercido sobre dos frentes paralelos: uno, el frente directamente en Irak y, dos, el frente indirecto de las alianzas inter-imperialistas; por lo cual, la acción de fuerza de los angloamericanos ha obligado a los demás países del mundo, y sobre todo a los aliados occidentales, a tomar posición pro o contra el binomio Washington-Londres, estos últimos admitiendo a regañadientes la eventual «neutralidad», como fue el caso de Francia, Alemania y Rusia.

El terrorismo de Estado gran burgués de Washington-Londres, y sus aliados activos en las operaciones bélicas, en Irak responde el terrorismo de los grupos nacionalistas y religiosos que en realidad contrastan los mismos objetivos económicos y políticos; el control de las ingentes reservas petrolíferas y el país donde éstas se encuentran, de su territorio, fronteras; significando también el control de la disponibilidad de la masa de fuerza de trabajo, representada por unos 4 millones de proletarios irakíes.

 

Proletarios ,  compañeros

 

Como ya ha sucedido tantas veces, incluso durante la matanza en Londres, provocados por los atentados de la reacción burguesa y religioso-fundamentalista, el poder burgués lanza el llamado a la Union Sacrée, a la unión de todos los «ciudadanos» en la lucha «común» contra el terrorismo, en la lucha de la «civilización» contra la «barbarie», en la lucha contra «actos anticristianos» como ha dejado escapar el Vaticano.

A los proletarios, que sistemáticamente humillados y explotados en la vida cotidiana, en el hambre y la miseria, en el desprecio constante de la vida, despedazados en los accidentes de trabajo, arrojados de las fábricas cuando al capitalista ya no los necesita o cuestan demasiado caro, olvidados en la mísera vida de jubilados; a los proletarios que no cuentan para nada en las decisiones que los gobiernos descargan sobre sus cabezas; en todo hecho económico, político, de guerra, se les pide sacrificar por enésima vez sus intereses inmediatos, sus necesidades, uniéndose a las clases burguesas y pequeño-burguesas nacionales en su lucha de competencia contra burgueses y pequeño-burgueses de otras naciones o confesiones.

El llamado a la solidaridad nacional, que reune mancomunadamente a todos los gobiernos burgueses, de Blair a Bush, de Berlusconi a Chirac, Schoeder a Putin y al mismo Zapatero, es la trampa que la burguesía tiende sistemáticamente al proletariado cuando se encuentran en dificultades sus relaciones con las otras burguesías en competición. Cada vez que el proletariado ha cedido a las adulaciones de estos llamados, ha debido constatar posteriormente que su situación como trabajador asalariado no ha sido modificada; este es explotado día a día en función exclusiva de las ganancias que los capitalistas se embolsillan; ¡explotado toda su vida, con el riesgo de caer en el hambre, miseria, desocupación y muerte que cada explotado debe sufrir todos los días!

Los proletarios están hoy aplastados por el peso de la presión ideológica y material que la burguesía ejerce a través de miles de canales que esta tiene a su disposición, entre los cuales los más importantes son, en el plano ideológico, los que están relacionados con el oportunismo y el colaboracionismo, y en el plano material, los ligados a la competencia entre proletarios que la burguesía construye y alimenta estratificando expresamente a la clase proletaria en miles de categorías, utilizando a tal fin todo tipo de división, sexual, racial, religiosa.

Los golpes que los proletarios sufren a través de los atentados terroristas no son diferentes a los golpes que los proletarios sufren cuando son obligados a ir a la guerra burguesa, con la obligación del trabajo asalariado en condiciones de brutal intensidad en las cadencias, en la exposición a ambientes nocivos, en condiciones de desocupación y marginalización a las cuales el sistema capitalista y burgués los somete.

No existen intereses comunes entre proletarios y burgueses, ni en el plano inmediato ni mucho menos en el plano político más general, tampoco en el plano histórico. La verdadera solidaridad que los proletarios pueden dar o recibir es la de los propios proletarios, de otras naciones o razas, pero sólo de los proletarios. Cada vez que los burgueses y oportunistas por cuenta propia tienden la mano a los proletarios, llamando a esto «solidaridad», lo engañan profundamente porque la ayuda que piden con ese gesto no es en nombre de una ayuda «recíproca», sino una ayuda para defender los intereses burgueses, las ganancias burguesas, las propiedades burguesas, las leyes burguesas, el Estado burgués. Los intereses, los beneficios, las propiedades, las leyes, el Estado de la clase burguesa jamás son «puestos en la olla común» junto a los intereses y necesidades del proletariado, se encuentran siempre en contra, en lugar de, dentro de la más evidente y clásica vejación que toda clase en el poder ejerce sobre las clases dominadas.

La lucha contra el terrorismo burgués el proletariado jamás podrá ejercerla junto a los burgueses, menos todavía dirigido por estos. Esta lucha el proletariado sólo puede ejercerla dentro del cuadro de su lucha contra la burguesía, contra los intereses, las ganancias, las propiedades, las leyes y el Estado de la clase burguesa. Fuera de la lucha de clase, de la lucha en defensa exclusiva de sus intereses de clase y de sus condiciones de vida y labor, no hay ninguna posible y eficaz contraposición a los innumerables actos de humillación y explotación que las clases burguesas ejercen sobre ellos sistemáticamente. El terrorismo burgués es obra de la despiadada lucha de competencia entre burgueses para acapararse el dominio de los mercados y las tasas de ganancias, eternizando la explotación del trabajo asalariado. Los proletarios, rompiendo con la ideología nacional y democrática de la burguesía, rompiendo con la colaboración interclasista a la cual los ha llevado y habituado el oportunismo político y sindical, liberará sus energías y fuerzas al servicio de la propia lucha de clase para destruir para siempre la sangrienta civilización del Capital.

Es este el camino, no hay ningún otro en su lugar.

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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