En defensa de la continuidad del programa comunista (8)

Tesis suplementarias sobre la tarea histórica, la acción y la estructura del partido comunista mundial

(Milán, Abril de 1966)

(«El programa comunista»; N° 47; Julio de 2005)

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1.--Las tesis de Nápoles reivindican la continuidad de las posiciones que desde hace más de medio siglo constituyen el patrimonio de la izquierda comunista. Su comprensión, y su natural y espontánea aplicación, jamás dependerá de la consultación de códigos o reglamentos, tampoco podrá ser garantizada mediante escrutinios de asambleas; o peor, de colegios o tribunales llamados a zanjar las cuestiones planteadas por elementos poco instruidos. La práctica a la cual tendíamos desde siempre, y que hemos finalmente adoptado es totalmente diferente. La difícil tarea que desarrollamos no puede alcanzar estos resultados si no utilizamos el vasto material histórico extraído de la experiencia viva del movimiento revolucionario durante el curso de los diferentes ciclos de su larga lucha; material que, tanto antes como después, hemos trabajado y ordenado.

 

2.--El pequeño movimiento se da perfectamente cuenta que en la histórica fase gris que atravesamos se hace muy difícil la utilización, a tan grande distancia histórica, de la experiencia de las grandes luchas pasadas (y no sólo de las clamorosas victorias, sino también de las sangrientas derrotas y repliegues sin gloria). En la correcta y no deformada visión histórica de nuestra corriente, ni el rigor doctrinal, ni la profundidad de la crítica histórica bastan para forjar el programa revolucionario que abreva su linfa vital en el enlace con las masas en revuelta, en períodos durante los cuales las mismas se ven irresistiblemente empujadas a combatir. Esta relación dialéctica es particularmente difícil de establecer hoy en día cuando el carácter feroz de la crisis del capitalismo senil y la creciente ignominia de las corrientes oportunistas han asfixiado y sepultado el aliento de las masas. Sin dejar de reconocer que la influencia del partido tiene un perímetro restringido, debemos sentir que preparamos el verdadero partido, sano y eficiente a la vez, para la época histórica en la cual la infamia del tejido social contemporáneo empujarán a las masas insurgentes a la vanguardia de la historia; y cuyo impulso podría una vez más fracasar si faltara el partido no pletórico pero compacto y potente, que es el órgano indispensable de la revolución. Las contradicciones incluso dolorosas de este período deberán ser superadas utilizando la experiencia dialéctica de las amargas desilusiones del pasado y señalando sin temor los peligros que la Izquierda en aquel entonces había señalado y denunciado, así como todas las formas insidiosas bajo las cuales la terrible infección oportunista se ha presentado en el curso de la historia.

 

3.--A tal fin desarrollaremos con mucha más profundidad el trabajo de presentación crítica de las batallas del pasado y de las reiteradas reacciones de la izquierda marxista y revolucionaria a las oleadas históricas de desviacionismo y vagabundeo que, desde hace más de un siglo, han hecho obstáculo al camino de la revolución proletaria. Es refiriéndonos a estas fases en las cuales existían las condiciones incendiarias de la lucha de clases, pero donde faltó el factor de la teoría y estrategia revolucionarias, y sobre todo describiendo la historia de los acontecimientos que perderán a la Tercera Internacional en momentos en que se creía haber dejado atrás para siempre el punto crucial, recordando las posiciones críticas que asumió la Izquierda tratando de conjurar el peligro creciente y el desastre que desgraciadamente avino, que podremos sacar frutos de enseñanzas que no pueden ni buscan ser recetas para triunfar, sino severas advertencias que permitan superar las debilidades y defendernos de los peligros y las trampas en las cuales la historia ha hecho sucumbir fuerzas que parecían sin embargo consagradas a la causa de la revolución.

 

4.--Las breves ilustraciones que aquí daremos no deben ser comprendidas como una alusión directa a errores o dificultades que puedan amenazar nuestro trabajo actual, sino como una contribución más a la transmisión de la experiencia de las generaciones pasadas. Esta experiencia se ha constituido en una fase durante la cual ya había una excelente restauración de la justa doctrina (dictadura proletaria en Rusia, obra de Lenin y de los bolchevique en el campo de la teoría; fundación de la Tercera Internacional en el terreno práctico) y donde además, en Italia como en el mundo entero, la lucha revolucionaria de los partidos comunistas se encontraba en pleno apogeo, con una larga participación de masas. Estos resultados se conjugan hoy con un fuerte «desfase» histórico y cronológico, pero su correcta utilización sigue siendo una necesidad histórica tanto en el presente como para el futuro, del cual sabemos que con certeza será más fecundo que el presente.

 

5.--Una de las características fundamentales del fenómeno que Lenin llamó, después de Marx y Engels, oportunismo y que no cesó de combatir despiadadamente, es la de preferir una vía más corta, más cómoda y menos ardua, que el largo camino difícil y erizado de obstáculos que es el solo donde puede realizarse la convergencia entre la afirmación de nuestros principios y de nuestro programa, es decir de nuestros fines supremos, y la acción práctica inmediata y directa en la situación real del momento. Lenin tenía razón cuando decía que no se podía utilizar, para sostener la proposición táctica de renunciar desde aquella época (fin de la Primera Guerra Mundial) a la acción electoral y parlamentaria, como argumento la extrema dificultad de una acción comunista y revolucionaria en el parlamento, ya que la insurrección armada y más tarde el control de la larga y compleja transformación económica del mundo social arrancada por la violencia al capitalismo son sin duda alguna más difíciles todavía. Nuestra posición fue que la preferencia por el empleo del método democrático se explicaba bajo toda evidencia por la tendencia a preferir los cómodos ritos de la acción legal a las trágicas dificultades de la acción ilegal, y que tal práctica no dejaría de hacer recaer todo el movimiento comunista en el fatal error socialdemócrata del cual no se salió que al precio de heroicos esfuerzos. Como Lenin, sabíamos que el oportunismo no es una tara de naturaleza moral o ética, sino que el mismo se debe (como ya Marx y Engels lo decían para la Inglaterra de finales del siglo XIX ) al predominio en las filas de la clase obrera de posiciones propias a las capas intermedias pequeño-burguesas y más o menos conscientemente inspiradas por las ideas madres de la clase dominante, es decir por sus intereses sociales. La potente y generosa posición de Lenin sobre la acción parlamentaria como elemento de la lucha por la destrucción violenta del sistema burgués y del aparato democrático mismo y su remplazo por la dictadura del proletariado, dejaba lugar a nuestros ojos a la sujeción de los diputados proletarios a las peores influencias de las debilidades pequeño-burguesas, que terminan traicionando y renegando del comunismo, incluso hasta pasarse al enemigo por venalidad.

De esta confirmación obtenida sobre el arco de una escala histórica inmensa (aun si una generalización tan vasta pueda parecer no estar contenida bajo una forma precisa en la enseñanza de Lenin, alumno como nosotros de la escuela de la historia) se puede concluir que el partido debe evitar toda decisión y toda alternativa que pudieran ser dictadas por el deseo de obtener buenos resultados haciendo el mínimo sacrificio. Tal deseo pudiera parecer inocente, pero él traduce la tendencia del pequeño-burgués a la pereza y obedece a la influencia de la regla fundamental del capitalismo, que es de obtener el máximo de provecho por un mínimo de costos.

 

6.--Tal como apareció en la Segunda Internacional y tal como triunfa hoy, luego de la bancarrota aún más desastrosa de la Tercera, el fenómeno oportunista presenta otro aspecto regular y constante, que es la de aliar la peor desviación de los principios a una admiración de fachada por los textos clásicos, por la enseñanza y obra de grandes maestros y jefes. Característica constante de la hipocresía pequeño-burguesa es el aplauso servil a la potencia del jefe victorioso, a la grandeza de los textos de ilustres autores, la elocuencia del fecundo orador, para luego, en la práctica, caer en las desviaciones más despreciables y contradictorias. Es por ello que un cuerpo de tesis no sirve de nada si aquéllos que lo acogen con ese entusiasmo de tipo literario, más tarde no consiguen, en la acción práctica, comprender su espíritu y respetarlo esforzándose de enmascarar su transgresión con una adhesión ostentatoria, pero platónica, al texto teórico.

 

7.--Otra lección surgida de las vicisitudes de la Tercera Internacional (que la Izquierda en aquel tiempo no cesó de fustigar y que hoy testimonian nuestros textos) es la de la vanidad del «terror ideológico», método desgraciado que pretendía sustituir el proceso natural de difusión de nuestra doctrina a través del encuentro con las fuerzas reales en ebullición en el medio social por una catequización forzada de los elementos recalcitrantes y desorientados; sea por razones más fuertes que los hombres y que el partido, o bien por razones inherentes a la imperfecta evolución del partido en sí, humillándolos y mortificándolos en congresos públicos, bajo los ojos del enemigo, aun cuando estos habían representado nuestro partido y dirigido nuestra acción en episodios de alcance político e histórico. Imitando el método vaticano de la fe y la piedad a través de la penitencia y la mea culpa, se tomó por costumbre de obligar a estos elementos a confesar públicamente sus errores, colocándolos muchas veces frente a la alternativa de recobrar o perder una posición importante dentro del engranaje de la organización. Este medio verdaderamente filisteo, digno de la moral burguesa, jamás ningún miembro del partido volvió mejor ni el partido pudo evitar la amenaza de su decadencia. En el partido revolucionario, plenamente desarrollado y encaminado hacia la victoria, la obediencia de los militantes es espontánea y total; ni ciega ni forzada. La disciplina al centro, como ilustran las tesis y la documentación presentadas al apoyo, corresponde a la perfecta harmonía de las funciones y la acción entre la base y el centro; no la podemos reemplazar por ejercicios burocráticos que sólo testimonian de un voluntarismo anti-marxista.

La importancia capital de este punto para la comprensión del centralismo orgánico se ilumina con el recuerdo terrible de las confesiones a las cuales fueron reducidos los grandes jefes revolucionarios, asesinados luego en las purgas de Stalin, además de las inútiles auto-críticas a las cuales debieron someterse so pena de ser expulsados del partido y difamados como traidores; infamias y absurdidades que el método no menos beato y no menos burgués de la «rehabilitación» no borrará jamás. El abuso creciente de semejantes métodos no hace más que marcar la progresión triunfal de la última oleada oportunista, la más terrible de todas.

 

8.--Para que la acción del Partido sea verdaderamente orgánica y para que él pueda tener una función colectiva que supere y elimine todo personalismo e individualismo, el partido debe repartir sus miembros entre las diversas funciones que constituyen su vida. La sucesión de camaradas a estas tareas es un hecho natural que no puede obedecer a reglas análogas al carrerismo de las burocracias burguesas. En el partido no hay concursos para disputarse puestos más o menos brillantes o más o menos en vista; debemos tender orgánicamente a esta repartición de tareas que no es una imitación de la división burguesa del trabajo, sino una adaptación natural a su función de este órgano complejo y estructurado que es el partido.

Sabemos bien que la dialéctica histórica conduce todo organismo de lucha a perfeccionar su ofensiva empleando las técnicas del enemigo. De esto se deduce que en la fase de lucha armada, los comunistas tendrán un encuadramiento militar con una organización jerárquica precisa y unitaria que asegurará los mejores resultados de la acción común. Pero esta verdad no debe ser calcada inútilmente en todas las actividades, incluso no militares, del partido. La vía por la cual las directivas del partido debe ser única, pero esta lección de la burocracia burguesa no debe hacernos olvidar de qué manera esta regla se corrompe y degenera incluso cuando son asociaciones obreras que la adoptan. La naturaleza orgánica del partido no exige en ningún caso que cada camarada vea la personificación de la fuerza del partido en éste o aquél camarada específicamente designado para transmitir las disposiciones venidas de arriba. Esta transmisión entre las diferentes moléculas que componen el órgano-partido se realiza siempre en los dos sentidos, y la dinámica de cada unidad se integra en la dinámica histórica del conjunto. Abusar sin razón vital de formalismos de organización siempre ha sido y será siempre un defecto y un peligro estúpido y sospechoso.

 

9.--El capitalismo, forma histórica de producción que mixtificar y disimula el monopolio de una clase minoritaria detrás del mito del derecho de todos los hombres a la propiedad privada, ha necesitado de la notoriedad creciente de grandes nombres para representar las articulaciones de sus estructuras y las etapas de su evolución, que hoy es involución. Durante el largo ciclo burgués, cuya siniestra historia pesa como un yugo sobre nuestras espaldas de rebeldes, al comienzo era el hombre más capaz y fuerte que obtenía la más grande notoriedad, teniendo como meta el poder supremo. Hoy cuando el filisteismo pequeño-burgués domina, el más vil y débil puede llegar a ser un personaje gracias a los métodos crapulosos de la publicidad.

 Nuestro partido, en su difícil tarea, hace actualmente todos los esfuerzos por liberarse para siempre jamás de la oleada de traiciones que parecía emanar de hombres ilustres, y del método que consiste, para alcanzar objetivos y victorias, en fabricar una estúpida notoriedad haciendo publicidad a otros nombres singulares. En ningún meandro de su ruta, al partido debe faltarle la voluntad y el valor de luchar por un resultado similar, verdadera anticipación de la historia y la sociedad de mañana.

 

Tomado de «Il programma comunista», N° 7, 20-04/04-05-1965

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

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