El partido comunista de Italia frente a la ofensiva fascista

(1921-1924) - (2)

(Informe a la Reunión General del Partido en Florencia – del 30 de abril al 1° de mayo de 1967)

(«El programa comunista»; N° 50; Septiembre de 2013)

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Las dos primeras partes de esteartículo aparecieron en el precedente número de nuestra revista en lengua castellana, el programa comunista, n°49 (sep. de 2011).

 

Del otoño de 1921 al verano de 1922

 

La grave derrota sufrida por las bandas negras en el terreno de la lucha abierta contra los obreros de un centro industrial, de importancia bastante secundaria en Italia – Roma –, en momentos en que se efectuaba el congreso constituyente del Partido Nacional Fascista, planteó un problema al fascismo, que ahora se presentaba con todas sus tendencias reconciliadas: en un sentido, volver a comenzar la escalada a los centros vitales de la economía, verdaderas fortalezas de la clase obrera organizada, partiendo como de costumbre de la periferia agraria del bajo valle del Po y sobre todo de Emilia, para converger poco a poco en el triángulo industrial Milán – Génova – Turín. Esta ofensiva no tendrá lugar inmediatamente, sino después de una larga preparación militar y un prudente sondeo del adversario. Cuando por fin esta se desencadena, tendrá por característica la de una extrema concentración, de abundantes medios, y de voluntad para ir hasta sus últimas consecuencias. Esta alcanzará su paroxismo después de la huelga del 1° de agosto de 1922. Es de este mes – y no de octubre – que data verdaderamente la ascensión del fascismo al poder.

El cálculo fue rápidamente hecho, y ningún gran cerebro – ni ningún «duce» – fue necesario para ver las decisiones que esto implicaba. Por una parte, el PNF [Partido Nacional Fascista, NdR] sería reconocido y ungido por las bendiciones de la legalidad democrática y parlamentaria, así como de gozar de todos los apoyos del aparato de Estado, todos los partidos de estricta obediencia burguesa; por otra parte, no era difícil prever que una violenta ofensiva patronal se iba a desencadenar en otoño de 1921, comenzando por la reducción de los salarios, en tiempos en que aumentaba vertiginosamente el paro (608.819 parados, en enero de 1922; contra 512.260, en diciembre de 1921), la acción desmovilizadora de los reformistas que dirigía la CGT debía desmoralizar aún más profundamente a una clase obrera que resistía hacía ya dos años y que, bien que decidida a «aguantar», tarde o temprano debía ceder bajo la presión de la reducción de salarios y de la rarefacción del empleo.

Bajo la presión de los obreros, y como consecuencia de la vigorosa acción de los comunistas, la CGT se vio obligada a convocar un consejo confederal en Verona. En previsión de este evento, el 25 de octubre el Comité sindical comunista había renovado su proposición a las grandes organizaciones proletarias italianas

«por un movimiento único que culmine en la huelga general nacional, para defender las reivindicaciones fundamentales concerniente a las condiciones de existencia de los trabajadores»

Estas reivindicaciones debían ser elevadas al rango de principios a los cuales nadie debía extraerse. En cuanto al movimiento, se debía prever y organizarle

«desde los primeros síntomas de la ofensiva patronal, y no minimizarlo desviando a las masas del empleo de la fuerza organizada»

El plan de la CGT era otro: esta tendía al contrario, precisamente ahora, a fragmentar las luchas obreras introduciendo la maldita política llamada de «la articulación» (de la compartimentación, en realidad) o, peor todavía, aceptando la tesis según la cual el nivel de los salarios debía estar subordinado a un examen y un control preventivo de la situación económico–financiero de las empresas: el «control de la producción» se retornaría contra los obreros que servía para justificar la reducción de los salarios, mientras que, en septiembre de 1920, los dirigentes confederados aceptarán poner fin a la ocupación de las fábricas, a cambio de la simple promesa de este «control» que, según ellos, ¡debía permitir reducir las superganancias que generaba la guerra! Eludían, además, el problema de una acción general y única de la clase obrera por la defensa del salario, del puesto de trabajo y de la organización sindical, la moción reformista del Congreso de Verona pedía al... parlamento elaborar

«un proyecto orgánico (!) de cambios (!!) profundos y sustanciales en la orientación política de la administración estatal a fin de consagrar a los intereses vitales de la colectividad los recursos que hoy se desperdician en gastos improductivos de la guerra, de la marina, de las colonias, etc... y por último, financiar largamente los trabajos públicos de verdadera utilidad colectiva que la burguesía no ha siquiera emprendido».

El plan era entonces triple: acción no unitaria del proletariado, ficción del «control sobre las industrias», iniciativa parlamentaria en favor de medidas «sociales» aplicadas por un gobierno tan de «izquierda» como fuera posible.

En la moción más arriba citada, el comité central sindical comunista respondió que

«en la situación social presente, el proletariado debía, por el contrario, oponerse con su acción de clase y su fuerza organizada a las exigencias de los capitalistas, rechazando descender al insidioso terreno del examen de la situación de las empresas burguesas que era posible disimular con mil artimañas, sobre todo si las encuestas fueran confiadas a los árbitros delegados por el estado capitalista (el control debía, en efecto, ser ejercido por comisiones paritarias comprendiendo un árbitro designado por el gobierno)... La retribución del trabajo se determina en el terreno de las luchas de clase hasta el momento en que, dado que el equilibrio era imposible, la lucha del proletariado tenderá a ir más allá de los límites impuestos por el sistema político y económico».

El 2 de noviembre, en un artículo publicado por «Il Comunista», el problema fue planteado en términos claramente expresados desde el título mismo: «Cómo se presenta hoy la lucha para los obreros: el combate o la muerte». En él leíamos especialmente:

«El problema del Estado ha sido puesto sobre el tapete: las fuerzas de la evolución de la producción abandonan por un momento el primer plano, esperando la sentencia pronunciada por la salida de la guerra civil. Si, frente a la ofensiva patronal el sindicato capitula, ello desbrozará el camino a la tenebrosa solución que impondrá la feroz dominación de un monopolio capitalista invencible a un proletariado vaciado y disperso. Si, frente al ataque el sindicato espera la intervención del poder burgués, colocándose en este peligroso punto de vista que consiste en decir que la lucha es inútil, ya que mantener el nivel de los salarios es incompatible con la vida de las empresas productivas, el resultado no sería diferente. El Estado no puede intervenir sino en nombre del monopolio patronal. La vacilación frente a las pretendidas necesidades de la máquina productiva actual – es decir, la necesidad de perpetuar la explotación y las ganancias patronales – y la inercia de las masas garantizan una sola cosa: la descomposición y la derrota».

 

Dos días más tarde, en el artículo «El control burgués», se podía leer igualmente:

«Que el proletariado se cuide del engaño criminal de aquellos que quieren hacer creer que la intervención del gobierno puede conducir a un control indiferenciado de la crisis económica y persuadirlo de renunciar no solo al ataque, sino también a la defensa. El control de un organismo formado por delegados obreros, patronales y gubernamentales que no representan, ni siquiera de lejos, un encaminamiento hacia el control proletario de la producción: eso sería un control burgués. Control burgués, pero no en el sentido que la mayoría patronal y estatal pudiera encontrar nuevos métodos para disciplinar el desarrollo de las fuerzas productivas, régimen burgués e indisciplina económica siendo históricamente inseparables. Control burgués porque en el seno de un organismo así, la clase obrera pide al adversario controlar su propia táctica de clase, multiplicando por esta abdicación las posibilidades que tiene el Estado de asumir la defensa contrarrevolucionaria del capitalismo».

«A todos aquellos que dicen querer ofrecer los medios que permitan esclarecer el mundo misterioso de la economía y ejercer su influencia y que son los agentes directos o indirectos de la burguesía, el proletariado debe responder: el control de producción, nosotros deseamos conquistarlo sin vosotros y contra vosotros, no por medio del Estado actual, sino después de haberlo destruido por medio de nuestra lucha revolucionaria, base de nuestra victoria política y de la única posibilidad de disciplinar las fuerzas productivas».

Nadie podía frenar en la rampa de la traición a una CGT que, precisamente en ese momento, rechazaba adherirse una vez más a la Internacional Sindical Roja bajo el pretexto de que ella no estaba ligada al PSI por el célebre «pacto de alianza», y que bajo el peso de este pacto, el PSI le dejaría estar y no intervendría jamás para denunciar sus actividades. El patronato que durante un año permaneció a la defensiva, dejando a los energúmenos fascistas la tarea de atacar, comenzó su ofensiva a escala nacional procediendo primero a los despidos y a reducciones salariales. Sin embargo, ya en octubre, la FIOM había tolerado que la huelga de los metalúrgicos lombardos se agote en el aislamiento; la FIOM había «aceptado» discutir las reducciones de salario y, colmo de la infamia, se habían extendido con los industriales para suspender durante dos meses (es decir hasta el 1° de enero de 1922) el examen paralelo de las reducciones salariales y de la «situación de las empresas», estudiando todos los casos, uno por uno. Esta pretendió que la obtención de este aplazamiento y la fragmentación de la discusión habían creado un precedente favorable a los... obreros. Sin embargo, a comienzos de noviembre, la industria ligura, estimulada por el fin de las huelgas en Lombardía, aprieta más las tuercas: la agitación completamente aislada dura hasta el 17, pese a los llamados urgentes del P.C. de Italia en favor de la huelga general nacional.

«Con el fin de favorecer la pacificación de los espíritus (!) y confiando en la posibilidad de un período de entendimiento estable (!!) entre los industriales y su personal»...

...el patronato y la CGT le ponen fin así a la huelga, peor que en Lombardía: las fábricas fueron reabiertas y la apertura de las negociaciones había sido fijada para el 27, pero la fecha en la que debe establecerse el «statu quo» de los salarios no lo ha sido. El «precedente» ha sido explotado inmediatamente por los industriales de la Venecia juliana, razón que empujó a los metalúrgicos de esta provincia a una huelga monstruosa que durará del 18 al 28 de noviembre, pero que, ellos también, realizaban en forma aislada: esta fue jalonada de violencias, asesinatos y arrestos, mientras que los ferroviarios de la región de Nápoles sufren las sanciones disciplinarias del gobierno Bonomi en razón de su huelga de solidaridad con sus colegas de Roma, y es en vano que los comunistas llaman a toda la categoría a la huelga general en una serie de proposiciones y manifiestos. El 29, a su vez, los tipógrafos de Trieste paran de trabajar para protestar contra el asesinato de dos de ellos: el sindicato declara la huelga general, pero solo por una jornada. El 8 de diciembre, todo el proletariado de Turín abandona el trabajo para marchar contra las feroces sentencias pronunciadas por los tribunales contra los supuestos asesinos de un guardia real: los social–demócratas aportan una demostración pública de su «sentido cívico» absteniéndose de votar por esta huelga. Los hechos mismos indicaban a los proletarios la vía de una acción única y exigían ampliar la base de los conflictos haciéndoles convergir con otras categorías para unirlas en torno a reivindicaciones políticas y económicas, como por ejemplo aquellas que concernían al régimen disciplinario al cual los ferroviarios estaban sometidos. Pero el reformismo tenía otras lecciones que aportar a la historia;:en efecto, en el curso de aquel mes, multiplica los contactos con el gobierno y promete la meta del «control de la industria». Toda referencia al principio de la independencia de la lucha proletaria molesta  por tanto sus perspectivas de «progreso pacífico» con vistas a una colaboración abierta: mano insoportable de los magistrados puede bien ahora abatirse sobre los agua–fiestas extremistas sin el más ligero remordimiento, puesto que este juzga el extremismo como periclitado!

En estas condiciones, no podríamos sorprendernos que el fascismo haya juzgado que tenía que «ganar tiempo» manteniéndose como estatuas y dejando al reformismo confederal y parlamentario preparar el terreno antes de asestar el golpe decisivo. Las bandas fascistas podían esperar, siempre y cuando los industriales lograban fatigar la resistencia obrera mediante despidos y reducciones salariales. Las raras manifestaciones de jóvenes en camisas negras en las calles de Roma, en enero, bajo los gritos de «Abajo el parlamento! Viva la dictadura!», una vez más darán el pretexto al PSI de precipitarse para defender, ya no, lamentablemente, las Bolsas del Trabajo y las organizaciones proletarias, sino ¡las instituciones de la Patria!

Es en esta situación que la obra nefasta e indudablemente derrotista del PSI con respecto a las luchas obreras aparece con su cara más cínica, confirmando una vez más el hecho de que el fascismo vence únicamente allí donde la clase obrera ha sido ya neutralizada por la traición reformista y democrática. El 6 de diciembre, después de un año de inercia, de capitulación, de aceptación pasiva de los diktats de la CGT y de la derecha, de rechazo de la mano tendida demasiado generosa de la Internacional Comunista, la dirección «intransigente» del P.S.I se despierta bruscamente y... lanza un manifiesto «contra la reacción». Esta, afirma, ha tomado «por sorpresa» al partido;

«si era previsible y estaba previsto que la burguesía lo atacaría porque estaba asustada por nuestra fuerza [en realidad atacaba al proletariado por que estaba segura de la debilidad de sus dirigentes mayoritarios], no era previsible (!!) que, renunciando a la reacción gubernamental, recurriría a la violencia salvaje y extralegal, anulando sus propias leyes (!!!) y demostrando prematuramente, [¡cuando los maximalistas habían proclamado además que la revolución era inminente!] cuán ilusoria era la esperanza de los espíritus más humanitarios creyendo que, en un país de civilización milenaria, [¡como si la civilización milenaria fuese una garantía contra la... violencia!] el régimen capitalista pudiera extinguirse en el curso de una transformación pacífica».

Excusándose de no haber hecho más («El Partido ha lanzado la consigna: resistir como y donde se pueda» – es decir, nunca –), y proclamando no poder «dejar sin eco el grito de dolor de los trabajadores oprimidos», la dirección del P.S.I declaraba:

«Todas nuestras fuerzas deben asociarse sin tardar, sin reserva, con la certeza de obrar por los mismos objetivos. El sistema inaugurado por la burguesía no marca la apertura de una nueva era, pero traiciona su confusión (!) en vísperas de una catástrofe inevitable. A vosotros, camaradas, pedimos vuestra confianza, la confianza más fraternal en nuestra obra de coordinación de acciones y voluntades. Os decimos: confianza y solidaridad en nuestras filas! Pero también disciplina, que es nuestra fuerza más maravillosa, contra la que se quebrarán las más monstruosas tentativas de aplastamiento»

¡Sobre las directrices a seguir, sobre la obra desmoralizadora de la CGT en las últimas huelgas, ni una palabra! Una oposición puramente retórica al cinismo de los actos de la reacción. Sea lo que sea, ¿qué es lo que había revelado a la consciencia adormecida del P.S.I  que estábamos en la víspera de una catástrofe? El hecho de que en el seno del equipo gubernamental, el crac del Banco de Descuento y una serie de otras cuestiones políticas, económicas y financieras habían generado una cierta tensión; una crisis ministerial se anunciaba: como sabemos, la dirección del P.S.I era «intransigente» en su rechazo de entrar al gobierno, pero, tomando en cuenta la existencia de «una fisura en la expresión política de la clase burguesa», proyecta explotar «este estado de hecho en el cuadro parlamentario para acentuar estas disensiones fundamentales en el seno del campo adverso a fin de paralizar la acción delictiva»

El misterio se desvela: nos encontramos en la víspera de una catástrofe parlamentaria; como socialistas «acentuaremos las disensiones» a fin de que ¡¡¡la acción extra–parlamentaria «delictiva» cese!!!

Más sensibles, como siempre, a los humores del Parlamento, la derecha reformista olfatea nuevas posibilidades; además, sabe que no es la dirección del Partido, sino la C.G.T quien dicta la ley. El comité director de la C.G.T, reunido el 11 de enero, veinte días antes de estallar la crisis gubernamental

«da mandato a sus representantes ante la dirección del Partido Socialista y del Consejo nacional [es esta quien comanda!!] de defender que el Grupo parlamentario socialista tenga toda libertad de apoyar al gobierno quien daría garantías de restauración de las libertades elementales y de aplicación de un programa que contenga las reivindicaciones proletarias más inmediatas»

Preocupado no tanto por el contenido como del tono de esta resolución, el Consejo Nacional del P.S.I  se reúne de urgencia del 17 al 20 de enero. Rechaza el orden del día, después de haber reconocido,

«que toda tentativa para llevar la competencia entre clases a los límites de la civilización [notemos que era una moción de «extrema–izquierda»!] era inútil».

solicitaba

«la resistencia más firme y enérgica posible, utilizando todos los medios contra la criminalidad fascista siempre manos a la obra».

Por el contrario, la dirección invita a

«preparar y coordinar una acción enérgica en todo el país para hacer frente a la violencia burguesa, sin excluir ningún medio colectivo,  adhiriéndose a un frente defensivo de todas las fuerzas proletarias que actúan sobre el terreno de la lucha de clase»

y a disciplinar el comportamiento del grupo parlamentario de manera que «se traduzca por una actitud concreta, resuelta, independiente de toda tratativa y de todo acuerdo con otro Grupo, cualquiera que sea, tenga como meta hacerle la vida imposible a todo gobierno que tolere los actos de violencia y de opresión contra el movimiento proletario»

Decide por fin mantener las relaciones más estrechas e íntimas posibles con la C.G.T «de manera que prevalezcan las razones políticas sobre las razones económicas y contingentes».

Por último, prometía «establecer en consenso con todos los partidos socialistas y comunistas de Europa y América un plan de lucha internacional contra la reacción burguesa» encargando de inmediato una comisión para «informar directamente a los diversos partidos europeos sobre la situación italiana reclamando que sea denunciada e ilustrada en la tribuna de los diferentes Parlamentos nacionales».

 

A parte del grotesco trazo final, la decisión es importante en razón de las consecuencias que tendrá después: se prevé una acción «sin exclusión de ningún medio» para defender al proletariado contra la violencia enemiga, pero tenemos el esmero de precisar que se trata solo de defensa y no de ataque; esta defensa deberá usar medios colectivos, no a partir de iniciativas propias (si te mueves, me muevo!]; se acepta un «frente único» eventual después de haberlo rechazado en el momento más favorable; todo apoyo de los gobiernos que apoyan la violencia  es rechazado, lo que viene a decir implícitamente a los gobiernos que tengan otra política; se le da el espaldarazo a la C.G.T pidiéndole someterse a las «razones» superiores de la política, como si la misma C.G.T  no tuviera su política bien precisa, por último se reclama a gritos una «acción internacional» contra el fascismo pero ¡se le encierra en la arena de «diferentes Parlamentos nacionales»!

 

La crisis ministerial abierta el 2 de enero de 1922 con la dimisión de Bonomi viene como un guante para comprobar la consistencia «belicosa» del Partido Socialista.

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El mismo día de esta dimisión, el grupo parlamentario vota con la mayoría una moción diciendo:

«En relación con las aspiraciones del proletariado expresada en el orden del día de la Confederación [a pesar de las decisiones del Consejo Nacional, el Grupo parlamentario se deja pues a la C.G.T dar el «la»] e interpretando el espíritu de las decisiones del Partido, el Grupo parlamentario encarga al directorio, en unión estrecha con la Dirección del Partido, seguir el desarrollo de la crisis e influir sobre ella en un sentido favorable a los intereses proletarios»

Al día siguiente, el Grupo y la Dirección se reúnen y hacen votos por «un gobierno de libertad e imparcialidad (¡sic!) administrativa al interior; de paz, desarme y colaboración europea al exterior»

Se ponen en marcha para obtener la constitución de un nuevo gobierno... Bonomi con la intención, tal como él mismo lo dirá al presentarse de nuevo delante de la Cámara el 16 de enero,

«de restituir al país las condiciones indispensables de una coexistencia pacífica de las clases, de poner a las clases laboriosas en capacidad de participar más ampliamente y de asumir responsabilidades más importantes en el mercado de empresas y de colaborar por medio de sus representantes en la elaboración de una legislación del trabajo».

La tentativa fracasa porque si bien la derecha y la izquierda estaban de acuerdo sobre este programa, la derecha no quería a... Bonomi, por una serie de razones que no tiene lugar analizar aquí.

De estos hechos resulta que la belicosa «intransigencia» de la dirección maximalista del P.S.I se reducía a obrar por la

«designación de un gobierno de izquierda que tenga por misión respetar las libertades, practicar una política de paz al exterior, garantizar los derechos del trabajo y el desarrollo de organizaciones obreras... con el fin de hacer frente si es necesario (...) a las tentativas de continuar e intensificar la ofensiva anti–proletaria, objetivo manifiesto de las corrientes más reaccionarias del país».

El «intransigente» Serrati en persona escribía poco después en su revista «Comunismo»:

«Cualquiera que sea la salida a la embrollada situación de hoy, el Grupo parlamentario no podrá atenuar su oposición, a menos que ascienda al poder un nuevo hombre, que dé serias garantías de restauración de las libertades y decida proteger la vida y los derechos elementales de los ciudadanos, así como a practicar una política extranjera contraria a todos los imperialismos».

Serrati se confiaba pues tanto al Parlamento como a un eventual «nuevo hombre», para la solución de todos los problemas que, para él, se reducían a la «libertad», al «derecho» e incluso a la «vida» de la persona humana, ¡mientras que la segunda oleada de la ofensiva fascista se preparaba!

Este episodio se termina al final del mes con la formación de un gobierno dirigido por el giolisiano Facta. Si nos detenemos aquí es porque este personaje demuestra bien la inconsistencia del maximalismo y de su pretendida «intransigencia» y porque aclara bajo una luz particular otro episodio mucho más importante que la crisis gubernamental: la constitución de la Alianza del Trabajo.

En lo que concierne al primer punto, el Partido Comunista de Italia había denunciado desde hace tiempo el filisteismo de una pretendida «intransigencia» que se limitaba a un rechazo a participar al gobierno e incluso, salvo garantías especiales, de apoyar a un gobierno burgués, al mismo tiempo que quería hacerse ver como el escudo del Parlamento y de las «garantías as», lo que llevaba a desviar sobre este terreno las luchas obreras y fingiendo «conservar limpias las manos» en el parlamento. Una vez más, el maximalismo revelaba su función de pantalla protectora del reformismo clásico. Para ilustrar la posición del Partido Comunista de Italia sobre esta pretendida «intransigencia» de la dirección del P.S.I (dialécticamente dirigida contra la propensión de la Internacional a recuperar las Magdalenas arrepentidas del maximalismo), no citaremos sino un sólo un artículo aparecido el 14 de octubre de 1921 en «Il comunista»:

«Para la acción proletaria, no es suficiente decir: no marchamos con los partidos de la burguesía. Hay que decir: no contamos con el mecanismo de las instituciones burguesas, ni con la democracia parlamentaria. Debemos condenar no sólo a aquellos que desean avalar al parlamento burgués. Si sobrentendemos [como lo hacía la tesis «intransigente»] que es posible conducir el proletariado al poder por medio del mecanismo parlamentario gracias a una acción sin los partidos burgueses, y si vacilamos en decir que la única vía al poder es la violencia revolucionaria, que la sola vía para defenderla era la dictadura del proletariado que disolverá el parlamento, esto significa que no hemos cruzado todavía el Rubicón, que somos social–demócratas en pleno y que en realidad proponemos un método de «colaboración» con la burguesía que se diferencia del método ministerialista únicamente por el hecho de que es más peligrosa para el proletariado debido a sus apariencias «clasistas». Esta «intransigencia» que se indigna de un eventual acceso al poder, pero que no marchita ni la pacificación con el fascismo, ni la exaltación del electoralismo y de la acción parlamentaria como medio supremo de lucha obrera, ni la adhesión a la táctica corporativa y a los métodos de Amsterdam en el campo sindical, es mucho peor que la abierta colaboración».

Hoy, bien podemos decir que el P.S.I merecía que le dejásemos acceder al poder, solo o con partidos burgueses, en lugar de esforzarse por retenerlo sobre la bajada que lógicamente debía descender, porque esto significaba contribuir a mantener el equívoco creado por una intransigencia verbal que disimulaba el oportunismo más cobarde y más criminal en el preciso momento en que los duros hechos de la lucha social abrían los ojos a los proletarios sobre la realidad de la política socialdemócrata y sobre la estafa de la legalidad democrática, empujándoles a reivindicar formas de acción unitaria contra el desmoronamiento de las energías proletarias provocado por la táctica infame del «caso por caso».

Es aquí que se plantea la cuestión de la Alianza del Trabajo que tuvo gran eco incluso en el seno de la Internacional Comunista. Siempre el 2 de febrero (la coincidencia de fechas es notable), la dirección del P.S.I anunciaba que había recibido una comisión formada por representantes del Sindicato de Ferroviarios y de Trabajadores del Mar quienes le habían expuesto

«la situación de sus respectivas organizaciones en sus relaciones con el gobierno que está practicando una política de opresión dirigida a ellas»

La dirección se había «interesado vivamente en esta grave cuestión» y había llegado a acuerdos con la comisión en cuestión para que

«la acción defensiva de las organizaciones se desarrolle en completo acuerdo con los órganos del partido y de la C.G.T»

«Desde esta reunión, la unión de todas las fuerzas proletarias ha tomado una forma concreta; la dirección precisará las condiciones en las cuales el frente único deberá acatar» Se decidió que «los contactos con los representantes de los Trabajadores del Mar y de los Ferroviarios se harán con más frecuencia, especialmente en este período de crisis gubernamental».

La última frase es característica de la actitud de los socialistas (y con más razón aún de los republicanos que también habían sido consultados por la organización de los ferroviarios). En efecto, la proposición llega como pedrada en ojo de boticario para poder influir sobre las consecuencias de la crisis gubernamental de un lado y, del otro, para devolver a la C.G.T y al partido socialista sus virginidades respectivas. Habiendo perdido el 17 de febrero la esperanza de ver formarse «un gobierno de izquierda», el partido se conforma, el 18–19 de febrero, con la constitución de un órgano de acción sindical unitario. Pero incluso aparte de las intenciones de tal o cual partido, la iniciativa es reveladora: seis meses antes, el P.C. de Italia había lanzado una proposición de frente único sindical que fue enérgicamente rechazada; sin embargo, bajo la presión de un proletariado que seguía instintivamente la vía del Partido revolucionario, es precisamente esta proposición que fue retomada en principio, y el primero en aceptarla es justamente el Sindicato de Ferroviarios que, pocos meses antes se negaba a adherirse a la Internacional Sindical Roja, y que, en noviembre, rechazaba la apelación comunista a una huelga general de solidaridad con los ferroviarios golpeados por medidas represivas de estilo abiertamente fascista. Por su parte, los anarquistas y sindicalistas se adaptan a la «nueva realidad», pero, significativamente, luego de discusiones con vistas a la reunión del 18–19 de febrero para la constitución de una Alianza del Trabajo, no apoyan a los comunistas que reclaman la participación de las corrientes minoritarias (y no solamente «cumbres» y «aparato sindical») cuya influencia sobre las masas se manifestó claramente en el congreso de la C.G.T, en Verona en noviembre. Los «anti–políticos, los «anti–partido» quienes, antes de negociar con los sindicatos lo han hecho con ciertos partidos bien definidos y terminan, como veremos, por aceptar una moción demasiado equívoca.

La actitud del P.C de Italia es bien diferente: coherente con sus posiciones y sus orientaciones públicas, no participa en ningún conciliábulo entre partidos, pero apoya la iniciativa del exterior a fin de que su polémica no impida surgir este primer germen de acción común. En caso de formación del nuevo organismo, el Partido se da la tarea de darle, a través de sus grupos sindicales, una dirección clara y verdaderamente unitaria. Desde el comienzo reclama además que las corrientes sindicales minoritarias sean representadas no sólo en la reunión, sino en los órganos constituyentes, cosa que, por supuesto, rechazan los promotores de la iniciativa – con la C.G.T a la cabeza. En todo esto no hay ninguna huella de ese «purismo» que la Internacional Comunista reprochará más tarde a la Izquierda; al contrario, la acción del Partido se inspira de un sano «realismo» de clase ajeno a todo espíritu de «camarilla». El partido, bien decidido a ganar para sus posiciones al «frente sindical», en caso de que este se constituya, jamás ha pretendido someter esta constitución ni siquiera a sus propias condiciones políticas. Veamos cómo «Il Comunista» del 10–2 políticamente presenta los hechos pocos días antes de la constitución oficial de la Alianza del Trabajo:

«Hemos anunciado, que el P.C de Italia no pensaba que era bueno participar en su constitución [de la Alianza del Trabajo], al mismo tiempo que respondía en su carta que estaba preparado para consagrar todas sus fuerzas a una acción unitaria del proletariado italiano. Es necesario explicar la actitud del Partido y la significación de las negociaciones en curso.

El Sindicato de ferroviarios , por su propia situación en las luchas actuales, ha sido empujado a tomar la iniciativa de una acción única del proletariado y de una reunión en congreso de todas las organizaciones sindicales «ubicadas sobre el terreno de la lucha de clase» en vista de formar un solo comité. Este congreso ha sido convocado en Génova para el 15 de febrero [en realidad, este debía realizarse, del 18 al 20 de febrero, en Roma, NdR]. Para facilitar su preparación, los dirigentes del Sindicato de ferroviarios han considerado oportuno, proponer la reunión de partidos políticos de «vanguardia» en Roma con vistas a un acuerdo preliminar que permita a estos partidos hacer presión juntos sobre los sindicatos en los cuales están representados.

El Sindicato de ferroviarios ha propuesto igualmente un conjunto de reivindicaciones concretas que interesan a todo el proletariado, pero que, según parece, y si nos atenemos al comunicado final, la conferencia de partidos no tuvo en cuenta.

El P.C de Italia no ha juzgado oportuno participar en esta conferencia de partidos políticos y no piensa que la vía escogida por el Sindicato de ferroviarios para la preparación de un frente único sindical sea la más segura.

Inútil recordar que nuestro partido ha propuesto desde el mes pasado un acuerdo entre las grandes organizaciones sindicales y que ha enérgicamente defendido su posición contra la desconfianza y las insinuaciones lanzadas en su contra. Es, por lo tanto, una gran satisfacción ver convocar a los sindicatos un congreso en Génova. El Partido Comunista no necesita intervenir en reuniones políticas preparatorias para movilizar a sus adherentes que participan en los sindicatos a hacer todo lo posible por el éxito de este congreso. Sin embargo, para bien clarificar lo que debe ser la plataforma del frente único proletario, hay que aclarar varias cosas, antes de que este logre convertirse en una realidad y una fuerza.

La necesidad del frente único se impone al proletariado expuesto a la ofensiva patronal, en la medida en que este ha sido empujado a constatar que para defenderse, la acción aislada, los movimientos locales o categoriales no bastan. Que esto sea la plataforma inicial de toda acción defensiva eficaz del proletariado, el origen de la iniciativa del Sindicato de ferroviarios basta para probarlo. En efecto, esta organización se ha visto obligada a constatar que, a pesar de su fortaleza, no podía defenderse contra la reacción sin asociar su acción a la de todo el proletariado de otras categorías y profesiones. Por lo tanto, debemos establecer que toda declaración común, de alianza entre las diferentes organizaciones obreras, debe reconocer como una necesidad la fusión de todos los conflictos parciales suscitados por la ofensiva burguesa en una sola acción.

Si los dirigentes de las diversas organizaciones debían acercarse sin ponerse de acuerdo sobre este punto, tendremos una caricatura de frente único y no la unidad proletaria. No se trata de que la C.G.T, la Unión sindical y los ferroviarios actúen de acuerdo a un vago programa destinado a quedarse en el papel, sino que se pongan de acuerdo para desplazar la acción proletaria del ámbito local y categorial al plano de una acción general, nacional e internacional.

El contenido preciso de reivindicaciones a presentar debe ser fijado igualmente. En la proposición de los ferroviarios, hallamos – cosa característica – reivindicaciones ya propuestas por el Comité Sindical comunista y que los comunistas apoyan con todas sus fuerzas, y en primer lugar la de la defensa del salario y de todas las conquistas proletarias. Ningún acuerdo sería posible sin esta base. Inútil recordar que, no obstante, los socialistas y sindicalistas de la C.G.T  habían rechazado esta plataforma.

La proposición de los ferroviarios necesita igualmente que a la reacción se le responda con todos los medios. Tal vez sea demasiado pretender que esta fórmula sea adoptada previo a todo acuerdo, pero hay que subrayar que los socialistas y confederados hacen una incesante campaña en su contra.

Si el empleo de la violencia es un postulado que no conviene proponer como una condición prealable, para no dar así una coartada cómoda a los oportunistas, no obstante se debe establecer claramente, como base de los acuerdos de Génova, que cada partido sea libre de emplear sus medios de acción específicos (el parlamentarismo para los social-demócratas; la acción ilegal para los comunistas), las organizaciones sindicales están de acuerdo con el empleo de las fuerzas sindicales sobre el terreno de la acción de clase. Los sindicatos deben declarar que la aceptación de exigencias burguesas sería su muerte, y que la unica respuesta posible es el empleo de las fuerzas de la organización proletaria en su terreno especifico:  la huelga general. Génova debe desatar la huelga general, pero, como lo proponía la moción de los comunistas en Verona, encargar al Comité proletario de preparar a la clase obrera para emplear este medio de acción capital cuando la situación lo requiera.

El frente único pierde toda su importancia, sin la siguiente plataforma precisa propuesta por los comunistas: unificación de todos los conflictos parciales, defensa integral del modo de vida del proletariado, empleo de la acción sindical directa hasta la huelga general.

En la reunión de partido de la cual habla el comunicado, nada de esto se ha dicho. ¿A qué se comprometen socialistas, republicanos y anarquistas?¿A mantener en los sindicatos una alianza artificial que cada uno interpreta a su manera? Los resultados no podían ser más que estériles, pero hubiese sido distinto... si cada partido hubiera lanzado consignas claras a sus miembros sindicalistas; para esto, ninguna reunión política común, con vistas a un compromiso entre diversos programas irreconciliables, era necesaria.

El Partido Comunista nunca ha pedido nada a los otros movimientos y organizaciones que dicen estar por el frente único; jamás ha pedido una condición prejudicial a su propia representación en el Comité director, pero ha invitado a sus adherentes desde hace tiempo a defender las posiciones fundamentales que son la única base posible del frente único. Los otros partidos políticos... no tienen más que comportarse de esta manera.

No podemos decir que el Partido Comunista, actuando así, quiera imponer su programa y eliminar el de los otros partidos. Bien entendido, no renuncia a este resultado...; pero en lo que concierne a la constitución del frente único proletario, el Partido Comunista no les exige ni utilizar la violencia como medio para abatir el régimen burgués, ni proponer instaurar la dictadura proletaria; hace sólo proposiciones fuera de las cuales el frente único no sería más que una farsa, pero que puede aceptar al mismo tiempo el que se adhiere al programa socialista o libertario.

No se debe confundir el frente único con una alianza de pura forma entre diversos partidos a escala local o nacional, cada uno de ellos con el mismo fin con sus propios medios, tanto así que el órgano constituido en común se serviría de socialistas (hasta de ministros socialistas) en el terreno parlamentario, y de anarquistas para lanzar bombas! Esta no es una unidad, sino un vano juego demagógico. Pero sobre el terreno práctico concretamente definido por el Partido Comunista, puede haber una verdadera unidad de acción proletaria... en la medida en que existan medios y fines a oponer a la ofensiva burguesa que puedan ser aceptados por todos los trabajadores organizados, independientemente de su pertenencia política.

Si la reunión de Génova llega a un convenio de este tipo, se puede contar con las fuerzas el Partido Comunista y de todos sus órganos de propaganda y lucha. Para concluir, pondremos no dos condiciones sino dos cuestiones sobre la organización de la reunión de Génova. La vieja fórmula «sobre el terreno de la lucha de clase» no significa nada. Desde el punto de vista político, es muy dudoso que los jefes de la C.G.T se colocan en terreno semejante; pero desde el punto de vista sindical, debemos reconocer como organización de clase toda unión de trabajadores que tenga finalidades económicas independientemente del color político de sus dirigentes. Por lo tanto, proponemos que todas las organizaciones sindicales que piensan participar sin reservas al frente único sean invitadas a la reunión de Génova.

Solicitamos ademas si es conveniente que los grandes sindicatos sean representados en una asamblea de esta importancia sólo por consejos ejecutivos o directivos mayoritarias, y si no será mejor que todas las fracciones políticas existan en el seno de cada uno de ellos sean representados proporcionalmente. Ello permitiría tener una representación de todas las tendencias del movimiento proletario, sin pasar por una convocatoria de partidos políticos que no va a hacer más que molestar.

Si las minorías comunistas pueden hablar al congreso, lo harán solamente para afirmar que la union del proletariado sólo es posible sobre la base de su programa. Lo harán para plantear los tres puntos arriba establecidos y para pedir que el contenido y el método de acción del frente único sean claramente definidos. Nuestro Partido no podría tener una actitud más simple y franca. Está presto a hacer todo lo posible por que la unidad se realice y porque el proletariado de Italia, frenado muy frecuentemente por jefes incapaces, no lo pague con nuevas y crueles desilusiones »

El juicio del Partido acerca del carácter políticamente equívoco de la alianza se vio confirmado por el comunicado que las organizaciones que habían participado en el Congreso de Génova el 18 y 19 de febrero publicarán al día siguiente, y que revela claramente la heterogeneidad de estas fuerzas reunidas precipitadamente, puesto que al lado de la reivindicación de la huelga general, encontramos la fórmula típicamente social–demócrata de la «restauración de las libertades públicas y del derecho común (!!!)».  En un tono estrictamente defensivo, el comunicado traiciona una preocupación burocrática de limitar la representación proletaria por medio de arreglos en la cumbre, pero presenta también una sustancial novedad, puesto que reconoce la necesidad y la urgencia de una acción común, coordinada y concertada a todos los niveles bajo la dirección de un órgano central dotado de poderes vinculantes para todas las organizaciones miembros.

 

CONSTITUCION DE LA ALIANZA DEL TRABAJO (comunicado del 20–2–1922)

 

« Los representantes de las organizaciones obreras que actúan en el terreno de la lucha de clase (Confederación General del Trabajo, Unión Sindical italiana, Unión Italiana del Trabajo, sindicato de Ferroviarios y Federación Nacional de los Trabajadores Portuarios), consideran que la unión de las fuerzas del trabajo en la lucha contra el capitalismo es una condición esencial para la emancipación del proletariado; considerando que esta unión se impone particularmente en los momentos en que, como hoy, la violencia organizada de las fuerzas reaccionarias se abate ciegamente sobre las organizaciones laborales con el fin de destruirlas, privando así al proletariado de su instrumento de defensa y de conquista;

decide oponer a las fuerzas coaligadas de la reacción la alianza de las fuerzas proletarias, y que tiene por finalidad la restauración de las libertadas publicas y de derecho común, así como la defensa de conquistas de carácter general de la clase obrera tanto en el terreno moral como económico.

«Para alcanzar estos objetivos, los participantes juzgan oportuno proceder a la constitución de un Comité Nacional compuesto por representantes de todas las organizaciones con mandato preciso de asegurar la coordinación y la disciplina de las acciones defensivas de la clase trabajadora.

El comité nacional comenzará su actividad elaborando un programa práctico de acción (sin exclusión de ningún medio de lucha sindical, huelga general comprendida) susceptible de reavivar las energías proletarias y convencerlas de la posibilidad de una restauración del libre ejercicio de sus funciones sindicales y políticas gracias a una acción unida de todas sus fuerzas.

El comité nacional estará compuesto por dos representantes de cada organización miembro – a excepción de la CGT quien designara cinco en razón de su importancia numérica y por la necesidad de darle espacio en el Comité a representaciones categoriales más importantes organizadas en su seno. Estos representantes serán nombrados por sus organizaciones respectivas. Cuando las decisiones hayan sido tomadas en la unanimidad, estas serán acatadas obligatoriamente por todas las organizaciones miembros. Las organizaciones comunicaran los nombres de sus propios representantes al Sindicato Ferroviario... quien fijará la primera reunión del Comité Nacional ».

 

A continuación tenemos el comunicado del Partido Comunista de Italia después de la constitución del organismo sindical unitario:

 

POR LA ALIANZA DEL TRABAJO

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« El Partido Comunista debe hacer inmediatamente declaraciones sobre la constitución reciente en Roma de la «Alianza del Trabajo» entre las organizaciones sindicales italianas.

« El Partido Comunista se siente feliz que este encuentro haya tenido lugar, pero mantiene todas sus observaciones sobre las modalidades y el contenido de la mencionada alianza. Los órganos dirigentes del Partido darán posteriormente otras precisiones a los militantes comunistas y a los obreros que siguen las directivas  del partido a fin de que en el curso de su actividad sindical, defiendan los criterios susceptibles de dar a la unión de las fuerzas proletarias un contenido efectivo de acción decisiva para el contra–ataque proletario contra la ofensiva burguesa y evitar la degeneración de esta acción en un sentido oportunista y colaboracionista.

« Por el momento,  una cosa debemos constatar: si bien las minorías sindicales comunistas de la C.G.T y del Sindicato Ferroviario hayan pedido formalmente a sus centrales sindicales respectivas poder ser representadas al Congreso con el fin de aportar la voz de las vigorosas corrientes sindicales proletarias que siguen sus postulados, este derecho no se les ha sido acordado y es solo por esta razón que la voz de los comunistas no ha podido hacerse oír en la reunión. Este hecho permitirá a los trabajadores juzgar donde están los verdaderos artífices de la unidad proletaria.

« El Consejo Nacional de la Alianza del Trabajo que ya debe estar constituida con las representaciones de las diferentes organizaciones que forman parte, el Comité sindical comunista y el Comité comunista de los Ferroviarios renuevan su demanda de que la representación de cada organismo sea nombrada proporcionalmente con el fin de que allí  estén comprendidos los elementos de las diversas fracciones existentes en los sindicatos. Incluso en caso de que esta demanda sea rechazada, el Partido Comunista garantiza «la disciplina sindical incondicional» de todas las fuerzas involucradas a las decisiones del Comité Nacional de la Alianza del Trabajo, y continuará defendiendo las directivas en favor de un frente único efectivo de acción, manteniendo sus criticas contra todas las tentativas que se alejen de esta... En respuesta a una declaración de la Unión sindical que acusa al Partido Comunista de tener una línea de conducta contradictoria, el C.E. declara que, como toda persona de buena fe puede constatar, el Partido Comunista jamás ha exigido para actuar en favor del frente único que este sea sometido a su dirección; el P.C no exige del frente único ni que se someta a su influencia, ni que acepte tampoco los principios programáticos y tácticos propios a los comunistas. Solamente pide que el frente único sea efectivo y fundado sobre la acción masiva de todo el proletariado, que la defensa del tenor de vida de los obreros cuente entre sus objetivos y que sus medios de acción sean los medios de acción sindicales, incluyendo la huelga general.

Hasta qué punto su campaña precisa ha influido sobre el tenor de los acuerdos de Roma..., el P.C se reserva mostrarlo objetivamente a las masas por medio de una critica independiente, pero esto no cambia nada el hecho de que considera el acuerdo en sí como un paso adelante. El Comité que surja de allí puede contar con la adhesión de las fuerzas comunistas que, ademas de esta tarea, velarán por que el esfuerzo del proletariado no sea utilizado para fines engañosos, y que la acción de clase no termine en colaboración con la burguesía, o que sirva como un elemento de la competencia parlamentaria que se hacen los diversos grupos que pelean por formar el gobierno ».

 

Independientemente de las intenciones de la derecha socialista y de las ventajas que esta esperaba de la nueva situación, la Alianza del Trabajo se había constituido porque el proletariado se encontraba en un crecimiento de su lucha por la existencia y que para este la alternativa era clara: o ceder las armas sin combatir, o combatir a cara descubierta. Es sobre esta constatación que se fundaba la táctica de adhesión «incondicional» del Partido Comunista a la Alianza del Trabajo, se trataba para él de desplegar una intensa actividad entre las masas, en los sindicatos, en los puestos de trabajo para que el proletariado adopte el programa comunista frente a la ofensiva capitalista y que exige de la Alianza una acción frontal contra el enemigo. En la concepción del Partido, «todos los sindicatos locales y de categoría debían comprometerse solemne y efectivamente a apoyarse y defenderse mutuamente contra la ofensiva patronal»; el fin de la lucha debía ser «la defensa de las reivindicaciones correspondientes al derecho del proletariado y sus organizaciones a la existencia, en primer lugar la defensa de los parados y el mantenimiento de todos los acuerdos de trabajo y del nivel de los salario»; en cuanto a su método de acción, este reside para el Partido en la «fusión en una sola acción de todos los conflictos parciales provocados por la ofensiva burguesa».

Puesto en condición de inferioridad formal por los órganos dirigentes de la Alianza, la red sindical del Partido puso todos sus esfuerzos en los comités locales más cercanos a las masas... por lo tanto, más susceptibles de hacer presión sobre las instancias superiores y sobre todo de aportar núcleos decididos a la lucha física y armada contra los fascistas. Siendo el resultado de la correlación de fuerzas y no de una decisión del Partido, esta posición no respondía a una idealización de la... democracia local y, durante la acción centralmente coordinada y dirigida por el Partido, la misma debía permitir orientar a las masas cuando ocurriesen conferencias periódicas de la Alianza o, sobre todo, cuando estallasen manifestaciones y huelgas.

Subrayar esta acción sindical del Partido no es salir de nuestro objeto que es la lucha contra el fascismo. En efecto, al mismo tiempo que persigue metódicamente su tarea de organización – en particular, sobre el plan militar –, el Partido tendía a apoyarse sobre las diversos órganos sindicales (Bolsas de Trabajo, comités de alianza, comités de huelga, consejos de ligas campesinas, etc..) todos órganos de la defensa del proletariado sobre el terreno de la lucha física. Las dos acciones se desarrollaban vinculadas una con la otra, conforme al doble criterio de la autonomía de Partido y de su relación con la lucha de masas. Esto prueba el «realismo» de clase del Partido y es importante señalarlo en razón de la incomprensión de la Internacional, debido al hecho de que mientras apoya totalmente a la Alianza del Trabajo, siempre tuvo el cuidado de guardar sus «distancias» en el plano político.

 

En el congreso de Roma que se tuvo a finales de abril, el Partido vota una moción sobre los «criterios prácticos para la aplicación de las tesis sindicales», de las cuales reproducimos varios puntos:

 

« 1.-Es necesario que el Partido y sus órganos centrales y periféricos velen muy especialmente porque se cumplan las tareas sindicales destinadas a los comunistas, debido principalmente a la importancia de la acción sindical como terreno de realización del frente único.

« 2.-El Comité Central sindical deberá iniciar una campaña nacional por que los estatutos de las Bolsas de Trabajo sean modificados de tal manera que los órganos responsables del movimiento sean elegidos por sufragio universal y dirigidos por sus propios miembros según el sistema por mayoría; que las elecciones sean precedidas siempre de un periodo suficiente de discusiones preparatorias.

« 3.-Oímos decir que las insuficiencias del «frente único» podrán ser corregidas con la creacion de Comités locales que, una vez superada la situación actual, deberán ser elegidos directamente por las masas organizadas y podrán así realizar de manera concreta y eficaz la fusión de las fuerzas de las clases laboriosas.

« 4.-El Comité Central sindical deberá proponer a los Comités locales de la «Alianza del Trabajo»  oportunas formas de consulta, de toda la masa trabajadora de cada localidad, así como todo el personal de cada fábrica por intermedio de las comisiones internas concernientes.

« 5.-En la perspectiva de que la «Alianza del Trabajo» sirva al menos a crear la unidad organizativa del sindicato en Italia, es conveniente esperar el desarrollo sucesivo de los organismos adherentes para decidir la salida de los comunistas de las organizaciones no confederales.

« 6.-El Comité Central sindical deberá organizar encuestas comunistas en el seno de los sindicatos y Bolsas del Trabajo, para pedir la convocatoria de las masas organizadas a fin de que se pronuncien sobre la actitud de los dirigentes confederales que se han erigido en intérpretes de todos los trabajadores sindicalizados al tomar posiciones políticas que la mayoría de sus adherentes jamás les han autorizado tomar.

« 7.-Los comunistas que dirigen las organizaciones o que constituyen la mayoria de las Comisiones internas deben convocar frecuentemente a los obreros organizados, en cada lugar donde sea posible, y explicarles la situación real y las actitudes a tomar; justamente por estar convencidos de sus límites, estos no deben emprender ninguna acción parcial sin antes haber consultado a las masas interesadas y sin haberles mostrado de forma precisa los limites de esta acción, sin que esto pueda servir jamas de pretexto para sustraerse de la lucha.

« 8.-El Comité Central sindical debe lanzar una campaña a fin de que las Bolsas del Trabajo conserven la autonomía necesaria que permita una efectiva asistencia a los movimientos locales. Señala que esto no es contrario a la disciplina y a la coordinación de la acción, y representa incluso su propia base, ni una ni otra son concebibles si la estructura confederal no responde a las exigencias prácticas y vitales del movimiento sindical.

« 9­.-Para uso de sus miembros, el Congreso del Partido subraya la urgencia de tomar la iniciativa de la defensa y asistencia a los parados, no sin antes proponerles que continúen participando de la vida organizativa; el Comité Central comunista debe desarrollar una enérgica acción para lograr que los parados, que por el hecho de haber perdido sus puestos de trabajo se encuentren fuera de la organización, guarden su carta sindical y todos sus derechos sindicales ».

 

Se trataba, como vemos, de una táctica de iniciativa y ofensiva que, apoyándose sobre los órganos locales tradicionales de los sindicatos e impregnándolos del espíritu combativo del Partido, tendía a convertirse en murallas de defensa proletaria, además de transformarse en puntos de apoyo para la lucha contra las direcciones burocratizadas y esclerotizadas y contra sus maniobras no menos oscuras.

El 20 de mayo, mientras se reabría la serie de grandes huelgas de la metalurgia en toda la Italia del Norte, el comité central sindical del partido dictaminaba las siguientes directivas:

 

POR EL FORTALECIMIENTO DE LA ALIANZA DEL TRABAJO (El sindicato rojo, 20–5–22).

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« El Comité sindical comunista y los comités nacionales profesionales comunistas constatan:

« 1.-La ofensiva económica del patronato se ha reanudado en estos últimos tiempos y amenaza las posiciones sobre las cuales debían replegarse las fuerzas del proletariado batidas por las fuerzas de la reacción.

« El temor a una contra–ofensiva de la clase obrera y campesina empuja a los capitalistas a librar la batalla al proletariado organizado para ponerlo en condiciones tales que no pueda levantarse durante mucho tiempo.

« 2.-El desempleo se desarrolla de manera inquietante. Los lapsos acordados por el gobierno para el otorgamiento de subsidios mezquinos a los parados han sido superados y el éxito de las demandas para su prolongación no están aseguradas de ninguna manera. Las masas obreras que por la crisis han sido empujadas a organizarse en los «sindicatos económicos» aplican los métodos de la acción de clase contra el patronato y el Estado.

« 3.-La ofensiva económica del capitalismo se acompaña de una reincidencia sangrienta de la reacción estatal. Entre las fuerzas de la reacción y los proletarios, se producen a diario choques sangrientos  y se adueñan de vastas regiones y controlan a miles y miles de trabajadores.

El gobierno que conoce el punto de vista de los jefes confederales y la triste situación de los sindicatos, se aprovecha para golpear a los huelguistas de los servicios públicos sin provocar ninguna defensa real contra esta política de reacción.

« 5.En la situación trágica en que se encuentran las masas obreras, es claro que la promesa de la C.G.T que pretende que la encuesta sobre la industria frenaría la disminución de los salarios.... no es más que una impostura, tal como los comunistas lo habían previsto. La hipócrita maniobra de los reformistas no ha servido sino para retardar las luchas obreras contra los patronos; estas tienden a estallar con más virulencia, pero la resistencia de las masas trabajadoras se ha vuelto más difícil.

« 6.Pese a ello, pese a más de dieciocho meses de reacción armada, pese a las derrotas sufridas, se constata en todas las categorías una tendencia a entrar en lucha por la defensa de los derechos morales y económicos de los trabajadores. La razón de este despertar se encuentra primero en la unión de todas las grandes organizaciones favorecida por la Alianza del Trabajo, primera tentativa imperfecta todavía de frente único de las masas obreras organizadas.

« 7.-El Partido Comunista debe revelar que la tentativa que ha llevado a la constitucional de la Alianza del Trabajo debe ser mejorada y ampliada. La misma no ha tenido lugar en todas las ciudades donde existían organizaciones que lo hubieran permitido. Las grandes organizaciones sindicales no verifican si sus órganos periféricos respetan las disposiciones de los Comités ejecutivos sindicales nacionales. Para que el frente único sea verdaderamente solido, es preciso que en cada ciudad se formen comités locales de la Alianza del Trabajo elegidos directamente por los sindicalizados. Las secciones locales de la Alianza deben ser convocadas en Congreso nacional, este último será el  único que podrá designar una representación proporcional a cada fracción política que participa en la dirección del sindicato.  

« 8. Dada la situación social y política critica de Italia y tomando en cuenta la tendencia al contra–ataque que las masas proletarias han manifestado en diferentes ocasiones la Alianza del Trabajo tiene el deber de cumplir la tarea para la cual ha sido encomendada.

En este momento, la alianza no explota el impulso que ha recibido de las masas en razón de la cual ninguna defección podría quedar impune, cualesquiera sean la organización o el jefe de los culpables.

Los comunistas reafirman la necesidad y la urgencia de plantear ciertas reivindicaciones, tarea inmediata de la Alianza, y precisamente:

 

a)-OCHO HORAS DE TRABAJO PARA TODOS LOS TRABAJADORES;

b)-TERMINAR CON LA DISMINUCION DE SALARIO, PARA QUE EL PROLETARIADO NO RETROCEDA EN SUS CONQUISTAS Y NO CAIGA EN EL HAMBRE Y PORQUE SEA POSIBLE RECONQUISTAR EL TERRENO PERDIDO.

c)-RESTABLECIMIENTO Y RESPETO DE LOS ACUERDOS Y RENTA DE ALQUILERES;

d)-DEFENSA DE LA ORGANIZACIÓN.

e)-SEGURIDAD PARA LOS PARADOS, SU EXISTENCIA Y SUS FAMILIAS, SUS CARGAS DEBERAN SER SOPORTADAS POR LA CLASE PATRONAL Y SU ESTADO.

 

«9.-La necesidad de iniciar lo más rápido posible la lucha, partiendo de los puntos arriba mencionados, confirma con precisión matemática las previsiones comunistas, además de la urgencia de obtener un plebiscito para desatar una huelga general nacional inmediata de todas las categorías por la Central de la alianza del Trabajo, en base a la plataforma defensiva arriba indicada, huelga general nacional a organizar no sin antes una preparación adecuada, como único medio de defensa de las condiciones elementales de vida de la clase obrera, y que el Comité Central Sindical Comunista y los Comités nacionales profesionales comunistas proponen oficialmente al Comité Central de la Alianza Del Trabajo»

 

La reivindicación era de dramática urgencia. En efecto, después de meses de estancamiento aparente pero de preparación efectiva, las bandas negras volvían vigorosamente al ataque. EL 12 de mayo, ocupan Ferrare durante dos días; el 20 acampan en Rovigo; entre el 27 y el 1° de junio, se apoderan prácticamente de Boloña, y no la dejarán sino después de la firma de una... tregua con el prefecto y habiendo obtenido la suspensión de un decreto que prohíba el desplazamiento de mano de obra (en realidad fascistas disfrazados de esquiroles) de una provincia a otra. El 24, en Roma, durante el aniversario de la entrada de Italia en guerra estallan violentos conflictos entre milicianos y obreros, sobre todo en el barrio popular de San Lorenzo: la Alianza proclama inmediatamente la huelga general, pero fue suspendida el 26 a raíz de la intervención del gobierno; una vez más, la fragilidad de la coalición sobre la cual la Alianza fue fundada, y la ausencia de un plan orgánico de acción, salta a los ojos.

Desde el 24, el Comité Nacional Comunista de la Federación de Metalúrgicos cuya sede estaba en Milán lanzaría el manifiesto siguiente:

 

¡A los camaradas comunistas de la metalurgia!

 

« En casi todas las regiones de Italia, los metalúrgicos están a punto de entrar en lucha como consecuencia de las nuevas tentativas de los industriales por agravar las condiciones económicas de la masa trabajadora y por debilitar la fuerza de la organización. Para permitir a los camaradas llevar a todas partes una acción común y coordinada, reproducimos a continuación el orden del día votado por el Congreso de las secciones de metalúrgicos del Piemonte, justamente el que formula la posición comunista en la materia:

« La conferencia de los metalúrgicos, tomando en cuenta el hecho de que la acción desplegada en el dominio económico por la organización de metales y sus adherentes siempre ha determinado nuevas condiciones de existencia y de trabajo para muchas otras categorías obreras,

que aún actualmente la situación de estas categorías está íntimamente ligada a los cambios de orden económico y moral que pueden producirse en los metalúrgicos para que esto repercutiera inmediatamente sobre estas,

que las repetidas ofensivas patronales de estos últimos meses, aunque de carácter esporádico y momentáneas, responden a un plan preciso y bien coordinado de la organización de los industriales que tiende a hacer soportar sobre la clase obrera el peso de la crisis actual,

que frente a esta situación, cualquier acción defensiva obrera será ineficaz y agotará su combatividad si se deja a iniciativas aisladas...

que la finalidad de la organización escaparía a las masas si no logra reunir, coordinar y disciplinar las fuerzas vivas del proletariado, función especifica... que no puede ni debe ser desvirtuada con una política de repliegues y compromisos,

que es en razón de todas estas consideraciones, y en particular para revalorizar la organización misma, que la Alianza del Trabajo ha sido constituida y que debe representar una unión cada vez más estrecha con las masas por la defensa contra los ataques del capital y por la emancipación proletaria,

rechaza toda proposición de reducción de salario y sostiene que se debe convocar un congreso nacional de la Metalurgia para dar a la lucha una dirección única,

invita al CC de la FIOM y los comités locales de la Alianza del Trabajo a hacer presión sobre el Comité de la Alianza mismo para que esta tome rápida y seriamente la iniciativa de una acción general y simultánea de todo el proletariado.

Que los camaradas actúen en consecuencia y que frente a situaciones nuevas se entiendan directamente con este comité antes de tomar decisiones en nombre del Partido Comunista.»

 

Los sucesos de Boloña y de Roma hicieron todavía más urgente el llamado del partido. En esta ocasión el manifiesto lanzado da un buen ejemplo de la forma en que comprendemos la lucha contra los patronos en general y los fascistas en particular, y con ella, ligándose a las masas en lucha, el Partido volvía a estrechar sus filas y adquirir la capacidad de dirigir la guerra de clase en su fase más aguda:

 

¡ PROLETARIOS !  ¡ORGANIZAD EL FRENTE ÚNICO Y LA ACCIÓN GENERAL PARA LA DEFENSA Y EL CONTRA-ATAQUE CONTRA EL ENEMIGO COMÚN !

¡ Trabajadores, obreros y campesinos de Italia !

 

Vuestras posiciones y las organizaciones que vuestra tenacidad y resistencia ha mantenido en pie gracias a meses de lucha confusa y desesperada están siendo atacadas por la reacción con una violencia redoblada.

Los obreros de Boloña, los granjeros y obreros agrícolas de su región son una vez más los primeros en resistir el ataque del adversario. Quieren destruir las organizaciones que han creado y duramente defendido, quieren borrar hasta el recuerdo de las conquistas y derechos del proletariado.

Los cachiporrazos, heridas, asesinatos, incendios, saqueos, el terror se propaga por provincias enteras; tales son las armas empleadas contra el desgraciado y heroico proletariado boloñés.

Pero de Boloña, la oleada de la guerra anti–proletaria abierta se prepara para invadir otras provincias. Se quiere hacer caer una a una todas las posiciones que resisten todavía y que representan para ustedes una posibilidad y una esperanza de contra–ataque.

Entre tanto los industriales lanzan el ataque contra los metalúrgicos para, una vez más, someterlos a su voluntad, imaginándose poder anular los acuerdos y pactos que garantizaban las conquistas de las otras categorías obreras una vez que hayan aplastado la vanguardia de los metalúrgicos.

 

¡ Obreros y campesinos !

 

¡Sus camaradas, sus hermanos de Boloña, piden su ayuda! Ustedes saben que la lucha de Boloña concierne a todos. Hay que detener desde el comienzo la ofensiva del enemigo común, organizar una acción general en su contra, llamando en su ayuda a todas las categorías del proletariado de Italia. No se debe permitir que el enemigo desmantele una a una las posiciones defensivas del proletariado, mientras que las masas obreras asisten al espectáculo con rabia impotente e inútil.

Seréis más fuerte aún si, a la ofensiva de los grupos armados e industriales, sabeis oponer vuestras fuerzas unidas y organizadas como un solo hombre en un frente único de contraataque proletario.

¡El frente único de defensa y contraataque debe convertirse en realidad!

Esto es lo que se debe exigir a los jefes de las organizaciones sindicales en las cuales se reunen todas las fuerzas de la clase trabajadora; es esto lo que deben exigir a la Alianza, constituida precisamente con el fin de preparar y dirigir la lucha por la defensa y la revancha.

El enemigo concentra todas sus fuerzas sobre un punto del frente proletario para hundirlo y aplastar todo el resto del ejército proletario:  es preciso, pues, responder con una acción general.

Las vacilaciones, las dudas, las maniobras dilatorias de tipo parlamentario no favorecen sino al enemigo. El enemigo sólo puede ser frenado lanzando en su contra todo el peso de la masa obrera decidida a la lucha.

 

¡ Trabajadores, Obreros y Campesinos de Italia !

 

Hagan sentir a los organismos dirigentes que esta es su voluntad. En sus asambleas, en sus reuniones, en sus mítines pongan a los jefes frente a sus responsabilidades y exijan que la Alianza cumpla con su misión.

No permitan que, una vez más, el ataque enemigo se desarrolle gracias a la inercia y dispersión de sus filas. Firmen entre ustedes un nuevo pacto de alianza para la lucha suprema; hagan que surja de la base, de todas sus voluntades y energías, y se imponga irresistiblemente, el frente único.

Estas consignas se las da el P.C de Italia quien se encuentra preparado para luchar en primera fila entre ustedes con todas sus fuerzas.

¡ Viva la solidaridad con el proletariado boloñés y con los metalurgicos, vanguardia de todos los obreros y campesinos de Italia !

¡ Viva la acción general por el contraataque del proletariado de los campos y fábricas !

¡ Viva el frente único de acción y de lucha de toda la clase trabajadora !

 

El Comité Ejecutivo del Partido Comunista de Italia.

 

INCONSISTENCIA Y TRAICIÓN SOCIALISTAS

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Debemos volver un poco hacia atrás para comprender cómo durante estos agitados meses los socialistas se disponen a traicionar al proletariado de la manera más innoble.

Hemos visto cómo, después del fracaso de las tentativas por constituir un gobierno de izquierda, el 23 de febrero (el «gobierno mejor» de los socialistas), el giolitiano [partidario de Giolitti, NdR] Facta llegaba al poder. Absteniéndose de votar, el grupo socialista ha hecho posible la nueva experiencia de «gobierno liberal», al arrojar por la borda su famosa «intransigencia». El partido socialista está obligado a luchar en dos frentes; frenando por un lado las veleidades de colaboración abierta de su ala derecha y esforzándose por el otro de calmar la cólera de elementos de base que siente todo lo que tiene de vergonzoso la maniobra de «apoyo condicional» a un ministerio burgués en ejercicio, que proclama por la lucha por el «frente único proletario» por medio de la Alianza del Trabajo. Un comunicado incómodo de la dirección sobre la «táctica parlamentaria» se esfuerza por responder tanto a las críticas de derecha como a las de izquierda, dando en sustancia, una vez más, el aval de la dirección del PSI al colaboracionismo confederal y turatiano. Vale la pena publicar la eterna vergüenza del maximalismo:

«Algunos camaradas y secciones critican la experiencia vivida en la Cámara durante la ultima crisis ministerial, la declaran fallida y la desaprueban después de los hechos, por razónes opuestas, pero igualmente abstractas y superficiales.

 

Unos juzgan ilegítima y abusiva la autorización que ha permitido al grupo parlamentario de jugar un rol en la crisis no votando con los reaccionarios para hacer obstáculo a la formación de un gobierno decidido a restablecer las libertades constitucionales, los derechos conquistados por los trabajadores y la política de paz. Actuando así, olvidan tomar en cuenta las condiciones particulares en las que se encuentran el partido y las organizaciones obreras, las condiciones generales del momento histórico que vivimos y pone a la clase obrera en una posición puramente defensiva. Olvidan igualmente que, sin empujar al Partido a renunciar a su programa ni modificar la línea definida por el Congreso, la Dirección tenía el deber de responder a las repetidas invitaciones de las regiones martirizadas (por la ofensiva fascista) y de probarles que el partido no había desdeñado ningún medio para venir en su ayuda... cosa que el Congreso de Milán había admitido excepcionalmente.

Otros dicen que la experiencia ha fracasado por una razón distinta, a saber que habríamos dejado muy poca libertad al grupo parlamentario. Invitan a la dirección a pasar por encima de las decisiones de los congresos como si un nuevo congreso (que se guardan bien de reclamar) no fuera el único habilitado para autorizarlo. No quieren considerar ni el hecho de que nada prueba que el apoyo al grupo parlamentario hubiese asegurado el éxito de un gobierno más liberal en lugar de precipitar su caída, ni la absurdidad de apoyar duraderamente un gobierno que exprese la mayoría parlamentaria actual sin decidirse a compartir con este las responsabilidades del poder, ni el hecho que semejante actitud del partido conduciría inevitablemente allí donde la burguesía deseaba empujarla, es decir, a asumir las funciones de un partido democrático... abandonando su propia función y sus propios fines socialistas (!!).

A unos y otros, respondemos que la experiencia ha fracasado únicamente en el sentido en que no hubo «gobierno mejor», pero que ha dado todos los resultados que debía y podía dar en las condiciones en que se encuentran actualmente el parlamento y el país. En efecto, ha constreñido (!!) a los partidos burgueses a afirmar la necesidad moral (!!) y política de un gobierno liberal, y también, ha profundizado la crisis parlamentaria de la burguesía poniéndola frente a sus contradicciones, probando que no podía ni debía ya realizar estos valores que, no obstante, está obligada a reconocer como históricamente necesarios y urgentes. El partido ha cumplido así con su sola función verdaderamente útil y posible políticamente en las circunstancias presentes ».

Habiendo puesto de esta manera en paz... su consciencia moral, la Dirección llama al orden al grupo parlamentario; pero el 1° de junio (después de los sucesos arriba mencionados y el fortalecimiento de la Alianza bajo la presión comunista), este último vuelva a la carga: la abstención, la «neutralidad condescendiente» no le basta ya; desea un gobierno por el que pueda votar sin decirlo, desea (y esta será la clave de las consecuencias posteriores) un gobierno en que los socialistas sean representados. El orden del día Ziradini, votado por mayoría, proclama en efecto:

« El grupo parlamentario socialista recuerda su deseo de desarrollar su acción parlamentaria para defender las libertades y las organizaciones proletarias; votará por todo gobierno que garantice la restauración de las leyes y la libertad ».

Dominado por la derecha, el grupo parlamentario al menos tiene el mérito de ser coherente, mientras que la dirección es la contradicción encarnada. El 4 de junio, se reúne el Consejo nacional del partido que condena abiertamente al grupo parlamentario y publica una enésima proclama de «intransigencia»; pero el 14, el Grupo se reúne de nuevo, y

« confirma la orientación ya aprobada [la suya, se sobrentiende, NdR], decide asumir hasta el Congreso nacional [que no tendrá lugar sino en octubre, NdR] la responsabilidad de la actitud que imponen las circunstancias ».

Prácticamente arreglará sus relaciones con el gobierno

« exclusivamente en función de las necesidades de defensa (!!) del proletariado... e invita a los trabajadores italianos a sostener su acción, con la certeza de no haber olvidado nada, ni haber hecho nada que no sea en el interés de la clase trabajadora ».

Como se ve, no solamente el grupo parlamentario socialista se rebela abiertamente contra la dirección que se resigna a esto, sino que llama por encima de su autoridad «a los trabajadores italianos» a sostenerlo. ¡Este es el partido con el que el Ejecutivo de febrero–marzo de la Internacional demandaba a los comunistas hacer un frente único político!

En lugar de la «restauración de las libertades constitucionales», se obtuvo, como hemos visto más arriba, la nueva «escalada» fascista del bajo valle del Po. En Roma, Venecia, Vercelli, Boloña, Florencia, Alejandría, los tribunales absolvían a los camisas negras acusados de asesinatos premeditados – y condenaban como delincuentes comunes a los proletarios que se defendían.

Es así como comienza un nuevo y decisivo «mes de la vergüenza». El 3 de julio, los fascistas ocupan Andira en las Puillas; el 12, Viterbo en el Latium; entre el 12 y el 17, Cremona en Baja Lombardía y Tolentino en las Marchas. Desde el comienzo del mes, los metalúrgicos se declaran de nuevo en huelga; la C.G.T obliga a reunir de urgencia un Congreso nacional que se tiene del 3 al 5 de julio en Génova. Sus intenciones son claras: liquidar la huelga lo mejor posible y favorecer la solución gubernamental que el grupo parlamentario propone desde hace un tiempo, en perfecto acuerdo con los esquiroles sindicales. Los comunistas deben desenmascarar la maniobra; para ellos, la huelga de los metalúrgicos debe ser el punto de partida de una acción general que desemboque en una huelga de todas las categorías, que se desencadene al calor de los choques más violentos con los camisas negras, vinculando las reivindicaciones económicas a todo un plan de contraofensiva proletaria en todos los frentes. En este espíritu, el Comité sindical comunista, el 22 de junio, publicaba una moción que debía ser presentada en la reunión de Florencia y que, observando por un lado, el agravamiento de la ofensiva económica del patronato y de otro, la voluntad manifestada por los obreros de oponer el frente único del proletariado al frente único de la clase capitalista, aspiración de la cual había nacido la Alianza del Trabajo, invitaba al Consejo nacional de la C.G.T a «condenar toda acción que no tome en cuenta esta situación general que surge de la táctica que busca encerrar la defensa de la clase trabajadora en los límites de los acuerdos parlamentarios con grupos políticos burgueses, ignorando así las fuerzas reales encuadradas en las organizaciones obreras y campesinas y desdeñando la política de lucha de clase». La moción condenaba tanto «la inercia y la pasividad... que no hacen sino inmovilizar al proletariado en la espera paciente del fin de la borrasca reaccionaria» en cuyo caso «el período actual sólo podría terminarse con la rendición de los trabajadores ante la voluntad de la clase patronal entonces dueña de su vida y su porvenir». En conclusión, la moción invitaba al Consejo nacional de la C.G.T a afirmar que «la reactivación proletaria actual debe apuntar a la preparación inmediata de una acción general» y, una vez más, proponía como plataforma las seis reivindicaciones que el lector encontrará más arriba en este artículo «Por el fortalecimiento de la Alianza del Trabajo» del «Sindicato Rojo» del 20 de mayo de 1922.

Sin embargo, en la reunión de Florencia, es la siguiente moción confederal la que se impone por 537.351 votos:

 

MOCIÓN CONFEDERAL

 

« El consejo nacional de la C.G.T aprueba el informe moral de su Consejo director. Examinando la situación de las organizaciones proletarias violentadas en su libertad de movimiento y de asociación por la reacción legal e ilegal creciente, declara aprobar plenamente las directivas aplicadas por el Comité director confederal luego del orden del dia Ziradini votado en enero pasado y que invitaba a la Dirección del Partido a dar al grupo parlamentario socialista la posibilidad de apoyar todo gobierno que garantice la restauración de las libertades elementales y la realización de un programa que contenga las reivindicaciones del programa inmediato del proletariado.

El C.N afirma su voluntad de mantener el pacto de alianza y expresa una vez más el deseo que el partido socialista comprenda la gravedad del momento por el que el proletariado atraviesa y presta oídos a los ruegos de la clase trabajadora que, al mismo tiempo que se prepara a actuar en el país para defender su existencia, espera que el Congreso del PSI permita que el Grupo parlamentario emprenda una acción que, vinculada a la de las masas, sirva para valorizar la acción del movimiento sindical ».

A continuación, la moción comunista que suscita la mayor parte de las adhesiones con 249.519 votos:

 

MOCIÓN COMUNISTA

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« Considerando que la orientación seguida por los dirigentes confederales frente a la ofensiva patronal y que consiste en la táctica del «caso por caso», en la no–resistencia a la reacción y el fraude de la Comisión de encuesta de las industrias, así como su hábil desvalorización de la Alianza del Trabajo, han paralizado la acción de defensa y contraataque del proletariado;

Considerando igualmente que, en el plano internacional, los dirigentes confederales, que lograron arrancar a los obreros su adhesión a Amsterdam, bajo el pretexto de que ellos realizarían allí un trabajo de crítica, se han hecho solidarios de la política contrarrevolucionaria de la Internacional amarilla;

El Comité Nacional sindical comunista considera la orientación de los dirigentes confederales como contrario a los principios y exigencias de la lucha de clase y la condena.

Juzgando que la obra de la Internacional sindical de Amsterdam está contra los intereses e ideales del proletariado y tiene el carácter de una complicidad con la política reaccionaria de la burguesía mundial y con los esfuerzos que hace para reconstituir su régimen profundamente minado por la crisis;

el Comité saluda a la gloriosa República revolucionaria del proletariado ruso en lucha contra los múltiples ataque de la reacción mundial y decide consultar a las masas organizadas por instrumento de un congreso confederal inmediato sobre una proposición de ruptura con la Internacional sindical de Amsterdam y de adhesión a la Internacional sindical roja de Moscú.

Afirmando que los vínculos entre sindicatos y partidos políticos se establecen en la medida en que estos últimos logren crear una red de organización de sus adherentes dentro de los primeros, comprometiéndose a seguir las directivas conformes al programa de su Partido;

Juzgando que el pacto de alianza actual entre el Partido socialista y la CGT crea una situación ambigua en el seno de la más importante organización de clase del proletariado italiano y si continuamos respetándola, la Confederación se ligará a una orientación susceptible de oscilar ya de manera imprevisible en los sentidos más diversos y que puede entrar en contradicción con la que será adoptada por la mayoría del presente Consejo confederal, el Comité sindical nacional comunista denuncia el pacto de alianza entre la CGT y el PSI.

Considerando, por último, que la ofensiva patronal y reaccionaria constituye en todas sus manifestaciones económicas y políticas la realización de un plan de liquidación del movimiento proletario en el que la burguesía ve la única salida posible a la actual situación y el único medio para consolidar su dominación económica y política;

Que la situación en Italia se caracteriza por una crisis profunda de las instituciones capitalistas a pesar de toda la violencia del contraataque por medio del cual tratan de defenderse, y por los esfuerzos del proletariado para salir de la intolerable situación en la que ha sido sumido por la reducción de los salarios, el paro, la violencia fascista y todas las otras formas de vejación y persecuciones que toma la política de clase de la burguesía y el Estado;

Reteniendo que la proposición de emplear la fuerza política de las organizaciones proletarias sobre el terreno de las componendas parlamentarias y por la constitución de un gobierno con compromisos entre ciertas fracciones políticas burguesas y los representantes del proletariado que suponemos capaz de restaurar los derechos elementales de las masas, constituye una ilusión y un engaño y que no podrá tener, como resultado, sino el desarme del proletariado y una infalible y trágica desilusión a favor exclusivo de las fuerzas conservadoras;

El Comité nacional sindical comunista declara que frente a la perspectiva desastrosa de triunfo del plan burgués y del aplastamiento de todo movimiento y toda organización de clase del proletariado no existe otra salida que la formación y empleo de todas las fuerzas proletarias sobre el terreno de la acción común que, pasando de la táctica insuficiente de acciones aisladas a la de una lucha general, una todos los conflictos provocados por la ofensiva patronal ».

 

Después de haber planteado una vez más las reivindicaciones más arriba mencionadas en el comunicado «Por el fortalecimiento de la Alianza del Trabajo», la moción comunista concluía:

 

« El valor y alcance de esta lucha consiste en transferir a las organizaciones proletarias toda su capacidad de acción dándoles una plataforma unitaria, y en empujar a las clases laboriosas a redoblar su preparación y eficacia revolucionarias en el plano moral y material en víspera de luchas y conquistas supremas y, por lo tanto, a practicar una política revolucionaria de clase, remplazando la colaboración legalitaria engañosa con la lucha directa por las reivindicaciones obreras y campesinas y contra las bandas reaccionarias.

Esto es, el C.N juzga que la acción debe ser proclamada y dirigida por la Alianza del Trabajo, y desea que todos los partidos y grupos políticos obtengan de sus miembros la adhesión a sus iniciativas, así como la necesaria disciplina; la lucha debe responder a la situación creada por un momento crucial de la ofensiva burguesa como hoy es el caso con la lucha nacional de obreros y metalúrgicos;

Decide que el C.N convoque inmediatamente a la Alianza del Trabajo en el plazo más breve posible en el curso del presente Consejo, y que proponga el desencadenamiento de la huelga general nacional de todas las categorías con el carácter arriba definido;

Por último que pase a la denominación de una Delegación confederal en la Alianza del Trabajo representando a la proporcional las tendencias que se han manifestado en esta conferencia ».

 

Inmediatamente después del Consejo federal de Génova, el Partido Comunista, en una declaración publicada por el «Sindicato Rojo», mostraba la fuerza de nuestra corriente en el seno de la C.G.T, pero añadía las siguientes observaciones:

 

«La situación creada en el seno del Consejo confederal es ambigua porque se ha querido presentar la táctica parlamentaria de un partido hoy descrito como un problema central, mientras que, segun nosotros, comunistas, la denuncia del pacto de alianza entre confederación y partido socialista, es lo más importante. Paralelamente se han subestimado en forma voluntaria los problemas concernientes a la incorporacion de las fuerzas sindicales a la lucha general del proletariado...

Los comunistas han hecho su deber sosteniendo que una acción general para defender a todo el proletariado y a los huelguistas de la metalurgia era necesaria. El Partido Comunista denuncia el comportamiento de todas las fracciones adversas quien (a excepción de los partidarios de la Tercera Internacional y anarquistas) son cómplices del sabotaje de la proposición varias veces presentada por este en favor de la lucha general y por el fortalecimiento de la Alianza del Trabajo, y que han olvidado la gravedad de la situación en la cual se encuentra todo el proletariado italiano. Puesto que se ha decidido convocar un Congreso de la C.G.T  [este no tuvo lugar, NdR], los comunistas deben prepararse hoy más que nunca a la lucha por reforzarse en el seno de  esta. Deberán preparar una propaganda con nuestras orientaciones que se resumen en los siguientes puntos: 1) desconfianza con respecto a los dirigentes confederados; 2) ruptura con Amsterdam y adhesión a Moscú; 3) denuncia del pacto de alianza de la C.G.T con el P.S.I; 4) unidad organizativa sindical en Italia; 5) reprobación de la política colaboracionista; 6) frente único del proletariado por la acción general contra la reacción; 7) lucha contra el fascismo y reivindicación del gobierno obrero (1).

«Esta campaña no posee un valor que se limita a la perspectiva de un congreso, constituye el desarrollo natural de la organización y acción de nuestro partido que debe continuar sin interrupción hacia sus objetivos revolucionarios alentando, encuadrando y empujando a la lucha las capas más amplias del proletariado».

 

Para esa misma ocasión, el partido lanza un manifiesto en el cual, luego de haber examinado el desarrollo de las luchas obreras, notaba que la Alianza del Trabajo obstaculizaba la unificación indispensable de los conflictos y fuerzas del proletariado en lucha debido a la indecisión, traición y sabotaje de ciertos jefes sindicales. En otros casos, renunciaba al programa reivindicativo aceptando reducciones de salario, capitulando en las huelgas, poniendo término a la agitación. A pesar de la alta combatividad de las masas, la Alianza del Trabajo permanecía

«inerte y pasiva; además de no tomar iniciativas de lucha, tampoco ha dicho claramente estar lista para hacerlo, ni ha demostrado querer prepararla. Por último, en su llamado al proletariado, el partido denunciaba públicamente la táctica criminal de los jefes sindicales inspirados por el P.S.I...

«A la proposición y a la campaña de los comunistas se opone el trabajo insidioso de los jefes que rebajan la preparación de la lucha directa contra la burguesía y les proponen como salida a la trágica situación de hoy la colaboración parlamentaria y gubernamental con una parte de la burguesía. Por un lado, han... sostenido y siguen sosteniendo la táctica del «caso por caso», de la renuncia y de dar marcha atrás frente a las exigencias de los capitalistas quienes fomentan esa táctica. Por otro lado, ante la violencia fascista, han hecho una propaganda que incita a los trabajadores acosados, ultrajados, a no responder; tendiendo a hacer creer que es posible ponerle término al régimen esclavista (del Capital) ... mediante una maniobra puramente parlamentaria... con miras a la constitución de un ministerio que use las fuerzas policiales legales para reprimir al fascismo. Quieren imponer esta táctica a las grandes organizaciones de clase del proletariado y disuadirlos de luchar contra el patronato, único medio para defender su vida... El Partido Comunista denuncia la traición que constituye semejante táctica».

 

Esta denuncia estaba más que justificada. El Consejo nacional de la C.G.T apenas había tomado la decisión de proclamar la huelga general en solidaridad con los huelguistas de la metalurgia lombarda y piemontesa y de confiar la dirección a un Comité que, el 10 de julio, después de negociaciones entre los jefes de la FIOM y el patronato con mediación del gobierno y los dirigentes metalúrgicos, cancela la huelga. Así violaban las reglas elementales de una verdadera lucha ya que renunciaban a todo acuerdo a escala nacional, a la lucha a ultranza contra toda reducción de salario y a la movilización de todas las categorías en una lucha general. Sin vergüenza, aceptan el retorno «a los conflictos locales que se espera sean resueltos de manera que el trabajo se reinicie en todas partes». Así, cuando los conflictos en las obras de Liorna y las acerías de Terni no habían terminado, estos aceptaban «las condiciones que ofrece la empresa» en la Fiat, y, para los metalúrgicos lombardos, las reducciones de salario que estos habían solemnemente rechazado y que, en la Venecia juliana, fueron fijadas a 1,20 Liras por día. Esto es lo que los socialistas llamarán una «honorable transacción». El Comité de agitación fue puesto delante del hecho consumado después del referéndum habitual entre los obreros «en presencia de representantes de la empresa». Extremadamente satisfecho, el Ministro del Trabajo señalaba en un comunicado de la agencia Stefani «la importancia especial de esta huelga que ha terminado con una disminución de salarios aceptada por los representantes obreros que han probado tener una perfecta comprensión de las necesidades de las industrias nacionales y de lo inoportuno de una demanda de protección, concesiones y ayudas del gobierno, lo que hubiese constituido para el país un sacrificio que no estaba en capacidad de soportar ».

Es significativo que sea precisamente en ese momento en que la ofensiva fascista cruzaba por primera vez la línea del Po para propagarse en dirección de los grandes centros industriales. El cálculo de la reacción seguía siendo el mismo: no penetrar en los grandes centros proletarios del Piemonte y la Lombardía antes de que el proletariado haya sido completamente desmoralizado y desarmado por la traición socialdemócrata y por la derrota en el terreno de la lucha económica inmediata.

El 18 de julio, las bandas fascistas ocupan Novarra y desatan una oleada de terror en toda su provincia que durará hasta el 23. La elección de la localidad no fue hecha por azar. Novarra se encuentra poco más o menos a mitad de camino entre Turín y Milán y si no es un gran centro industrial, se encuentra en el centro de una región de cultivo del arroz de viejas y profundas tradiciones de lucha de clase, particularmente en las «mondinas» (2) sobrexplotadas. Inmediatamente, los obreros piemonteses se declaran en huelga y pese a la voluntad expresa de la C.G.T, el Consejo General de las Ligas Campesinas en Milán decide hacer lo mismo. El comunista Repossi, que fue invitado a formar parte, plantea como condición que los reformistas sean excluidos, que la huelga no cese antes de la evacuación de Novarra, que no haya ningún encuentro, ni transacciones con los fascistas, que la huelga sea extendida a todos los servicios públicos, y que, con este fin, se tome contacto con las otras organizaciones sindicales ajenas a la Bolsa del Trabajo, como los sindicalistas y ferroviarios. Nueva traición socialista: la Comisión ejecutiva de la Bolsa del Trabajo ordena al día siguiente, la suspensión de la huelga en acuerdo con la sección local del P.S.I. A Pesar de la violenta oposición del comunista Repossi, la huelga se frena cobardemente sobre el ultimátum fascista. Es entonces, el 22 de julio de 1922, que «Il sindacato rosso» publica el siguiente artículo:

 

DECLARACION DE GUERRA

 

« Esta no se dirige a los treinta mil camisas negras movilizados por el Duce fascista por haber faroleado a los obreros lanzados en una huelga general que ha triunfado magníficamente. Con ellos estamos ya abiertamente en guerra, son nuestros enemigos declarados y los tratamos como tales. ¡Nuestra declaración de guerra a muerte, con todos los medios, con todas las armas, la dirigimos a aquellos que traicionan al proletariado, a los lobos disfrazados de ovejas, a los mandarines socialdemócratas, a los dirigentes que sin escrúpulos han traicionado! De ahora en adelante, haremos la guerra en dos frentes, contra la reacción legal y extra–legal del Estado y el fascismo y contra los traidores del proletariado, sus enemigos más infames y peligrosos puesto que se camuflan en dirigentes de la acción y la lucha proletaria para mejor traicionarles.

Toda la significación de la lucha del Partido Comunista de Italia en 1921 y 1922 se encuentra resumida en esta lapidaria declaración.

 

HACIA LA HUELGA DE AGOSTO

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Ante la vigorosa resistencia del proletariado industrial del triángulo Milán–Turín–Génova, solo Sestri Ponente es objeto de una momentánea ocupación por parte de las milicias fascistas – la ofensiva fascista se reanuda en la periferia, en Romaña; iniciada en Rimini, el 28 llega a la ciudad de Ravenas, «destruyendo a su paso todas las casas rojas y sedes de asociaciones obreras», tal como dirá ufano el fascista Italo Balbo, completando la ocupación de toda la Baja Romaña. Y es en este momento que la socialdemocracia viene, por enésima vez, en ayuda del poder constituido y las organizaciones extra–legales.

El 19 de julio, inmediatamente después de la ocupación de Novarra, el gobierno Facta dimite. La carrera de los socialistas en pos del gobierno, en alianza con las sedicentes izquierdas democráticas, comienza. En nombre del grupo parlamentario, Modigliani afirma la necesidad de «no detenerse ante ninguna acción capaz de hacer respetar, por cualquiera que tenga el deber de hacerlo, la voluntad unánime de la Asamblea Nacional de defender las libertades y el derecho de organización». Se realizan tratos laboriosos y, el 28 de julio, Turati sube la escalera del Quirinal con miras a una consulta que debe terminar por la formación de un gobierno llamado de izquierda.

En sus tesis de Roma, el Partido Comunista de Italia había previsto la maniobra como la solución más probable en la coyuntura de entonces y en la perspectiva general de la posguerra. Sin las habituales resistencias de los maximalistas, probablemente hubiera triunfado, aun cuando estos acarreasen la grave responsabilidad de haber impedido que, con su llegada al gobierno, los socialdemócratas se hubieran desenmascarado delante de las masas. En la base de todos los errores sucesivos de la Internacional Comunista que, del frente único político, se desliza hacia el apoyo de pretendidos gobiernos obreros, incluyendo la participación en estos, está el hecho de que (la Internacional) no había comprendido que la falsa intransigencia maximalista disimulaba una «transigencia» muy socialdemócrata. Cuando Thalheimer justificaba, delante del Ejecutivo Ampliado de febrero–marzo de 1922, el apoyo del KPD a los gobiernos socialistas de Saxe y Turingia diciendo que, sin ello, la Socialdemocracia se habría aliado abiertamente con los partidos burgueses, tomaba la misma actitud que los maximalistas italianos que consistía en impedir que los proletarios reconocieran en los socialdemócratas a enemigos tan despiadados como los liberales burgueses y los fascistas.

La huelga general decidida por la Alianza del Trabajo para el 1° de agosto y cuyo fracaso es la verdadera causa de la toma del poder por los fascistas, nació, como varias veces hemos señalado, de la indigna conjunción entre las veleidades ministeriales de los socialdemócratas y el vigoroso empuje de las masas proletarias por una última tentativa de defensa contra la ofensiva capitalista, que fue conducida por la CGT por una vía que convergía perfectamente con la de los socialistas y en particular de su derecha. Entre los que se encontraban en la dirección de la CGT algunos de ellos captarán al vuelo el hecho de que desde hace tiempo los obreros reclamaban la huelga general, y se servirán de esto como medio de presión con miras a desenmarañar la crisis gubernamental en el sentido deseado por ellos. Después de haber consultado a las organizaciones nacionales, el Comité central de la Alianza del Trabajo es convocado de urgencia, y nombra «un Comité de acción secreto con plenos poderes», habiendo «retenido que no había poderes suficientes para ordenar y dirigir la acción defensiva del proletariado, frente a la decisión evidente de las fuerzas reaccionarias de dar el asalto a los órganos del Estado, asalto ya en curso de ejecución y que es importante hacer que fracase sin tardar»

Este «Comité secreto» decide lanzar la huelga general para el 1° de agosto y lanza un manifiesto que abajo reproducimos. Lo importante es que revela bien el carácter equívoco y contradictorio de las fuerzas reunidas en la Alianza del Trabajo.

 

Manifiesto del Comité de Acción Secreto

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« Los trabajadores de todas las categorías deberán inmediatamente abandonar su trabajo a partir del momento en que tomen conocimiento del presente comunicado. La orden de iniciar la huelga les será transmitida por intermedio de hombres de confianza de las Organizaciones responsables

« Con la proclamación de la huelga general, el Comité se propone defender las libertades políticas y sindicales amenazadas por las facciones reaccionarias insurgentes quienes, por medio de la supresión de toda garantía social, proyectan aplastar a las organizaciones obreras a fin de reducir a los trabajadores de un estado de libertad relativa a la esclavitud total. La dictadura de facto, si no formal, que los locos fanáticos de la reacción quieren instaurar, provocaría no sólo la asfixia de toda libre manifestación del pensamiento y la acción, sino también la ruina del país.

« Es un deber de todo espíritu libre desmantelar, mediante la unión de todas las resistencias, el asalto reaccionario, y, a partir de allí, desarrollar las conquistas democráticas, así como la de salvar la Nación del abismo a la que la locura dictatorial quiere arrastrar si, por desgracia, logra coronar su victoria.

« La huelga general, compacta y decidida, debe constituir una solemne advertencia al gobierno del país, para que ponga fin, de una vez por todas, a toda acción que viole las libertades constitucionales que la ley debe garantizar.

« Durante esta huelga, salvo en caso de legitima defensa de personas o instituciones, y a menos que, por desgracia, el adversario deba desencadenar su furor contra estas, los trabajadores deben abstenerse absolutamente de cometer actos violentos que perjudiquen la solemnidad de la manifestación, y sobre lo que los adversarios seguramente querrán sacar provecho.

« Toda orientación que no provenga de las Organizaciones responsables debe ser descartada.

« Arriba los trabajadores por la defensa de lo más sagrado que posee el hombre: ¡la LIBERTAD!

 

Comité de Acción secreto.

 

Esta proclamación y las directrices dadas a escala nacional han debido permanecer secretas; las organizaciones sindicales que no disponen de ningún código secreto, fueron obligadas a recurrir a la red ilegal de defensa del Partido Comunista para comunicar rápidamente la orden de huelga. Pero la proclamación y orden de huelga general aparecerán antes del comienzo del movimiento en el Lavoro de Génova dirigido por el diputado ultra–reformista Canepa, permitiendo al gobierno y a las fuerzas fascistas tomar oportunas medidas para evitar que la gigantesca manifestación salga de los límites de la legalidad y eventualmente se transforme en contraataque. El Partido Comunista de Italia publicó inmediatamente las orientaciones que se encuentran en el número del 1° de agosto de todos sus órganos:

 

« El momento de la acción ha llegado. Es por esto que no discutiremos ahora la orientación dada por sus dirigentes a la huelga general.

Que los camaradas sigan a sus lideres locales, quienes tienen órdenes precisas de la Central. Que observen una disciplina absoluta hacia los órganos de la Alianza del Trabajo que representan el frente único de los trabajadores de todos los partidos. Que los comunistas den el ejemplo de su disciplina, así como de su espíritu de decisión y sacrificio. La lucha que comienza debe llevar al proletariado a posiciones de fuerza frente a la clase burguesa y a los instrumentos de la reacción.

No se debe renunciar a asestar golpes al enemigo.

Toda transacción con este debe ser considerada como una infamia y una ruptura con el frente único proletario.

¡ Es así como los trabajadores de Italia lograrán la victoria ! »

 

Hay que notar que la huelga general fue total. De todas partes, de Norte a Sur, el trabajo fue interrumpido inmediatamente, pero, a raíz de la prematura publicación de la orden de huelga en la prensa socialdemócrata más conocida, las fuerzas del Estado y las del fascismo estaban ya preparadas.

La respuesta del Partido Nacional Fascista no se hace esperar y lanza el siguiente manifiesto:

« Damos cuarenta y ocho horas al Estado para que demuestre su autoridad sobre todos los ciudadanos y contra aquellos que atentan contra la existencia de la nación. Una vez que este plazo se haya vencido, el fascismo reivindicará la plena libertad de acción y reemplazara al Estado que, una vez más, habrá demostrado su impotencia ­».

En realidad, se trataba de una simple fanfarronada, puesto que el Estado tenía fuerzas suficientes, y había tomado ya las medidas necesarias para impedir un eventual desarrollo de la agitación; además, tenia la certeza que la C.G.T y el P.S.I renunciarían a la lucha rápidamente. Tanto fue así que las milicias fascistas no entrarán en acción sino solamente después que la Alianza del Trabajo anunció oficialmente el fin de la huelga general en el comunicado del 3 de agosto:

« Satisfecho del desarrollo y desenvolvimiento de la huelga general, que demuestra que el proletariado italiano había alcanzado su objetivo, manifestando su voluntad y su fuerza de clase, el Comité Nacional de la Alianza del Trabajo declara terminada la huelga e invita a las organizaciones miembros a organizar la vuelta al trabajo ».

Pero, las masas en lucha no obedecerán, ya que en la mayor parte de las ciudades la orden de vuelta al trabajo había creado desconcierto y confusión: Milán, Génova, Ancona, Parma, Gorizia, Civitavechia, Bari y otros centros industriales, continúan la huelga, ya acompañada de episodios heroicos de lucha armada contra las fuerzas concertadas del Estado y los camisas negras. En Bari, fue incluso necesaria la intervención de la Marina militar para desalojar a los obreros de la vieja ciudad; en Parma, los obreros detrás de las barricadas del barrio proletario del Oltretorrente lograron repeler durante varios días los furiosos ataques fascistas. En Génova y Ancona, la resistencia fue igualmente muy violenta, obligando al gobierno a salir de su tradicional «neutralidad» giolittiana y a lanzar un manifiesto que muestra bien la verdadera naturaleza de la democracia. Si Facta era acusado frecuentemente de debilidad, no obstante fue él quien supo defender enérgicamente «los valores supremos» del Estado y de la Patria, como a continuación podremos juzgar:

 

¡ Italianos !

A esta hora en que la paz en la tierra se encuentra gravemente perturbada, el Gobierno se dirige al País, a todo el País, sin distinción de partidos, para llamar directamente a sus ciudadanos a ponerle fin a los sangrientos combates y a elevar su espíritu dentro de un sentimiento de cooperación patriótica y humana. Italia pide a sus hijos cesar las luchas que la afligen. Su voz llegará sin duda al alma generosa de los italianos; no puede ser que los corazones, que antes estaban unidos en la magnifica defensa y en la victoria de la Patria, no sientan el desgarramiento que causa un trastorno tan profundo de la vida pública y permanecer indiferentes ante ello. El gobierno tiene el supremo deber de defender al precio que sea, por todos los medios y contra cualquiera que ose atentar contra el Estado, sus instituciones, los intereses generales y los derechos individuales. Toma las medidas impuestas por la situación para hacer respetar la ley, la vida y la propiedad de los ciudadanos; pero, confiando que será escuchado, desea una última vez transmitirle al País un mensaje de concordia y orden. ¡Que las facciones en lucha comprendan la magnitud de los peligros, amenazas y ruinas puestas en juego, y que llamen a la disciplina!

« Que la voluntad del pueblo italiano contribuya a evitar que los frutos de la victoria ganada al precio de tantos sacrificios sean destruidos por disensiones interiores estériles y sangrientas, que el equilibrio económico y financiero del País se encuentre comprometido, y retardada la reanudación de la actividad laboriosa que Italia espera su retorno al bienestar y de la que depende su dignidad y la defensa de sus intereses en el mundo mientras que las graves negociaciones internacionales no hayan terminado. Que las almas de todos los ciudadanos se eleven en un solo aliento de amor por la Patria y que el orden puesto duramente a prueba retorne al País ».

 

La huelga general había durado exactamente tres días y medio. Un día después de la orden de vuelta al trabajo, el Partido Comunista publicó en todos sus órganos el siguiente artículo:

 

Primeras Constataciones

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«A breve distancia de la orden de suspensión de la huelga general nacional, escribimos estas pocas notas. Durante la lucha, había que abstenerse de toda polémica. La manera en que esta se desenvolvió, hoy, merece estar en el orden del día de las discusiones entre los proletarios. Lejos de marcar una suspensión de la actividad de clase del proletariado, como lo afirma la prensa de una burguesía desamparada y del fascismo que no tardará en desinflarse, la nueva experiencia sera útil y preciosa al proletariado italiano en su marcha hacia otras etapas más duras.

«Sobre la base de los elementos de información que poseemos sobre el movimiento y la obra de sus dirigentes de los cuales no tenemos todavía ninguna declaración llamando a la huelga, se puede, desde ahora, fijar algunos puntos sobre los que ya volveremos ampliamente.

La huelga no ha fracasado.

«Si la forma de proclamarla hubiese sido más adecuada – que es lo menos que se puede decir – las masas hubieran respondido a la unanimidad desde un comienzo. A medida que la noticia llegaba a los trabajadores, estos cesaban el trabajo y se paralizaban los servicios públicos. Con documentos irrefutables, demostraremos que aquellos que hablan de la deserción de ciertas ciudades y categorías mienten. El proletariado y las organizaciones rojas deben ser mejor encuadradas y guiadas. El fascismo y la reacción no han logrado abrir brechas en el bando obrero; han vivido horas de oscilación y flaqueo frente a la acción del proletariado contra todo el frente nacional. Si las fuerzas movilizadas por la clase trabajadora hubiesen estado mejor dirigidas y utilizadas, hubiésemos asistido a una contra–ofensiva proletaria, que ya se había dejado sentir. La crónica de los eventos puede confirmarlo. Que para otras ocasiones los trabajadores aprendan a juzgar las noticias derrotistas propagadas por los órganos burgueses, comparándolas con lo que ha ocurrido efectivamente.

 

La huelga ha sido mal preparada.

«Los trabajadores de toda Italia sabían bien  que los socialistas de toda tendencia, de la CGIL a la Alianza del Trabajo, en principio eran hostiles a la huelga general nacional propuesta por los comunistas. Sin hacer abiertamente propaganda contra esta arma de la lucha proletaria, ciertas fracciones de estos organismos evitarán realzarla como había que hacer para darle más eficacia; la mayor parte de ellas irán incluso a burlarse abiertamente de la idea de una huelga general nacional. Para que el proletariado no permanezca indeciso ante la proclamación de la huelga general por parte de aquellos que la habían denunciado como un medio desastroso e insensato, había que decirles que al menos la mayoría de la Alianza del Trabajo se había pronunciado en su favor. En lugar de esto, y a causa de su precoz publicación por el Lavoro de Génova, la decisión se transformó en secreto de polichinela. La huelga debió coincidir con la repercusión de un acontecimiento de la lucha de clase que despertó el interés de los trabajadores de todo el país, hubiese explicado el cambio de actitud de la Alianza del Trabajo. En lugar de esto, el llamado de los comunistas a desatar la huelga de los metalúrgicos, la huelga del Piemonte y Lombardía y por los sucesos de Romaña quedarán sin respuesta, mientras que la huelga general era proclamada con fecha fija y... secreta. El Partido comunista ha respetado la consigna del secreto, pero ha formulado a su debido tiempo todas sus reservas. Recordamos la frase de Colombino: «Lanzaremos la huelga de los metalúrgicos para demostrar que no puede haber otro resultado que el que esperan los que la han propuesto». Volveremos a este punto.

 

La huelga carecía de directrices.

«En la proposición hecha de manera incesante por los comunistas a las grandes organizaciones y a la Alianza del Trabajo , los fines y medios del movimiento estaban fijados en forma clara y precisa. En el otro bando, por el contrario, comenzaron pretendiendo que no había que precipitarse en la huelga insurreccional y política, si no se estaba matemáticamente seguro de arribar a la revolución social, luego se pusieron a preparar entre bastidores una huelga – la huelga legalitaria de Turati – tendente a influir sobre la crisis ministerial y así promover los socialistas al cargo de gobierno. A pesar de las declaraciones formales hechas anteriormente, el manifiesto de la Alianza se inclinaba por esta segunda tesis; sin asignar ningún objetivo claro en la lucha, ni indicar los medios a emplear, pero sí difundiendo un espíritu pacifista extremadamente peligroso a la hora de la acción. Ahora bien, esta huelga debía servir para clarificar con el proletariado las ideas fundamentales de la lucha de clase. Nada de huelga pacífica  y legalitaria con la ilusión de que el proletariado pueda escapar a la reacción gracias a una distracción parlamentaria. Nada de huelga revolucionaria en el sentido de los revolucionarios de opereta cuya divisa insensata sería «todo o nada», pero incapaz de liberarse de la practica del... «nada». Pero sí de huelga que marque un paso adelante sobre posiciones ulteriores de lucha y batalla por un encuadramiento y armamento político y militar de las masas mucho mejores, y por la consolidación de su unidad de frente único, vehículo de una potente y muy vasta unidad de organización en el Partido revolucionario, arma irreemplazable de la revolución proletaria.

 

La huelga fue truncada por los que la dirigían.

«Una vez más, como en Milán, la incapacidad de los dirigentes obreros ha favorecido la fanfarronada fascista. No se debía suspender la huelga, menos aún cuando los fascistas habían ordenado hacerlo. Y demostrar la ineptitud de los fascistas para detener la movilización general del proletariado, esto sí hubiera podido galvanizar las energías morales y materiales de las masas. ¿No es verdad que el gobierno trató con los fascistas y socialistas porque los primeros prorroguen su ultimátum (cuya ejecución hubiera sido interesante ver) y porque los segundos terminen rápidamente el movimiento? «A pesar de la bravuconada fascista y la cobardía socialista, el proletariado está de pie; no ha sido derrotado; sabrá demasiado tarde el valor de la prueba por la cual ha pasado; pero continúa la lucha en dos frentes en pos de su victoria indiscutible».

 

Comentando los orígenes, desarrollo y lecciones de la huelga general, Il comunista escribía al dia siguiente que, al lado de su apoyo sin reservas al movimiento, el Partido Comunista, desde su mismo comienzo, había criticado la forma en que el momento había sido escogido y en el que la preparación había sido hecha, tanto desde el punto de vista de la organización como el de la propaganda, esta última orientada a reivindicar con  más razón aún el derecho a denunciarla después. En efecto, el Partido había insistido en el hecho de que la huelga general no debió ser proclamada en frío, sino en relación con un episodio destacado – tal como sucedió con uno durante los meses anteriores – de la lucha contra el fascismo y contra el Estado: «No estuvimos en contra [del momento escogido, NdR] porque era demasiado temprano, sino porque fue demasiado tarde».

La Alianza del Trabajo había proclamado la huelga bajo la presión de los socialistas; para hecerla coincidir no con un episodio resaltante de la lucha proletaria, sino con una innoble maniobra parlamentaria. El Partido comunista había pedido que la oportunidad y la necesidad de la huelga general fuese proclamada de antemano, aunque después tuviera que dar la orden en forma secreta, de manera que esta no constituya una sorpresa para el proletariado, que en cambio se encontraba material y moralmente preparado; la Alianza del Trabajo no había hecho nada de eso, y, en cuanto al secreto, ya hemos visto cómo ha sido respetado. Las lecciones eran claras: las dos vías, la de la colaboración y la de la acción de masa eran irreconciliables. La ilusión creada por la primera había desorientado y paralizado la lucha abierta del proletariado. Su movilización por parte de los legalitarios bastó para profundizar el abismo existente entre las dos clases, entre los obreros en lucha y las instituciones estatales de la burguesía... El proletariado tenía, en cambio, los elementos a escoger: o bien la acción legalitaria que entraña el desarme y disgregación de sus fuerzas o la acción de masas. Pero esto último no podía ser preparado sin condenar toda ilusión democrática y todo pacifismo, y sin organizar la guerra de clase. No podía haber en esto ningún equívoco en el camino a seguir que de otra forma habría sido cortado definitivamente. Lo que los comunistas proponían era rudo y difícil, pero era la única vía en que se podía lograr algo.

En un manifiesto aparecido el 6 de agosto, el Partido recordaba que la lucha que se había comenzado con la huelga general seguía todavía a través de episodios sangrientos, y que la táctica errónea de los dirigentes facilitó el juego del fascismo. Observando que el proletariado había respondido con una formidable combatividad y que la estrategia de la huelga general se había revelado excelente como plataforma de lucha contra la reacción, decía:

 

« Basta que estén a la cabeza de las masas, partidos y hombres que no tengan miedo a la lucha revolucionaria y que no busquen ni canalizar la acción de masas por vías equívocas, ni desviarla a través de una táctica que ya los acontecimientos han condenado para siempre: la de la colaboración y del legalitarismo, la cual había demostrado que provocaba estúpidamente la contra–ofensiva armada del enemigo contra una masa privada por sus jefes de verdadera preparación revolucionaria.

Independientemente de la actitud de cada organismo, el Partido Comunista, que ha obedecido la orden de suspensión de la huelga, repite la consigna que debe indicar al proletariado la táctica que debe aplicar permanentemente en el periodo y situación presentes: arma contra arma, violencia contra violencia. Reivindica satisfecho su posición de lucha en medio de las masas  tan espléndidamente en notables e inferiores condiciones frente a un enemigo más fuerte y mejor equipado.

Las fuerzas del Partido Comunista reciben aún la orientación, que ademas resulta superflua, de organizar la guerrilla defensiva de los trabajadores esforzándose en dar a las masas los elementos de dirección y técnica de acción de que todavía carecían y fraternizando con los proletarios de todos los partidos.

Hoy, cuando la gran masa se ha retirado de la lucha, no se podrá decir que los trabajadores de los centros que todavía luchan y las víctimas de represalias reaccionarias, los huelguistas de estos últimos días, serán abandonados a los golpes del enemigo en una posición de evidente inferioridad, y que pueda golpear impunemente a la prensa proletaria.

 

El Comité Nacional de la Alianza del Trabajo, aun sin tener la intención de tomar otras iniciativas, debe preguntar a las masas si dejarán que la batalla comenzada se termine de esta forma. Debe convocar inmediatamente una conferencia de delegados de todas las organizaciones locales de la Alianza del Trabajo, para examinar la situación y organizar una nueva ola de acción proletaria. Un proletariado que se ha comportado como el proletariado de Italia en estos días de pasión, que ha comprendido lo que significaba el triunfo de los esclavistas... y que derrama su sangre con rabia y sin pesar por la lucha emancipadora, merece que no se hable de su cansancio y desconcierto, a pesar de los errores de quienes lo han dirigido.

Se debe organizar rápidamente una consulta fidedigna para saber con cuales medio debe ser conducida la próxima acción. Es preciso que el Comité nacional de la Alianza del Trabajo responda a nuestra proposicion de conferencia de todas sus organizaciones locales y que dichas organizaciones locales y insistan porque el Comité acepte esta proposición, derecho que le otorga el hecho de representar a las masas generosas y resueltas a defenderse y vencer.

¡La bandera roja de la lucha de clase jamás ha sido ni será arriada!

Trabajadores de Italia, de pie, todavía y siempre en esta guerra sin merced contra la reacción y el régimen burgués!

¡Viva el Comunismo!

 

(continuará)

 


 

(1) En junio tiene lugar en Moscú una reunión del Ejecutivo ampliado de la I.C que había lanzado la consigna de «gobierno obrero». En respuesta a las demandas de clarificación del Partido Comunista de Italia, precisó que este gobierno era un «sinónimo de dictadura del proletariado» que se debía utilizar para atraer al Partido a amplias masas obreras, un poco como los bolcheviques cuando lanzaron la consigna «todo el poder a los soviets» entre abril y julio de 1917. El partido italiano formuló serias reservas sobre esta interpretación, pero aplicó con disciplina las orientaciones de la organización mundial.

(2) Las «mondinas» eran las obreras que cultivaban el arroz.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

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