Notas de lectura:

 

Italia 1919-1920

Los dos años rojos, o cómo «Lutte Ouvrière» reescribe la historia

(«El programa comunista»; N° 51; Abril de 2015)

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El grupo trotskista francés Lutte Ouvrière (Lucha Obrera, cuya sección en España es Voz Obrera), publicó en 2011 un opúsculo intitulado “Italie 1919-20. Les deux années rouges. Fascisme ou révolution?” (1), para la casa editora “Les bons caracteres”, tenida por Lutte Ouvrière.

Este pequeño libro aparece en una colección que “tiene por ambición contribuir a la comprensión de la marcha de la historia y de aportar su claridad en los elementos del pasado”. En los hechos, esta obra trata más bien de obscurecer el combate que el Partido Comunista de Italia sostuvo frente a la ofensiva fascista.

En este folleto, el autor presenta el nacimiento del movimiento socialista en Italia antes de dar la descripción del periodo del “Bienio Rojo”, tal como se llamó en Italia a los dos años 1919-1920. En él se expone la ola de agitación proletaria durante ese periodo; las huelgas obreras, de las tomas de tierra a las ocupaciones de fábricas, son descritas de manera breve pero precisa, antes de mostrar la amplitud de la ofensiva fascista contra los proletarios y las organizaciones obreras. De paso, de manera clara el libro pone en evidencia la oposición del Partido Socialista Italiano (PSI) y la Confederación General del Trabajo (CGL, siglas en italiano) a las luchas proletarias, y su pasividad e su capitulación frente a las bandas fascistas.

Sin embargo, más allá de esta eficaz descripción, el autor re-escribe la historia de lo que fue el combate de los comunistas italianos contra la burguesía y sus secuaces fascistas.

 

¿Gramsci, dirigente comunista?

 

La obra coloca en un mismo rasero al grupo de L’Ordine Nuovo de Gramsci y la Fracción Comunista Abstencionista cuyo principal dirigente era Bordiga. Ambos son presentados como corrientes marxistas de una misma “tendencia” que reagrupaba supuestamente a “aquellos que buscan excluir a los dirigentes reformistas y hacer del PSI un verdadero partido revolucionario, un partido comunista” (p. 36).

Fábulas. Si bien la Fracción defendía el programa marxista y la concepción marxista del partido, el grupo Ordine Nuovo de Gramsci y Togliatti era “centrista”: compuesto de revolucionarios innegables, concentraba, sin embargo, todas las desviaciones posibles e imaginables: democratismo, localismo, gradualismo, educacionismo, espontaneidad, estrechez nacional...

Esta ausencia de brújula política de Gramsci, su teórico y principal portavoz, es fácil de constatar. Cuando el socialista de izquierda Mussolini, director de Avanti!, órgano central del Partido Socialista, se convirtió en partidario de la participación de Italia en la Primera Guerra Mundial en nombre de “La neutralidad absoluta a la neutralidad activa y actuante” titulo de un famoso articulo, Gramsci  publica un articulo que defiende una “Neutralidad activa [anti-colonialista y antimilitarista] frente a la guerra de Libia”. Y que “Lo que este quisiera, es que el proletariado tome claramente consciencia de su fuerza de clase y de su potencialidad revolucionaria, y que reconozca que por el instante que no esta lo suficientemente maduro para asumir el timón del Estado”. (“Neutralidad activa y actuante”, El grido del Popolo, 31/10/1914) (1). Gramsci no secundó a Mussolini cuando, frente a la indignación general de los militantes, abandona el partido para fundar lo que se transformará en fascismo, pero, el episodio no habla a favor de la firmeza de sus posiciones ni de se clarividencia política. No fue, pues, un simple episodio sin consecuencias, una momentánea desorientación.

Más tarde, la primera reacción de Gramsci con respecto a la revolución bolchevique fue, en efecto, de saludarla como una “revolución contra Das Kapital” ya que “los bolcheviques reniegan de ciertas afirmaciones del Capital, no son ‘marxistas’, es todo, no han compilado en las obras del maestro una doctrina exterior hecha de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. Viven el pensamiento marxista, la que no muere jamás, como una prolongación del pensamiento idealista italiano y alemán y que, en Marx, había sido contaminado con incrustaciones positivistas y naturalistas” (“La revolución contra el Capital”, Avanti!, 24/12/1917) (2) ¡Difícil hallar otra más grande incomprensión y más perfecta negación del marxismo!

Es dejando de lado toda esta confusión que Gramsci pudo participar a la fundación del Partido Comunista (en la que fue más un espectador que un participante activo) y de permanecer, durante dos años, como un militante obediente y disciplinado.

 

¿Gramsci, portavoz de los soviets?

 

Para L.O., Gramsci fue el campeón de los consejos obreros; de hecho, defendió más bien los Consejos de fábrica, es decir, organismos que, a diferencia de los Soviets, no van más allá de la empresa, y que además tienen como función la gestión de la producción y no una función política de unificación de clase del proletariado. L’Ordine Nuovo, periódico publicado en Turín por Gramsci y sus camaradas, habría sido el “portavoz” de los proletarios que buscaban “emanciparse de las direcciones sindicales reformistas poniendo en su lugar […] algo análogo a los soviets rusos” (p. 65). Nada más falso.

Así mismo los comunistas recordaban la importancia y el rol central del Partido: “Hasta tanto el poder político se encuentre en las manos de la clase capitalista, no se puede obtener una representación de los intereses generales revolucionarios del proletariado sino sobre el terreno político, en un partido de clase.[...] En la fase en que estamos, es decir, cuando el Estado del proletariado es todavía una aspiración programática, el problema fundamental es el de la toma del poder por el proletariado, mejor aún, por el proletariado comunista, es decir, por los trabajadores organizados en partido político de clase y decididos a materializar la forma histórica del poder revolucionario, la dictadura del proletariado”, (Bordiga, “Por la constitución de los consejos obreros en Italia”, Il Soviet, serie de artículos publicados en enero-febrero de 1920) (4)

El libro de L.O. Parece hacer eco a las posiciones ordinovistas que el mismo Gramsci en buena parte abandonó, al menos durante el periodo en que se disciplinó bajo las posiciones de la dirección del P.C. de Italia. Leemos que en el verano de 1920 la clase obrera, con las ocupaciones de fabricas, “había conquistado, o virtualmente conquistado, el poder. Pero no había ninguna organización capaz de indicarle la vía a seguir para transformar la tentativa.” (p. 95). ¿Cuál fue la realidad de esto?

A finales de agosto de 1920, el sindicato de la metalurgia (la FIOM, que forma parte de la CGL) había decidido ir a la huelga intermitente por aumento de salarios a fin de compensar una inflación galopante que había ya provocado la ola de huelgas de 1919. Como los patronos responden por el lock-out, la FIOM llama a los trabajadores a ocupar las siderúrgicas – pero sin suspender la labor! En pocos días, 500 mil metalúrgicos ocupan así sus instalaciones  en todo el país. El autor reporta sin fruncir el ceño el testimonio de un militante de la ciudad de Novarra que diciendo que durante las ocupaciones los obreros habían “trabajado mejor que nunca, porque no queríamos que, a la vuelta, los patronos tuvieran algo qué reprocharnos” (p. 76). Sobran los comentarios...

Si los metalúrgicos que se habían movilizado masivamente, seguidos por los obreros de otras empresas, buscaban espontáneamente establecer una confrontación de fuerzas de cara a los patronos y no esperan las directivas de la FIOM, dejan la dirección de la lucha a otros: a los jefes sindicales reformistas y dirigentes socialistas maximalistas, que pese a sus frases “revolucionarias” (3), se alinean con los últimos. Uno de los limites del movimiento, y no el más pequeño, es en efecto la ilusión, concienzudamente estimulada por el reformismo y retomada por los ordinovistas, de una conquista del poder por la base, en las empresas. Pero los proletarios no habían conquistado nada; la mejor prueba la aporta el hecho que durante el movimiento de ocupación, el gobierno, contando con el inevitable agotamiento de los proletarios se va de vacaciones! No es sino durante el reflujo del movimiento que la represión policial y los primeros ataques fascistas se harán sentir.

La supuesta “gestión obrera de las fabricas” (p. 75) que, todavía hoy, es reivindicada por los consejistas y auto-gestionarios, no puede ser una forma de poder proletario, hasta tanto el Estado burgués no sea destruido y que un poder político proletario centralizado – la dictadura del proletariado – no sea instaurado sobre sus ruinas; esta “gestión obrera” no puede ser una forma socialista hasta tanto las relaciones capitalistas de producción e intercambio no sean derrumbadas por este poder político. La ocupación de las fabricas no puede tener un sentido revolucionario sino se integra en al preparación del asalto revolucionario, si no queda como una táctica puramente pasiva y defensiva El diario de la burguesía milanesa, le Corriere de la Sera llamara a los primeros ocupantes de fabricas en Milán: “los reclusos voluntarios” (5); tal como lo demostrarán después las ocupaciones de fabrica, en Francia, en 1936 o en 1968, no es encerrándose en las fabricas que los proletarios podrán llevar a cabo la lucha revolucionaria.

L.O. Falsifica voluntariamente la historia – al menos por omisión – presentando a la corriente de Gramsci como comunista. El ordinovismo es un anti-marxismo. Este esperaba no de tomar el poder por medio de una revolución bajo la dirección del Partido Comunista, sino de formar antes un “bloque histórico” interclasista – uniendo a los proletarios con la pequeña burguesía intelectual y otras capas “populares” - para conquistar la “hegemonía cultural”, es decir, destilando las ideas comunistas hasta que se vuelvan mayoritarias en el “pueblo”. Nos encontramos bien lejos del “Manifiesto” y de “¿Qué hacer?”.

No nos sorprende que las elucubraciones ordinovistas nunca hayan sido criticadas por los falsos comunistas de toda especie, del P.C. Italiano de Togliatti (segundo de Gramsci en el Ordine Nuovo) al “obrerismo” de Negri, pasando por las múltiples variedades del trotskismo.

 

La persistencia del mito de un P.C. de Italia Sectario y pasivo

 

Una de las consecuencias del fracaso de las ocupaciones de fabrica fue inflar dentro del PSI las filas de los partidarios de la constitución de un verdadero partido revolucionario en Italia, de un verdadero partido comunista que tan cruelmente faltó. - la Fracción Comunista Abstencionista. Con la incorporación en sus filas de otros elementos de extrema-izquierda del PSI, en particular por ordinovistas que habían dejado de lado sus tesis desmentida por los hechos, esta se transformó, en octubre de 1920, en Fracción Comunista, y en enero de 1921, en Liorna, el Partido Comunista de Italia se funda, luego de la escisión con el viejo PSI y de su mayoría maximalista que había demostrado su incapacidad revolucionaria.

El P.C. de I. nació en un periodo de reflujo de las luchas y de contraataque burgués que se apoyaba principalmente sobre los grupos fascistas. L.O reprocha al partido de haber permanecido pasivo frente a esta ofensiva fascista, por el hecho de negarse a combatir al lado de otras corrientes e integrar sus filas de no-comunistas “por sectarismo, considerando que tales organizaciones de combate no deben ser constituidas sino de puros comunistas”. (p. 115).

Esta es una vieja acusación, repetida hasta la náusea por todos aquellos que han querido borrar de la memoria proletaria la lucha ejemplar del P.C. de I.. dirigido por la Izquierda  Los comunistas italianos se batieron armas a la mano, con valentía y abnegación, contra los squadristi fascistas. Fue el Partido Comunista el único a llamar al proletariado a responder a la violencia burguesa por la violencia proletaria. Y se empleo a realizarlo con la construcción metódica de un aparato militar dirigido y bajo obediencia estricta del Partido.

Verdad es que el Partido rechazó fundir su aparato militar en los Arditi del Popolo. Este grupo provenía de una escisión de viejos combatientes asaz nacionalistas. Los Arditi compartían el mismo patriotismo y se reclamaba de la expedición de Fiume llevada a cabo por el escritor y político de extrema-derecha Gabriele D’Annunzio (6). Sin embargo es innegable que, frente a las hordas de squadristi, los Arditi del popolo muchas veces dieron prueba de un real heroísmo y combatirán en los flancos del Partido, cuando no pasaban a aceptar su autoridad.

También es totalmente falso recitar que el P.C. de I... “tiene tendencia a subestimar el peligro fascista” (p.117), “dando la impresión de esperar pasivamente que las masas, habiendo vivido la experiencia del reformismo, se tornen hacia este” (p. 118) por tener “una percepción errónea de la realidad” (p. 100). El autor asoma su oportunismo cuando reprocha al P.C. de I.. de “defender la idea que la crisis del poder y del equilibrio democrático burgués es algo muy bueno para el proletariado revolucionario, que permite simplificar la lucha, desenmascarar la socialdemocracia y abrir la vía a la única fuerza realmente revolucionaria” (p. 117). Alegrarse de la crisis del “equilibrio democrático” es algo claramente inconcebible para los trotskistas de L.O!

La verdad es que el P.C. de I. se negó a liquidar su independencia programática y organizacional en un frente anti-fascista junto a fuerzas anti-proletarias.  Este es el fondo de la crítica de LO que plantea como perspectiva  “dirigirse al PSI y a la CGL” (p. 118) y “hacer frente” (p. 100) con estos enemigos de la lucha proletaria.

Este reproche es tanto más absurdo que en la época, no solo el PSI y la CGL constituían una muralla de defensa del orden burgués democrático, sino también los signatarios de un innoble y criminal “pacto de pacificación” con los fascistas. El resultado esencial de ese “pacto” habría sido el de desorientar y desarmar a los proletarios frente a la ofensiva fascista. Dicho pacto “implicaba algo peor que una promesa de desarmar a las fuerzas proletarias: un compromiso de abandonarlas a la violencia represiva del Estado, considerada como ‘legitima! No significaba solamente: ¡arrojemos las armas!Sino también: Estado, impide por medio de las armas toda lucha armada! Puesto que un solo partido, el Partido Comunista, rechaza la invitación a la tregua, tu deber, Estado bien amado, es obligarlo a observarla. […] Si el Partido Comunista no participó en el innoble pacto de pacificación entre los partidos, fue por una cuestión de vida o muerte para él de abstenerse a ello, no importa sus consecuencias prácticas a mediano plazo, o la pérdida de popularidad que esto provoque en lo inmediato. Por consiguiente, este rechazo no representaba un factor de debilidad, sino de fuerza, un paso adelante en la afirmación del Partido como el único guía del proletariado revolucionario tanto en la defensiva como en la ofensiva. ¿No fue la gran fuerza de los bolcheviques de saber estar solos para no dejarse paralizar por falsos amigos al servicio del enemigo?” (“El P.C. de I... frente a la ofensiva fascista”)

Es ésta, la táctica que condena Lutte Ouvrière.

Los trotskistas gustan ordinariamente (¡pero no siempre!) presentarse como verdaderos comunistas, herederos de las grandes luchas revolucionarias de la primera posguerra. Nada más falso, en realidad no son más que auxiliares del reformismo, que se emplean en enmarañar las vitales lecciones de las grandes luchas proletarias para desarmar políticamente a los proletarios frente a sus enemigos de hoy y mañana. Lutte Ouvrière nos vuelve a dar una demostración.

 

[Tomado de “Le Prolétaire”, n° 514 / diciembre de 2014 — febrero 2015]

 


 

(1)-c.f. Antonio Gramsci, “Ecrits politiques”, Ed. Gallimard 1974, Tome 1, p. 66. El artículo de Mussolini, publicado en el número del 18/10/1914 de Avanti! En noviembre, con el dinero aportado por el imperialismo francés, Mussolini fundaba  Il Popolo d’Italia, el cual se convertirá en el órgano del fascismo.

(2)-Ibidem, p. 135. Bajo la acusación de naturalismo y positivismo, el objetivo de Gramsci era torpedear el determinismo de Marx, el materialismo, evidentemente incompatibles con el idealismo!

(3)-El Partido Socialista Italiano era dirigido por la tendencia de izquierda llamada “maximalista” y había adherido a la Internacional Comunista.

(4)-c.f. Programme Communiste n° 72, diciembre 1976. Invitamos al lector interesado en una crítica detallada de las posiciones gramscianas a los n° 71,72 y 73 de nuestra revista Programme Communiste (“Gramsci, L’Ordine Nuovo et IL Soviet

(5)-31/8/1920, citado en la “Storia della Sinistra Comunista”, tomo 3, p. 68

(6)-En septiembre de 1919, D’Annunzio, a la cabeza de sus seguidores, se apodera de la ciudad de Fiume (Rijeka) la cual busca anexar a Italia. En esta época era rival de Mussolini, pero luego se unirá a este y al movimiento fascista.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

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