En todos los países capitalistas desarrollados o atrasados, la burguesía es el enemigo n° 1. Autóctonos o inmigrantes, los proletarios son siempre y en todas partes los esclavos asalariados, y su interés de clase es unirse en cada país en la lucha contra su burguesía

(«El programa comunista» ; N° 54; Noviembre de 2020)

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1. La clase dominante burguesa de los países capitalistas desarrollados – no importa si en el gobierno hay partidos de izquierda, centro o derecha – se guía esencialmente por la ley del beneficio capitalista y el interés nacional representado por el Estado y por los grupos industriales y financieros más potentes, a través de los cuales conduce la lucha competitiva contra las burguesías y los Estados extranjeros. La burguesía siempre está luchando: contra las facciones nacionales rivales más débiles, contra las burguesías extranjeras, pero siempre y en cualquier caso contra el proletariado, primero en la mira: el de su propio país y, luego, el de los otros países.

2. La clase burguesa es una clase unitaria solo si está guiada por partidos políticos y por fuertes poderes económicos y financieros, capaces de catalizar todos los estratos sociales en torno a la defensa de los intereses de la gran burguesía, que es la única capaz de enfrentarse a la burguesía extranjera. En tiempos de expansión económica, los diversos estratos burgueses no tienen interés en hacerse la guerra y abren a los partidos reformistas, tanto del reformismo burgués como del reformismo socialista, la participación política en el liderazgo del Estado. La democracia burguesa es el método que facilita esta participación mejor que otros. Pero la lucha competitiva no desaparece; con la expansión económica esta se eleva a un nivel superior, alimentando las ambiciones de conquistar nuevos mercados, al mismo tiempo que crea los factores para una competencia más aguda y despiadada que, en tiempos de recesión económica, tiende a fortalecer a los estratos burgueses que más que otros han logrado ganar posiciones estratégicas económicas, financieras y políticas, arruinando a los estratos más débiles. Las tendencias centralizadoras y concentracionistas emergen más fuertemente, tanto en términos económicos y financieros como en términos políticos; el capitalismo liberal del pasado abre paso al capitalismo imperialista. En el plano político, el mantenimiento de las instituciones democráticas y los métodos democráticos se está convirtiendo cada vez más en una cobertura ideológica de la realidad dictatorial del capital. El reformismo socialista, que siempre ha tenido la tarea de facilitar la participación del proletariado en la defensa de los intereses burgueses a cambio de algunas mejoras en las condiciones de vida y de trabajo, pierde sus viejas características que lo distinguían  del liberalismo burgués, tomando cada vez más su apariencia, en un entorno social y económico que, sin embargo, ha cambiado completamente porque de «liberal» se ha convertido en «imperialista», «antidemocrático», «iliberal». El reformismo de izquierda se parece cada vez más al viejo reformismo liberal burgués, pero se ha vuelto obsoleto y es cada vez más su copia descolorida; sin embargo, mantiene cierto interés para la burguesía gobernante, en la medida en que este logra influir en estratos importantes del proletariado, desviando sistemáticamente cada impulso de la lucha de clases hacia el campo de la colaboración de clases.

3. La clase burguesa, en el desarrollo capitalista de la sociedad, siempre ha tenido que oponerse no solo a la competencia de las burguesías extranjeras, sino también a la lucha de clases de su propio proletariado. En las diferentes fases históricas del desarrollo del capitalismo, la burguesía ha pasado de impedir por la fuerza y las leyes la organización independiente del proletariado, en forma de partidos u organizaciones económicas, a la tolerancia y, finalmente, a la «libertad de organización de reunión, de opinión» dentro de las instituciones democráticas y las leyes promulgadas específicamente. Nada ha impedido que la clase dominante burguesa se oponga a la lucha de clases del proletariado con sus leyes, su fuerza, su violencia estatal, sus milicias ilegales cuando esta lucha respondía, y responde a la fuerza con fuerza, a la violencia con violencia, a las armas con las armas.

Cuando la lucha de clases del proletariado se transforma, en determinados giros de la historia, en la lucha revolucionaria del proletariado, esta, dirigida por el partido de clase proletario, apunta a la conquista del poder, porque la lucha de clases misma muestra a la masa proletaria lo que está claro para su partido de clase desde el principio: el poder político burgués siempre defenderá, hasta las últimas consecuencias, el modo de producción capitalista, el régimen burgués que representa sus intereses y el Estado burgués que lo defiende no solo con las leyes, sino sobre todo con la fuerza armada. La revolución de Octubre de 1917, con la victoriosa conquista del poder por el proletariado ruso dirigido por el partido de Lenin, demostró a la burguesía rusa, el zar y las burguesías imperialistas de todo el mundo, que la clase proletaria es la única clase capaz no solo de contrarrestar de manera efectiva los intereses y proyectos políticos y militares del zarismo y la burguesía dominante, sino también de insertar sobre los desastres de la guerra mundial y sobre la victoriosa lucha revolucionaria del proletariado ruso un proceso revolucionario que tenia al mundo tuvo como teatro y como objetivo la destrucción del poder político burgués e imperialista para comenzar la transformación económica de toda la sociedad, pasando del capitalismo al socialismo y, finalmente, al comunismo completo, a la sociedad sin clases, sin dinero, sin mercancías, sin competencia, sin guerra. Es exactamente este peligro, el peligro de perder el poder político para siempre y desaparecer de la sociedad como clase social, que la clase burguesa teme más que todas las crisis económicas y financieras, las guerras locales o mundiales, los desastres naturales o inducidos por su misma forma de producción. Desde los años de la revolución rusa e internacional, la burguesía extrajo las lecciones que se transmiten de generación en generación, de un país capitalista a otro, y a los países capitalistas atrasados, porque el desarrollo del capitalismo en todo el mundo no puede sino crear masas proletarias cada vez más numerosas. Masas que, precisamente por el número y la difusión en todos los países del mundo, constituyen la fuente inevitable de ganancias capitalistas, pero, al mismo tiempo, un peligro revolucionario potencial. Y para luchar contra el peligro revolucionario, de antemano, la burguesía diseña y usa cualquier medio, cualquier método, cualquier política, cualquier ideología: desde el reformismo pintarrajeado de socialismo hasta el falso comunismo (léase estalinismo, maoísmo, etc.), de la democracia conjugada de mil maneras al autoritarismo y la dictadura militar, hasta llegar al fascismo, si el peligro revolucionario, representado por el proletariado organizado y decidido en la lucha por la conquista del poder, es real y cercano en el tiempo y el espacio.

4. La clase proletaria es la clase de los trabajadores asalariados, los sin-reservas, los desposeidos; es la clase que posee solo su fuerza de trabajo y se ve obligada a venderla a los capitalistas, a los burgueses en general, para obtener a cambio un salario que es la única forma de sobrevivir en la sociedad del capital. La clase burguesa, fuerte por su poder económico, financiero, político, militar, no solo organiza la producción y distribución de mercancías y trabajo, sino que también organiza a los proletarios a través de las más diversas instituciones sociales, políticas, sindicales, culturales y religiosas. La clase burguesa ha aprendido de su misma historia de clase dominante que una de las armas más efectivas para mantener sometida a la clase proletaria es la democracia. En efecto, el sistema democrático combina elementos de ideología, política y organización, gracias a los cuales el proletariado se ve envuelto en la red defensiva de intereses burgueses que comienza desde la pequeña asociación, desde la organización local hasta llegar al parlamento, mientras que para los vértices del Estado esta amplia participación se ha fusionado por completo, perdiendo toda supuesta distinción de intereses de los diferentes estratos sociales, y transformada en lucha de las facciones que constituyen siempre la clase burguesa. Pero hay un denominador común que une a las facciones burguesas que normalmente compiten entre sí y luchan por la supremacía de los intereses de los que son portadores: la política de colaboración de clases con la que la burguesía somete al proletariado no solo para hacerse explotar sin rebelarse, sino para utilizar su fuerza social para defender los intereses generales del capitalismo mejor y por más tiempo, y al régimen burgués que los administra.   

5. La colaboración de clase entre el proletariado y la burguesía es, de hecho, el reformismo llevado a sus últimas consecuencias, es el encuentro entre el reformismo burgués y el reformismo socialista, su fusión y transformación en total servilismo del proletariado a la clase burguesa dominante. La colaboración de clases siempre ha sido el objetivo perseguido por la burguesía de todos los países, pero con el fascismo – en la lucha contra el avance del proletariado en el camino de la revolución – la clase burguesa dominante ha conseguido la manera de convertirla en la base esencial de su supervivencia en el poder. No debe olvidarse que el proletariado se inclinó hacia el fascismo después que el trabajo sistemático del reformismo socialista para desviarlo y desorganizarlo como clase independiente lanzada hacia la revolución, lo habia desanimado, dividido, confundido, desviándolo de la lucha de clases y revolucionaria, en tiempos de guerra, en apoyo a la guerra «en defensa de la patria» y, en tiempo de paz, en la lucha por lograr una mejora económica y social que se esperaba con la reconstrucción burguesa de posguerra. La violencia del fascismo contra los sindicatos, las organizaciones sociales y políticas del proletariado, al principio ciertamente «ilegal», pero apoyada, aceptada y justificada por las mismas fuerzas del estado burgués, en realidad completó el trabajo de someter al proletariado a los intereses burgueses. que el reformismo socialista y el socialchovinismo habían comenzado.

Pero la colaboración de clases, aunque se basa en mejoras reales en las necesidades esenciales de la vida proletaria (los famosos amortiguadores sociales), no elimina el antagonismo de clase entre el proletariado y la burguesía, ya que este antagonismo se basa en las relaciones de producción capitalistas que subyacen en las relaciones sociales. Por tanto, cuando la presión capitalista llega a un nivel insoportable para el proletariado, elementos o estratos proletarios son empujados a reaccionar por medio de la lucha – que es el único instrumento disponible para defenderse de esa presión –, a organizarse para luchar y obtener un resultado. No importa lo que hagan las fuerzas conservacionistas y oportunistas por encarcelar al proletariado en la red de colaboración de clases, el antagonismo de clase entre el proletariado y la burguesía emerge y resurge, porque las contradicciones económicas y sociales que caracterizan al capitalismo son más fuertes que las políticas que las clases dominantes burguesas adoptan para defender su poder y mantener a las masas proletarias en todos los países en condiciones de esclavitud salarial.

6. Uno de los efectos globales del desarrollo del capitalismo y sus crisis está sin duda constituido por el fenómeno de las grandes migraciones. Desde siempre, cada guerra ha provocado el desplazamiento de personas o parte de ellas, que escapan de la destrucción y la devastación de la guerra, que escapan del hambre y la miseria causadas por la guerra, o debido a una deportación organizada por los vencedores. Las crisis económicas capitalistas, aun cuando no conducen a la guerra, sin embargo causan tal precariedad de vida y trabajo para las grandes masas proletarias y campesinas, que una parte esencial de las mismas se ve obligada a emigrar por pura supervivencia. Incluso ciertos fenómenos naturales, como terremotos, tsunamis, aluviones, huracanes, incendios, frente a los cuales el capitalismo, al no organizar la vida humana y social para enfrentar estos fenómenos minimizando el daño y la muerte, son fuente sistemática de miles de muertes y daños inmensos en la agricultura, los hogares, la infraestructura y la actividad humana en general. Pero de este daño, el capitalismo obtiene ganancias, demostrando en cada ocasión que es una economía del desastre. Estas migraciones forzadas son una parte integral del desarrollo del capitalismo, como el desempleo juvenil o de adultos, como la marginación social de los sectores más débiles de la población. Y el capitalismo, por un lado, tiene interés en aprovechar las condiciones económicas y de vida muy precarias de las masas migrantes, que ofrecen su fuerza de trabajo a precios extremadamente bajos, explotándolas hasta la muerte, por el otro, cuando no puede explotarlas en los ciclos productivos legales, las abandona a su destino que no es otro sino el de una vida aburrida y llena de privaciones, o el crimen organizado – el lado oscuro del capitalismo – que los convierte en objeto de prostitución y violencia.

7. La política burguesa, mientras apunta a la colaboración de clase por parte del proletariado – y para este propósito costea el derrochador sistema democrático en el que operan partidos, sindicatos, y organizaciones diversas – no puede obligar al sistema económico capitalista a dar un salario a todos los proletarios existentes y futuros a cambio del pleno empleo; la ley del beneficio capitalista no lo permite. Por esta razón, en los países capitalistas avanzados, si por un lado promueve y apoya la actividad humanitaria de organizaciones sociales creadas ad hoc y apoyadas por donantes privados, por otro lado implementa una discriminación social que permite agregar, a la competencia tradicional entre proletarios nativos, la competencia entre proletarios nativos y proletarios extranjeros. Los efectos de las crisis económicas, combinados con el aumento de la competencia internacional de los capitalismos nacionales, afectan no solo a las masas proletarias sino también a las masas pequeño-burguesas – la llamada clase media – que, al caer en la ruina, ya no están automáticamente del lado de la gran burguesía dominante sino que tienden a oponerse a ella, debilitando así su función corruptora hacia el proletariado, lo que en períodos de expansión garantizaban sus privilegios y bienestar social. Para los burgueses de un país, el enemigo a combatir ya no es solo la burguesía de otros países toda vez que impide la expansión económica y financiera de las empresas nacionales, sino también de los proletarios extranjeros, y en particular de las masas de migrantes que escapan de sus países para llegar a los países más ricos. La represión que ejercitaba la burguesía en las colonias, en la época del colonialismo tradicional, se traslada inevitablemente hacia el país colonizador en la medida en que los inmigrantes arriban, clandestinamente o no.

8. ¿Puede la burguesía de los países ricos evitar que las masas migrantes emigren de sus países devastados por guerras y crisis económicas para llegar, por cualquier medio y a costa de sus vidas, a los países ricos? En buena parte sí, dado que las migraciones que tienen lugar en África y Asia se mueven principalmente dentro de los mismos continentes. Pero los migrantes que tocan suelo europeo, o estadounidense, especialmente de manera clandestina, dada la política de repulsa adoptada por todos estos países contra ellos, son un pretexto fácil que la burguesía utiliza para desencadenar una campaña de odio social y racial que lleve al proletariado autóctono a estrechar aún más el vínculo con su propia burguesía nacional, incluso si sus condiciones de vida y de trabajo empeoran cada vez más. Las campañas de propaganda se construyen en torno al miedo de la invasión extranjera, del crimen importado del exterior, de la vida criminal en la que se refugian los inmigrantes ilegales; se levantan muros, alambradas y se refuerzan a los militares en las fronteras dándoles la facultad de disparar; los centros de recolección construidos específicamente como cárceles están llenos de migrantes; se da notoriedad desproporcionada a los actos de violencia llevados a cabo por un migrante como si todos los actos de violencia fueran causados por migrantes. Y mientras la burguesía dominante elogia la legalidad y los valores de la civilización en los países industrializados, la actividad ilegal, la corrupción, la malversación de fondos, el fraude, el robo se propagan, y no por los inmigrantes desheredados, sino por los propios burgueses ricos, pero nunca saciados con su riqueza.

9. Los proletarios nativos de los países ricos, durante décadas prisioneros de un conservadurismo sombrío y de la colaboración de clase más devastadora, se han debilitado hasta el punto de no poder defenderse de manera independiente, incluso en el terreno elemental de la defensa económica diaria. Han entregado su independencia de clase a partidos y sindicatos vendidos al capitalismo, que la han enterrado bajo una gruesa capa de empresarialismo, chovinismo y soberanismo. Las crisis capitalistas que se han seguido desde el final de la segunda guerra mundial imperialista han provocado, a la larga, un empobrecimiento generalizado de las masas proletarias, a pesar del período de expansión capitalista en los años cincuenta y sesenta en el que los proletarios parecían haber obtenido un tenor de vida del que nunca volverían. Pero al período de expansión global del capitalismo ha seguido un período de recesión, de estancamiento, de crisis, y la política de cada gobierno burgués ha comenzado por atacar las mejoradas condiciones de los proletarios, volviendo a desaparecer gradualmente lo que se había logrado anteriormente. La política oportunista y colaboracionista de las organizaciones que se presentaban como «obreras», desde ese momento hasta hoy no ha cambiado sustancialmente, se ha convertido más bien en colaboracionista que en oportunista: siempre al servicio del capital y cada vez más representante de las capas superiores del proletariado, que Engels y Marx llamaron la aristocracia obrera. Lo que ha cambiado es la actitud de la clase dominante burguesa después que décadas de colaboracionismo obrero han aplastado la fuerza social que el proletariado, especialmente de la industria, expresó una vez; la burguesía hoy puede incluso prescindir de los planes de control social de las organizaciones sindicales y de partidos que alguna vez se jactaban de ser «obreros». Y los proletarios, en ausencia de sus propias organizaciones de clase, empujados al individualismo más mezquino y ponerse a la cola de los estratos proletarios mejor pagados que persiguen el mito de su estilo de vida pequeño-burgués, son fácilmente empujados a seguir las fuerzas políticas y sociales que aparecen de vez en cuando como más fuertes y de las cuales se ilusionan con obtener alguna mejora que no han obtenido de las tradicionalmente organizaciones «obreras». Así es como los partidos de derecha y de extrema derecha tienen la oportunidad de expandir su influencia incluso en los estratos proletarios, incluyendo a los más marginados y desilusionados.

10. Las masas desheredadas y los proletarios migrantes en los países europeos que bordean el Mediterráneo y que están en la ruta de los Balcanes recorrida por migrantes de Asia y Oriente Medio, y la persistencia de sus llegadas en las formas más diversas, 99% clandestinas, si por un lado constituyen materia para la propaganda del odio social y racial burgués y una fuerte palanca para aumentar la competencia entre los proletarios, desde el punto de vista de la clase proletaria, es decir, de sus intereses de clase antagónicos a los burgueses, son la demostración concreta de los efectos devastadores del desarrollo capitalista y la política imperialista. El desarrollo del capitalismo en los países industrializados se ha realizado y se mantiene a condición de limitar e impedir el desarrollo social en la mayoría de los países del mundo.

La explotación de las masas coloniales se basó precisamente en este desigual desarrollo del capitalismo, y en la llamada «descolonización», debido sobre todo a las revoluciones anticoloniales que tuvieron lugar en los treinta años que siguieron al final de la segunda guerra imperialista mundial, no ha cambiando sustancialmente la relación entre los países capitalistas avanzados. quienes administran el capital financiero internacional y los países capitalistas atrasados: el desarrollo desigual del capitalismo no ha desaparecido, ni se ha atenuado, peor aún, se ha intensificado; las crisis sociales y de guerra que han estado ocurriendo durante más de setenta años lo demuestran ampliamente, como lo demuestran los movimientos y las migraciones de millones de seres humanos de un país a otro, de un continente a otro.

11. El capitalismo produce bienes para el mercado de productos, pero también produce proletarios, es decir, una fuerza laboral «liberada» de las relaciones sociales y productivas pre-capitalistas o particularmente atrasadas; produce esa mercancía especial que, como fuerza de trabajo explotada en trabajo asalariado, valora el capital invertido, aumenta su valor y cantidad. Pero, si por un lado el capitalismo transforma a la mayoría de la población mundial en proletariado, es decir, en fuerza de trabajo asalariada disponible, por el otro, no puede dar trabajo a todos los proletarios. El salario, que es el precio de la única actividad humana de la cual el capital extrae la plusvalía (y, por lo tanto, su ganancia), se basa en el tiempo de trabajo diario que el trabajador está obligado a dar al capitalista. Cuanto más largo sea la jornada de trabajo, más el capitalista acumulará valor para su capital, puesto que el salario nunca corresponde a todo el tiempo de trabajo diario del asalariado, sino solo a una parte, mientras que la parte restante  es tiempo de trabajo no pagado al trabajador, tiempo de trabajo que el capitalista extorsiona del asalariado y del cual saca sus ganancias. Esta es la razón por la cual los capitalistas tienen interés en alargar la jornada laboral tanto como sea posible, incluyendo las horas extras, y a no distribuir el trabajo a un mayor número de empleados que trabajarían cada uno menos horas cada día. Luego pensamos en la innovación técnica y tecnológica para simplificar las operaciones de trabajo en los procesos de producción y, por lo tanto, para reducir aún más el tiempo de trabajo diario que necesita el asalariado para vivir y para aumentar el tiempo de trabajo diario no remunerado que el capitalista se embolsilla de forma automática. Si en los albores del capitalismo industrial se podía presumir (como en el Capital de Marx) que el asalariado utilizaba el 50% del tiempo de trabajo diario para sostenerse en la vida y el 50% el capitalista lo apropiaba, las innovaciones técnicas y científicas aplicadas a los procesos productivo ciertamente modificaron la relación entre el tiempo de trabajo necesario para mantener al asalariado y el tiempo de trabajo no remunerado, llevando este último cerca de un 90% de toda la jornada laboral. Es una razón más por la cual el proletariado reclame la reducción drástica de la jornada laboral; este reclamo es definitivamente unificador para todos los proletarios, más allá de sus calificaciones, edad, nacionalidad o género.

12. La relación que vincula al proletario con el capital es una relación de producción y social que obliga al proletario, para vivir, a vender su fuerza laboral al capitalista, sin importar si su fuerza laboral está cubierta de cuero blanco, negro y amarillo o aceitunada. La diferencia entre los proletarios blancos, negros, amarillos o de color oliva la determina el poder del capital y de la clase burguesa dominante que lo posee. Los capitalistas blancos fueron los primeros en representar la revolución industrial y, por lo tanto, la revolución política que abrió la sociedad precapitalista al progreso capitalista. Así, el capitalismo blanco, en su desarrollo internacional, ha dominado el mundo, sometiéndolo a sus propias leyes y extendiendo el modo de producción capitalista y las relaciones sociales resultantes a todos los países del mundo. El desarrollo del capitalismo ha producido el imperialismo, o la dominación del capital financiero sobre el capital industrial y comercial; ha producido, por lo tanto, una internacionalización del poder del capital, en parte desconectado de sus orígenes nacionales, y en parte todavía vinculado a ese sistema de defensa de los intereses burgueses que se llama Estado nacional y que es la expresión de una burguesía que apoya su fortaleza económica en las empresas nacionales. En esta contradicción hay uno de los factores que hacen que el capitalismo sea imposible de administrar pacíficamente, porque cada empresa choca continuamente con los intereses de las empresas competidoras, tanto dentro como fuera del país en el que se formó y desarrolló. La internacionalización del capital también ha internacionalizado al proletariado. Si bien el capital, a pesar de su tendencia a superar las fronteras del país en el que se formó, sigue vinculado a su nacionalidad por el hecho de que su máximo defensor, en el país y en el extranjero, es el Estado burgués nacional, el proletariado es clase sin reservas y sin poder; no tiene nada estable que defender y transmitir en herencia, por lo tanto, su «nacionalidad» es solo la primera forma que toma su esclavitud salarial, forma que se pierde, de hecho, cada vez que cambia el capital empresarial que lo explota, hoy italiano, mañana alemán, luego quizás estadounidense, ruso, japonés, inglés, francés, español, chino, saudí, sudafricano o australiano. En todos los países del mundo, el proletariado es el esclavo asalariado moderno, no tiene patria y, a diferencia de la burguesía, sus intereses de clase nunca son nacionales, pero lo son, desde su aparición en la sociedad burguesa, internacionales.

13. En la historia de las luchas de clases, que la burguesía misma ha reconocido como la esencia de las relaciones de producción y las relaciones sociales entre las dos clases principales de la sociedad (proletariado y burguesía), el proletariado ha expresado una fuerza social incomparable, llegando a una altura teórica y política que ninguna otra clase social había alcanzado anteriormente, ni siquiera la burguesía que incluso superó con creces cualquier nivel cultural, civilizador y científico de las clases dominantes anteriores. La posición de ser la clase de los sin-reservas y de no tener, en ningún país, nada que defender en la sociedad actual de explotación capitalista, junto con el resultado histórico, debido a sus luchas de clase, de haber expresado la teoría de la sociedad sin clases, la teoría del comunismo, coloca objetivamente a la clase proletaria en la condición de ser la protagonista de una revolución que cambiará a toda la sociedad mundial de arriba a abajo, una revolución que superará cualquier gran revolución burguesa en sus objetivos históricos. La propiedad privada y el Estado son características que las sociedades de clase se han transmitido entre sí, y continúan desempeñando el papel de pilares, desde el esclavismo, al feudalsimo, al capitalismo. Las grandes contradicciones de las sociedades precapitalistas, tanto en las relaciones de producción como en las relaciones sociales, en cierto sentido se han incrustado en la sociedad capitalista, simplificándose en la gran contradicción entre capital y trabajo, entre burguesía y proletariado. Los destinos de la sociedad están en manos de estas dos clases, pero la historia ya ha trasado la salida que tendrá el desarrollo del capitalismo; tomará el tiempo que tome, pero el antagonismo entre los intereses de la burguesía y los intereses del proletariado continúa trabajando en el sustrato económico, llevando a la madurez los factores objetivos de su explosión. Ya con la primera guerra mundial imperialista y sus mortíferas contradicciones, el proletariado europeo se encaminaba hacia su propia revolución de clase y el proletariado ruso logró escoger – gracias a la dirección de su partido de clase, el partido de Lenin – el momento histórico favorable a la conquista del poder político y el establecimiento de la dictadura proletaria, una vez derrocado el poder zarista, contra la dictadura burguesa. Octubre de 1917, junto con la Comuna de París de 1871, son ejemplos históricos del potencial revolucionario de la clase proletaria. El marxismo – como teoría de la revolución comunista – y la constitución de la Internacional Comunista, en 1919, sobre sus bases teóricas y programáticas y sobre la experiencia concreta de las dos grandes revoluciones citadas, son una demostración más del camino histórico que el proletariado debe seguir para alcanzar el gran objetivo de la sociedad sin clases, de la sociedad basada en la satisfacción de las necesidades de la especie humana y no de las necesidades de los mercados.

14. La lucha de clase del proletariado europeo, desarrollada en las diferentes fases históricas en Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia e Italia, enseñó que la lucha proletaria es congénitamente internacional e internacionalista, y que, para la victoria política y militar contra la clase dominante burguesa y su Estado, es esencial la guía de un partido de clase firmemente coherente con la teoría marxista y opuesto de manera intransigente a cualquier desviación oportunista. La lucha de clases, habiendo alcanzado un cierto nivel de tensión social, se convierte en una guerra de clases en la que el proletariado, si está adecuadamente preparado y organizado y guiado por un partido de clase fuerte y bien entrenado, puede contrarrestar los ataques de la burguesía, defenderse sin desorganizarse y pasar a la contra-ofensiva por la conquista del poder político. Hoy todavía estamos muy lejos de esta situación, porque el proletariado, en Europa y en el mundo, ha sufrido una profunda derrota debido sobre todo al trabajo de la ola oportunista más mortal que podría haber ocurrido, el estalinismo que logró falsificar el marxismo a tal grado de hacer pasar las categorías del capitalismo, tanto en la economía (dinero, mercancías, trabajo asalariado, empresa, competencia, mercado), tanto en política (democracia), como categorías socialistas, y encuadramiento del proletariado en defensa de los intereses nacionales en la lucha de la competencia entre Estados y en la guerra mundial. De este abismo, el proletariado de todos los países debe salir, comenzando por luchar por la defensa exclusiva de sus intereses de clase, y reorganizarse independientemente de cualquier otra fuerza social.

Para recuperarse del abismo en el que ha caído, el proletariado tendrá que luchar contra la competencia entre proletarios que alimenta constantemente la burguesía, y no solo entre proletarios más especializados y menos especializados, sino también entre proletarios jóvenes y viejos, entre hombres y mujeres, entre proletarios indígenas y proletarios extranjeros. La colaboración de clase practicada y promovida por todas las organizaciones oportunistas, tanto económicas como políticas, culturales y religiosas, es la derrota anunciada del proletariado, porque la autonomía de clase muere en esta y vence la renuncia por parte de los proletarios de luchar exclusivamente por sus intereses; con la colaboración de clase, los proletarios se entregan a sus enemigos, a los capitalistas y a todo el atajo de sus sirvientes, convencidos de obtener mejores condiciones de vida y trabajo, convencidos de que pueden vivir en paz, sin más abusos y violencia. La vida cotidiana muestra que solo son ilusiones y que en la mano, después de haberse rendido a la explotación capitalista, solo queda un puñado de moscas. De una fuerza laboral que está siendo explotada cada vez más intensamente, el proletariado ha sido preparado para convertirse en carne de cañón en las guerras de rapiña burguesas; las guerras, de hecho, nunca han desaparecido del horizonte de la sociedad capitalista, pero acortan su vida, que solo la revolución proletaria internacional puede detener, abatiendo el capitalismo en los principales países imperialistas.

15. Las masas desheredadas y proletarias que migran de un país a otro en África, Asia y América y que, en parte, van a invertir en los grandes países imperialistas en Europa y América, de hecho denuncian la incapacidad del capitalismo para resolver sus propias contradicciones. Ninguna reforma, ninguna política dirigida a la «eco-sustentabilidad», que apunte a mitigar las «desigualdades sociales», ningún llamado a los principios de «humanidad» y «piedad», ningún apelo al «desarme» y la «paz» entre los pueblos, ninguna presión democrática sobre los gobiernos de los grandes países imperialistas a fin de detener la despiadada carrera en beneficio de sus capitalismos nacionales, pueden invertir el curso histórico del capitalismo que, en su desarrollo, a cada pequeño paso progresivo en técnicas productivas y en descubrimientos científicos, contrapone grandes obstáculos al desarrollo de las fuerzas productivas y a la vida social.

«La verdadera barrera de la produccion capitalista es el propio capital: el capital y su valorizacion en si mismo aparece como punto de partida y punto de llegada, motor y objetivo de la produccion; esta es solo produccion para el capital y no a la inversa; los medios de produccion no son simples medios para dar forma, ampliándolo sin cesar, al proceso de la vida en beneficio de la sociedad de los productores».[El Capital de Karl Marx, tomo 3, p. 269; Ed. Cartago]. Para que la producción social no sea exclusivamente producción para el capital, sino producción para la sociedad de productores, se necesita una revolución general que solo la clase proletaria puede implementar; una revolución que tiene como objetivo el derrocamiento del capitalismo en todo el mundo, aunque puede comenzar en un país o en muy pocos países, pero que esté dirigida por el organismo indispensable para su preparación y conducción victoriosa, el partido de clase proletario que posee conciencia de clase y el programa revolucionario que traza el camino revolucionario para completar la victoria sobre la clase burguesa. Las masas proletarias de los países capitalistamente atrasados son una parte integral del proletariado internacional y su participación en el movimiento revolucionario es tan esencial como la participación del proletariado de los países imperialistas ya que su unificación evitará que las burguesías organicen y lancen a los proletarios de los países atrasados contra los proletarios de los países industrializados, y viceversa.

16. La colaboración de clase, por un lado, y la competencia entre proletarios, por el otro: estos son los verdaderos límites para la reorganización de clase del proletariado. Luchar para superar estos límites significa luchar no solo, y exclusivamente, por los intereses unitarios de la clase proletaria, sino también contra todas las fuerzas de conservación social entre las que sobresalen las fuerzas oportunistas y colaboracionistas. El partido comunista revolucionario, que vio al partido bolchevique de Lenin en su apogeo, llevó al proletariado ruso a la victoria, en 1917, y a la organización del partido proletario mundial que se llamó Internacional Comunista, en 1919; su degeneración, debido a una larga serie de concesiones a nivel teórico, programático y político, llevó no solo al proletariado ruso, sino al proletariado internacional a la derrota. Pero la teoría marxista – el partido histórico – aunque desfigurada y falsificada, sigue siendo la única teoría que explica el nacimiento, el desarrollo y la muerte del capitalismo, la que indica en el movimiento histórico del proletariado en su lucha contra sus condiciones de existencia como esclavo asalariado, y contra la burguesía como la clase dominante que lo esclaviza y explota, la única vía para el desarrollo de las fuerzas productivas y el progreso social de la especie humana. La tremenda degeneración de los partidos comunistas de los años Veinte del siglo pasado, que llevó al proletariado mundial a participar activamente en la segunda guerra imperialista en los dos frentes, requería un duro trabajo de restauración de la teoría y del órgano revolucionario por excelencia, el partido de clase.Las pocas fuerzas de la Izquierda comunista de Italia que resistiron a la devastación estalinista se dedicaron a este trabajo, y sobre el surco que ellas trazaron a partir del segundo período de posguerra, nosotros continuamos su lucha, en continuidad teórica, programática, política, táctica y organizativa, con la certeza de que el proletariado sabrá encontrar el camino de la lucha de clase y de su reorganización de clase independiente.

 

 

Partido comunista internacional

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