La lucha estudiantil en Quebec

(«El proletario»; N° 1; Diciembre de 2012)

 

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El 13 de febrero de 2012, una huelga general ilimitada de los estudiantes en Quebec se desencadenó contra el aumento de la matrícula de inscripción y otros gastos de escolaridad promulgados por el gobierno liberal (derecha), de Jean Charest. El aumento previsto es de 1.625 dólares en cinco años, lo que representa un espectacular aumento de más del 80% de los gastos que hoy llegan a 2.168 dólares por año, sin contar con los gastos de esta escolaridad que va en aumento y que no son sino una forma encubierta para aumentar el coste de la educación. La intención reconocida es la de alcanzar la media canadiense que se sitúa alrededor de los 4.000$ por año.

En la actualidad, Quebec ostenta las tasas de matriculación más bajas de América del Norte. En 2007, se había adoptado un aumento de 500 $ durante cinco años como primer paso hacia la desregulación de estas. A mediados de abril, el movimiento huelguista reunía ya a más de 200.000 alumnos en todo Quebec, de los cuales 170.000 se habían declarado en huelga general indefinida, incluyendo los de las universidades y del CEGEP (Colegio de Estudios Generales y Estudios Profesionales, un nivel de enseñanza intermedio entre la escuela secundaria y la universidad).

El aumento ya se encontraba en el presupuesto del gobierno Charest  desde 2010, caracterizado por muchas medidas brutales y que están echando abajo poco a poco los beneficios sociales que han venido disfrutando el proletariado y la población trabajadora, incluyendo una tasa sanitaria anual de 200 $ por persona, independientemente de sus ingresos, mientras que el sistema de salud pública de Quebec se cae a pedazos.

El Ministro de Hacienda, Raymond Bachand, declaraba entonces que una «revolución cultural» era necesaria para hacer comprender a los trabajadores quebequeses que los servicios públicos tienen un precio, es decir, que deben ser privatizados gradualmente para aumentar la tasa de ganancia de la burguesía. ¡Más bien deberíamos hablar en este caso de una contrarrevolución cultural! Pese al propósito del ministro Bachand los servicios públicos nunca fueron «gratuitos», sino que estaban y siguen siendo financiados por los impuestos y tasas de los que el peso principal recae sobre la clase obrera.

A partir del 13 de febrero, el movimiento de protesta estudiantil ha crecido rápidamente, marcado por manifestaciones cada vez más numerosas, algunas de las cuales se han tornado hacia la confrontación con la policía. El 7 de marzo, tiene lugar la manifestación más agitada, y en la que un estudiante, Francis Grenier, casi pierde un ojo. A partir de allí, la cólera de los estudiantes y de todos aquellos que los apoyan se ha intensificado y el movimiento estudiantil se ha galvanizado. El domingo 18 de marzo una manifestación familiar congregó a más de 30.000 personas en Montreal y miles de otras en Québec y Sherbrooke.

El 22 de marzo, se organiza en Montreal  una de las manifestaciones más grandes, hasta hoy, en la historia de Quebec e incluso de Canadá, logrando reunir a más de 200.000 participantes.  El gobierno de Charest ha hecho oídos sordos a los estudiantes y transmite una propaganda demagógica y profundamente deshonesta acerca de los estudiantes que no quisieran dar su «justa contribución» para salvar el sistema educativo y el saneamiento de las finanzas públicas.

Viniendo de un gobierno marcado por muchos escándalos y que no duda en dar millones de dólares a los bancos y otras grandes empresas, mientras que impone drásticas medidas de austeridad a la clase obrera, es simplemente indignante.

A medida que el movimiento se ha extendido la represión policial se ha vuelto cada vez más brutal, marcada por numerosas detenciones, así como por el sensacionalismo de los medios burgueses sobre los estudiantes «malcriados, irresponsables y vándalos».

Esto no ha impedido que las protestas estudiantiles se hayan multiplicado y amplificado a partir de abril, sobre todo con las manifestaciones nocturnas que se iniciaron a finales de este mes para denunciar la intransigencia y la mala fe del gobierno. La policía de Montreal ha tratado en vano de impedirlas declarándolas «ilegales», pero sin éxito. Manifestaciones similares tuvieron lugar en Quebec donde se encuentra la sede de  l’Assemblée Nationale du Québec, una especie de parlamento quebequés. Ante la tenaz resistencia de los estudiantes y sus partidarios, el gobierno promulgó la Ley 78 que obliga a que cualquier reunión de más de 50 personas proporcione su ruta por lo menos con ocho horas de antelación so pena de ser considerada ilegal. Las fuerzas  policiales tienen la orden de arrestar a los manifestantes que se nieguen a dispersarse. Las multas exorbitantes están ya previstas para cada organización, en particular la de los estudiantes, que se niegan a ajustarse a la ley. Con dicha ley bajo el brazo la policía de Montreal no se ahorró ninguna detención durante las manifestaciones.

Pero la determinación de los manifestantes, compuesta no solo de estudiantes sino también de sindicalistas y grupos de base, no ha disminuido. Por su parte la policía que declaraba ilegales todas estas manifestaciones, dejaba a los manifestantes marchar noche tras noche. El 22 de mayo, una gran manifestación a la que asistieron más de 300.000 personas según los organizadores, no obstante haber violado la Ley 78 al cambiar de ruta, sin avisar a las fuerzas policiales, a estos últimos les fue imposible detener la manifestación y poder realizar arrestos masivos. A finales de junio, aunque el Gobierno había cerrado las universidades durante tres meses, decenas de miles de personas seguían manifestándose en Montreal y Quebec.

 

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Los periodistas han observado un resurgimiento del nacionalismo quebequés en el movimiento estudiantil. Aunque este resurgimiento sea muy relativo y que el verdadero enemigo esté en Montreal y no en Toronto, no es de extrañarse que históricamente la lucha por el acceso a la educación haya sido siempre una parte integral de la lucha del nacionalismo quebequés, especialmente durante la «Revolución Tranquila» en los años 60. El desarrollo del capitalismo en Quebec ha tenido como consecuencia, exactamente como en los demás países capitalistas desarrollados con pleno crecimiento al mismo tiempo, un número cada vez mayor de estudiantes para satisfacer las necesidades de asalariados y técnicos altamente calificados, así como un encuadramiento del proletariado a diferentes niveles. En 1966, la ONU solicitaba a los Estados miembros que garantizaran el libre acceso de todos a la educación superior, abogando por la instauración de la enseñanza gratuita (1); la «democratización» de la educación superior tan cacareada (democratización relativa, los hijos de los trabajadores han tenido siempre mayores dificultades para acceder) a través de subvenciones, sistemas de becas, etc., era una necesidad para el capitalismo que atravesaba un período de expansión ininterrumpida.

El fuerte aumento de la población estudiantil superior universitaria y el empuje del nacionalismo de Quebec han sido dos aspectos ligados al ascenso al poder de la fracción quebequesa del capitalismo canadiense y de sus esfuerzos para ganar un lugar más prominente en el cuadro del Estado canadiense (o para tomar el camino hacia la independencia si esto no fuera posible). Por otro lado, en Quebec como en otros lugares, el desarrollo de la educación se había convertido, gracias a esta «democratización» de la educación, en un medio para ciertos elementos pertenecientes al proletariado de escapar a su condición social y acceder a la pequeña burguesía: era el auténtico camino hacia el famoso «ascensor social» que realmente funcionaba en ese momento. En cuanto a la pequeña burguesía, este era uno de los medios preferidos para asegurarse de que sus hijos permanecieran en esta clase.

La burguesía quebequesa, tanto a través del Partido Quebrajes nacionalista burgués como del Partido Liberal federalista, ha mantenido la congelación de las tasas universitarias durante varios años, de 1994 a 2007. Sin embargo, la situación actual de crisis económica internacional requiere de todos los gobiernos burgueses que den una vuelta de tuerca para mantener o restablecer la tasa de ganancia del capitalismo, no sólo mediante el reforzamiento de la explotación directa del proletariado, por los recortes en el gasto social, sino también echando a un lado a ciertas capas de la pequeña burguesía poco productivas y parasitarias.

Los dos principales partidos de la izquierda reformista quebequesa, Quebec Solidaire y el nuevo partido independentista Opción Nacional, han asegurado a los estudiantes su apoyo e incluso se han posicionado a favor de la gratuidad en la educación desde maternal hasta la universidad, reivindicación lanzada antes por la ASSE (Asociación por la Solidaridad Sindical de los Estudiantes), sindicato de estudiantes que demuestra cierta combatividad y que es en gran parte el instigador del movimiento actual de huelga.

Pero, ¿de qué valen las promesas de los partidos reformistas que quieren posicionarse en relación a las posibles elecciones anticipadas?

Las medidas actuales no se deben a la maldad particular del gobierno Charest; son parte de una tendencia general del capitalismo frente a una crisis general de sobreproducción que, para dar solución a las dificultades económicas, incluso temporales, requiere de los gobiernos burgueses de derecha o de izquierda tomar medidas de austeridad anti-proletarias y antisociales aún más pronunciadas. También es igualmente inútil tratar de negociar con el gobierno nuevos medios de financiación, al igual que otros sindicatos de estudiantes: hoy en día hay demasiados estudiantes y que resultan demasiado caros con respecto a las necesidades del capitalismo en Quebec.

 

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La importancia, la duración de la lucha de los estudiantes y el eco favorable que ha encontrado en buena parte de la población a pesar de la hostilidad de los medios de comunicación, todo esto demuestra que estamos en presencia de algo mucho más amplio que una simple lucha corporativa estudiantil. Las decenas o cientos de miles de personas —pequeños burgueses y proletarios— que se movilizaron en las manifestaciones no lo hicieron solamente por amor a la democracia y para apoyar a los estudiantes, sino porque también se sienten amenazados por la ofensiva capitalista y de modo instintivo temen sufrir su suerte: recrudecimiento de la explotación, proletarización, represión. La ofensiva capitalista amenaza con precipitar a las capas pequeño-burguesas (o aspirantes a la pequeña burguesía) a la proletarización, alentándoles a la revuelta bajo una forma u otra. Es inevitable que esta revuelta se realice por primera vez con una orientación reformista, basado en el deseo de volver a la época de capitalismo floreciente, en que el crecimiento económico aseguraba su posición social privilegiada en comparación con el proletariado, y en la creencia en un capitalismo «humano», «justo», «social», etc.

Pero una parte, aunque sea pequeña, de estudiantes se da cuenta de que con o sin titulación, correrán la misma suerte que los proletarios, los mejores elementos pueden y deben darse cuenta de que su verdadero oponente no es en definitiva un gobierno reaccionario, sino el capitalismo y sus leyes inflexibles. Y es a partir de allí que podrán comprender que si quieren tener éxito, su lucha debe ir más allá de la aspiración mezquina y sin esperanza a un estatus social privilegiado, e inscribirse en una lucha mucho más amplia y a más largo plazo: la lucha de clases de los proletarios contra el capitalismo.

Esto obviamente no es la orientación que defienden las organizaciones de estudiantes, ni los diversos grupos de la extrema izquierda.

CLASS, que suele presentarse como la asociación más combativa del estudiantado, plantea una perspectiva aparentemente más radical que las que proponen en el colegio y la universidad  las federaciones de estudiantes (FECQ y FEUQ), y es por eso que el gobierno quería excluirla de las negociaciones celebradas a mediados de mayo. Al final CLASS pudo participar, pero aceptando el compromiso que casi todos los estudiantes huelguistas habían rechazado.  En realidad esta perspectiva se queda en el marco de la democracia pequeño-burguesa. Su evocación de una «huelga social» y el llamamiento a los sindicatos para apoyar la lucha no puede engañar a nadie. Los sindicatos han sido llamados al rescate...  por el propio gobierno, a fin de que en tanto que servidores del capitalismo, aconsejen a los estudiantes a hacer compromisos, respetar la ley y rechazar formas de lucha más eficaces. Las actuales organizaciones sindicales son organismos de  colaboración de clases que, en el mejor de los casos, negocian las reivindicaciones de los trabajadores con los patronos mientras frenan las luchas que pudieran poner en peligro la paz social, y en el peor saboteando abiertamente estas luchas.

¿Cómo podrían apoyar  a los estudiantes a violar la ley 78,  cuando estos mismos sindicatos se han guardado bien en llamar el mes de mayo a los ferroviarios de la Canadian Pacific Railway en huelga a desobedecer al decreto adoptado por el gobierno federal que los obliga a volver al trabajo?

¿Cómo iban a organizar un verdadero apoyo a la lucha de los estudiantes cuando no quieren ni pueden organizar el más mínimo apoyo a los trabajadores que sufren el cierre de las empresas y en general a las luchas de los trabajadores? Todo lo que pueden hacer es aprobar mociones de apoyo que en nada les comprometen.

En cuanto a la «huelga social», esta parece ser una huelga... interclasista donde toda la población estaría llamada a cesar sus actividades para defender a los estudiantes y la democracia (2).

De su lado, las organizaciones de extrema-izquierda apoyan las demandas generales de los estudiantes como el «derecho a la educación para todos» contra la «mercantilización de la educación» y han pedido a los trabajadores apoyar esta lucha. ¡Esto equivale a llamar a los proletarios a luchar por  intereses y perspectivas de clase que no son suyas!

La lucha contra la mercantilización de la educación es una utopía pequeñoburguesa; bajo el capitalismo toda la enseñanza está completamente modelada y condicionada estrictamente por las leyes de este modo de producción; así como es utópico imaginar un sistema educativo que escape de este o un Estado que se sitúe por encima de las clases. No más que cualquier otra institución estatal o para-estatal, las escuelas y las universidades no pueden ser reformadas y puestas al servicio del «pueblo» o de los explotados, contrariamente a lo que quisieran hacernos creer todos los defensores del capitalismo.

Por ello, la reivindicación política proletaria no puede ser una reforma de la institución escolar y universitaria, su democratización, el libre acceso a la educación superior, la «no mercantilización» de la educación, sino la destrucción de la escuela y la universidad burguesas, así como las otras instituciones del Estado burgués, dando paso a una sociedad sin clases, y a nuevas formas de enseñar a jóvenes y adultos que no conduzcan más a la formación de especialistas socialmente privilegiados. Por supuesto, este objetivo no se logrará sino a través de la revolución y la toma del poder por el proletariado

Sin duda el proletariado no puede permanecer indiferente ante las dificultades y las luchas de la pequeña burguesía (o aspirantes a serlo como los estudiantes), no hay duda de que debemos oponernos a todas las medidas represivas adoptadas por las autoridades contra los estudiantes - no por motivos humanitarios y democráticos, sino en el interés estricto de la clase, ya que las mismas medidas son (y serán) utilizadas en contra de sus propias luchas: la lucha contra la represión burguesa, contra las leyes «liberticidas» es parte de la lucha proletaria elemental.

De manera general, los proletarios no pueden permanecer indiferentes, en vista de que el ataque que puede sufrir la pequeña burguesía forma parte de la ofensiva general del capitalismo cuyo blanco fundamental son los mismos proletarios. Si se tuviera que demostrar el interés que los proletarios tienen en que estos ataques fallen, basta con leer un editorial del principal cotidiano burgués de Quebec, que piensa que si el gobierno cediera ante los estudiantes «no habría manera de imponer reforma alguna en Quebec» (3). ¡Recordemos que por «reforma» el burgués entiende medida antisocial y anti-obrera!

Pero esto no significa en absoluto que el proletariado deba movilizarse y entrar en lucha para defender la posición social de la pequeña burguesía, cuando él mismo tiene incluso grandes dificultades para movilizarse por su propia causa!

La orientación proletaria no es la de servir de auxiliar a las  aspiraciones  de los estudiantes, apoyando sus puntos de vista y, por lo tanto, de caer en el terreno de la reforma de las instituciones del Estado (o de la defensa de las formas antiguas de funcionamiento de las instituciones) y el orden social burgués, sino de llamarlos a colocarse en el terreno propio al proletariado, que es la lucha de clases contra el Estado burgués y contra el capitalismo: ¡es contra el capitalismo que hay que luchar! ¡No por una reforma democrática, sino por la revolución comunista!

La lucha de los estudiantes y el eco que conoce son una señal de que las contradicciones sociales se acumulan inevitablemente, y tarde o temprano empujarán a los proletarios a participar en la lucha de manera mucho menos episódica y aislada que hoy. Las oposiciones entre las clases, que en realidad nunca han dejado de existir en el capitalismo, se manifiestan cada vez más abiertamente.

Para resistir a los capitalistas y su Estado, las manifestaciones pacíficas y las orientaciones democráticas, los llamamientos a la opinión pública, darán paso a la lucha de clases verdadera, en la que se opondrán las dos clases fundamentales de la sociedad, la burguesía y el proletariado. Sera  entonces que se tornara acuciante la necesidad del partido de clase, dotado de una perspectiva clara e inequívoca, fundada sobre la base de la defensa de los intereses exclusivos del proletariado, para dirigir y centralizar las luchas como objetivo final, que ponga fin a la dictadura del capital y que dé lugar al advenimiento de la dictadura del proletariado, primer paso hacia una sociedad sin clases.

Si bien esto puede parecer hoy  una perspectiva difícil y remota, es de hecho la única realista. Cualquier otra perspectiva política, como la de un retorno a la «edad de oro» del Estado providencial no puede sino conducir a un callejón sin salida y al fracaso.

En esta época de crisis económica cada vez más generalizada del sistema capitalista, ya no hay lugar para las reformas sociales que permitan dar migajas a los trabajadores a cambio de paz social. La burguesía quiere que nosotros paguemos la crisis de su sistema. Y sólo la lucha de clases permitirá frenar sus ataques,  en este caso la subida de las tasas de matrícula en Quebec. ¡Antes de pasar a la ofensiva !

 


 

(1) Citado en un artículo del grupo trotskista Internationalist Group. Cf. http:// www. internationalist.org / quebecstudentstrike  againstcapitaL1205 .html  

(2) Se puede leer en el sitio de la llamada  bloquonslahausse.com: «No estamos haciendo aquí un llamado a un apoyo superficial en que algunos dirigentes sindicales escriban una declaración para reiterar por enésima vez su apoyo a la lucha estudiantil. Queremos al contrario llamar a una convergencia de toda la población de Quebec contra la política de recortes y mercantilización de los servicios sociales y por nuestros derechos colectivos. Sólo una generalización de la huelga estudiantil en el lugar de trabajo puede hacer que la convergencia sea efectiva. Es, por lo tanto, un llamado a la huelga social que lanzamos a toda la población» cf www.bloquons lahausse.com/vers-la-greve-generale/vers-une-greve-sociale (subrayados nuestros)

(3) La Presse, 04/13/12. Con arrogancia burguesa indiscutible, el editorialista califica la huelga estudiantil de «école buissonnière» (estudiantes que se escapan de la escuela, Ndr)! cf  http://www.lapresse.ca/debats/editoriaux/andre-pratte/201204/12/01-4514826-une-crise-artificielle.php

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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