Sobre la crisis prolongada del proletariado y sus posibilidades de remontarla (IV)

 

(«El proletario»; N° 12; Noviembre - diciembre de 2016 / Enero de 2017)

 

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SON LAS PROFUNDAS CONTRADICCIONES DEL CAPITALISMO LAS QUE EMPUJAN AL PROLETARIADO A LA LUCHA DE CLASE.

 

Existen escuelas de pensamiento que se pretenden de izquierda que han dado por liquidada a la clase obrera; hay quienes han llegado incluso a sostener que la clase obrera ya no existe. Existirían «trabajadores», concepto que englobaría desde el emprendedor millonario a los proletarios con el trabajo más precario; existirían «ocupados» y «no ocupados», «ricos» y «pobres», «afortunados» y «desafortunados», «vivos» y «muertos». La ideología burguesa tiene todo el interés en cancelar las diferencias entre clases, en negar la lucha entre las clases, en negar los antagonismos entre las clases; ella hace depender todo de la voluntad de las personas («querer es poder…»), de la consciencia que cada uno desarrolla («la toma de conciencia» es la base de la civilización) y, naturalmente, de la… fortuna. El sueño americano: partir de nada y llegar a la cumbre de la riqueza, ¡ese es el leitmotiv de esta sociedad!

Pero la realidad profunda de la sociedad capitalista es bien diferente. Limitándose a la superficie, a ver lo que la propaganda burguesa quiere hacer ver, tomando por buenos los prejuicios que recubren las ideas que la sociedad burguesa se hace de sí misma, entonces no hay dudas: la potencia técnica y económica de la presente sociedad capitalista es tal que puede dar lugar a cualquier tipo de mejora, de la vida del hombre como del ambiente en el cual vivimos, basta con ser conscientes de ello y quererlo. Cualquier cosa, cualquier «exageración», cualquier superación de la «convivencia civil», cualquier tipo de codicia de dinero y de riqueza, cualquier fenómeno de degeneración puede ser resuelto: ¡basta tener conciencia de ello y quererlo!

Que el rico sea menos rico y que de algo de su riqueza al pobre, y que el pobre esté menos desesperado y que sea menos violento, que pida civil y democráticamente al rico ser menos pobre. Que las guerras acaben, que se resuelva la tragedia de los miles de hombres constreñidos a la miseria y al hambre, que la explotación del hombre por el hombre sea menos bestial, que los criminales se arrepientan y que lo hagan también los capitalistas. La ideología burguesa de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad, querida por los burgueses revolucionarios, ha dejado su puesto a la ideología de la bondad, de la consciencia civil, del desarrollo sostenible, de la caridad. Cuanto más se desarrolla la sociedad capitalista en términos tecnológicos y de capacidad productiva y cuanto más el exceso productivo llena los mercados de productos de cualquier género (cada vez más inútiles y dañinos para la vida), más «progresa» la sociedad burguesa y más reaccionaria y conservadora se vuelve su ideología. Por lo tanto tiende necesariamente a aplanar todo enfrentamiento, todo conflicto, todo problema social sobre el plano del mercado, de ese mercado del que depende completamente su vida. Así que todo debe girar en torno a las exigencias del mercado, todos los recursos disponibles, materiales y humanos, deben ser utilizados en función del mercado; todo, no importa si es «legal» o «ilegal», si es «honesto» o «deshonesto», debe referirse al Dios Mercado. Frente al Dios Mercado todos somos iguales. No hay burgueses o proletarios, sólo compradores y vendedores: todos «trabajan» para vender, todos «trabajan» para comprar. La vida y la muerte dependen del mercado. Quien puede vive y quien no… muere.

Pero la realidad del modo de producción capitalista y de la sociedad burguesa levantada sobre él es mucho más compleja de cuanto quiere mostrar la burguesía.

Las contradicciones funda-mentales del capitalismo no podrán ser resueltas por el capitalismo mismo por la simple razón de que es su modo de producción el que las genera y regenera continuamente. Cuanto más se desarrolla el capitalismo, más se desarrollan y se agudizan estas contradicciones; que son de orden económico, social y político.

La anarquía del mercado no podrá ser resuelta nunca por la planificación productiva de ninguna empresa o del conjunto de las empresas porque lo que gobierna el desarrollo del capitalismo  y por lo tanto el mercado mismo, es la competencia que cada empresa le hace a las demás. Los enfrentamientos inter estatales e inter imperialistas no podrán nunca ser resueltos por los gobiernos burgueses porque cada gobierno defiende los intereses específicos del capitalismo y del imperialismo «nacional», y tales intereses se enfrentan sobre el mercado con una competencia que se vuelve cada vez más aguda y despiadada en la medida en la cual los capitalismos más fuertes se enfrentan con otros capitalismos más fuertes para acaparar cuotas de mercado más consistentes.

Los antagonismos sociales entre burguesía y proletariado no podrán nunca ser resueltos en la sociedad burguesa por la simple razón de que es  precisamente sobre el antagonismo que  opone a la burguesía con el proletariado –es decir, los posesores de los medios de producción y de los productos opuestos a los productores- que  rige el dominio social de la burguesía, gracias al cual el dominio de esta puede continuar extorsionando cantidades incon-mensurables de plustrabajo de la fuerza de trabajo asalariada.

Las guerras comerciales, la guerra sucia sobre todos los frentes, las crisis cíclicas, los enfrentamientos perennes que oponen a unas fracciones burguesas contra otras por el control de los recursos materiales y financieros de cualquier país, son la demostración continua de la imposibilidad por parte burguesa de resolver los problemas que la misma sociedad burguesa produce. El desarrollo «sostenible» del capitalismo es como mucho una utopía, como lo es el fin de las guerras y la superación de las diferencias sociales en la sociedad burguesa.

Esto no quita que la burguesía aparezca como una fuerza «invencible» y que su sociedad aparezca como la única «posible». Pero es la misma burguesía con su política antiproletaria la que revela no sólo la existencia de los antagonismos de clase en su sociedad, sino la necesidad de la lucha entre las clases. La burguesía, sobre la experiencia de varios centenares de años de dominio social, ha sacado una lección histórica: su interés preciso reside en actuar en los enfrentamientos con  el proletariado de manera preventiva, antes incluso de que el proletariado manifieste su fuerza de clase, que le permitiría luchar contra la burguesía sobre el mismo terreno del enfrentamiento de clase sobre el cual esta actúa  mistificando este hecho a los ojos de los proletarios.

Es por ello que la política colaboracionista, muy adaptada al control social en la situación en la cual el proletariado está ya plegado a las exigencias del capitalismo, debe precisamente ser llevada a cabo por obreros si se quiere que sea lo más eficaz posible. Y aquí la aristocracia obrera encuentra su papel.

Pero por mucho que la burguesía haga maniobras para embridar a las masas proletarias y para atontarlas con la eficacísima droga de la democracia, no logra nunca dominar a esta masa en todos los momentos y en todos los lugares. Y no lo logra porque no logra dominar y controlar todas las contradicciones económicas y sociales que aparecen en su sociedad continuamente. Es de hecho a causa de estas contradicciones que en determinados lugares, en ciertos momentos, en situaciones particulares, grupos proletarios rompen el telón de acero que el colaboracionismo ha construido para tenerlos sometidos a las exigencias del capital, para actuar tendencialmente sobre el terreno de clase, es decir, sobre el terreno de la defensa intransigente, y violenta, de sus propios intereses inmediatos. Y aquí encuentran su papel las fuerzas del oportunismo, las fuerzas que en los diversos periodos se presentan a los proletarios más combativos como la alternativa organizada al cola-boracionismo y a la presión patronal, pero que en realidad no salen del cuadro de la sociedad capitalista y de sus leyes económicas y por tanto atan a los proletarios que les siguen en las manos del colaboracionismo. Como sucedió en la década de 1970-1980.

El proletariado, dada la serie tremenda de derrotas de la cual debe salir, no tendrá el camino fácil. La reanudación de la lucha de clase, y por tanto la reaparición del proletariado en la escena como protagonista de su futuro y de la historia, no tendrá lugar después de un lento y gradual movimiento de luchas y de huelgas. Ni mucho menos tendrá lugar a través de una lenta y gradual «toma de conciencia» de sus intereses inmediatos e históricos.

Dado el gran control social que la burguesía ejercita a través de muchas fuerzas a su disposición (Estado, escuela, ejército, partidos, sindicatos, iglesias, asociaciones de categoría, culturales, de voluntariado, deportivas, instituciones laicas y religiosas…) los grupos proletarios más combativos están inevitablemente expuestos a ser desviados, instrumentalizados, desnaturalizados por una o más de las fueras de la conservación social, tanto más si se visten con los trajes de la simple rebeldía o del revolucionarismo callejero. Por ello es muy improbable que estos grupos proletarios tengan la posibilidad de madurar su experiencia clasista lejos de las injerencias del colaboracionismo tricolor y del oportunismo de todo tipo.

La reanudación de la lucha de clase tendrá lugar a través de explosiones sociales, estallidos imprevistos de rabia proletaria, episodios de lucha «sindical» transformados en enfrentamientos callejeros. La marcha hacia ella no será gradual y progresiva, sino que se realizará a trompicones, con avances llenos de coraje y reflujos en el gris cotidiano, con duros enfrenamientos con las fuerzas de la conservación y con retornos a la calma social. En estos episodios, en estas explosiones sociales, los proletarios deberán «recuperar» decenios de inactividad clasista, deberán saber reconocer a los aliados y a los enemigos, deberán saber huir de las trampas de los miles de enemigos a los que la sociedad burguesa lanzará contra ellos, deberán aprender a luchar por sí mismos, por su propia clase y por sus propios intereses. Y deberán aceptar el hecho de que otros proletarios, más atrasados o simplemente a sueldo de la patronal, reaccionarán contra ellos y deberán por lo tanto ser combatidos con la misma determinación.

Los proletarios están y siempre estarán empujados, llegado un cierto punto, a responder a los abusos de los patrones, de la burocracia y de la policía, porque su vida cotidiana se volverá insoportable y no habrá otro medio que unirse y luchar contra estos abusos, contra la presión de la burocracia y contra la represión de la policía: unirse y organizarse para defenderse y para defender la vida de sus propias familias, de sus propios hijos. La lucha de clase que el proletariado llevará a cabo es la lucha obrera que reconoce el antagonismo profundo que divide a los proletarios de las otras clases sociales y que acepta el terreno del enfrentamiento abierto y declarado sobre el cual los intereses de los proletarios no son ya conciliables con los intereses de los burgueses o de los pequeño burgueses. La lucha de clase que el proletariado hará será la lucha que deberá necesariamente hacer para no sucumbir completamente en la miseria, en el hambre, en la desesperación de la guerra: será la lucha por la vida que los modernos esclavos asalariados estarán cons-treñidos a llevar a cabo por ellos mismos, contando sólo con sus propias fuerzas, contra todos los demás estratos sociales que para mantener sus privilegios clavarán sus garras cada vez más profundamente en las carnes del proletariado hasta traspasar el límite de lo soportable.

No decimos que la reanudación de la lucha de clase, el periodo histórico en el cual el proletariado internacional se colocará sobre su terreno con objetivos, medios y métodos de clase, se tenga que iniciar necesariamente gracias al proletariado europeo. El proletariado europeo ha escrito la historia del movimiento obrero moderno, ha escrito páginas gloriosas de lucha revo-lucionaria, consignando al proletariado internacional la teoría revolucionaria por excelencia: el marxismo. Pero no se puede esconder que 80 años de contra revolución y de intoxicación nacionalista y democrática han reducido hoy a este proletariado a una sombra de lo que fue. El esfuerzo que el proletariado europeo deberá hacer para reconquistar el terreno de la lucha de clase será notable; pero en cualquier caso deberá hacerlo, so pena de ser reducido a una esclavitud aún más bestial de aquella en la que se encontraba el proletariado inglés de comienzos del siglo XIX y del cual habla Engels en su famoso estudio.

La «globalización», como los periodistas gustan de llamar hoy al mercado mundial de marxiana memoria, produce por otro lado un efecto benéfico para el proletariado europeo: reduce los beneficios de los cuales disfrutaba a través de los súper beneficios de su propia burguesía imperialista y por lo tanto le vuelve un poco menos seguro, con menos garantías respecto a los periodos precedentes; y le coloca al lado a millones de proletarios de jóvenes generaciones provenientes de las antiguas colonias, de los territorios de ultra mar, del llamado Sur del mundo. Los proletarios del Sur del mundo han sufrido la presión imperialista sobre sus países –la destrucción de su economía pre capitalista y a la vez la miseria y el hambre creciente por la falta de desarrollo capitalista- y por ello llegan a las metrópolis opulentas del capitalismo internacional donde buscan un trabajo y la supervivencia. Pero al mismo tiempo no han sufrido las mismas dosis de democracia que los proletarios europeos sí han padecido; y esto les coloca en las condiciones objetivas de tener menos prejuicios legalistas y pacifistas, menos frenos frente a la lucha aunque esta sea muy dura. Los proletarios europeos que han enseñado al mundo qué cosa es el comunismo y la necesidad de la revolución proletaria, tienen hoy algo que aprender de sus hermanos de clase del Sur del mundo, como ayer de sus hermanos de clase rusos: aprender a luchar contra enemigos aparentemente invencibles.

Pero este «paso del testigo» al proletariado de los países del Sur del mundo no garantiza seguridad a ningún proletario del viejo continente. Aquí, en el viejo continente, en la Europa que ha dado a luz al modo de producción capitalista y a la victoria revolucionaria de la burguesía, que ha visto nacer al proletariado moderno, a sus primeras tentativas revolucionarias y de dictadura proletaria, a la teoría revolucionaria del comunismo, aquí en Europa se decidirá la suerte de la victoria revolucionaria en el mundo.

El asalto revolucionario que siguió a la Primera Guerra imperialista fue llevado a cabo y concluido victoriosamente en la gran reserva de la contra revolución reaccionaria y zarista que era Rusia; pero no se extendió al corazón del capitalismo mundial, en Europa Occidental, y por lo tanto no tuvo la posibilidad de vencer a la verdadera fuerza de la contra revolución burguesa que eran los grandes países capitalistas europeos de la época: Inglaterra, Francia, Alemania. Y por ello el proletariado revolucionario fue finalmente batido, derrotado, lanzado al abismo de la opresión salarial. Las «dos mitades» del socialismo, como afirmaba Lenin –es decir, la dictadura proletaria victoriosa en la Rusia atrasada y la economía capitalista avanzada de Alemania- no se unieron; el proletariado alemán y el proletariado ruso no lograron unir su gran fuerza de clase en único bastión revolucionario, poniendo de esta manera las bases concretas de la victoria revolucionaria en todo el mundo.

El asalto revolucionario de mañana, en condiciones similares de movimiento proletario internacional en ascenso, proletariado de un país en fuerte crecimiento desde el punto de vista de la experiencia en la lucha de clase y en las tentativas revolucionarias, presencia e influencia de un fuerte partido  comunista revolucionario, podría nuevamente ser llevado y victoriosamente concluido en otra reserva periférica de la contra revolución burguesa, como China, Turquía o Brasil. Pero si no se extiende al corazón del capitalismo mundial, en Europa occidental o en los Estados Unidos de América, la posibilidad de victoria de ese proletariado llegado victoriosamente al poder, será muy difícil.

Imaginar la revolución proletaria contemporánea en países capitalistas más avanzados es una utopía. Aunque el movimiento de reanudación de la lucha de clase, y tanto más el desarrollo del movimiento proletario revolucionario, siga un curso materialmente determinado. El desarrollo desigual del capitalismo en el mundo, que con el paso del tiempo acusa las distancias y las diferencias entre los pocos países capitalistas avanzados –y jefes del mundo- y los muchos países capitalistas atrasados y débiles, determina inevitablemente un curso igualmente desigual del desarrollo del movimiento proletario. No necesariamente simétrico –como mostró el proletariado parisino de la Comuna de 1871, mucho más avanzado políticamente que el proletariado inglés, es decir el país capitalista más avanzado en términos absolutos en la época; y como demostró aún mejor el proletariado ruso del Octubre de 1917, mucho más avanzado políticamente que el proletariado de los países europeos o americanos, es decir, de los países capitalistas más avanzados en términos absolutos en la época.

Por ello no podemos excluir que la reanudación del movimiento de clase y revolucionario del proletariado internacional pueda tener lugar en un país de la periferia del capitalismo imperialista. Pero esto no excluye, por otro lado, que la suerte del movimiento de clase y revolucionario del proletariado internacional se decida en los ganglios vitales del capitalismo, en las metrópolis imperialistas; por ello el proletariado europeo, el proletariado americano y el mismo proletariado japonés, preci-samente porque forman parte de los países que dominan la economía mundial, y por lo tanto el mundo, tienen sobre sus espaldas la responsabilidad histórica de la victoria final de la revolución comunista. En particular el proletariado europeo, alemán, francés, italiano, ruso, por el aporte de lucha e histórico dado a la revolución comunista, tienen objetivamente una tarea de mayor responsabilidad porque pueden remitirse históricamente a tradiciones revolucionarias más profundas y por lo tanto más fértiles para el movimiento revolucionario futuro.

La reanudación de la lucha de clase, por lo tanto, no podrá no pasar a través del proletariado europeo. Y por reanudación de la lucha de clase entendemos un movimiento de clase, un movimiento formado por organizaciones proletarias de clase independientes del colaboracionismo tricolor, de su política y de sus aparatos; un movimiento en condiciones de influenciar de manera determinante a las masas proletarias y de actuar en la perspectiva de defender intransigente y exclusivamente los intereses inmediatos y generales del proletariado; un movimiento que a su vez pueda contar con la presencia y con la acción de un fuerte y compacto partido comunista revolucionario gracias al cual las perspectivas proletarias puedan asumir el nivel de perspectivas históricas, por lo tanto no sólo anti burguesas y anti capitalistas, sino revolucionarios en el sentido más profundo y autoritario del término.

Los comunistas, aquellos que no se limitan a declararse de acuerdo con las tesis marxistas sino que trabajan según los dictados del marxismo y según los balances históricos y políticos de las revoluciones y de las contra revoluciones, tienen tareas fundamentales que desarrollar también en un periodo, como el actual, de aguda ausencia de lucha clasista por parte del proletariado. Lejos de permanecer indiferentes a la vida proletaria y a los problemas de defensa inmediata de las condiciones de vida y de trabajo proletarias, los comunistas revo-lucionarios dedican el máximo de sus energías a la reconstitución del partido de clase, del futuro partido comunista mundial. Sabemos que no podrá haber una efectiva reanudación de la lucha revolucionaria por parte del proletariado sin la aportación del partido de clase.

Este partido condensa al mismo tiempo las experiencias históricas de los movimientos proletarios de clase y los balances históricos y políticos de las revoluciones y de las contra revoluciones; este partido manifiesta el grado más alto de consciencia de clase del proletariado internacional y lo hace a través de la posesión de la teoría marxista, de los principios y del programa del comunismo, de las líneas políticas, tácticas y organizativas fundamentales, gracias a lo cual representa en el hoy el futuro del movimiento proletario de clase, hasta la revolución, la conquista del poder, el abatimiento del poder burgués, la instauración de la dictadura proletaria, el ejercicio de esta dictadura y la guía de la guerra revolucionaria internacional para la victoria de la revolución en todo el mundo, hasta la transformación económica de la sociedad actual en socialismo y, por lo tanto, en comunismo, en la sociedad en la cual habrán desaparecido completamente las clases, en la sociedad de especie.

Este partido, para actuar, no espera que el proletariado haga todo el camino de maduración revolucionaria; no se dedica a la simple prédica del comunismo a las conciencias, una por una, con la ilusión de poder alcanzar la maduración revolucionaria del proletariado a través del convencimiento cultural; no utiliza expedientes de tipo táctico y organizativo con la ilusión de «acelerar» el curso de la reanudación de la lucha de clase o, peor, de la revolución, ni mucho menos para acercar a sus filas a un número mayor de prosélitos; no se hace dictar por la situación la línea política a seguir y la táctica a aplicar, ni se hace dictar por las diversas realidades nacionales programas políticos diversos de aquel que le define desde su formación. Este partido, aun debiendo dedicar la mayor parte de sus energías a la confirmación teórica del marxismo, a la valoración política de los advenimientos que son relevantes para el curso del capitalismo y de los enfrentamientos inter imperialistas y la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado en los diversos periodos históricos y países, a la propaganda del comunismo y de su línea política, al proselitismo, está siempre dispuesto a aprovechar  cualquier grieta que las contradicciones económicas y sociales del capitalismo abren para intervenir y llevar su palabra, sus acciones y sus indicaciones al proletariado y a todos aquellos elementos a los que las mismas contradicciones materiales empujan a romper con el colaboracionismo interclasista y con el oportunismo para abrazar la causa del comunismo.

Es clara la previsión acerca de que no podrá haber una verdadera reanudación de la lucha de clase si no es en presencia de nuevas asociaciones obreras de defensa inmediata –organismos de lucha proletarios independientes del colaboracionismo tricolor, del Estado y de todas las instituciones de la conservación social- el partido de clase, pese a estar reducido como hoy a un pequeño grupo de militantes, reconoce (y en la medida de sus fuerzas lleva a la práctica) que es necesario su aporte no sólo político sino también práctico para que las tentativas de organización clasista, aún mínimas, puedan tener la posibilidad de producir experiencias concretas en los proletarios que participan en ellas; estas experiencias constituyen y constituirán cada vez más la base de la confianza proletaria en sus propias fuerzas. El partido de clase no podrá, de hecho, obtener la confianza de las masas el día de mañana si no ha practicado de manera continua y coherente una actividad en estrecho contacto con la clase obrera y con los problemas de su lucha de defensa inmediata.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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