Lacerante alternativa histórica en el proletariado blanco tras la onda del asalto de la primera postguerra rosa y roja y el oscurecimiento presente en los partidos corrompidos de Moscú

 

(«El proletario»; N° 13; Abril - Mayo de 2017 )

 

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Publicamos a continuación un nuevo texto sobre Cuba. Sirve como continuación de los que publicamos en el número anterior de este periódico ( «Cuba: Muerto Fidel Castro no se abre una nueva fase de una «revolución socialista» que nunca ha sido tal, sino un reposicionamiento del capitalismo cubano en el mercado mundial» y «Verdad y mentira en la constitución cubana») con los que iniciábamos la serie dedicada a Cuba tras la muerte del «Comandante» Fidel Castro. En esta ocasión se trata de un texto histórico de nuestro partido, inserto en el conjunto del trabajo realizado con el fin de restaurar el marxismo, corrompido y pisoteado por la contra revolución estalinista, sobre sus bases correctas, atendiendo al conjunto de problemas y cuestiones que, sobre el desarrollo del curso del imperialismo, de las contradicciones del imperialismo mundial y la situación de la clase proletaria, se plantearon durante la segunda postguerra mundial y las décadas que la siguieron. El texto se publicó en Il Programma Comunista º 20 de 1.961 y forma parte del informe a la Reunión de Milán del 15-16 de julio de 1.961. Por razones de espacio debemos publicarlo en dos partes, siendo la que va a continuación la primera y la segunda la que publicaremos en el próximo número de El Proletario. El texto íntegro en italiano, así como el conjunto del informe al que pertenece, puede ser consultado en nuestro sitio web.

 

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SEGUNDA JORNADA

 

Llamada sobre la cuestión de los pueblos coloniales y semicoloniales

 

EL SIGNIFICADO DE LA REVOLUCIÓN CUBANA A LA LUZ DEL MARXISMO

 

En la reunión del 4-6 de marzo de este año fue definido el carácter de la revolución cubana. En la reunión de Milán del 15-16 de julio se volvió sobre el argumento para remachar los juicios ya expresados en Roma con un estudio más profundo de las causas de la revolución misma y de los acontecimientos históricos y económico-sociales que la precedieron, acompañaron y siguieron. La necesidad de reafirmar el significado de los hechos cubanos surge no sólo del trabajo general que el partido desarrolla desde hace años, sino también de las últimas luchas (abril ´61) que se han dado en la isla y que, coincidiendo con un momento de grave crisis internacional, han renovado en todas las corrientes políticas el interés por la historia y la naturaleza del régimen existente en ella. Este interés se ha agudizado después del discurso dado por Fidel Castro en el 1º de Mayo en la Habana, en el cual proclamaba como «revolución socialista» a aquella realizada por el «Movimiento 26 de Julio». Sin pretender agotar el estudio de la realidad cubana, pasamos a exponer lo más brevemente posible el informe realizado en la reunión.

 

LA EXPLOTACIÓN DE LOS EE.UU. EN LA ISLA

 

Los Estados Unidos se interesaron por Cuba desde el momento en el que se constituyeron como estado soberano. La vecindad geográfica de Cuba y su importancia estratégico-militar respecto al Canal de Panamá llevaron pronto a los EE.UU. a establecer una base militar en Guantánamo. El interés por Cuba creció con el establecimiento de las relaciones económicas con la isla y con el desarrollo de los capitales americanos para la explotación de sus recursos naturales, comenzando por la tierra fértil y acabando con cualquier actividad productiva y comercial. Ya en 1.850 los negocios presentaban exportaciones e importaciones de y hacia EE.UU. respectivamente de 8 y 12 millones de dólares. La mercancía hacia la cual los capitales eran atraídos por los altos beneficios vinculados a su producción y su comercio externo era el azúcar. La calidad de la tierra y el clima de Cuba se presentaban de manera excelente para el cultivo en grandes cantidades de la caña de azúcar y, por ello, la agricultura cubana, que ya bajo la dominación española había recibido fieros golpes, acabó por ser completamente transformada por las inversiones masivas americanas. Y como estas estarán ligadas a las vicisitudes del mercado mundial del azúcar, la agricultura sufrirá las mismas oscilaciones de crisis y prosperidad.

Con la introducción del cultivo de las remolachas en Europa, la producción mundial del azúcar sufrió una profunda modificación. Los aportes del azúcar de caña y del de remolacha respecto de la producción mundial total fueron respectivamente 86% y 14% en 1.853, 53% y 47% en 1.884 y 57% y 43% en 1.956. Para garantizar las exportaciones en el mundo del azúcar de caña producido en Cuba era necesario rebajar los costes de producción. De aquí la introducción de máquinas para moler la caña en lugar de la fuerza animal, los trenes en lugar de los carros de bueyes y la puesta en cultivo de nuevas tierras.

En 1.898 Cuba conquista la independencia de España después de treinta años de lucha, pero sufre cuatro años de ocupación militar yankee durante los cuales, bien con la fuerza de las bayonetas o bien con el pago de un céntimo por hectárea, los libertadores americanos se apoderaron de otras tierras. En este periodo los americanos prepararon todos los instrumentos para transformar a la joven república independiente en una semi-colonia suya. Sólo cuando esta obra estuvo terminada, es decir, en 1.902, dejaron la isla. Con la mal afamada Enmienda Platt, dictaron la Constitución de manera que ni siquiera formalmente Cuba pudiera considerarse una nación soberana: sus gobiernos serán, desde el primero al último, los gobiernos de los propios EE.UU. Entre los peores presidentes de la isla se recuerda al general Gerardo Machado, llamado el carnicero, (1.924-´33) y al sargento Fulgencio Batista (1.933-´58). El segundo será instalado por la voluntad del democrático Roosevelt como precio por la abrogación de la enmienda Platt. La realidad cubana sin embargo, con o sin tal enmienda, permanece como la de una colonia americana en la cual el enriquecimiento centrado en el cultivo de la caña de azúcar en inmensas plantaciones y en su transformación industrial se irradian a todo el resto de actividades industriales y comerciales. En 1.903 se acordaron reducciones tarifarias del 20% sobre las importaciones de Cuba y reducciones del 20-40% sobre las exportaciones hacia Cuba, cuya economía se convirtió en una economía cada vez más dependiente de la americana.

Para el desarrollo de la industria del azúcar, los intereses privados, especialmente americanos, construyeron 15.000 km de vías férreas; otros 7.700 se hicieron construir por el Estado cubano. Para asegurar una fuente estable de fuerza de trabajo en el mercado, se importaron a Cuba millares de haitianos, jamaicanos y coolies chinos que se alojaron en enormes barracas. A tal intenso desarrollo del monocultivo y de sus productos de transformación le acompañó una fuerte concentración agraria e industrial. Los pequeños plantadores y los pequeños propietarios azucareros fueron puestos a merced de los grandes. Los pequeños propietarios de tierras dejaron de ser independientes porque fueron obligados a llevar la caña a los grandes azucareros en las condiciones que estos establecieron.

Se ha dicho ya cómo la producción del azúcar se ligó a la marcha de su consumo en el mundo. Coyunturas favorables aportaron una cierta prosperidad a la isla, cuyo balance de pagos se benefició, colocándose con superávit de manera que se constituyó una reserva de oro. Lo contrario tuvo lugar en los casos de insuficiente demanda de azúcar en el exterior. En general los periodos buenos coinciden con las guerras. La guerra hispano-americana de 1.898 llevó a la producción total de Cuba, Puerto Rico y Filipinas (todas ellas ex colonias españolas pasadas al dominio y la jurisdicción estadounidense) de 1.3 millones de toneladas a 3 en 1.914. En particular, en este periodo se triplicó la producción y Cuba se encontró de improviso en el primer puesto entre los productores de tal materia. La capital, La Habana, se benefició embelleciéndose con construcciones monumentales. Al rápido desarrollo le acompañaron naturalmente fuertes desequilibrios de rédito. Los obreros trataban de trabajar en las fábricas con salarios más altos, mejor que en los campos, donde el trabajo era masacrante y la recogida de la caña se realizaba por la noche a causa de la temperatura, insoportable durante el día. Este estado de cosas no podía durar, y era fácil intuir que tarde o temprano, daría origen a graves desórdenes internos. Cuba vivió su época feliz hasta que Europa, metida en la primera gran guerra y postguerra (cuando la producción de azúcar de remolacha casi no existía) retornó a la normalidad.

En 1.925, con Machado en el poder, se inicia la crisis del azúcar y de la economía mundial. Los años de exceso de producción, de 1.920 al ´30, con una caída de precios de 23,5 cts. a 5 cts. la libra, golpearon a Cuba más que a nadie.  Un acuerdo internacional de 1.931 que implicaba a los países que participaban en él en disminuir la producción se demostró ineficiente porque los países no firmantes aprovecharon para aumentarla. Los financieros americanos, que en el periodo dorado habían amortizado los gastos realizados en las instalaciones realizadas en la isla, se desinteresaron abandonando las plantaciones en espera de tiempos mejores, con consecuencias siniestras sobre la economía cubana.

Otros daños a Cuba vinieron de un acuerdo entre los mayores productores del mundo. El cártel establecía los precios internacionales y las cantidades a producir en cada país. Si bien se comenzó a explotar los subproductos de elaboración y se estudiaron otros usos del azúcar, la fuerte disminución de la demanda externa respecto a la potencialidad de las tierras y de las plantas azucareras fue grave y las repercusiones políticas dieron lugar a sublevaciones populares contra Marchado, que en 1.933 fue obligado a huir. La época de oro de Cuba se había acabado.

La anarquía de la producción capitalista mundial y la incapacidad de dominarla encontraron en el azúcar una clara confirmación. De nada sirvió un nuevo acuerdo internacional no entre capitalistas privados sino entre estados en 1.937, en el que participaron 22 países (incluida la URSS) divididos de la siguiente manera: 5 que producían sólo para la exportación, 11 exportadores que tenían un considerable mercado interno, 3 ampliamente autosuficientes y 3 que dependían de las importaciones (entre ellos los EE.U.U.) A tres años de la estipulación del acuerdo, los países firmantes ya estaban divididos por la II Guerra Mundial. Esta producirá sobre Cuba más o menos los mismos efectos que la primera. Los países europeos producen poco azúcar de remolacha por falta de fertilizantes y mano de obra y deben racionar el azúcar. Incluso los EE.UU. estuvieron constreñidos al racionamiento hasta 1.946 porque las Filipinas y Java cayeron en manos de los japoneses y porque una gran cantidad de azúcar se transformaba en alcohol etílico para la producción de goma sintética. Cuba por lo tanto pudo exportar mucho durante la guerra.

En 1.955, sobre un total de 150 superficies azucareras, 120 pertenecían a cubanos y sólo 40 a los americanos, pero aun siendo tres veces más numerosas las primeras, su producción era apenas dos terceras partes de las segundas. No se tienen datos sobre la propiedad de las tierras, pero es de tener en cuenta que americanos y cubanos tenían más o menos la misma proporción de las superficies azucareras. En lo referido a la industria manufacturera de otros productos (tabaco, cerveza, etc.) se puede decir que el capital americano se llevaba igualmente la parte del león tanto como propietario como controlador.

Es por ello lícito concluir que la explotación de las riquezas de Cuba por parte de los EE.UU. se desarrolla junto a una cuantitativamente menor de un puñado de capitalistas cubanos ligados por razones de negocios a los americanos. Se entiende que la influencia ideológica corruptora de los EE.UU. invadió largamente a la pequeña burguesía, volviéndola incapaz de moverse por objetivos de liberación nacional.

La causa profunda, la más importante, que ha dado origen a la revolución cubana y que ha definido sus límites, hay que buscarla por lo tanto en el mal esencial de la estructura productiva de la isla: el monocultivo. El capital americano ha llevado a la exasperación este mal: frente al enriquecimiento del insaciable monstruo estadounidense y del monstruito cubano cómplice suyo, está la profunda miseria de toda la población trabajadora compuesta en gran parte por los proletarios y los semiproletarios.

Todo, o casi todo, lo debía importar Cuba de la vecina América: desde las manufacturas a los géneros alimenticios. Las materias primas exportadas a EE.UU. volvían a Cuba bajo forma de bienes de consumo después de haber sufrido allí los procesos de transformación industrial. Este vasallaje al coloso extranjero puede ser ilustrado con un rápido examen del balance de los pagos. Para todo el periodo de la segunda dictadura de Batista (1.950-´58) este es negativo con unas pérdidas de cerca de medio billón de dólares que las reservas de oro no bastan para cubrir, y para las cuales es necesario pedir préstamos a los mismos americanos que obtienen de ellos ingentes intereses.

La desocupación masiva de los trabajadores era una verdadera plaga estructural de la economía cubana que tenía necesidad de un fuerte ejército de reserva para utilizar sólo en los tres o cuatro meses de la recogida de la caña (periodo de la zafra) Durante el resto del año (tiempo muerto) los braceros estaban condenados al ocio forzoso. No ocurre otra cosa a la hora de explicar también la terrible plaga de la prostitución. Una persona de cada cuatro resultaba desocupada, situación «normal» en Cuba, que sin embargo en América sólo se ha visto durante los peores años de las grandes crisis.

Las condiciones de alojamiento y de higiene de las masas populares, amontonadas como estaban en tugurios y tiendas (bohíos), no podían sino ser pésimas. De lo que se aprende del libro de dos escritores americanos (Huberman y Sweezy) que entre todas las obras consultadas parece ser la mejor informada y de la cual sacamos los datos y algunas frases (pero ciertamente no las conclusiones stalino-kruschovianas y radicaloides), el 90% de los niños del campo estaban consumidos por los parásitos y crecían raquíticos y sin dientes; los hospitales estaban siempre llenos. Todo esto ocurría en una tierra rica por naturaleza, en la «perla de las Antillas». ¡Y pensar que dista sólo 180 millas del estado más rico del mundo! Los millonarios de las finanzas americanas, impúdicamente consumían en los lujosos casinos y clubs nocturnos de La Habana muchas de sus orgías turísticas.

El desequilibrio era por lo tanto profundo: por una parte los capitalistas americanos y sus compadres cubanos, por la otra las fuerzas oprimidas de los trabajadores agrícolas e industriales que constituirán después las fuerzas protagonistas de la revolución castrista. Su analfabetismo contribuyó a aumentar su potencial revolucionario y su combatividad.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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