En España: crisis, recuperación y ejército industrial de reserva

 

(«El proletario»; N° 13; Abril - Mayo de 2017 )

 

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El fin de la crisis capitalista es una realidad para economistas, periodistas, representantes parlamentarios y el resto de la fauna que tiene como parte de su trabajo hablar de economía, tanto en «foros especializados» como en las tertulias de la política-entretenimiento que abundan en televisión. Especialmente en estos últimos años han aparecido por decenas los expertos que ejercen la función de adoctrinar acerca de tal o cual aspecto de la realidad económica dando una visión «cercana» de los problemas tratados. Se trata de la distorsión absoluta de estos problemas, por supuesto, pero esta distorsión se presenta como la versión de «carácter social», simple e inteligible. Y esta necedad afecta tanto a los tertulianos como a los responsables económicos de los partidos burgueses.

Todos estos nuevos expertos coinciden en un hecho: la crisis ha terminado, pero las consecuencias de esta sobre «la gente» (un término tan vacío como el resto de la argumentación que utilizan) no cesan. Y tras esta afirmación, siguen sus deducciones políticas: son necesarias medidas para recuperar el volumen de empleo previo a la crisis, medidas de apoyo a las personas más desfavorecidas, una nueva protección del mercado laboral, etc.  Afirmaciones todas ellas que se derivan de un principio fundamental: la economía es el resultado de la buena o mala gestión de la empresa nacional que distribuirá adecuadamente la riqueza que crea si está en manos de buenos gestores o consolidará las diferencias sociales si lo está en malas manos.

Esta vulgarización extrema, que toma sus características externas del formato televisivo de prime time, es realmente la consecuencia de la evolución que ha sufrido la llamada ciencia económica a manos de los ideólogos de la burguesía, académicos, profesores, investigadores, etc. Esta ciencia se sustenta sobre bases fundamentalmente erróneas, de las cuales la más importante es la consideración de las categorías características del modo de producción capitalista como hechos supra históricos. De este modo, la disciplina económica no trataría realmente con fenómenos transitorios, fruto de los largos y pronunciados enfrentamientos sociales que son las luchas entre las clases, sino con la propia naturaleza del ser humano. De esta manera la identificación del agente económico con un ser atemporal que se rige por el instinto-propiedad privada y por la necesidad inapelable de trabajar por un salario, da una perspectiva en la que se trata únicamente de regular el comportamiento de los diferentes agentes que intervienen en el mercado, limitando sus inmensas ansias de riqueza en el caso de los detentadores de esta y favoreciendo el trabajo digno en el caso del resto de los pobres mortales. De hecho, tal y como muestra la evolución del pensamiento económico de la burguesía a lo largo de los últimos 150 años, de la ley sobre el comportamiento humano se pasa al reconocimiento implícito de la ausencia de leyes económicas, que son sustituidas por una suerte de empirismo estéril que juega con macroagregados tratando de resolver un puzle cuyas fichas y enganches cambian a cada momento sin que se sepa porqué.

El marxismo revolucionario tiene en el estudio económico la vía para la confirmación constante de que el capitalismo es un sistema social transitorio, llamado a ser liquidado por el mismo motivo por el que el comunismo primitivo, el esclavismo y el feudalismo lo fueron previamente: por la rebelión de las fuerzas productivas contra las formas de apropiación de la riqueza resultante de ellas, que las ahogan llegado un cierto punto de desarrollo de la capacidad técnica. Lo esencial de este modo de producción no es que sea justo o injusto desde una «perspectiva humana», no colocamos una idea ética ni en el centro de la crítica de la economía política ni en el centro de nuestro trabajo teórico general. El capitalismo es un sistema inestable, que genera en su seno los elementos que tienden a destruirlo, que no puede subsistir si no es constreñido en ciclos de crecimiento y crisis en las cuales destruye una y otra vez inmensas cantidades de fuerzas productivas reduciendo a la miseria a buena parte de la clase proletaria.

Bonanza económica, empleo, crisis, paro… Términos que no tienen un significado u otro en función de los matices morales que se quiera introducir, sino que forman parte de una ecuación que vincula a todos sus elementos sin permitir comportamiento, desarrollo o supresión de ninguno por una vía autónoma. El marxismo no adulterado ha colocado estos términos en su justo lugar y así ha explicado la realidad de la clase proletaria en la sociedad capitalista. Lo ha hecho desde el trabajo, implacable con todas las estupideces económicas de su época, de Carlos Marx. Pero también en todas las ocasiones en las que, debiendo combatir una y otra vez a las corrientes que, mostrándose próximas al marxismo, pretendiendo compartir con este un interés filantrópico en cuyo nombre las desavenencias fundamentales que les separaban debían ser olvidadas, buscaba desvirtuar el núcleo de su propia concepción científica. Lenin, y siguiendo su senda la Izquierda Comunista de Italia, han dado buena prueba de la necesidad de librar continuamente la batalla sobre el terreno teórico para no ceder ni un milímetro ante concepciones que, si bien pueden parecer similares en la superficie, en caso de aceptarse como propias conllevarían el derrumbe del andamiaje no sólo teórico sino también programático, político y organizativo del marxismo revolucionario. El marxismo es la ciencia que estudia las condiciones de emancipación de la clase proletaria y es tal precisamente porque no cede ante ideas, por aceptadas que sean o sugerentes que parezcan, que pertenecen a la clase dominante y que no logran explicar nada, más allá de la descripción de algunos síntomas de su sociedad.

 

Ley de población del modo de producción capitalista.

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Para mostrar la realidad que le espera a la clase proletaria después de la «salida de la crisis», seguimos a Marx en su explicación de la causa determinante tanto del volumen de empleo como de las condiciones de este en el modo de producción capitalista. Se trata del capítulo XXIII del primer volumen de El Capital, concretamente del epígrafe 3: Producción progresiva de una sobrepoblación relativa o del ejército industrial de reserva.

Antes de llegar a dicho capítulo, Marx ha explicado cómo el capital, al desarrollarse, hace aumentar la proporción de capital constante frente al capital variable. Ha explicado también que el componente variable del capital es el que determina la demanda de trabajo y pasa ahora a explicar cómo hace disminuir progresivamente la demanda de trabajo.

«Esta reducción relativa de su componente variable, acelerada con el crecimiento del capital total y en proporción mayor que el propio crecimiento de este, se manifiesta, de otro lado, a la inversa, como un crecimiento absoluto de la población obrera cada vez más rápido con respecto al crecimiento del capital variable, o sea, de los recursos que permiten su ocupación. La acumulación capitalista produce de manera constante, antes bien, y precisamente en proporción a su energía y a su volumen, una población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesiva para las necesidades medias de valorización del capital y por tanto superflua»

«Por tanto, con la acumulación del capital que ella misma produce, la población obrera crea en volumen creciente los medios que hacen posible su propia conversión en población relativamente excesiva. Es esta una ley de población propia del modo de producción capitalista, ya que, en los hechos, todo régimen de producción histórico particular posee sus leyes de población particulares, históricamente válidas».

Crecimiento del capital significa aumento de la población que es excesiva para las necesidades de este: exceso de población, lo que significa población sin recursos, pero no población inútil para las necesidades del capital:

Pero si una sobrepoblación obrera es el producto necesario de la acumulación o del desarrollo de la riqueza sobre una base capitalista, esta sobrepoblación se convierte, a su vez, en palanca de la acumulación capitalista, e incluso en condición de existencia del modo capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva a disposición del capital, que le pertenece a éste tan absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas. Esa sobrepoblación crea, para las variables necesidades de valorización del capital, el material humano explotable y siempre disponible, independientemente de los límites del aumento real experimentado por la población. Con la acumulación y el consiguiente desarrollo de la fuerza productiva del trabajo se acrecienta la súbita fuerza expansiva del capital, y no sólo porque aumenta la elasticidad del capital en funciones y la riqueza absoluta, de la cual el capital no constituye más que una parte elástica; no sólo porque el crédito, bajo todo tipo de estímulos particulares y en un abrir y cerrar de ojos, pone a disposición de la producción una parte extraordinaria de esa riqueza, en calidad de capital adicional, sino porque las condiciones técnicas del proceso mismo de producción, la maquinaria, los medios de transporte, etc., posibilitan, en la mayor escala, la más rápida transformación de plusproducto en medios de producción suplementarios. La masa de la riqueza social, pletórica y transformable en capital adicional gracias al progreso de la acumulación se precipita frenéticamente sobre todos los viejos ramos de la producción cuyo mercado se amplía de manera súbita, o sobre ramos recién inaugurados como los ferrocarriles, etc. cuya necesidad dimana del desarrollo de los antiguos. En todos los casos de esta índole es necesario que se pueda volcar súbitamente grandes masas humanas en los puntos decisivos, sin que con ello se rebaje la escala alcanzada por la producción en otras esferas. La sobrepoblación proporciona esas masas. El curso vital característico de la industria moderna, la forma de un ciclo decenal interrumpido por oscilaciones menores de períodos de animación media, producción a toda marcha, crisis y estancamiento, se funda sobre la formación constante, sobre la absorción mayor o menor y la reconstitución, del ejército industrial de reserva o sobrepoblación. A su vez, las alternativas del ciclo industrial reclutan la sobrepoblación y se convierten en uno de sus agentes de reproducción más activos. Este curso vital, peculiar de la industria moderna y desconocido en todas las épocas anteriores de la humanidad, era imposible también durante la infancia de la producción capitalista. La composición del capital sólo se modificaba muy gradualmente. Con la acumulación de éste guardaba correspondencia, en líneas generales, un crecimiento proporcional de la demanda de trabajo. Por lento que fuera el progreso de esa acumulación, comparado con el de la época moderna, dicho avance tropezaba con las barreras naturales de la población obrera explotable, barreras que sólo era posible remover por los medios violentos que mencionaremos más adelante. La expansión súbita e intermitente de la escala de producción es el supuesto de su contracción súbita; esta última, a su vez, provoca la primera, pero la primera es imposible si no existe el material humano disponible, si en el número de los obreros no se produce un aumento independiente del crecimiento absoluto de la población. Dicho aumento se genera mediante el simple proceso que «libera» constantemente una parte de los obreros, aplicando métodos que reducen, en comparación con la producción acrecentada, el número de los obreros ocupados. Toda la forma de movimiento de la industria moderna deriva, pues, de la transformación constante de una parte de la población obrera en brazos desocupados o semiocupados. […] Una vez consolidada esta forma, hasta la economía política comprende que producir una población excedentaria relativa, esto es, excedentaria respecto a la necesidad media de valorización del capital, es una condición vital de la industria moderna.

El capitalismo, en su desarrollo, destruye los modos de producción previos que encuentra a su paso, destruye la economía feudal, última de las economías naturales, arranca al campesinado de su tierra, desplaza al artesano gremial de su oficio para imponer la producción cooperativa, etc. Con ello libera las fuerzas productivas que permanecían dormidas, pero no se debe caer en el error de identificar esta liberación con el empleo de todas las fuerzas productivas disponibles. De hecho, el trabajo humano, principal de ellas y fuente generadora de riqueza, tiende a ver reducido su uso a medida que el proceso de valorización del capital adquiere una complejidad técnica más avanzada. No por ello el trabajo pasa a ser superfluo, como pretenden los nuevos economistas apologetas de la «revolución robótica», porque se le requiere para lo esencial: producir plusvalía. Pero pasan a necesitarse menos trabajadores. El desempleo de la fuerza de trabajo, el paro obrero, crece con el desarrollo del capital. Tanto si se mide comparándolo con el empleo de fuerza de trabajo de modos de producción previos como si se estudia su evolución en dos momentos determinados dentro ya del arco temporal capitalista.

Pero, se argumenta tanto contra estas afirmaciones como contra la misma existencia de una ley de población en el capitalismo, que existen periodos de bonanza en los que crece el empleo. La respuesta tiene dos partes:

En primer lugar estos periodos de bonanza económica están situados, siempre, entre dos periodos de crisis, como la paz en la sociedad capitalista está colocada siempre entre dos guerras. El auge de los negocios, por lo tanto, crea empleo sobre la base del que fue destruido previamente:

Para la industria moderna, realmente, con su ciclo decenal y sus fases periódicas que, además, a medida que progresa la acumulación se entrecruzan con oscilaciones irregulares en sucesión cada vez más rápida, sería una bonita ley la que no regulara la oferta y la demanda de trabajo por la expansión y contracción del capital, o sea por sus necesidades ocasionales de valorización, de tal manera que el mercado de trabajo aparezca relativamente semivacío cuando el capital se expande, y atestado de nuevo cuando éste se contrae, sino que, a la inversa, hiciera que el movimiento del capital dependiese del movimiento absoluto de la cantidad de población! Pero es este, sin embargo, el dogma económico. Según dicho dogma, a causa de la acumulación del capital aumenta el salario. El salario acrecentado estimula un aumento más rápido de la población obrera, aumento que prosigue hasta que el mercado de trabajo se sobresatura, o sea, hasta que el capital se vuelve insuficiente con relación a la oferta de trabajo. El salario desciende, con lo que se da el reverso de la medalla. La rebaja salarial diezma poco a poco a la población obrera, de tal manera que respecto a ésta el capital resulta nuevamente superabundante, o también, como sostienen otros autores, el bajo nivel del salario y la consiguiente explotación redoblada del obrero aceleran a su vez la acumulación, mientras que al mismo tiempo la baja del salario pone coto al crecimiento de la clase obrera. Se reconstituye así la relación en la cual la oferta de trabajo es inferior a la demanda del mismo, con lo cual aumentan los salarios, y así sucesivamente. Bello método de movimiento, este, para la producción capitalista desarrollada […]

En segundo lugar, los periodos de prosperidad económica están caracterizados por un rápido crecimiento del capital y, por lo tanto, de su parte constante en mayor cuantía que la parte variable. Por ello dichos periodos implican un descenso proporcional de la demanda de trabajo:

El lector recordará que cuando un fragmento de capital variable, gracias a la introducción de maquinaria nueva o la extensión de la antigua, se transforma en constante, el apologista económico interpreta esta operación, que «sujeta» capital y precisamente por ello «libera» obreros, como si, a la inversa, liberara capital para los obreros. Tan solo ahora se puede valorar cabalmente la desvergüenza del apologista. Quienes son puestos en libertad no son sólo los obreros desplazados directamente por la máquina, sino asimismo sus suplentes y el contingente suplementario que, durante la expansión habitual del negocio sobre su base antigua, era absorbido de manera regular. No se libera capital viejo para los obreros, sino que se libera a obreros para un posible capital «suplementario». Es decir que el mecanismo de la producción capitalista vela para que el incremento absoluto de capital no se vea acompañado de un aumento consecutivo en la demanda general de trabajo. Y el apologista llama a esto compensación por la miseria, los padecimientos y la posible muerte de los obreros desplazados durante el período de transición que los relega al ejército industrial de reserva. La demanda de trabajo no es idéntica al crecimiento del capital, la oferta de trabajo no se identifica con el aumento de la clase obrera, como si se tratara de dos potencias independientes que se influyen recíprocamente. Les dés sont pipés [los dados están cargados]. El capital opera en ambos lados a la vez. Si por un lado su acumulación aumenta la demanda de trabajo, por el otro acrecienta la oferta de obreros mediante su «puesta en libertad», mientras que a la vez la presión de los desocupados obliga a los ocupados a poner en movimiento más trabajo, haciendo así, por ende, que hasta cierto punto la oferta de trabajo sea independiente de la oferta de obreros. El movimiento de la ley de la oferta y la demanda de trabajo completa, sobre esta base, el despotismo del capital.

Hemos avanzado y retrocedido por el texto de Marx para mostrar el hilo que mueve la verdadera relación del binomio capitalismo-empleo. Se trata de mostrar la falacia según la cual es posible una recuperación económica que coloque a la clase proletaria en una situación similar al «pleno empleo» que preconizan unos y otros voceros de la burguesía. La recuperación económica se produce, hemos visto, en buena medida como consecuencia de la destrucción anterior de empleo. Al menos, en términos de composición del capital, la exige. Pero tiene otra cara: el salario. La recuperación económica no traerá aumentos salariales generalizados, sino que, ahora, se realiza sobre la base de los bajos salarios. Y no puede, de ninguna manera, ser de otra forma en el mundo capitalista.

En todo y por todo, los movimientos generales del salario están regulados exclusivamente por la expansión y contracción del ejército industrial de reserva, las cuales se rigen, a su vez, por la alternación de períodos que se opera en el ciclo industrial. Esos movimientos no se determinan, pues, por el movimiento del número absoluto de la población obrera, sino por la proporción variable en que la clase obrera se divide en ejército activo y ejército de reserva, por el aumento y la mengua del volumen relativo de la sobrepoblación, por el grado en que ésta es ora absorbida, ora puesta en libertad.

Algo que contradice plenamente las teorías económicas de la burguesía acerca de que un incremento de la actividad productiva implicaría una demanda mayor de mano de obra y, por lo tanto, un incremento de los salarios. De nuevo, lo explica Marx:

Esa ficción económica confunde las leyes que regulan el movimiento general del salario, o sea la relación entre la clase obrera y el capital global social, con las leyes que distribuyen la población obrera entre las esferas particulares de la producción. Por ejemplo, si a consecuencia de una coyuntura favorable se vuelve particularmente intensa la acumulación en una esfera determinada de la producción, si las ganancias superan a la ganancia media y afluye capital suplementario a esa esfera, es natural que aumenten la demanda de trabajo y el salario. Ese salario más elevado atraerá una parte mayor de la población obrera a la esfera favorecida hasta que ésta quede saturada de fuerza de trabajo, con lo cual el salario, a la larga, volverá a caer a su nivel medio anterior, o descenderá por debajo del mismo en caso que la afluencia haya sido excesiva. El economista cree ver aquí «dónde y cómo» un aumento del salario genera un aumento absoluto de obreros, y este último aumento una reducción del salario, pero en realidad no ve más que la oscilación local del mercado de trabajo en una esfera particular de la producción; ve solamente fenómenos de la distribución de la población obrera entre las diversas esferas de inversión del capital, con arreglo a las necesidades variables que éste experimenta.

Frente a estas leyes, cuya realidad no cesamos de constatar en el desarrollo del capitalismo moderno, pueden levantarse, si se quiere, banderas reformistas de todo tipo. La vuelta a un sistema keynesiano, políticas de expansión de la demanda, políticas monetarias más audaces, renta básica… Con ellas el marxismo choca no porque desee negar su posibilidad o porque encuentre una solución mejor, sino porque entiende sus postulados teóricos, la base doctrinal desde la que se conforman dichas propuestas reformistas, como una aberración en términos de ciencia económica. Y entiende que dicha aberración sólo se ha podido conformar porque responde a una potente fuerza histórica, a aquella que impone el desarrollo del modo de producción capitalista y su defensa, que necesita combatir teóricamente a la fuerza histórica contrapuesta, al proletariado, que encarna la superación del propio capitalismo y que ha generado en el curso de sus batallas de clase la doctrina que explica y vaticina dicha superación. Los pretendidos reformistas, generalmente ignorantes del alcance de sus propuestas, pretenden que sea la voluntad política la que esté en condiciones de alterar las leyes del desarrollo capitalista; pegados siempre al dato concreto, al análisis de coyuntura, a los índices diarios, ven en cada uno de estos elementos una posible palanca con la que alterar el curso en marcha. Reducen y reducen el campo de su trabajo para intentar llegar al punto en que las leyes generales no tengan validez. Los revolucionarios llevamos siglos respondiendo lo mismo: eppur si muove.

 

Y en España, ¿qué?

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En el apartado anterior hemos utilizado la explicación que Marx da en El Capital para extraer de ella nuestra constatación básica inicial: el capitalismo no se desarrolla sino sobre las espaldas de la clase proletaria a la cual explota utilizándola en el proceso productivo para extraer plusvalía, en condiciones cada vez más precarias, y utilizándola como ejército de reserva industrial cuando está desocupada para constreñir los límites salariales. Por lo tanto, si en los periodos de crisis se destruye empleo y caen los salarios no debe pensarse que en los periodos de bonanza económica esto vaya a suceder a la inversa. La se sustenta sobre la crisis, brota de las condiciones que la crisis ha creado (destrucción de capital constante y variable, apertura de nuevos mercados, etc.).

Lo comprobamos con los datos que diferentes instituciones oficiales aportan para España.

Las tres tablas de la página siguiente, que son una sola en realidad, muestran el comportamiento de tres variables para el periodo 2.008-2.016: ocupación, paro y total de población activa. Como se sabe, la población activa de un país es aquella que está en edad de trabajar y dispuesta hacerlo (al margen de que tenga trabajo o no); la ocupación mide la cantidad de población activa que está trabajando y el paro, aquella que no lo está. Las dos últimas variables se expresan en tasa de variación trimestral, es decir, reflejan la variación del mes n con respecto al mes n-1. Los datos están sacados de la Encuesta de Población Activa que presenta regularmente el INE que, como su propio nombre indica, es una encuesta a un número representativo de familias de cuyos resultados se infiere el comportamiento del conjunto del mercado. Hemos dividido el periodo que va de la crisis a la recuperación económica. (años 2.008-2.016) en tres subperiodos: el primero lo conforman los años iniciales, de 2.008 a 2.010, que incluyen las ayudas gubernamentales a la producción (Plan E, etc.). El segundo lo conforman los años más duros de la crisis (2.011-2.013) y, finalmente, el tercero los años de la «recuperación económica» (2.014-2.016).

 

Para la primera tabla observamos los siguientes resultados:

Descenso de la población activa de 20.620.000 personas a 18.674.900 personas. Es decir 1.945.100 trabajadores menos que, de acuerdo a la metodología de la EPA, son expulsados del mercado de trabajo. El paro aumentó porcentualmente en todos los trimestres y la ocupación descendió también en todos. Menos población activa, más paro (cuya subida está atenuada por la salida del mercado de trabajo de casi 2.000.000 de trabajadores) y menos trabajadores ocupados.

Para la segunda tabla observamos los siguientes resultados:

Descenso de la población activa de 18.426.200 a 17.135.200 personas: 1.291.000 trabajadores menos en el mercado de trabajo. El paro aumenta hasta el segundo trimestre de 2.013, momento desde el cual experimenta una ligerísima mejoría que, se ve, no alcanza a eliminar los niveles acumulados a lo largo de los años anteriores, máxime si, insistimos, su evolución se ve atenuada por la expulsión de más de 1.000.000 de trabajadores del mercado de trabajo. Por su parte, el empleo debe esperar al último trimestre de 2.013 para no tener cifras negativas (la diferencia con el paro es la parte de trabajadores empleados que se pierde y se «desanima» de buscar trabajo)

Para la tercera tabla:

Aumento de la población activa de 16.950.600 a 18.508.100, es decir 1.557.500 trabajadores más en el mercado de trabajo. Descenso del paro que, como se ve a simple vista, lo hace a tasas menores de las que se vieron en los años de destrucción de empleo y aumento de la población activa con un carácter similar.

 

La evidencia más inmediata es la desaparición de 2.111.900 trabajadores del mercado de trabajo (casi un 10% del total que había al comienzo de la crisis) y un paro que disminuye lentamente y que tararía, a este ritmo, más del doble del tiempo que ha transcurrido desde el inicio de la crisis en recuperar el nivel de ocupación que existía al inicio de esta.

Destrucción neta de empleo y una recuperación que no genera demanda de mano de obra al ritmo necesario como para que el paro desaparezca.

Mostramos a continuación una tabla con la evolución del producto interior bruto a lo largo del mismo periodo. El PIB es una magnitud macroeconómica perteneciente a las Cuentas Nacionales del país que refleja el flujo de bienes y servicios finales de una economía a lo largo de un año, en este caso expresado a precios de mercado, es decir, incluyendo impuestos y transferencias estatales. Los datos de 2014 y 2015 son aún provisionales y el valor está expresado en millones de euros.

Comprobamos que el PIB tiene una tendencia descendente que va de 2.008 (inicio de la crisis) a 2.013 con el único dato positivo en 2.010 respecto a 2.009 (plan de ayudas estatales) La caída es de 90.573 millones de euros, casi un 10% del total. Pero en 2.014 y 2.015 vemos un repunte del dato del PIB hasta 1.075.639, con lo cual la caída del periodo se reduce a 40.568 miles de millones, un 3,63% aproximadamente del total.

Comparando la primera serie de tablas con la segunda, vemos que, en términos relativos, la destrucción de empleo, es decir, el descenso de la demanda de mano de obra por parte del capital, va pareja al descenso del PIB pero la creación de empleo, el incremento de la demanda de mano de obra, no lo va con la recuperación de este agregado. Es más, en el conjunto del periodo estudiado, la caída de la demanda de mano de obra en términos porcentuales es tres veces mayor que la caída del PIB y, sobre todo, no experimenta la recuperación que se produce en 2.013 con una intensidad tan acusada.

Bien, rebaten los entendidos en economía social, pero se trata de que en 2.013 culmina la aprobación de las medidas anti obreras (ellos no dirían obreras, claro, pero los marxistas tampoco diremos casta, trama o gente) y es desde ese momento que empieza la recuperación a costa de los trabajadores. Sin esas medidas, con otra política, otro gallo cantaría. Basta para responder mostrarles la perspectiva en su conjunto: el PIB muestra el curso de los negocios, su declive y su recuperación. Tiene un marco nacional, pero un contexto internacional. Poco o nada se puede hacer para revertir una tendencia que está dada por la existencia de una sobreproducción de mercancías y capitales que afecta al capitalismo como sistema internacional. Su recuperación, en 2.013, tiene que ver con la mejora de la situación internacional y no con unas u otras medidas tomadas. Si el gobierno de Rajoy no hubiera sancionado legalmente las necesidades (recordamos a Marx: necesidades no son apetencias subjetivas sino determinantes materiales) del capital, este las hubiera satisfecho igualmente vía desregulación de facto del mercado de trabajo. ¿O dirán estos economistas que no ha habido crisis y desempleo en los BRICS?

Vamos ahora al otro punto de la cuestión: el salario. Mostramos a continuación las tablas que, en las cuentas nacionales, muestran la parte de la renta generada en el país que va a los asalariados, esto es, la remuneración de los asalariados. En esta categoría se incluye tanto al peón albañil o al operario como a un ejecutivo que percibe su sueldo en el régimen general de la seguridad social, por lo que no es una buena medida de los salarios reales que percibe la clase proletaria. Pero como este hecho se presenta igual en cada año, como las categorías profesionales están representadas de igual manera en cada ejercicio, el sesgo que puede existir y que distorsiona la realidad de la clase proletaria no afecta al resultado que queremos mostrar: la tendencia a la baja de la remuneración del trabajo. En cualquier caso, dado que los asalariados con mejores puestos sufren menos la crisis, es decir, ven menguar sus ingresos procedentes del trabajo en menor cuantía que los asalariados con menor nivel profesional, puede entenderse que en esta serie que presentamos existe una amortiguación de la caída de las rentas salariales por este efecto. Los datos van expresados en millones de euros y para 2.014 y 2.015 son también provisionales.

Si, con estos datos, se quiere comparar el efecto de la crisis sobre los salarios con el efecto sobre el empleo, debe tenerse en cuenta que la Renta Nacional es la explicación del mismo fenómeno económico que el PIB pero desde la perspectiva de quién genera la riqueza y qué remuneración adquiere por prestar sus recursos para ello. En el caso de los asalariados, es la venta de su fuerza de trabajo la que genera la retribución. El comportamiento de esta variable, dicen los economistas burgueses, debe ser similar al del PIB. ¿Lo es?

 

Descenso sostenido de la remuneración de los asalariados: de 2.008 a 2.013 de 559.777 a 485.315., es decir, 74.462 miles de euros, un 13.3% menos.

Aumento de la remuneración de los asalariados: de 2.013 a 2.105 18.592 miles de euros, un 3,8%.

Caída total de la remuneración de los asalariados: 49433 miles de euros, un 8,8%.

 

Se observa que la magnitud de las caídas en la remuneración de los asalariados es más parecida a la que se observa en el volumen de empleo/población activa que a la del PIB (casi 9% de descenso en las remuneraciones frente a casi 10% de aumento del paro y a poco más de 3% de aumento del PIB respectivamente). Esta similitud en las intensidades no es un indicador exacto, pero muestra en cualquier caso que la caída del empleo, el paro, la generación de un ejército industrial de reserva tiene más que ver con la caída del salario que con un hipotético ciclo de crisis-desempleo-recuperación-empleo. La recuperación económica no genera empleo al ritmo al que lo destruye la crisis mientras que dicho ritmo de destrucción sí parece tener que ver con la caída de las remuneraciones de los asalariados.

 

Primera tabla

Trimestre / Año T1-2008 T2-2008 T3-2008 T4-2008 T1-2009 T2-2009 T3-2009 T4-2009 T1-2010 T2-2010 T3-2010 T4-2010
Ocupación 0.13 -0.58 -0.84 -1.97 -3.17 -1.42 -0.77 -0.59 -0.48 -0.32 -0.16 -0.21
Paro 8.11 12.82 12.43 20.41 21.78 5.08 2.1 3.55 3.54 2.7 0.91 1.07
Total Población Activa 20.620,0 20.646,9 20.556,4 20.055,3 19.284,4 19.154,2 19.098,4 18.890,4 18.652,9 18.751,1 18.819,0 18.674,9

Segunda tabla

Trimestre / Año T1-2011 T2-2011 T3-2011 T4-2011 T1-2012 T2-2012 T3-2012 T4-2012 T1-2013 T2-2013 T3-2013 T4-2013
Ocupación -0.44 -0.10 -1.28 -1.20 -1.18 -1.08 -1.06 -1.26 -0.75 -0.34 -0.14 0.00
Paro 1.73 0.49 5.38 4.26 4.48 3.21 3.38 2.04 1.91 -1.73 -0.15 -1.54
Total Población Activa 18.426,2 18.622,0 18.484,5 18.153,0 17.765,1 17.758,5 17.667,7 17.339,4 17.030,2 17.160,6 17.230,0 17.135,2

Tercera tabla

Trimestre / Año T1-2014 T2-2014 T3-2014 T4-2014 T1-2015 T2-2015 T3-2015 T4-2015 T1-2016 T2-2016 T3-2016 T4-2016
Ocupación 0.03 1.22 0.36 0.88 0.49 1.19 0.52 0.76 0.79 0.36 0.71 0.41
Paro -2.32 -3.09 -1.73 -1.17 -2.74 -3.17 -3.71 -3.26 -2.65 -2.16 -3.16 -3.78
Total Población Activa 16.950,6 17.353,0 17.504,0 17.569,1 17.454,8 17.866,5 18.048,7 18.094,2 18.029,6 18.301,0 18.527,5 18.508,1

 

 

Año 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 (P) 2015 (A)
Remuneración Asalariados 559.777 549.173 541.475 530.986 498.790 485.315 491.752 510.344

 

Año 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 (P) 2015 (A)
PIB a precios de mercado 1.116.207 1.079.034 1.080.913 1.070.413 1.039.758 1.025.634 1.037.025 1.075.639

 

 

Partido comunista internacional

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