Naturaleza y objetivos de la revolución cubana

Lacerante alternativa histórica en el proletariado blanco tras la onda del asalto de la primera postguerra rosa y roja y el oscurecimiento presente en los partidos corrompidos de Moscú

 

(«El proletario»; N° 15; Sept. - Oct. - Nov. de 2017 )

 

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Consideremos los motivos políticos e ideológicos junto a los económicos. Antes de nada, si el marxismo y toda su construcción tienen aún sentido es imposible una revolución socialista sin el partido comunista que debe realizar los objetivos de esa revolución socialista. Nos hemos extendido hablando de Castro para mostrar su figura de revolucionario pequeño burgués. Aparece como alguien que se considera con una ideología –si es que tiene alguna- que no fue nunca la socialista y marxista. Lo mismo puede decirse de los otros dirigentes del movimiento 26 de Julio. De la misma manera que es evidente que ningún miembro del gobierno era marxista y que incluso los había declarados anticomunistas.

Por otra parte, el fin de la revolución cubana no ha sido nunca  la instauración de la dictadura del proletariado para la transformación socialista de la sociedad. ¿Cómo podía serlo con una América que apoyaba a Castro y cia.? Todas las fuerzas políticas cubanas tenían tal miedo de infectarse de socialismo  (aún de aquel falso socialismo a la rusa) que, como sabemos, en julio del ´58, a pocos meses de la toma del poder, no aceptaron en su frente al PSP. ¿No es una prueba de moderación suficiente? ¿No significaba que el mismo Castro ignoraba a dónde le conducirían las fuerzas en movimiento?¿No se le puede decir a él mismo aquello que dice él, ironizando, de ciertos dirigentes: que querían la revolución, pero no demasiada revolución?

Antes de que Castro  declarase socialista la revolución cubana, todos hablaban un poco de su originalidad, sin saber indicar el significado tanto de su punto de vista general como del particular sobre las realizaciones prácticas. Se decía que aquella revolución era un proceso en el cual todo cambiaba cada día, incluso… los objetivos y los mismos dirigentes, Castro incluido. Según Sartre, su originalidad consistía «en hacer lo que es necesario hacer sin intentar estabilizarlo a través de una ideología preliminar». Los autores del libro citado, que son admiradores y apoyan entusiásticamente al castrismo, fueron de los primeros en considerar socialista a la nueva Cuba y se complacían en esta originalidad: «es la primera vez –en cualquier tiempo y lugar- que una verdadera revolución socialista es hecha por no comunistas»

Para nosotros las cosas son diferentes de estas explicaciones aleatorias, en  las cuales el mito juega su parte junto a la deliberada con falsificación de la realidad. El hilo conductor de nuestro determinismo que aclara todos los desarrollos de la revolución cubana desde la fase de lucha contra el régimen interno a la de la lucha contra el verdadero y primer responsable de la opresión: el capital estadounidense. Como Castro no fue libre de quedarse a medio camino, así el imperialismo americano no fue libre de actuar por la fuerza contra la pequeña y prepotente república del Caribe. Los factores internacionales que le han  atado las manos al gigante americano han sido sus relaciones con los países de América Latina. Un golpe habría tenido resonancias negativas y quizá desastrosas así como consecuencias irreparables. No fueron, es cierto, las amenazas de Kruschev las que impidieron al gigante Yankee el dar cuenta del David cubano. Si la URSS ha desarrollado un papel a favor de Cuba, ha sido sólo de naturaleza económica y no política, no directo y espontáneo sino como producto inevitable de una situación. Está absolutamente fuera de duda que no se trató de una directiva consciente. Fue el efecto de una ocasión que se presentaba al expansionismo económico y político de la URSS en cuanto potencia imperialista rival de los EE.UU. y no la realización de un inexistente programa revolucionario de apoyo a los países coloniales y semicoloniales.

Hasta 1960 ni el PCI ni el PCF vieron el socialismo de la revolución cubana. En el número 116 de mayo de este año de la revista La verité des travailleurs los trotskistas franceses revelan que»L´Humanité condena con vehemencia la agresión (de abril) pero hasta los últimos días mantienen el más absoluto silencio sobre la naturaleza de la revolución cubana» y reportan el siguiente paso de un editorialista de L´Humanité que contesta sobre el carácter socialista de la consigna: «Las reformas decididas por la revolución son simples reformas democráticas, o medidas normales que tomaría todo gobierno nacional y patriota contra sociedades extranjeras que matan de hambre al país»

El PCI, por su parte, se alineó desde febrero de este año, no «oficialmente se entiende» sino por medio de un enviado a Cuba, que se entrevistó con Castro.  Este, a la pregunta: «Comandante, ¿cuál es el carácter de la revolución cubana?», respondió: «Vosotros, periodistas, tenéis la manía de definir, de encuadrar en esquemas, sois endiabladamente dogmáticos [pensad en un dirigente del PCI batido en el «concretismo»] ¿Quieres saber si esta es una revolución socialista? Escríbelo en ese caso» La definición de estado socialista dada a Cuba por los castristas y sus amigos y enemigos deriva del único lugar común de que, donde es preponderante la estructura empresarial considerada pública respecto al sector privado de la economía, hay socialismo. La forma estatal y cooperativa de la empresa es considerada por ellos, sin discusión, como forma socialista. Con los datos a disposición damos una visión a la economía cubana de hoy.

Industria. El 80% está nacionalizada. Sólo pequeñas empresas y el pequeño comercio y el artesanado están en manos privadas. El comercio con el exterior está nacionalizado junto con la banca. En Cuba no existía una industria digna de este nombre. Existían industrias primarias de extracción de materias primas. La eléctrica se alimenta con petróleo, que viene de fuera. Después están las de consumo: industria de construcción y de cerveza. Y en ellas todo o casi todo –se entiende que fuera de las refinerías del azúcar y de las manufacturas del tabaco. Desde la instauración del régimen de Castro no se ha superado la fase de los proyectos para crear una industria nacional. Problemas difíciles de resolver son los de los recambios y la falta de personal técnico. «El término caos puede ser muy fuerte para definir la situación en ese sector, pero en cualquier modo no está muy alejado de la realidad», escriben los citados Sweezy y Huberman.

Agricultura. Nos referimos a la división tan querida por los socialistas de todos los colores. La tomamos de L´Unitá del 25-5-61 en la cual el enviado a Cuba ha deducido los datos del opúsculo «Objetivos nacionales de la producción agropecuaria para el año 1961» recientemente publicado en Cuba. Se contenta con reportar los datos de antes de la revolución, resultantes de un censo de 1953: campesinos, cultivadores y rancheros (propietarios y arrendatarios de diferentes tipos, es decir, colonos, etc.) 221,939 unidades; obreros agrícolas: 568,799 unidades. Juntos representan el 39,8% de la población activa de la isla, calculada en 1.972.266 unidades y, separadamente, el 11% los primeros y el 28,8% los segundos. Como se ve, es grande el peso de las fuerzas propietarias agrícolas. En cuanto al tipo de empresa la situación era la siguiente: pequeñas empresas y conducciones familiares entre las cuales 1 de cada 5 emplean trabajo asalariado, eran el 39% del número total; extensión de 0,3 a 8 Ha. ocupaban  sólo el 3,3% de la tierra cultivable; grandes empresas: eran el 1,8% del total –con extensión de más de 100Ha. ocupaban el 70% de las tierras empleando la mayor parte trabajo asalariado.

Hoy la situación es la siguiente:

Sector privado: 150.000 pequeños propietarios (de los cuales 101.000 creados con la R.A.) constituyen el 94% de la población rural y con el 37% de las tierras; 3.855 medios propietarios y 5970 grandes propietarios, que juntos poseen el 23% de las tierras.

Sector «socialista» (con el 40% de las tierras): formado por las «cooperativas cañeras» y por las «granjas del pueblo». Decimos algo sobre estas: las cooperativas son una especie de colcos ruso. La tierra y la propiedad del Estado. Sus «miembros» son obreros sin tierra que llevan sólo algunos pocos efectos personales y que reciben un salario y un beneficio a final de año, si existe. De media una cooperativa está formada por 100 familias. Actualmente se están construyendo casas en torno a una escuela y a una tienda del pueblo. Dirección nombrada desde arriba, es decir, por el INR. Las granjas por su parte son empresas estatales, una especie de sovkoz ruso. Tierra y capitales son del Estado, al cual van los beneficios además del rendimiento. Sus miembros son asalariados puros.

Como los mismos dos economistas americanos reconocen, las cooperativas crean dos problemas difíciles de resolver: el de los trabajadores aún sin tierra y que no son miembros de cooperativas con una relativamente nueva división de clases en el campo y el que aparece entre las cooperativas ricas y las pobres, con otras diferencias. Pero, aparte de esto, ¿qué más decir sobre estas realizaciones del régimen, para demostrar que no se trata de socialismo?

Las nacionalizaciones que respectan sobre todo a la propiedad americana han sido más el fruto de la inevitable lucha contra los EE.UU. que la realización de un programa.

Se ha dejado en manos privadas grandes y rentables empresas modernas que un régimen proletario haría pasado inmediatamente al ejercicio colectivo. Como cualquier reforma burguesa, esta es la medida clásica para premiar a los grandes agrarios y si en Cuba han quedado relativamente pocos, es porque los americanos han preferido volverse a su país.

Otra medida que nunca un Estado revolucionario proletario soñaría con tomar es la de indemnizar a los expropiados.

Las cooperativas no son un paso tan avanzado como se cree. Quizá las condiciones técnicas y económicas estaban maduras para la gestión directa por parte del Estado. La indivisiblidad de las plantaciones es como la de las fábricas. Aquellos que se han convertido en miembros de cooperativas eran gentes que no tenían ni de lejos el sentido de la propiedad y ahora ya lo tienen. Por ello no significan un paso adelante.

Las empresas estatales han nacido de la necesidad de fuertes capitales iniciales. De hecho estas se refieren sobre todo a las empresas para la producción del ganado que exigían instalaciones nuevas y costosas (incubadoras, etc.)

Pero lo que es más importante para distinguir las realizaciones de un poder proletario y socialista de uno burgués no está tanto en el cómo se produce como en el cómo se distribuye. Que los productos agrarios e industriales pasen todos por los canales del libre comercio con la mediación de la moneda… eso a los falsos socialistas no les importa. Y lo que es más ridículo es que en estas condiciones vengan a hablar de planificación y de control de las fuerzas productivas.

El 26 de julio de 1961, octavo aniversario de la primera revuelta contra Batista, en un discurso dado en la Plaza José Martí de La Habana, Fidel Castro anunció la unificación de las diversas fuerzas políticas, incluido el PSP (comunista) en el «Partido único de la revolución socialista de Cuba». Las «previsiones» de varios «socialistas» se han verificado. Esta que para ellos es una nueva y «original» vía al socialismo es para nosotros la enésima prueba de que no sólo el castrismo sino el «comunismo» de todos aquellos que se reclaman de Moscú no tiene nada que ver con el socialismo. No sólo: estos acontecimientos son otras tantas confesiones de la naturaleza burguesa del Estado ruso y de los partidos ligados a este.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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