Brasil

El significado de la elección de Bolsonaro y las tareas de los proletarios de vanguardia

 

(«El proletario»; N° 17; Enero - Febrero - Marzo de 2019 )

 

Volver sumarios

 

 

El candidato de derecha Jair Bolsonaro, un veterano del parlamentarismo brasileño (ha sido miembro del parlamento durante 18 años bajo varias etiquetas), denunciado por la mayoría de la prensa internacional  (1) por sus declaraciones racistas, sus declaraciones escan-dalosas sobre varios temas y sus diatribas violentas (2), fue elegido el 28 de octubre como Presidente de la República frente a Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores (3). Unas semanas antes, en las elecciones legislativas del 7 de octubre, su partido, el PSL (Partido Social Liberal) había pasado de 1 escaño a 52 en el parlamento.

 

1. La elección de Bolsonaro no es el advenimiento del fascismo. Sin duda, Bolsonaro es un admirador del fascismo y un nostálgico de la dictadura militar (que el movimiento al que pertenece encuentra tan dulce), etc. Pero el advenimiento del fascismo significa un cambio profundo, no solo del régimen político (que puede mantener apariencias democráticas), sino sobre todo en el equilibrio de poder entre las clases: en otras palabras, la represión brutal y sangrienta de un movimiento proletario y revolucionario que constituía una amenaza real o potencial para el orden burgués (incluso cuando el fascismo siempre consolida y acentúa una derrota ya infligida al proletariado por el sistema democrático y por las fuerzas reformistas y oportunistas). No hay nada similar en Brasil: los círculos burgueses gobernantes no necesitan establecer un régimen fascista para asegurar la permanencia de su poder económico y social que, desafortunadamente, nadie ha amenazado.

2. Hay quienes están indignados por que, además de Trump, los diversos gobiernos de América Latina y el mundo felicitaron a los nuevos electos, a pesar de las críticas de los medios de comunicación contra él, contra sus declaraciones racistas, misóginas y homófobas; a pesar de las amenazas a las poblaciones amerindias y al medio ambiente. Incluso Maduro, el presidente de Venezuela cuya denuncia fue uno de los temas recurrentes de la campaña electoral de Bolsonaro (hasta el punto de alimentar rumores de una intervención militar contra ese país en el caso de acceder al poder) felicitó al «pueblo brasileño», ¡Por haber elegido a este último! Detrás de las contiendas electorales, el factor fundamental en juego en Brasil es la «cuestión social»; o, para decirlo claramente, la lucha de clases de la burguesía contra el proletariado, y se entiende que todos los gobiernos burgueses están del mismo lado que Bolsonaro y que pueden estar satisfechos con su elección. La victoria de este último (cuya campaña fue financiada por los grandes capitalistas, en particular el sector agroalimentario, y apoyada por los medios de comunicación), significa que los sectores decisivos de la burguesía brasileña consideran la creación de un gobierno autoritario como algo necesario para resolver el problema; problema que debe afrontar, pasando la página política del Partido de los Trabajadores (PT): aquella fue una política «reformista» basada en un acuerdo con las fuerzas políticas de derecha para dar cierta satisfacción a los estratos «populares», mientras se llevaba a cabo  una acción fundamentalmente pro-capitalista. Esta política ha funcionado durante más de una década, años de rápido crecimiento económico en Brasil, basados en particular en los altos precios de las materias primas, en las cuales el país es rico, y en el auge de la industria agroalimentaria. Por lo tanto, los gobiernos del PT pudieron ofrecer perspectivas de promoción social a algunos sectores e implementar algunas medidas sociales para los más pobres. Pero como esa política no atacó el privilegio social burgués, sino que defendió los intereses capitalistas fundamentales, no redujo en absoluto las desigualdades sociales. La persistencia de la miseria es la principal causa del crimen que arrasa el país (4). Además, la política del PT también ha sido acompañada por una generalización de la corrupción política. Las crecientes dificultades económicas, además de la profunda recesión conocida por el país, han socavado esta política, obligando a los gobiernos del PT a adoptar medidas de «austeridad» y «antisociales». Esto ha provocado importantes reacciones por parte de la población, en particular movimientos extensos por el problema del transporte. Una de las características de estas manifestaciones ha sido que estaban dirigidas por corrientes pequeñoburguesas ferozmente hostiles a todo lo que evocaba al socialismo y cosas por el estilo. Del mismo modo, los escándalos de corrupción han provocado grandes manifestaciones populares lideradas por fuerzas de derecha que exigen el despido (que finalmente obtuvieron) de la presidenta Dilma Rousseff (del PT), reemplazada por su vicepresidente de derecha, Tremer (del PMDB). Los líderes del PT hablaron de un «golpe de estado» institucional. Las medidas antiproletarias adoptadas y las previstas sobre todo por el gobierno de Tremer han provocado el descontento de los trabajadores hasta obligar a los sindicatos a organizar huelgas generales. Pero el aparato sindical, en particular del principal sindicato, la CUT, vinculada al PT, logró contener estas reacciones dirigiéndolas hacia una victoria de la izquierda en las elecciones de este año. Sin embargo, el gobierno de Tremer demostró ser incapaz de utilizar el tiempo que le daban los sindicatos para seguir con sus «reformas» (es decir, los ataques antiproletarios) consideradas urgentes para reiniciar la economía, no solo por el gobierno y los capitalistas brasileños, sino también por las instituciones internacionales como el FMI: las medidas para restablecer la tasa promedio de ganancia de la economía, mediante el aumento de la explotación del proletariado, en particular sobre la cuestión de las pensiones y la seguridad social, etc. Para los capitalistas pues se hacía necesario un nuevo gobierno «fuerte» y una nueva orientación autoritaria.

3. Es significativo que los partidos burgueses tradicionales se hayan derrumbado en las elecciones, mientras que el PT, en general, ha resistido relativamente (el PT tiene el mayor grupo parlamentario, por delante del de Bolsonaro). El clientelismo del PT le permitió mantener cierta influencia electoral, mientras que los partidos burgueses tradicionales han visto cómo sus apoyos financieros y sus medios de comunicación se alejan para empujar a un extraño prácticamente desconocido. Esta es la demostración de que los círculos burgueses más influyentes sintieron la necesidad de pasar página después de los años del PT, para aumentar la explotación capitalista, pero también para contener (pero no eliminar) la corrupción indisolublemente vinculada a la gestión del PT, que había aumentado hasta el punto de privatizar sectores no rentables y convertirse en un obstáculo para el buen curso de la economía. Bolsonaro llegó al poder no para establecer el fascismo, sino para atacar a los trabajadores más a fondo, no para eliminar la «Nueva República» que sucedió a la dictadura, sino para reformarla en un sentido autoritario. Su discurso reaccionario, de seguridad y represivo es útil en este contexto, mientras que la burguesía ilustrada cierra sus narices ante sus excesos más gruesos.

 4. Es erróneo creer que la victoria de los «populistas» o de los partidos de extrema derecha en Brasil o en cualquier otro lugar se nutra del «fracaso de los reformistas». Es el éxito de los reformistas lo que abre el camino para los gobiernos de derecha; éxito no en relación con su propaganda y sus promesas electorales, que sabían que no podían implementar, sino en relación con su función efectiva en la escena de la política burguesa: haciendo pasar las medidas requeridas por los capitalistas y evitando o desviando las luchas de resistencia proletarias. Una vez que los reformistas han hecho lo que pueden de esta manera, ceden el paso a los gobiernos de derecha que no hacen más que acentuar su política (como las democracias bien engrasadas en Europa), o incluso son rechazados por la burguesía, como es el caso de Brasil, donde Dilma Roussef fue depuesta y Lula fue encarcelado por corrupción para evitar que compitiera en las elecciones presidenciales (el fundador del PT sigue siendo uno de los políticos brasileños más populares).

5. Es absurdo quejarse de que la democracia está amenazada en el mundo por el advenimiento de regímenes autoritarios o de extrema derecha, etc., como si el mundo hubiera vivido hasta ahora en una situación satisfactoria que debería haberse defendido o recuperado. Esta es una posición abiertamente con-servadora, antirrevolucionaria y, sobre todo, centrada en Occidente: la «democracia» es realmente solo la máscara de la dictadura de la burguesía para el mantenimiento de la paz social en países suficientemente ricos. En otros lugares, o cuando las dificultades económicas aumentan demasiado y las tensiones sociales se agudizan, la dictadura de la burguesía se vuelve más abierta y el velo democrático desaparece antes del establecimiento de regímenes autoritarios. La evolución del capitalismo se dirige inexorablemente hacia el fin del estado social y las concesiones otorgadas por la clase dominante en los países capitalistas más desarrollados para anestesiar al proletariado, en particular a través de la acción de los partidos de izquierda y las organizaciones colaboradoras que se nutren de estas concesiones. Pero la clase dominante se esfuerza y siempre intentará mantener la fachada de la democracia tanto como sea posible y alimentar las ilusiones democráticas, tan útiles para la conservación social. No es casual que el mismo «fascista» Bolsonaro se declare a sí mismo «amante de la libertad y la democracia» ... El futuro que espera al capitalismo, constreñido como está por sus crisis recurrentes, es el empeoramiento de la explotación, la opresión y la represión, de las cuales los regímenes autoritarios son sólo los medios; el empeoramiento de las tensiones intercapitalistas y las tensiones bélicas que han devastado al mundo durante mucho tiempo fuera de las democracias occidentales y de las que estas mismas democracias son responsables. Combatir esta perspectiva es esencial, pero no estableciendo de manera implícita o explícita el objetivo de volver a un status quo anterior, a una era pasada de capitalismo «bueno» y a una democracia «feliz»: ese momento ha sido el del dominio abrumador de la burguesía sobre el proletariado y los pueblos oprimidos del mundo.

6. Hay quienes se han quejado de que no existiera un «Frente Republicano»  para evitar la victoria electoral de Bolsonaro (a imagen de lo que se practica en Francia, donde los partidos de izquierda y de derecha se unen en nombre de la defensa del Estado democrático contra el partido de extrema derecha Frente Nacional, o como sueñan en Italia para detener la tendencia racista). El PT ha tratado de vincular a su candidatura, en el marco de un «Frente Democrático», a personalidades y partidos burgueses, pero sin mucho éxito: sus socios burgueses habituales lo han abandonado, como el PMDB o el ex presidente Cardoso, que dijo que no iba a elegir entre los dos candidatos. Sin embargo, todos los partidos de «extrema izquierda» que formaron un «frente» con el PT y el PCdoB para la segunda ronda, como el PSOL, pero también los que recordaban que si el candidato del PT hubiera sido elegido se pondría en contra de los proletarios, o los trotskistas del PSTU o el MRT (que se jactaron de que nunca habían apoyado al PT), llamaron a votar por él contra Bolsonaro. Este ha sido también el caso del pequeño sindicato CSP-Conlutas que llamó a «bloquear a Bolsonaro tanto en las urnas como en la calle». Hacer creer que es posible bloquear los ataques capitalistas, no a un individuo, que este individuo está promoviendo abiertamente, votar por un partido pro-burgués responsable de una serie de ataques anteriores y que promete hacer otros, es una posición oportunista absolutamente anti-proletaria. No es en el terreno electoral, apoyando a los lacayos de la burguesía, sino en el terreno de la lucha y en las posiciones de clase independientes, donde se puede resistir a los capitalistas y a sus gobiernos, ya sean de derecha o de izquierda. Todos aquellos que difunden ilusiones sobre el PT y el sistema electoral democrático son adversarios de la lucha de clases proletaria.

7. Después de la derrota electoral, los partidos y sindicatos denominados «obreros», «socialistas» o «revolucionarios», llaman, según su costumbre, a la formación de «frentes» lo más amplios posibles contra el presidente electo y las medidas que tomará su futuro gobierno (Bolsonaro no se hará cargo de este hasta principios del próximo año). Cubren sus hermosas propuestas de discursos radicales, «antica-pitalistas», pero su actitud hacia las elecciones ya ha demostrado qué hay que esperar: estas palabras son solo polvo en los ojos, para ocultar su aplastamiento ante las fuerzas de la colaboración de clase, como también lo demuestra su nacionalismo: la «soberanía nacional» de Brasil (presumiblemente amenazada por Bolsonaro) y los intereses de los proletarios brasileños no se pueden defender al mismo tiempo. El proletariado de Brasil tiene una rica tradición de luchas y, sin duda, volverá a luchar contra los ataques capitalistas ahora y en el futuro. Pero lo que ha faltado hasta ahora es una orientación política de clase que pueda permitirle escapar de las garras del oportunismo colaboracionista. Esta orientación solo puede ser dada por el partido de clase, internacionalista e internacional, basado en el programa comunista integral e invariante. Dar los primeros pasos hacia el establecimiento de este partido, rompiendo con las desastrosas orientaciones del PT y sus satélites es tarea de los proletarios de vanguardia, una tarea que, en el período que se abre, será cada vez más imperativa. Este es el único camino a seguir, no hacia el espejismo del establecimiento de una democracia ideal, sino hacia el derrocamiento de la burguesía y su estado y el establecimiento de la dictadura del proletariado, en colaboración con los proletarios de todo el mundo, para acabar con el capitalismo.

 

4 noviembre 2018

 


 

(1) La candidata de Haddad fue Manuela d’Avila, miembro del PC brasileño (PC do B).

(2) Un ejemplo significativo: el influyente semanario británico The Economist ha denunciado repetidamente a Bolsonaro como un «peligro para la democracia» en Brasil.

(3) En su última reunión pública el 21 de octubre, dijo, hablando de los partidarios de su adversario Haddad y los militantes de izquierda: «La limpieza que haremos es mucho más amplia. Esta banda, si desea quedarse aquí, tendrá que someterse a nuestra ley, dejar el país o ir a prisión (…). Esta patria es nuestra, no es la de esta pandilla con la bandera roja y el cerebro adoctrinado ... Estos desechos rojos serán expulsados de nuestra patria (...) Será una limpieza jamás vista en la historia de Brasil (…). Los Bandidos del Movimiento de los Sin Tierra (MST), matones del movimiento de los trabajadores sin hogar (MTST, por sus siglas en inglés)... sus acciones serán calificadas como terroristas. Terror en el campo o en la ciudad. Y tú, Lula da Silva, si esperas que Haddad se convierta en presidente para firmar el decreto de gracia, te digo una cosa: irás a pudrirte en la cárcel, Haddad tampoco irá para visitarte, no. Lo hará para estar durante años a tu lado». ¡Estas declaraciones no impidieron a  la candidatura del PT llamarle para felicitarle después de su elección y desearle buena suerte!

(4) Una ONG identificó 64.000 víctimas de asesinato en 2017, mientras que en el mismo año la policía mató a 5.159 personas (¡un 20% más que el año anterior!). ¡Las fuerzas de la represión no esperaron a que Bolsonaro se mostrara brutal! Es comprensible que el tema de la inseguridad haya sido un tema importante en las elecciones: Brasil es uno de los países del mundo donde el crimen es mayor (http:// www. forumseguranca. org.br/ publicacoes/anuario-brasileiro-de-seguranca-publica-2018/).

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

Volver sumarios

Top