La huelga del metal en Vizcaya, un ejemplo de lucha proletaria y de oportunismo anti obrero

(«El proletario»; N° 18; Julio - Agosto - Septiembre de 2019 )

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Estos largos meses de interregno gubernamental, además del frenesí electoralista y el repugnante mercadeo parlamentario, han dejado valiosos ejemplos de la realidad que debe padecer el proletariado a diario, más allá de la superstición electoralista y la confianza en los medios democráticos de lucha. El más importante de estos ejemplos lo han dado los proletarios del metal de Vizcaya, que llevaron a cabo una dura huelga durante cinco días de junio. Pese a haber tenido poco o ningún eco mediático, esta huelga tiene un interés infinitamente mayor que el circo de partidos y unidades que ha inundado la prensa desde hace meses.

Como resumen del desarrollo del conflicto, las grandes centrales sindicales que tienen representación en el sector del metal vizcaíno, CC.OO., UGT, ELA y LAB, promovieron la movilización de todos los sindicatos (CGT, CNT, USO…) detrás de una plataforma reivindicativa unitaria ante la paralización de las negociaciones del Convenio Colectivo. Esta plataforma, que resume las exigencias sindicales en la mesa de negociación con la patronal del sector, parte de la situación de unsector en el cual el Convenio colectivo lleva caducado varios años, por lo que no se han realizado revisiones salariales para ajustar las remuneraciones a la evolución del coste de la vida, no se han tomado en cuenta medidas legales referentes a las reformas laborales, etc. Las reivindicaciones generales son las siguientes:

 

Subida salarial: Se diferencian dos apartados. Por una parte se pide una subida del IPC+ 2% para las tablas de mínimos del sector, y por otra parte IPC+1% para los trabajadores y trabajadoras que tengan salarios por encima de los mínimos establecidos en convenio. Para el 2018, se pide que además de la subida se den atrasos.

Duración de la Jornada – Reducción de 8 horas.

Medidas que limitan la eventualidad y contratación vía ETT. Establecer unos periodos máximos para contratación vía ETT.

Limitación de la aplicación de la flexibilidad en empresas con altas tasas de eventualidad.

Subrogación para subcontratas de puestos estructurales.

Medidas que avancen en la igualdad de género.

Medidas para primar la salud laboral.

Adecuar el contenido del convenio, incorporando mejoras legales que se han dado después de la firma del mismo, eliminando el lenguaje sexista.

Blindaje ante la reforma laboral, clausula contra inaplicación, ultractividad indefinida.

 

Desde la apertura de las negociaciones entre la patronal (Federación Vizcaína de Empresas del Metal – FVEM)  y los sindicatos en el mes de mayo, las posiciones entre los «agentes negociadores» se mostraron difíciles de conciliar, con lo que en el mes de junio se convocó una huelga de cinco días para todos los trabajadores de la provincia. Durante esta huelga, que tuvo un seguimiento mayoritario entre los trabajadores, tuvieron lugar manifestaciones masivas, piquetes en las puertas de las grandes fábricas, cortes de carretera, enfrentamientos con la policía, detenciones por parte de esta, etc. Durante todas las jornadas, fue notable la sensación de unidad que transmitieron en la calle los trabajadores del metal, imponiendo desde las grandes empresas, donde la concentración proletaria da una fuerza mayor, el paro a las pequeñas en las que los trabajadores se encuentran aislados, solidarizándose con los represaliados y detenidos, etc.

Tras los cinco días de huelga, se vuelve al trabajo, entre amenazas por parte de los sindicatos de volver a convocar huelgas una vez pasadas las vacaciones de verano, como finalmente se ha hecho… Después de mantener parada la actividad económica de prácticamente toda la provincia, el retorno a las fábricas sin haber conseguido nada, justo cuando la fuerza en la calle y en las fábricas resultaba ser mayor…

 

LA HISTORIA DEL METAL DE VIZCAYA, DE TRAICIÓN EN TRAICIÓN…

 

El sector del metal ha sido y aún es, aunque en menor medida que en un pasado no muy lejano, el corazón de la industria vasca. De hecho, es de los pocos sectores industriales que pueden llamarse «tradicionales», que conserva un peso sustancial en la vida económica y social de una región. Mientras que en el conjunto de España el peso proporcional del metal ha pasado de constituir un 28% del Producto Interior Bruto (años ´80) a ser tan sólo un 17% (2016), en el País Vasco todavía no ha bajado del 20% del PIB local, empleando al 80% de los trabajadores del ramo industrial, según los datos de la patronal.

Durante los años más duros de la reciente crisis capitalista, el sector del metal en el País Vasco ha despedido (bajo cualquier fórmula de despido) a más de 35.000 trabajadores, pasando de ocupar a 156.000 a sólo 120.000, correspondiéndole su parte proporcional en este descenso al metal vizcaíno. A este drástico descenso en las cifras de empleo, le corresponde un deterioro en las condiciones laborales tanto en lo referido a los aspectos legales de las mismas (alta tasa de temporalidad, predominio de la subrogación como forma de relación laboral, etc.) como al día a día que se vive en los puestos de trabajo (incremento de la presión y de las exigencias productivas, represión laboral, etc.). Es por esto que, si bien el sector del metal en Vizcaya continúa teniendo un peso excepcional tanto en la vida económica de la región como entre los propios proletarios que tienen en los obreros metalúrgicos la punta de lanza de su clase, su importancia va disminuyendo y, con ella, la propia fuerza de una clase proletaria que un día estuvo siempre presta a la lucha y que hoy ve cómo sus condiciones de vida se deterioran a pasos agigantados.

Las propias empresas del metal de Vizcaya (Arcelor, Forjas Unidas, Ferroser…) recuerdan inevitablemente a las durísimas luchas que sus proletarios llevaron a cabo durante la última década del franquismo y los primeros quince años de democracia. Los difíciles años ´70 y ´80, cuando las huelgas del metal vasco arrastraban a centenares de miles de proletarios a la lucha solidaria, han dado lugar a una situación desoladora, en la cual la patronal lleva siempre la voz cantante, imponiendo sus exigencias y haciendo valer sus necesidades como si fuesen las propias de los proletarios. Si bien es cierto que en este sector aún se conservan ciertas ventajas laborales, sobre todo en comparación con el resto de la industria o del sector servicios, la realidad es que el empleo fijo apenas existe para los jóvenes, la siniestralidad continúa siendo elevadísima, los salarios se fijan en función de las exigencias productivas de la industria…

La reconversión industrial, que se hizo en este sector como en el resto de la industria española combinando dosis de prejubilaciones y bajas incentivadas con despidos sin apenas compensación y represión policial, ha traído estos lodos. En la medida en que la resistencia que los proletarios pudieron presentar a estas exigencias de la burguesía vasca y española estuvo completamente controlada por las fuerzas del oportunismo político (PCE, etc.) y sindical (CC.OO., UGT, LAB…) así como por las corrientes nacionalistas pequeño burguesas como ETA o HB, todas esas exigencias lanzadas por parte de la burguesía se realizaron. La clase proletaria paga hoy las consecuencias de la dirección anti obrera que estas corrientes le impusieron hace ya treinta años en su lucha contra las medidas de «modernización de la industria».

La reconversión del metal, un sector económicamente poco eficiente (es decir, poco rentable para la burguesía) una vez que se abrieron otros mercados productores,  como los asiáticos o los de las antiguas repúblicas de la órbita rusa, fue la principal jugada sobre el terreno económico y laboral que tuvo que afrontar la burguesía una vez realizada la Transición. Y lo hizo mostrando una gran inteligencia, atacando primero allí donde la concentración de proletarios era menor, como en Sagunto, para entrenar los medios represivos que habría de poner en marcha, así como todo el aparato de presión mediática e ideológica que sería necesario desplegar.  Una vez probadas las armas, la ofensiva se desencadenó sobre el metal vasco y el gaditano, incluyendo en ambos, por supuesto, a los emblemáticos astilleros, que habían sido durante décadas el corazón de los proletarios de ambas regiones. Pero se hizo, de nuevo, por partes, mediante un sistema de ataques, componendas y retrocesos: primero se lanzaba una gran ofensiva, se aguantaba la respuesta de los proletarios mientras se pactaba con las organizaciones políticas y sindicales que decían representarles, unos acuerdos que reducían la cantidad de despidos inicialmente previstos, justificaban estos con prejubilaciones y garantizaban la carga de trabajo durante unos años. Los sindicatos y los partidos políticos de la izquierda burguesa imponían a los proletarios estos acuerdos como un mal menor… y conseguían la aceptación. Pasado un tiempo, un nuevo plan de reestructuración repetía la misma dinámica con idéntico resultado. Al cabo de veinte años, de los cientos de miles de proletarios que vivían del metal, sólo quedan algunas pocas decenas de miles, en condiciones sumamente desventajosas, continuamente chantajeados por la falta de carga de trabajo en las grandes empresas y por una legislación cada vez más agresiva en las pequeñas… La juventud proletaria de regiones como Vizcaya ha tenido que abandonar cualquier pretensión de vivir siquiera establemente del trabajo industrial, desplazándose a otros sectores donde las condiciones de existencia son aún más precarias. Es el resultado del dominio que las organizaciones sindicales dirigidas por las corrientes oportunistas, como CCOO, UGT, etc. y los partidos políticos pseudo obreros, como el PCE y el PSOE, o abiertamente pequeño burgueses como Herri Batasuna y el espectro abertzale que le ha rodeado siempre, pudieron ejercer sobre la clase proletaria. Le forzaron a aceptar condiciones de vida y trabajo cada vez peores, fomentando las más mezquinas ilusiones de salvación individual e intentando con ello romper la solidaridad que había sido la tónica entre los proletarios del metal.

La historia de las luchas de los proletarios del metal, vasco y del resto del país, es la historia de las traiciones sufridas a manos de unas direcciones políticas y sindicales que cooperaban con la burguesía para ayudarla durante uno de sus momentos más críticos y que sacrificaron a centenares de miles de proletarios para salvaguardar los intereses de la economía nacional. Esta es la lección que los jóvenes proletarios del metal –y del resto de sectores- deben extraer del pasado más inmediato para aplicarla a la hora de afrontar las luchas que deben emprender hoy.

 

EL FUTURO INCIERTO

 

Para los proletarios del metal, la huelga del pasado mes de junio ha tenido una importancia especial: durante la última década el oportunismo sindical ha forzado sistemáticamente que la negociación de las condiciones de trabajo se realice empresa por empresa, es decir, dejando a los proletarios que trabajan en pequeñas empresas, con escaso número de empleados, completamente a merced del patrón, mientras que sólo en las grandes empresas se ha hecho algún tibio conato de lucha. Mientras que los convenios colectivos rigen para todo un sector provincial, independientemente de la fuerza que los proletarios de tal o cual empresa tengan para imponerse en un conflicto aislado, las negociaciones empresariales rompen la principal arma de lucha de los obreros: la solidaridad de clase, el combate contra la competencia que los burgueses buscan introducir entre los proletarios como medio para debilitarlos. Es por ello que esta pasada huelga, que ha sido unitaria y que estaba encaminada a presionar en las negociaciones del convenio colectivo, tiene un valor tan importante, sobre todo cuando han sido los propios trabajadores los que han forzado a las centrales sindicales, durante la propia huelga, a romper el aislamiento que querían imponer por empresas.

Pero esta fuerza inicial, este sano empuje de clase, que refleja el verdadero instinto de lucha de los proletarios, es fácilmente revertible por parte de las direcciones sindicales y políticas hacia los cauces que han venido siendo habituales en la última década. Pese a haber mostrado una gran fuerza a la hora de imponer la huelga, de enfrentarse a la policía que trataba de romper la huelga en la calle, etc. las dificultades que los proletarios van a encontrar serán inmensas.

En primer lugar, la convocatoria de huelga ha sido puramente simbólica: cinco días de paro, con un preaviso de varias semanas, supone dar tiempo de sobra para que la patronal del sector provisione las mercancías necesarias para hacer frente a la huelga, para que desvíe el trabajo a las empresas de otras provincias (recuérdese que el metal de Guipúzcoa ni siquiera ha sido llamado a un paro de solidaridad), etc. Significa aceptar los términos del juego que exige la burguesía y volver la huelga un acto puramente simbólico. Es cierto que, comparado con lo que sucede en otros sectores laborales, donde las huelgas duran muchas veces unos pocos minutos, un paro de cinco días puede parecer mucho. Pero esto indica, únicamente, hasta qué punto tienen que esforzarse las fuerzas del oportunismo político y sindical para controlar la tensión que existe entre los proletarios del metal de Vizcaya y cuánto están dispuestos a maniobrar para hacerlo con éxito. Es cierto también que una convocatoria de huelga que afecta a un sector con la relevancia del metal es algo que no puede surgir de la noche a la mañana, que requiere una preparación… pero esta verdad indiscutible no puede excusar que la preparación, el esfuerzo por organizar… se haga advirtiendo de ello a la patronal e invitándola a tomar medidas para minimizar el efecto.

En segundo lugar, la propia finalización de los días de huelga. Cuando resultaba evidente que estos habían sido un éxito, que la fuerza de los proletarios en la calle era mayor incluso que la que pueden tener en sus empresas y que, a mayores, podían ser un revulsivo para otros sectores proletarios, algunos de los cuales, como los pensionistas, tienen una larga tradición de unión con el metal… no prolongar los días de huelga significó liquidar su fuerza. Es cierto que, en un ejercicio de cinismo sin nombre, las principales centrales sindicales han realizado una nueva convocatoria de huelga ¡para septiembre!, argumentando que las vacaciones de verano impedían la continuidad que estaba en curso. Este argumento muestra que las organizaciones sindicales ya preveían liquidar los paros rápidamente: de lo contrario podrían haberlos organizado en alguno de los muchos meses previos a junio una vez que sabían que las negociaciones del Convenio estaban paradas. Si esperaron a junio es porque sabían que en ese mes era imposible dar continuidad a los paros y a las movilizaciones. De nuevo, negándose a continuar con la convocatoria y posponiéndola para septiembre, las organizaciones sindicales muestran que su objetivo no es vencer mediante la lucha, sino reducir está a un simple acto folklórico, sin recorrido alguno más allá de dar alguna noticia en la prensa. Temen mucho más las consecuencias que puedan derivarse de mantener a los proletarios luchando en la calle, que cualquier Convenio Colectivo por dañino que sea para los trabajadores.

En tercer lugar, el esfuerzo que han realizado tanto las organizaciones sindicales como las corrientes políticas que las han secundado por mantener la lucha dentro de los límites estrictos del sector y la provincia. Ya hemos señalado que los trabajadores del metal de Guipúzcoa ni tan siquiera han sido convocados a un paro solidario, por simbólico que fuese. Y de aquí puede seguirse que, por supuesto, los proletarios de ningún otro sector han sido llamados a solidarizarse. La movilización tampoco ha trascendido la provincia ni mucho menos la Comunidad Autónoma. En un esfuerzo claro por mantener la lucha dentro del más estricto localismo, los proletarios del metal de Vizcaya son llamados a luchar únicamente con sus propias fuerzas y sin levantar la vista para mirar más allá de sus ciudades o de su sector. Hace décadas, en ese mismo sector y en esas mismas ciudades, la fuerza de un proletariado que hizo temblar a los patrones era la capacidad para responder como si se tratase de una única persona a cualquier agravio, por pequeño que fuese, la capacidad de asumir cada conflicto, cada huelga, como un conflicto de toda la clase… Si aún con esa fuerza no se pudo, en la mayor parte de las ocasiones, frenar las exigencias de la burguesía ¿qué puede esperarse de huelgas aisladas, de proletarios atomizados y encerrados en sus pueblos y en sus fábricas?

 

SOÑAR

 

Al confrontar estas posiciones que defiende nuestro partido con aquellas que defienden las corrientes políticas y sindicales oportunistas, precisamente aquellas que dirigen esta y otras huelgas similares, es normal obtener siempre una misma respuesta: nuestras posiciones son quimeras, sueños irrealizables con una clase proletaria completamente sumida en la más profunda de las depresiones… Acompañada siempre de la coletilla acerca de lo fácil que es hablar y lo difícil que es actuar.

Esta respuesta es, en verdad, la expresión de un profundo antagonismo de clase. Este antagonismo aparece al enfrentar las lecciones que se extraen del curso de la lucha de clase del proletariado (un curso que es cierto que hoy pasa por horas difíciles incluso en los pequeños conflictos como este del metal de Vizcaya) con las exigencias que realizan aquellas corrientes de que la lucha obrera respete escrupulosamente la legalidad, el consenso social, las exigencias de la convivencia cívica, etc. Es decir, se trata del antagonismo entre las posiciones de clase proletarias y las posiciones de clase burguesas.

Indicaciones y valoraciones como las que damos en este artículo sólo pueden ser consideradas como soñadoras por aquellos que quieren que la clase proletaria permanezca hundida en el pozo de apatía y resignación en que vive hoy, resignándose a votar cada cuatro años y a manifestarse cuando el cuadro sindical de turno lo ordene. Son soñadoras si se considera que la única realidad posible es esta que describimos y que cualquier intento de contravenirla debe fracasar.

Es cierto que nuestra corriente ha defendido y defenderá siempre ser la portadora de un balance del ciclo histórico de la lucha de clase del proletariado, balance este que explica la naturaleza de la lucha revolucionaria del proletariado y, sobre todo, de la contrarrevolución burguesa. Pero esto lo hace trayendo a cada caso concreto, a cada ejemplo de lucha en el que la clase proletaria de un país, ciudad o pueblo intenta levantar la cabeza, toda la potencia histórica de este balance, todo la fuerza de la doctrina marxista. Las valoraciones e indicaciones que damos, tanto en nuestra prensa y folletos como participando allí donde alcanzan nuestras fuerzas, no son delirios infundados, sino esfuerzos muy concretos para contribuir a que el proletariado retome el camino de su lucha de clase. Nosotros no trazamos caminos ideales que deba seguir el proletariado, sino que mostramos los límites reales de sus esfuerzos, la fuerza real de sus enemigos y sus intentos por mantenerle en su estado actual… y de ello extraemos las lecciones sobre los derroteros que su lucha deberá tomar. Podrán considerar que soñamos solamente quienes quieren que los proletarios duerman para siempre.

El próximo mes de septiembre los trabajadores del metal de Vizcaya vuelven a la huelga. Será la ocasión para comprobar si la estrategia sindical de desgaste por dilación va dando su resultado. En caso de que no sea así, los proletarios habrán salvado un obstáculo de los muchos que encontrarán en su camino, para salvar este y ortos muchos, los cuales deberán contar con toda su fuerza de clase.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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