La España de los héroes y de los balcones

( Suplemento-Covid-19 al «El proletario»; N° 19; Marzo de 2020 )

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Dos consignas son repetidas hasta la extenuación en prensa, radio y televisión desde el inicio del Estado de Alarma y el confinamiento. Ambas van dirigidas a movilizar a la sociedad, a hacerla asumir, al unísono, consignas propias de una guerra, a intentar que todo el malestar y el descontento se alivien por la vía de la unidad, del bien común, del sacrificio…

La primera de ellas es la que hace de todo aquel que va a trabajar estos días, poniendo en grave riesgo su salud y la de sus familiares para mantener la economía nacional lo menos dañada posible, un héroe. Héroe es hoy el personal sanitario, médicos, enfermeras, auxiliares, administrativos, celadores… A ellos el Estado les ha sobreexpuesto a la epidemia de coronavirus negando primero su incidencia real y privándoles después del material de protección que tan necesario es en su trabajo. Les llaman héroes para justificar que se asesina a trabajadores tanto del sector púbico como del privado mediante la inacción y la mentira. Las trabajadoras de la limpieza que han sido sancionadas por negarse a trabajar sin guantes y mascarillas… esas no son heroínas para la burguesía, que ensalza hipócritamente a quienes dan la vida por ella mientras no hace nada por frenar el contagio y la muerte de tantos y tantos proletarios.

Héroes son los trabajadores de los comercios considerados de primera necesidad (alimentación, sí, pero también tintorerías) que doblan los turnos para que sus patrones tripliquen sus beneficios aprovechando la psicosis colectiva. Héroes son los carteros, los trabajadores de Amazon o los riders que tienen que ir a trabajar para que la logística global no sufra las consecuencias del parón económico. Si hay que poner una medalla a cada muerto, no van a tener suficiente metal para todos.

Y héroes son, por supuesto, los policías, guardias civiles y militares que hacen… ¿qué? Vigilar, acosar, detener, golpear, a la población inerme. Su presencia desmesurada en las calles muestra la fuerza que la burguesía va a desplegar en las próximas décadas contra los proletarios cuando les llame a cualquier ejercicio de movilización nacional como el que estamos viendo hoy.

Y cuando acaba el día, a las ocho de la tarde, todo el país es llamado a salir a balcones y terrazas a aplaudir. Después de haber soportado la angustia que genera el quedarse sin empleo, de no poder alimentar a los hijos porque las autoridades han suspendido las becas de comedor de las que tantas familias de proletarios dependen para evitar que el hambre entre en casa, de haber recibido toneladas de intoxicación dramática a cargo de la televisión… Toca aplaudir. ¿A qué? ¿A quién? ¿A una situación propiciada por la clase burguesa y su Estado que se han mostrado incapaces de garantizar la salud de la población? ¿A unos «profesionales» de la salud que están desbordados y súper explotados? Más allá del ejemplo de movilización que los proletarios están dando y que, aunque sea en beneficio de la clase social enemiga, muestra su inmensa fuerza, los aplausos son la obertura de una época de sacrificios, penurias y miseria que empieza con esta crisis.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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