En Nissan 3.000 despidos directos y otros 13.000 indirectos
Lo que no cierra hoy, lo hará mañana
(«El proletario»; N° 20; Julio de 2020 )
El pasado jueves 28, la empresa Nissan anunció finalmente que cerrará su planta de Barcelona. Después de varios meses de rumores, llamamientos a la calma por parte del gobierno y una huelga de los trabajadores de más de veinte días, la empresa, que tenía su principal fábrica en España en la Zona Franca de Barcelona, ha hecho saber que su decisión es inapelable.
Como consecuencia de este cierre los tres mil trabajadores de la planta serán despedidos y los casi trece mil de las industrias auxiliares que fabricaban componentes para la multinacional seguirán en breve el mismo camino. La empresa, que llevaba en España desde los años ´80, toma parte con estos despidos en el plan de reestructuración de la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi. Este plan prevé reorganizar la producción de automóviles en diferentes zonas del mundo atendiendo a criterios de ventas: allí donde cada empresa es más fuerte se producirá cada tipo de vehículo (Nissan en Asia y América del Norte, Renault en Europa y América del Sur, Mitsubishi en el Sudeste asiático). En este reparto, los primeros perdedores han sido los trabajadores de Nissan y de sus empresas auxiliares en España, pero habrá muchos más.
El plan de reorganización de la producción que el grupo Nissan-Renault ha puesto en marcha es su respuesta a la crisis del sector automovilístico. Esta crisis, si bien se viene gestando desde 2016 (año desde el cual las ventas de coches están prácticamente estancadas), se ha agudizado en el último año en paralelo a la crisis de beneficios que el conjunto del sector del metal sufre, especialmente en Europa pero también en China y Estados Unidos, y que sólo la crisis económica y social causada por la pandemia del coronavirus ha conseguido ocultar. Porque no es sólo Nissan la que cierra: este mismo jueves la prensa informaba de que la multinacional Alcoa, que se dedica a la producción armamentística y que en España tiene su fábrica de aluminio primario, cerrará también, dejando en la calle a mil trabajadores, entre personal directamente contratado o dependiente de una manera u otra. Y a principios de este mes Arcerol Mittal anunció un ERTE (¡hasta diciembre! Mucho más de lo estipulado por la legislación laboral impuesta durante el Estado de Alarma) para 8.000 trabajadores. La crisis capitalista recae siempre sobre las espaldas de los proletarios y cuando estalla barre todo a su paso.
Siguiendo con el sector del automóvil, la propia Renault ya ha anunciado que también desarrollará el plan de relocalización de la producción y que le añadirá, además, un recorte de costes en producción al que ha llamado Self-Help. Este recorte consiste en fomentar la automatización en lo referente a ingeniería, incrementar la producción por trabajador, pasando de 80 vehículos por operario a 91 en dos años y, finalmente, reducir la plantilla total en aproximadamente 15.000 trabajadores en todo el mundo. Renault sigue, por tanto, la misma tónica que Nissan durante los últimos años: suprimir a todo trabajador que no sea estrictamente necesario e incrementar la presión sobre aquellos que no sean despedidos aumentando los ritmos de trabajo.
La realidad es que en toda la industria se vive una situación similar. No hay casos particulares: aquellas empresas que cierran hoy y despiden a todos sus trabajadores marcan la pauta para las que lo harán mañana. La crisis económica está causada por un exceso de producción de bienes de equipo que el mercado no consigue absorber y es agudizada por la rivalidad entre las potencias imperialistas que luchan entre sí, por dar a sus empresas una cuota mayor dentro de un mercado exhausto. A esta crisis, las empresas sólo pueden responder aligerando carga, reduciendo costes, especialmente de mano de obra, con el objetivo de mantener su beneficio en los límites de lo que consideran rentable.
El plan de Renault-Nissan es un ejemplo clarísimo: primero la fábrica de Barcelona, que era un objetivo de la multinacional desde hace meses, luego el plan de reestructuración de Renault, que intentarán hacer pasar por bueno una vez se haya disciplinado a los trabajadores de las fábricas con el miedo a los despidos. Con ello, estas empresas hacen de vanguardia de la clase burguesa: ellas son las que controlan a buena parte de la mano de obra en regiones como Barcelona o Valladolid. Imponiendo sus medidas a los trabajadores, ayudan a que el resto de empresas pueda imponer las suyas con más facilidad. «Reestructurando» por partes, evitan que un posible movimiento de solidaridad obrera se extienda, parcelan cada territorio, con el fin de evitar a toda costa la unificación de las luchas obreras. Rompiendo la energía clasista de los trabajadores de la Nissan y su potencial influencia sobre la clase proletaria en el área de Barcelona, esperan poder derrotar más fácilmente al resto de proletarios.
Frente a esta situación, la respuesta que están dando tanto los grandes sindicatos de la automoción como los diferentes partidos políticos que se llaman obreros consiste únicamente en aceptar la derrota o en absurdas proclamas aparentemente radicales pero impotentes. Durante los meses previos al cierre de Nissan, tanto CC.OO. como UGT lanzaron una única consigna: la planta de Barcelona es rentable y el gobierno debe dar facilidades a la empresa para que la mantenga abierta. La estrategia de estas organizaciones colaboracionistas, políticas y sindicales, consiste básicamente en exigir a las burguesías local y nacional que hagan un esfuerzo en forma de ayudas públicas, facilidades fiscales, etc. por mantener la producción. Es una estrategia, centrada en defender el puesto de trabajo a toda costa, aceptando mermas en todo lo demás, tragando con despidos en las categorías inferiores, con ERTEs, etc. que tiene tras de sí una larga historia de derrotas.
Desde la reconversión industrial, cuando se exigía «viabilidad económica» para regiones enteras que quedaron devastadas por los cierres de las grandes empresas del metal, la minería, etc. las organizaciones sindicales colaboracionistas han impuesto a los proletarios todo tipo de sacrificios para que se mantengan abiertas las fábricas… hasta que llega el sacrificio final y se despide. Dinero público, subvenciones y ayudas de todo tipo, horas extras, rebajas salariales, despidos… todo para mantener la industria local viva, para asegurar el puesto de trabajo… Como si los proletarios se alimentasen con el puesto de trabajo, como si la industria local pagase las hipotecas. En la sociedad capitalista, los proletarios, en el sector del automóvil, en la hostelería, en el campo o en cualquier otro sector, viven del salario que ganan sólo si su fuerza de trabajo es comprada por los empresarios. Es el salario, junto con las condiciones de trabajo que lo acompañan, el que debe ser defendido siempre e intransigentemente: un salario, haya o no trabajo.
Los proletarios de Nissan llevan meses defendiendo que no se cierre la fábrica. Ahora está a punto de cerrar. ¿Qué hacen los sindicatos como CC.OO. UGT, USO, etc.? Dejan a estos proletarios en la calle, como lo ha hecho la empresa. Durante años les exigieron responsabilidad, disciplina, arrimar el hombro para que la empresa fuese rentable… Y ahora que no lo es, no queda margen de maniobra para luchar.
Como muestra de esta política anti obrera, vemos cómo los sindicatos de Renault se congratulan de que las fábricas de esta empresa en España sean rentables... Mientras el conjunto de la patronal del automóvil se prepara para una ofensiva contra los proletarios a los que emplea, CC.OO. y UGT afirman en sus comunicados que su buena práctica sindical hace rentable el modelo empresarial de Renault en España. Exaltan el particularismo, el egoísmo, cualquier rasgo mezquino como la idea de que mientras les toca a los trabajadores de Nissan no les toca a los de Renault.
Pero para los proletarios esta política es sólo pan para hoy y hambre para mañana. Las leyes económicas de un sistema basado únicamente en el beneficio imponen a toda la burguesía sus exigencias y esta se las traslada a los proletarios antes o después: rebajas salariales, despidos, etc. Si los proletarios renuncian a la lucha incluso por exigencias mínimas, se atan de pies y manos ante la patronal.
A la clase proletaria debe importarle poco si una empresa es rentable o no, si es económicamente viable o no. Mientras Nissan estuvo en Barcelona recibió constantemente ayudas públicas, el Estado le subvencionaba parte de la producción para volverla eficiente, por no hablar de los planes de estímulo del consumo como el Prever, con el que se paga directamente a los fabricantes una parte del coste de producción de cada coche. Esto significa que la burguesía puede pagar, puede ceder… lo hace diariamente para mantener la producción, para incrementar el beneficio. La lucha de los proletarios, por ello, la puede doblegar, pero sólo si la lucha es conducida con medios y métodos clasistas, que tiendan a la unificación de los proletarios de todos los sectores sobre el terreno de la defensa exclusiva de los intereses proletarios.
Cuando se rebajan los salarios, se aumentan los ritmos de producción, se despide… la burguesía siempre pone como excusa la rentabilidad, la eficiencia. Pero lo cierto es que esas no son leyes grabadas a fuego. Los burgueses pueden ser derrotados… si se lucha. Si se defienden los intereses proletarios por encima de toda otra consideración, si se asumen los medios y métodos de la lucha de clase, si se extiende la solidaridad por encima de los límites de la fábrica, la ciudad o el país. E incluso cuando una empresa cierra, cuando, como es el caso, la crisis la vuelve incompetente desde un punto de vista económico, es la propia burguesía, su Estado capitalista, los que deben hacerse cargo de la supervivencia de los proletarios. El Estado burgués siempre está dispuesto a defender los intereses de los capitalistas y sus beneficios, y los defiende a costa del proletariado. El proletariado no puede y no podrá obtener nunca del Estado una defensa real de las condiciones de su propia existencia porque los intereses burgueses que defiende y de los cuales es expresión son totalmente antagónicos a los del proletariado. Es por ello que los proletarios, tal y como son obligados a trabajar para obtener un salario con el que vivir, son obligados a luchar por un salario de desocupación cuando las empresas los despiden dejándolos en la calle. La lucha de los proletarios, si se lleva a cabo sobre el terreno de clase, no depende y no dependerá nunca de cuánto dinero haya acumulado la empresa que les despide a lo largo de los años o de si es obligada a permanecer funcionando por parte del Estado. A los proletarios no debe interesarles entrar en los meandros de la contabilidad burguesa, porque esta responde a criterios de rédito y beneficio capitalista, y es a estos criterios a lo que responden también las organizaciones sindicales y políticas de la colaboración entre clases. Capitalistas y colaboracionistas son enemigos del proletariado tanto como lo es la contabilidad burguesa. El interés de clase del proletariado se opone frontalmente a cualquier interés directamente burgués y de conservación social; para defender los intereses proletarios también sobre el terreno inmediato, como luchar contra los aumentos de los ritmos de trabajo, por la disminución drástica de la jornada laboral, contra los despidos y por el salario de desocupación, los obreros deben romper el pacto de solidaridad con la patronal y el Estado que los sindicatos colaboracionistas han impuesto, en Nissan, en Renault y en cualquier otra empresa.
Los efectos de la crisis, que volverán, con el hambre, la desocupación y la miseria, se pueden mitigar sólo a través de una lucha real y cotidiana de la clase proletaria, por encima de la división de sectores, categorías, géneros, edad, nacionalidad y territorio; una lucha que reconozca en la patronal y en el Estado que la defiende al enemigo de clase, contra el cual organizar sus propias fuerzas, de manera absolutamente independiente y fuera de cualquier colaboración interclasista.
¡Luchar contra los despidos y contra las imposiciones de la empresa significa luchar por el salario, significa luchar por la unidad obrera contra la patronal y contra los sindicatos colaboracionistas!
¡Por la reorganización independiente sobre el terreno sindical, por la extensión de la lucha a todos las empresas del grupo Nissan-Renault-Mitsubishi con la perspectiva de ampliarla a todo el sector del automóvil!
¡Por la reducción drástica de la jornada de trabajo. Por la disminución de los ritmos de trabajo!
¡O salario laboral, o salario de desocupación!
30/05/2020
Partido comunista internacional
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