¿Vientos de guerra en Europa?
(«El proletario»; N° 24; Agosto - Septiembre - Octubre de 2021 )
En su tercer número de abril, la revista The Economist publicó un artículo acerca de las perspectivas que el Alto Mando del Ejército francés tiene de una hipotética guerra «de alta intensidad» que pueda desarrollarse en territorio europeo y «con gran cantidad de bajas civiles». (1) El artículo sirve, por lo tanto, para plantear indirectamente la posibilidad de quealrededor del año 2030 se den los términos para un conflicto a gran escala que afecte a las potencias imperialistas centrales de Europa. Basándose en las conclusiones del grupo de estudio del ejército francés y en las declaraciones de su Jefe del Estado Mayor, Thierry Burkhard, The Economist explica que el supuesto con el que trabajan las fuerzas armadas francesas (y por lo tanto el Estado francés) es que se desarrolle un «enfrentamiento mayor» con Rusia, Turquía o los países del Norte de África de una virulencia «no vista desde la IIª Guerra Mundial». Con vistas a esta situación, en 2023 el ejército francés, junto con el inglés, el belga y el americano, realizarán unas maniobras de entrenamiento en las Ardenas que involucrarán a 10.000 soldados, dando comienzo con ello al plan para preparar a las fuerzas armadas para los posibles enfrentamientos de la próxima década.
Sin alcanzar los altos vuelos de la visión francesa, es decir, sin darle a la planificación militar de los próximos años una justificación geo política de tanto alcance, el propio Estado Mayor de la Defensa, tiene en el año 2035 (sólo 5 después de la fecha francesa) el límite para una reorganización del Ejército de Tierra. Decimos que las perspectivas españolas son más modestas porque si bien marchan en la misma línea que las francesas, no le dan a estas una justificación más allá de la necesidad de mejorar la operatividad de las tropas de tierra. En cualquier caso, la necesidad de esta mejora y la misma reforma, van en el mismo sentido que las declaraciones públicas del ejército francés. En el caso español se trata del proyecto «Fuerza 2035», un plan de recomposición de las tropas de tierra encaminado a dotar a estas de capacidad operativa en entornos urbanos, con población civil hostil, etc. Algo muy similar en los aspectos técnicos al planteamiento del ejército galo. Por otro lado, el desarrollo del plan se realizará en el «ciclo militar 2017-2024», es decir, en fechas similares al arranque del modelo francés.
Más allá de las coincidencias en las fechas, que pueden ser más o menos exactas, lo cierto es que ambos planteamientos en estos dos ejércitos (que sin duda serán comunes a los que mantienen otros países, basta con ver la colaboración que solicitan en sus respectivos documentos a los aliados tradicionales) indican que la perspectiva de una guerra en el corazón de Europa puede estar relativamente cercana. ¿Qué significa esto? Que las tensiones políticas y militares entre rivales que hasta ahora las ventilan a través de terceros países, en territorios más o menos lejanos y siempre de manera indirecta, pueden incrementarse hasta el punto que se haga inevitable el enfrentamiento bélico directo y sobre el terreno inmediato, que vendría a ser la cuenca mediterránea y el centro y este de Europa. Y, además, que esto tendría lugar en un plazo relativamente breve de tiempo, hasta el punto que los militares franceses no le dan más de 10 años de demora a la llegada de un escenario similar.
De la misma manera que en los últimos diez años hemos visto reaparecer el espectro de las crisis económicas devastadoras, de las guerras localizadas en la periferia capitalista, etc. de acuerdo a los editores de Theeconomist un presente quizá más inmediato de lo supuesto hasta ahora nos traerá de nuevo la imagen de las grandes guerras del siglo pasado.
La guerra y la propaganda burguesa
Realmente el problema de la guerra nunca ha desaparecido del mapa. No ya porque desde el final de la IIª Guerra Mundial las guerras periféricas, mediante las cuales las grandes potencias imperialistas se han enfrentado entre utilizando a otros ejércitos y países como intermediarios, hayan sido una constante, sino porque en el discurso que en todo momento repite la clase burguesa acerca de su mundo la guerra juega un papel crucial. No en vano es esta clase la primera que se jacta, en todos los países desarrollados, de haber sido capaz de eliminar el recurso al enfrentamiento bélico como vía normal para solucionar los enfrentamientos entre clases y naciones. Desde la escuela elemental hasta el propio servicio militar, allí donde este sigue siendo obligatorio, la burguesía repite una y otra vez que la paz es el objetivo principal de toda su actividad política e incluso militar y que el mantenimiento de esta forma parte consustancial de su propio sistema político.
Evidentemente, no hay nada más alejado de la realidad: la burguesía llegó al poder derrocando a las clases dominantes feudales o a las potencias imperialistas que dominaban los territorios colonizados y lo hizo mediante las guerras revolucionarias, que han tenido siempre la doble vertiente nacional (las guerras civiles contra el poder de los señores y por el mantenimiento del poder burgués una vez este se hubo conquistado, como es el caso de la Revolución inglesa del siglo XVII) e internacional (las guerras de conquista libradas por la burguesía triunfante en una nación y que exportó el orden revolucionario con ellas, siendo el ejemplo clásico el despliegue de los ejércitos napoleónicos desde Madrid hasta Moscú) y que no tuvieron nada de incruentas, breves o humanitarias, como mostró durante el siglo XX el largo ciclo de guerras de independencia nacional desde la India hasta Argelia, pasando por Vietnam o Angola.
Que la burguesía nació como clase dominante, levantó su orden y lo generalizó mediante la guerra, es un hecho innegable. Pero también lo es que este orden se mantiene también mediante la guerra: la burguesía no sólo ha luchado contra las clases dominantes del Antiguo Régimen, sino que ha tenido desde el momento de su nacimiento la necesidad de enfrentarse con otras clases burguesas nacionales para imponer sus intereses comerciales, económicos y políticos allí donde estos exigían el respaldo de la fuerza armada. La burguesía inglesa, victoriosa en su revolución desde el siglo XVII, se enfrentó sin dudar contra las tropas de la burguesísima Francia napoleónica, apoyando incluso, contra esta, a sus enemigos feudales una vez los hubo reconocido como aliados por el mantenimiento de su influencia en el continente europeo. Previamente, esta burguesía inglesa que hoy presume de llevar en su sangre la misma esencia de la democracia, se enfrentó contra la rebelión burguesa de sus colonias americanas en una guerra terriblemente sangrienta que duró 8 largos años. Y lo haría, décadas después, con un salvajismo inusitado contra los rebeldes irlandeses… Y estos ejemplos los tomamos únicamente para mostrar que el recurso a la guerra vale también cuando el enfrentamiento es contra clases burguesas emergentes. Porque más allá de estos, el recuerdo de las guerras mundiales que asolaron Europa, de las guerras de independencia de las colonias africanas y asiáticas, etc. y, por supuesto, de la guerra que las potencias imperialistas coaligadas libraron contra el proletariado revolucionario erigido en clase dominante en París 1871 y Petrogrado 1917, muestran que las burguesías de todos los países han pasado mucho más tiempo planeando, organizando y librando guerras que viviendo en paz, que la guerra es consustancial a su orden social y que el recurso a ella está siempre flotando en el aire de las relaciones entre clases y naciones.
Es cierto que no todas las guerras son iguales, pero nosotros no decimos esto en el sentido en el que lo hace la burguesía. Para ella una guerra u otra es justa y necesaria en función de que lo sea para ella, es decir, es buena la guerra que se libra en defensa de los propios intereses nacionales y siempre se encuentra el medio de justificar esto (guerra contra el terrorismo, en defensa de la soberanía nacional agredida, etc.). Para los marxistas una guerra es necesaria (justa es una palabra que preferimos regalar a los moralistas) cuando en ella se defienden los intereses de una clase que representa a las fuerzas revolucionarias de la sociedad. Por ello, fueron necesarias las guerras de la burguesía revolucionaria, que se enfrentaron al poder feudal y acabaron por abatirlo en gran parte del globo. Como fue y es necesaria la guerra revolucionaria del proletariado, que tiene exactamente el mismo fin de eliminar a la clase dominante. Y por el mismo motivo, ni son necesarias ni deben aceptarse de ninguna manera las guerras que las diferentes burguesías libran entre sí por el reparto de los mercados, las guerras imperialistas, que constituyen, hoy no un paso en un sentido revolucionario, sino un puntal del orden burgués, un reforzamiento del poder de clase de la burguesía y un debilitamiento en todos los sentidos de la clase proletaria. Retomamos la siguiente cita de nuestro texto
Sin embargo, pese a que la historia del dominio de clase de la burguesía y su propio presente se encuentran jalonados de brutales enfrentamientos armados, para una gran parte de la clase proletaria europea y americana la idea de la paz, de un mundo donde la guerra está relativamente ausente, es moneda de cambio común. Esto no se debe tan sólo (de hecho sólo se le debe en una minúscula parte) a la propaganda que la clase burguesa hace con la consigna de la paz: el mérito de esta conquista, que es una parte importantísima del orden burgués, recae en las fuerzas políticas y sindicales del colaboracionismo interclasistas, en los partidos socialdemócratas, estalinistas y post estalinistas, que colaboran con todo su empeño en la difusión del mito del progreso pacífico y democrático de la humanidad.
Tradicionalmente estas corrientes han logrado mantener su influencia sobre la clase proletaria allí donde la burguesía no alcanzaba a hacerlo, precisamente porque han pretendido representar a los proletarios en su lucha contra los burgueses. Este no es el lugar de abordar de nuevo una explicación acerca del carácter político y social del oportunismo ni de las razones de su ascendente entre los proletarios, algo que ha sido tratado en nuestra prensa en numerosas ocasiones (2), y nos basta con destacar que un punto crucial de este ascendente es precisamente la defensa que ha pretendido hacer de la paz contra la belicosidad de la burguesía. De la misma manera que la función básica del oportunismo consiste en vincular al proletariado con al burguesía haciéndole asumir los intereses generales de esta como propios, identificando la suerte de ambas clases mediante la defensa de mistificaciones como la de un Estado ajeno a los intereses de clase, la democracia o el sistema parlamentario, una de sus funciones particulares es la de negar que la guerra, concretamente las guerras imperialistas, de rapiña, mediante las cuales las diferentes burguesías se enfrentan entre sí por el control de zonas de influencia económica, materias primas, etc. sean responsabilidad colectiva del conjunto de la clase burguesa y, por lo tanto, del sistema capitalista como tal.
Si sintetizamos lo máximo posible la historia de este esfuerzo que las corrientes políticas pseudo proletarias han realizado, tocando las diferentes formas que ha tomado, tenemos el siguiente resumen:
- Desde 1889 hasta 1914, durante el periodo de auge de la socialdemocracia europea y americana, el ala derecha de la misma desarrolla una política favorable a la intervención de las potencias imperialistas europeas en África y Asia en nombre de la civilización de los pueblos «bárbaros», llamando al proletariado a apoyar el reparto del mundo resultante de los acuerdos entre las diferentes burguesías. Buena parte del ala considerada de «izquierda», donde se contaba por ejemplo Kautsky, albacea testamentario y supuesto heredero político de Engels, se opone verbalmente a esta tendencia derechista, permitiendo a la IIª Internacional bascular hacia un lado u otro, por ejemplo dando la victoria al ala izquierda cuando, en el Congreso de Stuttgart de 1907, impuso sus tesis sobre el rechazo a la participación del proletariado en la guerra. Esta ambigüedad, mantenida de manera deliberada con el fin de evitar la consolidación de una verdadera ala izquierda capaz de romper en los grandes partidos socialistas, como el alemán, con la dirección oportunista, se aclaró completamente con la declaración de la Iª Guerra Mundial.
- Desde 1914 hasta 1928. La declaración de la I Guerra Mundial coloca a la mayoría de los partidos socialistas en el terreno de la solidaridad abierta con la política de movilización bélica de sus respectivas burguesías. En nombre de la lucha contra el Zar o de la defensa de la libertad contra el oscurantismo del Káiser, el oportunismo socialdemócrata llama a la clase proletaria a participar en la guerra defendiendo la patria por encima de sus intereses de clase. El argumento, particularidades nacionales al margen, fue siempre el mismo: la guerra librada por la burguesía de turno era una guerra defensiva, no imperialista, y por lo tanto la clase proletaria debía apoyarla. Esto supuso la gran debacle del movimiento proletario organizado, que encontró un único apoyo en las minorías internacionalistas organizadas en torno a las conferencias de Zimmerwald y Kienthal, dentro de las cuales la única que expresó su rechazo a la política de colaboración entre clases para la guerra fue la dirigida por los bolcheviques de Lenin. Desde este momento, el oportunismo socialdemócrata se colocó definitivamente frente a la clase proletaria e hizo de su defensa de cada burguesía nacional una de sus banderas El triunfo de la revolución proletaria en Rusia y la creación de la Internacional Comunista frente a la bancarrota de la IIª Internacional, restableció temporalmente los términos de la oposición de clase no sólo a las guerras imperialistas sino al conjunto del militarismo burgués. Aunque la restauración teórica frente a las desviaciones de la socialdemocracia fue previa al triunfo del Partido Bolchevique (en 1916 aparecieron los libros de Bujarin y Lenin sobre el imperialismo), fue este el que permitió afirmar la política marxista correcta en todos su términos: renuncia a la participación en los frentes interclasistas de tipo Unión Sagrada, derrotismo revolucionario como táctica a aplicar en el frente y en la retaguardia, solidaridad internacional del proletariado por encima de divisiones nacionales… hasta llegar a la creación de la nueva Internacional como núcleo del partido comunista mundial.
De la misma manera, fue la posterior involución contrarrevolucionaria la que volvió a despedazar el hilo rojo que con tanto esfuerzo se había recompuesto: el triunfo de la contrarrevolución en Rusia, la derrota de la Izquierda, desalojada de la dirección del Partido Comunista de Italia, y el giro oportunista de la Internacional, liquidaron la restauración teórica y política que había encabezado el Partido Bolchevique.
- De 1928 en adelante. Esta derrota del movimiento de clase del proletariado ha sido, hasta el momento, la definitiva, en el sentido de que no se ha vuelto a dar una situación como la de 1917 en la que la fuerza combinada de grandes movimientos de clase como el ruso de 1917 y de un partido marxista sólidamente organizado sobre las bases teóricas y políticas del comunismo revolucionario permita una nueva ruptura con la fuerza aplastante que el oportunismo político y sindical, socialdemócrata y estalinista, ejerce sobre la clase proletaria, imponiéndole su dirección.
En términos del problema que nos ocupa, la posición del oportunismo ante la guerra imperialista, el triunfo de la contrarrevolución estalinista significó la difusión entre la clase proletaria de todos los países de una política calcada de aquella que había mantenido la IIª Internacional. En este caso, los partidos comunistas nacionales se utilizaron tanto para atar al proletariado al carro de la burguesía local como para defender los intereses imperialistas del naciente Estado burgués ruso. Esta doble función, que también se desarrolló sobre el terreno de la propaganda, dio lugar a la consigna que desde entonces se ha generalizado: las guerras imperialistas son responsabilidad de unos pocos burgueses, especialmente avariciosos y crueles, que rompen el equilibrio internacional y que deben ser considerados únicos culpables. Está claro que esos burgueses avariciosos y belicosos se identifican, según la ocasión, con el enemigo de turno de Rusia. De esta manera se vio, en primer lugar, la alianza entre Rusia y Francia contra Italia y Alemania, concretada en términos de política interior en los Frentes Populares de 1935. Posteriormente, pacto Ribbentrop-Mólotov de alianza con la Alemania nazi (3), el enemigo pasó a ser la «plutócrata Inglaterra» para, finalmente, alcanzar una alianza con esta, EE.UU. y la Francia de Charles de Gaulle, que duró ya toda la IIª Guerra Mundial. Mientras tanto, la clase proletaria era masacrada una vez más en los campos de batalla. La defensa de la alianza entre el proletariado y la burguesía contra el «nazi-fascismo» de Alemania e Italia condenó a los proletarios a una derrota tanto más dura cuanto que partía de quien había sido el gran baluarte de la lucha revolucionaria y anti burguesa.
La paz posterior, erigida sobre los millones de muertos que se sembraron en Europa, América, Asia y África, vio el triunfo de esta política anti marxista, que es la que se ha impuesto desde entonces inoculando entre los proletarios una explicación de las guerras imperialistas como fenómenos desconectados del mundo capitalista, como particularidades de las que son culpables tan sólo algunas potencias, algunos multi millonarios, ávidos en su sed de riqueza y poco solidarios con el resto de países. Tan hondo ha calado esta doctrina acerca de la guerra que el propio vector de su extensión por todas partes colapsó, cayendo el mito de la Rusia socialista en 1991, y el mito de la «guerra injusta» permanece en pie. Hasta tal punto le ha sido útil a la clase burguesa, que lo ha tomado de su portador tradicional y lo ha conservado vivo para seguir utilizándolo como justificación de sus políticas imperialistas por todo el mundo.
(1) The Economist
(2) Una síntesis especialmente clara puede encontrarse en la serie de artículos Sobre el hilo del tiempo, publicados en la prensa del partido durante el periodo 1949-1955 y recopilados en nuestra página web www.pcint.org
(3) El pacto Ribbentrop-Mólotov
Partido comunista internacional
www.pcint.org