El Comunista y su visión anti marxista del problema sindical

(«El proletario»; N° 27; Septiembre de 2022 )

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En estas páginas ya nos hemos ocupado con anterioridad de las posiciones mantenidas por el grupo que publica El Comunista nueva edición al respecto de temas como la cuestión catalana (ver El Proletario nº 16 de Enero-Mayo de 2018), su particular reivindicación de la historia de la Izquierda Comunista de Italia (El Proletario nº 23 de Julio de 2021) o de una visión general de su verdadero papel en la escisión de la sección española de nuestro partido de ayer (El Proletario nº1 de diciembre de 2012).

 Para nosotros este tipo de trabajos críticos, que van encaminados no tanto a dar una visión general sobre un problema sino a poner en cuestión las tesis falsamente marxistas de corrientes que, como El Comunista nueva edición,  se reivindican de la tradición de la izquierda comunista de Italia, tienen un valor especialmente importante: el marxismo no es un sistema de ideas, sino una doctrina que explica las condiciones de emancipación de la clase proletaria y muestra los problemas (políticos, organizativos, tácticos) que la lucha de clase del proletariado encaminada a tal fin implicará sobre diferentes terrenos (el de la lucha teórica, el de la lucha política y el de la lucha inmediata por seguir la clasificación de Engels). Entre estos problemas el principal es el del partido de clase: su doble naturaleza (histórica e invariante y formal y contingente) observada desde un punto de vista práctico implica, a lo largo de su existencia, la sucesión de fases de auge y consolidación de un partido formal acorde con las exigencias teóricas y doctrinales que conforman el partido histórico (así fue durante los años de Lenin en el Partido Bolchevique o los de la Izquierda al cargo del PC de I) y de declive y destrucción, por infección oportunista generalmente, del cuerpo sano del partido contingente que, o bien desaparece en su práctica totalidad (como durante el periodo que transcurrió desde 1851 hasta 1864, cuando el partido formal quedó reducido básicamente a la figura de Marx y Engels) o se vuelve un ente completamente ajeno al marxismo y a las necesidades de la lucha revolucionaria, colocándose en el terreno opuesto al del comunismo revolucionario y trabajando abiertamente para la burguesía (que es lo que ha acontecido desde 1928 hasta hoy). El estudio de estas fases de auge y declive es una exigencia que se plantea a la vez sobre el terreno teórico y sobre el terreno político a los compañeros, muchos o pocos según la ocasión, que se agrupan bajo la bandera del partido comunista. Sobre el terreno teórico porque, indudablemente, es el cuerpo teórico del marxismo el que proporciona las claves para entender estos flujos y reflujos, que únicamente pueden plantearse sobre bases materialistas y deterministas si no se quiere caer en el estúpido y muy burgués juego de los personalismos y las anécdotas. Sobre el terreno político porque este trabajo de balance tiene necesariamente una dimensión crítica en la medida en que se articula como combate contra las fuerzas destructoras del partido. En el caso, muy conocido, de Lenin, se trató por un lado del inmenso trabajo teórico que comienza con la crítica a la liquidación nacionalista de la IIª Internacional con la cesión ante las burguesías nacionales de 1914 y finaliza con El Estado y la revolución, restauración definitiva de la cuestión del Estado en la doctrina marxista. Por otro lado, del trabajo de reagrupación de los elementos aún sanos de los diferentes partidos socialistas nacionales, la estructuración de los mismos sobre la base de una plataforma como la de la izquierda de Zimmerwald en 1915 y la separación definitiva del cuerpo podrido de la socialdemocracia vendida a los imperialismos euro americanos. En el caso, menos conocido pero por ello quizá menos distorsionado, de la Izquierda de Italia, hubo dos momentos a tener en cuenta: el primero es el que culmina con la escisión de Livorno 1921 (1) y que consolida en términos políticos el trabajo de decantación teórica desarrollado por la izquierda desde 1912 con la crítica a las diferentes corrientes (culturalistas, belicistas, etc.) aparecidas en el PSI. El segundo fue la dura batalla por la restauración de los puntos esenciales de la doctrina marxista, en combate contra las corrientes degeneradas de la contrarrevolución estalinista, dominantes en todos los Partidos Comunistas del mundo. Este trabajo, vinculado dialécticamente a la formación del Partido Comunista Internacionalista (Internacional desde 1963), es al que alude a cabecera de nuestra prensa cuando afirma  esa dura obra de restauración de la doctrina marxista y del órgano revolucionario por excelencia – el partido de clase– , en contacto con la clase obrera y su lucha cotidiana de resistencia al capitalismo y a la opresión burguesa, fuera del politiqueo personal y electoralesco, contra toda forma de indiferentismo, seguidismo, movimentismo o aventurerismo «lucharmatista»; el apoyo a toda lucha proletaria que rompa con la paz social y la disciplina del colaboracionismo interclasista, el apoyo a todos los esfuerzos de reorganización clasista del proletariado sobre el terreno del asociacionismo económico, en la perspectiva de la reanudación a gran escala de la lucha de clase, del internacionalismo proletario y de la lucha revolucionaria anticapitalista.

Para nosotros, la cuestión del partido sigue abierta en los dos sentidos expuestos. La crisis de nuestro partido, durante el periodo 1982-1984, que había sido precedida de otras de menor magnitud, y la consiguiente aparición de varios grupos, grupúsculos y corrientes que se reclaman de la Izquierda y del Partido Comunista Internacional de una u otra manera, un elemento este característico de la época de extremada confusión por la que atraviesa el proletariado a escala internacional, hace que una parte considerable de nuestro trabajo deba dedicarse a la crítica de las posiciones de estos grupos, de sus intervenciones prácticas allí donde estas tienen lugar, de sus posicionamientos teóricos, etc. Y esto como parte de esa lucha por el partido que no es un trabajo exclusivamente teórico (ni mucho menos intelectual) y que no puede desligarse de las exigencias concretas que se le plantean en virtud de los acontecimientos pasados y presentes.

El caso de El Comunista nueva edición es singular a este respecto. Como es sabido, este grupo se formó a partir de la escisión de la sección española de nuestro partido en 1981. Esta escisión se realizó sobre bases anti partido, tuvo un carácter sindicalista muy acusado (2) y tuvo dos consecuencias notables: la primera que nuestro partido perdió su base de trabajo en España sin llegar a recuperarla hasta treinta años después. La segunda que el propio nombre del Partido Comunista Internacional, estando en manos de quienes usurparon la cabecera de nuestra prensa (política y organizativamente, se entiende: el punto de vista legal es despreciable para nosotros) desapareció prácticamente por completo: el grupo que edita El Comunista nueva edición, teniendo un carácter tan marcadamente anti partido, ha defendido en todo momento (siendo esta una de las causas directas de su escisión) la subordinación del partido al trabajo sindical, es decir, la preferencia de este último sobre cualquier otro de los que la naturaleza del partido le obliga a asumir tanto en su relación directa con la clase proletaria como en aquella no tan inmediata pero también vital como lo es la elaboración teórica, etc.

Es por ello que el artículo que comentamos a continuación, llamado Con el gobierno de PSOE-Unidas Podemos la burguesía española sigue a la cabeza de la explotación mundial, aparecido en El Comunista nueva edición nº 67 de noviembre de 2021, en la medida en que trata directamente, en sus últimos epígrafes, de la concepción que este grupo tiene de su actividad sindical, resulta especialmente valioso para mostrar hasta qué punto han llegado a alejarse de las posiciones marxistas.

Durante la primera parte del artículo, que es básicamente una especie de collage a base de noticias de la prensa nacional, este grupo ha querido plantear, de alguna manera, que ante la ofensiva burguesa amparada por el gobierno de PSOE-UP, la clase proletaria no ha sido capaz de dar una respuesta. Y, después, pasan a explicar la razón de que esto haya sido así

«La explicación a la falta de respuesta proletaria hay que buscarla en el control total y absoluto que ejercen sobre la clase obrera el sindicalismo subvencionado y la falsa izquierda que engañan y someten a la clase obrera a sus intereses»

Esta afirmación es un ejemplo claro de la incapacidad que El Comunista nueva edición tiene de exponer un fenómeno característico de los tiempos actuales con su dimensión histórica adecuada. El motivo por el cual la clase obrera, en España y en prácticamente cualquier rincón del mundo, no ha sido capaz de dar una respuesta no es el control que el sindicalismo subvencionado y la falsa izquierda ejercen sobre ella. Esto es una simplificación que ridiculiza la explicación que nuestra corriente ha dado siempre para aclarar la falta de reanudación de la lucha clasista.

La fase contrarrevolucionaria abierta tras la derrota en Rusia del partido comunista de Lenin, aniquilado incluso físicamente por las clases reaccionarias parapetadas detrás de Stalin, y la liquidación de la Internacional Comunista tal y como había sido conformada originalmente, implicó, es cierto, que tanto los partidos llamados comunistas como las organizaciones sindicales asociados a estos se uniesen a la tarea anti proletaria de las corrientes socialdemócratas y trabajasen sistemáticamente por desorganizar a los sectores más avanzados de la clase obrera y por someter al conjunto de ésta a los dictados de la burguesía nacional e internacional. Pero una política de este tipo no hubiera podido mantenerse sin más: tras la dura prueba de la IIª Guerra Mundial, cuando los proletarios fueron lanzados al frente de batalla en nombre de la nueva unión sagrada antifascista, la política de colaboración entre clases sostenida por los PCs y los partidos socialistas no hubiera podido mantenerse si la clase burguesa no la hubiese alimentado poniendo en marcha toda una serie de amortiguadores sociales, financiados merced a las altas tasas de beneficio obtenidas con la reconstrucción post bélica, que facilitaron esta colaboración dándole resultados tangibles: la fuerza de la política pro burguesa, sustentada en un remoto apoyo internacional a la URSS como potencia imperialista «anti capitalista» y en el soporte nacional a la burguesía propia, fue tal porque la clase proletaria, al menos ciertos sectores de esta, podían esperar una mejora relativa de sus condiciones de existencia gracias a la generalización de los conocidos como estados del bienestar en toda Europa occidental y en una parte de América y al acelerado proceso de modernización económica en la Europa del otro lado del telón de acero.

Durante los treinta años que van desde el final de la IIª Guerra Mundial hasta la crisis de 1975, esta política de colaboración entre clases apenas tuvo fisuras y ni siquiera las fortísimas sacudidas que los movimientos de liberación nacional provocaron fueron capaces de desplazar de su centro de gravedad al proletariado. Desde entonces, incluso a través de fortísimas crisis económicas, la clase burguesa ha sido capaz de mantener un mínimo de estado de bienestar capaz de sustentar las políticas anti obreras de partidos pseudo comunistas y sindicatos. La lenta destrucción de estos amortiguadores sociales, que significa la progresiva negativa de la burguesía a mantener una política de colaboración entre clases que ya no puede mantener, se ha llevado a cabo con la inteligencia histórica que la clase dominante ha extraído de su experiencia: se ha tratado más bien de un goteo que de un torrente, se ha aislado a los sectores proletarios más desfavorecidos y se ha mantenido islas de empleo y bienestar que han actuado como colchón para los golpes más duros. Con ello se ha logrado que las sucesivas crisis económicas (1975, 1982, 1993, 2001, 2007 y 2021) no sólo no hayan despertado a la clase proletaria sino que le han hundido, una tras otra, en una lógica basada en la competencia y la lucha entre proletarios, en el olvido de absolutamente cualquier vestigio de tradición clasista, en el imperio de las más negras y reaccionarias de las ideologías.

No se trata, por lo tanto, de que los sindicatos («sindicalismo subvencionado») y la «falsa izquierda» controlen a los proletarios, como si la clase obrera fuese hoy una fiera enjaulada pero dispuesta a saltar fuera del cerco tan pronto se marche quien la mantiene cautiva. El fenómeno histórico que ha llevado a la situación actual, que puede caracterizarse como colaboración entre clases, tiene en los sindicatos y las corrientes pseudo comunistas y socialistas uno de sus puntales, pero no puede explicarse únicamente a través de ellos. Hacerlo significa reducir todo el problema del determinismo histórico a una simple cuestión de voluntarismo: si los sindicatos no controlasen a los obreros, estos se alzarían. Allí donde esta «falsa izquierda» y estos «sindicatos subvencionados» no existen, ¿por qué no tiene lugar la entrada en escena de la lucha clasista del proletariado? Para El Comunista nueva edición, coherente siempre con su doctrina sindicalista, todo se reduce a que un agente nocivo controla al proletariado, violentando su verdadera voluntad, y únicamente es necesaria su supresión para que se vuelva a la edad de oro de la lucha clasista.

Para completar esta visión general de su visión acerca de los problemas que debe abordar la clase proletaria hoy, es importante resaltar los términos que El Comunista nueva edición utiliza. Nos referimos concretamente a «sindicalismo subvencionado» y «empresas de servicios sindicales», dos sinónimos, en su jerga, para referirse a los sindicatos que hoy tienen la aceptación y participación mayoritaria de la clase proletaria.

El problema de los términos no es baladí: refleja toda una concepción de la realidad histórica. En particular estos dos términos que subrayamos son especialmente importantes. Nuestro partido ha explicado el curso histórico del sindicalismo en muchos de sus trabajos, siempre colocando las relaciones de fuerza entre las diferentes clases sociales como verdadero eje sobre el que este ha girado, sin caer en moralismos o explicaciones de tipo idealista. Reproducimos a continuación una parte de nuestro texto Le scissioni sindicali in Italia, publicado en el número 21 de Battaglia Comunista (25 de mayo al 1 de junio de 1949) entonces órgano de prensa de nuestro partido (3)

 

Los sindicatos fascistas aparecieron como una de tantas etiquetas sindicales […] pero el mundo capitalista era ya el mundo del monopolio y se convirtieron en el sindicato de Estado, forzado, que encuadra a todos los trabajadores y destruye de hecho y de derecho cualquier otra organización.

Este gran hecho nuevo de la época contemporánea no era reversible y es la clave del desarrollo sindical en todos los grandes países capitalistas.

 

Repetimos que el texto es de 1949, no de anteayer, y por lo tanto forma parte del elenco básico de posiciones a las que El Comunista nueva edición dice defender como parte de esa tradición de izquierda que nombran y renombran en su prensa. Este fragmento, corto pero claro, expone:

-que la época del capitalismo monopolista genera un tipo nuevo de sindicato, perfectamente sintetizado con la forma fascista del sindicato de Estado.

-que este sindicato no coexiste con otras formas sindicales, sino que las destruye, siendo un instrumento que la burguesía utiliza precisamente para ese fin.

-que este fenómeno no es reversible, pese a la desaparición de los regímenes fascistas, y que da la razón del desarrollo sindical en todos los países desarrollados.

 

Es, por lo tanto, una explicación histórica del fenómeno que hoy conocemos como sindicalismo colaboracionista y que impera a lo largo y ancho de todo el mundo y al cual, desde luego, no se escapan las organizaciones sindicales españolas. Comparemos ahora una explicación de este tipo con la que da El Comunista nueva edición: para este grupo, caracterizado por la defensa de una política sindicalista como guía del partido, organizado en torno a ese empirismo chato que, también sobre el terreno sindical, es odiado por el marxismo, todo el problema del sindicalismo se puede resumir con los términos «sindicalismo subvencionado» y «empresa de servicios sindicales». Ni valoración histórica del fenómeno de la concertación entre clases, ni análisis de la función de la forma sindicato en ella… Todo el problema lo reducen al fenómeno, completamente secundario y alejado del corazón del asunto, de las subvenciones, o la ridícula caracterización de los sindicatos como empresas de servicios.

Esos son términos que pueden tener algún valor propagandístico en medios obreros, que aluden a fenómenos totalmente superficiales pero que son muy queridos a los oídos de una clase obrera completamente desorganizada pero muy influenciada por la propaganda anti sindicalista de la burguesía. Son cesiones hechas para parecer simpáticos ante los ojos de los sectores más atrasados de la clase y evidencian que, quien los usa, no ha superado la fase más pueril de ideología sindicalista.

 

Pero esta visión limitada, rayana con el populismo, que mantiene El Comunista nueva edición va más allá. Unos párrafos más adelante este grupo se lanza a hablar de los acontecimientos que han tenido lugar sobre el terreno sindical en los últimos años y, después de mencionar en dos líneas los cierres patronales durante la pandemia, los ERTEs, etc. dicen

 

A pesar de estas dificultades, ha habido unas cuantas huelgas con planteamiento clasista organizadas por parte del pequeño sindicato de clase Solidaridad y unidad de los trabajadores que rompieron con ese control y consiguieron manifestarse públicamente.

 

Es decir, que para el periodo contemplado por el artículo, que ha visto las huelgas espontáneas durante los primeros días de la pandemia, las manifestaciones de los trabajadores de la zona franca de Barcelona contra el cierre de Nissan, las protestas continuas de los trabajadores de Alcoa, las huelgas contra los despidos en las empresas auxiliares del metal de Cádiz (en verano de 2020), etc., El Comunista nueva edición sólo tiene en cuenta las huelgas realizadas por el minúsculo, pero a ellos perteneciente, SUT. Sin querer menospreciar en absoluto el esfuerzo que los trabajadores afiliados a este sindicato han realizado al hacer huelga, rompiendo con la política de pacificación social a ultranza que desde el gobierno y desde los sindicatos se ha mantenido, reducir dos años complejísimos a estos episodios poco menos que anecdóticos, muestra la verdadera concepción de El Comunista nueva edición tiene de las tareas que el partido de clase debe realizar sobre el terreno de la lucha inmediata de los trabajadores.

A través de las luchas de los trabajadores de Nissan en Barcelona, de las huelgas de Alcoa y Cádiz e incluso en los disturbios de Linares o en la huelga regional de La Marina, por ejemplo, la clase proletaria ha mostrado la realidad de su estado de fuerzas: centrándonos sólo  en el sector del metal, este padece en los últimos años una ofensiva durísima por parte de su patronal, apoyada por el conjunto de la burguesía nacional, necesitada de destruir simbólica y prácticamente cualquier conato de resistencia a las medidas anti obreras que el gobierno PSOE-UP ya está poniendo en marcha. Los proletarios de este sector se han movilizado, en ocasiones con mucha dureza, pero han sido incapaces de romper con la política de colaboración entre clases, han depositado toda su confianza en la acción de las grandes organizaciones sindicales, han cifrado su suerte a lo que en realidad ha sido una política de dilación y derrota por desesperación… Aun cuando han aparecido pequeños y combativos grupos a la izquierda de la mayoría sindical, estos no han logrado canalizar el rechazo a la práctica sindical mayoritaria.

Esta es la realidad de la clase proletaria en los dos últimos años, en medio de la crisis económica y social más fuerte que se recuerda. Pero El Comunista nueva edición la ignora por completo. En su concepción de la lucha sindical sólo tiene cabida su política de crear pequeños sindicatos «puros»,  formar sus propias organizaciones pretendiendo que así se combate la influencia de la clase burguesa y de sus agentes oportunistas entre los proletarios. Esa visión, completamente anti marxista, lleva siendo la suya desde 1981: no es tanto un partido sindicalista sino un partido sindicalista que trata de inventar su propia realidad sindical.

Ajeno a la valoración histórica que la Izquierda Comunista de Italia ha realizado sobre el curso del sindicalismo desde los años ´20 del siglo pasado, a las tareas que nuestra corriente ha impuesto, haciéndolas derivar directamente de la teoría marxista, para el trabajo de los comunistas entre la clase proletaria, El Comunista nueva edición mantiene sus errores fundamentales: consideración de la lucha sindical como una creación a la carta de los comunistas y, por lo tanto, formación de sindicatos «químicamente puros» y libres de injerencias oportunistas, solapamiento mecánico entre lucha sindical y lucha política, etc.

Su lucha (voluntaria o involuntaria, qué más da) contra las posiciones del marxismo revolucionario y contra la tradición política y teórica de la Izquierda comunista de Italia debe ser evidenciada cuánto más cuando se desarrolla, como es el caso comentado, sobre el terreno en el cual este grupo pretende diferenciarse y mantener una política más original.       

 


 

(1) Para un trabajo reciente sobre la misma, ver el suplemento nº 2 a Il Comunista nº 166 (enero de 2021) en www.pcint.org

(2) Ver a este respecto El Comunista Nueva Edición nos cuenta su historia a base de falsedad y confusión en El Proletario nº 23 de Julio de 2021.

(3) Disponible en nuestra página web, como el resto de Hilos del tiempo.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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