La posición de clase del proletariado contra la guerra imperialista, en cualquier país, en Rusia y Ucrania, en Europa y América, en China, Japón y todo Oriente, en Australia y África, es una sola: lucha de clases, en primer lugar contra su propia burguesía, y lucha de clases contra las burguesías de todos los demás países.
Proletarios del mundo uníos, significa exactamente eso.
(«El proletario»; N° 27; Septiembre de 2022 )
La guerra desatada por Rusia contra Ucrania es una guerra imperialista queactualmente se circunscribe a Ucrania y que afecta directamente a los países europeos. Sus características imperialistas han implicado inevitablemente a los países del imperialismo occidental, en primer lugar a los Estados Unidos de América y al Reino Unido, y a todos los países de la Unión Europea. Pero esta guerra tiene raíces mucho más lejanas en el tiempo. Hay que remontarse a 1991-1992, al colapso de la URSS y al agravamiento de un desorden mundial que avanzaba con las crisis capitalistas que sacudían el mundo desde la gran crisis mundial de 1975.
Rusia, en cinco años, perdió así su dominio sobre los países de Europa del Este, que representaban para Rusia lo que, en cierto modo, los países de América Latina representaban en su momento para los Estados Unidos de América: el llamado patio trasero en el que el país dominante dicta la ley con su política imperialista y su infalible talón de hierro. También perdió el control sobre los países del Cáucaso y del Este de Rusia. Lo que no perdió fue su tendencia histórica a extender su dominio a las zonas vecinas de su «continente euroasiático». Hacia Europa intentó recuperar el control sobre Bielorrusia y Ucrania; en el primer caso lo consiguió, en el segundo no. El contraataque preparado por la Unión Europea y Estados Unidos (a través de su incorporación a la UE y a la OTAN) tuvo éxito en prácticamente todas las antiguas repúblicas soviéticas de Europa del Este. Ucrania iba a ser el gran país con el que el Occidente «democrático» cerrara las fronteras militares europeas del Oso Ruso.
La diatriba de la «desmilitarización» y la «desnazificación» de Ucrania, de la que hizo gala la Rusia de Putin para justificar su guerra, fue un burdo intento de hacer pasar una guerra de pillaje por una guerra «patriótica» con la que defender a la Gran Madre Rusia del ataque que preparaban las potencias occidentales utilizando la Ucrania «nazi» de Zelensky como un organismo especial de la OTAN para doblegar al Estado ruso a los intereses del Occidente imperialista.
Que hay intereses imperialistas en juego y que estos intereses combinan factores económicos y político-militares está fuera de toda duda. Las reservas minerales del Donbass, la gran fertilidad de la tierra que hace de Ucrania uno de los mayores exportadores de grano del mundo, y la posición estratégica del país con respecto al Mar de Azov y al Mar Negro, son razones suficientes para que el zarismo primero, y la Rusia estalinista e imperialista después, hayan pretendido siempre dominar esta nación.
La propaganda rusa que ensalzaba la defensa de la población prorrusa de Ucrania, acusando al gobierno de Zelensky de reprimirlos como prorrusos con la intención de «ucranianizarlos» a toda costa, era un contrapeso a la propaganda ucraniana de independencia y soberanía nacional «ganada» tras el colapso de la URSS y que los prorrusos de Crimea y el Donbass cuestionaban. Ante el golpe de Estado ruso por el que Moscú se anexionó Crimea en 2014, el gobierno de Kiev, apoyado por los imperialistas occidentales y espoleado para oponerse económica, política y militarmente a las provincias prorrusas del Donbass que reclamaban su autonomía, se vinculó cada vez más a Washington, Londres, Berlín, París y Roma para acelerar su camino hacia la adhesión tanto a la Unión Europea como a la OTAN.
En los ocho años transcurridos desde la anexión de Crimea a Rusia, el enfrentamiento sólo podía aumentar, llevando la tensión entre ambos países al nivel de un enfrentamiento bélico.
Los proletarios rusos y los proletarios ucranianos fueron objeto de una propaganda dirigida a este choque de guerras, tanto del lado ruso como del ucraniano, como lo demuestra el hecho de que, al mismo tiempo, el gobierno de Kiev se armaba gracias a las importantes contribuciones de, sobre todo, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia. Solo Estados Unidos, desde 2014 hasta finales de 2021, apoyó al gobierno de Kiev con más de 4.600 millones de dólares, de los cuales 2.500 millones fueron para armamento (1). Pero los armamentos occidentales no sólo se han ido por el camino de Kiev. A pesar de las grandes declaraciones de paz y de las sanciones impuestas a Rusia por haber «atacado la soberanía nacional ucraniana» con la anexión de Crimea, entre 2015 y 2020 hasta 10 países (Francia, Alemania, Italia, Austria, Bulgaria, República Checa, Croacia, Finlandia, Eslovaquia y España) exportaron a Rusia armas por valor de 346 millones de euros, de los cuales Francia se llevó la mayor parte, con 152 millones, seguida de cerca por Alemania, con 121,8 millones. Pero Italia no se quedó atrás; el gobierno de Renzi, con Paolo Gentiloni como ministro, vendió a Rusia vehículos blindados terrestres por 25 millones de euros en 2015, y en 2021, el gobierno de Draghi, con Di Maio como ministro, le vendió armas y municiones por otros 22 millones de euros (2). ¡¡¡Hasta aquí la paz agitada a los cuatro vientos y las sanciones a la Rusia agresora!!! Los negocios son los negocios.
Los gobiernos burgueses, tanto de Europa como de América o de cualquier otro país, demuestran por enésima vez que toda la palabrería sobre la paz, sobre los valores de la democracia que hay que defender, sólo tiene un gran propósito, enmascarar la verdadera naturaleza del poder burgués, la verdadera naturaleza del capitalismo sobre el que la burguesía ha implantado su poder: el beneficio y la dominación imperialista sobre las naciones más débiles. Y para estos objetivos no tienen reparos en echar gasolina al fuego, vendiendo armas de todo tipo a ambos países beligerantes. En cualquier caso no es el capital, no es el sistema capitalista el que sale perdiendo; son las masas proletarias, las poblaciones civiles que son masacradas bajo los bombardeos, obligadas a huir como animales asustados; poblaciones que, al intentar refugiarse en lugares y países donde no hay guerra, acaban en boca de los mismos bandidos imperialistas que estimularon y prepararon la guerra de todos modos.
Los proletarios europeos, directamente implicados en la guerra ruso-ucraniana, a los que todos los gobiernos apelan para que realicen los sacrificios económicos y sociales necesarios para llevar ayuda a Ucrania en su «guerra de defensa», no tienen ningún interés que compartir con sus respectivas burguesías dominantes que, también a través de esta guerra, pretenden, por un lado, hacer el mayor negocio posible y mantener la recuperación económica puesta en peligro por la propia guerra haciendo recaer el mayor peso de las exportaciones perdidas sobre las condiciones de vida y trabajo de los proletarios, mientras que, por otro lado, tratan de vincular aún más a sus proletarios a la colaboración de clases, necesaria para obtener beneficios en tiempos de paz, pero aún más indispensable en tiempos de guerra porque cuando llegue la «llamada a las armas», la burguesía de cada país querrá tener un proletariado disciplinado y preparado para satisfacer las exigencias del capitalismo nacional en la lucha con otros capitalismos nacionales competidores.
El interés histórico del proletariado es liberarse de la explotación a la que está sometido en la sociedad burguesa, emanciparse de la esclavitud asalariada que sólo le obliga a alimentarse a condición de someterse a las relaciones sociales y de producción burguesas, y que le obliga a convertirse en carne de cañón cada vez que la burguesía dominante entra en conflicto armado con las burguesías extranjeras. Este interés histórico, que descansa en el antagonismo de clase inherente a la sociedad capitalista, se convierte en la tarea que tienen los proletarios de todos los países de revolucionar toda la sociedad del capital de arriba abajo.
La lucha por vivir, o más bien por sobrevivir, que todo proletario se ve obligado a librar a lo largo de su vida bajo la dominación de la burguesía, se convierte en una lucha de clases, es decir, enla lucha de todos los proletarios como asalariados, independientemente de su edad, sexo, nacionalidad o profesión, para que el sistema económico y social que los coloca desde su nacimiento en la posición de clase sumisa, de clase explotada, de clase dominada, sea derrocado de una vez por todas para dar paso a un sistema económico y social en el que ya no haya clases dominantes y clases dominadas, explotación del hombre sobre el hombre, y por tanto antagonismos entre clases, competencia y guerras. Este objetivo no es utópico, no es una fantasía fuera de la realidad, por la sencilla razón de que será el resultado histórico de la propia realidad del capitalismo y de la sociedad burguesa erigida sobre él.
El trabajo asalariado es la característica típica de la sociedad burguesa, del capitalismo. No existía antes de la sociedad burguesa, y no existirá después de la sociedad burguesa. El trabajo asociado y la aplicación de la ciencia a la producción con sus continuas revoluciones técnicas, de ahí la gran industria, y la universalización de las comunicaciones y las relaciones entre los distintos países del mundo, constituirán la contribución básica de la sociedad actual a su transformación en una sociedad sin clases, sin valores de cambio, sin dinero y sin competencia comercial; en una sociedad en la que ya no habrá despilfarro, producción nociva, contaminación y conflictos entre países y pueblos, porque las bases económicas del despilfarro, de la producción nociva, de la contaminación y de los conflictos entre países y pueblos habrán sido anuladas y sustituidas por bases económicas capaces de satisfacer, no los mercados, no el capital, no las bolsas, no los beneficios capitalistas de los que sólo disfruta una ínfima minoría de la burguesía en detrimento de la vida de las grandes masas del mundo, sino las necesidades vitales de los miles de millones de personas que habitan el planeta.
Gran objetivo histórico, sin duda; pero que sólo la clase proletaria, la verdadera clase productora de toda la riqueza de la sociedad, podrá alcanzar. Para lograr este gran objetivo, el proletariado debe hacerlo suyo, sentirlo como una necesidad de vida, y para ello el proletariado debe luchar contra los enemigos que le impiden tomar este camino, debe prepararse para la lucha de clases, entrenarse para la lucha junto a sus hermanos de clase, con los proletarios de todas las épocas de todas las nacionalidades, hombres y mujeres, adquieran experiencia directa utilizando los medios y métodos de la lucha de clases (es decir, aquellos con los que se defienden exclusivamente los intereses proletarios, inmediatos y más generales) para poder reconocerse como parte integrante de un único gran ejército internacional y reconocer a los enemigos de clase. Enemigos de clase que no son sólo los capitalistas, los dueños de la tierra, de los productos, del dinero, del poder político, sino también los oportunistas, los que se hacen pasar por representantes de los trabajadores, pero que en realidad juegan el papel de escamoteadores de la lucha proletaria, de saboteadores de la lucha proletaria, que niegan la independencia de clase y apoyan la colaboración de clases. Las lecciones de la historia en estos campos son numerosas y forman parte del bagaje teórico y político del único verdadero representante de los intereses históricos del proletariado bajo todos los cielos: el partido de clase, el partido marxista revolucionario, que no se deja halagar por la democracia, ni engatusar por un reparto supuestamente «más justo» de la riqueza social, y menos aún por esa pequeña dosis de piedad y bondad que debería habitar en el corazón de todo burgués, de todo capitalista, de todo belicista.
Así como a la clase burguesa le llegó la hora, en su lucha contra la nobleza aristocrática, contra el clero y contra toda monarquía, de derrocar su poder y sustituirlos al frente de la sociedad, impulsando el desarrollo de la nueva economía capitalista frente a la vieja economía feudal y aislacionista, así también le llegará la hora a la clase proletaria, en su lucha contra toda la opresión burguesa, toda la opresión económica y social capitalista, para derrocar el poder de la clase burguesa como la última clase que representa la prehistoria de la humanidad, es decir, la última de las sociedades divididas en clases que la humanidad ha conocido en su largo y milenario curso histórico.
Pues bien, para luchar contra la guerra burguesa, que desde hace más de cien años no es más que una guerra de robo y de imperialismo, o los proletarios consiguen reaccionar contra la dominación hasta ahora indiscutible de las burguesías imperialistas, o están condenados a sufrir, guerra tras guerra, paz tras paz, las consecuencias cada vez más trágicas de las inevitables crisis del capitalismo. La guerra burguesa no resuelve la crisis económica y política que la desencadenó, superándola de una vez por todas. La guerra burguesa se produce porque la crisis de sobreproducción, característica del desarrollo del capitalismo, y que en el período histórico del imperialismo se hace cada vez más profunda y aguda, intenta devolver las condiciones de competencia entre los estados y entre los polos monopolísticos a la situación anterior, a una situación en la que la economía capitalista se expande en lugar de estancarse y retroceder. Pero es el propio sistema capitalista, por las características de su economía basada en la propiedad privada y en la apropiación privada de la riqueza social producida, por tanto en un sistema de competencia cada vez más fuerte y feroz, el que, si bien supera temporalmente el punto más crítico de la crisis de sobreproducción, vuelve a generar los factores de crisis aún más graves y mayores. Esta es la historia de todas las crisis capitalistas hasta la fecha.
Para superar los momentos más críticos de sus crisis, la burguesía capitalista no tendría éxito si no contara con el proletariado a su lado, si los asalariados -precisamente porque representan la fuente de valorización del capital, por tanto de la ganancia- no colaboraran, «haciendo su parte», es decir, sacrificando su propia vida hasta el final, en la precariedad, el desempleo, la miseria, muriendo en el trabajo y muriendo en la guerra. Así, la colaboración de clases, si bien por un lado es el punto fuerte de la burguesía para salir de sus crisis, es al mismo tiempo su punto débil sobre el que el proletariado puede y debe actuar con su lucha. Sin una lucha seria, puntual y amplia contra la colaboración de clases, el proletariado nunca tendrá la oportunidad de emprender el camino para emanciparse del capitalismo; siempre estará supeditado exclusivamente a las exigencias vitales del capital, de los mercados y de la ganancia capitalista, y volverá cada vez a ser sacrificado única y exclusivamente por el bienestar de la burguesía.
La guerra ruso-ucraniana demuestra una vez más que este es precisamente el quid que pone al proletariado en la peor posición: se le masacra sin tener la fuerza para reaccionar de forma independiente, en beneficio exclusivo de los capitalistas de un lado o del contrario.
¡Contra la guerra imperialista, por la reanudación de la lucha de clases independiente del proletariado!
Contra la colaboración de clases, en primer lugar con la propia burguesía nacional. Contra todo nacionalismo.
¡Por la reorganización clasista e independiente del proletariado por encima de las divisiones de raza, nación, género, edad, profesión!
¡Por la revolución antiburguesa y anticapitalista!
6 de junio de 2022
(1) Cfr. Il senso del supporto militare americano all’Ucraina, https://www.geopolitica.info/supporto-militare-americano-ucraina/, 21/01/2022.
(2) Cfr. Embargo a chi? Per anni armi «proibite» alla Russia, «il fatto quotidiano», 17/03/2022.
Partido comunista internacional
www.pcint.org