Guerra en Palestina: juego imperialista y perspectiva proletaria
(«El proletario»; N° 31; Enero-febrero de 2024 )
El espectacular y sangriento ataque de los combatientes de Hamás, con la masacre de cientos de civiles y la captura de cientos de rehenes israelíes y la terrible respuesta del Estado judío están sacudiendo todo Oriente Próximo.
Golpeado duramente en su aura de invulnerabilidad, Israel quiere demostrar a los Estados de la región, con el consentimiento de los imperialismos occidentales, que no se le puede desafiar impunemente.
La primera víctima es la población de Gaza, sometida a bombardeos masivos y a un bloqueo destinado a privarla de alimentos, agua, electricidad y productos de primera necesidad (en palabras del Ministro de Defensa israelí) y empujada a abandonar el norte del territorio: miles de muertos y heridos, decenas de miles de personas sin hogar, cientos de miles de desplazados; pero también la población de los territorios ocupados de Cisjordania es víctima de la violencia del ejército israelí y de los colonos que expulsan a los palestinos de sus pueblos, causando decenas de muertos.
Dejando a un lado el sueño de los partidos colonialistas de extrema derecha (todavía representados en el gobierno) de anexionarse Cisjordania y expulsar a todos los palestinos, lo cierto es que el clima político en Israel es aprovechar la guerra para resolver, aunque no definitivamente, el «problema» palestino (es decir, cualquier resistencia a la colonización), al menos para golpear duramente a los palestinos de Gaza y Cisjordania, a Hezbolá en Líbano, e incluso a Irán, que financia y arma a las distintas milicias del llamado «eje de resistencia islámica». Parece que, según la prensa internacional, esta última posibilidad ha quedado descartada, pero la respuesta de Israel tendrá importantes consecuencias regionales. Según algunas declaraciones de funcionarios israelíes, uno de los objetivos de esta respuesta, además de destruir las instituciones y estructuras «gubernamentales» de Hamás, sería reducir la Franja de Gaza hasta formar una «zona tampón», una «tierra de nadie», lo que supondría el desplazamiento de cerca de un millón de habitantes a Egipto.
Pero el gobierno de El Cairo se opone rotundamente a esa afluencia de refugiados a su territorio, no sólo por los problemas económicos que causaría en la situación de crisis que atraviesa el país, sino también por los riesgos políticos y sociales que plantea una masa de población maltratada y ansiosa de venganza contra Israel. Por eso (de acuerdo con las autoridades israelíes) se ha negado hasta ahora a dejar salir a nadie de Gaza por el paso fronterizo que controla, mientras que finalmente se ha permitido la entrada de algunos camiones de ayuda humanitaria.
Los demás Estados de la región temen que una respuesta israelí demasiado prolongada y sangrienta provoque reacciones incontrolables entre sus poblaciones. Por el momento, las manifestaciones masivas que han tenido lugar en estos países han servido para desviar el descontento social, pero el ejemplo egipcio suena a advertencia; por primera vez desde el golpe de Estado, el gobierno de Al Sisi no sólo había autorizado una jornada de manifestación en apoyo a los palestinos, sino que incluso la había organizado: muchos manifestantes aprovecharon la ocasión para condenar al régimen.
LA PUESTA EN JUEGO IMPERIALISTA
Los imperialismos occidentales han apoyado,y siguen apoyando,sin vacilar, el bombardeo israelí de Gaza, que, en el momento de escribir estas líneas, se ha cobrado más de 7.000 vidas, en su mayoría civiles (1). En cuanto Hamás atacó, Estados Unidos envió armas y municiones al ejército israelí, seguidas de una flotilla de guerra masiva con dos portaaviones (que ya han bombardeado elementos «proiraníes» en Siria). También enviaron militares de alto rango, con experiencia en guerra urbana en Irak, para asesorar a sus homólogos israelíes, etc.
Los líderes europeos, a su vez, se apresuraron a viajar a Israel para garantizar al Estado judío su apoyo indefectible. El presidente francés Macron hizo lo mismo; pero también quiso viajar a Cisjordania para apoyar a Mahmud Abás, el presidente de una «Autoridad Palestina» completamente de-sacreditada por su corrupción y sus compromisos con Israel, para tratar de resucitar la perspectiva de la creación de un miniestado palestino, y para fingir que exigía el respeto del «derecho internacional». El hecho de que Francia nunca haya denunciado las flagrantes violaciones de este «derecho» y los «crímenes de guerra» cometidos por Israel demuestra el valor de estos gestos diplomáticos y, más en general, de toda esta palabrería: el derecho internacional no es en realidad más que la ley del más fuerte.
Y si todavía se tienen dudas al respecto, baste recordar que en materia de crímenes de guerra Francia tiene un historial sangriento, sobre todo durante las guerras coloniales y poscoloniales, de Vietnam a Camerún, de Argelia a Ruanda, etc., como para hacer palidecer las atrocidades de hoy. Y las «condolencias» que Macron presentó a Abbas por las víctimas palestinas, después de aprobar las represalias militares israelíes, son particularmente repugnantes.... Y no menos repugnante es la posición del gobierno italiano que, mientras apoya a ultranza el ‘derecho’ de Israel a ‘defenderse’ de los ataques sufridos, invoca contra la población civil palestina un ‘derecho internacional’ que ningún Estado burgués ha respetado jamás:basta pensar en el «derecho internacional» de la población migrante que huye de la guerra y la miseria por tierra y mar y que, si no muere en su intento de llegar a los países de la civilizada Italia y Europa, es encerrada en campos de concentración o devuelta a los países de los que partió...
La guerra actual en Palestina nació en el terreno de la opresión nacional de los palestinos, y si el objetivo declarado es aplastar a Hamás, el objetivo más profundo es aplastar a las poblaciones de tal manera que les haga olvidar cualquier vago deseo de rebelión (2) y les haga aceptar sin pestañear el régimen que se les impondrá (3): los innumerables muertos y heridos causados por los bombardeos y el bloqueo no son víctimas «colaterales»; son el resultado previsto de este objetivo.
Pero la guerra también forma parte de las cambiantes relaciones interimperialistas en Oriente Medio y en todo el mundo. Estados Unidos, cada vez más preocupado por el creciente poder de China, ha ido «rotando» hacia Asia desde la era Obama, mientras varias potencias de Oriente Medio se fortalecen.
Los llamados «Acuerdos de Abraham» iniciados por la administración Trump y llevados a delante por Biden pretendían establecer acuerdos de paz y cooperación separados entre Israel y algunos Estados árabes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos), dejando de lado la cuestión palestina, considerada ahora sin importancia real y, por tanto, dejada a discreción del gobierno israelí (4). Se estaban llevando a cabo negociaciones por separado con Arabia Saudí -protegido tradicional de Estados Unidos y gran potencia petrolera- para seguir lo que ocurría en la zona, mientras que Turquía se acercaba irresistiblemente a Israel (proyecto de gasoducto conjunto, etc.). Una de las consecuencias más importantes de estos acuerdos ya firmados o en proyecto fue el creciente aislamiento de Irán, cuando, para sorpresa general, ¡Irán y Arabia Saudí firmaron el pasado mes de marzo, bajo los auspicios de China, un acuerdo para normalizar sus relaciones!
Ahora, la guerra de Palestina sanciona el fracaso total de la estrategia estadounidense de Abraham: pone en apuros a los países que firmaron esos acuerdos, aplaza indefinidamente la firma de Arabia Saudí, empuja a Egipto a oponerse a Estados Unidos, obliga a Turquía a dar marcha atrás, a poner fin a su colaboración económica con Israel y a denunciar a sus «aliados» occidentales...
Ante este desastre, el imperialismo estadounidense y, tras él, los imperialismos europeos no tienen más remedio que reforzar el Estado israelí, único pilar sólido de la influencia occidental en la región: ¡Israel tiene derecho a defenderse, significa en realidad: el imperialismo occidental tiene derecho a defenderse!
POR LA REANUDACIÓN DE LA LUCHA DE CLASE REVOLUCIONARIA
Sometidas a los terribles bombardeos y ataques terrestres actuales, sometidas a una opresión nacional que agrava la explotación capitalista infligida por la burguesía israelí y árabe, y que cuenta con el apoyo de los imperialismos occidentales, las masas proletarias palestinas no pueden contar con el apoyo de los Estados burgueses de la región: los países árabes han demostrado durante décadas que la suerte de esas masas les deja indiferentes y, en los casos cada vez más raros en que han mencionado sus sufrimientos, ha sido para distraer un descontento social o para promover sus propios intereses de Estado. Exactamente lo mismo ocurre con la dictadura iraní, que se presenta como campeona de la causa palestina para ganar puntos frente a su adversario israelí, o con la Turquía de Erdogan (tras su reciente giro). Por otra parte, tampoco pueden contar con Hamás, una organización islámica reaccionaria que reprime los movimientos sociales en Gaza. Hamás fue capaz de organizar el ataque del 7 de octubre, infligir bajas a soldados israelíes y masacrar a mujeres y niños civiles, pero nunca será capaz de derrotar militarmente a Israel; por ello apela al apoyo de los Estados árabes y musulmanes, un apoyo que nunca llegará, como hemos visto. Ha declarado públicamente que está dispuesto a hacer la paz con Israel, si éste se retira de los territorios que ha ocupado, y a fundar allí un Estado islámico: este mini-Estado sólo sería una cárcel para los proletarios y las masas palestinas.
En última instancia, el fin de la opresión nacional, de todas las masacres y abusos sufridos por los palestinos sólo puede ser el resultado de una completa conmoción del orden burgués e imperialista en la región; en otras palabras, de la revolución proletaria anticapitalista que derroque a todos los Estados burgueses e instaure sobre sus ruinas la dictadura internacional del proletariado.
Esta tarea no puede ser obra únicamente de los proletarios palestinos; implica la acción unida de los proletarios de todas las naciones, incluidos los proletarios judíos de Israel. Implica que estos proletarios rompan los lazos que les unen a su burguesía y a su Estado en nombre de la nación o de la religión para anteponer la solidaridad proletaria internacional: esto no sucederá automáticamente ni de un día para otro; harán falta fuertes sacudidas provocadas por las crisis del capitalismo; harán falta tanto el ejemplo como los efectos concretos de la reanudación de la lucha de clases revolucionaria en las ciudadelas del capitalismo mundial; hará falta la acción de las minorías proletarias de vanguardia para la constitución del partido de clase, comunista, internacionalista. Una tarea ardua, pero que representa la única perspectiva proletaria que no es ilusoria.
¡Solidaridad de clase con los proletarios y las masas palestinas!
¡Por la reanudación de la lucha de clases revolucionaria!
¡Por la revolución comunista internacional!
(1) En respuesta a las acusaciones israelíes y estadounidenses de falsificar cifras, las autoridades de Gaza publicaron las identidades de más de 5.000 muertos.
(2) El presidente israelí Isaac Herzog, ex presidente del Partido Laborista (de «izquierda»), que se declaró partidario del diálogo con los palestinos, declaró el 14/10, refiriéndose a Gaza: «Toda una nación es responsable allí. Esta retórica de que los civiles no son conscientes, de que no están implicados, no es cierta, es absolutamente falsa». Cf. Le Monde, 28/10/23. Así que todos son terroristas, todos culpables, que merecen el castigo colectivo infligido por Israel...
(3) Al parecer, los planes israelíes prevén actualmente que Gaza sea administrada por la Autoridad Palestina tras un periodo transitorio bajo el control de soldados de países árabes amigos de Israel.
(4) Los acuerdos estipulaban que Israel se comprometía a no anexionarse nuevos territorios. Netanyahu declaró posteriormente que este compromiso era sólo provisional y que, de hecho, la colonización nunca se detuvo.
29/10/2023
Partido Comunista Internacional
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