Argentina: la victoria de Milei sólo garantiza la continuidad de la miseria y el aumento de la represión para los proletarios

(«El proletario»; N° 31; Enero-febrero de 2024 )

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Las elecciones argentinas del pasado domingo día 19 dieron como vencedor a Javier Milei, candidato de La Libertad Avanza, que se había presentado como una especie de outsider de la política tradicional. Histriónico y bufonesco a partes iguales, Milei ha hecho de las redes sociales y sus intervenciones más que grotescas en los medios de comunicación una especie de emblema, una bandera que pretende evidenciar su rechazo incluso a las formas tradicionales de la política. Y en buena medida ha sido gracias a ello, gracias a una imagen más que a un programa, a un escándalo permanente más que a una perspectiva de gobierno a medio plazo, que ha conseguido derrotar primero a Patricia Bulrich, candidata de la derecha tradicional aglutinada en torno a la Unión Cívica Radical, y después al candidato oficialista Sergio Massa, ex ministro de finanzas en el gobierno peronista de los últimos años.

Finalmente, los resultados no han sido tan extraños como la prensa quiere hacer creer: Milei contará con solo 38 escaños de 257 en el Congreso y dependerá en todo momento de formar un bloque con la derecha tradicional de Macri y Bulrich para poder aplicar su programa de gobierno. En un esquema que resulta familiar también en España, los partidos «del cambio» se apoyan en las viejas estructuras políticas, a las que sirven realmente para mantener su poder.

La situación en la que Javier Milei llega al poder es crítica para Argentina. Después de cuatro años de un gobierno peronista que ha garantizado la continuidad de la dinastía Kirchner (primero Néstor, presidente del país de 2003 a 2007, después su mujer, Cristina, presidenta ella también desde 2007 a 2015 y vicepresidenta con el gobierno saliente) y la estructura socio política del peronismo «de izquierdas», corrupta hasta la médula y basada en extensas redes clientelares fraguadas con los sindicatos y otros organismos civiles, la realidad del país ha empeorado a ojos vista. Es por ello que la candidatura de Sergio Massa, señalado por su actuación en el gobierno como uno de los responsables de tal situación, ha sido capaz de reunir en su contra tanto a La Libertad Avanza como a la parte de la Unión Cívica que controla el expresidente Macri, que ha cedido medios, dinero e infraestructura al pequeño partido «ultra-liberal».

Desde el punto de vista económico, la situación es la peor que ha vivido Argentina en los últimos cuarenta años, lo cual es mucho decir. La inflación habrá experimentado, en diciembre de este año, una variación interanual del 210%; el bajo valor del peso encarece increíblemente las importaciones, fundamentales en un país que es un importador neto de productos industriales, tecnológicos e incluso agrícolas; la pobreza, en fin, ha crecido en todo el país y más del 20% de la población no alcanza a tener los productos mínimos indispensables para vivir, habiéndose reportado, en los últimos años fallecimientos de niños por hambre. Las medidas emprendidas por el gobierno peronista no han aliviado esta situación. Por un lado, la actuación del banco central colocando letras como compensación para que los bancos comerciales obtengan depósitos en pesos no ha hecho sino aumentar las tensiones inflacionarias debido a la expansión de su pasivo financiero y de los intereses que paga por él. Por otro lado, las obligaciones contraídas por el Estado con el FMI, constriñen la economía y obligan al propio FMI a señalar en su nota de julio de este año, que el país no está en condiciones de cumplir con las exigencias que impone el acceso al Servicio Ampliado del Fondo. Finalmente, la sequía, la peor en décadas, ha afectado con especial dureza a un país que basa buena parte de su economía en la exportación de productos agrícolas.

Ante esta situación política y económica, la aparición de Milei como una especie de figura rutilante de la política nacional, como alguien que venía de fuera de la «casta» (es profesor de economía de profesión y está ligado a la corriente austriaca, de por sí una corriente marginal dentro del propio pensamiento económico burgués) parece como el remedio radical que hacía falta. Y esto, en primer lugar, por un discurso anti casta, tan querido a los populismos de izquierda y derecha, y por la referencia al Estado profundo como el verdadero origen del malestar social, unido en este caso a una exigencia de corte ultra liberal acerca de la necesidad de reducir el propio Estado a su mínima expresión. Y en segundo lugar, por sus invectivas económicas, acerca de la necesidad de dolarizar la economía, de suprimir el propio Banco Central, de privatizar todas las empresas públicas, etc. Son estas salidas de tono respecto junto con el carácter bufonesco del personaje, las que han llamado la atención de la prensa internacional y las que han fraguado el aura de personaje providencial que el acompaña.

Pero ¿qué es lo que se puede esperar de Milei? Como en el resto de países donde una figura de este tipo ha triunfado (Brasil con Bolsonaro, EE.UU. con Trump, Italia con Meloni o Wilders en los Países Bajos), en primer lugar va el autoritarismo, la promesa de endurecer la ley, de perseguir el crimen y la subversión, etc. No en vano Milei, detractor del Estado en sus discursos, no ha tenido sino parabienes para la policía argentina, que, junto al ejército, tiene un larguísimo historial de asesinatos a sus espaldas. Esta llamada al orden, banderín de enganche de la pequeña burguesía que reclama paz contra la tensión social que las recientes crisis capitalistas han hecho aflorar, es la consigna principal y a ella se supedita el resto. Es por eso que, como segunda del nuevo Gobierno y más allá de las soflamas «anarco capitalistas» Milei ha puesto a Victoria Villarruel, un elemento vinculado a la extrema derecha nacional y defensora de la dictadura de Videla. También en este sentido marcha la crítica a la «casta» que el nuevo gobierno lleva en su mismo programa:  la idea de una reforma gubernamental que se base en el orden y en la mano dura es muy querida por esa pequeña burguesía que, aplastada por la gran burguesía y su Estado, fantasea con que son las tramas negras, las familias o los clanes políticos y no el implacable curso económico y social del capitalismo los que la destrozan y reducen a la miseria.

En segundo lugar, las reformas económicas propuestas por Milei se encaminan en el sentido de liberalizar el sector público (especialmente YPF, aerolíneas y la televisión pública) como manera de contener el gasto. En esto, el mensaje se ha suavizado nada más llegar al poder: de los excesos verbales de la campaña se ha pasado al «primero sanear, luego vender» que perfectamente puede significar no vender nunca, porque a esa «casta» que se corresponde con la alta burguesía nacional quizá no le interese hacerlo. En cualquier caso, la larga cadena de privatizaciones a la que hemos asistido en los últimos cuarenta años en todos los países capitalistas muestra que estas suponen una cesión de aquellos sectores o empresas rentables al capital nacional o internacional sin que, a medio plazo, el gasto del Estado se haya reducido en términos globales. El Estado burgués es, desde su nacimiento, el principal agente en términos de propiedad, capacidad de intervenir en el mercado, etc. del capitalismo. El incremento sistemático del gasto público, del presupuesto que consume, es un hecho inapelable que se deriva de su necesidad de intervenir en cada faceta de la vida social en el mundo burgués y no existe ni existirá un gobierno capaz de evitarlo, ni en el supuesto caso de que lo quisiera… algo que nunca sucede.

Respecto a los ajustes financieros, encaminados a estabilizar la situación del peso frente al dólar para, desde ese momento, poder intervenir para paliar la inflación galopante que sufre el país, se les puede augurar un éxito relativo y temporal. Si bien las medidas de liberalización cambiaria (en Argentina hay varios tipos de cambio peso-dólar, con una diferencia de varios miles entre la oficial y la, mucho más realista, del mercado negro), incluyendo todos los ajustes necesarios encaminados a reducir las obligaciones del Estado que contribuyen a depreciar el peso, pueden tener el efecto deseado, la causa de la inflación en Argentina, que es un fenómeno crónico, está en la estructura productiva del país: la relativa ausencia de una industria nacional fuerza a importar casi todos los productos elaborados y obliga a depender, como contra parte, de las exportaciones agrícolas. Los ajustes fiscales y monetarios no van a modificar esa situación y la idea de que inaugurarán una especie de círculo virtuoso que incrementará la entrada de dólares al país y que esto supondrá un bálsamo para la situación que se vive será, en el mejor de los casos, una situación sumamente frágil y que se podrá revertir en cualquier momento.

¿Qué se puede esperar realmente de Milei y su gobierno? Los ajustes económicos se van a realizar contra el proletariado y contra la gran masa de población empobrecida que puebla la periferia del gran Buenos Aires y del resto de grandes ciudades del país. La «disciplina fiscal» va a significar, a medio plazo, grandes exigencias a la clase obrera, que verá como el gasto recortado es el de los miserables subsidios de los que hoy malvive una buena parte de ella. Además, la reforma financiera va a encaminarse, sin duda, a la contención salarial, sobre la que se intentará contener la devaluación del peso y la inflación. Y si finalmente las reformas se encaminan hacia la dolarización de la economía, este descenso de los salarios será aún mayor porque se fijarán en dólares forzosamente a la baja.

A esta situación, tal y como prometió Milei en campaña, va a acompañar un endurecimiento de la represión contra los sectores organizados de la clase proletaria, aún cuando lo estén bajo la batuta de las organizaciones sindicales colaboracionistas o del peronismo. Piqueteros, huelguistas, obreros organizados en torno a cooperativas… estarán en el punto de mira continuo del nuevo gobierno que dará ejemplo con ellos para que sus medidas no sean respondidas por el resto de los proletarios. Mientras tanto, que nadie lo dude, la «casta» política, sindical, etc. permanecerá intacta, presta a tomar el relevo en el gobierno cuando Milei caiga.

El gobierno de Milei es otro jalón en un camino que en cierto modo comenzó en 2001, con las revueltas sociales causadas por la crisis económica y el corralito. Estas revueltas tuvieron un marcado carácter interclasista, por tanto confuso y falto de perspectiva (recuérdese la imagen del Congreso asaltado por una masa que llevaba la bandera nacional a la cabeza), pero en ellas pudo expresarse, si bien de manera muy limitada, un sector de la clase proletaria que tendía, instintivamente, a romper tanto con la dirección democrática de las revueltas como con las organizaciones tradicionales del sindicalismo oficial (CGT) y con los partidos peronistas. Estas tendencias fueron rápidamente ahogadas tanto por el esfuerzo de la represión estatal como por la política de colaboración con la burguesía que desde la izquierda oficialista hasta la extrema izquierda trotskista impusieron. El kirchnerismo, forma especialmente aberrante de ese socialismo del siglo XXI que el oportunismo blandía en aquellos años, fue la salvación de una burguesía que no lograba, hasta entonces, mantener ni uno solo de sus gobiernos. Desde entonces, tanto la crisis estructural del país como la cada vez peor situación internacional, han ido desbrozando el camino para una salida como la que hoy propone Milei.

Los proletarios argentinos, para los que hoy se abre un periodo dificilísimo porque la burguesía ha pasado de la política del palo (cada vez más) y la zanahoria (cada vez menos) a la amenaza abierta, podrán sacar las lecciones de esta situación sólo si rompen con la terrible influencia que el nacionalismo y el democratismo ejercen sobre ellos a través de las organizaciones oportunistas políticas y sindicales. Si combaten contra la ofensiva burguesa no encuadrados en las organizaciones que hasta el día de hoy les controlan y que sólo garantizan la derrota ante cualquier exigencia por parte del enemigo, sino con sus propios medios y métodos, con su organización independiente sobre el terreno de la lucha inmediata, buscando romper no sólo con la inercia que en el momento actual les impide reaccionar sino con la gran fuerza que representa la contrarrevolución que domina desde hace décadas.

 

23/11/2023

 

Partido Comunista Internacional

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