Acerinox, lucha obrera y represión

(«El proletario»; N° 32; Junio-Julio de 2024 )

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La huelga de los trabajadores de la factoría de Acerinox en el campo de Gibraltar dura ya casi cuatro meses. Durante este tiempo ha movilizado a los 1.800 trabajadores de la planta, que exigen un incremento salarial anual del 3%, mientras que la empresa ofrece un 1,75% y otro 0,5% extra por cada 35 millones de beneficios que reporten las cuentas anuales. Además, los trabajadores reivindican un incremento de la prima de producción hasta los 550 euros, mientras que la empresa quiere dar tan sólo 425 euros. Finalmente, los trabajadores rechazan la flexibilización laboral que quiere introducir la empresa obligando a crear retenes que permanezcan de guardia para atender las necesidades de la producción: exigen la voluntariedad de dichos retenes y su remuneración, frente a la idea de imponer turnos obligatorios que tiene la empresa. Para imponer sus exigencias, la empresa afirma que la planta ubicada en Palmones no es rentable, que la producción en ella es más cara que en el resto de plantas de la empresa y que «el mercado» impone una flexibilización de la estructura productiva.

La huelga no sólo está siendo larga, también está siendo complicada. A los  130 días sin cobrar, que tendrán un efecto también tanto sobre las pagas extraordinarias como sobre las cotizaciones sociales, se suma la dureza de la represión que la empresa y el Estado están ejerciendo. El 23 de febrero, en una jornada de movilización, los trabajadores cortaron la autovía A-7 y la policía antidisturbios cargó con dureza. El resultado no sólo fue el consabido rosario de heridos y detenidos sino que un trabajador fue condenado a un año de prisión (¡en el tiempo récord de tres días!). Después de estos sucesos, si bien el nivel de conflictividad no ha llegado a puntos similares, la situación ha sido tensa en todo momento y la represión continúa siendo un arma fundamental con la que cuenta la patronal y el conjunto de la burguesía para acabar con la huelga.

Durante varios años la tensión entre obreros y patronal en el sector del metal se ha mantenido constante. En 2019, la firma del Convenio sectorial en Vizcaya trajo duras manifestaciones, enfrentamientos entre policía y trabajadores, etc. Ya en ese momento era evidente que la crisis económica que se concentraba especialmente en los sectores siderometalúrgico y metalmecánico y que se manifestaba en forma de sobreproducción de mercancías en todas sus ramas, iba a implicar un recrudecimiento de las exigencias que la patronal lanzaría a los proletarios del sector. La situación creada por la pandemia durante 2020 y casi todo 2021 retrasó la inevitable eclosión de la tensión larvada pero finalmente, al acabar 2021, los enfrentamientos entre los trabajadores de las industrias auxiliares de Cádiz y la patronal local colocaron de nuevo la realidad de una crisis no resuelta ante los ojos de cualquiera. Poco antes había sido la larga huelga de Tubacex la que había mostrado tanto la fuerza de una clase proletaria que no estaba dispuesta a dejarse arrollar como la determinación de la patronal en no ceder ni un milímetro, consciente siempre de que cada batalla que libra es vital tanto para los empresarios involucrados como para buena parte de la burguesía.

Después de ambas huelgas, victoriosa la segunda, duramente reprimida por la policía y los sindicatos mayoritarios la primera, una cascada de huelgas tuvo lugar en diferentes provincias (Pontevedra, Cantabria, Cataluña…) en el momento en que tuvo que negociarse cada uno de los convenios provinciales. En todas estas ocasiones, la política de la patronal estuvo clara y se mostró sin velos: subidas salariales sí, pero por debajo de la inflación, es decir, descenso en el salario real. A la ayuda de la patronal acudieron, como siempre, las grandes organizaciones sindicales, que trataron de romper las luchas allí donde eran más fuertes (Vigo, Cantabria…) y el Gobierno nacional que, con la ministra del PCE a la cabeza, se afanó en lograr la aceptación de las exigencias patronales por parte de los trabajadores.

En general puede decirse que estos cinco años de lucha en el sector del metal han supuesto una derrota en el terreno inmediato para los trabajadores. A excepción de Tubacex, en el resto de conflictos se impuso la voluntad de los empresarios y pese a la dureza de las luchas que pretendían contestarla, los proletarios no fueron capaces de articular una respuesta, sobre todo fueron incapaces de ir más allá de los límites provinciales en que se encorsetaba la lucha y dar una respuesta de clase.

Pero esta victoria de la patronal no significa que, para ella, el problema esté resuelto. Desde un punto de vista económico la situación del sector del metal es sumamente delicada. La sobreproducción tanto de la materia prima metal en el punto inicial de la cadena como de sus derivados en cualquiera de las ramas productivas del sector está lejos de solucionarse y buena parte de la guerra comercial que hoy se libra entre Estados Unidos y China tiene como trasfondo la sobrecapacidad de un sector clave en la economía nacional e internacional y que cada uno de estos países busca controlar en la medida de lo posible. Recientemente la prensa coreana informaba de la afluencia a bajo costo de acero chino a Corea, provocando pérdidas significativas en las ganancias de los gigantes del sector coreanos, precisamente como consecuencia del desvío de este acero, antaño dirigido al mercado norteamericano: el aumento de los aranceles (del 7,25% al 22,5% del valor importado) norteamericanos sobre el acero chino recrudecerá la tensión entre China y los potenciales receptores de su producto sobrante, agudizando la crisis en aquellos países incapaces de controlar la importación como sí hace Estados Unidos. Esta situación llevará a la desinversión tanto en capitales como en planta de la gran industria metalúrgica europea y a nuevas oleadas de despidos como las que ya estamos viendo en el sector del automóvil, bien sea directamente bien mediante los recursos que el gobierno del PSOE y Podemos primero y del PSOE y Sumar después han puesto a disposición de la patronal.

En esta senda marcha Acerinox, que a fecha de 3 de junio, ya ha avisado de que de no aceptarse sus exigencias despedirá a una horquilla de 450 a 575 trabajadores y que las empresas auxiliares que dependen de ella deberán despedir a otros 500 para mantener su nivel de beneficios. Evidentemente este tipo de declaraciones buscan añadir presión a unos trabajadores ya muy desgastados por la larga huelga que están librando, pero marca la tónica de lo que va a suceder tanto en Acerinox como en el resto de empresas del sector.

Por otro lado y más allá de las cuestiones estrictamente económicas, Acerinox se ha convertido en algo así como una bandera de la burguesía. Si en regiones del país, como País Vasco, Vigo, etc. con una clase proletaria más combativa, la patronal se ha visto obligada a llegar a acuerdos, a pequeñas cesiones, etc. en el Campo de Gibraltar hoy, como en Cádiz ayer, donde la presión del desempleo que hay en la región es un arma definitiva para la patronal en la mayoría de los casos, ni la patronal del acero ni la burguesía que la respalda, quieren permitir una victoria de los trabajadores. No quieren un ejemplo de lucha victoriosa y mucho menos en una región que han sometido a la miseria durante las últimas décadas, condenando al desempleo a buena parte de los proletarios, precarizando los empleos que antes ocupaban a buena parte de la población o permitiendo que las mafias de la droga se instalen como única salida para los jóvenes de la zona. Por eso toda la burguesía, desde la local hasta la nacional, ha cerrado filas con Acerinox garantizándole todo el apoyo mediático, policial, judicial, etc. que les sea necesario.

De hecho la patronal quiere doblegar a los trabajadores de Acerinox porque estos se han atrevido no sólo a luchar, sino a organizarse fuera y contra los cauces político sindicales tradicionales. El Comité de huelga de Acerinox no es un Comité refrendado por la patronal, como lo son la práctica totalidad de los que se constituyen en una lucha normal, sino que se ha formado sin tener en cuenta la representatividad obtenida por las grandes corporaciones sindicales en las elecciones sindicales de la fábrica. De esta manera, CC.OO. y UGT (entre otros), que habitualmente tienen la labor de evitar la movilización o desarticular esta cuando no se ha podido frenar a tiempo, han quedado reducidos a un papel secundario, mientras que sindicatos dispuestos a luchar abiertamente contra la patronal, como ATA, se han puesto al frente de la huelga contribuyendo a articular un Comité capaz de imponer esta, defenderla y hacer frente tanto a los enemigos externos como a los internos. La aparición en las últimas semanas de una caja de resistencia (parece que sostenida al menos inicialmente por elementos próximos a la Iglesia), supone también un jalón en el mantenimiento de la lucha.

Es por esto, por el ejemplo que están dando los proletarios de Acerinox, que la burguesía busca romperles el espinazo a cualquier precio, por lo que no va a dejar que venzan: la fuerza de los proletarios de Acerinox puede ser un ejemplo en el resto del sector y de la región, sobre todo porque parte de la organización y la lucha con métodos y medios clasistas y esto es lo que más aterra a la clase burguesa.

Desde hace décadas tanto las organizaciones sindicales colaboracionistas como los partidos llamados obreros han sido los organizadores de la derrota sistemática de la clase proletaria. A ellos ha correspondido permitir que la burguesía impusiese sus exigencias ya no en un conflicto en particular, sino a escala más amplia. El deterioro de las condiciones de vida de la clase obrera, los bajos salarios, el desempleo, etc. son la consecuencia de esta labor en la que los aliados de la burguesía entre la clase trabajadora han realizado sin cejar en su esfuerzo ni en un solo momento. Sin necesidad de remontarnos varias decenas de años, quedándonos únicamente con la fecha de 2007, año de inicio de la última crisis capitalista generalizada, resulta evidente que tanto el oportunismo sindical como el político han logrado que la clase proletaria soporte el peso de la recuperación económica sobre sus espaldas sin que esto haya implicado mayores sobresaltos para la burguesía. Su política de colaboración entre clases, desarrollada tanto en el marco de la empresa como en el ámbito nacional, ha logrado mantener vivo el mito de una solidaridad entre clases estructurada mediante el sistema democrático, sosteniendo la idea de que únicamente es posible luchar dentro de los límites que marca la democracia. Así, este largo (larguísimo) periodo de paz social, de incapacidad de la clase proletaria para lanzarse al terreno de la lucha, aún de las más inmediata en defensa del salario o las condiciones de trabajo, se ha mantenido sin apenas fisuras. Y así, la clase burguesa ha ido acumulando una gran capacidad para hacerse cargo de conflictos como el de Acerinox, de romper la solidaridad proletaria, de aislar a los trabajadores en huelga y reprimirlos mientras el resto de la clase es incapaz de acudir en su ayuda.

Para nosotros, comunistas revolucionarios, este tipo de enfrentamientos en los que aún muy tibiamente parece que se manifiesta una fuerza capaz de romper alguno de los eslabones de la cadena que aprisiona a los proletarios, tienen una importancia inmensa: es de ellos de donde puede extraerse las lecciones más valiosas, donde puede entreverse la realidad del conflicto social soterrado que atraviesa la sociedad burguesa. Por pocas que sean sus expectativas, por escasas que sean ya no sus posibilidades de éxito, sino de no ser derrotados totalmente, su valor reside en esas lecciones, en la capacidad que estas tienen para decantar a algunos proletarios hacia el terreno de la lucha constante y no episódica, de la organización más allá de los límites que la propia burguesía impone para ello.

En nuestro artículo Asociacionismo obrero, frente proletario de lucha y partido revolucionario hoy (publicado en El Programa Comunista nº36 de octubre de 1980), decíamos:

 

La organización sindical, como la política, no es la mera expresión mecánica de las luchas inmediatas: es su expresión mediata, la expresión de la actividad de minorías de la clase. Son esas minorías - mucho más vastas, por cierto, que la del partido - las que aseguran la continuidad del movimiento en el espacio y en el tiempo; son ellas las que mantienen la continuidad de la propaganda, de la organización, de la agitación y de la movilización sindical del proletariado, tanto en los pequeños hechos contingentes de cada día como en las grandes luchas que arrastran consigo a las más amplias y profundas masas de la clase.

 

Y de este hecho fundamental no nos movemos ni un centímetro: la reanudación de la lucha de clase del proletariado, incluso sobre el terreno inmediato, requiere de la aparición de estas minorías capaces de hacerse cargo de la continuidad tanto de la organización en sus niveles más necesarios como de la extensión de cualquier conflicto entre el resto de sectores de la clase proletaria. Pero estas minorías no aparecerán de la nada, no llegarán a la organización por una revelación que afecte directamente a su conciencia, sino mediante la dura experiencia de la lucha de clase real, con sus inevitables derrotas, con todos los límites con los que choca siempre el impulso a la confrontación.

Huelgas como la de Acerinox contribuyen necesariamente a dar a estas minorías puntos de referencia, ejemplos que contrastan con la realidad de paz social que gobierna en todas partes. Y ese es el valor, y de ahí el apoyo, que todo comunista debe darles.

 

 

Partido Comunista Internacional

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