Venezuela: Crónica de una burguesísima

(Suplemento N° 6 de «El programa comunista» N° 47 ; Marzo de 2008)

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Las elecciones de diciembre de 2006 han resultado para Chávez una importante victoria; si bien no logró alcanzar los 10 millones que prometía su propaganda electoral, por lo menos obtuvo 7 millones de votos; lo que representa un 63% de los sufragios contra casi 37% de su rival derechista, Rosales. El número de inscritos fue superior a las elecciones pasadas: 16 millones contra 11, luego de las elecciones de 2000 donde Chávez gana con casi 60% de los votos; aumentó su promedio con respecto a la precedente elección presidencial, así mismo fue mayor que la del referéndum de 2004 (59% de los votos). La abstención en 25% continúa siendo alta, pero menos elevada que en 2000 (44%) y en 2004 (30%).

La victoria de Chávez sobre su competidor de derecha es también, y sobre todo, una victoria de la democracia sobre el proletariado. La propaganda chavista sobre el socialismo del “Siglo 21”, basada en una revolución popular y nacional que se realiza pacífica y democráticamente, empujó a los proletarios en masa hacia las urnas.

 

¿PROFUNDIZACIÓN DE LA REVOLUCIÓN?

 

Luego de su victoria electoral, Chávez anunciaba “la profundización de la revolución bolivariana” por medio de las nacionalizaciones. Estas estruendosas declaraciones produjeron inmediatamente la caída de la Bolsa de Caracas, además de una cierta conmoción en los medios capitalistas locales y extranjeros. Pero, la manera en que se negociaron estas renacionalizaciones, los tranquilizó.

Se trataba de dos empresas que habían sido privatizadas a comienzos de los años ‘90 por el gobierno de Carlos Andrés Pérez, la Electricidad de Caracas (EDC) y la compañía de teléfono CANTV, que en el pasado habían sido revendidas a empresas norteamericanas por sus propietarios venezolanos. Su nacionalización es todo lo contrario a una expropiación o a una expoliación, puesto que el gobierno las ha vuelto a comprar “a precio de mercado”.

De esta forma PDVSA (la empresa petrolera estatal) compró EDC por 740 millones de dólares (su valor en la Bolsa) a la empresa AES Corporation. Paul Hanrahan, PDG de la AES, declaraba, luego de la firma del contrato: “yo pienso que la transacción es correcta. No estaba en nuestros planes vender EDC. Entendemos que ha sido una decisión estratégica del gobierno venezolano y la respetamos” (1). Es obvio que este empresario no tenía razones para quejarse de Chávez que, en el año 2000, ya electo presidente, había dado luz verde para la compra de EDC convirtiéndose luego en un jugoso negocio. Chávez, además, ¡había invitado a AES a que comprara la CANTV! Sin embargo, al final, fue la sociedad VERIZON quien se convirtió en su principal miembro accionista.

El año pasado VERIZON había anunciado su deseo de vender esta empresa junto a sus otras filiales en América Latina. Hubo prolongadas tratativas entre el mexicano Carlos Slim (quien destronó al americano Bill Gates como el hombre más rico del mundo) propietario de la compañía telefónica TELMEX, Verizon y las autoridades venezolanas (incluyendo una reunión entre Chávez y el antiguo primer ministro español, el socialista Felipe Gonzáles ¡quien trabaja para Slim!). Finalmente es el mismo gobierno Chávez quien decide comprar las acciones. Según las declaraciones de VERIZON, “la operación fue satisfactoria para ambas partes” (2).

La administración Chávez decidió “nacionalizar” igualmente los intereses petroleros, es decir, de llevar al 60% la parte estatal en la explotación de los yacimientos situados en la cuenca del Orinoco (la explotación de aceites extra-pesados más grande del mundo). Desde entonces, algunas empresas decidieron retirarse, pero otras compañías, como la francesa TOTAL, han aceptado las nuevas pautas. Según “Le Monde”, poco sospechoso de tener simpatías por Chávez: “Esta ‘renacionalización’ del sector petrolero, bajo forma de control mayoritario no sorprendió a nadie. Los contratos firmados en los años ‘90, cuando el petróleo se vendía a 10 dólares, habían otorgado a las multinacionales condiciones extremadamente favorables. (...) El actual boom petrolero hubiera empujado a la tentación [de las nacionalizaciones] a cualquier gobierno”, consideraba un ex-ingeniero de Total (3). En casi todos los países productores de petróleo, del Tchad a la Rusia, observamos la misma voluntad de los gobiernos de tratar de apropiarse de una parte más suculenta del pastel.

Estas nacionalizaciones venezolanas no tienen nada de extraordinario, ni mucho menos de anticapitalista. “Estamos lejos todavía de la ola de nacionalizaciones de 1981, en Francia”. Inútil explicar a los lectores que esta ola de nacionalizaciones de 1981 dejó intacto al capitalismo francés. Estas más bien lo consolidaron, recapitalizando ciertos sectores de la economía donde los capitalistas privados no tenían los medios suficientes para invertir; además, fue en los hechos durante el gobierno de Giscard-Barre que se nacionalizó, sin emplear la palabra, la industria siderúrgica francesa en plena disgregación, viniendo luego el gobierno socialista a efectuar el “trabajo sucio” de liquidar ciertos sectores supernumerarios, despidiendo la mayor cantidad posible de asalariados considerados sobrantes, y llevarla a ser una empresa rentable. Será luego otro gobierno socialista que las volverá a privatizar, empresas que luego los capitalistas privados se encargarán de vender a Mittal...

El marxismo siempre ha combatido la mentira reformista según la cual las nacionalizaciones realizadas por los Estados burgueses son medidas socialistas. Engels explicaba en el “Anti-Dühring” que el Estado burgués es un capitalista colectivo en teoría, que cuanto más se apodera de fuerzas productivas, más se convierte en capitalista colectivo en los hechos: la relación capitalista no es suprimida, ella es llevada al extremo.

Los pretendidos revolucionarios que gobiernan o difunden la propaganda chavista sobre la naturaleza socialista y antiimperialista de las renacionalizaciones actuales, no sólo sufren de la más crasa ignorancia con respecto al marxismo, sino también con respecto a la historia contemporánea del mundo y de... Venezuela: ¿había en ese país vestigios de socialismo antes de las privatizaciones emprendidas por Carlos Andrés Pérez? ¿O antes de que Chávez apoyara a la americana AES? Esto ya no es ignorancia, sino duplicidad.

“Business Week”, la revista económica más influyente en los medios financieros de Estados Unidos, nos aporta el punto de vista de los capitalistas de ese país: “No hay duda que Venezuela es, hoy en día, un lugar que genera muchas aprensiones. Pero bajo ciertos aspectos, los negocios no pueden ir mejor (...) A esto se le puede llamar una relación de amor-odio. Las empresas locales y extranjeras acumulan ganancias como nunca antes. Los flujos comerciales entre Venezuela y los Estados Unidos nunca antes habían sido tan espectaculares (...) Pero desde que Chávez declaró que el presidente Georges Bush era el enemigo público n°1, los americanos prefieren esconder la cara, aun cuando las 11000 compañías miembros de la Cámara bilateral de Comercio en Venezuela (Venancham) emplean a más de 650.000 personas. (...) Incluso las compañías petroleras internacionales – blanco preferido de las críticas de Chávez – tampoco cuentan con partir. Y aun si esta vez éstas están obligadas a ceder el control de sus proyectos a la sociedad estatal PDVSA, Chávez no tiene ningún interés en querellarse con ellas. Las empresas donde participan las sociedades petroleras extranjeras representan 40% de la producción petrolera de Venezuela. (...). Otras empresas no sólo aceptan a Chávez, sino que se benefician de sus programas. Tal como es el caso de Intel, etc.” (5).

Desde 1999, gracias a la alza ininterrumpida de los precios del petróleo, Venezuela, ubicada entre sus más grandes productores, ha multiplicado por cinco las ganancias obtenidas de su exportación. Esto ha permitido al gobierno de comprar la paz social, redistribuyendo entre la población más desfavorecida una parte de este maná (principalmente bajo la forma de “misiones” que aportan educación, atención médica, subvención a los rubros de primera necesidad, etc.). Por consiguiente, la pobreza ha bajado, según las cifras oficiales, de 62% de la población, en 2003, a 33,9% en 2006. Se puede discutir la veracidad de estas cifras, pero no hay duda que el éxito de los reformistas chavistas sobre los proletarios reposa en la efectividad material de estas redistribuciones.

Pero tampoco hay dudas de que se trata sólo de migajas que se desprenden de la renta petrolera. Según un informe (contestado por sectores oficiales, NdR) la desigualdad social ha aumentado durante el mismo período: ¡bajo la “revolución bolivariana”, los más ricos se han enriquecido más! La política económica gubernamental ha beneficiado, sobre todo, al sector bancario y a los diversos intermediarios, sin querer ni poder modificar la estructura del capitalismo venezolano, cuya economía depende, mucho más que antes, del petróleo.

Los proletarios siguen siendo proletarios, el 20% de inflación, provocado por el alto poder de liquidez de las capas medias parasitarias, erosionan cada vez más el salario real.

La buena burguesía acaudalada de Caracas detesta la propaganda socializante de un Chávez y desprecia a sus partisanos. Pero ella se guía ante todo por sus intereses y constata el aumento de sus beneficios. Es emblemática por ejemplo, la actitud de Cisneros, el magnate de los medias, la más grande fortuna de América Latina y la familia burguesa más influyente de Venezuela. En el pasado, Cisneros había financiado el ascenso al poder del popular coronel Chávez, como remedio a la profunda crisis de legitimidad que sufrían las estructuras políticas del país. Luego vino el tiempo en que el primero se opone a las reformas del segundo, reformas que eran bastante limitadas, y así es como Cisneros se transforma en la base principal de la oposición y del golpe de Estado contra Chávez. Los golpistas, confrontados al riesgo de un estallido social que no habían previsto, vuelven a instalar a Chávez en el poder, confirmando su rol de cortafuego caro a la burguesía. La oposición de derecha, siempre virulenta, se expresó entonces bajo modalidades menos explosivas (huelgas patronales, saboteo a la producción petrolera, etc.) (7).

En 2004, en medio de un referéndum antigubernamental que había propuesto la oposición, se realiza un encuentro entre Chávez y Cisneros, el cual contó con la presencia del expresidente norteamericano Carter, que había venido para asegurar la regularidad de tales comicios. A la salida de esta reunión, Chávez declaraba que Cisneros “comprendió que podía coexistir con la transformación de la sociedad en un sentido socialista al cual [Chávez] aspiraba” (8). Que el primer grupo capitalista privado de Venezuela pueda coexistir con una transformación socialista, habla demasiado sobre la realidad de esta seudo-transformación.

En todo caso, lo que Cisneros había muy bien comprendido era que Chávez no quería tomarlas con los capitalistas. Así, luego de la última campaña electoral presidencial, la planta de televisión de Cisneros favoreció claramente a Chávez consagrándole 84% de su programación política, contra sólo 16% a su rival...

Apoyado por grandes capitalistas, debidamente compensados, como es el caso de los beneficios records obtenidos por la banca privada, la pseudo “revolución bolivariana” es tanto mejor tolerada por la burguesía cuanto mejor logra anestesiar a las grandes masas proletarias. Pero el número de ilusionista de un Chávez no puede durar más que un tiempo, el tiempo que determina el crecimiento económico mundial y los altos precios del petróleo.

Los resquebrajamientos de la Bolsa son los síntomas que preludian la crisis económica que, bajo el capitalismo, es el resultado inevitable de la prosperidad. De allí que las consecuencias de las crisis se harán sentir con más violencia en los países periféricos. Los proletarios venezolanos verán entonces a “su ejército” dirigir brutalmente sus fusiles contra ellos para salvar al capitalismo nacional. Desde ahora, el chavismo se prepara para esta eventualidad tratando de dotarse de un partido único, popular y patriótico, con los sindicatos a su favor, además de un embrión de milicias. Los proletarios de vanguardia deben prepararse también, trabajando a contracorriente, para arrojar las bases de una revolución monoclasista e internacional: la revolución comunista.

 


 

(1) Cf “The Washington Post”, 9/2/2007.

(2) Cf “The Times”, 14/2/2007. El cotidiano londinense cita también a un analista financiero para quien el precio “ha debido ser tremendamente favorables para VERIZON, si no hubieran sido mucho más lentos durante las negociaciones”. Al parecer VERIZON fue exonerada del pago de pensiones a sus empleados.

(3) Cf “Le Monde”, 7/7/2007.

(4) Declaración de un empleado de la embajada americana en Caracas, Ibidem.

(5) Cf “Business Week”, 25/6/2007.

(6) Cf “The Economist”, 11-17/8/2007.

(7) Ver nuestro análisis de este golpe fallido en “Le Prolétaire” n° 462, y en la revista en español «el programa comunista» n° 45.

(8) Cf. “El Nuevo Herald” (Miami), 8/7/2007.

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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