Huelga en la minería de Asturias y en el metal de Vigo

Por la defensa intransigente de las condiciones de vida del proletariado.

Por la lucha con medios y métodos de clase.

( Suplemento Venezuela  N° 17 de «El programa comunista» N° 49 ; Junio de 2012 )

 

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Desde el día 23 de mayo los trabajadores de las minas, especialmente las de Asturias pero también las de León, Palencia y otras provincias, están en huelga indefinida para exigir al gobierno central que no recorte las subvenciones directas a la producción de carbón, lo que prácticamente significaría su desaparición. A partir de comienzos de junio los trabajadores del transporte inter urbano primero y después los profesores interinos de Asturias se suman a la huelga. Por su parte los trabajadores de la industria naval auxiliar de Vigo han realizado varias manifestaciones durante el mes de mayo que han acabado con enfrentamientos directos tanto con la policía como con los propios miembros del comité de empresa.

Las políticas anti obreras que la burguesía lleva a cabo en España como en el resto de países sacudidos por la crisis capitalista mundial (aumento de la edad de jubilación, reforma laboral…) a través primero del gobierno socialista y ahora del gobierno del Partido Popular, tanto como la represión laboral, los despidos que se cuentan por miles cada mes en todas las ciudades de España, los recortes en los servicios básicos o las bajadas de sueldo generalizadas para los trabajadores del sector público de las comunidades autónomas más endeudadas, han pasado hasta ahora por encima de los proletarios, que ven sus condiciones de vida deteriorarse continuamente sin que parezca haber otra alternativa. Sin duda el malestar social ha crecido notablemente, sobre todo entre la clase trabajadora, que sufre más directamente que ninguna otra todo el peso de la llamada situación de urgencia con cuyos golpes de efecto la burguesía busca remodelar tanto la legislación general que aún otorgaba hasta hace poco a los trabajadores algunas ventajas sociales como la misma situación dentro de las empresas donde más que nunca gobierna el despotismo patronal hasta en los niveles más superficiales. Pero ese malestar no pasa de ser aún una vaga expresión de disconformidad, democráticamente encauzada hacia la protesta ciudadana, simbólica, legalista, confiada en que las leyes burguesas todavía salven algo del barco que sin duda se hunde… En suma, una situación de frustración socialmente aceptada para la cual parece no haber solución.

Los sindicatos amarillos, aquellos que no solamente se encuentran directa e indirectamente financiados por el Estado y por las distintas empresas en las que tienen presencia sino que, además, clara y llanamente, han inscrito entre sus principios el deber de defender la economía nacional, de salvaguardar a cualquier precio la buena marcha de la producción y de llevar a los trabajadores a la solidaridad con la burguesía a favor de un interés común por el cual estos deberían sacrificarse, estos sindicatos conciliadores y derrotistas, se encargan de mantener a la clase proletaria atada de pies y manos frente a los golpes que se le lanzan desde todas partes. Con convocatorias únicamente de manifestaciones simbólicas, de huelgas pactadas con antelación con la patronal y el gobierno o con la desorganización sistemática en los puestos de trabajo de cualquier tendencia a la lucha por resistir a las condiciones de existencia especialmente gravosas que hoy se imponen en todas partes. Dos huelgas generales en tres años y una decena larga de manifestaciones con gran convocatoria… actos exclusivamente dirigidos al desahogo de la tensión acumulada con el fin de que el ciclo de la ganancia capitalista pueda seguir realizándose sin mayores trabas por parte de los trabajadores.

Por su parte las movilizaciones de estratos sociales intermedios que comenzaron con el 15 de mayo de hace un año, han seguido exactamente la misma tónica que necesariamente portan consigo las capas sociales que han tenido la dirección de este movimiento siempre en sus manos: defensa de la democracia, confianza en que la colaboración entre clases podrá salvar los escollos que la crisis capitalista plantea de una manera satisfactoria para toda la sociedad, etc.  El proletariado se encuentra cogido, en este aspecto, por una tenaza. A un lado la dirección amarilla, claudicante y conciliadora de los sindicatos amarillos. En el otro las tendencias conformadas bajo el hálito de la autonomía y la espontaneidad, que sin duda manifiestan un profundísimo malestar social pero que, de hecho, son idénticas a la anterior, demostrando una vez más que tampoco la lucha de clases es una cuestión de formas de organización.

Pero pese a estas fuerzas políticas e ideológicas que trabajan para mantener al proletariado en su papel de víctima de las inclemencias de un mundo que se representa como puramente irracional y sin embargo, también, como el único posible, otras fuerzas materiales de muchísima mayor profundidad y envergadura, fuerzas que discurren por el subsuelo social desgastando los cimientos de cualquier equilibrio entre las clases sociales, tienden a romper las cuerdas que frenan la reacción de la clase obrera. Hoy esto sucede, justamente, de manera aún sólo tendencial y aparecen de manera episódica sucesos  que quizás desaparecen al poco tiempo de comenzar pero que, sin duda, marcan un camino.

Las huelgas de los mineros en Asturias (que de hecho han arrastrado por primera vez en décadas a otros sectores, como el de los conductores del transporte interurbano y el de los profesores interinos de secundaria, a la lucha) y la de los trabajadores de las industrias auxiliares del sector naval en Vigo, son dos ejemplos no sólo de que el enfrentamiento social volverá sino de que lo hará a través de unas formas que serán las adecuadas para que el proletariado combata y venza imponiendo sus intereses de clase inmediatos. Efectivamente, incluso la prensa burguesa de izquierda ha reconocido que lo más preocupante de las luchas en Asturias es que con ella reaparecen «las escenas de guerrilla urbana de los ´80 y que amenaza con colapsar la región». Ese es el gran miedo que empresarios, burgueses pero también los dirigentes del sindicalismo amarillo, tienen, que los proletarios se coloquen sobre el terreno del enfrentamiento abierto, clase contra clase. Más allá de la «guerrilla», que los proletarios utilicen los medios y los métodos que le pueden colocar en situación de doblegar a su enemigo de clase a través del daño provocado a la producción. Con huelgas indefinidas, con piquetes organizados para parar el trabajo no sólo en tal o cual fábrica sino en zonas enteras, con la extensión de la solidaridad y la lucha entre el resto de los trabajadores.  Basta con ver la diferencia entre la permisividad mostrada por las autoridades con las protestas inútiles, con las manifestaciones monótonamente abocadas a la nada, con las reivindicaciones o el desahogo simbólico de un día y la dureza con la que trata las huelgas obreras, aún siendo huelgas todavía controladas por las fuerzas de la contención social. Pero también basta con ver cómo la misma represión lanzada contra los trabajadores en forma de policía o Guardia Civil no es suficiente para acabar con la lucha.

Los proletarios pueden vencer en sus luchas. Y podrán remontar la situación de derrota permanente que hoy sufren a condición de que reanuden el enfrentamiento abierto contra sus enemigos de clase. A condición de que se dispongan combatir tomando la lucha en sus propias manos, defendiendo únicamente los intereses que tienen como clase, aún los más inmediatos y concretos y, sobre todo, recuperando los medios y los métodos del enfrentamiento clasista. Estos métodos pasan por extender la unidad de clase en todas las situaciones, por acabar con la competencia que se hacen unos proletarios a otros, por dañar realmente la producción como manera de doblegar al patrón, por defenderse de las agresiones que el Estado a través de sus cuerpos represivos utiliza para liquidar su lucha. Los proletarios pueden y deberán luchar y podrán hacerlo únicamente si logran colocarse sobre el terreno de la lucha de clase abierta, por tanto no sólo de la lucha defensiva u ofensiva sobre el terreno económico sino también de la lucha política, revolucionaria, cuyo órgano es el partido de clase. Porque, de lo contrario, únicamente puede aspirar continuar en el oscuro túnel de miseria y explotación en el que la burguesía le ha colocado.

 

Por la reanudación de la lucha de clase.

Por la defensa intransigente de los métodos y medios de lucha clasista

Por la reconstitución del Partido Comunista, internacional e internacionalista.

 

Junio de 2012

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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