Amadeo Bordiga

PARTIDO Y CLASE

( Suplemento Venezuela  N° 20 de «El programa comunista» N° 51 ; Diciembre de 2015 )

 

Volver sumarios

 

 

En las «Tesis sobre la función del Partido Comunista en la Revolución proletaria», aprobadas por el II° Congreso de la Internacional Comunista, tesis que se inspiran verdadera y profundamente en la doctrina marxista, se asume como punto de partida la definición de las relaciones entre partido y clase, y se establece que el partido de clase no puede comprender en sus propias filas más que a una parte de la clase misma - jamás su totalidad, ni quizás aún su mayoría.

Esta verdad evidente hubiera sido mejor puesta de relieve si se hubiera precisado que no se debería ni siquiera hablar de clase cuando no existe una minoría de esta clase tendiente a organizarse en partido político.

¿Qué es, en efecto, según nuestro método crítico, una clase social? ¿La explicamos nosotros acaso a partir de una constatación puramente objetiva, exterior, de la analogía de condiciones económicas y sociales de un gran número de individuos, y de las posiciones que ellos ocupan en el proceso productivo? Sería demasiado poco. Nuestro método no se para a describir el conjunto social tal cual es en un momento dado, a trazar en abstracto una línea que divida en dos partes los individuos que lo componen, como en las clasificaciones escolásticas de los naturalistas. La crítica marxista ve la sociedad humana en movimiento, en su desarrollo en el curso del tiempo, con un criterio esencialmente histórico y dialéctico, es decir, estudiando el encadenamiento de los sucesos en sus relaciones de influencia recíproca.

En lugar de sacar - como en el viejo método metafísico - una instantánea de la sociedad en un momento dado, y luego trabajar sobre ella para reconocer así las diversas categorías en las cuales los individuos que la componen deben ser clasificados, el método dialéctico ve la historia como un film que desarrolla sus cuadros unos después de otros; y es en los caracteres sobresalientes del movimiento de los mismos que se debe buscar y reconocer a la clase.

En el primer caso, caeríamos en las mil objeciones de los estadísticos puros, de los demógrafos - gente corta de vista por excelencia - que reexaminarían las divisiones haciendo observar que no hay dos clases, o tres, o cuatro, sino que pueden existir diez o cien o mil, separadas por graduaciones sucesivas y zonas intermedias indefinibles. En el segundo caso, tenemos elementos bien diferentes para reconocer a este protagonista de la tragedia histórica que es la clase, para fijar sus caracteres, su acción, sus finalidades, que se concretan en manifestaciones de evidente uniformidad, en medio de la mutabilidad de un cúmulo de hechos que el pobre fotógrafo de la estadística registraba en una fría serie de datos sin vida.

Para decir que una clase existe y actúa en un momento de la historia, no nos bastará pues saber cuántos eran, por ejemplo, los mercaderes de Paris bajo Luis XVI o los landlords ingleses en el siglo XVIII, o los trabajadores de la industria manufacturera belga en los albores del siglo XIX. Tendremos que someter un periodo histórico entero a nuestra investigación lógica, encontrar en él un movimiento social, y por lo tanto político, que, a pesar de los altos y bajos, de los errores y éxitos a través de los cuales busca su vía, se adhiera de manera evidente al sistema de intereses de una fracción de los hombres ubicada en ciertas condiciones por el modo de producción y por su evolución.

Así, Federico Engels, en uno de los primeros de sus clásicos ensayos de este método, sacaba de la historia de las clases trabajadoras inglesas la explicación de una serie de movimientos políticos y demostraba la existencia de una lucha de clase.

Este concepto dialéctico de la clase nos pone por encima de las pálidas objeciones del estadístico. Él perderá el derecho de ver las clases opuestas como si estuviesen netamente divididas sobre la escena de la historia a la manera de las masas corales sobre las tablas de un escenario; él no podrá deducir nada contra nuestras conclusiones del hecho de que en la zona de contacto acampan estratos indefinibles, a través de los cuales tiene lugar un intercambio osmótico de individuos aislados, sin que por ello la fisonomía histórica de las clases  presentes sea alterada.

 

 *   *   *

 

El concepto de clase no debe pues suscitar en nosotros una imagen estática, sino una imagen dinámica. Cuando distinguimos una tendencia social, un movimiento hacia determinadas finalidades, podemos reconocer la existencia de una clase en el verdadero sentido de la palabra. Pero entonces existe, de manera substancial si no aún de manera formal, el partido de clase.

Un partido vive cuando viven una doctrina y un método de acción. Un partido es una escuela de pensamiento político y, por consiguiente, una organización de lucha. El primero es un hecho de conciencia, el segundo es un hecho de voluntad, más precisamente, de tendencia a una finalidad.

Sin estos dos caracteres nosotros no poseemos aún la definición de una clase. El frío registrador de datos puede, repitámoslo, constatar afinidades en las condiciones de vida de agrupamientos más o menos grandes, pero sin aquéllos ninguna huella se graba en el devenir de la historia.

Y esos dos caracteres sólo pueden encontrarse condensados, concretados en el partido de clase. Así como la clase se forma con el perfeccionamiento de determinadas condiciones y relaciones surgidas de la afirmación de nuevos sistemas de producción - como por ejemplo con la aparición de grandes establecimientos que utilizan una fuerza motriz, y que reclutan y forman una mano de obra numerosa -, la influencia de los intereses de tal colectividad comienza a concretarse gradualmente en una conciencia más precisa, que comienza a delinearse en pequeños grupos de la misma. Cuando la masa es empujada a la acción, son sólo estos primeros grupos, que poseen la previsión de un objetivo final, los que sostienen y dirigen al resto.

Este proceso debe ser concebido, cuando nos referimos a la clase proletaria moderna, como concerniendo, no a una categoría profesional, sino a todo el conjunto de la clase, y entonces se ve cómo una conciencia más precisa de una identidad de intereses va apareciendo, pero también que esta conciencia es el resultado de un complejo de experiencias y de nociones tal, que sólo puede encontrarse en grupos limitados que comprenden elementos seleccionados de todas las categorías. Y que la visión de una acción colectiva, que tienda a objetivos generales que interesen a toda la clase, y que se concentran en el propósito de cambiar todo el régimen social, sólo puede estar clara en una minoría avanzada.

Estos grupos, estas minorías, no son otra cosa que el partido. Cuando la formación del mismo ha alcanzado un cierto estadio, aunque es algo seguro que ésta no avanzará jamás sin detenciones, crisis, conflictos internos, entonces podemos decir que tenemos una clase en acción. Pese a  que no comprende más que a una parte de la clase, es sólo el partido quien le da la unidad de acción y de movimiento, porque agrupa aquellos elementos que, superando los límites de categoría y de localidad, sienten y representan a la clase.

Esto vuelve más claro el sentido de la verdad fundamental: el partido es sólo una parte de la clase. Quien, mirando la imagen fija y abstracta de la sociedad distinguiese allí una zona, la clase, y en ella un pequeño núcleo, el partido, caería fácilmente en la consideración que toda la parte de la clase, casi siempre la mayoría, que queda fuera del partido, podría tener un peso mayor, mayores derechos. Pero por poco que se piense que en esa gran masa restante los individuos no tienen todavía conciencia y voluntad de clase, que viven para su propio egoísmo, o para la categoría, o para la patria chica, o para la nación, se verá que para asegurar en el movimiento histórico la acción de conjunto de la clase, es necesario un organismo que la anime, la cimiente, la preceda, la encuadre - ésa es la palabra - y se verá que el partido es en realidad el núcleo vital, sin el cual no habría ninguna razón para considerar a la masa restante como un haz de fuerzas.

La clase presupone el partido, porque para existir y moverse en la historia la clase debe tener una doctrina crítica de la historia y un objetivo final que alcanzar en ésta.

(sigue en el próximo número)

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

Volver sumarios

Volver catálogo de las publicaciones

Top