Plataforma de la internacional comunista

( Suplemento Venezuela  N° 24 de «El programa comunista» N° 53 ; Marzo de 2020 )

 

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Presentación

 

 

En marzo de 1919, una nueva Internacional se fundaba en Moscú. Ella sustituía a la Segunda Internacional que se había hundido en la traición y la blasfemia; fundada para concretar la fórmula del Manifiesto Comunista: ¡Proletarios de todos los países, uníos!, en el momento decisivo forma una «santa alianza» con su propia burguesía en casi todos los países (con la excepción de Rusia, y en mucho menor medida, Serbia e Italia), para llamar a los proletarios a degollarse mutuamente en los campos de batalla. Evidentemente esta traición no caía del cielo. Conocemos la fórmula de su principal teórico, el socialista alemán Kautsky, para disculpar la actitud de la Segunda Internacional: «La Internacional no es un arma eficaz en tiempos de guerra».

Esta afirmación de que la Segunda Internacional solo podía funcionar en periodos tranquilos y pacíficos, era reconocer que en el fondo no era una Internacional revolucionaria y que, más allá de su discurso, su actividad no pasaba de la lucha por reformas dentro del capitalismo.

A comienzos de siglo, el socialista Bernstein generó un escándalo al afirmar que la socialdemocracia (nombre oficial de los partidos socialistas) era de hecho solo un partido reformista y que, por lo tanto, tenía que «revisar» su programa, abandonando sus proclamas revolucionarias. Debía romper con el antidemocratismo, el revolucionarismo y el catastrofismo «cuarentiochista» de Marx y Engels ya que, según Bernstein, el capitalismo moderno había superado su época primitiva de crisis y guerras para entrar en un período de expansión económica y de progreso social ininterrumpidos. Kautsky fue uno de los que luchó contra el «revisionismo» de Bernstein y reafirmó el carácter revolucionario de la socialdemocracia y la validez de las tesis marxistas.

Pero derrotado en el Congreso Socialista, Bernstein realmente triunfó en la práctica (y es irónico que fuera parte de los opositores – ¡tímidos! – a la guerra, mientras que Kautsky la justificó). La perspectiva revolucionaria, el llamado «programa máximo» fue relegado a los grandes discursos de los Congresos, mientras que el «programa mínimo» (las reformas, la lucha sindical elemental, la lucha electoral) constituyó la realidad cotidiana de la actividad de los partidos.

La corriente de derecha en el movimiento socialista, llamada «oportunista» porque abandonó los principios y el programa para lograr el éxito inmediato al adaptarse a la presión de la sociedad burguesa, se convirtió en el verdadero jefe de la política socialista. En particular, la Segunda Internacional organizó manifestaciones contra la guerra y multiplicó declaraciones internacionalistas; pero no había preparado ninguna acción práctica para oponerse concretamente a los preparativos de guerra, ni sabotaje al esfuerzo de guerra; la única perspectiva de acción prevista era a nivel parlamentario: la posible negativa a votar los créditos de guerra según lo estipulado en su programa – ¡y ni siquiera tuvo la fuerza para hacer frente a la presión burguesa, que se expresó en toda su fuerza a través de la corriente oportunista!

 

EL PARTIDO MUNDIAL DE LA REVOLUCIÓN COMUNISTA

 

La nueva Internacional debía ser radicalmente diferente a la vieja Internacional degenerada; tenía que ser una Internacional de acción revolucionaria, abolir la brecha entre el programa mínimo y el programa máximo y reanudar en los planos programático y político con las posiciones marxistas auténticas; a nivel organizativo, en contraste con el vago federalismo de la Segunda Internacional, tuvo que fijarse el objetivo de lograr la mayor centralización y unidad de acción posibles, para convertirse efectivamente en el partido mundial de la revolución comunista.

Esta línea fue desde el principio la del partido bolchevique; con la experiencia de su lucha feroz contra el oportunismo y el reformismo, este ya había tenido una experiencia de lucha real contra la guerra y contra la «santa alianza» en el momento de la guerra ruso-japonesa en 1904-1905.

Pero fue difícil para él convencer a los socialistas internacionalistas de otros países, que eran reacios a romper con la Segunda Internacional. En septiembre de 1915, en la conferencia en la ciudad suiza de Zimmerwald, conferencia cuya importancia política se debe al hecho de que fue la primera manifestación pública del internacionalismo proletario después de la tragedia de la traición del socialismo oficial – la izquierda era muy minoritaria; incluso los partidarios de Rosa Luxemburgo prefirieron quedarse con los «centristas» (de los cuales Kautsky formaba parte). En la reunión siguiente, en Kienthal (abril de 1916), nuevamente hubo, aunque en menor medida, otros grupos que se unieron a los bolcheviques, mientras que los luxemburguistas se acercaron a ellos en ciertas votaciones.

Pero esta polarización nacía lentamente, mientras que la influencia centrista, no revolucionaria, seguía todavía presente y mayoritaria en el «movimiento de Zimmerwald» – un «atolladero», según Lenin que, en abril de 1917, escribía en su «proyecto de plataforma por el partido del proletariado», un capítulo titulado: «La Internacional de Zimmerwald ha fracasado. Tenemos que fundar la Tercera Internacional» (1):

«La Internacional de Zimmerwald adoptó desde el principio una actitud vacilante, ‘kautskyista’, ‘centrista’, que inmediatamente obligó a la izquierda de Zimmerwald a desolidarizarse, separarse de ella y a lanzar su propio manifiesto (...) El principal defecto de la Internacional de Zimmerwald, la causa de su bancarrota (porque ya había quebrado ideológica y políticamente), es su fluctuación, su indecisión en la cuestión esencial, lo que determina a todas los demás: la de la ruptura total con el socialchovinismo y la antigua Internacional socialchovinista. (...) Ya no podemos tolerar el atolladero de Zimmerwald (...) Nuestro partido no debe ‘esperar’; debe fundar la Tercera Internacional de inmediato».

Sin embargo, fue necesario esperar todavía a que la revolución del 25 de octubre disipara los malentendidos, y a la ola revolucionaria que siguió al final de la guerra en 1918, para que la fundación de la Internacional Comunista se convirtiera en un hecho; aún cuando Rosa Luxemburgo estaba perfectamente consciente de su necesidad, sin embargo había ordenado expresamente al delegado alemán que esta fundación se retrasara hasta la victoria de la revolución en otros países, lo que ella consideraba cercano. Sabemos que fue la contrarrevolución de la que fue víctima con Liebknecht y un número indeterminado de proletarios, lo que estaba a punto de triunfar en Alemania.

De seguidas publicamos extractos de la plataforma que fue adoptada en el Congreso fundador, un texto que sigue siendo fundamental. Para presentarlo, no podemos hacer nada mejor que citar algunos pasajes del informe que Bujarin sostuvo para presentar el texto; hemos elegido la cuestión de la dictadura del proletariado.

 

DEMOCRACIA BURGUESA O DICTADURA DEL PROLETARIADO

 

(...) Cuando consideramos la cuestión de la democracia burguesa o de la dictadura del proletariado, lo más importante es mencionar, en primer lugar, que la democracia burguesa es en realidad solo la dictadura de la burguesía y, en segundo lugar, que esta se basa en una ficción, a saber, la ficción de la pretendida «voluntad del pueblo». Este fetiche, este falso concepto de la «voluntad del pueblo» es una consigna para todos los partidos. Tomemos cualquier panfleto del antiguo Partido Socialdemócrata, y encontraremos en innumerables frases la palabra sacramental «voluntad del pueblo».

En realidad, esta voluntad del pueblo no tiene sentido. La sociedad capitalista no es una totalidad cerrada cualquiera. De hecho, en la sociedad capitalista no hay una sociedad, sino dos. A la voluntad de la minoría explotadora, diametralmente se opone la voluntad de la mayoría explotada y es por eso que no puede existir una «voluntad del pueblo» unitaria que abarcaría a todas las clases. Ni siquiera podemos decir que podría haber un resultado de la voluntad de las diferentes clases; tal resultado es, en realidad, imposible porque una clase busca imponer su voluntad por diversos medios, por violencia brutal o por mentira ideológica; en realidad solo hay una voluntad dominante y no por coincidencia que en la democracia burguesa se defina particularmente la ficción de la voluntad del pueblo. Está claro que en la democracia burguesa solo se cumple la voluntad de la burguesía, no la del proletariado que, por el contrario, está totalmente oprimido en la democracia burguesa.

La segunda idea fundamental de esta plataforma es la antítesis entre la libertad formal de la democracia burguesa y la «realización material» de la libertad por parte de la dictadura del proletariado. La democracia burguesa proclamó diferentes libertades para todo el pueblo y, por consiguiente, también para las clases trabajadoras; pero mientras la base material se concentre en manos de las clases capitalistas, estas libertades serán inaccesibles para la clase trabajadora. La situación es similar con respecto a la libertad de prensa en los Estados Unidos: la censura estadounidense no prohíbe los periódicos proletarios, pero se niega a enviarlos por correo. Por lo tanto, la existencia formal de esta libertad de prensa no tiene importancia para el proletariado. Lo mismo ocurre con todas las demás libertades en la democracia burguesa. Como la burguesía posee edificios, papel, imprenta, en resumen, posee todo, el proletariado puede tener diferentes libertades formales, pero es incapaz de realizarlas. Es muy diferente en la dictadura del proletariado. No tenemos grandes discursos sobre las diferentes libertades. Garantizamos la realización de estas libertades por el hecho de que eliminamos las bases materiales de la sociedad capitalista, la propiedad, los medios materiales de la burguesía, para entregarlos a los trabajadores, a los campesinos pobres, es decir, al pueblo real.

En tercer lugar, nuestra plataforma aún contiene la antítesis entre la dictadura burguesa y la dictadura proletaria en lo que respecta a la participación en el poder estatal. Aunque se habla mucho en la democracia burguesa sobre el hecho de que es el mismo pueblo el que gobierna (el término mismo de «democracia» significa de hecho «autogobierno del pueblo»), el pueblo en sí, es decir, en primer lugar, el proletariado, permanece totalmente aislado del aparato estatal en la democracia burguesa.

En las repúblicas democráticas burguesas de Suiza o Estados Unidos, la «participación» del proletariado en la administración estatal consiste únicamente en que tiene derecho a depositar cada cuatro años una pequeña tarjeta electoral en las urnas, cumpliendo así su «deber» como ciudadano. Todo el trabajo se confía a un miembro del Parlamento, muy a menudo a un diputado burgués, y el trabajador no sabe absolutamente cómo «trabajan» estos diputados. El trabajador está totalmente excluido del aparato de Estado.

Las cosas son muy diferentes en la dictadura del proletariado. El proletariado no solo participa en las elecciones, sino que es el miembro activo de todo el aparato estatal, de este gran mecanismo que se extiende por todo el país y que lo tiene entre sus manos. Todas las organizaciones de masas del proletariado se transforman aquí en auxiliares del poder estatal proletario y esto garantiza la participación constante del proletariado en la administración del Estado.

Ahora, camaradas, llega el punto que concierne a la expropiación de la burguesía, es decir, el aspecto económico de la dictadura del proletariado. Este aspecto de la dictadura del proletariado es tan importante como la toma del poder político. La dictadura política, la dictadura del proletariado es para nosotros simplemente un medio para lograr la transformación económica. La transformación de la sociedad capitalista en sociedad comunista tiene lugar en el campo de la transformación de la estructura económica de la sociedad moderna, y la transformación de las relaciones de producción es el objetivo principal de la dictadura del proletariado (...) ( 2).

 


 

(1) Cfr. Lenin, Obras Completas, volumen 24, p. 73, 75. Escrito en abril de 1917 para explicar las famosas «Tesis de abril» dedicadas a volver a poner al partido bolchevique en el camino de la lucha por la toma del poder, este folleto titulado «Las tareas del proletariado en nuestra revolución», no apareció sino en septiembre.

También podemos leer allí este pasaje: «Precisamente depende de nosotros, y precisamente en la actualidad, encontrar sin demora una nueva Internacional, una Internacional revolucionaria, proletaria; más exactamente, no debemos tener miedo de proclamar en voz alta que ya está fundada y que está actuando. Esta es la Internacional de los «verdaderos internacionalistas» que ya he enumerado. Ellos, y solo ellos, son los representantes, no los corruptores, de las masas revolucionarias internacionalistas. Estos socialistas son pocos. (...) No es el número lo que importa, sino la expresión fiel de las ideas y la política del proletariado verdaderamente revolucionario. Lo esencial no es ‘proclamar’ el internacionalismo; es saber ser, incluso en los momentos más difíciles, verdaderos internacionalistas».

(2) Informe de Bujarin sobre la Plataforma, 3/3/1919. cf http://archives autonomies. org/spip.php?article3675

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Plataforma de la internacional comunista

  

Las contradicciones del sistema mundial, antes ocultas en su seno, se revelaron con una fuerza inusitada en una formidable explosión: la gran guerra imperialista mundial.

El capitalismo intentó superar su propia anarquía mediante la organización de la producción. En lugar de numerosas empresas competitivas, se organizaron grandes asociaciones capitalistas (sindicatos, carteles, trusts), el capital bancario se unió al capital industrial, toda la vida económica cayó bajo el poder de una oligarquía capitalista que, mediante una organización basada en ese poder, adquirió un dominio exclusivo. El monopolio suplanta a la libre competencia. El capitalismo aislado se trasforma en miembro de una asociación capitalista. La organización remplaza a la anarquía insensata.

Pero en la misma medida en que, en los Estados considerados separadamente, los procedimientos anárquicos de la producción capitalista eran remplazados por la organización capitalista, las contradicciones, la competencia, la anarquía alcanzaban en la economía mundial una mayor acuidad. La lucha entre los mayores Estados conquistadores conducía inflexiblemente a la monstruosa guerra imperialista. La sed de beneficios impulsaba al capitalismo mundial a la lucha por la conquista de nuevos mercados, de nuevas fuentes de materia bruta, de mano de obra barata de los esclavos coloniales. Los Estados imperialistas que se repartieron todo el mundo, que trasformaron a millones de proletarios y de campesinos de África, Asia, América, Australia en bestias de carga, debían poner en evidencia tarde o temprano en un gigantesco conflicto la naturaleza anárquica del capital. Así se produjo el más grande de los crímenes: la guerra del bandolerismo mundial.

El capitalismo intentó superar las contradicciones de su estructura social. La sociedad burguesa es una sociedad de clases. Pero el capital de los grandes Estados «civilizados» se esforzó por ahogar las contradicciones sociales. A expensas de los pueblos coloniales a los que destruía, el capital compraba a sus esclavos asalariados, creando una comunidad de intereses entre los explotadores y los explotados, comunidad de intereses dirigida contra las colonias oprimidas y los pueblos coloniales amarillos, negros o rojos. Encadenaba al obrero europeo o americano a la «patria» imperialista.

Pero este mismo método de continua corrupción, originado por el patriotismo de la clase obrera y su sujeción moral, produjo, gracias a la guerra, su propia antítesis. El exterminio, la sujeción total del proletariado, un monstruoso yugo, el empobrecimiento, la degeneración, el hambre en el mundo entero, ese fue el último precio de la paz social. Y esta paz fracasó. La guerra imperialista se trasformó en guerra civil.

Una nueva época surge. Época de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Época de la revolución comunista del proletariado.

(…)

 

LA CONQUISTA DEL PODER POLÍTICO

 

La conquista del poder político por parte del proletariado significa el aniquilamiento del poder político de la burguesía. El aparato gubernamental con su ejército capitalista, ubicado bajo el mando de un cuerpo de oficiales burgueses y de junkers, con su policía y su gendarmería, sus carceleros y sus jueces, sus sacerdotes, sus funcionarios, etc., constituye en manos de la burguesía el más poderoso instrumento de gobierno. La conquista del poder gubernamental no puede reducirse a un cambio de personas en la constitución de los ministerios sino que debe significar el aniquilamiento de un aparato estatal extranjero, la apropiación de la fuerza real, el desarme de la burguesía, del cuerpo de oficiales contrarrevolucionarios, de los guardias blancos, el armamento del proletariado, de los soldados revolucionarios y de la guardia roja obrera, la destitución de todos los jueces burgueses y la organización de los tribunales proletarios, la destrucción del funcionarismo reaccionario y la creación de nuevos órganos de administración proletarios. La victoria proletaria es asegurada por la desorganización del poder enemigo y la organización del poder proletario. Debe significar la ruina del aparato estatal burgués y la creación del aparato estatal proletario. Sólo luego de la victoria total, cuando el proletariado haya roto definitivamente la resistencia de la burguesía, podrá obligar a sus antiguos adversarios a servirlo útilmente, orientándolos progresivamente bajo su control, hacia la obra de construcción comunista.

 

DEMOCRACIA Y DICTADURA

 

Como todo Estado, el Estado proletario representa un aparato de coerción y este aparato está ahora dirigido contra los enemigos de la clase obrera. Su misión consiste en quebrar e imposibilitar la resistencia de los explotadores, empleando en su lucha desesperada todos los medios para ahogar en sangre la revolución. Por otra parte, la dictadura del proletariado, al hacer oficialmente de esta clase la clase gobernante, crea una situación transitoria.

En la medida en que se logre quebrar la resistencia de la burguesía, ésta será expropiada y se trasformará en una masa trabajadora; la dictadura del proletariado desaparecerá, el Estado fenecerá y las clases sociales desaparecerán junto con él.

La llamada democracia, es decir la democracia burguesa, no es otra cosa que la dictadura burguesa disfrazada. La tan mentada «voluntad popular» es una ficción, al igual que la unidad del pueblo. En realidad, existen clases cuyos intereses contrarios son irreductibles. Y como la burguesía sólo es una minoría insignificante, utiliza esta ficción, esta pretendida «voluntad popular», con el fin de consolidar, en medio de bellas frases, su dominación sobre la clase obrera para imponerle la voluntad de su clase. Por el contrario, el proletariado, que constituye la gran mayoría de la población, utiliza abiertamente la fuerza de sus organizaciones de masas, de sus soviets, para aniquilar los privilegios de la burguesía y asegurar la transición hacia una sociedad comunista sin clases.

La esencia de la democracia burguesa reside en un reconocimiento puramente formal de los derechos y de las libertades, precisamente inaccesibles al proletariado y a los elementos semi-proletarios, a causa de la carencia de recursos materiales, mientras que la burguesía tiene todas las posibilidades de sacar partido de sus recursos materiales, de su prensa y de su organización, para engañar al pueblo. Por el contrario, la esencia del sistema de los Soviets – de este nuevo tipo de poder gubernamental – consiste en que el proletariado obtiene la posibilidad de asegurar de hecho sus derechos y su libertad. El poder del Soviet entrega al pueblo los más hermosos palacios, las casas, las tipografías, las reservas de papel, etc., para su prensa, sus reuniones, sus sindicatos. Sólo entonces es posible establecer la verdadera democracia proletaria.

Con su sistema parlamentario, la democracia burguesa sólo da el poder a las masas de palabra, y sus organizaciones están totalmente aisladas del poder real y de la verdadera administración del país. En el sistema de los Soviets, las organizaciones de masas gobiernan y por medio de ellas gobiernan las propias masas, ya que los Soviets llaman a formar parte de la administración del Estado a un número cada vez mayor de obreros; y de esta forma todo el pueblo obrero poco a poco participa efectivamente en el gobierno del Estado. El sistema de los Soviets se apoya de este modo en todas las organizaciones de masas proletarias, representadas por los propios Soviets, las uniones profesionales revolucionarias, las cooperativas, etcétera.

(…)

El sistema de los Soviets asegura de tal modo la posibilidad de una verdadera democracia proletaria, democracia para el proletariado y en el proletariado, dirigida contra la burguesía. En ese sistema, se asegura una situación predominante al proletariado industrial, al que pertenece, debido a su mejor organización y su mayor desarrollo político, el papel de clase dirigente, cuya hegemonía permitirá al semiproletariado y a los campesinos pobres elevarse progresivamente. Esas superioridades momentáneas del proletariado industrial deben ser utilizadas para arrancar a las masas pobres de la pequeña burguesía campesina de la influencia de los grandes terratenientes y de la burguesía, para organizarías y llamarlas a colaborar en la construcción comunista.

 

LA EXPROPIACIÓN DE LA BURGUESÍA Y LA SOCIALIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN

 

La descomposición del sistema capitalista y de la disciplina capitalista del trabajo tornan imposible – dadas las relaciones entre las clases – la reconstrucción de la producción sobre las antiguas bases. La lucha de los obreros por el aumento de los salarios, aun en el caso de tener éxito, no implica el mejoramiento esperado de las condiciones de existencia, pues el aumento de los precios de los productos invalida inevitablemente ese éxito. La enérgica lucha de los obreros por aumento de salarios en los países cuya situación es evidentemente sin salida, imposibilitan los progresos de la producción capitalista debido al carácter impetuoso y apasionado de esta lucha y su tendencia a la generalización. El mejoramiento de la condición de los obreros sólo podrá alcanzarse cuando el mismo proletariado se apodere de la producción. Para elevar las fuerzas productivas de la economía, para quebrar lo más rápidamente posible la resistencia de la burguesía, que prolonga la agonía de la vieja sociedad creando por ello mismo el peligro de una ruina completa de la vida económica, la dictadura proletaria debe realizar la expropiación de la alta burguesía y de la nobleza y hacer de los medios de producción y de trasporte la propiedad colectiva del Estado proletario.

El comunismo surge ahora de los escombros de la sociedad capitalista; la historia no dejará otra salida a la humanidad. Los oportunistas, en su deseo de retrasar la socialización por su utópica reivindicación del restablecimiento de la economía capitalista, no hacen sino aplazar la solución de la crisis y crear la amenaza de una ruina total, mientras que la revolución comunista aparece para la verdadera fuerza productora de la sociedad, es decir para el proletariado, y con él para toda la sociedad, como el mejor y más seguro medio de salvación.

La dictadura proletaria no significa ningún reparto de los medios de producción y de trasporte. Por el contrario, su tarea es realizar una mayor centralización de los medios y la dirección de toda la producción de acuerdo con un plan único.

El primer paso hacia la socialización de toda la economía implica necesariamente las siguientes medidas: socialización de los grandes bancos que dirigen ahora la producción; posesión por parte del poder proletario de todos los órganos del Estado capitalista que rigen la vida económica; posesión de todas las empresas comunales; socialización de las ramas de la industria que actúan sindicadas o como trusts; igualmente, socialización de las ramas de la industria cuyo grado de concentración hace técnicamente posible la socialización; socialización de las propiedades agrícolas y su trasformación en empresas agrícolas dirigidas por la sociedad.

En cuanto a las empresas de menor importancia, el proletariado debe, teniendo en cuenta su grado de desarrollo, socializarlas poco a poco.

Es importante señalar aquí que la pequeña propiedad no debe ser expropiada y que los pequeños propietarios que no explotan el trabajo de otros no deben sufrir ningún tipo de violencia. Esta clase será poco a poco atraída a la esfera de la organización social, mediante el ejemplo y la práctica que demostrarán la superioridad de la nueva estructura social que libera a la clase de los pequeños campesinos y la pequeña burguesía del yugo de los grandes capitalistas, de toda la nobleza, de los impuestos excesivos (principalmente como consecuencia de la anulación de las deudas de Estado, etc.).

(…)

 

EL CAMINO DE LA VICTORIA

 

El período revolucionario exige que el proletariado ponga en práctica un método de lucha que concentre toda su energía, es decir la acción directa de las masas, incluyendo todas sus consecuencias lógicas: el choque directo y la guerra declarada contra la maquinaria gubernamental burguesa. A ese objetivo deben ser subordinados todos los demás medios, tales como por ejemplo, la utilización revolucionaria del parlamentarismo burgués.

Las condiciones preliminares indispensables para esta lucha victoriosa son: la ruptura no solamente con los lacayos directos del capital y los verdugos de la revolución comunista – cuyo papel asumen actualmente los socialdemócratas de derecha – sino también la ruptura con el «Centro» (grupo Kautsky) que, en un momento crítico, abandona al proletariado y se une a sus enemigos declarados.

(…)

La Internacional que se revele capaz de subordinar los intereses llamados nacionales a los intereses de la revolución mundial logrará así la cooperación de los proletarios de los diferentes países, mientras que sin esta ayuda mutua económica, el proletariado no estará en condiciones de construir una nueva sociedad. Por otra parte, en oposición a la Internacional socialista amarilla, la Internacional proletaria y comunista sostendrá a los pueblos explotados de las colonias en su lucha contra el imperialismo, con el propósito de acelerar la caída final del sistema imperialista mundial.

Los malhechores del capitalismo afirmaban al comienzo de la guerra mundial que no hacían sino defender su patria. Pero el imperialismo alemán reveló su naturaleza bestial a través de una serie de sangrientos crímenes cometidos en Rusia, Ucrania, Finlandia. Y ahora se revelan a su vez, aún a los ojos de los sectores más atrasados de la población, las potencias de la Entente que saquean al mundo entero y asesinan al proletariado. De acuerdo con la burguesía alemana y los socialpatriotas, con la palabra de paz en los labios, se esfuerzan por aplastar, con ayuda de tanques y tropas coloniales ignorantes y bárbaras, la revolución del proletariado europeo. El terror blanco de los burgueses caníbales ha sido indescriptiblemente feroz. Las víctimas en las filas de la clase obrera son innumerables. La clase obrera ha perdido a sus mejores campeones: Liebknecht, Rosa Luxemburg.

El proletariado debe defenderse por todos los medios. La Internacional comunista convoca al proletariado mundial a esta lucha decisiva.

 

 ¡Arma contra arma! ¡Fuerza contra fuerza!

¡Abajo la conspiración imperialista del capital!

¡Viva la República internacional de los Soviets proletarios!

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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