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El Partido comunista internacional en el surco de las batallas de clase de la Izquierda Comunista y en el tormentoso camino de la formación del partido de clase
(Volumen I)
( Ediciones «el programa comunista» , Noviembre de 2020, A4, 100 páginas )
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El texto que sigue es la traducción de los primeros 19 capítulos del primer volumen, ya aparecido en italiano en 2010. Para facilitar la disponibilidad en formato digital en español, este texto está subdividido en dos tomos: el primero contiene, como decimos, los 19 primeros capítulos que tratan de los siguientes temas: nacimiento de la corriente de la izquierda marxista en Italia; formación del Partido Comunista de Italia; crisis de 1926 en el movimiento comunista internacional; estalinismo, frentes populares y participación en la IIª Guerra Mundial; oposición de Trotsky y de la Fracción del PcdI en el exterior; los necesarios balances históricos del curso contrarrevolucionario; restauración de la teoría marxista; constitución del partido comunista internacional y escisión de 1952 entre la corriente oportunista (Bataglia Comunista) y la corriente comunista (Il Programma Comunista). El segundo tomo, contendrá la traducción de los otros capítulos, del 20 al 23, que tratan del curso del desarrollo de todo el trabajo teórico y de la organización internacional seguido por el partido, identificado con la cabecera Il Programma Comunista de 1952, pasando por la formación de su sección francesa y llegando a 1965-66, cuando aparecen las basilares tesis “organizativas” de Nápoles y Milán.
* * * Il testo che segue è la traduzione dei primi 19 capitoli del primo volumetto già uscito in italiano nel 2010. Per facilitare la sua disponibilità nel formato digitale in lingua spagnola, questo testo viene suddiviso in due tomi: il primo contiene, come detto, i primi 19 capitoli che si occupano dei seguenti argomenti: nascita della corrente della sinistra marxista in Italia - formazione del Partito comunista d'Italia - crisi del 1926 nel movimento comunista internazionale - stalinismo, fronti popolari e partecipazione alla II guerra mondiale - opposizione di Trotsky e Frazione del PCd'I all'estero - i necessari bilanci storici del corso controrivoluzionario - restaurazione della teoria marxista - costituzione del partito comunista internazionalista e scissione del 1952 tra la corrente opportunista (battaglia comunista) e la corrente marxista (il programma comunista). Il secondo tomo, conterrà la traduzione degli altri capitoli, dal 20 al 23, che trattano del corso di sviluppo di tutto il lavoro teorico e dell'organizzazione internazionale proseguito dal partito, identificato con la testa "il programma comunista" dal 1952, attraverso la formazione della sua sezione francese e giungendo al 1965-66, in cui escono le basilari tesi "organizzative" di Napoli e Milano.
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Índice
• Introducción
1. Nacimiento de la corriente de la izquierda marxista en Italia
2. El Partido Comunista de Italia, sección de la Internacional Comunista
3. La izquierda comunista en línea con el marxismo intransigente
4. 1926: Punto de llegada y punto de partida de la atormentada génesis del Partido Mundial de clase del proletariado
5. La cuestión del fascismo
6. La Fracción de izquierda en el extranjero
7. La Fracción de izquierda y Trotsky
8. España, la Fracción y Trotsky
9. Alemania, la Fracción y Trotsky
10. La polémica acerca del renacimiento del Partido de clase
11. Hacia la segunda guerra imperialista mundial
12. La Fracción y los movimientos anticoloniales
13. 1936-1939: frentes populares, guerra de España, anticipación de la segunda guerra mundial
14. La segunda carnicería imperialista mundial y el oportunismo estalinista
15. Balances dinámicos y lecciones de la historia
16. El largo trabajo colectivo de restauración teórica, base para la reconstitución del Partido
- El rol del partido de clase
- La revolución múltiple
- La revolución anticapitalista occidental
- Partido y terreno sindical
- La «cuestión rusa»
17. Intermedio
18. «Cuestión rusa», pilar en la obra de restauración teórica
19. La escisión de 1952
- Rusia y «capitalismo de Estado» «cuestión sindical»
- Sobre la cuestión nacional y colonial
- La cuestión organizativa y la cuestión del partido
- La forma contra el contenido
Introducción
Un fantasma recorre Europa y el mundo, el fantasma de la Izquierda Comunista.
Hace seis años, se cumplieron 100 años desde que en Italia la corriente comunista intransigente, históricamente conocida como «Izquierda Comunista», inició su batalla teórica y política en defensa del marxismo; y dentro de poco habrá pasado un siglo del nacimiento del Partido Comunista de Italia, el único partido proletario y comunista que en el Occidente capitalista, desarrollado y democrático se formó «a la bolchevique», es decir con sólidas, férreas e intransigentes bases teóricas marxistas.
La Izquierda Comunista, que en los años Veinte del siglo pasado en Italia fue identificada como la corriente marxista abstencionista dirigida por Amadeo Bordiga y el grupo que fundó en Nápoles Il Soviet, hunde sus raíces en las batallas de clase conducidas en todos los planos, teórico, político, sindical, táctico y organizativo, en particular contra las variantes del reformismo (cultural, turatiano, gradualista, colaboracionista o maximalista), contra la guerra imperialista (y el chovinismo, el nacionalismo), contra la democracia y, sucesivamente, contra el fascismo entendidos como métodos de gobierno distintos pero igualmente burgueses y antiproletarios, y contra toda concesión no solo teórica y programática sino también táctica y organizativa a las lucecitas del democratismo y el expedientismo. Contra esta Izquierda Comunista las diversas y potentes fuerzas de la conservación social y de la reacción burguesa (tanto declaradamente burguesas, como oportunistas disfrazadas de revolucionarias y comunistas como el estalinismo) llevaron a cabo una batalla sin cuartel. Esta Izquierda Comunista, a causa de la mortal derrota de las luchas proletarias infligidas en el tiempo no solo por preponderantes fuerzas burguesas enemigas, sino sobre todo por el talón de hierro del estalinismo y del Estado ruso lanzados a la aceleración del desarrollo del capitalismo en Rusia, fue reducida a muy pocos elementos, además de estar dispersos en diversos países debido a la persecución fascista. Sin embargo, supo resistir a la trágica derrota de la revolución proletaria y comunista en Rusia y en el mundo, manteniendo sólido el hilo rojo del marxismo integral en el intento de consignar intacta, a las generaciones más jóvenes, el arma de la crítica, la teoría marxista, a través de un trabajo de balance y restauración teórica nunca desvinculado del esfuerzo por reconstituir el partido de clase y en contacto con la clase obrera en lucha. Solo a condición de vivificar una actividad con carácter de partido, en estricto contacto con la restauración teórica y programática del marxismo revolucionario, es que ha sido posible que incluso un pequeño núcleo de partido de clase logre transferir a la clase proletaria en lucha aquellas chispas de conciencia de clase que la lucha de clase misma genera, en la perspectiva de desarrollar una influencia poco a poco creciente en el proletariado en correspondencia con el desarrollo de la lucha de clase.
La historia de los movimientos políticos es historia de formaciones, desarrollo, crisis, escisiones y desapariciones. Lo que no desaparece, en la sociedad dividida en clases, es la lucha de clases. Mientras el capitalismo domine sobre la sociedad humana, no solo no desaparecerán, sino que tenderán a agudizarse las contradicciones sociales y el antagonismo entre las clases; el proletariado está histórica y materialmente forzado a la lucha de clase generada por el mismo desarrollo del capitalismo y sus contradicciones que se solucionan, en último análisis, con la miseria creciente y el empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de las grandes masas del proletariado. Y es sobre este empuje material e histórico de la clase proletaria a enfrentarse con la clase burguesa, desde el plano elemental de los intereses inmediatos, que se desarrolla el movimiento de clase del proletariado; movimiento que tiende a plantearse la gran cuestión del poder de clase, puesto que es el poder de clase de la burguesía que somete a las clases subalternas y, en particular, al proletariado asalariado, en condiciones de explotación cada vez más intolerables. Y es el desarrollo del movimiento de clase del proletariado, en su continua lucha contra la clase burguesa, elque ha creado históricamente las condiciones para el nacimiento del partido de clase, es decir, la específica organización política que se plantea la tarea de representar, en la lucha de clases, las finalidades históricas de la clase proletaria.
El desarrollo mismo del capitalismo, y de las luchas de clases, entre enfrentamientos violentos y tentativas revolucionarias, ha arrojado las bases materiales para la formación del partido político de la clase del proletariado, partido que, con la aparición del marxismo y del Manifiesto de 1848, será su unión, la superación de la competencia entre los mismo obreros que la burguesía de cada país tiene todo interés en alimentar y hacer permanente.
Toda lucha de clases es lucha política, afirma el Manifiesto de Marx-Engels, lucha que tiende a centralizarse y que requiere una organización específica: esta organización de los proletarios en clase, afirma el Manifiesto de 1848, es la organización en partido político, en el partido de clase que representa los intereses de toda la clase del proletariado contra los intereses de toda la clase burguesa. Y si en 1848, con el nivel de desarrollo capitalista y de las burguesías nacionales, era ya un resultado histórico que las numerosas luchas locales de los proletarios, haciendo posible las conexiones de las diversas localidades mediante los ferrocarriles, se centralizaban en una lucha nacional, hoy, a ciento sesenta años de distancia, las numerosas luchas nacionales de los proletarios de cada país tienden a unirse en una lucha internacional. Los movimientos del proletariado europeo contra la guerra en los años 1914-1918 y, en particular, en solidaridad con el proletariado ruso, victorioso en la revolución socialista de Octubre de 1917, han demostrado que el grito de batalla ¡proletarios de todo el mundo, uníos!, lanzado en 1848 por el Manifiesto de Marx y Engels no era solo una aspiración, sino un objetivo real de la guerra de clase que el proletariado está empujado a hacer contra todas las otras clases de la sociedad, burgueses, pequeño-burgueses y residuos de las viejas clases pre-capitalistas.
La «organización de los proletarios en clase, y por tanto, en partido político es sin cesar socavada por la competencia entre los mismos obreros», afirma el Manifiesto de 1848. Aquí no se habla de asociaciones económicas de tipo sindical, se habla de partido político; Marx y Engels escriben estas líneas por orden de la Primera Internacional, el primer partido político del proletariado a escala mundial, y ya estaban en la capacidad de afirmar que el partido de clase, aún siendo fundado sobre las bases del comunismo revolucionario y con un programa político de esta corriente, no obstante corría el riesgo de rupturas a causa de la competencia entre los mismos obreros. Aquí se refiere a un concepto caro a la Izquierda Comunista italiana, y reafirmado con vehemencia por Amadeo Bordiga en el trabajo de restauración de la doctrina marxista: el concepto de partido histórico y de partido formal. El partido histórico, esto es, la teoría, la doctrina marxista, es para nosotros, como lo ha sido para Lenin, invariante; en cambio el partido formal, la física organización de los proletarios en clase, y por tanto, en partido político, puede ser «socavada por la competencia entre los mismos obreros». El partido formal caduca, «pero, surge de nuevo, y siempre más fuerte, más firme, más potente», como la historia del movimiento proletario y comunista ha demostrado: después de la Primera, ha habido una Segunda y una Tercera Internacional, después de los partidos socialistas y socialdemócratas, hubo los partidos comunistas y, sobre todo, hubo el Partido Bolchevique en los tiempos de Lenin y el Partido Comunista de Italia en los tiempos de Lenin y Bordiga.
La caducidad del partido formal está determinada por las ondas oportunistas que agredieron las defensas inmunitarias del órgano-partido hasta obtener razón sobre ellos despedazándolos y transformándolos de partido político de clase del proletariado en partido político del proletariado al servicio de la clase dominante burguesa. Siempre han sido subestimadas por las fuerzas seudo-comunistas, en realidad oportunistas, las referencias a las bases materiales de la caducidad del partido de clase: la competencia entre los propios obreros, la cual representa la más dura oposición a la unión de los proletarios de las diversas localidades y países en un único gran movimiento de clase, internacionalista e internacional. La única y verdadera victoria de las luchas obreras no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Y esta unión no puede ser sino la unión de los intereses de clase, de los intereses que atañen a toda la clase proletaria por encima de las divisiones por categorías, por sector mercadotécnico, por edad, sexo o nacionalidad. Pero esta unión puede ser representada de un modo permanente, más allá de las vicisitudes de la lucha de clases y de la transitoriedad de los éxitos inmediatos, solo por aquella específica organización de los proletarios en clase que es el partido político de clase, el partido comunista, en la medida en que representa efectiva y coherentemente sus finalidades históricas.
El partido de clase, el partido comunista revolucionario, por causa de acontecimientos históricos desfavorables, puede ser incluso representado por unos pocos elementos – como sucedió con Marx y Engels, luego de la derrota de la revolución de 1848 – o por poquísimos elementos – como sucedió con Lenin, Zinoviev y otros pocos al comienzo de la Primera Guerra Mundial – o por un solo compañero de la Izquierda Comunista italiana, como ocurrió con Bordiga, en los años de la victoria del estalinismo, de la segunda guerra mundial y la posguerra. Usamos los nombres de los militantes del comunismo revolucionario no para alabar su individualidad, sino porque representan un movimiento bien preciso, el del marxismo integral que, sobre todo después de la victoria del estalinismo y la destrucción de la revolución proletaria en Rusia y en el mundo, solo la Izquierda Comunista pudo representar en el hilo del tiempo, más allá de las tentativas más o menos logradas de organizar en partido las siempre modestas fuerzas físicas de militantes en carne y hueso.
El partido histórico – es decir, la teoría – es invariante; tocar aunque solo sea una de sus partes equivale a tergiversar el todo y a abrazar una de las tantas teorías del adversario de clase; el partido formal – es decir la trabazón física organizada y disciplinada – caduca, puede formarse y desarrollarse en coherencia con el marxismo y devenir fuerte y compacto, tal como lo fue durante años el Partido Bolchevique de Lenin, pero puede corromperse y ceder a las influencias nefastas del oportunismo, puede ceder las «armas de la crítica» al enemigo y abrazar la «crítica de las armas» a su servicio, como demasiadas veces ha sucedido en la historia, por ejemplo, con la votación de los créditos de guerra de los viejos Partidos socialistas y socialdemócratas, con la participación en la guerra imperialista al servicio de uno de los frentes de guerra, tanto como fuerza de Estado (la URSS), como forma de partisanismo, en la participación en los gobiernos burgueses y en la represión de las luchas proletarias, insurreccionales o no. El partido histórico, en periodo extremadamente desfavorable no solo para las revoluciones proletarias, sino también para la misma lucha de clase elemental en defensa de las condiciones de vida y trabajo proletarias, puede sin embargo ser representado incluso solo por un núcleo muy pequeño de militantes organizados, o hasta puede ser representado por un escrito olvidado (Bordiga), pero está destinado a renacer en un partido formal tan pronto la situación madure hacia condiciones favorables a la reanudación de la lucha de clase; éste representa la conciencia histórica de clase del proletariado que lucha; representa la guía de la lucha proletaria sobre el terreno anti-capitalista, por cuanto condensa las experiencias históricas de las luchas pasadas, los balances de las derrotas sufridas y la perspectiva de la historia futura de las sociedades humanas, que se realizará – como ya ha ocurrido en las sociedades precedentes – a través de la revolución más profunda y universal que la historia humana jamás haya conocido, la revolución proletaria y comunista.
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Este texto que publicamos forma parte de un trabajo iniciado después que estalló la crisis en nuestro partido de ayer (1) en los años 1982-84 en el curso del balance de las crisis que golpearon al partido durante sus treinta años, desde su constitución a partir de la posguerra. Se busca aquí trazar una breve historia del Partido Comunista Internacional, nacido formalmente en 1952 con la escisión operada en el movimiento político organizado en torno al periódico «battaglia comunista» [batalla comunista] como Partido Comunista Internacionalista.
Este trabajo no puede ser apreciado sino en estrecha relación con la Historia de la Izquierda Comunista, cuya redacción fue posible solo a través de un largo trabajo de partido que comenzó en las reuniones generales de los años Sesenta del siglo pasado, constantemente publicadas en el arco de veinte años en el órgano del partido «programma comunista»; hasta 1969 estuvo presente y activo Amadeo Bordiga y, posteriormente, presente y activo el compañero Bruno Maffi que se propuso la tarea de llevarlo adelante.
En marzo de 1964 sale, dirigido por el partido, el primer tomo de la Historia de la Izquierda Comunista, en el cual viene trazado el trayecto histórico de la corriente de la Izquierda Comunista de Italia dentro del movimiento proletario revolucionario mundial. Este trabajo de partido no habría tenido ningún sentido si no hubiese sido planteado de este modo: la formación y desarrollo de una Izquierda Comunista revolucionaria en Italia fueron inseparables del movimiento proletario y comunista europeo y mundial. En el desarrollo del movimiento político en Italia, la corriente del comunismo revolucionario (aunque por algunas décadas el punto de referencia haya sido el Partido socialista, como en muchos otros países europeos) se desarrolló a través de diversos estadios de madurez, pero ligada sólidamente a una trayectoria histórica caracterizada por una más estrecha e intransigente coherencia con el marxismo. Y esta intransigencia es para nosotros fundamental e indispensable para la formación de la Primera Internacional, con Marx y Engels y de la Segunda, con Engels vivo todavía, en la formación del Partido Bolchevique en la Rusia de Lenin y en la formación del Partido Comunista de Italia con Bordiga, como en la formación de la Tercera Internacional, la Internacional Comunista, bajo el impulso del Partido Bolchevique victorioso en la revolución de Octubre y en la victoriosa y férrea dictadura proletaria en Rusia.
Para nosotros, tal como siempre ha sido remachado por el partido de ayer, y por Amadeo Bordiga en particular, la Izquierda Comunista se entiende siempre históricamente como una corriente internacional del marxismo, según sus tiempos desiguales de maduración, según los países y según las más o menos consistentes expresiones físicas organizadas. La necesidad de caracterizarla como «izquierda» ha sido determinada por los mismos progresos de la lucha política en el seno de las formaciones políticas del proletariado, y por la lucha que el comunismo auténtico, intransigente, coherente, no adulterado, debiera terminar por su definición teórica en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848 contra las diferentes olas del oportunismo que, con mayor o menor éxito, atacarán insistentemente la teoría del comunismo revolucionario que no es otra que el marxismo. Sostenemos abiertamente que la corriente de la Izquierda Comunista a la cual nos ligamos es, en realidad, la aplicación, en las sucesivas etapas históricas atravesadas por el movimiento comunista internacional, del marxismo intransigente en la forma-partido. No tendría ningún sentido hablar de Izquierda Comunista, y de partido comunista revolucionario, si se concibe la expresión política y teórica del comunismo revolucionario como el resultado, el producto, del pensamiento de un gran personaje, de un gran hombre que nace cada 500 años.
El marxismo no es el «pensamiento de Marx»; es el producto histórico de un largo proceso de luchas entre las clases dialécticamente favorables a la superación de los límites que, en las fases posteriores de desarrollo de la sociedad humana, representan los ápices relativos a este desarrollo; es, igualmente, en cuanto teoría de las sociedades humanas por venir – el comunismo –, teoría del desarrollo revolucionario, drástico, explosivo, violento de la emancipación de sus grados prehistóricos de desarrollo (es decir, de organizaciones sociales divididas en clases antagónicas), el factor de un proceso histórico superior, armónico, orgánico al desarrollo histórico de las fuerzas productivas en relación con la naturaleza. El comunismo revolucionario, el marxismo, no es propiedad intelectual del Dr. Marx que se deba contraponer a otras propiedades intelectuales. Su histórica y potente impersonalidad tiene la fuerza de los fenómenos naturales, representando en el presente el movimiento real de las fuerzas productivas humanas hacia su histórico e inexorable desarrollo, el marxismo solo puede ser aceptado y tomado por lo que es, en su compleja construcción científica y en la capacidad que tiene para explicar el devenir histórico de las sociedades humanas. La invariancia del marxismo – defendida valientemente por la corriente de la Izquierda Comunista contra cada agresión que vino de las teorías y prácticas oportunistas, y en particular solo por la Izquierda Comunista de Italia, cuando el estalinismo le asestaba golpes al marxismo, y a los militantes revolucionarios, cosa que impidió a la clase proletaria internacional reconocer la justa vía revolucionaria – se apoya sobre su construcción científica y sobre el hecho de representar en el presente el devenir histórico de la sociedad humana.
Desde este punto de vista, puesto que hasta hoy la historia humana es la historia de la lucha de clases, historia de revoluciones y contrarrevoluciones, y que el partido comunista revolucionario es no solo factor sino también producto de la historia, no es sorprendente que, en los periodos históricos en los cuales la lucha de clase del proletariado se encuentra casi totalmente ausente y la contrarrevolución burguesa se agiganta sobre todas las cosas, la militancia revolucionaria se reduzca a un puñado de compañeros. No por ello la historia ha terminado, no por ello el marxismo ha perdido su valor invariante. La obra de restauración teórica producto de las fuerzas de la Izquierda Comunista luego de la segunda guerra mundial, sirvió para demostrar que el marxismo es el único método para comprender y explicar la historia de la sociedad humana, es la única teoría con capacidad para iluminar los múltiples lados oscuros en los cuales la contrarrevolución burguesa ha precipitado a las fuerzas proletarias y comunistas, es la única guía, el único faro capaz de redefinir la vía de la emancipación de la sociedad dividida en clases a la luz de los acontecimientos que solo han sorprendido a los a-marxistas y antimarxistas.
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La segunda carnicería imperialista mundial y las posiciones tomadas precedentemente por la entonces degenerada Internacional Comunista sacaban a la luz toda la curva histórica de la tercera oleada oportunista que golpeó al movimiento proletario mundial que, por brevedad propagandística, ha sido llamada estalinismo. La participación de los partidos comunistas estalinizados desde entonces en la segunda guerra imperialista en apoyo al frente bélico de las potencias democráticas contra el frente bélico adversario de las potencias fascistas, anunciaba el precipicio más profundo en el cual el oportunismo estalinista había arrojado al movimiento proletario internacional. La URSS, falsamente erigida en «Estado-guía socialista», con sus maniobras de imperialismo rampante, primero hacia la Alemania nazi con la cual suscribió, en 1939, el Pacto Molotov-Ribbentrop, luego hacia el bloque de las potencias imperialistas occidentales Inglaterra y Francia y por último los Estados Unidos, con los cuales se alió contra la Alemania nazi y Japón en la continuación de la guerra para reservarse, cuando viniera la victoria, una porción de Europa y una zona de influencia significativa hacia los países asiáticos cercanos, imponía, con su fuerza estatal y con la influencia usurpada al movimiento comunista revolucionario victorioso en Octubre de 1917, un sistema de sometimiento del proletariado a las exigencias del capitalismo mundial sin parangón en la historia. Por este motivo, refiriéndonos al estalinismo, hablamos de tercera oleada oportunista que asumía, multiplicando su fuerza, «las peores características de las dos precedentes, en la misma medida en que el capitalismo moderno incluye todos los estadios de su desarrollo» (Tesis características del partido, diciembre de 1951).
Se comprende, considerando estos elementos, la devastación producida por la tercera oleada oportunista. La primera oleada oportunista en las filas del movimiento proletario marxista fue la revisionista socialdemócrata (posiciones bakuninistas en la Primera Internacional – 1867-1871 – soreliana en la Segunda Internacional – 1907-1914 – gracias a la cual se afirmó la posibilidad de un socialismo por vía gradual e incruenta, vaciando al marxismo de su contenido revolucionario (Bernstein). La segunda oleada oportunista se abatió sobre el movimiento proletario tras el estallido de la primera guerra imperialista mundial 1914-1918; el conflicto armado entre los Estados fue considerado como una lucha cuyo desenlace podría hacer regresar el feudalismo absolutista, destruyendo las conquistas civiles y de progreso económico de la burguesía, de lo cual surge la necesidad de solidarizarse con los Estados nacionales en guerra de ambos frentes, puesto que la atrasada Rusia de los zares estaba aliada a las burguesías avanzadas de Inglaterra y Francia. Este oportunismo se caracterizó, pues, como oportunismo de guerra que se enfrenta a la posición coherentemente revolucionaria y marxista (Lenin) que, una vez definida la guerra como un producto del capital y no de la lucha entre el capitalismo y formas antiguas, surge no sólo «la condena de la unión sagrada y de la alianza nacional, sino la reivindicación de la lucha derrotista del partido proletario dentro de cada país contra todo Estado y ejército en guerra»; además se debe intentar «en cada país la acción derrotista en la retaguardia para transformar la guerra imperialista de los Estados en guerra civil de las clases».
La tercera oleada oportunista tiene por fecha 1926, en correspondencia con la victoria de la teoría contrarrevolucionaria de la «construcción del socialismo en un solo país», además muy atrasado con respecto a sus bases económicas como en la Rusia de entonces. Como un potente y mortífero tsunami, el estalinismo golpeó mortalmente al movimiento del proletariado ruso y mundial, distorsionando completamente la estrategia revolucionaria marxista y, por tanto, al marxismo mismo. 1926 fue un episodio violento y trágicamente fatal para la Internacional Comunista y para todos los partidos adherentes, pero no vino de improviso; muchos fueron los errores que prepararon su confluencia.
En tiempos de Lenin y de la victoriosa revolución proletaria en Rusia, en 1917, la alternativa histórica se presenta de este modo, tal como está escrito en las Tesis Características (III parte, punto n° 10): o bien la victoria de esta lucha mundial [con el proletariado mundial movilizado al lado del poder soviético y aliado a los pueblos coloniales insurgentes contra los imperialismos metropolitanos blancos, NdR] con el derrocamiento del poder capitalista, por lo menos en gran parte de la Europa desarrollada, y un aceleradísimo ritmo de transformación de la economía en Rusia, saltando la fase capitalista y poniéndose al nivel de la industria de Occidente ya madura para el socialismo; o bien la persistencia de los grandes centros del imperialismo burgués y, al mismo tiempo, el repliegue del poder revolucionario ruso a las tareas de una sola de las dos revoluciones sociales: la burguesa, con un esfuerzo de construcción productiva inmenso, pero de tipo capitalista y no socialista». En la segunda hipótesis el problema que se planteaba era: cuál táctica debió haber adoptado la dictadura proletaria en Rusia y la Internacional Comunista para resistir frente a los poderes burgueses que, luego de la sacudida de la primera guerra mundial y de la primera revolución proletaria victoriosa, lograban consolidarse y retomar el control sobre amplios estratos del proletariado influenciado por las fuerzas del oportunismo, y para alejar del terreno de la lucha revolucionaria y del asalto a los poderes burgueses de Occidente a los estratos proletarios más combativos.
Mientras el Ejército Rojo, sostenido vigorosamente por el proletariado ruso y por amplios sectores de campesinos pobres que habían participado en la revolución de Octubre, afrontaba, entre 1918 y 1921, tres largos años de guerra civil contra los ejércitos blancos apoyados y financiados por las potencias imperialistas europeas, venciéndola; mientras el poder revolucionario ruso intentaba la reorganización económica de los territorios controlados por el país y el Partido Bolchevique daba lo mejor de sí en el esfuerzo titánico de conducción de la Internacional Comunista, reconstituida en plena guerra civil rusa, de parte de los partidos comunistas occidentales no vino un sólido, firme y coherentemente marxista aporte estratégico-táctico del cual la primera dictadura proletaria victoriosa tenía necesidad. Al contrario, los partidos comunistas de Europa, alemán y francés sobre todo, no transmitieron a la Internacional y al Partido Bolchevique sino las debilidades y carencias teóricas y políticas en las que se habían formado. Sus continuas oscilaciones entre posiciones veleitarias y aventureras y posiciones socialdemócratas y nacionalistas dejó prácticamente al Partido Bolchevique como la única guía del movimiento comunista internacional, y contando solo con las experiencias políticas dirigidas y condicionadas por la situación histórica que caracterizaba la lucha política en la Rusia zarista. En Rusia, la experiencia de un parlamentarismo liberal y de un sindicalismo legalmente permitido, fue muy breve y, desde el punto de vista histórico, poco significativa, mientras que en el resto de Europa «medio siglo de degeneración había hecho de estos campos el terreno propicio para el adormecimiento de toda energía revolucionaria y para convertir a los dirigentes proletarios en sirvientes de la burguesía». Es sobre esta experiencia histórica específica que la Izquierda de la Internacional, cuya mayoría pertenecía al Partido Comunista de Italia, sostuvo que en Occidente no se debía adoptar alianzas y propuestas de alianzas con los partidos políticos socialistas y pequeño-burgueses; con insistencia la Izquierda Comunista de Italia buscó introducir en la Internacional una táctica que excluyese todo frente único político y, por consiguiente, todo expediente de tipo democrático tanto desde el punto de vista organizativo (aceptación de partidos «simpatizantes» en la Internacional), como político (gobierno obrero o, peor, gobierno obrero-campesino), precisamente para combatir la reincidencia en la socialdemocracia que había echado profundas raíces en el movimiento proletario europeo y para defender la integridad organizativa y teórica del partido comunista revolucionario a nivel internacional. No es por casualidad que, gracias a la insistencia de la Izquierda Comunista de Italia, la condición 21 de admisión a la Internacional tomara una caracterización más rigurosa e intransigente, al menos en dos puntos, que serán después dos fundamentos de la doctrina marxista: «1) Las aplicaciones tácticas de las bases programáticas del partido deben ser examinadas y decididas internacionalmente; 2) el programa no se acepta «por disciplina», como es lícito y necesario aceptar por disciplina una directiva contingente; o este «se acepta o se rechaza, pero en este último caso se abandona el partido», puesto que el programa no es materia de conjeturas, «preferencias» u «opiniones». En el plano organizativo, significaba que «la minoría que se declara contra el programa debe ser expulsada» (o bien, tal como sucederá en Livorno, la minoría del viejo partido que solo lo abraza se... auto-expulsa!)» (Historia de la Izquierda Comunista, 1919-1920, vol. 2).
Pero, como afirmó el recio compañero bolchevique Rakovsky: «No son las condiciones de admisión que nos van a ofrecer garantías. Debemos considerarlas como un mínimo, y exacerbarlas si es necesario. Pero la Internacional Comunista tendrá que asegurarse otra garantía. Solo creando un verdadero centro del movimiento internacional, un verdadero Estado Mayor de la revolución, munido de plenos poderes para dirigir al movimiento en todo el mundo, solo así nos podremos convencer del cumplimiento de las condiciones de admisión». Ningún marxista coherente tenía dudas sobre el hecho de que las condiciones de admisión, por sus asperezas, habrían sido eficaces como «barrera insuperable al emergente reformismo» solo si se reforzaba «con la firme decisión de aplicarlas con todo el rigor, especialmente si, como nosotros consideramos, a diferencia de los bolcheviques, el compás de espera de la marea revolucionaria hubiese sido más largo y tenaz de cuanto pudiese parecer en los días en que el Ejército Rojo amenazaba Varsovia y en todas partes el proletariado daba signos de despertar impetuoso después de tantas derrotas sufridas» (Storia della Sinistra Comunista, cit.).
En los hechos, la Internacional de 1921 a 1926, es decir, del tercero al quinto Congreso y al Ejecutivo Ampliado de 1926, adoptó un método táctico cada vez más ecléctico, basado en un canon erróneo: cambiar la táctica según el examen de las situaciones, es decir, lo contrario de cuanto expresan las 21 condiciones de admisión. Estas últimas, en verdad, no lograrán definir con extremo rigor otros puntos, como el punto 15 por el que el delegado de la Izquierda italiana (la Fracción Comunista Abstencionistas del PSI) deseaba que el programa de los partidos comunistas adherentes a la Internacional fuese uno solo y común a todos los partidos comunistas del mundo; no siendo posible lograr ya este resultado en aquel Congreso, el delegado de la Izquierda italiana deseaba que, al menos, formalmente no se dejase espacio a fuerzas centristas y socialdemócratas que permitiesen hacer entrar por la ventana lo que se había arrojado por la puerta. Por ello, en la tesis 15 en la que se decía: «Los partidos que todavía mantienen los viejos programas socialdemócratas tienen la obligación de someterlos a revisión lo antes posible, y de redactar, teniendo en cuenta las condiciones particulares de su país, un nuevo programa comunista que esté en conformidad con las decisiones de la Internacional», proponía suprimir las frases «teniendo en cuenta las condiciones particulares de su país» y «en conformidad con las decisiones de la Internacional Comunista», sustituyéndolas por el siguiente párrafo «elaborar el nuevo programa en el que los principios de la III Internacional estén plasmados de manera inequívoca, plenamente concordante con las resoluciones de los congresos mundiales. La minoría que vote contra el nuevo programa deberá, en virtud de ese voto, ser excluida del Partido. Los Partidos que hayan adherido a la III Internacional sin haber cumplido con esta condición, deberán convocar lo más pronto posible un Congreso extraordinario para uniformizarla. Esta propuesta no fue aceptada, pero sobre todo, en el siguiente Congreso, en 1921, cuando se reconocía que las perspectivas revolucionarias a breve plazo se estaban alejando, en lugar de aprovechar la ocasión para apretar los frenos, estos frenos fueron relajados!
Nos hemos detenido en estos pasajes históricos de la Internacional, que pueden ser leídos en profundidad en la Storia della Sinistra Comunista, para reafirmar que la degeneración de la Internacional fue causada por una serie de concesiones principalmente en el campo táctico y organizativo, demostrando a través de los documentos históricos que los compañeros italianos de la Izquierda comunista fueron los más firmes e intransigentes en la enunciación y en la práctica de tácticas y criterios organizativos en total coherencia con los principios y la doctrina del marxismo, y que por virtud de estas características pudieron prever la victoria del oportunismo y la derrota del movimiento revolucionario, si la Internacional continuaba deslizándose hacia el vuelco de las prioridades de acción internacional, contrario a lo que debían ser: a la cabeza iba la Internacional de los partidos comunistas del mundo, luego cada una de sus secciones, entre ellas la rusa, y después, para la política rusa, el gobierno comunista ejecutor de las directivas del partido. Al contrario, la orientación fue puesta patas arriba: los problemas rusos, en cuanto a la gestión de la economía y de la situación interna, emergían y preponderaban sobre toda la política de la Internacional, haciéndola dependiente, sucesivamente hasta convertirla en un control de los partidos comunistas del mundo no por el partido bolchevique sino por el Estado ruso. Estado y partido no deben nunca ser confundidos y, sobre todo, debe ser el partido quien guía y controla el Estado y no a la inversa; la firmeza de organización y principio del partido bolchevique era algo muy diferente a la uniformidad y la «garantía» que podían dar el poder estatal en Rusia donde, precisamente por las condiciones económicas, sociales, y por las relaciones internacionales entre Estados, era «el más expuesto a ser empujado – como la historia demostró – a la renuncia de los principios y de las directivas revolucionarias». La teoría de la «construcción del socialismo en un solo país» sintetizaba exactamente este trastocamiento: el movimiento comunista internacional fue así golpeado mortalmente y, con ello la posibilidad de poder aprovechar la próxima ocasión histórica de una reanudación revolucionaria como en el caso del movimiento revolucionario en China, en 1927.
Las desviaciones en el campo táctico y organizativo no podían dejar de repercutir en la táctica de la Internacional frente al fascismo, respecto al cual es conocida la posición de la Izquierda Comunista de Italia: el fascismo no es la expresión de una regresión política y social de la sociedad burguesa, sino más bien su expresión de máximo desarrollo, ora en términos económicos (aceleración de la concentración económica, intervencionismo del Estado en la economía), ora en términos políticos (fortísima centralización política con el partido único, dictadura de clase abierta y declarada), ora en términos sociales (sindicato único y obligatorio, política de amortiguadores sociales). También en este caso, el erróneo método del situacionismo llevó a la Internacional a adoptar una táctica que tendía a apoyarse sobre la parte izquierda de la burguesía. (liberal, democrática y pacifista) para enfrentar a su parte derecha (reaccionaria, fascista y belicista), en lugar de la táctica clasista y revolucionaria (que siempre propuso Lenin) de derrotismo revolucionario respecto a los diversos métodos de gobiernos burgueses ya sean reaccionarios y fascistas, o liberales y democráticos. Las clásicas posiciones revolucionarias y clasistas, recalcadas en las Tesis de Lyon de la Izquierda, en 1926, fueron batidas por las posiciones oportunistas que planteaban una nueva (y vieja) tesis que sostenía, para el pasaje al comunismo, la necesidad de un estadio de gobierno burgués de izquierda! La misma guerra imperialista 1939-1945 la hicieron pasar como una guerra progresista, por la libertad y la democracia!
Con la tercera oleada degenerativa y oportunista, no solo la orientación traidora se presentaba en forma humanitaria, filantrópica y pacifista, culminando con la difamación contra el método insurreccional y la acción armada del proletariado revolucionario (para después desembocar en la apología de la violencia legal y estatal de guerra), se agrega también la aceptación de formas de acciones de combate y de guerra civil (con la resistencia partisana) y posteriores «encargos» por parte del proletariado de la defensa de la democracia, la legalidad, la paz burguesas. De la suspensión de la lucha proletaria contra el poder burgués en periodo de guerra entre Estados, como ocurrió con la guerra mundial de 1914-1918, se pasó a la plena colaboración con los gobiernos burgueses, subordinando a los partidos comunistas a las «supremas exigencias» de la «defensa de la democracia contra el fascismo». La degeneración del movimiento comunista internacional tuvo estos efectos: negó de hecho la perspectiva histórica de emancipación de clase del proletariado y ligó su propia lucha de defensa inmediata a las exigencias de la conservación del capitalismo y del poder burgués, destruyó a los partidos comunistas y a la Internacional Comunista, transformándolos en punteros del orden burgués y justificó la masacre sistemática de los comunistas revolucionarios, destruyendo, además de la continuidad ideológica y teórica, la continuidad organizativa del partido de clase, obligando al proletariado a sufrir el dominio de la dictadura burguesa en los años posteriores, y a una existencia solo embrional a las fuerzas del comunismo revolucionario.
La liquidación de todas las instancias revolucionarias abría un largo periodo de triunfos a las influencias contrarrevolucionarias en el proletariado mundial. La victoria de la contrarrevolución estalinista en la Internacional y en Rusia permitían así la extensión sin obstáculos de la influencia contrarrevolucionaria en todos los países, vencedores y vencidos en guerra, como demostración de las posiciones justas de la Izquierda Comunista de Italia que consideraba como imperialista la segunda guerra mundial y que además preveía la absoluta imposibilidad de un repentino ascenso revolucionario (Tesis características, 1951), algo que otras tendencias creían posible.
* * *
Para la breve historia de nuestro partido partimos ligando los hechos y las cuestiones al giro histórico de 1926, sobre el cual el partido ha hecho diversos trabajos, entre los cuales consideramos señalar, sobre todo, dos: Rusia en la gran revolución y en la sociedad contemporánea, de mayo de 1956 (2), y La crisis de 1926 en el partido y en la Internacional, de abril de 1980 (3). Como todo trabajo de partido, estos también forman parte de la labor más compleja de restauración de la doctrina marxista y de la historia del movimiento comunista internacional, ambas falseadas a lo largo de la obra demoledora y sistemática del estalinismo en su lucha contrarrevolucionaria, hasta ahora, desgraciadamente victoriosa. Son citados, entre otros, la Struttura económica e sociale della Russia d’oggi, Le grandi questioni storiche della rivoluzione in Russia, el Diálogo con Stalin, el Diálogo con los Muertos, las Lecciones de las contrarrevoluciones, las Tesi della Sinistra de los años de reorganización revolucionaria en la forma-partido de la segunda posguerra, sin jamás romper el lazo histórico con las Tesi della Sinistra comunista presentadas en el Congreso del PcdI en Lyon, en 1926, con los Rapporti sul fascismo de Bordiga en los congresos de la Internacional en 1924 y 1926 y las magníficas intervenciones de Zinoviev, Trotsky y Kamenev en el VI° Ejecutivo Ampliado de 1926 como precedentemente en la XIV° y XV° conferencia del Partido Bolchevique ruso.
El trabajo que publicamos no es la continuación de la Storia della sinistra Comunista, de la cual ya han sido publicados cuatro volúmenes, y que cubren todo el periodo hasta mayo de 1922 con la grande y ardua cuestión de las tesis del PcdI sobre la táctica, para lo cual desearíamos fuerza y energía mucho más consistentes que las que hoy podemos tener a disposición. Hemos querido dar una descripción histórica del camino que la corriente de la Izquierda Comunista de Italia hizo luego de los trágicas capitulaciones del Partido bolchevique y de la Internacional Comunista, frente a la formidable presión de las fuerzas capitalistas dentro y fuera del bastión revolucionario ruso. Con 1926 y la teoría del «socialismo en un solo país» se cierra con una derrota histórica el periodo de la revolución proletaria y del ascenso del movimiento comunista internacional. Ese periodo se había abierto con las grandes luchas del proletariado europeo, alemán en particular, contra la guerra imperialista que precedió la magnífica lucha revolucionaria del proletariado ruso y la conquista del poder político en la revolución de Octubre en 1917, con las grandes luchas del proletariado europeo en Francia, Italia, Polonia, Hungría, Serbia, y los grandes movimientos revolucionarios de las colonias, con la constitución de la Internacional Comunista en 1919 y la formación de partidos comunistas en Francia y Alemania, Italia y otros países. Un periodo de grandísima tensión revolucionaria que se difundía en el mundo a causa de la guerra imperialista mundial de 1914-18 y de sus consecuencias, con un partido bolchevique en el cenit del movimiento comunista internacional, a la altura de tremendas tareas de dirección, no solo de la revolución proletaria en Rusia, de sus tareas históricas de doble revolución tanto social como económica, sino también de la revolución proletaria internacional, para la cual la formación de la Internacional Comunista era el primer paso indispensable. El formidable diseño de una revolución que hacía confluir en un único movimiento que subvertía los órdenes constituidos, tanto en los países de capitalismo avanzado como en los países atrasados y coloniales, encontraba en las tesis de la Internacional Comunista en sus dos primeros congresos de Moscú y del Congreso de los pueblos coloniales de Bakú, el faro que iluminaba el seguro camino revolucionario de los partidos comunistas de todos los países, con la conciencia de que la unión de los proletarios de todos los países no podía realizarse sino a través de la unión de todos los partidos comunistas revolucionarios en un único potente y compacto Partido Comunista Mundial. En esta perspectiva trabajaban con gran lucidez teórica y política y con gran intransigencia doctrinaria tanto el Partido Bolchevique bajo la guía de Lenin como de la corriente de la Izquierda Comunista de Italia que, en 1921, constituyó el Partido Comunista de Italia.
Las graves e inmensas tareas que el Partido Bolchevique cargó sobre sus hombros, incluyendo las tareas de dirección del movimiento comunista internacional, requerían de la decisiva ayuda de las corrientes de izquierda del socialismo europeo y de los partidos comunistas allí constituidos para reforzar la dirección revolucionaria del movimiento comunista internacional, hacerla orgánicamente homogénea y efectivamente unitaria para poder contraatacar a las fuerzas imperialistas, que buscaban sofocar desde el embrión al movimiento revolucionario mundial abatiendo el poder proletario en Rusia, y para poder derrotar a las fuerzas del oportunismo socialista y socialdemócrata que influenciaban una parte todavía consistente del proletariado europeo. En esta perspectiva internacional e internacionalista estaba inscrita la actividad sobre todos los planos de la Izquierda Comunista de Italia que fue la única, respecto a las corrientes de izquierda y a los partidos comunistas ya constituidos como el alemán y el francés, en dar una contribución sustancial a la Internacional Comunista en el campo táctico y organizativo, tal como lo demuestran ampliamente el reforzamiento de las condiciones de admisión a la Internacional Comunista y los debates sobre la táctica y el parlamentarismo en 1920. En el mismo surco se encuentran insertadas todas las contribuciones sucesivas, entre las cuales destacan por su importancia las posiciones sobre el frente único sindical y no político en 1921 y las críticas a la consigna de «gobierno obrero», sobre el rechazo a unirse con el PSI y sobre la no aceptación de partidos «simpatizantes» en la IC, sobre la no aceptación de fórmulas equívocas y de sabor democrático como la de la «conquista de la mayoría» para luego pasar a la acción revolucionaria, sobre la táctica más general de 1922, sobre el fascismo de 1922 y 1924, sobre la llamada «bolchevización» de los partidos, con la que en el ascenso del estalinismo se esperaba hacer plegar los partidos de la IC a los intereses nacionales rusos, para luego desembocar en la batalla contra la teoría del socialismo en un solo país de 1926 con la que la degeneración de la Internacional Comunista tomaba un camino sin retorno.
En todos esos años, mientras que el poder bolchevique, desde la toma del poder en Rusia en Octubre de 1917 hasta la victoria de la guerra civil en 1921 y contra los ejércitos blancos, daba lo mejor de sí al movimiento comunista internacional, los grandes e influyentes partidos comunistas europeos de Alemania y Francia, cuyo proletariado, además del proletariado mundial, esperaba una guía revolucionaria segura y decisiva, no estuvieron a la altura de las tareas que la historia les ponía delante. Las posiciones socialdemócratas, chovinistas y oportunistas, contra las que las alas izquierdas de esos partidos se batieron, no fueron en verdad derrotadas, y continuaron dentro de los partidos comunistas a penas recién nacidos, influenciando de manera decisiva sus posiciones, tesis, acciones, haciendo oscilar continuamente las orientaciones, a veces hacia posiciones extremistas y ofensivistas, a veces hacia posiciones negociadoras, gradualistas, bloquistas, sin ningún plan táctico digno de ese nombre. Como dirá Trotsky posteriormente, para cambiar de táctica en 24 horas es necesario poseer una táctica que prevea ese cambio; pero esto era algo que no poseían ni el partido alemán, ni el partido francés.
Pues bien, la Izquierda Comunista de Italia – en la continuidad en el tiempo y en el espacio de la acción de defensa de la invariancia e intransigencia doctrinaria del marxismo y en las batallas de clase llevadas adelante concretamente contra toda desviación de la clásica ruta del comunismo revolucionario descrita en los textos de Marx, Engels, Lenin, en las tesis de los primeros dos congresos de la Internacional Comunista y en las tesis de la Izquierda Comunista de Italia hasta 1926 cuando esta fue reducida al silencio bajo el estalinismo imperante y dispersada por la represión fascista – resulta que fue la única corriente política del marxismo revolucionario con capacidad para ofrecer las bases teóricas y programáticas ligadas a los balances dinámicos sacados de las experiencias históricas de las victorias, pero sobre todo de las derrotas del movimiento proletario y comunista internacional. Frente a las tesis del autorizadísimo Partido Bolchevique y sus máximos representantes, a partir de Lenin, para continuar con Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Bujarín y muchos otros, y a la autoridad del Partido Comunista de Alemania, las tesis de la Izquierda Comunista de Italia y de los primeros años del Partido Comunista de Italia, no solo sobre la cuestión del parlamentarismo, sino sobre la cuestión de la táctica desde el punto de visto más amplio y general, asumían en aquellos años, desgraciadamente la dimensión de una ayuda marginal y no decisiva, las mismas Tesis de Roma de 1922 fueron leídas por los jefes de la Internacional Comunista con mucha superficialidad, al tiempo que las contribuciones que podían ser determinantes sobre la cuestión del «frente único», de la «conquista de la mayoría», para no hablar del «gobierno obrero», eran apuradamente clasificadas como pruritos dogmáticos, como actitudes sectarias de una corriente acusada de temer actuar políticamente sobre terrenos que no podían jamás ser «puros» como el de la acción revolucionaria en las luchas proletarias para conquistas contingentes y parciales. De lo que estos mismos dirigentes de la Internacional no se dieron cuenta fue de que, con la ilusión de acelerar y ampliar la influencia de los partidos comunistas sobre las masas todavía demasiado sometidas a la influencia de los partidos socialdemócratas y reformistas, en un periodo en el que el impulso de las masas hacia la revolución proletaria era todavía fuerte y positivo, la adopción de métodos tácticos poco rigurosos y tendencialmente oscilantes – como precisamente era la táctica del «frente único político» – ponía inevitablemente a la Tercera Internacional sobre el camino del oportunismo, el mismo camino que había conducido la Segunda Internacional a la derrota, impidiendo al proletariado europeo afrontar la crisis de la primera guerra imperialista con posiciones clasistas y revolucionarias bajo la guía de partidos coherentemente orientados hacia la victoria final de la conquista revolucionaria del poder político y de la dictadura del proletariado.
En una de las Tesis de la Izquierda redactadas en 1945 con la guerra aún no terminada, publicadas en la revista «Prometeo» en 1947 (4), e intitulada Natura, funzione e tattica del partito rivoluzionario della classe operaia, se puede leer: «Una característica de la táctica oportunista ha sido la del sacrificio de la victoria final y total por parciales éxitos contingentes; la táctica del frente único se revelaba también oportunista, precisamente porque ella también sacrificaba la seguridad primera e insustituible de la victoria total y final (la capacidad revolucionaria del partido de clase) por la acción contingente que habría debido asegurar ventajas momentáneas y parciales al proletariado (el aumento de la influencia del partido sobre las masas, y una mayor unión del proletariado en la lucha por el mejoramiento gradual de sus condiciones materiales y por el mantenimiento de eventuales conquistas logradas)».
Estas no son palabras escritas solo cuando los hechos son verificados en el tiempo y no pueden ser cambiados, sino que provienen del mismo planteamiento teórico y programático que el Partido Comunista de Italia tuvo en 1921-22 y que pedía al partido de entonces la posibilidad de advertir a la misma Internacional Comunista de los peligros oportunistas que existían en la táctica demasiado elástica y distanciada del planteamiento teórico y programático que la IC se había propuesto. Por ejemplo, en las Tesis de Roma sobre la táctica, de marzo de 1922 (5), demostrando que el partido no descuidaba para nada la acción revolucionaria en el terreno de la lucha inmediata, se afirma que: «el partido comunista no descuidará el hecho innegable de que las reivindicaciones sobre las que gira la agitación del bloque de izquierda [de la izquierda burguesa y de la socialdemocracia, NdR] atraen el interés de las masas, y de que – en su formulación – corresponden a menudo a exigencias reales. El partido comunista no sostendrá la tesis superficial del rechazo de tales concesiones porque sólo la conquista revolucionaria final y total merecería los sacrificios del proletariado (...) invitará a los trabajadores a aceptar las concesiones de la izquierda como una experiencia, sobre cuyos resultados expresará claramente todas sus previsiones pesimistas y la necesidad de que el proletariado no ponga en juego su independencia organizativa y política (…) Las reivindicaciones expuestas por los partidos de izquierda y, particularmente, por los socialdemócratas, son a menudo de tal naturaleza que es útil instar al proletariado a moverse directamente para conseguirlas, dado que si la lucha fuese emprendida pondría inmediatamente en evidencia la insuficiencia de los medios con los cuales los socialdemócratas se proponen realizar un programa de medidas benéficas para el proletariado. El partido comunista agitará entonces esas mismas reivindicaciones, subrayándolas y precisándolas como bandera de lucha de todo el proletariado, impulsándolo hacia adelante para forzar a los partidos que hablan sólo por oportunismo a enrolarse y empeñarse en la vía de la conquista de las mismas. Ya se trate de peticiones económicas, o incluso de carácter político, el partido comunista las propondrá como objetivos de una coalición de los organismos sindicales, evitando la constitución de comités dirigentes de lucha y de agitación en los cuales él estaría representado y comprometido al lado de otros partidos políticos. Ambas normas responden al objetivo permanente de mantener la atención de las masas en el programa comunista específico, como también la propia libertad de movimiento para la elección del momento en que se deberá ampliar la plataforma de acción y desbordar a los otros partidos que se han mostrado impotentes y han sido abandonados por las masas. Así entendido, el frente único sindical ofrece la posibilidad de acciones de conjunto de toda la clase trabajadora. De estas acciones, el método comunista no podrá más que salir victorioso, por ser el único susceptible de dar un contenido al movimiento unitario del proletariado y por estar libre de toda responsabilidad respecto al trabajo de los partidos que exhiben por oportunismo y con intenciones contrarrevolucionarias su apoyo verbal a la causa del proletariado» (Op. Cit. Rassegna Comunista, año II, n° 17 del 30 de Enero de 1922. Tesis de Roma (C.f.: https://www.marxists.org/espanol/bordiga/roma1922.htm).
Del frente único político al frente popular, a la defensa de la democracia burguesa contra el método fascista de gobierno de la misma clase dominante burguesa, al apoyo y participación en uno de los dos frentes bélicos en la segunda guerra imperialista mundial, todo ha representado una única entrega a la contrarrevolución, demostrando que alzando una barrera entre teoría y praxis, entre programa comunista y táctica comunista, es inevitable la caída en el oportunismo y colaboracionismo interclasista. La lucha no solo teórica y programática sino política contra el oportunismo y cada una de sus posibles variantes, tiene la misma importancia de la lucha contra el capitalismo, contra la clase burguesa dominante, su ideología, su política, su táctica. Y una de las ilusiones que se han insinuado constantemente en el movimiento comunista internacional, es aquella de que se cree que el partido de clase, una vez restaurada la teoría marxista – como fue el caso en la primera posguerra, del partido bolchevique, del partido comunista de Italia, y, en la segunda posguerra, del partido comunista internacionalista-internacional – puede permitirse cualquier maniobra táctica sin que esta influencie de manera determinante al partido mismo. Siempre en las Tesis de Roma se puede leer: «La posesión por parte del partido comunista de un método y de una conciencia críticos, que conducen a la formulación de su programa, es una condición de su vida orgánica. Por ello, el partido y la Internacional Comunista no pueden limitarse a establecer la máxima libertad y elasticidad de táctica, confiando al juicio de los centros dirigentes – previo examen de las situaciones – la ejecución de la misma. No teniendo el programa del partido el carácter de un simple fin a ser alcanzado por cualquier vía, sino el de una perspectiva histórica de vías y fines ligados entre sí, en las situaciones sucesivas, la táctica debe estar en relación con el programa; por ello mismo, las normas tácticas generales para las sucesivas situaciones deben estar precisadas dentro de ciertos límites que no son rígidos, pero que son cada vez más precisos y menos oscilantes a medida que el movimiento se refuerza y se aproxima a su victoria general (…) El partido y la Internacional deben exponer sistemáticamente el conjunto de las normas tácticas generales, para la aplicación de las cuales podrán llamar a la acción y al sacrificio a las filas de sus adherentes y a las capas del proletariado que lo entornan, demostrando cómo tales normas y perspectivas de acción constituyen la vía inevitable para alcanzar la victoria. Es, pues, una necesidad práctica y organizativa, y no el deseo de teorizar y esquematizar la complejidad de los movimientos que el partido podrá ser llamado a emprender, la que conduce a establecer los términos y los límites de la táctica del partido. Precisamente por estas razones muy concretas, el partido debe adoptar decisiones que parecen restringir sus posibilidades de acción, pero que son las únicas que garantizan la unidad orgánica de su obra en la lucha proletaria» (Op. Cit.).
El ejemplo de la táctica aporta de manera bastante clara el planteamiento y el método que la Izquierda Comunista de Italia adoptó y siguió defendiendo en todo su trayecto político hasta el Congreso del PCdeI en Lyon en 1926 en las intervenciones del Ejecutivo Ampliado, en las cuales tuvo la posibilidad de expresar sus posiciones frente a las desviaciones oportunistas que la Internacional y el Partido Bolchevique estaban sufriendo irremediablemente con respecto a las cuestiones ya no solo tácticas, sino de principio, del comunismo revolucionario. El ataque político y disciplinario que la Izquierda Comunista de Italia sufrió por parte de la dirección de la IC hasta 1923, facilitado por la detención de la mayoría del ejecutivo del PCdeI por parte del fascismo que había tomado el poder poco tiempo antes, fue objetivamente el preludio a un ataque mucho más pesado y decisivo contra la Oposición rusa de Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Piatakov, Krupskaia, etc. quienes, despertando de manera vigorosa y altísima densidad, salen en defensa de los principios del marxismo revolucionario, sobre todo de conservación de la perspectiva general de la revolución mundial, se convierte en el blanco principal del estalinismo en pleno auge y entonces vencedor en el Partido Bolchevique y en la misma Internacional Comunista. La oposición rusa enfrentaba sin embargo los errores tácticos y políticos que había cometido en los años precedentes, oscilando demasiadas veces sobre posiciones centristas que luego se identificarán con el estalinismo.
Para la Izquierda Comunista de Italia, la teoría del «socialismo en un solo país», con la cual se pretendía construir el socialismo, incluso desde el punto de vista económico, solo en Rusia, sumamente atrasada por lo demás, no cae como rayo en cielo sereno, sino como el temible resultado de una terrible fase de degeneración oportunista que arremetió contra la Internacional y que, de hecho, prolongó la obra derrotista y contrarrevolucionaria de la Segunda Internacional a una potencia enormemente superior puesto que, sobre la base de la gran influencia que ganó la victoria de Octubre 1917 y la Internacional Comunista de los primeros años, hizo pasar dentro de las filas del proletariado mundial la falsificación del marxismo revolucionario más vasta y profunda que pueda imaginarse. Contra los efectos de esta degeneración solo podían resistir las fuerzas comunistas que habían combatido sin descanso y con rigurosa coherencia en todos los planos – teórico, programático, político, táctico y organizativo – desde los primeros síntomas de la enfermedad, y que jamás cederán a las lisonjas de los éxitos inmediatos obtenidos por medio de maniobras tácticas y organizativas, como la Izquierda Comunista, que ya era presentada sobre todo como la Izquierda Comunista de Italia.
Es por esto que «los grupos que surgieron de la lucha de la Izquierda italiana contra la degeneración de Moscú», tienen la posibilidad – no el derecho – «de entender mejor que cualquier otro el camino que el partido verdadero, activo y formal, debe mantener para ser consecuente con las características del partido histórico revolucionario que en línea potencial existe por lo menos desde 1847, mientras en línea de praxis se ha afirmado en grandes fragmentos históricos a través de la serie trágica de las derrotas de la revolución». (del texto intitulado: Consideraciones acerca de la orgánica actividad del partido, cuando la situación general es históricamente desfavorable, 1965) Hablamos de grupos que derivan de la izquierda marxista de Italia contra toda forma de oportunismo y degeneración, y no de grupos, por ejemplo, que derivan de la lucha de Trotsky y del trotskismo contra el estalinismo, puesto que estos no podían entonces, ni mucho menos hoy, reclamarse de un patrimonio íntegro y sin compromisos con políticas y tácticas oportunistas.
La Izquierda Comunista, a pesar de ser reducida al silencio por el régimen disciplinario estalinista y luego puesta en fuga bajo el fascismo, logró no obstante mantener una continuidad física de grupo, teniendo en primera línea a su Fracción en el Extranjero y a sus órganos de prensa Prometeo, Bilan, Ottobre, etc. La Fracción en el Extranjero tuvo un rol: mantener el hilo de nuestra tradición y arrojar las semillas allí donde no existían. A su matriz – escribíamos en la Premisa a la Tesis de partido, después de 1945 (6) – se deben nuestra red internacional numéricamente magra, pero en notable medida, los primeros «cuadros» del partido en 1943, cuando este se constituyó con el reconocimiento del ahora en adelante paso definitivo de los partidos «comunistas» oficiales al reformismo, el legalitarismo, el social-nacionalismo; en suma, a la contrarrevolución.
Lo hemos afirmado muchas veces, y en este primer volumen dedicado a la historia del Partido Comunista Internacional lo tratamos ampliamente, de que el partido que se apoya en la sólida, clara, indefectible vía de la restauración teórica y programática, en continuidad ideológica con el Partido Comunista de Italia de 1921, y con la Internacional Comunista de los dos primeros congresos, no era y no podía ser el partido constituido en 1943, incluso como derivación organizativa de la Fracción en el Extranjero. El «Partito comunista internazionalista-battaglia comunista», en 1943 y en los años sucesivos, significó un esfuerzo generoso, pero confuso y discontinuo en muchos aspectos. Después de la tremenda derrota del movimiento comunista internacional no podía ser de otra manera. En ese periodo, hubo un grande y decisivo trabajo de restauración, desde sus fundamentos, de la teoría marxista tan maltratada y falseada por la labor destructora del estalinismo, y del balance dinámico de la victoria de la contrarrevolución en Rusia y en el mundo, trabajo que podemos ubicar a partir de 1945 en los textos y en las tesis de la Izquierda (de la Plataforma política del Partido – Las Perspectivas de la posguerra en relación a la Plataforma del Partido – Naturaleza, función y táctica del partido revolucionario de la clase obrera al Tracciato d´ Impostazione (aún no traducido en español) – Fuerza, violencia y Dictadura en la lucha de clase – Propiedad y Capital – Elementos de economía marxista – etc.), publicados en la revista de partido «Prometeo», y en la larga serie de «Hilos del Tiempo» publicados desde 1949 a 1952 en «battaglia comunista» y luego en «il programma comunista» (7). Esta dura obra de restauración teórica no podía además ser hecha sino a la par de la dura obra de restauración del órgano revolucionario, el partido de clase, no siendo el comunismo revolucionario una teorización ideológica o una de tantas filosofías que, según la ideología burguesa, albergan los cerebros de uno o más intelectuales.
Pasaron varios años para que la organización física de militantes, el partido, tomase una orientación firme y homogénea; así llegamos a 1951-1952, cuando esta orientación, basada en el retorno a las tesis de fondo del periodo 1920-1926 y sobre el balance dinámico del cuarto de siglo siguiente, resultó entonces neta e inconfundible. La confusión teórica y política fue superada a través de una escisión que era inevitable, de la cual nace el «Partido comunista internacionalista-il programma comunista», así como la correspondencia organizativa en el aporte teórico realizado en los años precedentes fue su característica principal. El objetivo no era el de un partido «perfecto», el partido que «nunca falla», absurdidad ideológica en sí, sino el de un partido que, a pesar del ámbito reducidísimo en el cual podía realizarlo, lleva consigo la reexposición de la doctrina marxista en su invariancia e integridad, y que ponía en práctica, sin nunca separarlo del esfuerzo constante de propaganda de nuestras posiciones teóricas y programáticas y de «importarlas» en la clase, participando, dentro de los límites de nuestras fuerzas, en las luchas por objetivos incluso inmediatos y contingentes. El partido no debía ser una academia de pensadores, un cenáculo de iluminados o una secta de conspiradores armados de un bagaje teórico inestimable pero desconocido para las masas proletarias; el partido no debía ser una fábrica de profesores de marxismo a enviar a los cuatro ángulos del planeta.
En las Tesis Características del Partido de 1951 se condensan los puntos irrenunciables de definición del partido, de sus objetivos y de su actividad, de la adhesión a éste. Es el cuerpo de tesis que marcará la escisión dentro de la vieja organización y que signará de modo bien claro la vía que el partido de clase, para serlo en los hechos, debía encaminarse: retomar el hilo integral del pasado, atándolo al presente y proyectándolo hacia el porvenir. Este texto fundamental, dividido en cuatro partes, se hace necesario en vista de las divergencias que emergían cada vez con más fuerza en el seno del partido y que requería respuestas simultáneas en todos los planos.
En el plano teórico, en la primera parte, se afirma que el fundamento de la doctrina son los principios del materialismo histórico y el comunismo crítico de Marx y Engels, enunciados en el Manifiesto de los Comunistas, en el Capital y en sus otras obras fundamentales, base de la constitución de la Internacional Comunista de 1919, del Partido Comunista de Italia en 1921, y contenidos en los puntos de programa del Partido redactado en Livorno en 1921, integrado por algunos puntos que habíamos insertado en la segunda posguerra, sin cambiar nada, esculpiendo de manera cada vez más nítida los puntos de programa a la luz de la contrarrevolución estalinista, además de las consecuencias políticas y sociales de la segunda guerra imperialista mundial y de la alineación imperialista (a favor de los aliados) de la Rusia soviética. En la segunda parte se afrontan las tareas generales del partido de clase, reivindicándolas como comunes a todas las épocas y a todos los países. En esta se resalta nuestra tesis de base, de que la dictadura revolucionaria es dictadura solo del partido político comunista; quien no esté de acuerdo o sienta vergüenza de esto, ya se ha puesto fuera del partido; se reivindica la invariancia doctrinal del marxismo (quien no la reivindique y no se atenga a ella, abraza toda posible actualización y variante, llevándolo así al terreno ideológico del enemigo burgués) al tiempo que se condena toda visión escolástica y académica del partido; se afirma nuestra intervención en las luchas proletarias por intereses inmediatos, condenando toda teoría sindicalista y obrerista, haciendo hincapié en la necesidad de la presencia y penetración del partido en los sindicatos con un estrato organizativo general sindical comunista como condición no solo de la victoria final, sino de cada avance y éxito, no sin condenar la concepción limitada y localista de las luchas económicas tan cara a los renegados y traidores a la causa proletaria. Se afirma allí también la visión leninista de la acción de los pueblos de color y del apoyo a cada movimiento violento y armado contra los poderes atrasados y locales, y contra los colonos blancos, algo que ha sido tratado a fondo en Factores de Raza y nación en la teoría marxista, siendo éste uno de los puntos claves de la escisión de 1952. En este escrito se condena sin cortapisas al bloque antifascista y al movimiento partisano anti-alemán, se enuncia nuestra tesis central de que la tercera oleada del oportunismo (la que ha sido sintetizada como estalinismo) fue más destructora que las anteriores, se rechaza el apoyo tanto en la paz como en la guerra, como también a los llamados países del «campo socialista», U.R.S.S. a la cabeza, así como también la coexistencia pacífica y la emulación entre Estados capitalistas y Estados llamados «socialistas». Reconoce que en 1951 nos encontrábamos en el fondo de la depresión que había comenzado en 1929, pero que, a pesar de estimar que se comenzaba de nuevo a salir del túnel, se negaba la posibilidad de «giros» más o menos bruscos; sin embargo, se afirma que el partido no renuncia a ninguna ocasión, aunque sea modesta, de acercarse a las masas incluso en fases obscuras, tomando las más que raras espirales que se abren en la situación general; pero se rechaza todo recurso a maniobras y expedientes con la finalidad de superar la fase negativa, como después también se hará contra las frecuentes tentativas de constituir «trípticos» o «cuatrípticos» por parte de grupos de falsa «izquierda comunista» (incluyendo «Battaglia comunista»). En cuanto al electoralismo, el partido tiene una posición de desinterés en las elecciones democráticas, en cuyo campo no desarrolla ninguna actividad, derivado del desarrollo mismo de las formas políticas burguesas que van, sobre todo en momentos de crisis social, hacia la forma dictatorial del Estado, haciendo sobrevivir los institutos electivos parlamentarios con la finalidad de engañar al proletariado. Dichas tesis se terminan tornando la mirada hacia las nuevas generaciones revolucionarias a las que el partido dedica el máximo de sus esfuerzos, más allá de todo expediente de carrera o de apologismo personal, en su preparación teórica y política.
El camino del partido fue definido de este modo, y sin ninguna vuelta atrás. Cualquier otro aporte teórico, programático y político solo reforzará al partido a condición de no entrar en divergencia con esta ruta.
El desarrollo posterior del partido no podía estar separado de una continua lucha porque esta ruta fuera mantenida, porque las diversas situaciones que presentaban, los diversos problemas de la vida social y de la lucha del proletariado, las variaciones en el equilibrio de fuerzas entre el proletariado y la burguesía y las diversas actividades de las fuerzas oportunistas, y por que toda insurgencia o peligro de cesiones al oportunismo encontrasen los anticuerpos con capacidad para contrarrestar sus influencias negativas. Garantías prácticas jamás han habido y jamás han sido localizadas en las formulaciones de los status o reglamentos internos con los que muchos se ilusionaron con poder utilizarlos como si fueran muros capaces de proteger por sí solos la vida interna del partido de posibles degeneraciones. La concepción democrática de la vida organizativa del partido, aunque esta se someta al principio del centralismo, comporta una debilidad de fondo puesto que induce materialmente a hacer depender las decisiones, las líneas políticas, las opciones tácticas, las disposiciones organizativas de la discusión entre opiniones diferentes al abordar un mismo problema. Que tal discusión se haga en una sección territorial del partido, en la dirección o en un Congreso, donde las mociones y tesis diferentes compiten por primar unas por encima de las otras, el método no asegura que la conclusión de dicho debate sea la más correcta y coherente con el planteamiento teórico-programático del partido.
Si el partido formal, la organización física de los militantes, se funda sobre bases teóricas, programáticas y políticas sólidas y firmes desde el punto de vista marxista; si el programa político contiene normas tácticas «prácticamente firmes pero teóricamente evolutivas» la discusión no es sobre puntos del programa, o sobre normas tácticas que derivan de ello, sino sobre su aplicación práctica en una situación dada. Desde este punto de vista «discutir» no es poner en discusión los principios y los puntos programáticos del partido, sino contribuir a mejor aplicarlos, con más eficacia y con la atención necesaria para que mejor respondan a los objetivos previstos en relación a las condiciones reales en una determinada situación.
Vale la pena poner de nuevo en evidencia un pasaje importantísimo sobre la cuestión de la táctica, que retomamos de la Struttura económica e sociale de la Russia d’oggi. Este dice: «Nuestra lucha es para afirmar, en la actividad del partido, normas de acción ‘obligatorias’ del movimiento, las cuales deben no solo vincular al militante individual y a los grupos periféricos, sino al mismo centro del partido, que en cuanto tal se le debe total disciplina ejecutiva, puesto que está estrechamente ligado (sin derecho a improvisar, para descubrir nuevas situaciones, de charlatanescas aperturas a ‘nuevos cursos’) al conjunto de normas precisas que el partido se ha dado como guía para su acción. Sin embargo no se debe malinterpretar acerca de la universalidad de tales normas, que no son normas originarias inmutables, sino normas derivadas. Los principios estables, de cuyo movimiento no nos podemos desvincular, puesto que han surgido – según nuestra tesis de la formación de golpe del programa revolucionario – en determinados y raros giros de la historia, no son reglas tácticas sino leyes de interpretación de la historia que forman el bagaje de nuestra doctrina. Estos principios conducen a reconocer en su desarrollo, en vastos campos y periodos históricos calculables en décadas y décadas, el gran curso sobre el cual el partido camina y del cual no puede apartarse, ya que significaría su caída y liquidación histórica. Las normas tácticas, que nadie tiene el derecho a dejar en blanco ni a revisar según coyunturas inmediatas, son normas prácticamente firmes pero teóricamente móviles, son normas inferidas de las leyes de los grandes cursos, y por ello, a escala histórica y no de la maniobra y la intriga, declaradamente transitorias». Y esta tesis se concluía en la cuestión táctica por un afianzamiento iluminante: «Reclamamos a los lectores a los tantos y remachados ejemplos, como el famoso traslado al campo europeo occidental de la lucha por las guerras de defensa e independencia nacional, al método del derrotismo de toda guerra que el Estado burgués conduzca. Será necesario que los compañeros entiendan que ningún problema obtiene respuesta en un código táctico del partido. Este debe existir, pero en sí no descubre nada, ni resuelve ninguna cuestión; las soluciones se exigen al bagaje de la doctrina general y a la sana visión de los campos-ciclos históricos que de estas se deducen» (8).
La continuidad de visión y posición extendida hacia las cuestiones de táctica, y organización, entre las tesis de 1921-22 y las posiciones y tesis del partido reconstituido en 1952-57, es evidente. La reivindicación de una rosa de normas tácticas «obligatorias» para todo el partido, partiendo de su centro, no está desligada de la afirmación de que siempre, en las grandes cuestiones tácticas como en las cuestiones tácticas más limitadas, las normas de acción derivan del cuerpo sólido de la doctrina y del programa político. La teorización de los grandes caminos, los grandes desarrollos, del cual habla el texto citado, más precisamente el cuerpo doctrinal y programático del partido, para remarcar la justa secuencia de nuestras categorías, responde a esta escala de derivación: teoría, finalidades, principios, táctica, organización. Cada una de ellas son a la vez distintas y están estrechamente ligadas entre sí: la teoría del comunismo revolucionario, la teoría marxista, el partido histórico, define el fin histórico de la lucha de clase del proletariado, identifica los principios fundamentales y preside la formulación del programa político del partido de clase que, a su vez se concreta en la acción del partido a través de una rosa de normas tácticas definidas para los grandes periodos históricos y una organización de militantes, el partido formal, que tiene la tarea de desarrollar la acción del partido en las situaciones concretas con la finalidad de orientar la lucha de clase del proletariado hacia la realización del programa político revolucionario (conquista violenta del poder político, derrocamiento del Estado burgués, instauración de la dictadura del proletariado ejercida por el partido comunista revolucionario, represión de la resistencia burguesa y revolución internacional) y por la conquista de los objetivos históricos de la lucha proletaria de clase (emancipación del proletariado del trabajo asalariado, destrucción definitiva del modo de producción capitalista, sociedad sin clases y sin Estados, comunismo superior o sociedad de especie).
Pues bien, incluso entre los grupos de militantes que concordaban con este planteamiento general surgirán visiones y tendencias completamente incoherentes y desviadas de la correcta teoría marxista. Pasa casi siempre en los partidos comunistas que las desviaciones, y las revisiones, no se caracterizan por un ataque frontal a la teoría, fines, principios, programa del partido, sino más bien en la erosión de la estabilidad de la estructura teórica y programática del partido de las categorías derivantes, táctica y organización, para luego remontar inevitablemente hacia los fundamentos del comunismo revolucionario y finalmente tergiversar su teorización, y liquidar de este modo al partido formal.
Primero el «Partido comunista internacionalista», y después el «Partido comunista internacional», ninguno de los dos eran completamente inmunes al ataque del oportunismo, tampoco lo fue el Partido Comunista de Italia, ni el Partido Bolchevique, ni la Internacional Comunista, lo que en los hechos demuestra que, restablecidas la teoría, los fines, principios y programa del partido, la organización formal que los adopta y hace suyos sus fundamentos, no se sitúa automáticamente en la justa ruta revolucionaria en cuanto a táctica y organización; nimucho menos la estricta coherencia entre teoría y praxis del partido puede ser obtenida a través de una secuencia ininterrumpida de opiniones y elaboraciones individuales puestas unas en confrontación con las otras y votadas por mayoría, tal como lo quiere el mecanismo democrático.
En este texto, que forma el primer volumen, se busca efectivamente ilustrar y documentar el curso tormentoso recorrido por la Izquierda Comunista de Italia en el arco de tiempo que va de 1926 hasta 1965, esto es, desde su demolición disciplinaria por parte del estalinismo desde entonces triunfante en Rusia y en la Internacional, y la testaruda defensa del marxismo en la perspectiva de trabajar porque la semilla revolucionaria no se dispersara en el viento, hasta la toma de un trabajo de carácter de partido por la restauración de la teoría marxista reforzada por los balances dinámicos del giro histórico que se caracterizó por la derrota de la revolución a nivel internacional, la derrota de la revolución en Rusia y la degeneración de la Internacional Comunista y de todos sus partidos adherentes. La victoria capitalista y burguesa en la Rusia soviética y la derrota del proletariado europeo e internacional por obra de las fuerzas unificadas del imperialismo y el oportunismo, abrirán las vías a las ambiciones ascendentes del imperialismo incluso de Rusia que, bajo la guía de un partido bolchevique estalinizado, triunfa en la obra más alta e infinita de abjuración del marxismo y de la revolución proletaria, falsificando el programa y la política del comunismo revolucionario hasta el extremo de hacer pasar por «construcción del socialismo» al desarrollo capitalista de la economía rusa, por «poder socialista» a un poder político contrarrevolucionario, por «internacionalismo proletario y comunista» a la defensa de la razón del Estado ruso. La participación en la segunda guerra imperialista por parte de la Rusia soviética aliada a las potencias democráticas occidentales contra las potencias del eje fascista, la resistencia partisana antifascista al lado de los imperialistas occidentales, la «defensa de la U.R.S.S.» contra el nazismo invocada también por el antiestalinista trotskismo, contribuirán a tal punto a reforzar la influencia burguesa y oportunista sobre las masas proletarias del mundo hasta provocar una mortal marcha atrás del proletariado incluso sobre el terreno de las luchas inmediatas, tanto como para impedirle durante décadas la posibilidad material de reconquistar el terreno de la lucha de clase anticapitalista y antiburguesa.
Es en tal situación histórica, extremadamente desfavorable, que las pocas y raras fuerzas sanas del comunismo revolucionario todavía presentes en Europa, provenientes casi exclusivamente de las experiencias directas de la Izquierda Comunista de Italia, reanudarán una actividad política dedicada a la formación del partido de clase que, en un futuro que se sabía muy lejano, habría agitado nuevamente como fuerza determinante para la reanudación no solo de la lucha revolucionaria del proletariado, sino también por la reanudación de la lucha clasista en el terreno inmediato.
Este esfuerzo, que continúa todavía hoy a través del pequeño núcleo de partido que representamos, no podía dejar de encontrarse con obstáculos de todo tipo y con el peligro de ser empujados en todo momento a desviaciones oportunistas. La historia de nuestro partido no es solo la historia de la restauración teórica condensada en muchísimos trabajos desde 1945 hasta hoy (abundantemente citados en este primer volumen), y que aún no está terminada, si no que es también la historia de las crisis oportunistas que han golpeado en diferentes momentos al partido hasta literalmente hacerlo trizas en la crisis de 1982-84. Si la primera crisis de 1952, en la que el partido se divide en dos, «battaglia comunista» y «programma comunista», se centró no solo sobre cuestiones de táctica y organización, sino también de programa y teoría, y fue una crisis que reforzó al partido, otras crisis ocurridas se centraron sobre todo en cuestiones de táctica y organización, hasta la última crisis explosiva de 1982-84 en la cual se puso en discusión todas las cuestiones, tanto organizativas y teóricas, como programáticas y tácticas.
El partido de ayer jamás dedicó poco espacio a sus crisis, en el sentido de que en la época en que Amadeo Bordiga se encontraba presente y activo se recurría a la formulación de tesis con las que las diversas cuestiones se volvían a colocar en las categorías apropiadas, siendo correspondidas con la reposición de las líneas tácticas y organizativas sobre la ruta originaria – ver todos los textos de 1945 a 1968. Y funcionó incluso con las tesis sobre la cuestión sindical de 1972. Posteriormente el partido, frente a situaciones de crisis internas más o menos locales, responderá sobre todo refiriéndose a las tesis precedentes pero fallará en el trabajo de balance profundizado sobre las cuestiones y causas que habían activado los factores de crisis interna llegando así a la crisis doblemente liquidacionista de 1982-84 (activista y atendista al mismo tiempo) particularmente empobrecido desde el punto de vista de la batalla teórica necesaria junto a un trabajo cada vez más amplio y continuo de fuerzas en el terreno de la intervención práctica e inmediata. El temido localismo, como una metástasis, logró corroer a toda la red internacional del partido, muy pocos anticuerpos lograrán contrarrestar la liquidación completa del partido, volviendo a reunirse dentro del surco clásico que la Izquierda Comunista siempre ha seguido: hacer el balance de las crisis, reconquistar el patrimonio de las batallas de clase que las generaciones de militantes revolucionarios precedentes nos han dejado consignado, seguir la ruta que el partido originariamente ya había trazado y de la cual nos habíamos alejado para ir a tomar rutas desviadas y contrarrevolucionarias.
Este primer volumen, que precederá a otros hasta llegar a la crisis de 1982-84, también está incluido en el estudio comparativo de las crisis del Partido Comunista Internacional, trabajo que habíamos iniciado desde los primeros momentos de reorganización con carácter de partido durante la crisis de 1982-84. Si en esta introducción nos hemos detenido en las reivindicaciones al cuerpo de tesis de los primeros años de la segunda posguerra que forman nuestros fundamentos, es porque el partido está estrechamente unido a esas tesis originarias. En estas podemos encontrar todas las indicaciones y respuestas necesarias a la actividad del partido en todo el periodo histórico que congrega los grandes problemas de teoría, programa, línea política, táctica y organización inherentes a la vida y acción del partido de clase, el curso histórico de la contrarrevolución burguesa que de la segunda guerra imperialista lleva inexorablemente a la tercera guerra imperialista. Esto no es para comprenderlo banalmente como una simple repetición en la actualidad de formulaciones y fórmulas elaboradas por el Partido Comunista de Italia en 1921-22, en la situación histórica de la segunda posguerra. Conscientes de que se ha abierto lo que el partido ha indicado como la tercera preguerra – periodo en el que las potencias imperialistas del mundo se preparan para una nueva repartición del mercado mundial y una nueva guerra mundial – dado que la situación del proletariado de los países imperialistas se encuentra en condiciones de atraso extremo desde el punto de vista de clase, tanto en términos de asociacionismo económico como en términos de experiencia de lucha clasista, el partido de hoy no puede plantearse las mismas tareas que se planteaba en 1952. La diferencia de situación no es dada por una correlación de fuerzas entre las clases más favorable a la clase proletaria, desgraciadamente; ni tampoco por un vigoroso aporte clasista proveniente del joven proletariado de los países ex coloniales o de joven capitalismo. En dado caso, la diferencia es todavía de signo negativo: el proletariado está más atrás de cuanto se encontraba en los años cincuenta del siglo pasado, al tiempo que los factores de crisis económica y social del capitalismo se están agudizando cada vez más. La consigna no puede ser otra que: la firmeza y solidez de la teoría marxista, continuidad de las posiciones que desde hace casi noventa años forman el patrimonio de la Izquierda Comunista, el empalme dialéctico entre teoría y praxis del partido en la segura perspectiva histórica del desemboque final revolucionario, ninguna apertura a elucubraciones y opiniones individuales, ninguna búsqueda de expedientes para aumentar numéricamente las fuerzas del partido y su influencia en los grupos u organizaciones de proletarios.
«Sin dejar de reconocer que la influencia del partido tiene un perímetro restringido, debemos sentir que preparamos el verdadero partido, sano y eficiente a la vez, para la época histórica en la cual la infamia del tejido social contemporáneo empujará a las masas insurgentes a la vanguardia de la historia; y cuyo impulso podría una vez más fracasar si faltara el partido no pletórico pero compacto y potente, que es el órgano indispensable de la revolución» (Tesis suplementarias sobre la tarea histórica, la acción y la estructura del partido comunista mundial; Tesis de Milán, Abril de 1966).
(1) Se trata de lo que llamamos nuestro partido de ayer, el «Partido comunista internacional-il programma comunista» (de 1952 a 1965, partido comunista internazionalista-il programma comunista).
(2) Rusia en la gran revolución y en la sociedad contemporánea, reunión general en Turín, mayo de 1956, publicado en los nn.. 12, 13 y 14, de 1956, en el entonces periódico «il programma comunista», luego reunido en el volumen Struttura económica e sociale della Russia d’oggi, publicado en febrero de 1976, como su integración con cierre de los argumentos tratados en ese texto.
(3) La crisis de 1926 en el partido y en la Internacional es el contenido de Quaderni del Programma Comunista, n. 4, abril de 1980 en el cual se encuentra republicada la famosa Carta de A. Bordiga a K. Korsch, con fecha 28 de octubre de 1926 en la cual Bordiga insiste con fuerza que la revolución de 1917 en Rusia fue una revolución proletaria y no burguesa – como en cambio sostenía Korsch – aunque sea un error «generalizar sus lecciones tácticas», y responde a una invitación de una organización internacional de la Izquierda declarando que «en primer plano, más que la organización y la maniobra, un trabajo previo de elaboración de ideología política de izquierda comunista internacional, basada en las elocuentes experiencias por las que ha pasado el Komintern. Como esto está lejos de haberse llevado a cabo, cualquier iniciativa internacional se hace muy difícil» En este Quaderni se desarrollaron todos los aspectos esenciales de la crisis en la cual se precipitó tanto el Partido Bolchevique, en cuya lucha interna venció el estalinismo como «plano antirrevoluciónario que contó con los factores internos de los campesinos ricos y de la nueva burguesía y pequeña burguesía, y sobre los factores externos de las potencias imperialistas», plano que ha podido tomar «la forma de una agresión interna y externa o de «progresivo sabotaje e influencia de la vida social y estatal rusas, para empujarlas a una involución progresiva y una desproletización de sus caracteres» o bien sea que la Internacional quien, al final, se vio sometida a las posiciones sostenidas por Stalin y sus secuaces, y cuyos efectos se verificaron con excepcional rapidez respecto a la organización interna y a la disciplina de partido, respecto a la destrucción de la internacionalismo comunista como en el caso de la revolución china, respecto a la sedicente partido bolchevique a las exigencias de Estado ruso a su vez influenciado fuertemente por los intereses económicos de la nueva burguesía y pequeña burguesía. También son tratadas aquí todas las cuestiones ligadas a las encendidas discusiones sobre la política económica en Rusia, sobre el «nuevo curso», sobre las tesis de Bujarín, Preobaghenski, Trotsky, remitiendo posteriormente a otro trabajo que no se realizó a causa de la crisis explosiva del partido en 4982-84. El tratamiento de los debates del periodo 1926-1928, de las posiciones de la Oposición Unificada y de las decisivas carencias de su no obstante honorabilísima batalla teórica que consistía en el retardo con que logran conquistar las posiciones marxistas correctas y, sobre todo, en la falta de fuerzas para volver a sacar desde la raíz las desviaciones demasiado tiempo toleradas y frecuentemente compartidas, impidiendo de esta forma que se dejen a las futuras generaciones un balance critico del pasado como promesa indispensable al renacimiento del movimiento comunista mundial sobre la base de adherencia al originario programa comunista, cosa que solamente logró la minúscula Izquierda comunista italiana que, a nivel internacional, tenia muy poca influencia y notoriedad.
(4) Naturaleza, función, y táctica del partido revolucionario de la clase obrera, redactado durante los primeros meses de 1945, y publicado en la revista teórica del Partido comunista internacionalista «Prometeo», I serie, n. 7, mayo-junio de 1947.
(5) C.f.: Tesis sobre la táctica del Partido Comunista de Italia. II° Congreso del partido, Roma 20-24 de marzo de 1922, relatores: Amadeo Bordiga y Umberto Terracini, publicadas en «Rassegna Comunista», año II, n. 17 del 30 de enero de 1922. Ahora en el n. 2 de la serie «i testi del partido comunista internacional», In difesa de la continuità del programma comunista, ediciones il programma comunista, Firenze 1970, la citación es de los puntos 35 y 36 de la parte VI intitulada: Azione tattica «indiretta» del partito comunista, pp. 47-48.
(6) Ver In defesa della continuità del programma comunista, cit., p. 127.
(7) Para la lista completa de los textos y Tesi della Sinistra, como de los Hilos del Tiempo, ver nuestro sitio www.pcint.org.
(8) C.f.: Struttura económica e sociale della Russia d’oggi. Informes extensos de las reuniones generales de Nápoles y Génova de 1955, publicado en los nn. 10-14 y 17-23 de 1955, 2-4, 11, 15-18, 20-26 de 1956 y 1-2, n 5-12 de 1957 de «il programma comunista». Reunidos en volumen bajo el mismo título, Edizioni il programma comunista, Milán 1976, la citación es extraída de este volumen, pp. 54-55.
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