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Venezuela

Epidemia, pérdida del trabajo y hambre: una situación cada vez más insoportable para los proletarios

 

 

En Venezuela, a pesar de las muy bajas cifras de víctimas del covid-19 registradas oficialmente (1), el confinamiento, que fue decretado el 13/3, ha creado una situación social cada vez más insoportable. Un mes de confinamiento después, han comenzado a estallar disturbios, motines, saqueos o conatos de saqueos, en varias regiones del país y en ciudades y poblados como Socopo, Guanare (donde los campesinos piden gasolina para poder transportar sus productos), Punta de Mata, Cumanacoa, la aldea minera de Upata, Ciudad Bolivar y Caripe, dejando el saldo de 33 detenidos, 2 heridos y 1 muerto por bala: el aparato de represión del Estado no ha dejado de hacer su sucia labor.

El primer país en el continente en imponer el “estado de alerta” por el coronavirus ha sido Venezuela y luego Argentina; las modalidades del confinamiento han sido el cierre total de las escuelas, los vuelos desde y hacia al país y solo las actividades “esenciales” como los supermercados y los servicios médicos se mantienen, como en muchas otros países, los desplazamientos para comprar comida o ir al médico son permitidos. El respeto de estos protocolos varía mucho de ciudad en ciudad y dependen de las situaciones que en cada una de ellas se viven. Evidentemente que las ciudades más pobladas, donde el asinamiento es inevitable, las personas hacen lo que pueden para mantener la llamada “distanciación social”, que es muy difícil de mantener en estas condiciones, sobre todo para las clases proletarias cuyo dilema es quedarse en casa y no tener para comer, y a veces sin agua potable ni electricidad, o salir a la calle para mal ganarse la vida y exponerse a la pandemia: si bien el gobierno chavista no ha sido tan irresponsable frente a la epidemia como, por ejemplo, el gobierno brasilero de Bolsonario, son siempre los proletario los que más sufren de las medidas tomadas por los burgueses; en algunos lugares es el hambre que los amenaza, o si no el deseempleo, tanto en Venezuela como en los países fronterizos.

En efecto, las víctimas del covid-19 no son tanto las personas contagiadas por el virus que hasta ahora son muy pocas comparado con Europa y Estados Unidos, sino los proletarios confinados y golpeados por la terrible ausencia de la gasolina que ha sido el primer disparador de los precios de los productos y por el alza de los precios. Evidentemente que la tensión social aumenta día a día en el país donde abundan las riquezas minerales, y no sería extraño que en las siguientes semanas estallen revueltas de grandes proporciones.

Es evidente que el confinamiento impide trabajar a muchos proletarios que viven el día a día, tal como los vendedores ambulantes, además del personal de la restauración y de muchos otros sectores de la economía capitalista a causa de la pandemia – como en muchas partes del mundo, sobre todo en aquellos donde el trabajo informal es hasta más grande que el trabajo con protección social y prestaciones. Pero también está el aumento de los precios de los productos de primera necesidad que en menos de 15 días se han duplicado y hasta triplicado (2); a ello se junta la ausencia de gasolina en las estaciones, además de la duplicación del precio del dólar paralelo en apenas pocas semanas, situación que genera una presión creciente en el precio de los productos y abre la puerta a la especulación y el llamado “bachaqueo”.

 

ESTADOS UNIDOS AL ACECHO

 

El bloqueo de las importaciones de Caracas por aire, mar y tierra y las amenazas y sanciones económicas que Washington implementa con el fin de tumbar al gobierno Maduro, también contribuyen a los desabastecimientos de medicamentos, productos alimenticios importados, más los aditivos necesarios para la refinación del petróleo convertido en gasolina, añadido al hecho de que las pocas refinerías (3) del país están paralizadas u operan muy poco. Era y es lógico que el clima social llegue a la violencia y a los enfrentamientos en las calles no solo de Venezuela, sino de los países aledaños, Colombia y Brasil.

 

CON LA CAÍDA DE LOS PRECIOS DEL PETRÓLEO Y LA RECESIÓN MUNDIAL, ACELERADA POR LA PANDEMIA, VENEZUELA SE CONVIERTE EN UNA BOMBA DE RELOJERÍA

 

Venezuela, que no vive sino de la venta de su petróleo, en plena recesión mundial ya bien comenzada antes de la pandemia, y luego acelerada por la misma, está claro que no le espera otra cosa que un caos social e incluso político. La realidad petrolera en el país bolivariano es terrible: la producción del crudo solo llega a ¼ de lo que se producía hace 10 años, altos costos de extracción  hacen poco rentable su venta, además de la más reciente y estrepitosa caída de los precios a nivel mundial (¡-37$!) y sin ninguna probabilidad de que el sector se mejore sino a muy largo plazo, sin contar la deuda actual hacia sus amigos, China y Rusia, que evidentemente no podrá ser pagada, incluyendo los intereses, sino dentro de muchos años, y con la poca probabilidad de que le sigan prestando. Por lo tanto, las condiciones objetivas están dadas para que el país explote en mil pedazos.

En Venezuela, nunca escampa para los proletarios... ¡siempre lloverán desgracias propias a la condición que les asigna el capitalismo! Una sola solución: ¡tomar la vía de la lucha revolucionaria y de la organización de clase para derrumbar, en unión de todos los países, este sistema asesino!

 


 

(1) Es muy probable que, en las próximas semanas, las cifras de las víctimas del covid-19 aumenten,  gracias en gran parte por unos vecinos “poco disciplinados” como Brasil y Colombia, con los que Venezuela comparte vastas fronteras, ya que de los países latinoamericanos más afectados por la pandemia, y guardando sus proporciones en tamaño y cantidad de habitantes, está Brasil cuyos casos de contagios y decesos por el coronavirus han aumentado de manera exponencial (59.324 casos de contagio confirmados, 27.655 recuperados y 4.057 muertos). Siguiendo el mismo camino de ignorar, como Bolsonaro en Brasil, las más mínimas medidas de seguridad sanitaria, Y Colombia que comienza a sufrir la misma violencia social provocada por el virus, debido en gran parte a la falta de protección social conveniente. La agencia de noticias France-Presse escribe que “sin familia ni ayuda social suficiente, muchos ancianos se enfrentan al dilema de morir de hambre confinados o enfermarse (por el coronavirus)”. Hasta ahora, según wikipedia, Colombia registra 4.881 de caso confirmados, 1.003 recuperados, 387 hospitalizado (hasta el 25/4), y 225 muertos, cifras que tienden a aumentar al filo de los días.

(2) Hace 6 semanas, importantes sectores empresariales cercanos al chavismo se reunieron con representantes del gobierno, con el fin de regular los precios y asegurar el abastecimiento de los productos de consumo diario, pero por lo visto los acuerdos no han sido respetados. Como se sabe, en Venezuela el salario mínimo llega a la irrisoria suma de 3-4 dólares mensuales (la cesta básica se calcula en alrededor de 400$), lo que traen las cajas Claps (salario diferido que el Estado entrega en forma de pequeña ayuda en alimentos) y las subvenciones a la electricidad, la gasolina y los servicios urbanos, no son suficientes para enfrentar el alto costo de la vida.

(3) Venezuela posee solo 3 refinerías de petróleo crudo, dos de entre ellas (Guaraguao y Paraguaná) están dañadas, y una (El Palito) solo refina 15 mil barriles por día, lo que es completamente insuficiente ante el alto consumo automotor calculado en 300 mil barriles por día; la situación se empeora cuando no se logran obtener los aditivos importados que lleva el combustible, porque ninguna empresa de tanqueros se arriesga a traerlos para no ser sancionados por los Estados Unidos.

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

28 de abril de 2020

www.pcint.org

 

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