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En Cuba: miseria, protestas y represión
De acuerdo a diferentes páginas webs y a las cuentas en redes sociales de algunos periodistas cubanos, durante la última semana de septiembre tuvieron lugar en Cuba varios movimientos de protesta encabezados por los sectores más empobrecidos de ciudades como Los Palacios, Nuevitas y, sobre todo, La Habana, donde los manifestantes protagonizaron cortes de carretera y de las vías del tren así como enfrentamientos directos con las fuerzas represivas del régimen.
Desde los meses de julio y agosto, una serie de protestas por la carestía de la vida venía desarrollándose en estas mismas ciudades: las condiciones de vida, ya normalmente precarias para la inmensa mayoría del proletariado cubano, son cada vez más duras y las medidas económicas del gobierno Díaz Canel únicamente contribuyen a agravar la situación. La situación se volvió más difícil aún empujada por dos hechos. El primero, la llegada a tierra del huracán Ian, que ha causado graves destrozos en diferentes regiones del país y ha puesto en evidencia la incapacidad del régimen autodenominado socialista para garantizar el suministro de materiales para la reconstrucción de las viviendas afectadas, obligando a las familias a costearse por su cuenta los elementos de reparación necesarios para poder siquiera dormir bajo techo. El segundo fue la serie de apagones que ha afectado a las principales ciudades de la isla caribeña. Estos apagones han sido causados por la penosa situación de la instalación eléctrica del país y por los problemas que la generación de electricidad en planta padece como consecuencia del lamentable mantenimiento de este tipo de instalaciones.
Las noticias que llegan son pocas y difíciles de interpretar, pero parece que la conjunción de estos tres factores (crecientes dificultades para la supervivencia cotidiana, gestión de la crisis del huracán Ian y la situación creada por los recurrentes apagones) habrían dado lugar a una situación si no idéntica sí similar a la del pasado verano, cuando miles de proletarios cubanos salieron a manifestarse a la calle y acabaron enfrentándose a las fuerzas policiales y militares mientras exigían mejores condiciones de vida.
En el fondo tanto de las protestas de 2021 como de las de hace pocas semanas están las nuevas medidas económicas que el gobierno de Miguel Díaz Canel impuso a comienzos del año pasado con el objetivo de sanear la situación económica y financiera de la isla. Estas reformas, encaminadas a liberalizar parcialmente el mercado interior, buscan reforzar la posición de una pequeña burguesía nacional creada al calor del comercio turístico, de cierto ahorro de divisas, etc. y que está interesada en la regularización del “cuentapropismo” que les permita abrir negocios propios. Apoyándose en esta pequeña burguesía y en otros sectores, como el del turismo, que se quiere liberalizar, el gobierno quiere crear la base para una “modernización” de la isla que, con la vista puesta en el modelo chino de los últimos 30 años, permita mantener el dominio político, económico y social del ejército (principal propietario empresarial de Cuba) y del conglomerado de burgueses y comerciantes extranjeros que han hecho su fortuna en el contexto del embargo económico impuesto por los Estados Unidos.
Para los proletarios cubanos, el reverso de estos plantes de ajuste económico es terrible. Las empresas públicas que sobrevivían del capital inyectado directamente por el Estado adolecen ahora, gracias a los recortes presupuestarios de este, de un déficit de financiación que se traslada inmediatamente a los salarios de sus empleados. Por otro lado, estos salarios tienen cada vez un valor menor debido a que la política monetaria de Díaz Canel, que eliminó el sistema de doble divisa, ha provocado un inmediato encarecimiento de los productos básicos los cuales, por otra parte, han dejado de estar totalmente subvencionados.
Como consecuencia de esta situación, miles de cubanos han emigrado de la isla desde 2021. Según la prensa española, la cifra de cubanos llegados a Estados Unidos en este periodo ha sido de casi 200.000, una cantidad sensiblemente superior a la que lo hizo durante las llamadas “crisis de los balseros” de los años ´80 y ´90.
También como consecuencia de esta situación, miles de cubanos se ven arrastrados a las movilizaciones en la calle, a los cortes de carretera, al enfrentamiento con la policía y con el ejército… Según los medios de comunicación el propio presidente Díaz Canel tuvo que huir escoltado por su guardia pretoriana cuando quiso dirigirse a los manifestantes de La Habana para calmar sus ánimos, tal y como ya hizo su antecesor Fidel Castro en alguna ocasión.
Pese a su debilidad, pese al hecho de que no sobrepasan tan siquiera el nivel de la espontaneidad más inmediata, este tipo de respuestas directas a la carestía de la vida, a la presión redoblada por parte del Estado y su incapacidad para garantizar condiciones de existencia aceptables, tienen un profundo valor porque muestran que Cuba es un país como el resto: capitalista, con una clase explotada y una clase explotadora, con conflictos salariales, con luchas en torno a las condiciones de supervivencia… con todo aquello, en fin, que caracteriza a un país capitalista.
El mito del socialismo cubano, heredero directo del mito del socialismo ruso, construido a base de falsificar los términos tanto de la realidad cubana como de la misma naturaleza del socialismo, es golpeado vez tras vez, año tras año, por este tipo de movilizaciones que muestran que los proletarios cubanos padecen condiciones en extremo similares a las de los proletarios del resto de países, especialmente de los países de América Latina.
Más allá de la importancia que este tipo de movilizaciones tienen en cuanto ejemplo, la realidad para la clase proletaria cubana es terrible y desoladora. Está privada del más mínimo tipo de organización, tanto sobre el terreno inmediato de la supervivencia y la lucha económica como sobre el más amplio y general de la lucha política y sólo con mucha dificultad logrará sobrepasar el terreno de la protesta espontánea. A este respecto no cabe hacerse ilusiones: el trabajo de desorganización y sometimiento que el Partido “Comunista” Cubano, el ejército popular, los mitos del socialismo nacional encarnados en el sacrificio exigido al conjunto de la población, la movilización nacionalista de tipo anti-imperialista… actúan como factores de retardo, objetivos y poderosísimos, en la maduración política del proletariado cubano. Piénsese que Cuba es uno de los focos desde los cuales se irradió el mito del socialismo nacional de corte estalinista, mito que jugó precisamente el papel de peso muerto atado al cuerpo del proletariado mundial, tanto en el primer como en el tercer mundo. Si esto fue así, si el ejemplo de la Revolución Cubana y su falsa vía al socialismo constituyó un refuerzo a las tendencias contrarrevolucionarias y anti comunistas que existían en el resto de países… ¡Cuánta potencia no tendrán en Cuba aún hoy en día! Desde Cuba se reforzaron las tendencias nacionalistas, el anti imperialismo interclasista, la confianza en el frentismo y la colaboración entre clases en países con una clase proletaria indómita y contra la cual las fuerzas oportunistas autóctonas tenían que emplearse a fondo, como fue el caso de Venezuela, Chile, Argentina…
Durante sesenta años estas mismas fuerzas, con una potencia mayor aún, sometieron a la clase proletaria cubana, precisamente la única de la región de América Latina y el Caribe que fue capaz de participar en una revolución de tipo nacional-revolucionario -algo que fue también su límite objetivo en ausencia de la guía de un partido comunista marxista y, por lo tanto, de clase y revolucionario- la única que vivió y se hizo fuerte con la experiencia de la lucha armada dirigida contra la clase dominante filo yankee y contra los intereses de los propios Estados Unidos. Hoy esa misma clase proletaria se ve arrojada a la lucha contra unas condiciones de existencia cada vez más duras. Respecto al resto de países de su entorno cuenta con una ventaja: las condiciones creadas por la revolución de 1959, la reforma agraria, la nacionalización de prácticamente toda la actividad económica, etc. obviamente ni han creado ni se han acercado al socialismo, pero han dado lugar a una clase proletaria muy numerosa, poco entremezclada con sectores pequeño burgueses y populares como sucede en el resto de América Latina. Este hecho sí representa una fortaleza objetiva para los proletarios cubanos: sus exigencias tienen un carácter netamente clasista, algo que les diferencia de las exigencias que se plantean en las periódicas revueltas “populares” que se suceden en los países de su entorno más inmediato, en las que la presión de las clases medias, pequeño burguesas y populares continúan ejerciendo una presión social fortísima sobre el proletariado.
El proletariado cubano, sometido a unas condiciones de vida que empeoran continuamente al igual que las del resto de proletarios del mundo, sin que su supuesto “socialismo” constituya ninguna diferencia, debe tomar el camino de la lucha de clase abierta. Y si bien no podemos esperar que esto suceda mañana mismo, la tendencia que se muestra, cada vez más aguda, a ello evidencia que la fuerza de contención que, en términos nacionales e internacionales, representa el oportunismo estalinista y post estalinista, cada vez está más resquebrajada.
Será la fuerza de la clase proletaria, de La Habana a California y de Santiago de Chile a Montreal, la que barra de la faz de América tanto a la burguesía criminal que se nutre de la sangre y el sudor de los proletarios y las masas oprimidas del continente como a las fuerzas del oportunismo que colaboran con su esfuerzo en prolongar este dominio de clase.
Y la revolución americana, ya no popular sino proletaria, consolidará la fuerza de la revolución en Europa, Asia y América que, tarde o temprano, volverá a presentarse a su cita con la historia.
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
6 de octubre de 2022
www.pcint.org