Back

Prises de position - Prese di posizione - Toma de posición - Statements                


 

Italia: un nuevo gobierno bajo la bandera de Dios, la patria y la familia. Los capitalistas aumentan su fuerza autoritaria y reaccionaria: para el proletariado, como siempre, ¡más miseria, lágrimas y  sangre!

 

 

25 de septiembre de 2022. La enésima ronda electoral, con su cola de declaraciones, entrevistas, comentarios, útiles para reconfirmar el alto nivel de retroceso del pueblo bueyero, ha llegado a su fin.

Los resultados confirmaron la preanunciada victoria de la coalición del llamado "Centro-Derecha", formada por Fratelli d'Italia (Meloni), Lega (Salvini) y Forza Italia (Berlusconi), ganando con el 44% de los votos, mientras que el 26% fue para el "Centro-Izquierda" formado por PD (Letta), Sinistra Italiana (Fratoianni), Verdes (Bonelli); cerca del 16% fue para el Movimiento 5 Estrellas (Conte) y algo más del 7% para la coalición entre Italia Viva (Renzi) y Azione (Calenda), que se autodenomina pomposamente "tercer polo".

La mayoría de las previsiones de los institutos de estadística se acercaron al resultado final, excepto para el M5S para el que, tras la debacle de los gobiernos de Conte1 y Conte2 y la división de los partidarios de Di Maio, nadie esperaba que obtuviera un resultado más que significativo, y para la Liga para la que nadie esperaba una pérdida tan importante en comparación con las elecciones anteriores. También en esta ocasión la abstención ha sido, según los estándares italianos, bastante elevada, en torno al 36%; abstención debida, sin duda, a una parte de la población completamente indiferente a la política, pero también a esa parte de la población asqueada sobre todo por el comportamiento de los partidos de la llamada "izquierda", empezando por el PD. No se descarta que varios partidos contaran con una abstención aún mayor, lo que les habría permitido jugarse el número de escaños en el parlamento con una reserva de votos más "controlable". Como viene ocurriendo desde hace tiempo, en esta campaña electoral los partidos no han explicado sus programas y qué medidas reales tomarían en caso de llegar al gobierno, sino que han llenado sus mítines y declaraciones con la gastada cantinela de la bajada de impuestos, el habitual llamamiento al crecimiento económico, la necesidad de hacer frente a la reciente crisis del gas y el apoyo de Zelensky a la guerra de Ucrania.

Y así, el partido de la derecha histórica, que después de llamarse Movimento Sociale Italiano y Alleanza Nazionale, se presenta como Fratelli d'Italia, se ha tomado una verdadera revancha no sólo contra los partidos tradicionalmente opositores -como el antiguo PCI, los antiguos Demócratas de Izquierda y ahora el Partito Democratico-, sino también contra los aliados del centro-derecha, los leghisti y los berlusconianos, es decir, los que tienen una experiencia de gobierno a sus espaldas desde hace veinte años y que siempre han tratado a Meloni como un cachorro que tenía que aprender a estar en el mundo... Está claro que los Berlusconi y Salvini, por muy avezados políticos y filibusteros que sean, han calculado mal. En cambio, el cachorro ha resultado ser un pequeño halcón, dispuesto a utilizar sus garras para reforzar su posición y, ahora que se ha erigido en el primer partido de Italia, también su influencia en el seno de una coalición cuyo liderazgo se ha deshilachado y restregado en los últimos tiempos.

Por lo tanto, era obvio que la presidenta de Fratelli d'Italia, Giorgia Meloni, era la premier in pectore, y fue a ella, de hecho, a quien el Presidente de la República encomendó la tarea de formar gobierno. Sin entrar en los detalles de las rencillas, diatribas y altercados que sin duda ha habido -y seguirá habiendo- entre los melonianos y sus aliados, Meloni y sus socios llevaban tiempo trabajando en la formación del gobierno, y desde hace tiempo habían declarado que éste sería "de alto nivel", no "técnico" (como el de Draghi), sino "político".

Pero, ¿les importa realmente a los proletarios que el próximo gobierno sea "técnico" o "político", que se llame a sí mismo gobierno de los "mejores" o "de alto nivel"? ¿Qué pueden esperar del próximo gobierno?

El gobierno que, con sus 23 ministros, mientras escribimos, se ha presentado en el Quirinal y ha jurado formalmente fidelidad a la Constitución y a la República, será en todo caso el gobierno de la clase dominante burguesa, de la que (sobre todo de la Confindustria, la Confagricultura, las industrias de armas, de infraestructuras y de recursos energéticos) ya ha recibido la aprobación, incluso antes de la presidencia de la República, será inevitablemente un gobierno fuerte y claramente antiproletario. A diferencia de los llamados gobiernos moderados o de centro-izquierda -siempre antiproletarios pero que, para su propia credibilidad dentro y fuera del país, necesitaban ser percibidos como gobiernos atentos no sólo a las necesidades de los capitalistas sino también a las de los trabajadores-, el gobierno abiertamente de derechas como el que se presentará en los próximos días al parlamento para un voto de confianza, puede permitirse el lujo de ser un poco más franco respecto a la política que pretende aplicar a lo largo de la legislatura.

Su política social no se desviará mucho de la inaugurada por Draghi y sus predecesores: los proletarios, como asalariados, tendrán que someterse aún más, si cabe, a las exigencias de las corporaciones y serán valorados cada vez más en función del mérito que hayan podido expresar en su trabajo; esto significa aumentar la competencia entre los proletarios, enfrentándolos entre sí y sometiendo su rendimiento a una vigilancia y un control mucho más precisos que hasta ahora. El mérito, que para la ideología burguesa es el reconocimiento de haber sido eficiente y eficaz en el desempeño del trabajo, se convertirá en uno de los ejes sobre los que las empresas y el Estado establecerán los aumentos salariales, los movimientos de carrera, etc. También será abiertamente la vara de medir, en caso de que la empresa entre en crisis, para decidir qué trabajadores deben ser despedidos y cuáles no. El crecimiento económico de cada empresa, y por tanto su beneficio, será cada vez más el objetivo del que dependerán todas las decisiones que la dirección tome de vez en cuando con respecto a sus empleados; y, por él, pasará el concepto de que los convenios colectivos de trabajo tendrán cada vez menos peso decisivo en la gestión de cada empresa. El interés del capitalista, de hecho, no es sólo aumentar la competencia en general entre los asalariados, sino también aumentarla en la empresa individual, sin importar a qué sector económico pertenezca. Esto significa también que la mano de obra permanente tenderá a disminuir en todas las empresas y que la mano de obra estacional, temporal y eventual aumentará. Esto ya ocurre desde hace tiempo en muchas empresas, pero la tendencia es extender este método a todas las empresas y de cualquier sector, industrial, agrícola, comercial, financiero, administrativo, etc. Para lograr tal resultado, el capitalismo, para no incurrir en grandes movimientos de huelga y protesta, necesitaba acostumbrar a la generación más joven de proletarios a la precariedad del trabajo y a la precariedad de la vida, algo que viene sucediendo desde hace algunas décadas. La transición de una generación proletaria a la siguiente, digamos de los proletarios que trabajaban en los años 1950-1970 a los proletarios de los años 1980-2000, ha tenido lugar a través de la lenta y constante erosión de las redes de seguridad social, de los "derechos" sindicales y de la defensa legal de los derechos de los trabajadores. En esta transición, la labor incendiaria y antiproletaria de los sindicatos colaboracionistas, empezando por la CGIL, que todavía se atreve a presumir de una lejana historia gloriosa de luchas que en realidad ha traicionado por completo, fue decisiva porque los capitalistas, en la nueva República democrática y antifascista, no tenían ningún interés en utilizar los mismos métodos represivos del fascismo contra las luchas obreras y los sindicatos de clase eventualmente reconstituidos, pero sí tenían interés en que las nuevas asociaciones económicas obreras renacieran sobre la base de la colaboración interclasista que ya había tenido lugar en la lucha partidista antifascista. La tricolor patriótica tenía que imponerse tanto a la bandera roja proletaria como a la bandera negra fascista; así, la bandera roja proletaria fue ahogada en la tricolor, y con ella el sindicalismo de clase tradicional, mientras que la bandera negra fascista no necesitó resucitar contra la bandera roja proletaria puesto que ésta ya no ponía en peligro ni los beneficios del capital ni el poder político burgués. 

Desde entonces han pasado ocho décadas, tres de ellas, de 1945 a 1975, de fuerte expansión capitalista en todo el mundo, y especialmente en el mundo imperialista occidental; décadas en las que no han faltado fuertes crisis económicas y sociales y guerras, de las que las potencias burguesas han salido siempre fortalecidas. Ciertamente no han faltado las luchas obreras, duras, muy duras, y tampoco ha faltado la represión, también dura y muy dura, demostrando que la democracia burguesa, si por un lado te ofrece la papeleta electoral y te promete respetar los derechos prometidos y escritos, por otro lado no tiene ningún reparo en utilizar incluso los métodos represivos más brutales para restaurar y mantener un orden que es esencialmente una defensa del poder político burgués y del beneficio capitalista.

La democracia post fascista, al tiempo que consagra en su constitución la prohibición de la reorganización fascista, permitió desde el principio la actividad de un movimiento antes fascista, como el Movimiento Social, que aterrizó, mediante elecciones parlamentarias, por tanto democráticamente, en el parlamento. Y sus sucesores siguen actuando, silenciosa y abiertamente, dentro y fuera del parlamento. La pacificación nacional, tan defendida después de la Segunda Guerra Mundial como para equiparar a los fascistas de la República de Saló que murieron en su guerra contra los demócratas con los partisanos de la Resistencia que murieron en su guerra contra los fascistas y los nazis, ha estado siempre bajo la bandera de la colaboración interclasista, que sigue siendo aclamada como el resultado más elevado, más civilizado y más noble que puede alcanzar una nación.

¡Pero la realidad del capitalismo, de la sociedad en la que las desigualdades en lugar de disminuir aumentan, en la que las condiciones de existencia de la inmensa mayoría de la población son extremadamente incivilizadas y rozan cada vez más la pobreza absoluta (en Italia, los datos oficiales dicen que hay 5,8 millones de habitantes por debajo del umbral de la pobreza y, contando a los clasificados como pobres, la cifra se eleva a más de 15 millones!), en la que la seguridad en el trabajo nunca ha existido (¡en 2022 sigue habiendo 3 muertes en el trabajo al día!), en la que los jóvenes no tienen asegurado ningún futuro, salvo trabajar por sueldos de hambre o vivir una existencia en el paro, es una realidad que sólo y exclusivamente conviene a la burguesía rica, a los capitalistas y a sus adláteres, en el parlamento y fuera del parlamento.

Del gobierno burgués, en general, los proletarios no pueden esperar nada bueno. Los escasos derechos y beneficios que han obtenido -por cierto, no para todos, sino sólo para una parte- se deben en todo caso a las luchas de las generaciones proletarias de los años 1950-1970; derechos y beneficios que van desapareciendo cada vez más a medida que los bolsillos de los capitalistas se engrosan desmesuradamente.

Lágrimas y sangre: este es el futuro próximo del proletariado. Y mientras los superprivilegiados sentados en el parlamento discuten sobre el sexo de los ángeles, el proletariado es cada vez más aplastado por la cínica maquinaria del beneficio capitalista.

Por si fuera poco, sus energías se ven exprimidas aún más por el interés del imperialismo italiano en participar en la guerra ruso-ucraniana del lado de los imperialistas euroamericanos. La propaganda antirrusa de este año invoca aún más la colaboración de clases entre el proletariado y la burguesía agitando el coco de una Rusia que quiere agredir a Europa, cuando es obvio para toda persona sensata que esa "agresión" nunca se producirá, y menos aún una agresión con armas nucleares por la que se agita el miedo al fin del mundo. El capitalismo, y por lo tanto la burguesía, es sin duda cínica, destructiva, inhumana, pero no es suicida, al igual que la propia burguesía como clase dominante nunca se suicidará.

Para acabar con el capitalismo, con esta sociedad destructora de la vida social y del medio ambiente, no hace falta una burguesía que haya entrado en razón, una burguesía con "rostro humano", una burguesía que haya atendido las oraciones de su santidad el Papa. Que su gobierno sea de derechas o de izquierdas, que sea conservador o socialdemócrata, monárquico o laborista, no cambia su dato genético: es siempre un gobierno que, en las diversas situaciones en que cambia la relación de fuerzas entre los Estados y entre las clases, expresa los intereses generales de la clase burguesa, intereses que defiende por todos los medios.

Contra la clase dominante burguesa debe levantarse la única clase social que históricamente tiene la fuerza y la tarea de derrocar su poder: la clase del proletariado. Lo ha demostrado en la historia pasada, lo demostrará en la historia futura, y no por una especie de investidura divina, no por un accidente histórico, sino por la combinación dialéctica de factores históricos que ha regido siempre el desarrollo de las fuerzas productivas, desde la sociedad esclavista a la sociedad feudal y, finalmente, a la sociedad capitalista, la última sociedad dividida en clases antagónicas en la que se formaron las bases económicas para el salto de la sociedad dividida en clases a la sociedad sin clases, al comunismo. Se trata de trayectorias históricas, no de acontecimientos episódicos, por lo que el desarrollo de las contradicciones que se acumulan en el seno de la vieja sociedad debe llegar a un punto de no retorno. Y una de las contradicciones decisivas es la relativa a la formación de la clase de los trabajadores asalariados, la clase de los verdaderos productores de toda la riqueza que existe en el mundo y que las distintas burguesías nacionales acaparan directamente a través del dominio de la propiedad privada de los medios de producción. Para arrancar la propiedad de los medios de producción de las manos de la burguesía, de los capitalistas, y transformar los medios de producción en medios no para el beneficio capitalista, sino para satisfacer las necesidades de la humanidad, es necesario arrancar el poder político de las manos de la clase dominante burguesa, derrocar su Estado y su dictadura, e instaurar el poder político de clase del proletariado, su dictadura de clase.

Mientras la burguesía siempre ha ocultado su verdadera dictadura de clase a través de la democracia, los derechos, las leyes, las elecciones, la "libre empresa", la "libre elección individual", etc., el proletariado no tiene necesidad de ocultar nada y declara abiertamente que será la guerra de clases contra la burguesía la que decidirá el destino de la sociedad, y será la dictadura de clase abierta del proletariado la que pondrá a la sociedad, una vez que llegue al poder, en el camino hacia la superación definitiva de todas las divisiones sociales en clases. El camino es largo, por supuesto, plagado de dificultades de todo tipo, precisamente porque la burguesía no se suicida, no abandona el poder espontáneamente, no se resigna a ser derrotada; y para que este proceso histórico tenga un desarrollo positivo, el proletariado debe ser guiado y organizado por su partido de clase, por el partido comunista revolucionario, que posee el conocimiento de los procesos históricos y ha acumulado, a través de la teoría marxista, la experiencia histórica y los relatos históricos de revoluciones y contrarrevoluciones.

Es por ello que los comunistas revolucionarios luchan, en cada situación, en cada país en el que se encuentren, incluso en la situación más negativa como la actual, pero con la certeza de que el capitalismo no es eterno, tiene un fin y su fin será provocado por la revolución proletaria mundial victoriosa.

 

22 de octubre de 2022

 

 

Partido Comunista Internacional

Il comunista - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - Communist Program

www.pcint.org

 

Top Volver sumarios  -  Volver archivos