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Prises
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La elección de Trump y la clase obrera americana
Mientras los sondeos de opinión anunciaban a Kamala Harris como la más probable ganadora por un margen muy ajustado, en cambio el expresidente Donald Trump fue reelegido para un segundo mandato tras su derrota en 2020. Trump no solo obtuvo el mayor número de «grandes votantes» en los distintos estados, sino que también cosechó el mayor número de votos a nivel nacional, la primera vez para un presidente republicano desde George Bush en 2004: el 50,1% de los votos frente al 48,3% de Kamala Harris, mientras que en el momento de su victoria en 2016 solo había obtenido el 45% de los votos (frente al 48,2% de Hillary Clinton), pero al haber superado a Hillary Clinton en número de grandes votantes, ganó la presidencia. Aunque el porcentaje de abstención fue esta vez mayor que en las últimas elecciones presidenciales (36% frente al 34% de 2020, la tasa más baja en décadas, y el 40% de 2016), obtuvo más de 2.000.000 de votos más, mientras que la candidata demócrata perdió más de 8 millones. Los análisis del voto muestran que la abstención aumentó en zonas donde habían votado mayoritariamente demócratas en 2020; el porcentaje de votantes de Kamala Harris bajó tanto entre los blancos como entre los negros y los latinos, entre los hombres y entre las mujeres (en igual proporción); solo aumentó su resultado respecto al de Joe Biden entre los votantes mayores de 65 años y los de rentas más altas (más de 100.000 dólares anuales) (1).
Estos pocos datos demuestran que la derrota electoral de la candidata demócrata no se debe principalmente a prejuicios raciales o misóginos.
Ni los excesos verbales y las fake news del candidato Trump y sus partidarios, ni los llamamientos a votar a Harris en nombre de la defensa de la democracia frente a un «fascista» condenado por los tribunales, ni los posicionamientos de estrellas del espectáculo, ni las declaraciones de destacados economistas sobre la salud de la economía estadounidense, han logrado generar una movilización de votantes comparable a la que llevó a Joe Biden a la victoria en 2020. Para millones de votantes de este último, especialmente entre las capas más desfavorecidas, lo que domina es la desilusión y el descontento: en estos cuatro años, la desigualdad ha aumentado; los más pobres, los proletarios, se han empobrecido aún más e incluso sectores de las clases medias se han visto golpeados por una inflación que no alcanzaba estos niveles desde hace casi cuarenta años: mientras que los capitalistas y los inversores en bolsa han visto aumentar sus ganancias, a veces de forma espectacular.
Las elecciones son siempre un espejo muy distorsionado del estado de ánimo de la población en general y del proletariado en particular; el sistema democrático se ha ido perfeccionando a lo largo de las décadas para intoxicar a los explotados, reducidos a la condición de votantes ávidos de propaganda. El circo electoral, ricamente dotado (se calcula que este año los distintos partidos han gastado casi 16.000 millones de dólares en propaganda electoral, todo un récord) (2), tiene como función primordial desviar las aspiraciones, frustraciones y descontentos del electorado hacia el terreno, inofensivo para el orden burgués, de la competición entre los distintos partidos y candidatos al servicio de los capitalistas (cuando estos candidatos no son a su vez multimillonarios como Trump, el candidato al que supuestamente se oponen las élites y la clase dominante). Como dijo Lenin, citando a Marx: «la esencia de la democracia capitalista» es «que a los oprimidos se les autoriza a decidir una vez cada varios años ¡qué miembros de la clase opresora han de representarlos y aplastarlos en el parlamento!» (3)
Este descontento de los proletarios, cuyas huellas pueden encontrarse en las vicisitudes electorales, se manifiesta en el terreno real de las relaciones de clase a través de una renovación de la combatividad obrera. La huelga de siete semanas de más de 30.000 trabajadores de Boeing, que rechazaron dos veces los acuerdos alcanzados entre la dirección y el sindicato IAM, es el ejemplo más reciente. Según las estadísticas oficiales, que sólo enumeran las huelgas de más de 1.000 trabajadores, más de 450.000 proletarios hicieron huelga en 2023 (últimos datos disponibles), una cifra que no se alcanzaba desde hace varios años (4).
La elección de Trump representa la ascensión a la presidencia de un adversario del proletariado; pero Biden-Harris y el Partido Demócrata han demostrado, si aún fuera necesario, que no son en absoluto, como les gusta presentarlos a los dirigentes sindicales ultra optimistas, «amigos de los trabajadores»; no han dudado en romper huelgas como la de los ferroviarios, en intervenir para frenar otras como en Boeing, o en deportar a más indocumentados que Trump. Aquellos que, a pesar de la política criminal en el extranjero (Israel...) y de la política anti obrera en el seno de los demócratas, piden a los proletarios que les apoyen en nombre del «mal menor» o de la «defensa de la democracia», son en realidad los adversarios más insidiosos del proletariado. Para defenderse de los capitalistas y de su Estado, los proletarios no pueden de hecho contar más que con su propia lucha de clase; deben rechazar no sólo las orientaciones nacionalistas, racistas y xenófobas difundidas principalmente (pero no únicamente) por las corrientes de derecha y de extrema derecha: deben también romper con todos los falsos «amigos» que los encadenan a la mortífera colaboración de clase con los capitalistas en la que sus intereses son sacrificados a los de la empresa o de la economía nacional.
El período que se avecina estará inevitablemente marcado por ataques redoblados contra los proletarios estadounidenses, no por la mala voluntad de Donald Trump, sino porque los problemas económicos de Estados Unidos y el empeoramiento de las tensiones inter imperialistas lo exigen. Al igual que sus camaradas de otros países, los proletarios estadounidenses tendrán que encontrar el camino de la lucha de clases independiente y la organización para hacerle frente; pero también tendrán que reconstituir su partido de clase internacionalista e internacional: una tarea que no es en absoluto fácil ni rápida, pero esencial para que las luchas que tiene por delante la clase obrera se dirijan hacia el derrocamiento revolucionario del capitalismo.
(1) https://www.washingtonpost.com/politics/2024/11/12/what-numbers-actually-say-about-2024-election/
(2) https://www.opensecrets.org/2024-presidential-race
(3) Cfr. Lenin, El Estado y la revolución, capítulo 5 https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/estyrev/
(4) https://www.bls.gov/wsp/
18 de noviembre de 2024
Partido Comunista Internacional
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