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Prises
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Sobre la “huelga general” de Valencia el 29 de mayo
La huelga es un arma de lucha de la clase proletaria, no un reclamo publicitario para la política parlamentaria
El próximo día 29 de mayo, las organizaciones sindicales CGT, CNT y COS han convocado una “huelga general” en la Comunidad Valenciana con el objetivo de hacer dimitir al presidente de la Generalitat, Carlos Manzón, por su actuación durante las inundaciones del pasado mes de octubre y por la política de reconstrucción seguida durante los meses posteriores.
Esta convocatoria no puede ser tomada, de ninguna manera, como un intento de movilización real del proletariado valenciano. En primer lugar porque ya el mismo lanzamiento del llamado a la huelga, circunscrito únicamente a la Comunidad Valenciana, como si el resto de la clase obrera no tuviese ningún interés en lo que sucede, siguiendo la política provinciana y chovinista que acepta las divisiones burguesas incluso dentro de un mismo país como algo a respetar, tiene un objetivo meramente efectista: continuar con la idea de una “tragedia valenciana”, de un hecho singular y aislado que no tiene mayor importancia para el resto del proletariado.
En segundo lugar, porque evidentemente ninguna de las tres organizaciones convocantes tienen fuerza suficiente como para convocar una movilización de este tipo, ni siquiera limitándola a los confines de la Comunidad Autónoma. Ninguna, de hecho, tiene esperanza de que su llamamiento tenga repercusión más allá de los liberados sindicales y de algunos simpatizantes más o menos estrechos. De nuevo, cuentan con la repercusión mediática no ya para sacar a los trabajadores de sus puestos de trabajo, sino para ganar unos minutos en las noticias y presentar su jornada como un éxito.
Finalmente, porque ni siquiera las secciones sindicales de las organizaciones convocantes se plantean hacer ningún tipo de fuerza en el sentido de imponer la huelga. Para CGT, CNT y COS se trata de un acto simbólico, no de una convocatoria de lucha, y no tratarán de romper los límites de la convocatoria formal.
Esta “huelga” se suma a la ya larga serie de aquellas convocadas con el único interés de generar algo de ruido mediático, arrastrar a sectores sociales no proletarios (como los estudiantes de universidad, principalmente) siempre susceptibles de participar en estas movilizaciones y dar a sus convocantes la pátina de radicalidad que el distanciarse de las grandes organizaciones CC.OO. y UGT les permite: las “huelgas feministas” del 8 de marzo, la “huelga por Palestina” del pasado mes de septiembre… son los ejemplos que anteceden a este engendro.
Las inundaciones que arrasaron la zona sur de Valencia el otoño pasado fueron una de las mayores catástrofes que han tenido lugar en la historia reciente de España. Pero no fueron una “tragedia”, no fueron algo inevitable de lo que no se podía escapar… Desde hace cientos de años se sabe de la fuerza de las riadas en la zona, de la importancia de fenómenos meteorológicos como la gota fría y de las consecuencias que la construcción desaforada de viviendas, urbanizaciones, etc. así como del asfaltado de las ramblas o de la proliferación de un inmenso parqué automovilístico tendrían como potenciador de los efectos desastrosos de esos eventos naturales. El culpable de los sucedido no fue el clima, pero tampoco fueron ninguno de los políticos, altos cargos, etc. involucrados en la gestión de los acontecimientos: fue la burguesía en su conjunto, que ha creado en el sur de Valencia una auténtica trampa mortal para los proletarios que hacina en los pueblos de la zona y que, llegado el momento de la riada obligó a mantener el ritmo normal de trabajo a todos los empleados. Mazón, su gobierno, la oposición y todos los agentes sociales que intervinieron (e intervienen todavía) en retrasar la alarma o en la reconstrucción posterior, son culpables en cuanto miembros de esa clase burguesa que es criminal en su conjunto y de la que no se puede separar ni a grupos, ni a facciones ni a individuos para señalarlos como más responsables o más asesinos que el resto.
CGT, CNT y COS tienen el objetivo declarado de favorecer un cambio de gobierno en la Comunidad Valenciana, tratando de que éste pase de las manos de Manzón y el Partido Popular a algún tipo de coalición amplia que incluya a PSOE y a partidos de la izquierda parlamentaria como Compromis. Quieren, por lo tanto, un cambio de cara que alivie la presión, que dé la impresión de que unos nuevos gestores, más a la izquierda, serán suficientes para mejorar las terribles condiciones de vida que padecen los habitantes (mayoritariamente proletarios) de los pueblos devastados.
Hoy sabemos que después de la riada del 29 de octubre, después de la destrucción y el caos que causó el agua al desbordarse de las ramblas que atravesaban los pueblos de la región, fue cuando empezó la verdadera pesadilla para sus habitantes. Tanto el gobierno local como el nacional les dejaron aislados, permitiendo que los agonizantes acabasen de morir, que las infecciones cundiesen, etc. para garantizar, antes de intervenir, que podían controlar el peligro social que implicaba un desastre de esta magnitud. Fueron únicamente los voluntarios, miles de personas de Valencia y de otras ciudades, quienes acudieron a ayudar a los vecinos que vivían en una verdadera zona de guerra. Porque, que se recuerde esto, mientras que en Paiporta tantos y tantos luchaban por salir de la mezcla de fango y residuos tóxicos que anegaba el pueblo, a pocos kilómetros, en Valencia, la vida seguía su curso normal. Mientras en pueblos como Benetusser faltaba el agua potable y los víveres más básicos, en Valencia los supermercados hacían negocio como de costumbre. La policía se dedicaba a controlar a los voluntarios en vez de a socorrer a los heridos.
La respuesta que la clase proletaria debió dar en ese momento, la única válida, hubiera sido la convocatoria inmediata de una huelga general e indefinida para forzar a la burguesía a hacerse cargo de la ayuda inmediata a los damnificados con todos los recursos a su disposición. Pero, evidentemente, tanto las grandes organizaciones sindicales como las pequeñas, entre las cuales CGT, CNT y COS, prefirieron mantener la habitual política de paz social a cualquier precio y mantener a los trabajadores en sus casas. Se conformaron con promover esa versión humanitaria pero igualmente perniciosa de la colaboración entre clases que fueron las columnas de voluntarios. En ellas, dirigiendo a los proletarios que sentían a flor de piel la necesidad de la solidaridad de clase a hacer el trabajo que la burguesía no quería hacer, consumieron las mejores fuerzas del momento. Mientras Valencia funcionaba a pleno rendimiento, los jóvenes hacían lo que podían para hacerse cargo de la ayuda, el ejército acampaba a las afueras de la zona, siempre más pendiente de su función de guardián que de intervenir en favor de la población.
La huelga es un arma de lucha de la clase proletaria. Es una de las más elementales, pero también una de las más efectivas. Con ella puede golpear directamente en el bolsillo de la patronal, puede dañar a sectores enteros de la burguesía e imponer sus exigencias. Pero para que sea así, debe dirigirse hacia la consecución de reivindicaciones realmente clasistas, que tengan como fin la defensa de las condiciones de vida y lucha de la clase proletaria. Las “huelgas” como las que veremos el próximo 29 de mayo son otro instrumento más para favorecer la colaboración de clase, para presentar un interés común entre el proletariado y los sectores progresistas de la burguesía. Sirven para educar al proletariado en la defensa de un falso interés común con la clase dominante y en la creencia de que son los medios parlamentarios y democráticos los únicos en los que puede confiar para obtener una mejora en su existencia.
Las condiciones de vida de los proletarios de las zonas afectadas por la riada han sufrido un duro golpe. Miles de despidos, trabajo negro, etc. se suman a las dificultades vitales más básicas como conseguir regularmente alimentos o agua o al hecho de que cientos de niños no pueden ir todavía a la escuela con normalidad, a que no hay centros de salud, etc.
La responsable de esta situación es la clase burguesa que, incapaz de hacer otra cosa que amplificar las catástrofes naturales convirtiéndolas en verdaderos dramas sociales, tiene siempre el ojo puesto en el negocio que supondrá la reconstrucción y no en la ayuda a los necesitados. Pero no es la única responsable. Sus aliados, sus agentes que imponen sus exigencias y consignas entre la clase proletaria, que trabajan por desviar la rabia y el impulso a la lucha y la solidaridad ante estas situaciones hacia exigencias de “cambio de gobierno” o cuestiones parlamentarias, son igualmente culpables. Contra ambos, contra la burguesía y sus socios, deberá levantarse la clase proletaria si quiere poner fin a la verdadera catástrofe que rige el mundo: el capitalismo
26 de mayo de 2025
Partido Comunista Internacional
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