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Chile: Medio siglo después, un partidario del golpe de Estado de Pinochet asume el poder democráticamente

 

 

El 14 de diciembre, el candidato de extrema derecha, José Antonio Kast, obtuvo una contundente victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Chile, derrotando a la candidata de Izquierda Unida, Jeannette Jara, del Partido Comunista de Chile, quien defendió las acciones pasadas del presidente Boric (era su ministra del Trabajo).

Poco más de medio siglo después del golpe de Estado que derrocó al gobierno de izquierda (Partido Comunista, Partido Socialista...) de la Unidad Popular de Salvador Allende, un declarado partidario de Pinochet ha sido elegido.

La dictadura de Pinochet fue responsable de una brutal represión antiobrera: el número de víctimas, aún desconocido hasta el día de hoy, fue de varios miles, mientras que el número de personas encarceladas, a menudo torturadas, alcanzó decenas de miles. Gracias a esta represión, que aplastó cualquier posibilidad de resistencia obrera, la dictadura logró imponer una política económica tan ultraliberal que provocó una explosión de desigualdades sociales.

¿Cómo explicar que un defensor del golpe y la dictadura como Kast (cuya familia participó en la represión en aquel entonces) prevaleciera sobre una “heredera” de la Unidad Popular? El programa de Kast, inspirado en el Milei argentino y los “Chicago Boys” (como se llamaba a los economistas autores del programa económico ultraliberal de la dictadura, los neo-cons de la época), incluía drásticos recortes al presupuesto estatal, privatizaciones, desregulación del mercado laboral y otras medidas que exacerbarían la precariedad de los trabajadores y aumentarían aún más la desigualdad. Esto no impidió que el presidente saliente Boric y la candidata Jara felicitaran a Kast en nombre de la democracia: “Estoy muy orgulloso de la democracia”, dijo Boric en su mensaje de felicitación a Kast, mientras que Jara declaró: “La democracia ha hablado. Deseamos a Kast éxito por el bien de Chile” (1). Para estos políticos que dicen defender a los trabajadores, lo más importante es que el sistema de la democracia burguesa – este sistema de engaño antiproletario según el marxismo – ¡ha funcionado bien!

En 1973, el Partido Comunista, junto con otros partidos de izquierda, puso todo su empeño en desarmar al proletariado frente a la derecha y los golpistas de extrema derecha; de igual manera, hoy los ha desarmado frente a los capitalistas, allanando el camino para el regreso de la extrema derecha al poder. Desde todo punto de vista, de acuerdo con su naturaleza colaboracionista y contrarrevolucionaria, demostró ser un fiel servidor del orden burgués, un implacable oponente a la emancipación proletaria.

A finales de la década de 1980, comenzaron las negociaciones para el retorno a un gobierno civil; esto ocurrió en 1990, después de que los partidos agrupados en la Concertación Democrática (Partido Socialista, Partido Demócrata Cristiano, etc.) acordaran seguir las políticas económicas de la dictadura y no modificar su Constitución. Durante 20 años, los partidos de la Concertación encarnaron estas orientaciones, y el Partido Comunista los apoyó en las elecciones.

En octubre de 2019, Chile se vio sacudido por una verdadera explosión social, desencadenada por la decisión del gobierno del acaudalado capitalista Piñera de aumentar el precio de las tarifas del metro. Este aumento de precio, sumado a las penurias que enfrentaba la clase trabajadora, encendió el polvorín; estallaron saqueos y manifestaciones en todo el país, a lo que el gobierno respondió con el estado de emergencia y el despliegue del ejército. La represión resultante se saldó con unas quince muertes y casi noventa heridos de bala, además de varios cientos de personas detenidas, en ocasiones torturadas y violadas; otras fuentes cifran las victimas en 30 muertos, y 460 con heridas oculares (2)

Para frenar el movimiento, cuyas causas profundas residían en la miserable situación de la mayoría de la población, la central sindical CUT tuvo que convocar a una huelga general (que fue seguida masivamente), lo que condujo a negociaciones con el gobierno y finalmente a un acuerdo, firmado por los partidos de izquierda, “por la paz social y una nueva constitución”. Esta nueva constitución, que habría permitido satisfacer las demandas proletarias, nunca vio la luz, pero las sucesivas elecciones y referendos sobre el tema sirvieron para apaciguar a las masas rebeldes con el opio electoral. La pandemia de Covid hizo el resto.

En las elecciones presidenciales posteriores, Boric, el candidato de izquierda, un ex líder estudiantil “radical” que había firmado el acuerdo que puso fin al movimiento, fue elegido contra Kast – ¡ya en la época! Su programa incluía profundas reformas sociales destinadas a establecer un “Estado Providencia”, en lugar del liberalismo existente, como la reforma del sistema de pensiones, así como la promesa de reformar a fondo el cuerpo de Carabineros, responsable de numerosos abusos, castigar a los que  habían cometido crímenes y abolir las leyes más represivas.

Pero el gobierno de izquierda no cumplió nada de esto, emprendiendo tímidas reformas solo para servir mejor a los empresarios y al capitalismo chileno en general. Por ejemplo, el aumento del salario mínimo a $535 (mientras que la demanda obrera era de $760) tuvo como contrapartida una flexibilización laboral.
 Peor aún, implementó una política represiva contra los trabajadores en huelga y los indígenas mapuche que reclamaban sus tierras, contra quienes impuso el Estado de excepción y la militarización de su territorio. En lugar de “reformar” a los Carabineros y llevar ante la justicia a los responsables de crímenes, promulgó una ley que favorecía a la policía con el pretexto de combatir la inseguridad, atribuida a la inmigración, particularmente desde Venezuela (3).

Las acciones del gobierno de izquierda inevitablemente provocaron desilusión en el proletariado, y los llamados a bloquear a la extrema derecha fueron insuficientes para convencerlos de apoyar a quienes habían traicionado sus promesas.

En cualquier país, los partidos reformistas y las organizaciones colaboracionistas afirman mejorar el capitalismo, hacerlo más social, reformarlo en beneficio de los trabajadores y las masas pobres. Ante todo, se esfuerzan por desviar al proletariado de la lucha directa, prometiendo que una victoria electoral asegurará fácilmente la satisfacción de sus demandas; condenan cualquier ruptura de la paz social, cualquier acto de violencia, cualquier acción ilegal, calificándolas como una provocación que pone en peligro la colaboración entre las clases y el sacrosanto “diálogo social” (4). Sin embargo una vez en el gobierno “olvidan” las promesas que sirvieron para desviar al proletariado de la lucha, y no realizar sino las políticas permitidas por la burguesía. Cuando han agotado sus servicios al capitalismo, regresan a la oposición, donde intentan recuperar cierta legitimidad que les permita seguir difundiendo ilusiones democráticas y pacifistas.

En Chile, los partidos de izquierda han allanado así el camino para el regreso de la extrema derecha al poder. Ante los ataques que se avecinan, el proletariado tendrá que defenderse. Pero para que esta defensa tenga alguna posibilidad de éxito, deberá tomar el camino de la lucha y la organización de clase; deberá romper con los falsos amigos que, en realidad, son sus adversarios más perniciosos: los partidos y organizaciones reformistas que hace 50 años los entregaron a las masacres y a la dictadura, y que hoy los abandonan a la democracia, tan burguesa como la dictadura, con el mismo resultado: la victoria de la reacción burguesa más extrema.

No hubo necesidad de recurrir a un golpe de Estado ni a una dictadura porque las tensiones sociales no son tan altas como en 1973, el proletariado no está movilizado como entonces y no constituye una amenaza para el orden establecido. Pero tan pronto como se movilice, se enfrentará a las fuerzas represivas del Estado democrático burgués, mantenidas y perfeccionadas por el gobierno de izquierda y, de ser necesario, a la violencia desatada de una dictadura abierta como la de Pinochet.

Para evitar revivir esta experiencia, es esencial sacar las lecciones cruciales de su propia historia:

La sóla via real al socialismo, el único camino para poner fin a su miseria, a la explotación y represión capitalistas, no es nacional, sino internacional:  es la vía que comienza por la organización independiente de clase, por la constitución del partido de clase armado del programa comunista verdadero;  es la vía de la lucha abierta y cotidiana contra los patronos y el Estado burgués, quien llegado el momento puede alzarse por la toma del poder y la instauración de la dictadura del proletariado; es la vía de la lucha política no ya popular sino proletaria, tampoco patriótica sino internacionalista, resuelta y abiertamente anti-capitalista, única capaz de arrastrar detrás de la clase obrera a todos los explotados y oprimidos al asalto del Estado burgués (5).

 


 

(1) https://www.pressenza.com/es/2025/12/balotaje-chileno-elije

(2) kast/https://www.rfi.fr/es/20201017-las-cifras-que-dejo-un-ano-de-estallido-social-en-chile).

(3) Los inmigrantes venezolanos representan más del 40% de los extranjeros; los medios de comunicación los culpan del aumento de la delincuencia, un discurso compartido por políticos tanto de derecha como de izquierda. Por ejemplo, Jara pidió una fuerte presencia militar y policial en las fronteras para defender a los chilenos... Véase Le Monde, 16/11/25.

(4) Durante el movimiento de 2019, la CUT declaró en un comunicado de prensa del 29/10: “Condenamos con la mayor firmeza la violencia irracional generada por la actitud del gobierno, que ha permitido actos de vandalismo y delincuencia por parte de grupos minoritarios (...). Esta violencia irracional solo sirve a los poderosos para justificar la represión y la militarización del país”.

(5) Ver nuestro folleto: «1973. Golpe de Estado en Chile ¡Experiencia trágica que no debe olvidarse!»

 

28 de diciembre de 2025

 

 

Partido Comunista Internacional

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