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Prises de position - Prese di posizione - Toma de posición - Statements                        


 

¡La revuelta de los proletarios inmigrantes africanos en tierras de la mafia calabresa enseña e los proletarios italianos que en el centro de la lucha obrera debe estar no sólo la necesidad económica sino también la vida digna para todos los trabajadores!

 

 

¡Proletarios!

 

Acerca de la revuelta de los proletarios africanos de Rosarno de estos días, los mismos medias burgueses no han podido esconder que en la civilizadísima Italia existen desde hace decenios vastísimas zonas en las cuales es normal explotar bestialmente y como esclavos a decenas de miles de proletarios inmigrantes de los países de África, del Este europeo, del Medio y Lejano Oriente o de América Latina.

El vampirismo de los capitalistas italianos, en las tierras del Sur se mezcla casi siempre con la engrasada organización criminal de las varias mafias italianas, aquellas que han enseñado a todo el mundo como utilizar cualquier ocasión, cualquier mínima debilidad económica, cualquier ambición de prestigio político, cualquier posible recurso en los meandros de los aparatos públicos para acumular enormes riquezas. Mafias que no se dedican exclusivamente a la actividad considerada ilegal sino que invaden cualquier terreno, cualquier ámbito en el cual se entrevea la posibilidad de lucrarse desmesurada y rápidamente. Y está claro para todos que, mientras que en el Norte y en el Centro de Italia estas actividades con subterráneas e invisibles, en los territorios del Sur de Italia son muy visibles  constituyendo de hecho los ejemplos prácticos y vivientes del poder efectivo poseído por las varias familias de que en Sicilia son llamadas mafiosas, en Calabria ´ndrine, en Camapania camorristas y en Puglia componentes de la Sacra Corona Unita. Densa red, radicada en la profundidad de las regiones del Sur pero ramificada hasta tal punto que puede golpear sin problemas no sólo dentro del territorio nacional a través del sistema bancario y financiero sino también en muchos centros importantes del extranjero, desde Nueva York hasta Moscú, de los Balcanes a Nigeria, de Sudáfrica a Sudamérica y que constituye de hecho un Estado dentro del Estado. Donde “falta” el Estado oficial la gestión del territorio y de los asuntos se encuentra en manos del Estado de las mafias que se ocupan de gestionar cotidiana y capilarmente la vida económica, política y social de muchísimas zonas, como es el caso de la Piana di Gioia Tauro en la cual se encuentra la  pequeña ciudad de Rosarno, epicentro actualmente de la revuelta de los esclavos asalariados provenientes de países centroafricanos.

 

¡Proletarios!

 

El ayuntamiento de Rosarno fue disuelto en enero de 2008 por infiltración mafiosa y ha sido llevado hasta ahora por una Gestora Administrativa, esto no ha impedido a los capataces continuar organizando masas de inmigrantes, traídas hace más de veinte años, de la forma más clandestina, para la recogida de los cítricos (naranjas, mandarinas, clementinas…) ¿De quién son los cítricos? De la ´ndrine, naturalmente.

¿Cómo trabajan y cómo viven la estación de la recogida los proletarios africanos?

12-14 horas al día por un salario de 20 euros diarios de los cuales 5 van al capataz que los lleva a los “jardines” y 5 van para el coste del transporte de ida y vuelta a esos jardines. Quedan diez euros por un trabajo de jornalero que resulta una masacre y que siempre está sometido al chantaje ¡porque es realizado por clandestinos!

¿Dónde viven? La minoría regularizada con permiso de residencia –según los datos oficiales poco más de 6000 sobre 20000- viven por lo general en albergues pero con unas condiciones extremadamente precarias en lo que a higiene y servicios se refiere mientras que la mayoría obligada a la clandestinidad –pero evidentemente tolerada tranquilamente visto que todos saben perfectamente de su existencia- se encuentra constreñida a buscarse la vida en fabricas abandonadas, en casas derruidas y en chabolas.

Constituyen realmente un masa deshumanizada de esclavos asalariados obligada a dar sudor y sangre por un salario casi inexistente, más explotados que las bestias, estos proletarios aguantan cotidianamente humillaciones y vejaciones de todo tipo. Y el clima de racismo y criminalización continua hacia su presencia “clandestina” en el territorio italiano no es sino el caldo de cultivo de continuos abusos y de los ulteriores actos de intimidación como disparar contra coches en marcha.

El vil deporte de “tiro al inmigrante” no es un hecho episódico. En Rosarno mismo ya había sucedido en diciembre de 2008 frente a la misma fábrica-dormitorio de Rognetta cuando dos marfileños fueron gravemente heridos. Como ahora estalló la protesta de los inmigrantes y fueron muchas las promesas… ¡pero ninguna se mantuvo! Hoy alguien ha disparado de nuevo contra la Rognetta y algún otro contra la antigua Opera Sila como en una acción coordinada. Otras hermosas promesas aparecen en el horizonte pero es cierto que… ¡ninguna será mantenida!

En Italia, desde al menos treinta años, para nuestros gobernantes y para la gran mayoría de los medias, la inmigración constituye un problema: atraídos por un desarrollo económico que ofrece la posibilidad de una supervivencia menos precaria que en sus países de origen, centenares de miles de proletarios y de desheredados de los países de la periferia de las potencias imperialistas llegan a nuestras costas y fronteras en busca de un lugar alejado de las guerras, de las deportaciones, de la miseria, de las enfermedades o de la muerte por hambre. Italia, país que ha enviado en cien años de su historia moderna millones de emigrantes que, como los actuales africanos, orientales o europeos del Este, huían de la muerte por hambre y de la miseria si no de la devastación de la guerra, en los últimos tiempos ha devenido tierra prometida para millares de migrantes en busca de una supervivencia más digan que la que se les ofrece en sus propios países.

Pero le ley del capital es cínica, cruel, obsesivamente independiente de los intereses económicos y políticos de los capitalistas que buscan únicamente mantener sus privilegios sociales y obtener siempre más, cosa que consiguen mediante el Estado y sus fuerzas del orden en defensa de su economía, de su sociedad y de la explotación siempre más brutal –también a través de las organizaciones criminales- de masas crecientes de proletarios y de sin reservas cuya diferente nacionalidad sirve sobre todo para aumentar la discriminación entre proletarios y para agudizar la concurrencia.

Los migrantes constituyen una masa de trabajadores a bajo precio, con poquísimos derechos cuando se encuentran en situación “regular” y sin ninguno cuando están obligados a la “clandestinidad”; masa de trabajadores chantajeable, confinada en guetos y desorganizada. Como bestias de carga, los proletarios inmigrantes, son conducidos al trabajo de braceros del campo en el Sur de Italia o hacia el trabajo negro en la ciudad, que si por un lado forman una masa de braceros a explotar sin escrúpulos por el otro pueden constituir un “peligro” para la paz social y la llamada “convivencia civil” Y no siempre las organizaciones pacifistas de los voluntarios y de los religiosos logran contener los empujes de rebelión que mueven vez a vez a pequeños o grandes grupos de migrantes que protestan contra las condiciones inhumanas de vida y de trabajo y contra la continua discriminación y los actos racistas de que son objeto. La “convivencia civil” significa que son invisibles, guetizados, separados de las actitudes sociales y religiosas de los italianos, mientras la mentalidad pequeño burguesa se encarga de tratarlos como una humanidad que roza continuamente la criminalidad. Y como fuera del género humano vienen tratados por las leyes que parten del presupuesto de su condición de sin reservas, de desheredados, de fugados, de míseros constreñidos a vagar por el mundo para sobrevivir, para clasificarlos como criminales, decretando la clandestinidad como su condición de partida básica. Y como expulsados del género humano son tratados por los italianos que los explotan bestialmente en el campo o en las anteras, ¡por los italianos que se arman de fusiles y de tanques de benzina para darles “lecciones de civilización!

 

¡Proletarios!

 

La política burguesa en el enfrentamiento de los proletarios inmigrantes constituye el espejo de la sociedad burguesa, de la sociedad en la cual los proletarios, los trabajadores asalariados, pueden vivir mientras se dejen explotar según las exigencias del capital y del beneficio capitalista y según sus leyes escritas y no escritas.

Los inmigrantes que las leyes de esta sociedad identifican con la clandestinidad, y que les consideran culpables incluso antes de llegar a suelo italiano, constituyen en realidad un recurso esencial para los capitalistas por diversos motivos:

 

sus condiciones de supervivencia primaria en países devastados por la guerra, por la miseria, por la carestía, por el hambre, por la corrupción, por los abusos más bestiales (de parte de varios potentados sostenidos y armados de vez en vez por grupos multinacionales interesados en los recursos minerales, hídricos, petrolíferos o por las posiciones estratégicas en los mares, en los ríos, en los lagos, en los territorios situados en los varios países de la periferia del imperialismo) constituye la base material de su debilidad y de la posibilidad de chantajearlos.

la absoluta necesidad de encontrar una situación laboral y de vida fuera de sus países de orígenes, sea para sobrevivir en modo menos desesperado sea para hacer sobrevivir a su propia familia, les llevan a la situación de tratar de cualquier modo un trabajo con la ilusión de superar al menos la situación de desesperación de la cual provienen.

su inevitable disponibilidad a cualquier tipo de trabajo y a cualquier tipo con cualquier condición salarial y de vida cotidiana, su disponibilidad de soportar la fatiga de 12, 14, 16 horas de trabajo al día comiendo y durmiendo poco y su situación de sin derechos, sin casa, sin familia, sin raíces, les convierten en verdaderos esclavos a disposición de los capitalistas y de sus machacas.

 

Frente a un cierto número de inmigrantes que con muchas fatigas han logrado una situación laboral apenas aceptable y que quizá han formado una familia en Italia, viviendo “regularmente” en nuestro Bel Paese hay centenares de miles de proletarios llevados a Italia ilegalmente para satisfacer la demanda de parte de los capitalistas italianos de mano de obra a bajo costo y plegada a cualquier condición de trabajo y supervivencia.

¡La clandestinidad no es un “elección” de los proletarios que migran sino una forma jurídica a la cual son obligados por las condiciones sociales de las cuales escapan y por las condiciones sociales que encuentran en nuestros civilizadísimos países!

Los inmigrantes africanos, en particular, recuerdan la trata de esclavos de vieja data cuando los negreros iban a rapiñar en sus pueblos para llevarles a morir de fatiga en las plantaciones de algodón en América. El retrato y las descripciones de los viajes en los barcos y de la supervivencia en los campos de concentración en los que ahora son recluidos como bestias en jaulas o en los edificios en ruinas y derribados en los que encuentran refugio muestran que no hay mucha diferencia. Pero muestran también cuál es la suerte que puede tocarle a los mismos proletarios italianos si pierden el trabajo, si son despedidos, si dejan de tener un salario y si no se dejan llevar por las asociaciones criminales. La gran atención que los medias suelen dedicar a poner en evidencia estos aspectos, como la cancha dada a sus protestas violentas, de hecho van encaminados a alimentar este mismo miedo: el miedo de encontrar su mismo fin, de caer hasta tal punto en la miseria y de no tener una esperanza de una vida digna y de deber por tanto abandonarse completamente a la condición de esclavos.

 

¡Proletarios!

 

Los trabajadores asalariados saben qué significa penar una vida entera por un modesto salario y por una pensión ridícula, saben qué significa haber puesto las mayores energías y haber soportado todos los sacrificios requeridos por el bien de la empresa, del país para llegar finalmente a una vida sin salidas y con aún menos perspectivas para sus propios hijos.

Los trabajadores asalariados italianos, aunque no a la manera que pretende la caridad cristiana y su bondad, saben muy bien que los proletarios inmigrantes son hombres como ellos, pero deben saber aún más: deben saber que son sus hermanos de clase porque son sin reservas y en condiciones aún peores, porque no tienen derechos ni arraigo; son exactamente estas condiciones que les colocan en situación de ser más extorsionables y de estar más expuestos  a una concurrencia de la cual extrae su beneficio la clase de los capitalistas, pequeños, medianos o grandes. Los trabajadores asalariados italianos deben darse cuenta de que el tratamiento de esclavos infligido a los inmigrantes les afecta directamente porque también para ellos significa un empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo.

Las condiciones sociales empeoradas ya antes de la crisis y que son ella se han agravado aún más, colocan a los proletarios italianos en condición de sufrir no sólo la concurrencia con los mismos proletarios italianos sino también con los proletarios de las nacionalidades más discriminadas contra los cuales es más fácil señalar la causa de un malestar social que, en realidad, viene provocado por el mismo capitalismo. Ayer, durante el periodo de expansión, el capitalismo prometía bienestar y prosperidad para todos mientras que hoy no hace más que llorar por la falta de beneficios y culpa del problema social a la inmigración clandestina y a la criminalidad organizada… ¡cuando es él mismo quien la organiza!

Los trabajadores italianos, mientras sigan asumiendo la influencia de la clase burguesa –que trata siempre de compartir con el proletariado la crisis económica cargando el peso mayor de ésta sobre las espaldas del mismo proletariado y de tener bien separados los beneficios aunque sean sólo los de una ligera reanudación económica con el aumento de la intensidad del trabajo de los proletarios ocupados librándose de millones de proletarios “sobrantes” respecto a sus exigencias- y mientras que se dejen arrastrar al callejón sin salida de la mentalidad pequeño burguesa siempre dispuesta a golpear a la parte más débil de la población descargando sobre ella su propio miedo de caer en la ruina y de perder la sacrosanta propiedad, los trabajadores italianos no tendrán nunca una identidad de clase a través de la cual conquistar una dignidad de vida que, la burguesía, sometida como está al beneficio capitalista y al dinero, nunca representará.

La revuelta de los proletarios africanos de Rosarno, en la misma línea que las revueltas de los proletarios inmigrantes de Castel Volturno o  de Villa Literno, demuestra  mucho más que un sobresalto de rabia contra la malversación y los disparos de los civilísimos italianos. Regulares e irregulares, juntos, han gritado en voz alta y con una violencia inevitable aquello que las bellas almas italianas con quieren escuchar, es decir, que son explotados como bestias para recoger naranjas y que son reducidos a condiciones inhumanas en una supervivencia en la cual los italianos ni siquiera pensarían tener a sus mascotas. ¡A la violencia cotidiana que persiste sin que nadie diga nada han respondido ellos tienen una dignidad por la cual batirse y que ninguno tiene el derecho de tratarles como esclavos!

Los trabajadores italianos, en lugar de sumarse a las manifestaciones de desprecio, deben unirse a la protesta y luchar para que proletarios como ellos no sean tratados como desechos humanos, ¡Los trabajadores italianos deben ir a la lucha junto con los proletarios africanos para eliminar los abusos con los que los capataces y los propietarios de los naranjales les pisotean y para que su paga sea igual a la de los trabajadores italianos!

Sólo mediante la lucha proletaria es posible superar las barretas de lengua, de actitudes, de cultura, de religión… y sobre todo superar la concurrencia entre los proletarios de diversas nacionalidades y vencer intimidación que esta concurrencia genera entre los proletarios. ¡Sólo mediante la lucha proletaria de clase los trabajadores italianos podrán demostrar a los proletarios africanos, como a todos los proletarios inmigrantes, que no tienen ninguna connivencia con los capitalistas italianas en la crueldad esclavista que explota a los proletarios más débiles!

 

 

¡POR LA SOLIDARIDAD INCONDICIONAL CON LOS PROLETARIOS EXPLOTADOS COMO BESTIAS EN LA PIANA DE GIOIA TAURO!

¡POR LA REGULARIZACIÓN DE TODOS LOS LLAMADOS CLANDESTINOS QUE TRABAJAN COMO BRACEROS EN LA PIANA DE GIOIA TAUOR O EN CUALQUIER OTRO LUGAR!

¡POR UN SALARIO PARA LOS BRACEROS AFRICANOS IGUAL AL DE LOS BRACEROS ITALIANOS!

¡POR UNA SOLUCIÓN HABITACIONAL PARA LOS BRACEROS AFRICANOS DIGNA DE ESE NOMBRE!

¡POR LA ABOLICIÓN DEL DELITO DE IRREGULARIDAD! ¡CONTRA TODA DISCRIMINACIÓN ENTRE LEGALES E ILEGALES!

¡IGUALES DERECHOS PARA LOS PROLETAIOS ITALIANOS Y LOS PROLETARIOS INMIGRANTES!

¡POR LA LUCHA DE CLASE UNITARIA ENTRE PROLETARIOS DE TODAS LAS NACIONALIDADES!

 

 

Partido Comunista Internacional

09 de enero de 2010

www.pcint.org

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