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Prises de position - Prese di posizione - Toma de posición - Statements                        


 

Huelga General en Portugal

 

 

El 27 de junio las dos centrales sindicales más importantes de Portugal han convocado una huelga general, que están llamados a secundar tanto los trabajadores del sector público como los del privado, para exigir la dimisión del gobierno de Passos Coelho. Esta es la tercera convocatoria realizada durante los dos años que lleva en el gobierno el actual presidente, perteneciente al Partido Social Demócrata y se suma a las movilizaciones que durante los últimos meses han tenido lugar como consecuencia de la caída en picado de las condiciones de existencia de la clase obrera y de las medidas de austeridad que el gobierno del PSD, continuando la estela seguida a su vez por los anteriores gobiernos, ha impuesto como salida a la llamada crisis de deuda que afecta a la economía nacional.

 

Los datos acerca de la situación económica de Portugal son aplastantes. Si en 2009 el Producto Interior Bruto del país caía un 2,9% esta tendencia no se ha revertido a lo largo de los últimos años. En 2013 la previsión es de una caída del 2,3%, aunque con bastante seguridad los resultados finales resulten algo peores. Por su parte los precios recogidos en el IPC no han hecho otra cosa que aumentar a lo largo de los años, contándose ya una subida de un 4 % acumulado en lo que va de año.  Estos datos sirven como indicadores para entender las dimensiones reales de la crisis económica que arrasa tanto Portugal como el resto de países del mundo capitalista. La caída del PIB, que mide tanto la utilización de los recursos de la economía como su generación, representa una caída en términos agregados de prácticamente todos los sectores productivos relevantes en la economía, a excepción de la economía sumergida, e implica una retracción de esta producción generada por la imposibilidad de dichos sectores para alcanzar los umbrales mínimos de beneficio que hacen posible la producción de bienes y servicios, es decir, una caída general de la tasa de beneficio provocada por la competencia entre empresas capitalistas, que intentan colocar unos productos cada vez más caros en un mercado incapaz de absorberlos. El ciclo del valor no se realiza, existe por tanto una crisis de sobre producción que se encuentra en el origen, en Portugal y en todo el mundo, de las convulsiones económicas que la burguesía intenta explicar con visiones parciales y coyunturales (crisis “de especulación”, de deuda, etc.)

Por su lado, la evolución de los precios continúa la senda abierta por la crisis de sobre producción y multiplica sus efectos. Si en estos años se ha registrado un aumento considerable de los precios de los artículos que componen el IPC esto es debido al intento del capital para mantener los márgenes sobre los bienes producidos. Las consecuencias que esto implica sobre las condiciones de existencia de la clase proletaria son devastadores: el coste de la vida se eleva a medida que los salarios bajan y el paro aumenta. Pero la siguiente fase del ciclo de la crisis, que parece haber comenzado, según indican los datos del Instituto Nacional de Estadística portugués sobre la evolución del IPC interanual, pasa por una caída de los precios como consecuencia de la incapacidad del capital para colocar sus productos. Llegado este punto, la retracción de la economía es imparable, el paro aumenta vertiginosamente y los salarios se reducen a mínimos en proporción inmensamente mayor que la caída de los precios.

La crisis no puede ser conjurada mediante ninguna mejora en los controles económicos, nacionales o internacionales, no puede evitarse mediante una mejor gestión de los recursos nacionales. En palabras del Manifiesto del Partido Comunista:

 

"Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró.  Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía.  Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes.  En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué?  Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio.  Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo.  Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía?  De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos.  Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas."

 

Este es el destino de la economía portuguesa y por tanto del proletariado portugués que, al igual que sucede en todo lugar donde impera el régimen burgués basado en la propiedad privada y el trabajo asalariado, sirve de mano de obra a explotar salvajemente cuando los negocios marchan como es debido y se convierte en un deshecho que arrojar al basurero cuando los intereses de la economía nacional, que siempre pasan por la extracción de una plusvalía cada vez mayor, lo requieren. Desde el comienzo de la crisis, las condiciones de existencia del proletariado se han agravado inexorablemente. A día de hoy el paro reconocido por las instituciones gubernamentales es del 16%, considerablemente superior al existente al antes de 2008 sobre todo si se tiene en cuenta que este indicador suele ser falsificado sistemáticamente. Pero hay hechos más significativos. Según informan los organismos de asistencia social, una quinta parte del país subsiste bajo el nivel de la pobreza. Por su parte el gobierno reconoce que 10.000 niños sólo se alimentan con la comida que se da en las escuelas públicas; el metro ha habilitado estaciones para que, a partir de las 10 de la noche los parados sin hogar puedan pernoctar…

Ante esta situación ¿cuál es la salida que ofrece la burguesía portuguesa a un proletariado cada vez más miserable? Las últimas medidas tomadas por el gobierno de Passos Coelho, que le han valido una nueva ayuda del FMI, hablan por sí solas: acabar con 30.000 puestos de trabajo en el sector público (más del 5% de los empleados), aumentar a 66 años la edad mínima para jubilarse, incrementar la jornada laboral en el sector público de 35 a 40 horas semanales y recortar las pensiones. Esto, sumado a las rebajas salariales que se suceden en el sector privado continuamente, al recorte de la indemnización por despido que se aprobó el año pasado o la liquidación de las escasas prestaciones sociales que aún perviven y que a duras penas permiten vivir. La burguesía es plenamente consciente de que su existencia depende de la explotación del proletariado y trabaja continuamente por desarrollar esta todo lo que pueda y por configurar un marco institucional, jurídico y legal que la facilite. Rebaja los salarios para mantener su tasa de beneficio, recorta las prestaciones sociales para desviar los –pocos- recursos que anteriormente podía dedicar a garantizar la subsistencia de la clase trabajadora a favorecer sus maltrechas cuentas. En pocas palabras, la burguesía lucha contra el proletariado, le reduce a condiciones de existencia cada vez más miserables y trata, por todos los medios, de lograr que este acepte cualquier tipo de sacrificio que se le exija.

Pero esto resultaría imposible si no contase con firmes aliados que le permiten mantener su dominio político entre la clase trabajadora. El oportunismo político y sindical, representado por los llamados partidos comunistas y socialistas que han puesto en el centro de su programa la defensa del país y por los sindicatos amarillos que se encargan de subordinar las necesidades de los trabajadores a las exigencias de la empresa y del país,  realiza una tarea vital para mantener a los proletarios dentro de los rigurosos límites del respeto al interés nacional y del sacrificio en pos de la buena marcha de la economía. De esta manera, actúan controlando la tensión social que aparece debido a las terribles condiciones que soportan los proletarios a través de una política que refuerce la ilusión de que la salida de esta situación no pasa por la lucha de clase. Se hacen llamamientos a la confianza en la democracia, al cambio de gobierno, a aceptar los sacrificios a cambio de unas exiguas compensaciones… y llegado el momento en que estas falsas soluciones no bastan para controlar a los proletarios, se les organiza y moviliza en defensa de la economía nacional y de la política nacionalista que debería traer la salida de la crisis, convocando huelgas parciales destinadas al fracaso o huelgas generales limitadas a un día, con preaviso de meses que evita que se produzca ningún daño a los intereses económicos de la burguesía… les arrastra, en una palabra, lejos del terreno de la lucha clase contra clase para colocarles en aquel de la conciliación con sus enemigos y la derrota segura.

Así, la principal central sindical del país, la CGT-P, ha convocado la próxima huelga general bajo la consigna de la defensa de la herencia de la Revolución de los Claveles, es decir, del Estado de la clase burguesa bajo el cual se ha venido llevando a cabo la explotación de la clase trabajadora durante las últimas décadas. Este Estado, que es el aparato mediante el cual la clase burguesa ejerce su dominio e impone las salvajes condiciones de existencia que hoy padece el proletariado, se presenta como una conquista democrática de los trabajadores en la cual habría que confiar y a la cual se debe defender. Pero lo cierto es que es el desarrollo del capitalismo portugués el que ha llevado a la clase obrera a la situación que hoy vive y la democracia ha constituido, en este desarrollo, el puntal necesario para que los proletarios confíen en sus explotadores y sacrifiquen sus intereses de clase a favor de la buena marcha del país. De hecho, en la misma declaración que acompaña a la convocatoria de huelga, este sindicato afirma “No servirán de nada tantos sacrificios impuestos a los trabajadores” Léase, si los sacrificios sacan a la economía nacional de la crisis, bienvenidos sean, la función del sindicato será entonces imponer la aceptación de estos sacrificios cueste lo que cueste. Y llegan a explicar las condiciones en que esto sucederá: “Aumentar la producción nacional para crear empleo y disminuir las importaciones; invertir en la industrialización para crear riqueza […] Liberar a Portugal de la injerencia extranjera que condena al pueblo al atraso y a la miseria” Lo que significa: intensificar la explotación del proletariado portugués (especialmente del proletariado industrial sobre cuyas espaldas debe recaer el esfuerzo para que el país vuelva a despegar), sacrificar los intereses de clase del proletariado al proyecto nacionalista de la burguesía. Bajo estas consignas, el proletariado está condenado a continuar su largo camino de miseria y desesperación.

Pero la CGT-P no es el único organismo de los que se reclaman obreros  que luchan por encauzar la tensión proletaria por el redil de la colaboración entre clases. El ejemplo más llamativo de esta política en los últimos meses quizá sea el del Partido Comunista Portugués, que en el Avante! de este mes de junio dedica gran parte de su artículo sobre la huelga del 27 de junio, afirma que es un paso adelante que el Consejo del TSD, una organización autónoma que reúne a los dirigentes del Partido Social Demócrata con intervención en el área sindical y laboral) haya apoyado implícitamente la huelga justificando los motivos que existen para esta y dando libertad a los trabajadores a los que influencian para seguirla pese a que con ella se pretenda lograr la dimisión del gobierno que forma su propio partido. Es una muestra clara de la invariancia histórica del oportunismo estalinista, que ha buscado siempre vincular a los proletarios, incluso organizativamente, con la burguesía en un frente común en defensa del interés nacional. En este caso se trata de reforzar una política anti gubernamental apoyándose en la misma estructura del partido de gobierno, haciendo confiar a la clase trabajadora que incluso de esta estructura puede venir un cambio beneficioso para ella… siempre y cuando renuncie a toda lucha.

 

Al proletariado de Portugal se le presenta la misma situación que a sus hermanos de clase de la mayoría de los países capitalistas. Durante décadas ha estado acostumbrado a la colaboración entre clases, ha sacrificado sus intereses sistemáticamente a cambio de la promesa de que el crecimiento económico del país es un objetivo común por el que toda la sociedad –esa sociedad de la que constituye el escalón más bajo- debe luchar. Ahora es la misma burguesía la que ya no puede colaborar más. Y así lo hace sentir, tomando medidas que cortan despiadadamente los vínculos que aparentemente tenían  en común. Pero el hábito de colaborar no se rompe tan fácilmente para los proletarios, sobre todo cuando sobre ellos pesa como una losa la fuerza de las organizaciones que preconizan las políticas interclasistas de las que tan necesitada está la burguesía.  E incluso cuando, en determinados momentos, estas organizaciones (de las que CGT-P y PCP son una parte importante, pero podríamos citar muchos más ejemplos, como el Bloco o la UGT) pueden ser desbordadas por la tensión social, como ha sucedido en las grandes manifestaciones del 15 de septiembre o en el mes de marzo pasado, la fuerza del hábito se hace sentir, dirigiendo las movilizaciones hacia políticas más o menos nacionalistas del tipo “Que se joda la Troika”, como si en la lucha contra un supuesto enemigo externo hubiese alguna perspectiva positiva para el proletariado (es la burguesía la que domina en Portugal y al margen de que lo haga bajo los dictados del FMI o la UE siempre tendrá como objetivo la explotación del proletariado).

Para vencer, el proletariado debe tomar la lucha en sus propias manos. Y esto pasa por romper con la política de colaboración entre clases que mantiene el oportunismo político y sindical. Asumir los medios y métodos de clase que, en el terreno del enfrentamiento inmediato, económico, con la burguesía, pasan por imponer las necesidades de clase por encima de cualquier requerimiento del bien común nacional, a través de huelgas sin preaviso e indefinidas, de la protección de estas contra los ataques que sufrirán por parte de las fuerzas del orden de la patronal, de la movilización encaminada a dañar los intereses económicos empresariales.

Pero aún este enfrentamiento  que el proletariado deberá asumir sobre el terreno inmediato sólo podrá frenar las consecuencias de la explotación capitalista. Para combatir las causas de esta situación, la lucha económica no es suficiente. Siguiendo de nuevo al Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, el proletariado debe constituirse en clase, luego en partido político, porque únicamente la lucha política contra la burguesía, puede acabar con su dominio de clase y abrir el camino a la desaparición del sistema capitalista. El partido de clase del proletariado ha sido, es y debe ser, el partido comunista, internacional e internacionalista, que defiende en todo momento los intereses últimos y generales de la clase proletaria por encima de cualquier situación particular, que lucha por la aniquilación del régimen burgués mediante la toma revolucionaria del poder y el ejercicio de la dictadura proletaria para lograr la transformación socialista de la sociedad, el paso de la prehistoria de la humanidad, basada en la explotación del hombre por el hombre, a la sociedad de especie donde todo vestigio de miseria y explotación haya desaparecido de una vez y para siempre de la faz de la tierra.

 

¡Por la reanudación de la lucha de clase!

¡Por la defensa intransigente de los intereses del proletariado y de los medios y métodos de la lucha de clase!

¡Por la lucha revolucionaria del proletariado para aniquilar el capitalismo!

 

 

Partido Comunista Internacional

13 de mayo de 2013

www.pcint.org

 

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