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Prises de position - Prese di posizione - Toma de posición - Statements                


 

Libia, como Irak y Siria, es una tierra de conquista para el imperialismo y para las facciones burguesas regionales y locales sedientas de ganancias

 

 

El desorden mundial que caracteriza de manera violenta los últimos treinta años – datando el comienzo de este período del colapso de la URSS en 1989 (1) – tiende a concentrar sus contradicciones más agudas en algunas regiones del mundo que, con el tiempo, han asumido el estatus de áreas estratégicas de vital importancia para las potencias imperialistas, antiguas y modernas. Además de Asia Central y África subsahariana, es el Medio Oriente y África del Norte, – la llamada área del Mediterráneo “ampliado” – la que está constantemente en la mira de las potencias imperialistas y los regímenes burgueses regionales, quienes, aprovechando el desorden mundial y persiguiendo el objetivo de ampliar sus intereses en las áreas circundantes – en particular por Irán, Turquía, Arabia Saudita, Egipto – intervienen diplomática, financiera, política y militarmente en apoyo a las facciones locales en diferentes países (no importa si están o no conectados con las diversas organizaciones del yihadismo islámico) a través de los cuales poner un pie en el plato de un botín que ya no es la reserva exclusiva de las potencias imperialistas tradicionales.

Hoy Libia, como ayer Siria y anteayer Irak, es un teatro de importancia primordial en el que se agudizan los contrastes entre los múltiples protagonistas de una guerra que sin duda consideran el control y la posesión del petróleo y las reservas de gas de este “cajón de arena” (como lo llamaba la Italia colonialista en el momento de la guerra ítalo-turca de 1912) el centro de sus intereses.

Libia – escribíamos en abril (2) – entre los diversos países de la región que va del norte de África hasta el Medio Oriente, nunca ha sido un país que pudiera contar con una base nacional unitaria. Siempre ha sido un montón de tribus, de clanes que han seguido viviendo controlando pedazos de un territorio mayormente desértico que, por razones geográficas e históricas, se inserta como si fuera un enclave enorme entre países mucho más poblados. Los años en que un líder militar como Gadafi logró desenvolverse entre las diversas tribus, asegurándoles una parte de los ingresos del petróleo y una parte del poder autónomo en sus territorios, no volverán, como sucedió al Irak de Saddam Hussein; jefes militares, que lograron mantener todavía una cierta autonomía frente a las antiguas potencias coloniales, apoyándose de vez en cuando en uno u otro de los superimperialismos dominantes, los EE. UU. y la URSS, en los diversos intentos de establecer su propio Estado. Durante años, tener petróleo y la oportunidad de otorgar concesiones de extracción a varias compañías internacionales constituía una fuerza que permitió una cierta “autonomía” estatal basada en los recursos financieros de la venta del oro negro en un clima de relativo equilibrio en las relaciones mundiales de fuerza entre las dos alineaciones imperialistas más grandes encabezadas por los Estados Unidos y la URSS.

 

CAMBIO CONSTANTE EN LAS RELACIONES DE FUERZA

 

Pero los puntos de equilibrio de poder internacionales han cambiado debido a una serie de factores:

 

- el relativo declive de las antiguas potencias coloniales de Francia y Gran Bretaña;

- el aumento del peso, en el mercado de materias primas vitales para la industria capitalista, como el petróleo, de protagonistas respetables como Arabia Saudita, Irán, Irak, Libia, Argelia;

- la aparición, cada vez más consistente, de poderes económicos como Alemania en Europa y China en el Lejano Oriente y la reducción de la dominación absoluta en el planeta de los Estados Unidos a pesar del colapso de la URSS y la fragmentación de su antiguo “imperio”;

- las rebeliones de las masas proletarias y desheredadas en todo el Medio Oriente y en los países del norte de África – es decir, no solo de las masas palestinas –, causando la caída de reyezuelos despóticos locales como el tunecino Ben Ali o el egipcio Mubarak, pero también la intervención militar de los grandes imperialismos para contener las consecuencias sociales de las llamadas “primaveras árabes”, en particular en Irak y Siria, hasta el asesinato de Gadafi.

La situación que se presenta luego de las intervenciones militares de los imperialismos es clara para todos:

- en países donde, después de las “primaveras árabes" y la llamada “lucha contra el terrorismo internacional”, dirigida por los imperialismos occidentales, la dominación política cayó en manos de dictadores locales despóticos, como Al-Sisi en Egipto, sostenido por los Estados Unidos, la situación social todavía está bajo férreo control burgués con su aparato de represión sistemática de todas las voces de la oposición;

- en Siria, la dominación política del régimen de al-Assad está garantizada por el fuerte apoyo y la presencia militar del imperialismo ruso y la ayuda “externa” de Irán, sin embargo, no en todo el territorio de las antiguas fronteras sirias heredadas de la partición que tuvo lugar al final de la Segunda Guerra Mundial entre el Reino Unido y Francia;

- en Irak, después de la ejecución de Saddam Hussein, la situación no se ha “estabilizado” y mucho menos “democratizado”, como era el objetivo de los imperialistas occidentales que le hicieron la guerra;

- en el Líbano, la situación política y social está constantemente al borde de la guerra civil;

- en Palestina, y en particular en la Franja de Gaza, por parte de Israel solo existe represión, con el beneplácito de los Estados Unidos, la Europa civilizada, la Liga Árabe y un Egipto que recientemente descubrió la conveniencia de hacer buenos negocios con Israel, sobre todo con miras a convertirse en el eje de su gas natural extraído de los campos de Leviatán y Tamar (concesiones obtenidas de Chipre-Nicosia en su exclusiva zona marítima);

- Jordania es el único país donde la situación política se mantiene más bien estable. Esto se debe al hecho de que el país no es un productor importante de petróleo o gas natural y que representa para Europa, en particular, y para los Estados Unidos, un Estado amortiguador capaz de aliviar un poco las tensiones que se acumulan en la región. La UE, desde 2002, tiene una relación muy estrecha con Jordania, tanto que le ha otorgado en varias ocasiones préstamos subsidiados de cientos de millones de euros (el último, a fines de diciembre de 2019, es de 500 millones) para apoyar su economía; Jordania también se hizo cargo de la recepción de refugiados palestinos, que son alrededor de 3 millones, y en los últimos años también de refugiados sirios, que suman alrededor de 1.3 millones, de los cuales 655 mil son reconocidos como refugiados oficiales, cosa que en cierto sentido la equipara con Turquía, pero con un peso económico, político y militar mucho más modesto.

 

Libia, a diferencia de Irak y Siria, aún no ha salido ni siquiera parcialmente de la situación de desastre en la que se precipitó tras la caída de Gadafi. Aquí, las potencias imperialistas, más allá de los intereses estratégicos representados por un país en el centro del Mediterráneo, y más allá de las reservas de petróleo y gas natural que posee su subsuelo y su fondo marino, parecen usar a Libia también como un territorio en el cual poner a prueba la fuerza política, diplomática y militar de cada uno de ellos, grandes o medianos, en un marco de contrastes interimperialistas evidentes que ven no solo a las facciones burguesas libias, sino a todos los países que están involucrados directa o indirectamente, o tienen la intención de involucrarse en el teatro libio, cada uno promoviendo sus propios intereses y ambiciones.

En Libia nada se da por sentado, como tampoco en Siria o Irak, y quizás por primera vez se ha hecho extraordinariamente evidente que los tratados y acuerdos entre las partes en conflicto, con todas las firmas de los poderosos de la tierra, ¡importan un comino! Por otro lado, el mismo Israel da un ejemplo que, de las resoluciones de la ONU, de las proclamaciones oficiales relacionadas con el Estado de Palestina junto con el Estado de Israel y de los innumerables acuerdos de paz con los palestinos firmados en las más prestigiosas cancillerías occidentales, no les interesa nada, continuando su guerra de conquista y robo de los territorios palestinos y la represión de su población.

 

UNA GUERRA CIVIL LLEVADA A CABO POR BANDAS FINANCIADAS POR LAS POTENCIAS REGIONALES E IMPERIALISTAS

 

En Libia, de 2011 a 2014, una vez que Gadafi fue eliminado, estalló una guerra civil que involucró a las 140 tribus libias y a todas las milicias que entonces fueron formadas (hasta la fecha se calculan 240 en total), incluyendo varias islamistas vinculadas a Isis y Al-Qaeda. Por supuesto, la ONU y las potencias imperialistas declararon constantemente que estaban buscando una solución pacífica para reanudar la extracción de petróleo, su venta y las infalibles elecciones para darle al país una apariencia democrática. Entre tanto, se formaron dos parlamentos, uno en Trípoli y otro en Tobruk que la ONU trató de poner de acuerdo (pero falló): en diciembre de 2015, una representación conspicua de los dos parlamentos firmó un acuerdo de paz entre varias facciones, formando, bajo los auspicios de la ONU y con reconocimiento internacional, el llamado Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), que luego se estableció en Trípoli. Fayez al-Sarraj recibió el encargo de formar este gobierno que Estados Unidos y la Unión Europea reconocieron de inmediato como “el único gobierno legítimo en Libia”. El escaso valor de este reconocimiento se puede deducir del hecho de que la guerra civil nunca se detuvo y que el general Haftar, el hombre fuerte de Cirenaica, aunque fue apoyado y empujado por Egipto para unirse al gobierno, enrocado en Cirenaica, se dedicó a organizar su propio ejército (el Ejército Nacional de Libia) y a prepararse, antes y después de conquistar Trípoli, para acciones militares cuyo objetivo es apoderarse de los pozos petroleros de Cirenaica y de los puertos de Sidra, Ras Lanuf, Brega y Zuetina, de donde salen los petroleros. En 2016, fuerte con el control de Cirenaica y su petróleo, Haftar firmó un acuerdo con la Corporación Nacional de Petróleo de Trípoli (NOC, el único organismo reconocido por los países importadores de petróleo libio), que no depende directamente del GNA, para reanudar la exportación de petróleo y sostener financieramente su poder.

Fayez al-Sarraj, a su vez, se apoya en un cierto número de tribus y recibe el apoyo de algunas milicias de Trípoli, de Misrata y Zitan; pero el suyo es un “gobierno nacional” no reconocido por muchas otras facciones libias, y no solo aquellas que apoyan a Haftar, con el cual al-Sarraj debe negociar la alianza, el apoyo a su gobierno y la defensa armada de Trípoli. En realidad, no pocas milicias que operan en Trípoli, en Benghazi, en Misurata, en Sirte, para nombrar las ciudades más importantes, apoyan al ISIS y contra ellas se lanzan las milicias leales a Haftar y las milicias leales al GNA; pero estas “lealtades” fluctúan constantemente, cambiando de frente y de “enemigo” según las conveniencias del momento. Además, varias de estas milicias manejan y controlan los campos de concentración en los que los inmigrantes que intentan venir desde el Sahel, África Central, el Cuerno de África o el Medio Oriente son internados, explotados, robados, torturados y masacrados, tratando de llegar a Europa. Al mismo tiempo, en Fezzan, que es la región desértica al sur de Tripolitania, limítrofe con Chad, operan milicias vinculadas a los grupos terroristas chadianos que controlan algunos pozos petroleros y, sobre todo, el tráfico de armas, drogas y seres humanos, milicias con las que al-Serraj, y ahora Haftar, han intentado e intentan de vez en cuando llegar a acuerdos para apoyar sus respectivos intereses.

Si Haftar controla una parte importante de los pozos petroleros, por tanto la extracción y venta de petróleo, Fayez al-Sarraj controla el Banco Central, que administra todos los pagos del petróleo vendido y esta es una de las razones básicas por las que Haftar quiere conquistar Trípoli y destronar al-Serraj. Pero más allá de las historias que ambos cuentan sobre el orgullo “nacional”, sobre la lucha contra el terrorismo islámico – del cual Haftar se jacta especialmente gracias a sus victoriosos ataques militares para “liberar” a Benghazi – sobre el deseo de pacificar el país, el hecho es que el conflicto entre estas dos facciones decisivas de Libia es en realidad un conflicto internacional.

Se sabe que el general Haftar es apoyado abiertamente con armas y dinero de Egipto, Rusia (cientos de contratistas rusos operan junto a Haftar), los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, menos abiertamente de Francia y, últimamente, incluso de los Estados Unidos que hasta ayer afirmaron estar del lado del gobierno legítimo de Sarraj, aunque actualmente parecen haber desaparecido del escenario libio. Y ninguno de ellos hizo nada concreto para detener el avance del ejército de Haftar para conquistar Trípoli; Francia también ha intervenido con su fuerza aérea, en Fezzan, para bombardear a las milicias vinculadas a grupos islamistas chadianos para facilitar el avance, desde el sur, del ejército de Haftar hacia Trípoli.

Fayez al-Serraj todavía es reconocido como jefe del gobierno legítimo por la ONU, Italia, Qatar y, recientemente, Turquía. Desde Italia recibió los botes patrulleros de la guardia costera con el pretexto de reprimir el tráfico ilegal de migrantes a las costas italianas (pero es ampliamente conocido que la guardia costera libia, después de haber llevado a los migrantes de vuelta al mar, los lleva de regreso a los campamentos de donde habían huido a causa de las torturas y abusos infligidos); de Qatar recibe fondos y armas, pero es sobre todo de Turquía que ha recibido el apoyo más importante y decisivo. Y este hecho, en gran medida, ha cambiado las relaciones de fuerza en Libia, ya que, a pesar del embargo de armas declarado y el alto al fuego solicitado en la Conferencia de Berlín el 19 de enero pasado, un alto al fuego no firmado por Haftar ni por Sarraj, y a pesar de las repetidas referencias al “diálogo entre las partes” y la serie de reuniones de los últimos años en París, Moscú, Palermo, Berlín con las potencias imperialistas, no son las palabras las que dialogan, sino las armas. En este plano, aunque Turquía y Rusia apoyan a las facciones libias opuestas que libran la guerra, todavía tienen un objetivo común: controlar el petróleo y el gas libio, lo que representa un obstáculo adicional para los países europeos en el suministro de energía. Tanto los rusos como los turcos tienen interés en aprovisionar a Europa a través del NordStream que llega a Alemania y el TurkishStream que surgirá en la Turquía europea desde el Mar Negro hasta los Balcanes (3) controlando el flujo de gas y petróleo libio. No debe olvidarse que Libia es el país con las mayores reservas de petróleo y gas en toda África, tanto Rusia como Turquía mantendrán a los países europeos en una situación que les permita cosechar ganancias significativas y, gracias a lo cual, aumentar su peso político y diplomático hacia ellos. Por su parte, Haftar, para fortalecer su poder de chantaje hacia la facción Serraj y hacia las potencias europeas que la apoyan o que intentan el camino de la conciliación diplomática (Italia y Alemania en particular), continúa bombardeando los distritos del sur de Trípoli, sitió la ciudad de Misrata y bloqueó, antes de la Conferencia de Berlín, las terminales petroleras de Sirte, bloqueando efectivamente la producción diaria de petróleo por 800 mil barriles por día que, financieramente, significa unos 55 millones de dólares por día; un bloqueo, por otro lado, que continuó incluso después de la Conferencia de Berlín y que, hasta el 25 de enero, había causado daños por alrededor de $ 260 millones en seis días (4).

 

TURQUÍA, AHORA, EN PRIMER PLANO

 

Erdogan justificó la intervención de Turquía, con las tropas mercenarias sirias (a las 600 ya presentes en Trípoli, otras 3.000 llegaron en los últimos días de enero) y con los barcos llenos de armas y tanques, como una acción necesaria para defender el “gobierno legítimo” en Libia, para salir de un proceso de “paz” que nunca comenzó, pero sobre todo – ¡óigase bien! – para evitar que “organizaciones terroristas como Isis y Al Qaeda que sufrieron una derrota militar en Siria e Irak encuentren terreno fértil en Libia para volver a ponerse en pie. Entre otras cosas – insiste Erdogan – algunos grupos que comparten plenamente la ideología de estas organizaciones terroristas, incluídos Madkhali-Salafis, luchan junto a Haftar. Si el conflicto aumenta, la violencia y la inestabilidad también alimentarán la inmigración irregular a Europa” (5).

Pero más allá de las habituales palabras de hipocresía pacifista, típica de toda burguesía, el interés de Turquía en Libia tiene razones económicas muy concretas. Turquía, ya en la época de Gadafi, había acordado proyectos multimillonarios para sus empresas constructoras, estimados en alrededor de 20 mil millones de dólares, proyectos que no quiere perder; además, con el acuerdo firmado en diciembre pasado con el GNA de Trípoli, que, además de obtener apoyo político y militar, ha otorgado a Turquía una gran parte de su zona marítima exclusiva para la perforación en busca de  hidrocarburos que abundan en el fondo marino libio. Esto significaría, para Turquía, avanzar en el proyecto de autonomía energética (Turquía es pobre en petróleo y gas) frente a la fuerte dependencia actual; y también es en esta perspectiva que Turquía se puso, con barcos militares, arriesgando incidentes diplomáticos con diferentes países, a interferir en las concesiones que la República de Chipre ha otorgado a Eni, Total, Ekogas coreano, Shell y American Noble Energy y, sobre todo, Exxon Mobil para los yacimientos del llamado Levante en sus aguas del este del Mediterráneo. Esto explica la agresividad turca que, en los últimos años, se ha aprovechado de la creciente debilidad de la Unión Europea, inevitablemente cada vez más dividida entre los intereses nacionales en conflicto y de una OTAN, la cual, entre otras cosas, es parte cada vez menos activa dada la salida de los Estados Unidos del berenjenal del Medio Oriente. El activismo turco hacia Siria y Libia es en realidad parte de una operación político-económica de acuerdos bilaterales con algunos países del Sahel y el Cuerno de África que ha estado ocurriendo desde hace unos diez años, en particular con Senegal, Gambia, la República del Congo y Somalia, con los cuales Erdogan ha firmado acuerdos relacionados con sus recursos minerales y con una serie de proyectos de infraestructura por cientos de millones de dólares (6) y de cuyos países busca una alianza política para oponerse a sus adversarios, sean europeos, africanos o de Oriente Medio.

Esto se vio claramente con respecto a Siria e Irak, por citar los ejemplos más recientes, donde la Turquía de Erdogan encontró una orilla en la Rusia de Putin, igualmente activa en Medio Oriente e interesada en ocupar el espacio del Mediterráneo oriental que las potencias europeas y Estados Unidos están dejando.

 

CUENTAN LAS ARMAS, NO LAS PALABRAS

 

De hecho, la actual guerra de Libia es solo la prolongación del choque de intereses a nivel internacional que ya existía en la época de Gadafi, en la que, además de las antiguas potencias ex coloniales europeas, se han agregado una serie de Estados. que promueven intereses nada insignificantes: el mismo cuadro de los Estados que apoyan a las dos facciones más importantes actualmente, destacan cómo el Mediterráneo se está convirtiendo en el escenario de un enfrentamiento entre Estados dispuestos a hacerse la guerra para obtener recursos minerales vitales para sus respectivas economías y para aumentar las influencias de carácter político-estratégico de cada uno. Además, la intervención militar directa de Turquía en Libia reabre las amargas disputas que han surgido sobre el “problema de Chipre”, volviendo a competir con Grecia, Israel y Egipto, que están desarrollando un proyecto conjunto para construir un oleoducto submarino EastMed con el cual transportar gas de Israel y Egipto a Europa, excluyendo Turquía; una competencia que, aunque en segundo plano, también involucra a Rusia.

La característica de la gran región que comprende el norte de África y el Medio Oriente, como siempre hemos argumentado y demostrado, es la inestabilidad permanente; una región que está constantemente asolada y presta a ser devastada, en la que hoy Turquía se atraviesa en el juego entre las partes que hasta ahora vieron a Arabia Saudita e Irán como sus principales protagonistas, y a Rusia como el más reciente. Turquía tiene la intención de tomar una porción de poder en el amplio marco regional, saliendo de la marginación en la que se ha visto forzada hasta ahora, y para hacerlo, sin esperar los tiempos de las reuniones diplomáticas y las negociaciones con docenas de capitales diferentes, ha elegido el clásico atajo militar. Frente a los buques de guerra, los “derechos internacionales” y los acuerdos de paz se hunden.

El fracaso de la enésima conferencia de paz celebrada en Berlín, gracias a la iniciativa diplomática de Alemania, un país que no participa directamente en el apoyo a una de las dos facciones libias, en realidad ya estaba previsto no sola por las conferencias anteriores, sino también por la iniciativa del general Haftar, quien, por un lado, no dijo que no a un “alto al fuego" y escuchó las propuestas que se habrían hecho alrededor de esa mesa pero que, en la práctica, continuó su acción militar contra Trípoli, sabiendo además resistir la presión de Rusia y Egipto que lo invitó a calmarse y abrir negociaciones con Sarraj bajo el paraguas que Alemania estaba ofreciendo. No hubo ningún resultado, tanto que Haftar tuvo que sufrir una dura reprimenda de al-Sisi, precisamente porque no escuchó el consejo egipcio-ruso, mientras seguía la presión de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos para que siguiera atacando a Trípoli; presión que se explica por el hecho de que estos dos Estados tienen intereses completamente opuestos a los turcos.

Cuanto más se pasa de la palabra a las armas, menos valen  los llamados al diálogo y a la pacificación a través de las negociaciones propuestas por la ONU, Italia y Alemania. “Europa”, representada por el eje ítalo-alemán, no tenía relevancia concreta, dado que los factores decisivos se encuentran en las relaciones bilaterales,militares, entre las facciones libias enfrentadas y los Estados que las apoyan. Es también por esta razón que Italia, que se jactaba de un pasado de buenas relaciones con Gadafi y Libia, gracias a la presencia en el país por más de cincuenta años de ENI, pero que, a diferencia de Francia, no tuvo ni tiene la intención de acudir en apoyo militar a una de las dos facciones, se encuentra al margen de los acontecimientos en los que no tiene posibilidad de incidir. “La pobre Italia – escribíamos en abril – queda con la cerilla en la mano. Su 'poder de negociación', no solo y no tanto con Libia – o más bien, con la parte de Libia aún controlada por Sarraj – como con los otros países involucrados mucho más poderosos, en pocos años se ha vuelto tan delgado que llega casi a cero”(7).

 

CHINA EN EL HORIZONTE

 

Pero hay otro competidor que aparece silenciosamente en el horizonte: China. Este es un país con un capitalismo particularmente agresivo, que ha llevado su industrialización a marchas forzadas y que está superando rápidamente, una tras otra, las etapas de la competencia mundial, al punto de convertirse, dependiendo de cómo leen los datos los diversos institutos internacionales de estadística, en la segunda o tercera economía del mundo. La necesidad de todo tipo de materias primas y, por supuesto, de petróleo y gas, empuja a China a invertir grandes cantidades de capital en todos los países que abundan en materias primas y a forjar acuerdos y relaciones con los países que logra hacer participar en la realización de la llamada nueva “Ruta de la Seda”, de la cual China generalmente publica muy pocas noticias (*). De los 6 corredores de la “Ruta de la Seda”, hay uno en particular que afecta a Atenas, Trieste (o Venecia) y Rotterdam, luego a Grecia, Italia y los Países Bajos, los puntos de amarre de la carretera que desde Fuzhou pasa por Yakarta, Colombo, Kolkata, Nairobi y cruzando el Mar Rojo y el Canal de Suez desembocan en el Mediterráneo oriental para dirigirse hacia Atenas y continuar, como ya hemos dicho, a Rotterdam. No es por casualidad que los chinos compraron el Pireo, el puerto de Atenas, y que también están poniendo sus manos en el puerto de Trieste. Al mismo tiempo, China se ha puesto en contacto con unos buenos 50 jefes de países africanos, con especial atención en hacia los países del norte de África (11 de los cuales ya han firmado acuerdos con Beijing), a los que Xi Jinping otorgó el año pasado 60 mil millones de dólares con tasas de intereses a pérdida o súper subsidiadas (8). Por otro lado, está claro por qué Beijing está tan interesado en Medio Oriente y África del Norte: los últimos datos que tenemos disponibles revelan que en 2017, aunque China fue el séptimo productor mundial de petróleo, todavía fue el primer país importador de petróleo en el mundo, importando alrededor del 30% del petróleo exportado internacionalmente. Y dado que la industrialización en India también requiere una gran cantidad de petróleo (India solo es superada por las importaciones de petróleo de China), China e India están creando un cartel de compra para reducir el precio promedio por barril.

En la práctica, el área del Mediterráneo y Medio Oriente se convierte de manera preponderante en un área de tormentas en las que los contrastes interimperialistas e interestatales entre las potencias regionales son cada vez más agudos: las guerras de competencia en el mercado mundial solo pueden desembocar, tarde o temprano, en guerras generales. ¡Y en las guerras son sobre todo las masas proletarias y desheredadas las que se dejan la piel!

 

MOVIMIENTO OBRERO: EN LIBIA, COMO EN CUALQUIER OTRO PAÍS, INTOXICADO POR LA COLABORACIÓN INTERCLASISTA

 

Al final de la segunda matanza mundial imperialista, después de que Libia fue ocupada por las tropas aliadas, cerrando así la fase histórica de su colonización por Italia, y después de un breve período de administración conjunta del país entre Gran Bretaña y Francia, Libia, en diciembre de 1951, declaró su independencia como Reino Unido de Libia, con el rey Idris I. Fue entre 1947 y 1951 que se fundaron las primeras organizaciones sindicales y políticas (incluyendo al clandestino partido comunista libio de signo estalinista), incluido el Movimiento Obrero de Libia y el Sindicato de Trabajadores libios que, arraigado entre los trabajadores portuarios, encabezó varias huelgas en julio de 1950 por los derechos inmediatos y el pago y los salarios (9). Pero, primero bajo la monarquía del rey Idris I y luego bajo Gadafi, una represión sistemática destruyó por completo a esas organizaciones de trabajadores; bajo Gadafi, fueron reemplazadas por organizaciones corporativistas siguiendo el rastro de las fascistas, integrándolas en las instituciones estatales, aplicando así una política puramente colaboracionista heredada del actual Unión Sindical de los Trabajadores. El jefe del sindicato más importante del país, el del sector petrolero, Saad Dinar al Fakhri, dio una demostración de la dedicación patriótica de este sindicato: al Fakhri fue arrestado a fines de abril de 2019 por las autoridades de seguridad de Cirenaica y liberado a principios de junio del mismo año tras lo cual dijo que su detención no era más que “un interrogatorio regular que requería detención preventiva” y agregó que era necesario comprender “la imposición de tales medidas, dadas las condiciones en que se sitúa el país y la guerra que libran los Hermanos musulmanes contra el Ejército Nacional de Libia” (es decir, contra las milicias armadas de Haftar); pero lo más importante es su llamado a los trabajadores: “Tengo un mensaje importante para todos los trabajadores del sector petrolero en el territorio nacional: es necesario permanecer unidos y unidos al país tal como ha sido en los últimos años” (10). ¡Más claro imposible!

Hoy, los únicos proletarios que podrían oponerse a estas operaciones de guerra y que están más directamente implicados en el apoyo al imperialismo de su país son los proletarios de los países imperialistas, especialmente italianos, franceses, alemanes y rusos, y los proletarios de las potencias regionales emergentes, egipcios, turcos e israelíes, bajo regímenes políticos particularmente duros que usan la religión y la represión a plenas manos con el fin de lograr la “cohesión nacional” sin la cual no tendrían la misma fuerza para ir a explotar y masacrar a otros pueblos.

Pero el proletariado de estos países ha sido habituado durante décadas a colaborar con su burguesía nacional para defender tanto un supuesto privilegio económico, en comparación con las condiciones de miseria y explotación de los proletarios en países como Libia, y un supuesto privilegio de nacionalidad “superior”, amamantado por tradiciones históricas y civilizaciones antiguas. Que los capitalistas y sus gobernantes se refieran a Alá, Yahveh o Cristo, o que ondeen la bandera de la “democracia” y la “soberanía popular” o que gritan la grandeza de su propia historia antigua, en realidad solo respetan una cosa: el capital, que se ríe de cualquier dios, cualquier civilización e historia antigua; su único dios es el dinero y para defender su propiedad y los medios para acumular más y más no tienen reparos en matar, masacrar, hacer morir de hambre y arrojar a la miseria a poblaciones enteras. Los capitalistas y sus gobernantes han hecho, hacen y harán cualquier cosa por sus intereses de clase, contra los pueblos y proletarios extranjeros y contra su propio proletariado si no se doblega ante sus necesidades; los halagos de hoy pueden convertirse rápidamente en represiones brutales, las migajas económicas otorgadas hoy pueden eliminarse repentinamente por “razones superiores de Estado”, el mono de trabajo con el que ingresa a la fábrica puede transformarse repentinamente en un uniforme militar para ser enviado al frente de guerra. Y todo esto por la “nación”, por la “patria”, para que los intereses nacionales se defiendan no solo en casa, sino también en países lejanos que luchan contra un “terrorismo” que siempre es “extranjero”, cuando en realidad el primer terrorismo al que los proletarios deben enfrentarse en su propio país, es al terrorismo de su burguesía dominante la que, en defensa de sus intereses de clase, decide la vida y la muerte de millones de proletarios.

 

LA PERSPECTIVA DE VIDA ESTÁ SOLO EN LA LUCHA DE CLASE, ESPECIALMENTE EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS

 

Para detenerlos solo hay un camino, el más simple y directo, pero el más arduo y difícil: el camino de la lucha de clase. Simple y directo porque reconoce al enemigo principal en la burguesía de su propio país, y por lo tanto también en las burguesías extranjeras, aliadas o no aliadas que pertenecen a su propia burguesía; simple y directo porque se basa en intereses materiales en los que todos los proletarios, como trabajadores asalariados, se reconocen entre sí, unen sus fuerzas y se organizan para luchar en un frente de clase, fuera de toda colaboración interclasista y de pretendidos e inexistentes intereses “nacionales” comunes con su burguesía. Pero arduo y difícil, porque las fuerzas de conservación social y oportunistas que han colaborado sistemáticamente, durante décadas, con la burguesía y sus facciones más diversas, han destruido la tradición de clase del proletariado de los países del antiguo capitalismo, impidiendo al mismo tiempo que el proletariado de los países de capitalismo más joven pudiese aprovechar de esa tradición; arduo y difícil porque tanto los proletarios de los países imperialistas como los proletarios de los países oprimidos están en condiciones de reconstruir una experiencia y una tradición de lucha de clase sobre una base sólida, sin la cual nunca tendrán la fuerza para emprender el camino de la emancipación del capitalismo. Arduo y difícil porque las ilusiones y prejuicios que la burguesía, y sobre todo la pequeña burguesía, difunden a flujo tendido en temas como democracia, colaboración de clases, derechos constitucionales, parlamentarismo, nacionalismo, supremacía religiosa o racial, no se combaten con otras ilusiones y otros prejuicios en términos de cultura, bondad humanitaria, redistribución de la riqueza y similares. Ilusiones y prejuicios que se eliminan solo a través de la lucha de clase, en el verdadero choque social en el que las clases enemigas se reconocen como tales y luchan entre sí sabiendo que la emancipación de la clase proletaria solo se logra venciendo el dominio social y político de la clase burguesa, echando abajo la dictadura y estableciendo su propia dictadura de clase, iniciando así un proceso revolucionario donde una revolución política desemboca en una revolución social y económica.

Lo que aún le falta al proletariado de cada país es la lucha de clase y la perspectiva que abre esta hacia la emancipación del capitalismo y del dominio de la clase burguesa; el movimiento de los proletarios que va del terreno de la esclavitud completa a sus propias burguesías y de la colaboración de clases al terreno del choque abierto de intereses de clase, al terreno del reconocimiento material por parte del proletariado de que la burguesía y todas las fuerzas de conservación social son su enemigos jurados que nunca podrán convertirse en amigos y aliados. En el escenario social de cada país – ya sea en guerra o en paz temporal – este desplazamiento del proletariado del terreno burgués al terreno de la confrontación abierta con la clase burguesa solo puede tener lugar como consecuencia de la ruptura vertical y drástica de los lazos sociales, políticos, económicos y militares con los que cada burguesía nacional mantiene dominado al  proletariado, aplastando, explotando y matando sistemáticamente en nombre de sus intereses exclusivos de poder y ganancias.

 


 

(1) Cfr.  Con lo sfascio dell’Urss è incominciata una nuova spartizione del mercato mondiale (Con el colapso de la URSS, una nueva división del mercado mundial ha comenzado), en “il comunista" n. 30-31, diciembre de 1991- marzo de 1992.

(2) Cfr. Libia: boccone petrolifero su cui continuano a gettarsi i briganti imperialisti (Libia: bocado de petróleo sobre el cual continúan arrojándose los bandidos imperialistas), del 20 de abril de 2019, consultable en el sitio web www.pcint.org; publicado también en "il comunista", n. 159, mayo de 2019.

(3) Cfr. Il Corriere della Sera, 29 de enero de 2020.

(4) Cfr. Il messaggero, 25 de enero de 2020 (Libia, terminales petroleras bloqueadas).

(5) Cfr. www.huffingtonpost.it/ (desafío de Haftar a Berlín, 18/01/2020).

(6) Cfr. il fatto quotidiano, 30/01/2020.

(7) Ver nota 2.

(8) Cfr.  www.focus.it/comportamento/economia/che-cose-la-nuova-via-della-seta-cina, 1/3/2019; y www.ispionline.it/pubbicazione/sempre-piu-cina-nel-golfo-e-nord-africa-24937, 29/1/2020.

(9) Cfr. www.unitrespoleto.it/2019/04/04/conference-di-antonio-cordani-la-libia-di-ieri-oggi-e-domani/.

(10) www.agenzianova.com/a/0/2468298/2019-06-01/libia-liberato-il-capo-del-sindacato-del-settore-petrolifero

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

31 de enero de 2020

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