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Elecciones en Euskadi

La democracia de izquierda y de derecha, garantía de la explotación del proletariado

 

 

El País Vasco es uno de los puntales del orden político en España. Por el lado del gobierno, la coalición en el poder requiere del concurso de los dos grandes partidos nacionalistas, PNV y Bildu, para mantenerse como mayoría parlamentaria. Por el lado social, el concurso de ambos grupos en todas las medidas “excepcionales” que el Estado central ha tomado desde 2020 ha sido vital para que estas se pudiesen imponer al conjunto de la población.

Hasta tal punto es así que el predominio electoral de PNV y Bildu en las elecciones autonómicas y su peso decisivo en las generales se entiende por parte de los expertos en cálculo político como el elemento central (junto con el predominio nacionalista en Cataluña) para impedir que la derecha de PP y Vox llegue al poder. De esta manera se conforma un bloque que va desde la derecha tradicionalista de PNV hasta la izquierda de SUMAR, pasando por todos los matices del arco electoral para mantener la coalición gubernamental que ha sostenido, en España, las normas más abiertamente anti proletarias de la historia reciente del país.

Sin duda el elemento que podría ser más desconcertante para quien crea a pies juntillas en los discursos más que en los hechos y su significado histórico, es la presencia de Bildu como pivote de ese eje estatal español y como firme candidato a la lehendakaritza. Esta formación nació en parte de la antigua Herri Batasuna brazo político de ETA y sirvió para capitalizar la confluencia política de sectores nacionalistas disconformes con la lucha armada cuando aquella dejó las armas. Pero tardó poco tiempo en abandonar los restos de su retórica (siempre impostada) “anti- española” y en 2020 se la pudo ver apoyando un Estad de alarma que implicaba, de facto, la militarización del País Vasco y la supresión de libertades elementales de “sus” ciudadanos. Poco después dejó caer también su careta social y anti capitalista para apoyar toda la legislación laboral que ha impuesto el Ministerio de Trabajo y que ha implicado, siempre con la ayuda de la patronal y las organizaciones sindicales, el mayor retroceso en condiciones laborales y salariales para el proletariado desde los Pactos de la Moncloa de 1977. Los miembros de Bildu han pasado de aplaudir el asesinato de militares y policías a manos de ETA a garantizar que el gobierno mandase las tanquetas a Cádiz, diese permiso para disparar a los manifestantes con fuego real en Linares o, recientemente, encarcele a los huelguistas de Acerinox. Tanto la lucha de ETA como el irredentismo de HB han resultado finalmente en un apoyo para el Estado burgués, que por su parte no ha escatimado en medios para reintegrarlos al juego democrático y en utilizarlos como banderín de enganche contra los sectores más combativos del proletariado del País Vasco. Esa es, justamente, la fuerza de la democracia: su capacidad para ejercer como fuerza centrípeta para todas las facciones burguesas y para el propio proletariado, al que la dinámica social capitalista arroja hacia los márgenes de la sociedad pero al que, por su parte, la fuerza social que representa el sistema democrático impide romper con la burguesía y la pequeña burguesía. En este orden democrático, todas las corrientes políticas, desde la derecha más reaccionaria hasta aquellas que, como ETA, encarnaron el reformismo armado durante décadas, cabe todo a excepción de la lucha de clase proletaria y eso una organización como Bildu, que lleva en su historia la imposición nacionalista ante la tendencia anti localista e internacionalista de las capas proletarias más avanzadas, lo sabe bien.

El resultado electoral será justo el que debe ser. Las variantes tienen poca importancia. Si gana Bildu y es apoyada para formar gobierno por el PSOE, se acelerará el proceso de integración de la base social que vincula a esta organización con el pasado de movilización que caracterizó a Euskadi. El ciclo se habrá completado y veremos a los familiares y amigos de los represaliados por la policía nacional y autonómica dar orden a esta última de reprimir. Si gana el PNV y se mantiene el status quo vigente, la falsa oposición de izquierdas cumple con su papel cuatro años más a la espera de un nuevo giro en la política nacional que le aproxime más a su objetivo. En cualquier caso, el rumbo no se interrumpe y ambas fuerzas, nacionalistas de derecha y nacionalistas  de izquierda, seguirán dando su apoyo al gobierno central, garantizando la estabilidad del Estado, la defensa de los intereses imperialistas en Ucrania y Palestina de la burguesía española, la destrucción apresurada de los restos del “bienestar” que no soportarán la excesiva carga presupuestaria que implicará el rearme militar que tendrá lugar en los próximos años, etc. Esta es y será la “excepción vasca”, piedra de toque del orden español.

Fuera de Euskadi por supuesto que la demonización de todo lo vasco, el recuerdo permanente de ETA como vertebrador de la política interior del país durante treinta años, como eje de la solidaridad nacional y justificante de cualquier tipo de represión, permanecerán. La burguesía vive porque logra mantener la competencia entre proletarios y la cuestión nacional es un terreno buenísimo para exacerbarla. Mientras que cualquier corriente política, precisamente defendiendo esa política de integración social, sabe que HB, Bildu, etc. han sido y son indispensables para mantener el orden en el País Vasco, también es consciente de que la xenofobia, la exaltación localista, el nacionalismo español, son elementos de cohesión social igualmente efectivos y que no se puede abandonar. Toda vez que el proletariado del País Vasco ha sido uno de los más combativos de España y por ello todavía es necesario agitar el espantajo nacionalista para impedir que su lucha dé ejemplo a los proletarios del resto del país.

Porque en Euskadi la clase obrera ha tenido una gran fuerza, sobre todo en el terreno de la defensa económica de las condiciones de vida. Basta con recordar que fue la huelga de Bandas (de noviembre de 1966 a mayo de 1967) la que agitó, más allá de límites locales, de fábrica, etc. a la clase obrera española por primera vez desde el mayo de 1937. O que acontecimientos como el Proceso de Burgos (1970) en el que se juzgó y condenó a miembros de ETA fueron entendidos por los sectores más combativos del proletariado como algo que concernía a toda la clase obrera… El nivel de movilización proletaria (y social en términos más amplios) ha sido, casi siempre, mucho más elevado que en el resto de España y la fuerza de la clase obrera local se ha hecho sentir muy lejos de la zona industrial vasca. Recordemos, si no, la reciente lucha de los trabajadores de Tubacex, que permanecieron en huelga durante 235 días en 2021 y que, cuando los trabajadores de las empresas auxiliares del metal en Cádiz se pusieron en huelga corrieron a prestarles su apoyo y a compartir su experiencia…

La fuerza de la clase proletaria debe levantarse por encima de todo particularismo regional, por encima de toda política nacionalista y dirigirse contra la colaboración con la clase burguesa. Sobre todo cuando estos particularismos, cuando este nacionalismo se ha usado una y otra vez contra los proletarios de uno y otro lado. Cuando las organizaciones que, incluso con un gran coste de sangre y vidas como es el caso, se erigieron en adalides de la lucha nacional han mostrado su verdadera cara integrándose en el aparato del Estado, aceptando la defensa de las instituciones burguesas, de la primera a la última, colocándose frente a la clase proletaria en auxilio de la burguesía que requiere sus fuerzas para imponerle sus exigencias.

El virus democrático, inoculado en el cuerpo social proletario durante décadas, es un factor de primer orden en el retraso de la reanudación de la lucha de clase. Cada elección, cada Parlamento, cada ilusión de cambio en nombre de una u otra formación, ayudan a consolidar el orden social burgués. Las futuras convulsiones sociales, que sin duda deberán llegar, lanzarán a la clase obrera contra el edificio social burgués y en ellas la lucha contra la democracia será una de las más importantes conquistas que se lograrán.

 

¡Contra la farsa electoral, por la defensa intransigente de la lucha de clase!

¡No a la solidaridad nacional!

¡Por el retorno del proletariado al terreno del enfrentamiento abierto con la burguesía!

 

17 de abril de 2024

 

 

Partido Comunista Internacional

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